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4 de septiembre de 2008

666: Escatología

Nota del autor:
Como todos los episodios de este personaje, hay pornografía y violencia extrema. Es para adultos.
Este episodio de 666 es especialmente fuerte y repugnante. De hecho, el más repugnante que he escrito hasta la fecha. Cruel como ninguno, hay un pobre perrito...


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Me encontraba buscando material pornográfico en la videoteca de mi oscura y húmeda cueva, cuando en la estantería de parafilias, observé un dvd marcado como “Escatología”.
Seguramente se lo trajo alguno de mis crueles como botín de algunas de nuestras salidas.
Una parafilia es una desviación sexual; algo de tarados y enfermos.
La escatología es la afición por follar entre mierda, con mierda y comiendo mierda si es necesario.
Para que lo entendáis:

Escatología---> Parafilia---> Enfermos mentales---> Marginales---> Coprófagos (comedores de mierda)---> Sexualidad enfermiza---> Escarabajos peloteros---> Porno-actores tarados.

Los primates tenéis de todo en vuestra propia especie, y los aficionados a la escatología son los escarabajos peloteros de la humanidad.
Nada de lo que sentirse orgulloso, porque dejar que alguien se te cague o mee en la boca, es sucio y repugnante hasta para mí.
Hasta los perros tratan de tapar sus propios excrementos cuando han cagado.
Por otro lado, yo no estoy sujeto vuestras costumbres de tolerancia, cobardía e hipocresía y si un primate es un repugnante come-mierda, no tengo porque sentir simpatía alguna por él. Sólo asco y más odio aún. Lo hago pedazos o lo quemo, me da igual. Y la duración del tormento está en función de mi humor.
La tolerancia de la que pretendéis hacer gala, patéticos paletos, me la paso por el forro de mis malditos cojones y si mi propia naturaleza me lleva a despreciaros hasta tal punto que el acto de torturaros y asesinaros me aburre; no podéis ni llegar a imaginar el asco y el desprecio que siento por los escatologistas, coprófagos, coprófilos o como quiera que mierda se quieran llamar (valga la redundancia).

Coloqué el dvd en el reproductor, seguro de que encontraría razones para hacer una nueva visita a la humanidad y lanzar otro de mis mensajes de miedo, odio y maldad.
Cuando comenzó la película; una mujer fea, tan fea como son los hijos nacidos de la cópula entre padres e hijos o entre hermanos durante muchas generaciones (eso que llaman endogámicos y que abunda en los pueblos más ocultos y pequeños), se separó las nalgas con las manos y de su ano salió un excremento gordo y seco que me estropeó la bocanada de humo del partagás kilométrico que me estaba fumando.
Decidí apagar el televisor, si quería ver mierda, no tenía más que pasear por entre los primates y abrir en canal a cualquier espécimen elegido al azar.
En el momento en el que accionaba el pulsador del mando para apagar la televisión, apareció otro tarado en escena con una peluca de payaso en la cabeza; se arrodilló frente al culo de la cerda y con la boca cogió el cagarro que asomaba repugnante por el esfínter.
Mi Dama Oscura se encontraba masajeando mis trapecios tras el sillón de piedra.

—¿Me das permiso, mi Señor, para hacer una visita y felicitar a tan buenos actores? Mostrarles su propia inmundicia cuando aún la tienen dentro del cuerpo.

El televisor mostraba al macho y a la hembra, se habían untado la mierda en sus pieles cerdunas y ahora copulaban como dos cerdos en una charca.
Cuando abrían la boca, sus dientes estaban llenos de excrementos.
Seguramente sería chocolate, pero el efecto era pura mierda.
Mi Dama Oscura, me había dejado y volvió a los pocos minutos con una cámara de video.
Me gusta el cine, y cuando puedo, me gusta rodar mis propias películas.

Y en Suecia, aunque la luz es muy fría, y el color un poco crudo para mi gusto, se está fresquito. Y es de agradecer.
Decidí ser director de películas porno-escatológicas y hacer algún cameo durante el rodaje; mi ego es tan grande como mi capacidad de odiar. Cogí un trípode, metí los dedos en la vagina de mi Dama Oscura y la masturbé hasta que se me corrió de pie ante la mirada de todos los crueles escondidos entre las piedras. Cuando gritó de placer, lancé un rugido que provocó una lluvia de polvo desde el invisible techo de la cueva.
Llevar a la Dama Oscura conmigo me facilita el acceso a todos los lugares del planeta, ellos y ellas se la quieren follar. Imaginan su negra melena agitada por el placer que le proporcionarían. Sus piernas son tan lujuriosas que uno no piensa más que lo que tiene entre ellas, deseas lamer cada pierna hasta llegar a su coño, que sin duda alguna, se encontrará empapado de una baba de fuerte olor.
Hombres y mujeres desean tenerla cerca y lanzan sus devaneos pueriles para intentar joder con ella.
La productora Scandinavia Erotics, era la autora del dvd escatológico.
Mi Dama Oscura vestía una microfalda negra y al caminar, dejaba ver sus nalgas desnudas contoneándose como las de una verdadera puta.

—Soy Lans Hoëder y quiero una entrevista con el Sr. Sergei Lepizc, el director de Festín de Mierda 4. Esta señorita es mi representada y quisiera ofrecérsela para que participe en alguna de sus producciones. Caga como ninguna y además tiene la habilidad de lanzar la mierda lejos de si con el culo.

—Si no tienen cita, el sr. Lepzic no les recibirá. Pueden dejarme una tarjeta y...

No acabó de hablar, porque planté mi mano en su poderoso y siliconado pecho izquierdo y lo oprimí con fuerza. Y oprimí su mente.
Como mucho cerebro no tenía la secretaria del pornógrafo, su pezón se puso duro. Mi Dama levantó la falda dejando al descubierto su coño y se acercó hasta colocarse muy cerca del rostro de la secretaria. La primate comenzó a lamer su pubis con el pecho estrujado en mi mano. Sus lengüetazos eran largos y pegajosos. Estuve a punto de sacarme la polla; pero me pudo la crueldad.
No pude evitar clavarle mi puñal en el pecho y sacarle la prótesis de silicona. Yo seguía invadiendo su mente; a pesar del dolor y el terror, la secretaria siguió lamiendo el pubis de mi Dama Oscura hasta que le arranqué el corazón y lo dejé encima del teclado del ordenador.
Hice una foto de tan dramática escena.
Dejamos el cadáver allí para que se pudriera y no me preocupé de coger el alma de la tía buena, mi preocupación era filmar mi propia película. Y para ello necesitaba actores acostumbrados a la mierda.
Abrí la puerta del despacho de Sergei y mi Dama entró desnuda de cadera para abajo, se había quitado la falda y su pubis estaba ensangrentado por la sangre que le salía de la boca a la secretaria cuando le arrancaba el corazón.

—¿Quiénes son ustedes? ¿No les ha dicho mi secretaria que no recibo sin cita previa?

Debe ser un buen negocio todo lo relacionado con la mierda, porque el despacho de Sergei era un derroche de decoración vanguardista. La mesa del despacho era una losa de fino mármol, los sillones de las visitas, medios huevos de acero inoxidable con su interior mullido y forrado en piel.
Una luz color salmón salía de paneles adosados a las paredes y todo era de un blanco níveo tiznado de rosa. Demasiada luz para mi gusto. Y demasiado calor.
Sergei vestía un jersey negro de cuello alto muy ajustado y unos pantalones marrones de piel. De lo más hortera.

—Nosotros sólo queríamos saber donde se encuentran los dos actores de Festín de Mierda, me gustaría contratarlos para una fiesta particular.

Sergei no me escuchaba, se encontraba pasmado mirando el coño ensangrentado de la Dama Oscura y ésta, sin reparo alguno, se lo estaba limpiando con un pañuelito de papel, mojándolo con saliva.
Me acerqué a la mesa, apresé la mano de Sergei y metiendo la punta del cuchillo entre uña y carne, le hice saltar la uña del dedo corazón.
Aquello no mejoró su atención pero me hizo visible a sus ojos y más receptivo a mi charla.

—Quiero la dirección de esos dos marranos.

Cuando se piden las cosas con la debida seriedad y te haces valer como un hombre de palabra y peligroso, te lo dan todo.

—Están rodando otra película, aquí mismo, en una casa de las afueras, allí los encontrarán.

Tenía la esperanza de que no le matara. Y garrapateó en una lujosa carta con membrete la dirección de la casa.
Cogí la pistola que me ofrecía mi Dama y le pegué un tiro entre los dientes. Salpicó sangre por todas partes; sin duda alguna ya habéis visto en algún reportaje el efecto hidrostático que una bala tiene en una sandía, pues bien, estoy seguro de que algunas paredes de aquel despacho jamás volverán a ser de blanco níveo.
La Dama Oscura se sentó en uno de aquellos asientos-huevo y se cagó sin asomo alguno de pudor.
Será hermosa y malvada, pero cuando quiere es toda una cerda.
Y sutil no es con sus mensajes.
La amo.
La casa de campo se encontraba al norte de Estocolmo, a escasos diez minutos. Un chalet lujoso de algún millonario pervertido o un socio de la productora.
La verja principal que cerraba el camino de la carretera principal a la casa, se encontraba abierta y conduje el Aston Martin recién adquirido para la ocasión por el camino particular.
Una furgoneta y un par de autos se encontraban estacionados frente a una pequeña casa separada de la mansión principal.
Estacioné el coche frente a la casa principal y nos acercamos caminando hasta la casucha donde estaban rodando la película, seguramente Festín de Mierda 5 o Amo tu mierda.
La actriz, según Sergei, se llamaba Ana y el actor John. No tenían apellidos, seguramente se encontrarían bajo una capa de mierda.
Aparte de los dos artistas, en la casa se encontraban un cámara, el director, el ayudante de dirección, el iluminador y una maquilladora.
Y ni siquiera era la casa, era el garaje con un mal decorado. Por mucho que a un millonario le guste la mierda, le revienta que caguen en su casa.
Sois tan complejos los primates...
Mi preciosa Sig Sauer P220 del 45 acp, se encontraba pletórica de balas y el sol de la tarde se reflejaba en su superficie creando una difuminada pátina anaranjada. La belleza de la muerte no tiene parangón con ninguna otra cosa.
La Dama Oscura sujetaba en la mano una Beretta del nueve pavonada. La negrura de aquella arma hacía juego con su cabello y su piel. Había nacido humana, pero ni yo podría asegurarlo viéndola empuñar con aquella naturalidad la pistola.
No hubo saludos. No hubo tiempo para las sorpresas. Estaba todo en silencio filmando una mamada que Ana le estaba haciendo a John. Su pene era mucho más pequeño de lo que parecía en la película y a Ana se le veía la suciedad incrustada entre los pliegues de la piel.
Apoyé el arma en la nuca del director y disparé. Al ayudante lo tenía muy cerca y le acerté un tiro en la sien.
La Dama Oscura había disparado en el cuello de la maquilladora y cuando el iluminador echó a correr gritando, le acertó en la espina dorsal; cayó sin poder llegar a la furgoneta. No podía moverse y reptaba como un gusano, gimiendo, llorando. La sangre estaba empapando la abundante ropa que llevaba. Agonizó durante más de media hora.
En cuestión de segundos, el suelo se tornó resbaladizo por la enorme cantidad de sangre que dejaban ir los cuerpos.
Los actores estaban quietos en la cama, inmovilizados por el miedo.
La Dama Oscura se dirigió a nuestro coche para coger la cámara de video y el trípode. Afortunadamente, la iluminación ya estaba montada. Cuando se trata de matar, siempre salen bien las cosas.

—Vamos a filmar una película de cagones. De morir no os libráis —les decía a los actores que nos miraban fijamente alternando su atención entre nosotros dos—; pero de vosotros depende que sea interminable vuestra tortura.

