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4 de junio de 2008

Día sin tabaco, precioso de verdad

Me paso por el forro el tan precioso Día sin tabaco. Son cansinos los defensores a ultranza de la salud pública, de paranoias idiotas sobre sus derechos violados por fumadores sin escrúpulos. ¿Tendrán coche estos talibanes de las libertades individuales? Les gustaría prohibir el tabaco por la razón más vieja del mundo: la envidia, no pueden soportar los pequeños placeres de otros, son seres que sufren, que quieren inundar del gris de su mediocre existencia la de los demás. Son cobardes, hipocondríacos, pero lo que es peor, son parte del sistema. Son herramientas ciegas del poder para llevar a cabo la globalización. La globalización es sólo una forma más de dictadura amable. Amenazan con el calentamiento global, amenazan con ello porque van a preparar tal cantidad de impuestos, que el obrero va a caer de rodillas ante ellos y les van a llamar “amos”. Se les pone gorda, se excitan con esas ideas los torquemadas de la salud pública. ¿Y no prohíben fabricar más coches? Yo necesitaría fumar toda la vida para contaminar la mierda que tira al aire el vehículo más ecológico. Veo progres en las terrazas de los bares tomarse sus bebidas y tapas entre el humo de los coches y autobuses. Y no quieren que se fume. Claro, pero es el tabaco lo que les pudre. Lo que les pudre del tabaco, es que los hay que paramos unos minutos para fumar un cigarro. Sienten envidia de lo que no tienen valor de hacer, son demasiado serviles los torquemadas del tabaco. Se les ve venir desde el lejano horizonte. Pasear por las calles de cualquier sucia ciudad y lo son todas, es respirar mierda de coches, de autobuses; ruidos. Que nadie se asuste por un cigarro, lo malo es la estela de mierda que dejan en el aire los reactores militares en sus pruebas. La mierda de las incineradoras de basura propiedad de los ayuntamientos. Está bien, cogeré un cáncer de pulmón y deberéis pagar mi tratamiento. Yo lo hago con el borracho que conduce y tiene un accidente, yo no me quejo cuando un deportista que practica una actividad arriesgada necesita tratamiento. No me quejo cuando en vacaciones y por puro vicio, tienen que ser atendidas las víctimas de los accidentes. No me quejo de que tengan que atender a nadie en la salud pública. Podríais ser generosos con la salud pública, al fin y al cabo os pegáis una buena vida a costa del obrero, no deberíais someter a tal castigo psicológico a vuestros esclavos. Al final, se consigue el efecto contrario. Mirad la URSS, al final, todo eran borrachos ymiseria. Es que se me escapa la risa, porque muy listos no sois. Lo que deberíais hacer es estar menos pendientes de los demás, controlad vuestro afán de notoriedad y poder. Tened más ética. Sois idiotas con vuestra obsesión por el tabaco. Vuestra verdadera obsesión, es la envidia. No podéis soportar gente que vive relajada y no se preocupa demasiado de las enfermedades. Es todo la misma mierda, si conseguís prohibir el tabaco, lo conseguiréis prohibir todo y los borregos comerán de vuestra mano y se esquilarán ellos mismos. ¡Qué bueno está el humo del tabaco! Y además, me hace más hombre y más interesante. Y más valiente, es curioso como sigo fumando a pesar del cáncer y lo que me cuesta respirar tras subir las escaleras. A mí estas cosas, no me asustan. Lo que me deprime es no ver las estrellas en la ciudad en la que me encuentro prisionero, esposado por una sociedad de cobardes seres y cobardes ideas. Es esta una sociedad que se mueve por envidias y absurdas ideas de salud pública que no pasan ni siquiera a la credibilidad de un niño de seis años. Les revienta y les da por culo que me fume un cigarro, como les revienta y da por culo que su vecino tenga un coche mejor. Y hablan de salud pública. La salud pública la uso como papel higiénico en este caso, la salud pública lo que tiene que hacer, es llorar menos y trabajar más. Que hay muchos enfermos y no todos son por el tabaco. Hay gente con cáncer por trabajar en empresas insalubres y por respirar el aire monóxico de las ciudades. Que no den tanto por culo con la mierda del tabaco. Que no es para tanto. Lo que llama mucho la atención, es que se permita beber y emborracharse mientras no se conduzca. Nadie habla de la salud pública y el gasto de tratamiento de comas etílicos, de basura generada, de puñaladas borrachas en cuerpos borrachos. Y es porque la bebida, embrutece al ser humano y lo convierte en imbécil. El tabaco no, el tabaco deja al individuo más o menos igual, con todos sus sentidos más o menos alertas, con toda su lógica en funcionamiento. Cerebros que funcionan, cerebros de obreros que piensan con cierta asiduidad y con cierta facilidad, no son cerebros buenos para una Europa Unida ni para la globalización de mierda. Que la globalización ni más ni menos, al final, es la explotación del obrero por unos pocos de euros en todo el mundo, sea cual sea el país. Y claro, no me pueden perder el tiempo fumando. Idiotas. Me paso por el forro el Día sin tabaco. Y mira que soy capaz de coger una pajita e indiscriminadamente lanzar el humo de mi cigarro hacia las personas, soy de una crueldad… Eso sí, cuando pase un autobús, respirad hondo y pensad con alivio, que no es tabaco la mierda que tragáis.