La Dama Oscura tocó mi hombro y me dio la cámara y el trípode. Llevaba una bolsa negra con cadenas y esposas colgada del hombro.
Mientras preparaba la cámara y me encendía un cigarro, ordenó a los actores a colocar las manos en una tubería sujeta al techo del garaje y les esposó las manos.
Les obligó a abrir las piernas cuanto podían y les encadenó los pies con grilletes a las estanterías murales ocultas bajo el decorado.
Dejó cerca una escalera de mano abierta.
Nos llevó casi dos días el rodaje.
Mientras tanto, apareció un Saab descapotable blanco con un cincuentón de pelo blanco y una puta de lujo, a los que degollé cuando se acercaron al garaje. El primate maduro era el dueño de la casa, lo sé por las fotos. Nos instalamos en la casa durante el tiempo que duró el rodaje.
También tuve que matar al jardinero y a un par de críos (los nietos del dueño de la casa) que se acercaron con sus bicicletas. El hedor a cadáver se extendía por toda la propiedad, cosa que me hacía sentir bien.
El resultado de lo filmado es más o menos así:
Mierda letal 1 (este es el título y aparece una mierda deshaciéndose como sangre líquida para dar paso directamente a la primera escena)
La cámara muestra un sucio garaje con el suelo lleno de sangre y cadáveres, el sonido de las moscas es omnipresente y se acerca el encuadre hasta la oreja de una chica por la que asoma la cabeza de una mosca.
Un hombre y una mujer se encuentran encadenados con los brazos en alto a una tubería en el techo, ambos lloran intentando no mirar a la cámara. Sus pies están separados y encadenados a las paredes. La mujer es un celulítica treintona que aparenta tener cincuenta años, con una peluca rubia torcida tapando sus rizos morenos, sus tetas son gordas y están lacias. La cámara hace zoom en el hombre que lleva una grotesca peluca pelirroja. Está enfermizamente delgado y sus velludos y pequeños genitales penden como piel reseca entre los sucios rizos negros.
Ambos muestran sus pechos manchados de vómito.
La cámara los rodea y el encuadre muestra las nalgas de los actores. Sus glúteos están ensangrentados, se cierra más el encuadre y se puede apreciar que en cada actor, se han cosido las nalgas con un grueso cordón de cuero, cegando así los esfínteres.
Se aproxima más la cámara para mostrar el detalle de las infecciones y la pus que rezuma por los puntos de sutura. Una mano de mujer pasa seductoramente el dedo por las puntadas de cuero para acabar dando un cachete cariñoso en las nalgas. Se escucha un gemido
El enfoque vuelve hacia atrás y muestra a los dos actores en un plano alejado. Ahora se aprecia que hay una escalera de tijera tras ellos. Con una música de película muda y filmado en cámara rápida, hago mi primer cameo y corro cómicamente hacia ellos subiendo por la escalera abierta. Los actores intentan, girando la cabeza, ver lo que ocurre u ocurrirá a sus espaldas. No hay nada como el miedo para aprender a actuar.
Subo tres peldaños de la escalera para estar cómodamente tras ellos. Una broma: saco mi cuchillo de entre los omoplatos y llevo el peligroso filo al cuello de la cerda. La cámara muestra mi rostro con la lengua fuera en actitud malvada y un hilo de baba colgando de mis incisivos. He de reconocer que soy un hombre deseable.
La Dama Oscura aparece en escena, con unos zapatos negros de charol y unos tacones kilométricos, porta con cuidado un pequeño cubo de plástico rojo y un embudo grande en la otra.
Me alcanza primero el embudo y al ponerse de puntillas se puede ver en todo su esplendor la raja de su coño depilado. Arranco la cinta que tapa la boca del hombre, le obligo a tragarse la parte estrecha del embudo y mantengo su cabeza contra mi pecho obligándolo a mirar al techo. La Dama Oscura me alcanza el cubo y vuelco en el embudo el contenido: chocolate caliente mezclado con galletas.

—Si no empiezas a tragar esto, te arranco tiras de las pantorrillas hasta que te comas tu propia lengua.

Un plano muestra como el embudo se vacía a cámara rápida para luego, enfocar el rostro del encadenado y su garganta para mostrar los fuertes y rápidos movimientos de la glotis al tragarse todo aquel dulce manjar.
La Dama Oscura, se coloca frente a la cámara y llevándose los dedos a la vagina, separa los labios y los tensa, hasta que aparece su duro clítoris empapado por entre los pliegues. El dedo corazón, se posa en él y comienza a rotarlo.
Fundido en negro.
Otra vez, en una cómica y rápida velocidad, bajo la escalera y la llevo tras la mujer; hago exactamente lo mismo que con el hombre, sólo que a ella, sin querer, le he partido los incisivos al meterle el embudo en la boca.
Un reloj corre a velocidad de vértigo, han pasado cuatro horas y un encuadre muestra las barrigas ya un poco prominentes de los actores escatos.
Enfoque de sus glúteos y unos segundos mostrando las tumefacciones y el feo color de las heridas suturales de las nalgas. Un punto rezuma un líquido espeso y amarillo veteado de sangre. Entre la raja del culo se les pone a cada uno un termómetro y la pantalla digital marca los 39,8 grados centígrados.
La Dama Oscura se coloca frente a los dos actores y les toca los genitales y las tetas sin conseguir arrancarles un gemido. Sus ojos apenas reaccionan.
El director (yo) sale a escena de nuevo para darles su nueva ración de chocolate con galletas. Piden agua, pero no se les da ni una gota.
Otra vez el reloj avanzando a cámara rápida hasta que pasan cuatro horas.
Los vientres de los primates ahora están tensos y enrojecidos, empieza a notarse la presión en sus intestinos. Una mano con uñas largas y rojas y un anillo con tres seises en el pulgar, acaricia aquellas prominentes barrigas. Es hora de cebar de nuevo a los primates.
En esos dos días, cada uno de los actores, se tragó ocho kilos de chocolate con galletas.
El reloj vuelve a avanzar rápido para luego mostrar las barrigas de los primates. Parecen embarazados y los ombligos sobresalen como tumores de la tensa piel. Alguno ha vomitado, por la nariz. Sudan mucho, están pálidos y respiran con mucha dificultad.
Una toma de mi espalda, muestra como me saco el cuchillo de entre la carne de los omoplatos para ponerlo en la femenina mano de la Dama Oscura.

—Es tiempo de morir entre mierda —dice frente a la cámara con sus labios rojos como la sangre y sus negros ojos brillantes como zafiros.

Se abre el cuadro de la escena y la Dama Oscura se acerca al hombre contoneándose, empuña el cuchillo por el peligroso filo. Es fantástica.
Se dirige al primate macho. Hunde ligeramente el filo en la parte baja del esternón y practica un corte poco profundo hasta el pubis. Una sangre muy espesa se desliza perezosamente por el vientre, los genitales y las piernas.
Un perro pequeño lame la sangre a los pies del actor (apareció en las últimas horas, y llevaba un collar con cristales de Swarosky que decía: Brutus).
Con la cerda hizo lo mismo, sólo que además, le cortó ambos pezones practicando una cruz encima de ellos. Les habíamos amordazado con una tela muy fuerte, ya que sabíamos por experiencia, que cuando el dolor es intenso, la cinta aislante no sirve como mordaza, no tiene la suficiente fuerza para sujetar unas mandíbulas que claman misericordia al cielo ante la devastadora tortura.
Me excité como un perro ante los pezones sangrantes de la guarra, la Dama Oscura salió de escena y me lancé a mamar la sangre que manaba de los pezones de la actriz.
Cuando me sacié, le pegué una fuerte patada lateral a su barriga. La Dama Oscura había hecho un buen trabajo, porque la herida se abrió en su totalidad y cayó al suelo el paquete intestinal de la puta con un sonido gelatinoso. El hombre se debatía intentado liberarse de las cadenas, aterrorizado ante lo que le esperaba. Se estaba poniendo morado por momentos.
Por mucho que se moviera, no tenía forma alguna de esquivar la patada y tras pegársela, otro nuevo montón de tripas cayó al suelo.
En ningún momento les quité las mordazas; aunque estuve tentado para que se pudieran oír sus gritos; pero si vomitaban, ensuciarían las tripas que ahora parecían gordos gusanos palpitantes. Estaban tensas y prietas como longanizas.
Cogí la morcilla del hombre y la corté con el cuchillo, de tal forma que exprimiéndola con fuerza, la vacié en la cabeza de la hembra.
Consiguió chillar después de todo. La mierda comenzó a contaminarse con la sangre que manaba del tejido intestinal.
Cuando corté el intestino grueso de la mujer, no me dio tiempo a llevar el cabo a la cabeza del hombre y la mierda salió rápida y a presión. Sólo pude manchar los genitales del hombre.
Aquella casquería rellena de mierda despedía un hedor insoportable que se apoderó de todo el garaje y la pobre Dama Oscura tuvo que vomitar. Filmé sus pechos agitándose tras las náuseas, es preciosa haga lo que haga. El artista también tiene que sacrificarse en pro de su obra si quiere ser pasional y transmitir emociones al espectador.
(Estas anécdotas hicieron más largo el rodaje, aunque gracias al montaje final, la película no aumentó demasiado su duración).
A los pocos segundos, los primates dejaron de moverse y sus ojos se habían cerrado. Respiraban con dificultad cuando les arranqué los restos de intestinos para que la cámara captara la caverna que quedaba; el último plano que filmamos de ambos vivos. El final de la película es más vulgar y sólo trata del descuartizamiento de los cadáveres y una masturbación que la Dama Oscura se hizo usando la mano del primate macho.
Fundido en negro para el final, no hay títulos de crédito. Se escucha la canción de los Rolling :”Simpaty for the devil” y un plano muestra al perrito blanco llamado Brutus, mordisqueando los cadáveres en descomposición, agitando contento el rabo.
Hasta que un balazo en el costado lo lanza muerto dos metros al interior del garaje. Mi Dama Oscura tiene una puntería envidiable.

Así es como matamos dos pájaros de un tiro e hicimos una película de escatología y a la vez una snuff movie.
Me han pedido copias a cambio de su alma: tres reyes europeos, seis presidentes, siete jeques árabes y tres raperos traficantes de drogas.
La película, he de reconocerlo, no es muy comercial y no creo que se convierta en una película de culto para un consumo masivo.
Ya os contaré más historias.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

29 de agosto de 2008

Estrés post-vacacional (Lloronas)

¿Será cierto que existe gente que necesita ayuda psicológica al volver al trabajo tras las vacaciones?
YO, afortunadamente, no he conocido a ningún pusilánime de éstos. Soy muy selectivo con la gente que trato; no me hablo con inferiores.
Puede que sea una mentira de los psicólogos para que alguien se lo crea, se sugestione, se deprima y pida cita para rascarse el bolsillo.
YO no consigo imaginar al albañil llorando como una mujerzuela con una paletada de mortero secándose entre sus crispados dedos gritando a la grúa su angustia.
Aquí no acaba la cosa, nada puede ser tan sencillo: los niños también tienen su corazoncito depresivo y su cerebro estresable. Y han de ser llevados a un psicólogo porque se muestran irritables y llorosos.
Que los niños se estresen y hayan de acudir también al médico para que les sanen el cerebro, es normal. De tal palo tal astilla; los padres no hacen más que transmitir y eternizar la cobardía y la falta de voluntad a través de las generaciones para hacer una humanidad más vacuna y ganadera.
YO a pesar de todo, confío en que los humanos estresados, sabrán salir al paso de su angustia por volver al trabajo. Unas gotas de pegamento super-rápido en el café acabaría con sus vidas rápida y eficazmente. Es una forma digna y bohemia de acabar con tanta tristeza. A vuestros hijos estreso-deprimidos, se lo podéis mezclar en los cereales. Cualquier analfabeto de tantos que hay con títulos por todas partes, sabe que el pegamento super-rápido contiene cianuro como componente principal. ¿O alguien se ha creído que el olor a almendras amargas es un aromatizante?
La selección natural entre los humanos, como es de preveer, está encaminada a convertir a la humanidad en un conjunto de rumiantes televisivo-deportivo que disfrutan como un cochino en una charca. Es catártico para el homo basura erectus, el ver que un montón de nenazas corren tras el balón y se lleva el mérito del gol el que menos ha trabajado. Como les pasa a ellos, les encanta que les ocurra lo mismo a los demás. Les hace sentirse menos putas.
Ser un pusilánime y un cobarde no es una enfermedad, es una degeneración, una tara que no se puede curar más que con la amputación de la cabeza.
Los estresados pusilánimes que no tengáis cojones a daros un buen lingotazo de pegamento, tenéis otra opción: coleccionar los fascículos que todos los septiembres de la vida salen a la venta. Casas de muñecas, es una bonita y tierna colección; los hombres así demuestran ser sensibles y tener un desarrollado lado femenino y las mujeres porque se pasan por el forro de las bragas el acorazado de guerra de un millón de piezas en un millón de entregas.
Respecto a vuestros hijos, si no sabéis ser padres y os asustáis ante las lágrimas caprichosas de vuestros retoños, no los llevéis al médico, regaladlos a hombres y mujeres que sepan educar niños. No los estropeéis más y entregad a vuestros hijos a quien de verdad se los merece.
Es que folláis sin ninguna contención y es muy fácil preñar y dejarse preñar sin tener en cuenta que no hay suficiente inteligencia para ser padres.
¡Ay pusilánimes míos...! Id a currar, so maricones y dejaros de lamentos de cobardes.
Ego os absolvo, nenazas.
Idiotas.

Buen sexo.


Iconoclasta

25 de agosto de 2008

El probador de condones y Pekín 2008

Me encontraba mirando a la saltadora de pértiga rusa, acariciando mi pene distraídamente y excitándome igual de distraídamente con aquella mujer de escasos pantaloncitos que dejaban unas musculosas y poderosas nalgas al aire. Y su pelvis prometía una depilación total hasta lo más profundo de su entrepierna. Yo pensaba en que la haría rabiar con mi propia pértiga y gritaría como una condenada ante el verdadero éxtasis del triunfo.
Estaban buenísimas las atletas rusas del Pekín 2008.

Sin embargo, tengo un poderoso cerebro multicanal y en algún momento, mientras pensaba en como la elevaría a las cumbre más alta del planeta con mi poderoso y eficaz pene con el que la genética me ha dotado, me vino a la mente el Everest, el Himalaya, el yeti, los yaks, el tercer ojo, los lamas y por fin el Tíbet.
Es que miro mucho el canal de pago de National Geographic.
No soy sólo un instrumento de placer para las mujeres; aparte de ser su esclavo sexual, mi cerebro guarda muchos registros variados. Una forma elegante de decir que soy culto como el mismísimo Morgan Freeman en Seven.
Me corrí con una extraña mezcla de sensaciones encontradas y cuando me limpiaba de semen, pensé con más precisión en un solo tema.
Las relaciones laborales entre esclavo y amo (o trabajador y empresario), son el reflejo a menor escala de la relación entre políticos, entre naciones y entre planetas si hubiera vida más allá del quinto pino.
Los mismos desacuerdos y las mismas artimañas para solucionar problemas. Las mismas actitudes.
Lo mismo que ha ocurrido con China en las olimpiadas Pekín 2008 es lo que ocurre cada día en todas las empresas.
Mucha solidaridad con el compañero despedido, muchas firmas y e-mails de protesta; pero en cuanto llegan las vacaciones o alguna celebración, nadie se acuerda ni del nombre de pila del querido compañero injustamente despedido.
Idéntico a lo que ha ocurrido (o no ha ocurrido) con la represión y los asesinatos que China ha ejercido contra el pueblo tibetano. Los tibetanos han tenido que gastar en cremas vaso-dilatadoras un montón de pasta para aliviar las hemorroides chinas.
La sodomización puede ser una delicatesen siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre los maricones. Si se lleva más allá de lo festivo y esporádico hasta convertirlo en cotidiano, las hemorroides se inflaman como pelotas de ping-pong.
En mi empresa, un compañero de mierda (uno de esos siempre sonrientes, optimistas y dinámicos como la madre que lo parió), fue despedido porque lo pillaron fumando en el lavabo
No, no fue sólo por fumar, sino porque mientras fumaba, escribía en la puerta de los cagaderos: “ijo puta hel director”.
El sujeto en cuestión ocupaba el cargo de editor de publicaciones y era primo lejano de un primo hermano de la prima de la esposa del director (uno de esos enchufes que practican algunos amos para demostrar su poder social y económico).
A mí el imbécil no me caía bien ni mal.
Está bien, me caía rematadamente mal, como un bocado en lo que rima con joya. Siempre que me veía pelármela durante las pruebas de integridad de los lotes de condones elegidos, agitaba con una sonrisa imbécil el puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba. Como si me hiciera un favor halagándome.
A mí lo único que me halaga son los pezones duros de las chicas y mujeres que vienen de vez en cuando a ver como trabajo y de paso se ofrecen a masturbarme con una explosiva expresión de lujuria en sus arrebolados rostros.
Pues se montó el gran pitote por el despido del idiota. Yo no firmé ningún documento de solidaridad ni participé en los paros convocados a modo de protesta que preparó y llevó a cabo el comité sindical.

—Deberías firmar, Iconoclasta. Es algo que nos podría ocurrir a cualquier si a la compañía le sale de los huevos.

A mí me daban cada mes un sobre con una propina por mi dedicación y sé muy bien ver las injusticias y los abusos que los empresarios cometen contra el trabajador. No soy tan ciego; pero yo trabajo por dinero y cuanto más gane, más triunfo.
Y tal vez fuera por deformación profesional que le contesté:

—A mí me la pela.

—Pues vas a salir “retratado” en el boletín mensual del comité —me amenazó Chema.

El boletín es una especie de revistilla en la que se repasan y explican las actuaciones y problemas que trata el comité sindical, cuyo secretario es el Chema.
Chema, normalmente es un hombre afable que se preocupa por todos los problemas laborales que surgen; pero si se le hincha la vena síndico-justiciera, es de lo más pesado.

—No te preocupes, no soy vergonzoso —le contesté untándome el pene con crema hidratante.

Me encontraba preparado para hacer otro test de integridad y mi glande era todo dilatación, estaba recubierto de una baba espesa y olorosa. Cuando tiré de la piel y lo descapullé, un hilillo de fluido se descolgó de la punta hasta formar una gota y caer al suelo al romperse el tenue filamento por el peso.
A mí me gusta ver estas cosas, me parecen casi poéticas. La vida ofrece escenas de gran belleza plástica si estás atento.
El Chema es un animal insensible donde los haya, ni siquiera elevó una ceja.

—Y tu hija tampoco lo es, me ha llamado porque quiere ser culo de prueba para el lote de de Pleasures Culos Womans. Dice que esta actividad voluntaria, le dará puntuación para ser promocionada a supervisora de la supervisora tercera.

Chema me miraba fijamente.

—No te preocupes, no hay prisa. Hasta dentro de nueve días no se fabrica el próximo lote. Estoy seguro de que no le importará que un esquirol le pete el culo. Y nos van a hacer un reportaje fotográfico durante el test para la promoción publicitaria.

Dicho esto, el cerebro del sindicalista se revolucionó lentamente haciendo extraños ruidos de engranajes oxidados.
Y las ideas se le transparentaron en el cráneo.
Que me iba a tirar a su hija ya no tenía remedio; pero que la hija fuera fotografiada con el culo empalado por un esquirol, era un pelo más peliagudo para él, puesto que su carisma de paladín de los currantes se podía ir a la mierda.
Igualito a lo que ha ocurrido con todos esos países, personajes y atletas comprometidos con la causa del pueblo tibetano y que se han llevado más contentos que mierda en bote sus medallas y diplomas olímpicos ofrecidos por el poder opresor chino.
Si es que todo tiene el mismo final.
Sólo que en el caso de mi empresa, sí que despedían a un imbécil que se lo merecía y ocupaba el puesto de alguien que pudiera ser apto y legal.
Estoy seguro de que ocuparía el puesto otro imbécil igual. Yo no soy un cándido de esos que creen en la equidad y todas esas mierdas.

—Estoy hasta los huevos del boletín, este mes no voy a publicarlo y además, apenas hay noticias —respondió con total naturalidad.

Siempre me ha parecido fascinante la capacidad del ser humanos para evadirse de la aterradora realidad y fintar la mierda que se le viene encima con total desprecio hacia su propia dignidad.
Y de una forma tan espontánea y coloquial.
Se largó de mi departamento más contento que unas castañuelas.
Durante aquel mismo mes, cada semana se hacía un paro de la producción de diez minutos para exigir la readmisión de aquel tío que no me acuerdo de su nombre. Y al igual que ha ocurrido con China y ante la proximidad de las vacaciones, la dirección de la empresa nos obsequió con un lote especial de cuatro cajas de condones especialmente indicados para penetraciones infantiles (muchos hacen turismo sexual en los países asiáticos aprovechando las grandes ofertas de las agencias de viajes), un pequeño vibrador con arnés para adaptar al bálano y un pin con la silueta de mi pene a escala 1:30 demasiado grande para mi gusto. Casi chabacano diría yo si no se tratara de mi polla.
Eso sumado a la paga extra, hizo olvidar a la gente al “ijo puta”.
Con la hija de Chema, durante la prueba de los lotes de condones en la que se había ofrecido voluntaria, me equivoqué. Me puse nervioso con lo buena que está y se la metí sin condón. Cosa que a ella le pareció un detalle de lo más tierno. En el segundo test, entre gemidos y acariciándose el clítoris con ferocidad mientras la penetraba profundamente el culo, farfullaba:

—Hay que hacer otro test, no siento nad... Argggg...

Y por fin, con el cuarto test dimos el lote por bueno. Me besó la boca y dijo amarme:

—Puta —le dije.

Es que cuando me corro mi cerebro se hace hostil y sólo pienso en los latidos de mi pene aún recalentado.
Y ella, sonriendo lujuriosamente respondiome, la muy bella:

-¡Siiiii, uhmmmm!

Al mediodía entró en mi departamento su padre, el Chema, con unos cafés y estuvimos hablando de la precariedad laboral y obviando casi con denuedo el que su hija había estado apoyando sus tetas en aquella misma mesa mientras le perforaba con elegancia y masculinidad su hermoso culo.
Idéntico todo que en las olimpiadas de Pekín 2008.
Si es que no hay nada nuevo. Todo está inventado.
Salvo los pantaloncitos de las atletas rusas... Una monada.
Buen sexo.


Iconoclasta

21 de agosto de 2008

¿Cuánto costará un niño chino ahora?

Me lo pregunto porque con todo esto de las olimpiadas, seguramente y sobre todo las niñas, se habrán revalorizado.
En los años 90, unos conocidos míos compraron una pareja de hermanos guatemaltecos por dos millones de pesetas.
Vale... Dicen que son gastos de viajes y trámites de adopción.
Y una mierda...
Me parece recordar que los niños chinos iban un poco más baratos, y los más baratos eran los de los países pobres del este y algunas repúblicas de la antigua unión soviética.
Son cosas que uno piensa, ya que venimos a este mundo pagando el aire que respiramos, no es extraño que puedas comprar un buen ejemplar de humano, a veces por un buen precio.
Como muchas cosas cotidianas, se ha llegado a tal grado de dulcificación en las expresiones, que a la compra de niños se le llama adopción y al trafico de esclavos, inmigración.
Los países progresistas tienen un lenguaje amable y embaucador.
La cuestión es si ahora, las parejas estériles, tendrán que rascarse más el bolsillo para comprar un niño chino.
Y es que estamos viviendo una escalada de precios de lo más horrible. Habrá que filtrar también los países que no han sido sedes olímpicas para poder encontrar niños bien de precio.
Y mientras tanto, la ñoña canción oficial de los juegos olímpicos de Pekín "Tú y yo"; suena con insistencia, ante el dolor de mis oídos.
Los orientales no tienen buen gusto.
Buen sexo.


Iconoclasta

18 de agosto de 2008

Destructores de Dudas S.A.

Hola a todos y bienvenidos al curso de Certeza y Tranquilidad Serena que el gabinete para la Simplificación de la Vida, Destructores de Dudas S.A. ha convocado para todos aquellos clientes vacilantes, dudosos y un tanto atormentados por algo que no están seguros poder identificar.
Y para todos aquellos que se levantan un poco espesos y apesadumbrados por las mañanas.
¿Creen que servirá para algo este curso? ¿Creen que el dinero que han pagado habrá sido bien empleado?
Yo lo dudo.
Es broma, mis inseguros y dudosos amigos.
Servirá. No porque vayan a aprender nada nuevo, sino que gracias al estímulo del dinero que les cuesta este curso, no les queda más remedio que poner atención y escuchar.
Algunos se plantean verdaderas dudas filosóficas: ¿A dónde voy? ¿Qué sentido tiene esto? ¿Es seda natural esta corbata que he comprado por tanto dinero?
Empecemos la lección: “¿A dónde vamos?” Es un eufemismo por: “¿Qué ocurrirá cuando muera?” “¿En qué me convertiré” “¿Cómo será?”.
Se acabó el preguntar semejantes absurdidades cuando las respuestas están delante de nuestras narices, o mejor dicho, su negación está en el aire y en todo lugar en el que se encuentran.
Sabemos, sin duda alguna, que la cigüeña no bombardea bebés en las familias menesterosas, como ocurre en los cuentos.
Ergo... Si no creemos en cuentos:
Díganme, mis queridos vacilantes: de todos los muertos de la historia del planeta ¿a cuántos han visto tocar el arpa desnudos en un cielo con nubes de algodón de improbable solidez? ¿Conocen a un amigo que en otra vida fue otro ser?

—Ignacio, mi primo, en su séptima vida fue cerdo y lleva cuatro reencarnaciones intentando sacarse la peste de encima.

—Mi gracioso amigo, si vuelve a hacernos reír, ocupará usted la cátedra. Sin duda alguna, prefiero reír que dudar o trabajar.

—¿Podrían algunos de ustedes enumerar algunas de sus dudas?

—Yo dudo de que todo esto tenga arreglo. Se me va la vida trabajando. Dudo que algún día pueda salir fuera de casa y ver la cúpula celeste sin que nadie pase por delante de mí.

—Yo dudo de poder ser feliz.

—Yo dudo de encontrar el amor verdadero.

—Bien, con estas dudas de momento, bastan.

Parece que no somos muy optimistas, mis queridos incertidumbrados. No es malo dudar, lo malo es el tiempo perdido en reaccionar, en vivir ante y con la duda.
La duda es como una de esas putas viejas y desdentadas que nos pide insistentemente que nos vayamos con ella por un poco de dinero.
La duda es un mendigo pesado y apestoso que nos escupe saliva y vino al pedirnos dinero. ¿Y qué hacemos con ambas? Atención al primo de Ignacio: no me pregunte si la puta está buena o el mendigo viste de Armani; que se le escapa la risa y nos empezamos a conocer.
A las dudas, a la incertidumbre, se la ignora. “Ni puto caso a la guarra” que diríamos coloquialmente.
Vamos, señoras y señores, todos vamos a morir y será inevitable. Todos nos enamoramos y todos nos frustramos. Deseamos tantas cosas que hay muchas probabilidades que no consigamos algunas jamás. ¿Y qué? ¿Se van a quedar quedos y con los ojos tristes mirando el vano de la puerta por las dudas? ¿Se van a autocensurar un pensamiento lujurioso o una fantasía romántica por una duda?
Porque no sería lógico que tuvieran miedo al error, los clientes de Destructores de Dudas S.A. son rigurosamente escogidos, son con diferencia seres que se equivocan continuamente.
Yo diría, mis queridos dudosos, que se esfuerzan por equivocarse.
Eso cansa un poco, ser consecuente, tener esa valentía en estos tiempos desgasta mucho.
Es natural que duden.
¿Conocen de alguien que no dude y además sea una persona digna de no ser decapitada? Descuartizada, sodomizada, lapidada, escupida, quemada...
Perdonen este arrebato. Cuando pienso en todos esos posibles clientes que se lanzan a la vida a pesar de las dudas; que con toda su valentía arremeten con fuerza para seguir viviendo a pesar de todas las dudas, no puedo evitar pensar en esos otros que no dudan porque simplemente no piensan y agotan recursos del planeta que otros necesitamos.
Nos moriremos, y si no fuera porque aún nos quedan varias sesiones, me levantaba la tapa de los sesos ante ustedes para que vieran que no seré nada, no sentirán mi alma rozando su ánimo.
Dejaré de existir como dejan de existir los animales y las plantas.
¿Por qué tanto esfuerzo por salir adelante, por seguir trabajando y buscando amor y felicidad? Porque nos han parido en este momento y en este lugar, si no entráramos en el juego, si no disimuláramos la desgana de seguir las normas y obligaciones impuestas, nuestra vida no sería viable. Nos destruirían.
No, hay ninguna retribución al final. Esta vida es sólo el invento de unos hombres con más suerte que nosotros para dominar a muchos.
El trabajo no hace libre a nadie y una vida de sacrificios es una vida desgraciada y sin premio.
Nos reímos de seres que han dedicado su vida a una empresa, que han hecho daño a otros por mantenerse en su puesto de trabajo. ¿Están seguros de que no haber sonreído con malicia cuando se han enterado de que han muerto a los pocos meses de jubilarse?