Iconoclasta

27 de mayo de 2008

Superman contra la locomotora

La locomotora se aproxima a toda velocidad, he fundido la vía para detenerla, he cortocircuitado la catenaria, he creado con mi super-soplido un huracán que hace volar camiones. Y nada.
Avanza imparable la cosa más hermosa del universo.
Yo, el gran Supermán, no puedo con ella. Es imposible detenerla.
Salvarme.

La locomotora viene directa a mí, lanzando sonrisas y guiños de amante, apuntándome al pecho con sus preciosos senos.
Ni la criptonita haría mejor su trabajo que la debilidad que me causa acariciar su cabello negro. Anda que tengo una suerte…

Cómo la quiero, la super-quiero si he de ser más preciso. Me merezco alguien así, he luchado mucho. Y aunque no la merezca, la quiero, la necesito. La lloro y salvo vidas con tristeza cuando no está.
Aunque ella… Aún no sé si se merece algo como yo: un poco loco, un poco amargado con este tiempo y lugar. Aunque no lo cambiaría por nada en este instante, aunque la bella locomotora de amor me arrollara hasta hacerme pedazos.

Lo malo es que no es una locomotora normal, es un tejido de emociones de sensualidad y ternura. De lencería y coquetería. De pasión. Es tan apasionada que hay que sujetarla con fuerza, como a ella le gusta.
Si fuera metal, la podría detener.

Imposible mantenerse en pie y firme ante el impacto de su ternura, ante su sonrisa. Me hace sentir bien, me hace sentir un hombre querido que sirve para algo más que salvar vidas o levantar coches con una mano.
Hay un inconveniente: me debilito ante ella; no, no se trata de eso: es desidia, no me importa nada cuando la locomotora aparece veloz y rápida doblando las dimensiones con su velocidad, con su fuerza, con su sonrisa y ternura. Cuando sus dedos corren por mi cara, cuando sus manos se posan en cualquier parte de mi piel, ella es el centro de un caleidoscopio con fondo oscuro de terciopelo negro.

Lleva una cinta de terciopelo negro en el cuello porque se sabe hermosa. Yo soy Supermán y no he de pensar en obscenidades, en asirla por la cinta y poseerla haciendo uso de mis superpoderes, del único que atino a usar cuando la tengo entre mis brazos, cuando me cabalga. El resto de los poderes son sonrisas y ternuras.
Soy Supermán y no debería enamorarme.

Ella me hace sentir solo, más solo que nadie, porque no está siempre.
Lo único fuerte, que se rebela y me hace aún sentir un superhombre, es mi miembro: reacciona como una bestia ante ella, parece hostil en su deseo de penetrarla entre esos muslos que sueño con lamer sediento hasta llegar… Hasta llegar a su sexo que es el crisol de una supernova. Ella también es una super-girl, pero del amor, del cariño. De la belleza.