—El cabrón de mi encargado al jubilarse se preguntaba lo que haría después de tantos años trabajando. Y a los pocos meses se murió. Me reí mucho con mi primo el cerdo, digo Ignacio.

—No sé porque, pero me imaginaba algo así, yo creo que usted viene a darnos lecciones a nosotros, me quiere quitar mi trabajo, gracioso dudoso.
No duden un instante, lo único que quedará de nosotros al morir, serán las emociones que un día creamos en quien nos conoció; quien nos amó u odió.
Somos organismos cuyo mensaje primordial y genético es vivir. No hay razón alguna para vivir más que todo ese montón de células que somos. Cada una desea beber la vida con todas sus membranas celulares. No hay misterio, no hay una misión y el destino es un azar salpicado de algunas consecuencias.
Pongamos que se puede interferir en el azar, aún así, no podemos controlarlo. Un día, puede que una de sus células decida mutar, hacerse mala y cree el principio de un cáncer. ¿Es ésta vuestra duda? ¿Y de qué sirve planteársela?
La duda no es si tendremos un día un sarcoma, la duda es cuanto tiempo duraremos y eso no nos debe detener y mucho menos en esa situación, no hay tiempo que perder.
La duda mata las células las aprisiona, las detiene e inmoviliza frente a un tren que se acerca a toda velocidad. La duda es el veneno de este mundo, es la herramienta con la cual cuestionan nuestra libertad unos cuantos avariciosos y envidiosos afortunados.
Ellos no sienten dudas, sólo tienen miedo de perder el monopolio del poder y con ello, de crear dudas y ser ellos las respuestas. Por eso son como perros husmeando genitales y anos.
No son precisamente buenas personas los ministros religiosos ni políticos.
Los jueces son mortales para la justicia.
No sigan con las dudas, no intenten responderlas, simplemente, hagan lo que desean y dentro de lo que desean, lo que puedan. Lo que les de tiempo.
Sin prisas, porque no siempre sabrán cuándo morirán y no vale la pena correr demasiado y perderse los pequeños y tan escasos bellos detalles con los que la vida nos obsequia.
Sus parejas serán infieles; un día deberán separarse porque no se aman; cansados de verse la cara cada día.
Es algo que pude suceder; preguntarse cuando, es darlo por hecho. Y las dudas son sólo eso: incertidumbres. Miedos.
Que no os engañen, la valentía es una virtud, el conformismo y la integración social (pensar que esta sociedad es buena y merece la pena respetarla) es esclavitud. El valiente camina, el que intenta responder preguntas y buscar turbios sentidos a lo que le acontece, simplemente se queda atrás con una ¿sabiduría? que no tiene aplicación, que sólo descubre lo poco que ha sido y el tiempo perdido en tales reflexiones.
La vida es única e irrepetible.
No podemos dominar nuestra subconsciente durante el sueño, y eso que somos ella: la mente. ¿Cómo vamos a poder prever lo que otro cerebro piensa?
No duden, mis queridos vacilantes. Sé que son valientes, sé que seguirán equivocándose. Que no tendrán paciencia para contestar mil preguntas que les llevaría directamente a la vejez sin haber disfrutado del momento. Nadie se llevará su pisazo después de más de media vida de malvivir pagándolo. Ni nadie conducirá su propio cuerpo muerto con su gran cochazo.
Todo es tan simple…
¿Es ese el problema, mis queridos dudosos? ¿No se pueden creer que todo lo que son y lo que piensan, dejará de existir?
Animo, mis aguerridos dudosos, estamos vivos, no hay que pensar en el fin, pensar en el fin, es hacerlo más cercano.
Hay dos clases de seres: los que cumplen un deseo y tiran las cenizas de un amigo al mar; y los malos, los hipócritas, los que dicen que cumplir ese deseo es contaminante y va contra la ley. Ustedes tiran las cenizas, lo sé porque así figura en los test que realizaron para poder ser admitidos en este curso. Y alguien llorará cuando muráis; pero cuando muera el que llevará las cenizas a una planta de reciclaje, se oirán risas y aplausos. Y tomarán unas copas con Ignacio, el amigo de nuestro colega.
Que las dudas no les detengan, un error no se paga toda la vida, es mentira. Sólo los envidiosos intentarán hacer pagar un error. Y a los envidiosos, se les puede pegar, escupir, insultar, arrancar los ojos e incluso castrarlos.
La única duda retórica que tenemos que plantearnos con una ácida sonrisa en la boca, es cuál será el próximo envidioso con el que nos cruzaremos.
No duden, sólo hay envidiosos y seres abyectos y hambrientos de poder, jueces y políticos que sólo desean alimentarse de su trabajo.
Todo lo hacen bien, mis queridos vacilantes. Ustedes, sólo se equivocan.
Y es normal que sientan esa tristeza al despertar, la sensación de que el día que empieza es desesperantemente igual que el anterior. Es culpa de ellos, de los que mantienen la infección en el mundo.
No lo duden, es normal que sientan repugnancia a las fiestas multitudinarias donde el roce de los cuerpos es irritante. Son ustedes únicos y necesitan su espacio. No duden ni por un momento de que la multitud es otro insulto, una violación de su espacio. La multitud es ese hipócrita cobarde que no lanzaría las cenizas de su amigo al mar. La multitud es esa masa viscosa que porta infecciones y pudre nuestro ánimo. Así que mis dudosos valientes, no duden ni por un momento que se morirán y no serán nada. No duden que todo esto es un gran fraude para que otros vivan de su trabajo.
No hay dioses, ni hay designios divinos. Es todo tan simple que las dudas son simplemente una broma pesada, una burla.
Así que mañana, cuando vuelvan al trabajo y como en una pesadilla vean que todo es igual a lo que ha sido hoy, no duden, simplemente asientan y todas esas dudas dejarán de minar el ánimo. Cambiarán las dudas por una ira serena, por un odio medido.
Por un desprecio a todo que les hará sentirse únicos.
Es mejor el descontento que el conformismo borreguil. ¿No les parece más digno?
Un cigarro cuando les apetezca, un café para descansar, unos segundos para no hacer nada a lo largo de todo el día de trabajo no puede hacer daño.
Tampoco hará daño ser infiel, cuando todo es tan monótono que el amor se ha convertido en una camaradería. Busquen amantes si así lo desean. No irán al infierno y como mucho, si se entera su pareja, habrá un divorcio o se romperá la relación ¿Y qué?
¿Y si no hay amor? Tampoco pasará nada, el amor, al igual que la felicidad es un espejismo provocado por un instante de euforia. El amor nos hace únicos; pero nacimos únicos. Los espejismos pueden ser hermosos, pero siempre acaban disfrazando la realidad.
Y nosotros ya somos adultos, mujeres y hombres que ya no tienen nada que aprender, tan sólo observar.
Se puede vivir sin amor, pero no se puede vivir con tantas dudas haciéndonos perder el tiempo.
No hay un camino y no puede haber duda ante la puerta cerrada. Hay que abrirla; porque si las dudas nos dejan al otro lado, seremos unos tristes y anodinos cadáveres que ninguna emoción habremos grabado en otros seres.
Y creo que ya hay bastante por hoy, dudo de que os haya convencido. Así que podéis pasar por recepción y pagar otra clase más. ¡Ja!

—¿Puedo inscribir a mi primo Ignacio el ex-cerdo. Es que está un poco atormentado porque no sabe que será en la próxima vida. El cree que será ornitorrinco y claro, está mustio y deprimido.

—Me encantará intentar destruir las dudas de tan extraño marsupial.

Y recuerden: mañana al despertar, no se pregunten si el día será tan asquerosamente igual que ayer, simplemente afírmenlo. Orinen con una suave retahíla de imprecaciones y blasfemias por su mala suerte.
Me gusta la imagen sensual y fetichista de una mujer orinando con las bragas en los tobillos y soltando algunos tacos.
Si les dijera que podría ser un gran día, les mentiría, y esto no es una secta.
Nosotros tan sólo destruimos dudas y los queremos valientes.
Lleven consigo una libreta y un boli, pero no una pda, no es pasional. Y en un instante de descanso o simplemente porque se les ha ocurrido, escriban su epitafio. Imaginen que hoy mueren ¿Qué le quieren decir al mundo antes de morir?
Y como alguien escriba una duda en su epitafio, no obtendrá su diploma de Destructor de Dudas.
Un beso y un abrazo a todos mis queridos decididos, yo me voy a casa a ver si pillo a mi mujer poniéndome los cuernos.
¿Y si mañana me despiden?
Es broma.
Un ornitorrinco…
La próxima clase será dura.


Iconoclasta

13 de agosto de 2008

Voleibol de barrio

El no tener el más mínimo aprecio por el lugar y momento en el que vivo me da una absoluta imparcialidad para ver sin falsos sentimentalismos ni eufemismos el comportamiento de la peña.
Es una ciudad pequeña, superpoblada ; caliente por un verano venenoso que pudre la basura de los contenedores y la orina humana y animal pegada a las paredes, creando vapores que ofenden el olfato.
Un barrio obrero con demasiada gente. Con demasiados cerebros lerdos incapaces de reconocer su intrascendencia. Hay una plaza enorme, de suelo de cemento, en la que juegan unos cuantos niños y unos mayores sentados en poyetes a modo de gradas a distintos niveles compiten por una sombra de un par de árboles, sacrificando su intimidad, su espacio vital por evitar unos rayos de sol.
Ni aunque ardieran mis pestañas me acercaría a nadie para estar fresquito. Prefiero entrar en combustión.
Hay que nacer así de mal e indigno para acercarse y sacrificar tu espacio y dignidad por una sombra.
He tenido tanta suerte de poder ver el mundo como es y no formar parte de él… Soy un elegido, más pobre que las ratas, pero de un elitismo que raya el racismo.
Bien, pues esta es la estampa de la plaza durante casi todo el año.
Así como en los trópicos llegan las temporadas del monzón, las estaciones húmedas; en este lugar (como en tantos otros), llega el tiempo de las olimpiadas del voleibol-playa. Unos obreros descargan sacos y sacos de arena para formar un murete de unos treinta centímetros de alto por todo el contorno de la plaza. Una vez elaborada esta rústica piscina, llegan camiones de arena para llenar el interior y crear así una especie de artificial playa donde instalan las redes para los juegos.
Cuando la arena está extendida y aplanada y dan ganas de entrar en el arenal para destrozar toda esa lisura, los innumerables portales de toda la plaza, comienzan a escupir adultos y pequeños que se mueven lentamente y con un rumbo inamovible hacia la arena, como si algo los atrajera hacia el centro de esa única zona limpia en todo el barrio.
Es como una puta película de zombis.
Entran en el arenal y se quedan quietos ahí en medio, algunos hablan con algún otro congénere suyo y sus crías retozan por la arena como cachorrillos de terrier eufóricos.
Cualquiera describiría la escena como la vida en el barrio, la convivencia y la vida en la ciudad.
Y una mierda.
Eso lo ven sólo los que ya están infectados por la inmundicia de una sociedad que asesina al individuo, que lo tortura. No hay un solo individuo solitario en toda esa arena. Todos balan o mugen, algunos fuman cigarros y otros porros. Sus hijos ya han comenzado a mearse y los vasos de vino malo y cerveza caliente, ya comienzan a inundar la arena.
Ni uno solo de ellos juega al voleibol, se limitan a contaminar la arena limpia con su presencia.
Soy un personaje de cómic metido en una dimensión de seres sin cerebro y voluntad. Me siento héroe entre tanta basura.
Unico también sería un calificativo adecuado.
A veces temo que toda esa chusma me identifique como un ser extraño y diferente y quieran comerse mi poderoso cerebro.
No juegan, lo juro, están quietos, ocupando espacio simplemente.
Así de real, así de verídico, así de vejatorio aunque ellos permanezcan ignorantes a su propia miseria.
Estaban espiando la calle desde las ventanas cerradas, esperando que algo cambiara. Sudando en la oscuridad de sus casas por un aire recalentado y viciado.
Monos enjaulados que observan con gravedad y los dedos metidos en las narices, cómo un obrero de mantenimiento repara su jaula habitual. Y cuando éste acaba, salen cautelosos y tocan y husmean lo que el operario ha hecho.
No es triste, simplemente deprimente. Ver a los humanos como realmente son no es nada gratificante.
Nadie puede ver lo que yo, nadie puede abarcar la realidad de la vida como es de verdad. Sólo yo. Y me siento solo (mentira, se trata de un recurso dramático y literario para dar más fuerza al texto).
Luego viene la alegría y el jolgorio de un baño de espuma, ahí ya me lloran los ojos, dan ganas de meterse ahí y frotar las sucias pieles de todos esos animales. No puedo evitar un escalofrío al imaginar sentir el contacto con sus pieles.
Un macho sexualmente adulto, pasa por mi lado en bañador y con el teléfono móvil en la mano, un moño de espuma sucia adorna su cráneo.
Huele mal de cojones. Ya lo decía yo, dan ganas de frotarlos con algún tipo de disco abrasivo para metales hasta dejar el hueso limpio.
Es que me lo paso bomba, coño. Estoy condenado a vivir las situaciones más tristes y deprimentes en todo momento. Nunca está uno preparado para vivir estos dramáticos momentos de imbecilidad humana, y menos aún cuando ocurren así, tan de repente.
Me voy a fumar un cigarro a mi casa con el aire acondicionado. Ya he tenido bastante experiencia vital por hoy.
Y no sé porque; puesto que aunque sé que no me cobrarían un céntimo por una mamada, no me acercaría a ellas; pero algunas de esas hembras del arenal, mojadas de agua y espuma, me la han puesto dura.
Supongo que no puedo controlar siempre mi minúsculo cerebro de reptil, que en el caso de ellos y ellas, es demasiado grande.
Y no soy racista, simplemente un zoólogo aficionado.
Y soy lo suficientemente salvaje y fuerte para soportar el calor, pero no la peste que emite toda esa manada de reses. De ahí lo necesario del aire acondicionado, ya que he de cerrar bien las ventanas de mi reino.
De mi cueva, de mi madriguera.
El verano sólo empeora lo que ya está mal.
Precioso.


Iconoclasta

2 de agosto de 2008

La ciudad y el verano

Explota la luz en el verano, se filtra indecente por todas las
fisuras de los cuerpos y expiran los misterios del gris y la penumbra.
Es tiempo de mirar.

Las mujeres llevan poca ropa y sus bragas se marcan, sus pechos se
hacen más notables y mi pene es irrigado por más abundancia de
sangre. Los machos reproductores estamos en celo y deseamos las
hembras.
Los niños juegan más tiempo en la calle, en los parques. Son
molestos. Ya no tiene gracia el barullo de las tardes y las mañanas
en las calles, las madres, que unas semanas atrás recogían a sus
hijos a las puertas del colegio, deben encontrarse en casa a la
sombra en ropa interior, sudando por entre sus pechos.
Dejan que los niños jueguen, hace mucho calor para estar con ellos al
sol. Deben soñar como yo, con manos que las tocan, que las soban, que
las tratan como perras en celo.
Las huelo, sé que están húmedas, el que sea un urbanita no me hace
más cordial ni educado. Soy hombre y predador por naturaleza. No soy
culto ni tolerante ni una mierda de sensible.

La ciudad funciona así, como una enorme granja, como una reserva
animal donde las bestias creen estar en libertad.
Me siento como un vigilante de la reserva.
El verano trae estas cosas, uno pasea agobiado por el calor, y al
mismo tiempo, el planeta es más ameno y distraído. Hay una explosión
de colores y sonidos.
Es una explosión de mediocridad, una deflagración que me quema las
pestañas. No todo es bronce del sol.
A menudo mi bronceado es pura suciedad. Y el de otros también, que
nadie se crea a salvo de salpicaduras excrementicias.

Un viejo escribe algo en sus rodillas, con la mirada demasiado cerca
del papel. No me interesa.
Una tía con la falda muy corta, tiene los pechos tan apretados por el
sujetador, que salen por encima del escote. Trago saliva, y cae una
gota de sudor por mi nariz.
Un niño se acerca con la pelota, llega a mis pies, le doy una patada
y la lanzo al otro lado de la calle. No me importa lo que piense, la
ciudad es una explosión de color y sonidos que me ha dejado sordo y
ciego. Supongo que insensible ya lo era.
Otra tía buena… Esta lleva un vestido vaporoso y corto. Sus pechos se
agitan al ritmo de un caminar rápido sobre unas sandalias de
vertiginosa cuña y sus nalgas se balancean hipnóticamente. Da gusto
pasear por la ciudad.



—¿Tiene hora? —me pregunta el yonqui, seguramente para luego pedirme
un cigarro.

Me jode que me distraigan cuando observo cosas que me gustan.

—No tengo hora, coño. Hace calor —le siseo con hostilidad mientras él
mira el reloj en mi muñeca.

A veces uno busco el pelearse con alguien para liberar cierta tensión.
El de las venas picadas decide no tentar a la suerte y se aleja de mí
musitando algo que no me importa.
Con el calor la paciencia se agota antes, no hay nada como el
invierno para refrigerar y mantener las neuronas serenas.
Además, dicen que con el calor, se acelera la producción hormonal y
acabamos follando todos como monos, sin pudor alguno.
Mentira, los hay que no follarían aunque les pusieran un cuerpo
maniatado con un letrero que dijera: "Penétrame".

El calor también arranca momentos de divertida inspiración, no todo
iba a ser sudar.
Y anda que ésa… La camiseta le cubre escasamente las tetas, en el
ombligo lleva un piercing y sus piernas están tan trabajadas por la
gimnasia que uno se imagina pasando la lengua por la cara interna de
sus muslos y sacando sabor a sales minerales.

Otra explosión de color: un coche fúnebre negro con un pequeño ataúd
blanco dentro. También es una imagen impactante. Hay que estar atento
para poder captar los momentos de belleza que la ciudad nos ofrece de
la forma más imprevisible.
Un viejo camina a su lado, por puro azar; bueno, la verdad es que la
maciza camina deprisa y simplemente lo está adelantando.
La tía me mira y sonríe al ver en mís ojos la admiración que
despierta. Tengo unos brazos poderosos que las hace pensar en ser
tocadas y abrazadas por la bestia.
El viejo de repente tuerce a la derecha, es decir contra la pared. Se
para, se lleva las manos a la bragueta y se saca el pene para mear.



Esto sí que no lo soporto, otro que tiene ganas de joderme los buenos
momentos.
Cruzo la calle, me acerco hasta su espalda y con elegancia le doy una
patada en los riñones que lo lanzo contra la pared. Es un viejo
gordo y calvo con michelines en el cogote. Se ha partido los labios
al chocar contra la pared y la nariz le sangra.
Ha quedado panza arriba jadeando un apagado: "Ay que me ha matado
este cabrón".
De su pene aún mana un ridículo chorrito de orina que le empapa los
pantalones.

—Idiota —le insulto mirando su patético pene fláccido.

La paciencia se agota rápidamente con el calor, ya me lo había
avisado a mí mismo.
A ver si puedo acabar mi paseo sin que ningún gilipollas me moleste
más.


Iconoclasta

26 de julio de 2008

Extirpación quirúrgica del amor

Intento desconectar el cerebro de toda esa carga emocional que es el amor.
Quiero evitar toda pasión. Lo hago para poder vivir.
Necesito ser insensible, la vida con este amor es agotadora.
A lo mejor he escarbado algo más que la zona del amor porque siento una tristeza desesperante.
Y un poco de odio también. Aunque puede que sea normal, si no hay capacidad para el amor, sólo queda el odio. A pesar de esto, la bondad no debería verse alterada; da igual, tampoco quiero ser un ángel.
Los trozos de cerebro obturan el desagüe del lavabo y la sangre mana a través de la trepanación que me he hecho en la sien derecha.
Soy médico, tengo conocimientos de anatomía y el cerebro lo he estudiado durante mucho tiempo. Se podría decir que estoy lobotomizando el amor en mis sesos. Siempre es complicado taladrarse el cráneo uno mismo, el cerebro será indoloro pero el tejido que recubre el cráneo y la calavera, duelen mucho.
Aparte de esto, cuando insertas la fina varilla de acero inoxidable por el orificio practicado, ocurren cosas que no controlas. A veces te meas, otras te cagas y otras simplemente se te cae la baba como a un imbécil.
Se producen también extrañas alteraciones en la consciencia y es difícil si no se tiene algo de autocontrol, reconocer que estás flipando pepinillos.
Ha sido difícil encontrar la dosis adecuada para anestesiarme la zona posterior del cráneo sin quedarme dormido y sin sufrir una gran merma en mis reflejos. El resultado ha sido que ha dolido mucho. No he gritado porque me he tragado unos cuantos comprimidos de ansiolíticos para aplacar las emociones. Me estoy escarbando el cerebro sin ningún tipo de emoción ni alegría.
No es exacto, hay una parte de mí, que vive con tranquilidad la intervención, otra parte de mí, permanece prisionera en la zona oscura y por momentos, engañada por las alucinaciones y reacciones de la parte del cerebro que gobierna el inconsciente. Es como estar en una especie de infierno, surrealista. Me ha parecido ver a Dalí cortándose sus propios ojos con la hoja de afeitar.
Si no fuera por los ansiolíticos, me encontraría llorón y tembloroso.
La pitufina es sorprendentemente erótica. Danza ante mis ojos mostrándome las aureolas azuladas de sus pechos y canta con su dulce voz provocándome una erección de lo más humillante dadas las circunstancias. Tiene los pezones duros como nueces.
Mi madre muerta me sonríe desde el ataúd y picando con sus manos podridas en la tapilla de vidrio, llama mi atención.

—Levanta la tapa, me duele la espalda de estar acostada tanto tiempo.

Está muerta y no lo sabe. Se me escapa una risita tonta, sin dientes está horrible.
Los ojos siguen con fijeza la mano derecha que mueve y gira con mucho cuidado la varilla en mi cerebro, en el lóbulo frontal. No veo un reflejo de mí en el espejo. Es un hombre extraño.
Mi cara se encuentra grave y seria. Me recuerdo a un vampiro de película, un rostro sin emoción.
El inconsciente sigue haciendo de las suyas y ahora sufro imágenes extrañas, vivo una pesadilla en la que en lugar de expulsar cálculos renales, orino pequeños bebés muertos. El dolor en el glande es insoportable, afortunadamente la medicación no me deja gritar. Mi principal misión es salir vivo y con el menor daño posible en el cerebro.
El meato parece rasgarse hasta partir en dos el glande y la mano izquierda se aferra al pene para intentar contener el dolor. Como si el dolor de verdad brotara del glande reventado. Un bebé se ha quedado atravesado y no acabo de expulsarlo. La mano no puede saber que es una ilusión, y el cerebro bastante trabajo tiene con auto-mutilarse como para preocuparse de la polla y sus alucinaciones.
Saco con cuidado el rasca-cerebros y sacudiéndolo en la pica, dejo caer otro trocito de blanco cerebro.
Parece que va bien, aún tengo el control.

—Soy Jesucristo y bienaventurados sean los padres que sodomizan a sus hijas e hijos.

Yo no quería decir esto; pero tenía que pronunciar alguna frase para asegurarme de que no he estropeado la capacidad del lenguaje.
Todos los cerebros no son iguales, ni en medidas ni en morfología, así que toda la bibliografía médica respecto al cerebro, se ha de tomar como una ayuda aproximativa y no como una ley o norma de obligado cumplimiento. Todas esas ilustraciones, fotografías, planos y esquemas del cerebro, son meramente orientativas. Y las pequeñas diferencias podrían decidir sobre la felicidad o la imbecilidad. Aunque no tengo muy claro si son sinónimos. Esto de operarse el cerebro crea momentos de confusión.
La mano izquierda está golpeando el mármol del lavabo y esta vez, el dolor es verdaderamente físico. En este estado de narcosis, prefiero el dolor psíquico y el terror. Son más manejables, ya que es fácil que tarde o temprano sepa que es una pesadilla. Un hueso fisurado, no es una pesadilla y duele de cojones.
Un giro más en el rascador y consigo que la mano se tranquilice, obedece a mi voluntad.
Yo no sé si queda más amor por extraer, ante la duda continúo. Creo que habrá un momento en el que sentiré cierto alivio en mi alma, cuando no sienta nada por ella. Tiene que ser así, semejante carga no se suelta como si nada.

—¡Papá! ¿Cuándo mueras, podré quedarme con tu novia? Es más guapa que mamá.

Estos críos…

—¿Me dejarás que la folle frente a tu cerebro sin amor? Si quieres, puedes hacerte una paja, a mí me da igual.

Su madre está también aquí.

—Escarba toda esa mierda que tienes ahí dentro y saca a la puta de ahí. Sácala y pártela en trozos.