Tonto tampoco soy y el tener visión de Rayos-X es algo que me proporciona mucho tema para mis ratos de soledad y autocomplacencia.
La preciosa locomotora del amor, ha hecho del héroe un hombre encelado. Si además se sabe que también aplico supervelocidad a mi consuelo…
Mi pecho se tensa ante el inminente golpe de la locomotora.

Estaba pensando en cambiar estos calzones rojos por unos pantalones vaqueros o de loneta. Me da vergüenza que me vean así, en este estado de excitación. Además, ella se ríe de lo hortera que soy. Pero luego me besa y me dice que me quiere, susurra lindezas acompañadas de risas cómplices y una encantadora y maliciosa ingenuidad.

El amor es una locomotora. Ella es una máquina de amor, y yo estoy en medio de las vías. Debería apartarme porque hay tantos seres que dependen de mí, que es un acto de irresponsabilidad abandonarme a ella.
No podré, ni quiero evitarlo.

Me gustaría, cuando me siento tan desdichado y tan solo, tender mi capa en el suelo, para que ella se siente y yo pueda apoyar mi super-cabeza en su regazo. Suele bromear con mi perímetro craneal como yo suelo bromear con el tamaño de sus pechos.
Sus pechos vienen directos hacia mí.
Misericordia…

Es agónico el super-querer.
Tiene la propiedad, de convertir al hombre de acero, en una carcasa repleta de gelatina cálida. Mis entrañas se hacen agua.
Y me hace sonreír más de lo que quisiera. Esto no es serio.
Esto no es un trabajo para Supermán.
O sí, todo ese amor, toda esa mujer es algo que sólo un superhombre puede soportar.

La locomotora ya está aquí, en todo el pecho.
Nunca me he sentido tan bien con el pecho roto.
Y ahora, a super-amarla. Es la única misión. Es el único trabajo para Supermán.
No desea otra cosa.
Misericordia…

Iconoclasta

16 de mayo de 2008

Detestables vecinos (II)

Ya estoy harto, día tras día están ahí, insistentes, coloniales, reptantes. Están revoloteando en agua estancada como libélulas, como mosquitos.

No los odio, me deprimen.


La miseria grapada a la miseria, y pegada a la antipatía. Como el culo y la mierda.


Pululan en el agua como renacuajos cabezones.

Al viejo macho no lo he pillado, debería estar lamiendo los escalones de la escalera con la lengua o alguna cosa por el estilo. Ni lo sé ni me importa, que bastante desagradable es ver sólo a uno.
Y encima, dada la sequía, seguro que premian su miseria. La vida no es justa. A todos los tontos se les aparece la virgen.

Detestables vecinos...

Buen sexo.