No está mal mi esposa, el vaquero se hunde profundamente en su vagina y la mano izquierda sueña con meterse dentro y liberar su coño de esa invasión que la excita.
¿Le excita ver cómo me destrozo el cerebro? Puede que mi mujer no sea tan horriblemente aburrida como creía. Mi hijo le acaricia el sexo distraídamente. Es todo un hombrecito con sus trece añazos.
Clic, clic…
Es como haber cagado, se ha ido toda la tensión. Si pienso en ella, siento una total indiferencia. No se me acelera el pulso y lo que queda de mi cerebro se encuentra relajado.
Extraigo la varilla rasca-cerebros y por fin puedo respirar aliviado.
Y ahora caigo de rodillas al suelo, vomito todo lo que he estado reteniendo para una buena asepsia de la zona de operación y tapono con una gasa el orificio del cráneo. A continuación, extraigo de la solución salina el tejido de carne y piel que he cortado para tapar el agujero y con esparadrapo lo sujeto en su lugar. Estoy de vacaciones y no he de volver al hospital hasta dentro de tres semanas. Apenas se notará la cicatriz.
El cadáver de mi esposa, se ha enfriado y el corte de su yugular tiene un aspecto tumefacto, parece que ríe bajo su boca abierta y asombrada. Los ojos están en blanco.
El cuerpo de mi hijo se encuentra muy cerca de su madre y su brazo intenta tocarla. El crío está tirado en el recibidor, de costado ya que el puñal que tiene clavado en el corazón no le ha permitido arrastrarse con el pecho pegado al suelo. La madre está en el pasillo. Los separa tan solo el marco de la puerta.
La operación ha sido un éxito, no siento ningún tipo de necesidad de amar. Incluso siento repelencia por la palabra “amar”.
Aparto el cuerpo de mi esposa con el pie para no tropezarme. En el comedor el climatizador zumba suavemente y el aire fresco me conforta.
Me duele la cabeza.
He debido tener un lapsus, porque no sé cuando he encendido el cigarrillo. No soy feliz, sólo me encuentro en paz.
¿Por qué están muertos mi mujer e hijo? Creo que he sido yo. Una vez tuve una amante a la que amé tanto que sentí la necesidad de romper con todo lo que me obstaculizaba para estar con ella.
Estoy en paz y no necesito nada. Ni siquiera vivir. Seguro que junto con el amor, he extirpado el deseo de vivir.
Si pudiera recuperar el trozo de cerebro y colocarlo de nuevo…
A la mierda.
Frente a mí un hombre se arranca un trozo de piel de la sien, hay un agujero negro.
El hombre con un semblante indiferente y sin brillo en los ojos, aferra una varilla de acero. Hay un lavabo sucio de sangre y carne blanca. Una pitufina se masturba con sus mini-piernas separadas sentada en el grifo del lavabo.
Los bebés muertos han atascado el desagüe del inodoro y el agua rebosa pequeños cuerpos blanquecinos.
La aguja entra rápida como una bala en el cerebro y la hace girar sin cuidado hasta que queda inmóvil, quieto como un muñeco sin amor, con la mano colgada de la aguja que ha devastado el cerebro. Respira rítmicamente y con normalidad.
Las escleróticas de sus ojos se han llenado de sangre y se ha meado.
Clic, clic…


Iconoclasta

21 de julio de 2008

El ángel roto

Se ha caído y se ha roto, el golpe de la puerta al cerrarse por una ráfaga de aire, ha hecho saltar de su soporte la figurita.
El ángel de terracota se ha hecho pedazos contra el suelo. La sonrisa modelada sigue siendo la misma. Y sus ojos, en otro trozo de cabeza, tristes y esperanzados niegan la sinceridad de esa sonrisa. Está segura de que dios los obliga a sonreír a su pesar. A los ángeles les pasa como a ella: no quieren ser lo que son. Hay cosas mejores.
Entiende a los ángeles.
Y ríe amargamente porque si los ángeles no existen, ella teme que tampoco existe para el mundo. Tiene miedo de parecerse a un ángel, tanto en su no querer ser como en la sonrisa falsa y forzada que cada día le duele más dibujar en su rostro.
A veces ríe con malditas las ganas.
No sabe lo quiere ser, pero esto no; no más tiempo.
¿Cómo va a desear ser lo que es, si una simple figurita barata, pone en marcha toda la tristeza necesaria para que los ojos se aneguen de lágrimas?
Una profunda tristeza.
Los ángeles caen porque vuelan, ella se rompe como la paja por ninguna razón.
La mujer siente ganas de llorar, de arropar el torso del angelito y acariciar sus alas rotas.
Parece que el pequeño, se agita entre sus manos, que expira el aire con cansancio, un pequeño gemido, y parece acomodarse entre sus manos. Tal vez se ha cansado de ser ángel y estar colgado de un soporte. De ser un adorno de algún dios cruel.
Se pregunta si ha sufrido, si está agonizando con dolor. Tal vez no sienta nada. Y teme que lo que único que siente el angelito, es alivio y descanso.
Está cansada como roto el ángel.
El ángel ya ha dejado de ser lo que no quiere ser. Ahora sí que es bendito.
No quieren dejar de ser ángeles, seguramente por puro aburrimiento. La eternidad no es un buen negocio. Las alas les deben picar en la espalda y se les llenan las plumas de piojos.
No son tan perfectos como dicen los gentiles y bondadosos.
Ella a veces se rasca el cuero cabelludo, porque la soledad le irrita el cabello. Quisiera extirparse con las uñas toda esa soledad. La angustia de una vida que la obliga a arrastrarse.
Como a los ángeles la eterna bondad les irrita las plumas.
Es todo tan monótono... Tan igual cada día...
Sólo necesita un abrazo, un susurro de amor. ¿Cómo puede vivir con ellos y sentirse tan terriblemente sola?
¿Cómo no puede querer a un hombre tan bueno?
Ama incongruentemente al ángel roto de la misma forma que amaba a su hijo cuando ayer mismo era pequeño y la necesitaba.
El ángel se muere entre sus manos hecho pedazos. Y ella, ahora desinfecta sus heridas con alguna lágrima.
Será tonta... ¿No le ha parecido ver una pluma de arcilla blanca cayendo en torbellino al suelo?
Los piececitos del ángel están intactos y ella los toca como tocaba los de su hijo. Ahora ya no, el hijo ha crecido; es un adolescente incómodo con las ternuras, como todos los adolescentes. Nada especial
El ángel quiere morirse. Y ella se iría con él. No puede dejar sola a la criatura. No puede dejar que muera así: solo y hecho pedazos.
Su mente está prendida de una tristeza que la hace más bella si cabe. Su cabello corto y despeinado le da una apariencia adolescente y su bata transparente, deja ver una piel bronceada y un cuerpo que aún miran con lujuria los hombres por la calle. Su marido no.
El ángel ya no se mueve, ha muerto y tira su cadáver al cubo de la basura. Las lágrimas hacen presión en sus ojos y tres gotas compiten por su rostro por ser cada una la primera en lanzarse al vacío.
Se mira en el espejo y dos ojos de color miel se clavan en los suyos y por el agujero negro que es la niña del ojo, el pequeño ángel se interna correteando tras una angelita.
Y un hombre y una mujer también saltan al negro agujero. Y se dejan llevar por lo que quieren ser, por lo que quieren hacer. El ángel hace gemir a la angelita. La mujer araña el torso del hombre y gime también con cada arremetida.
Sus manos abren la bata, y sus pechos asoman agresivos, la mano se desliza entre el rizado y poblado Monte de Venus; un dedo ávido colapsa de caricias ese bulto resbaladizo de fibra sensible que es el centro de placer del universo.
Y al placer se suma un deseo y la caricia es cada vez más agresiva y los dedos separan los labios y se internan en la humedad mientras una lágrima ha llegado al pecho y sigue su rumbo al vacío.
El ángel ha muerto y su sexo palpita. La masturbación es triste y poderosa. Necesita ser amada, quiere ser follada como hace años que no se siente así.
No es ángel ni madre, ni amante esposa, no quiere ser eso. Ya no. El tiempo pasa y los ángeles caen y se rompen en pedazos y su última voluntad es no seguir siendo divinos. Ni bondadosos.
Ella quiere ser follada y sentirse puta. Quiere entre las piernas la lengua más áspera que la haga lanzar alaridos de placer. No es buena, no es un ángel. Sólo una mujer con ganas de ser follada. No puede pensar con bellas palabras, está cansada de las buenas y correctas ideas que convierten los días en una prisión sin escape.
Y apenas es consciente de que de su sexo mana abundante el flujo y que la tristeza y el deseo de no ser más lo que es, penetra en lo más íntimo de ella palpitando, extendiéndose por dentro del organismo como un virus de placer apocalíptico.
Piensa que le va estallar el sexo por la forma en que parece expandirse entre sus piernas.
Y con la mano apresando con fiereza su sexo, su orgasmo sube triste, y el espejo le muestra a la bella mujer de pezones erectos y la tez perlada de sudor, abrir la boca en un suspiro. En un gemido.
Se sienta temblorosamente sobre la tapa del inodoro, aún con la mano entre las piernas.
No es una buena mujer, no es una santa, no es una madre afable. Ya no.
A veces teme caer y partirse y no tener a nadie que la llore, que sujete su cuerpo roto en un último instante.
No quiere un beso en la frente, ese beso que se lo den cuando muera, cuando se rompa en pedazos y no pueda sentirlo.
Rebusca entre los cajones del armario del lavabo y saca un paquete de tabaco y un encendedor.
Su respiración se ha sosegado, el humo sube por su rostro y le escuece en los ojos.
Desde la habitación, donde el ordenador zumba, llega el sonido de aviso de un diálogo. Con desgana, temiendo encontrarse con su amiga en este instante, se dirige al ordenador.
Un desconocido, ha abierto una conversación y ella acepta.
Una fotografía de la mujer sonriendo aparece en el avatar del cuadro de diálogo.
—Eres un ángel —escribe Limbo789
—Lo sé; un ángel roto —teclea con una sonrisa amarga la mujer.
Lágrima y ceniza caen en el teclado. Y tal vez, no está segura, una pluma de arcilla blanca.


Iconoclasta

15 de julio de 2008

Dios


Dios ha muerto en pedazos. Dios está troceado en mi nevera.
El no debería haberme alejado de ella, él no debería haberme creado tan lejos de ella. Le recé tantas veces que se acercó a mí y de un certero tajo abrí su sacratísimo cuello.
Me como a Dios cuando tengo hambre, poco a poco lo voy devorando, no lo he dicho a nadie. Porque quien mata a Dios se convierte en Dios. Y yo no quiero sentir las oraciones de nadie. Soy Dios para llegar a ella. Para alzarla al cielo con mis brazos que son un manojo de fibras contraídas por el amor que siento.
Si escucho una oración la ignoro, mi poder es para mí; para tenerla, para llegar a ella. He dejado desangrar a un hijo en los brazos de su madre porque soy Dios sólo para ella.
Lo demás no me importa. Incluso lo destruiría todo para que nada ni nadie nos moleste.
Mi vida ha muerto. Mi vida está troceada en mi nevera, voy devorando a mi amor para que se funda en mí. La sangre que manaba de uno de los tajos, en su frente, se escurría por sus ojos como lágrima roja. No quería morir, no creía que pudiera morir por la mano de Dios. Mientras la apuñalaba se quejaba lánguidamente, exhausta. El dolor que provoca un Dios es tan intenso que anula la voluntad de expresarlo con un grito profundo. La voluntad se doblega ante la divinidad.
Era necesario unirla a mí. A Dios… Ego me absolvo.
Y mi pene sagrado la santificó en la hora de su agonía; fue su extremaunción con una polla divina. Mi amor sudaba sangre con su último orgasmo.
Un jaco de caballo y en vez de agua, su sangre. Su sangre hermosa y tan espesa que necesito mi fuerza diosa para poder empujar el émbolo, la vena se rasga por el temblor de mi presión. Pero soy Dios y mi caballo sagrado acaba galopando por mi riego sanguíneo.
Directo a mi pene. Directo a mi divino cerebro, mientras saboreo un delicioso trozo de su pecho.
Ahora soy dos veces Dios.
Un Dios de risa afable, ensangrentada.
Revolcándome entre los placeres de la sanguínea heroína y los lamentos de los que sufren, sin que nadie les escuche ya.
Sin que nadie pueda hacer nada por ellos.
Ignorando todo el humano dolor.
Un Dios distraído y satisfecho.


Iconoclasta

8 de julio de 2008

666: Gays duros

No me sorprendo de nada, sólo paso el tiempo observando el comportamiento de los primates. Intento comprender que ocurre dentro de sus estúpidos cerebros.
Os odio.
Odio a todos los primates sea cual sea su raza o credo y muerdo sus vísceras cuando los he destripado.
En mi oscura y húmeda cueva, el televisor emitía imágenes de una celebración, los primates lo celebráis todo porque vuestra vida es tan miserable y vale tan poco que intentáis daros importancia como sea.
Que los primates maricas hagan sus fiestecitas con el culo al aire y los rabos y testículos bien marcados, es algo que miro con cierto aburrimiento; pero mi poderoso cerebro, al observar a esa piara de maricones danzar al ritmo de una samba tercermundista, se puso en funcionamiento cuando desfilaron los conocidos como gays duros. Primates con el rabo enfundado en cuero, pantalones abiertos de cuero negro, o shorts propios de puta, gorras, botas y adornos de estética nazi.
Si un nazi de verdad cogiera a una de estas nenazas, lo quemaría vivo. Quemaría su artificiosa piel tostada, su milimétrica barba afeitada al uno y les metería su propio bálano por el recto sin ningún tipo de cuidado.
Velludos, musculosos, tintados y varoniles. Todos van de rubio. Parecen hermanitos de una inmensa familia maricona.
Se cogían de la mano y se besaban los labios con ternura ante las cámaras. Me meé en mi sillón de piedra llevado por la emoción.
Mi Dama Oscura se bañó los pechos con mi ponzoñosa orina y gimió desesperada.
Me acerqué hasta el marica, agarré su cabello corto y me manchó la mano de amarillo, le clavé la aguja profundamente en el oído izquierdo y mi Dama Oscura tuvo que taparse los oídos por los irritantes sonidos que lanzaba.
Vaya, estoy divagando de nuevo, me he adelantado un poco.
Estos primates son más idiotas aún que la media, ¿es posible que rindan homenaje a su verdugo llevado por el instinto de la penetración anal tan enraizada en los pelos de sus culos?
Y a nadie se le escapa a estas alturas que Hitler es pederasta, y un desviado. Lo tengo continuamente gimiendo como un perro en celo, frente a una jaula con niños hambrientos para toda la eternidad.
He capado al subnormal. Y aún no entiendo (me refiero también a las aleatorias y caprichosas circunstancias que llevaron a semejante idiota al poder de Alemania) como un primate con tan poco cerebro y tan mediocre pudo montar el follón que montó y desatar la segunda guerra mundial. Su pequeñito y pálido pene se encuentra en la sala de los desviados de mi museo y es tan poquita cosa, que el ser sodomizado por el führer debía ser una delicatesen de esas que se disfrutan en los ratos de desidia.
Si ya de por sí, el endogámico Hitler es repelente, cuando estaba rodeado de sus oficiales de la SS y éstos se le corrían en la cara, daban ganas de cortarle los párpados con unas tijeras, cosa que hice de buen grado. Ahora no puede dormir.
Hitler se masturba día y noche en su celda viendo a los niños desnudos que agonizan y agonizarán de hambre por toda la eternidad hasta que mis genitales digan basta. El führer hacía pasar hambre a los judíos porque soñaba con sodomizar aquellos cuerpos agotados y esqueléticos. Quería que su apenas funcional pene, resaltara en un cuerpo y él sentirse un poco más poderoso. Hitler tenía el cerebro del tamaño de sus testículos. Ningún primate se sentiría orgulloso por ello.
Era un ser adorable si se le ponía una buena mordaza y se le estrangulaban los testículos con un alambre; hijo de primos-hermanos con patentes resultados consanguíneos, su afán era y es ser sodomizado por medio de la humillación.
Un subnormalito maravillosamente desviado…
Se imaginaba a sus SS de cuero negro abriéndole las nalgas y tratándolo como a un judío.
El tarado tenía también sus anhelos, sus fantasías.
Si os fijáis en los viejos documentales, cuando les daba las manos a los niños en sus baños de multitud, se ponía nervioso y el flequillo de esquizofrénico le caía por la frente al tiempo que su mano se crispaba en la cara del niño y en sus ojos se dibujaba el deseo de colocar al bebé en sus rodillas y…
Pues ahí tenéis a los velludos y machotes maricas de cuero negro, imaginándose que son guardias pretorianos de Hitler y obsequiándole con un ballet a lo Village People si pudieran viajar en el tiempo.
Y van de sensibles con sus manazas entrelazadas con ternura. Es para vomitar.
Me ponen furioso.
Hitler lo quemaba todo: judíos, gitanos, negros, polacos… Y los gays duros también serían pasto de hornos crematorios en su momento. Son idiotas con su fetichismo fascista.
Menos mal que los judíos han aprendido y matan y no perdonan. Me encanta su constante ira. Me gusta matar judíos poderosos y rabiosos, tiene más aliciente pelear contra los valientes que contra los cobardes. Porque de morir, no se librará ninguno de los dos.
Para vosotros el führer está muerto, y por eso los maricas le rinden pleitesía vistiendo sus mierdas de uniforme. Si sus culos estuvieran a mano del gran maricón, seguro que se iban a disfrazar de gallinas caponatas.

Ese mismo instante en el que las imágenes jocoso-festivas eran emitidas en directo desde Berlín, me vestí y clavé el cuchillo entre mis omoplatos y al igual que hace el marica de Dios, me presenté en aquel lugar con sólo desearlo. Mi Dama Oscura se abrazó a mi poderoso torso y vino conmigo.

—Me encantan los gays duros y varoniles que al final son unas nenazas de lo más tiernas. Con sus barbas milimétricamente cortadas, siento deseos de abrir mis voluptuosos muslos de zorra satánica y aplastar mi vulva desflorada, rascarme contra sus barbas —susurró mi Dama Oscura en mi oído para acrecentar mi ira.

Es una astuta.

—Me pica el coño, mi Dios.

Entre la multitud de gente que flanqueaba el desfile de maricas y tortilleras, habían niños que observaban aburridos las tetas, los culos y algún rabo de toda aquella carne danzarina y orgullosa. Supongo que a las crías de primates esto les aburre tanto como a mí me inspira el descuartizar sus cuerpos.
Son muy sensibles los gays duros, los pelos de sus sobacos lo claman al cielo.
Es extraño el fetichismo que se da la mano con la apología de los asesinos genocidas y aún así es bien vista por la sociedad.
¿No os parece que sois estúpidamente banales? ¿Y qué más da que os torture, mutile y descuartice a unos cuantos primates? El planeta seguiría existiendo sin vosotros.
Mi Dama Oscura seguía conjurando mi ira, sus labios que tan bien saben besar y mamar mi semen, ocupaban toda mi atención, la música del pasacalles maricón cesó y sólo escuché su voz suave, convincente. Voz de diosa sensual.

—Me pone, me parece hermoso ver esos dos grandes y peludos ejemplares de machos ir cogidos de la cintura —se refería a dos primates con gorras nazis y petos de cuero, uno de ellos llevaba las nalgas desnudas—. Quiero meterme entre ellos y convertirme en el relleno de un bocadillo, que me hagan sudar por los dos agujeros y que me hagan sangrar el ano, que me traten como los SS trataban a las judías.

Imaginé a mi Dama Oscura en un campo de concentración en estado de inanición, sus crestas ilíacas sobresaliendo desmesuradamente y su coño gordo y e hinchado por el hambre. E imaginé arrancarle los ojos y llenar su reseco coño. Y todo en mi mente se hizo sangre y polla y coño y culo y mierda…
Recordé las duchas de Zyclon B, del placer de oler las montañas de cadáveres sucios de cal viva en las enormes fosas y eso me llevó a concluir que todos aquellos primates que bailaban como subnormales, habían olvidado aquellos tiempos de grandeza para mí; debían experimentar el dolor y el terror para que sus mentes se abrieran a la historia. Sentí deseos de traerme al pederasta y maricón de Hitler de nuevo a la tierra, con sus párpados cortados. Sentí caliente el cuchillo clavado entre los omoplatos (no me gusta llevar funda; llevar enterrada el arma en el cuerpo me da también cierto encanto sado-fetichista), mordí los labios de mi Dama Oscura hasta hacerlos sangrar, y me uní al desfile de maricas.
Soy la memoria viva.
El alemán tiene una pronunciación dura y tosca; es chocante oírlo de boca de un primate que alardea de duro y sin embargo, tiene las hormonas tan alborotadas, que parece un niño atrapado en el cuerpo de un gigante; resumiendo: un deficiente mental.
Me coloqué a la altura de un primate musculado que caminaba y bailaba rígido como una estaca, el sentido del ritmo lo tenía embutido en lo más profundo de su próstata demasiado desarrollada. Si hubiera llegado a cumplir cinco años más, un cáncer lo hubiera podrido por dentro. Debía buscar a su novio a juzgar por las repetidas veces que miraba en torno suyo buscando algo.

—Hola Hércules; estoy muy caliente. ¿Estás sólo? —a mí me daba igual matarlo a él, a su novio, a sus padres, hermanos y primos; era una pregunta retórica.

Me observó desde su altura, me sacaba la cabeza y sus músculos estaban recubiertos de una capa de aceite que le daba un aspecto sudoroso, me miró con cierto desdén a la cara, sin embargo, cuando apreció la amplitud de mis hombros y el desmesurado desarrollo de los pectorales, que eran patentes bajo mi camisa de lino, me sonrió mostrando sus blancos dientes de cretino.

—Estoy harto de bailar, necesito un buen masaje en el recto para relajarme —tuve que gritar de nuevo para hacerme oír entre el bullicio y la música mala que no dejaban de emitir desde una carroza llena de drag queens de lo más espeluznantes.

También le enseñé unos cuantos billetes de cien euros, cosa que le hizo sonreír cordialmente.
Y salimos de la formación del desfile para internarnos entre los espectadores. Había perdido el contacto visual con mi Dama Oscura.

—Soy Mefisto —cosa que le dio igual ya que estaba ocupado en contar los billetes.

—Volpert —dijo su nombre con parquedad y con cierta desgana.

Nos dirigíamos hacia el hotel Stratz Platz. Sonó un móvil y lo sacó del bolsillo trasero de su short ajustado de cuero negro. Una camiseta negra de malla dejaba salir entre el tejido rizados pelos del pecho.

—Pues haber venido a tiempo, he tenido que hacer más de la mitad del recorrido del desfile solo y tú aún te has de vestir. Ahora estoy con un amigo. Ya te llamaré cuando acabe.

Entramos en el hotel, pagué noventa euros por una habitación y subí cogido de su mano hasta el primer piso del hotelucho de putas y chaperos.
Abrió la puerta de la habitación en la que había una vieja cama doble con las patas de acero dobladas por demasiadas cópulas y una especie de tocador bajo la ventana. Suelo y paredes eran grises, aunque el tono de la moqueta del suelo era mucho más oscuro. Era deprimente.
Saqué el cuchillo de mi espalda y note correr la sangre caliente por la espalda.

—Ni una palabra ni un grito, primate —le avisé con el cuchillo atravesando la primera capa de piel de su cuello.

Le hice quitar la funda de la almohada y le metí todo lo que pude en la boca para que no pudiera hablar. Con el cinturón de su short, le até las manos y para convencerlo de que no debía abrir la boca, le rasgué su mierda de camiseta para dejar su pecho al descubierto; le amputé el pezón derecho con un rápido movimiento; cayó a sus pies junto con el aro que lo atravesaba.
Se le escapó el aire por la nariz y los mocos le dieron un aspecto patético. Cayó en la cama revolcándose de dolor.

—Una mujer morena, alta y con un minivestido fucsia, preguntará por Mefisto. ¿Le podría indicar que suba a la habitación cuando llegue? La estamos esperando.

—Sí, no se preocupe, ella misma le pagará el suplemento de la habitación.

No son generosos los alemanes.

Me encendí un puro mientras odiaba y soñaba con descuartizar al primate, el humo activó el detector de incendios y sonó el teléfono.

—Está prohibido fumar en las habitaciones.

—Por lo que he pagado, fumaré lo que me apetezca. ¿Vas a venir, tú primate, a obligarme a apagar el cigarro? Te arrancaré el corazón mientras tu lengua se mueve aún en el suelo como el rabo cortado de una lagartija.

Colgó el teléfono sin decir ni una sola palabra.
Pasaron diez minutos cuando la Dama Oscura entraba en la habitación; llevaba una enorme bolsa de plástico en la mano. Se acercó hasta mí y acarició mis cojones con firmeza a modo de saludo; luego se inclinó sobre el primate que se hallaba aún tendido en la cama llorando y revolcándose con muy poca dignidad. Se mojó el dedo índice en la boca y le presionó la escalofriante herida que había dejado la amputación del pezón. Le lamió la sangre de la tetilla a pesar de las patadas ciegas que lanzaba el marica.
Le di la vuelta en la cama dejándolo boca abajo y le corté los tendones flexores de las rodillas con dos rápidos cortes. En vez de patalear, se retorcía como un gusano ensuciando con su sangre la colcha. La habitación empezaba a oler a carnicería.
Mi Dama, abrió el bolso y lo vació encima del tocador. Me dio una aguja enorme, más o menos como las de hacer media.
Cuando debáis matar a alguien, no le aviséis, no se lo digáis. No habléis con él. Sufre mucho más el animal que no entiende y que no sabe por qué le está pasando esto. Lo que acrecenta el terror es la ignorancia.
Y no elijáis a una víctima por afán justiciero. Acabar con la vida de un primate, de un congénere vuestro es un arte que se ha de disfrutar.
Vale, aquel era un marica fetichista del nazismo, pero el mismo dolor le infligiría, pongamos por caso, a un activista de Greenpeace o a otro de Amnistía Internacional. Si por mí fuera, llenaría el mundo de desviados y pederastas como Hitler para sentirme a gusto y bien.
Le giré su perfecta cara admirando la varonil sombra de la barba y en el oído izquierdo le clavé la aguja ensuciándome de tinte amarillo la mano con la que inmovilizaba la cabeza contra el colchón. Cuando la punta de la aguja asomó en el interior de su boca, dejé que se retorciera de nuevo a su gusto. Mi Dama Oscura se tapó los oídos con las manos molesta por los gritos del machote, a pesar de tener la boca obturada por la tela.
Insertar una aguja de media en el oído es una técnica que hay que practicar con cuidado, más de un primate se te muere por el shock doloroso si no tiene un corazón sano. Este era de los fuertes, y mientras lloraba e intentaba gritar, le di unas palmadas en el culo.
La aguja no es mortal, pero pocas cosas hay tan dolorosas como el que te pinchen el oído hasta llegar a atravesar la mejilla. Hay que tener un gran dominio del cuerpo para no cagarse y mearse. El marica no se cagó, sólo se meó. Cosa que es de agradecer, porque yo no soy un escarabajo pelotero de la mierda como lo son los desviados escatologistas (comedores de mierda, vamos).
Como era de esperar, apareció el ángel que a veces suele enviar Dios para dar consuelo y entereza a mis víctimas a la hora del tormento.
Este no lo había visto nunca, era un ángel-niño. De pelo lacio, su piel era más morena y oscura que la del marica. Se acercó hasta él y le besó la frente llorando.

—No sufras, no estás solo. Pronto pasará todo y tu vida empezará de nuevo con nosotros, no llores mi amado hermano.