Iconoclasta

13 de mayo de 2008

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres triscaban trigo en un trigal.
No tiene gracia, no tenían porque estar los tigres en un patético trigal, ni para mezclarlo, ni para retozar en él.
Y sería normal, dado el caso, que estuvieran tristes. Los tigres no triscan, los tigres copulan con las tigresas y cazan y devoran animales y hombres.
¿Por qué coño tienen que estar en un asqueroso y aburrido trigal? ¿Por qué esa tristeza en un animal que debería ser y sentirse orgulloso?
Los rumiantes, los burros, las ovejas… Los mansos retozan y triscan el trigo con su deambular cansino. Ellos son tristes.
Es una burda mentira; los tigres no son tristes y jamás lo han sido. La gente inventa estas cosas para consolarse de su propia miseria. Cabrones.
Yo sí que soy más triste que el cadáver de un bebé.
Aunque más peligroso.
Un bebé al que le está devorando la cabeza un triste tigre.
Tal vez han confundido el pelaje ensangrentado de sus belfos con la tristeza. Son tan idiotas los hombres, que confunden ferocidad con aflicción. Los hombres no distinguen el cabello rubio ensangrentado de las espigas de trigo. La gente debería graduarse la vista más a menudo.
Tres tristes tigres triscan cabellos dorados como el trigo en un matadero.
Pesarosos sois vosotros; pobres y previsibles. Lo pervertís todo, queréis quitarle la belleza a lo salvaje porque vuestra vida es tan mediocre e insana, que enfermáis de ponzoñosa envidia por lo más genuino. Y es vuestra envidia lo único que os mantiene activos. Cabrones, cabrones, cabrones, cabrones…
Ni siquiera jodéis por méritos, jodéis porque pagáis y porque no tenéis donde elegir. Jodéis por suerte. La suerte de los idiotas.
Lo jodéis todo, joderíais a un pobre animal como joderíais a vuestro hijo en la cuna si vuestro Cristo de los tarados os lo pidiera. Malditos…
Si fuera Dios, vuestras cabezas se caerían mientras camináis tristes por vuestro territorio, os las arrancaría y las tiraría a una era llena de trigo y tigres.
Miles de tristes cerebros triscando trigo.
Tristes vosotros, mala gente que apesta el planeta.
¿Un tigre triste? Tristes fueron vuestros padres al follar, tristes os alimentaron y tristes murieron; por eso yacen unos cadáveres encima de otros y están pegados por podredumbre, grapados unos a otros por cintas de miles de gusanos que son felices.
Alguien tenía que ser feliz.
Tristes vuestros dioses de mierda, esos dioses que deciden con vuestra cobardía, quien devora a quien. Nadie decide por un tigre, el tigre se alimenta de trozos de carne en movimiento como vosotros. No comen carroña ni animales muertos. Vosotros sí, cada día.
Ninguno de esos tres tristes tigres obedecería a ningún amo ni Dios. Le arrancarían las cuerdas vocales de un zarpazo.
Hijos de puta, queréis joder a los tigres. Cazadlos y matadlos, pero no los imaginéis en un trigal, no los imaginéis tristes. Insultáis a los tigres, insultáis al planeta y provocáis que os descerraje un tiro en la cabeza con este preciso y potente Mauser de calibre 30-30.
La madre empuja un carrito de la compra tan lleno de bolsas y paquetes, que parece que va a volcar al girar por una de las calles del aparcamiento.
La niña camina con un peluche entre los brazos. La madre le grita algo y la pequeña, sobresaltada, corre hasta alcanzarla. Se detienen frente a una furgoneta familiar.
Esto es tristeza.
Le ruego a Dios si existe, que guíe mi bala por el camino de la verdad, que sea certera como certero es el tigre en su salto tras acechar a la presa.
Que la sangre corra y el trigo sea triscado por el labriego, no por un tigre. Que la presa muera y el cazador se alimente. Como siempre tuvo que ser. Algo verdadero, algo coherente. Algo de esperanza para mí.
Para los tigres…
Que así sea, amén.
Uno, dos… Y la cabeza de la niña revienta entre una nebulosa de sangre. Estoy tan lejos que la detonación de la bala no la ha podido escuchar nadie, se ha camuflado entre tanto ruido de gente y coches allá en la zona comercial. La madre tiene medio cuerpo dentro del maletero acomodando la compra y no podré disparar con rapidez antes de que se de cuenta de que su hija es un triste cadáver.
Cargo otra bala.
Tres tristes tigres…
El pequeño aún da un par de pasos cogido de la mano de su padre cuando la bala le destroza el corazón y desintegra el hombro izquierdo.
… triscan trigo…
El padre da media vuelta con rapidez y nuestros ojos se encuentran sin que él sea consciente que mira directamente a la muerte con los ojos ciegos. No ve nada, es el efecto devastador de la bala que le ha destrozado la espina dorsal a la altura de los omoplatos, el que le ha obligado a girarse de repente hacia mí. Un títere ya roto.
La muerte tiene caprichosas reacciones.
… en un trigal.
Aún queda otra bala para mí, otra bala que lleva una sonrisa dibujada. Nada de tristeza, no quisiera morir triste. No quiero triscar en un trigal.
El sabor del cañón es desagradable, tan desagradable como un trigal lleno de tigres tristes.
El gatillo es suave y su tacto terso, conforta mi ánimo.
Tres tristes tigres…
No. Los tigres no se suicidan ( y no soy tan valiente com ellos). Los tigres siguen devorando hasta que se les da caza, un elefante los parte en dos, o mueren de viejos con sus belfos canos.
Con el dorado pelaje ya marchito.