Las voces de los ángeles tienen la propiedad de dar serenidad y esperanza. Cuando un ángel visita a un primate, éste se siente retornar a la infancia y sentir la protección y el amor con el que sus padres lo criaron. El marica se dejó acariciar el devastado oído por aquella mano angelical, ni siquiera se quejó cuando la aguja se movió por el roce cariñoso. Por ser un ángel tan joven, hacía bien su trabajo, se metía en el papel.
A mí me calmó un poco también aquel niño santo y alado; pero fue un segundo, cuando lancé el cuchillo para cortarle la cabeza, desapareció llevado por la mano de Dios. Ese idiota tiene reflejos.

—Este me lo llevo yo, se pudrirá en el infierno y su dolor y agonía no tendrán fin. Puedes enviar al más candoroso de tus ángeles, Dios de enfermos y tarados, y te traerás un saco de vísceras y una almohada de plumas ensangrentadas.

Recité mi oración a Él en el milenario idioma, me desnudé para ello. Mi polla estaba erecta.
Y clavé mi puñal en una axila del marica para demostrar mi autoridad.
Aquella puñalada, acabó con todo el consuelo y serenidad que le había transmitido el ángel al maricón.
Mi Dama Oscura, apenas prestó atención al ángel porque estaba ocupada ordenando en el suelo lo que traía dentro de la bolsa.
Lo primero que hizo, fue colocarse una máscara de protección contra gases corrosivos. Le cubría toda la cara y su respiración era ruidosa. La amo por encima de todas las cosas, hasta imaginándola cortada en pedazos y pudriéndose la amo.
A mí me obsequió con un disfraz, y como soy dado también al festejo y la fantasía sexual, me vestí con él. Cuando me planté así vestido frente al aturdido maricón, pudo admirar una copia mejorada de Hitler, en ese momento se derrumbó y volvió a emitir fuertes sonidos. Eso era miedo y lo demás son futesas. Mis botas altas brillaban y los pantalones bombachos me hacían fascinantemente terrorífico a sus ojos. Hasta el molesto bigote de mosca, dejó de tener cualquier tipo de carácter festivo para convertirse en el horror del rubio y puro ario maricón.
Hice oscilar graciosamente la peluca de tupé como lo hacía Hitler y el marica abrió desmesuradamente los ojos. Seguramente le hacía gracia e intentaba reír.
Le crucé la cara con la fusta y golpeé la aguja que sobresalía por su oreja. Se cayó de la cama con las piernas lacias, los tendones seccionados le hacían parecer una musculosa lagartija sin patas. Una sangre clara se deslizaba por su costado por la estocada que llevaba en la axila.
Lo alcé del suelo con un brazo y lo lancé de nuevo la cama.

—Mi Señor, sujeta bien sus hombros, no dejes que se mueva el mono. Te gustará.

Lo sujeté con fuerza, presionando con todo mi peso en sus hombros. La Dama Oscura, tras el visor de la máscara, sacó la lengua con lascivia, y me asió el pene tieso y duro. Me lo acarició hasta que sentí que las venas que lo alimentaban de sangre iban a estallar y mi leche inundaría todo vuestro repugnante planeta.
Siempre hace lo mismo, me pone cachondo y luego me deja en suspenso hasta que a ella le da la gana que me corra. Un día le arrancaré las cuerdas vocales susurrándole palabras de amor.
Aquella bolsa parecía el baúl de un mago: sacó de dentro un enorme espéculo de metacrilato, un embudo y una botella de un litro de ácido clorhídrico. La máscara, por lo visto, no era un juego fetichista.
A mí no me afecta nada, mi carne es incorruptible, mi cuerpo eterno. Como el de Dios, pero con una polla más grande y activa.
El primate no sabía lo que se le venía encima, y debía estar agradecido de que no hiciera como los médicos de la SS hacían con los judíos y le inyectará gasolina en la vena. O simplemente, le amputara los testículos con unas tijeras melladas.
En seguida vi, que hubiera sido mejor para él una inyección de gasolina con o sin plomo. Porque lo que le esperaba, era con diferencia, mucho más doloroso y lento.
La Dama Oscura es deliciosa odiando a los de su propia especie. Es tan letal…
Le cortó los shorts de cuero y de un tirón lo desnudó. Encajó el pico del espéculo en el esfínter. El primate intentaba moverse, apretaba las nalgas para evitar la dolorosa invasión, intentaba hablar. Los primates sois de lo más complejo, no habláis apenas con nadie, y luego con vuestro asesino seríais capaces de tomar una taza de café charlando animadamente.
Cuando estuvo satisfecha con la abertura del culo, cogió el embudo y lo metió entre por la zona de visión del espéculo.
Acto seguido, se puso unos recios guantes de goma, abrió la botella de ácido y comenzó a verterlo lentamente por el embudo.
En los primeros segundos, el gay duro, no sintió nada, pero a medida que pasaban los segundos, y un olor nauseabundo y corrosivo invadía la habitación; el primate congestionó su cara, se tensaron las venas de su cuello y sus ojos parecían salirse de las órbitas.
Por el espéculo salía un vapor amarillo y se oía crepitar algo en el interior del hombre.
Me hubiera gustado quitarle la mordaza para oírlo gritar, pero no tenía ganas de matar a más primates, porque si aquel idiota llegara a gritar y alguien acudiera para curiosear, lo hubiera decapitado.
Según movía su cabeza, me rozaba el pene del cual me goteaba ya un fluido espeso.
Mi Dama no miraba ya otra cosa que mi rabo dolorosamente duro, se sentó a mi lado y con brutalidad, con golpes secos, me masturbó.
Se había quitado las bragas y su coño depilado se encontraba dilatado, los labios mayores se habían separado y su clítoris asomaba duro y bañado de fluido. Yo aún no podía soltar al marica, estaba agonizando, pero le quedaban fuerzas como para querer huir con el espéculo clavado en el culo y presentarse alardeando de perfomance en el desfile de los orgullosos maricas.
Sólo a nivel de próstata, su vida ya no era posible. Y cuando el intestino convertido en papilla y toda aquella mierda se metiera en el torrente sanguíneo, era cuestión de minutos que muriera. La habitación estaba llena de ese vapor amarillo y venenoso.
Mi Dama Oscura, cogía mis cojones abriendo y cerrando la mano, para estimular la producción y salida de semen.
Eyaculé en la cara del marica aspirando el aroma de su muerte. La Dama oscura se metió el mango del cuchillo en la vagina y se dedicó a castigarse el botoncito de su coño hasta que su espalda se arqueó por el orgasmo.
El alemán apenas se movía, sus brazos estaban lasos.
Le di la vuelta y el ácido le había comido parte del pene y los testículos. Salía humo de su carne, el pubis era una masa de carne deshecha y ennegrecida, el ácido aún estaba actuando y las sábanas se deshacían.
Cuando le saqué la mordaza de la boca, no intentó respirar. Aunque su pecho subía y bajaba lenta y discretamente; estaba muerto, estas cosas se saben cuando tienes cierta experiencia.
Me vestí, y sentí el hedor del ácido, mierda, sangre y carne quemada impregnada en la ropa, cosa que me gustó.
Al pasar frente a recepción, la Dama Oscura le pegó un tiro en la boca al recepcionista y los dientes rotos salieron por su cogote para clavarse en el gran llavero mural que tenía a su espalda.
Volvimos de nuevo al desfile, que ya había llegado a una plaza con una tarima en el centro.
Un pequeño primate ratero, un cachorro de diez o doce años intentaba abrir el bolso de la Dama Oscura para robar. Le di dos discretas puñaladas sin que la multitud se enterara de nada; una en cada riñón. Cayó al suelo con un gran rictus de dolor en el rostro y me subí de pie encima de su cuerpo para tener una mejor visión del espectáculo que estaban montando en el improvisado escenario.
El día estaba saliendo completo.
Acta est fabula.
Tengo más cosas que contaros, a su tiempo.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

4 de julio de 2008

El desierto


Camino a gatas como el sediento en el desierto, con la misma certeza de que el final está cerca. El organismo ya está demasiado agotado. Yo soy el organismo, soy el conjunto de todos los deseos y sus reacciones físicas y mentales. No pienso, sólo deseo.
La esperanza es lo último que se pierde… No mana agua de la esperanza; morir esperanzado no hace el final más dichoso. Es una ironía, una burla la esperanza. Una broma pesada que me hace escuchar su voz cuando no es posible. Cuando no está.
El amor es diferente a la sed, a la muerte en el desierto. El amor es un torturador que te mantiene vivo con las tripas fuera. El amor suspende la agonía en el corazón. Resultado: estado de animación agónica suspendida. Soy una bestia hibernando y consumiendo mis grasas corporales durante la espera.
No me doy cuenta hasta que el semen aparece frío en mi mano. Está helado, tendría que ser cálido. Ella es cálida, es arena del desierto, abrasadora e indolora. Peligrosa.
Gateo siguiendo su rastro, sus efluvios. A veces tararea y siento la terrible ansia de su boca selladora, no hay palabras al besarla, todo es voluptuosidad; ya nada importa, no soy y soy ella. Sus labios son metales ardientes que sellan el habla.
El amor es eterno como eterno se hace el dolor y la espera.
Ella certifica con sus labios mi destrucción sin quererlo, sin saberlo y no me sacia nunca. Es cocaína y anfetamina. Es jaco en vena.
El sediento no vive sólo de agua, necesita la sal. Ha de lamer las rocas del desierto para extraer un mínimo de minerales que retengan el agua en sus tripas, en sus órganos.
En el desierto hay piedra y como en la vida, es difícil encontrar lo que buscamos.
Piedras que lamer. Cuerpos que chupar.
Con su piel ocurre lo mismo, siento la urgente necesidad de pasar mi lengua por ella. Recorrer su piel morena para llegar a su coño con mi lengua ávida, él me aportará lo único que necesito: su excitación, su humedad de hembra salvaje. Arrancarle gemidos como los que lanza el desierto al ser cortado el aire por hordas de moléculas de cuarzo impulsadas por el viento.
Unos dicen que el amor es lo más bello; que los enamorados tienen una especial percepción del mundo. El amor… ¿Y qué pasa cuando te enamoras de alguien a quien sólo puedes disfrutar unos minutos al día si tienes suerte? ¿Qué ocurre cuando tu puto cerebro no hace más que pensar en ese ser tan especial?
¿Alguien ha arañado el aire soñando que acaricia su cuerpo?
¿Acaso nadie se ha hecho una paja y ha escupido su orgasmo con esa agónica mezcla de tristeza, melancolía y excitación? El puto amor complica hasta el placer.
¿Qué no lo veis, poetas? No jodáis.
No es un prado verde el amor, no es un oasis en un mundo bestializado e ignorante. El amor es un desierto que seca los lacrimales, que reseca los dedos, que hace pesados los testículos.
El semen a mis pies se enfría triste y muerto. Precioso ¿verdad? Sólo que no se enfría, no funcionan así las cosas en el desierto, el semen crepita como en una plancha de metal al rojo vivo. Y siento una pena extraña por este hecho. Soy parte de esa leche, me evaporo también. No soy capaz de ver la nube de vapor en el que se ha convertido.
Sin ella, no soy hombre.
Sólo hay unos segundos de dicha por una era cósmica de esperas, de angustias, de sonreír como un loco ante el aire. Soñándola.
Os gritaría lanzando ira y flemas, mentirosos. Si no estuviera tan sediento, si mi cuerpo no estuviera tan agotado y mi mente tan colapsada, os escupiría e insultaría.
Menuda mierda y menuda estafa. Con vuestros cantos de dicha y felicidad no hacéis más que convertirme en un fracasado; vosotros sois la cara y yo la puta cruz. Y cuando elijo cara, cuando acierto, una ventisca que desgarra mi alma me arrastra al desierto de nuevo. Como si ella me quisiera allí, erosionándome por ella, pero sin ella. Me convertiré en una rosa del desierto.
Qué cojones…
El amor es caníbal y peligroso, me ciega con espejismos donde la llevo en brazos respirando directamente de sus pulmones; alucinaciones donde la jodo.
El amor no hace felicidad, sólo es una euforia, una descarga eléctrica que envía a la mierda madurez y lógica. Es por ello por lo que los enamorados son felices a pesar de tiempo y distancia. Y de todas las dimensiones.
Flipan en colores.
El jardín es un muladar. ¿Veis? El amor es un desierto que ciega, deslumbra los ojos de los amantes. Cualquiera que los vea, dirá que están locos.
Tarados.
Gateo por la vida hundiendo las manos en arena ardiente que despelleja la piel.
Y los espejismos del desierto… Tengo el pene destrozado; duna tras duna la veo. Busco pastillas para sedarme, para prolongar y hacer táctil la alucinación: ella clavada en mí.
Mis sesos narcotizados mienten de una forma cegadoramente real. Apenas me queda glande de tanto que he copulado con la arena.
Poetas que habláis de la belleza del amor dador de dicha. ¿Podéis mirar mi polla sin sentir rechazo? Está podrida de llagas infectadas.
¿Es esto romanticismo? Duele tanto desear…
¿Qué diríais de mí, queridos genios?
No, no es el pene el que me duele, no me duele nada. Simplemente agonizo en el espacio sin oxígeno. Está lleno de arena.
Las lágrimas son rosas del desierto: arena con lágrimas y sudor, sangre y semen.
Tengo una rosa del desierto en la estantería, donde los libros tratan de amor. Y cada día es más grande. Cada día soy más arena y menos carne.



Iconoclasta