Desmonto el fusil, recojo los casquillos de las balas y con la mira telescópica en una mano y un cigarrillo en la otra, espío toda esa tristeza que ocurre casi cuatrocientos metros más allá. Hay tanta gente alrededor de los muertos que no los dejan pudrirse en paz.
Y no es tristeza, no hay tristeza cuando alguien es cazado, sólo miedo entre los que aún viven. Deberían tomar clase lenguaje de refuerzo. No es razonable confundir la tristeza con el miedo. Son cosas distintas y que nada tienen que ver.
Lo mismo que los tigres y el trigo.
Tres tristes tigres…
Cabrones, mis tigres no… Ellos sólo mueren, no son como nosotros.
Nunca serán tristes.
Odio los trabalenguas, nunca se me han dado bien.


Iconoclasta

10 de mayo de 2008

El diario de Edith Holden

La felicidad de vivir con la naturaleza: El diario de Edith Holden, es la reproducción facsímil del diario de la naturista Edith Holden, que realizó a lo largo del año 1906.

Dibujos de una gran belleza, la serenidad y sensibilidad del amor por la naturaleza y leer directamente de su prieta caligrafía; es una forma de relajarse, de pasar hojas y disfrutar por un momento de un paseo por el campo, junto con las citas y fragmentos de obras de algunos autores que ella eligió con gran acierto.

Edith Holden nació en Worcester (Reino Unido) en 1871. Su final fue una de esas tragedias que no hacen más que subrayar la gran pérdida de una sensibilidad especial: a los 49 años murió ahogada al caer en el Támesis cuando recogía flores de castaño.

Esta edición que apunto es del año 1979, de Editorial Blume e impreso por Heraclio Fournier, S.A.
Es una de esas joyas que de vez en cuando se cogen y se leen con cierta tristeza, con cierta melancolía.


Iconoclasta

5 de mayo de 2008

El gusano


El gusano es tan gordo y negro que no parece un ser vivo con ese brillo metálico que centellea de su cuerpo húmedo y viscoso.
Y tiene unos ojos enormes que se clavan desafiantes en los míos mientras repta por mi pierna haciéndome cosquillas con sus cien millones de pies que lanzan micro espasmos a mi piel.
Placeres aberrantes que se propagan directamente a mi bálano, que sí parece de verdad; porque palpita, bulle de sangre el glande. Las venas todas parecen confluir en este puto pijo que me está matando de ansia.


El repugnante gusano, gordo como mi propio pene se enrolla en si mismo y descansa en una pequeña vena de mi pierna: sólo lo hace para clavar sus fauces en ella y sorber mi sangre. No hay consuelo, esa sangre que me roba no afloja la presión en mi pene y parece el sangriento anticipo de una mamada.
Su cuerpo repugnante parece latir al mismo ritmo de mi corazón y es hipnótico ver como se alimenta de algo tan lejano como mi sangre.

Estoy tan enfermo, me siento tan enfermo… Mi cerebro es papilla infecciosa y el gusano sólo busca podredumbre. Estar solo tiene sus inconvenientes y la libertad se ha convertido en una quimera que murió hace muchos años. Tantos como los que ha tardado el gusano en hacerse tan grande y tan terrorífico. Tan lujurioso. Me pregunto si no será un gusano cósmico, un gusano en el tiempo; si el tiempo no es un gusano hambriento.

¿Dios existe y es un gusano? Sólo así entiendo el horror de lo divino, el horror de la bondad.
Al igual que el gusano, mi glande se ha recubierto de una fina película brillante de baba, huele fuerte y cuando sufre una contracción por el torrente sanguíneo que golpea en la mismísima punta del pijo, el placer me eriza la piel y el gusano levanta sus segmentos como una ardilla se pone en pie para otear algo extraño y anómalo. Algo peligroso.

Es tan extraño llorar de soledad y de horror a la vez. Sentir este asco por ese gordo animal que sube por mi pierna y se alimenta de mí… Todo son pensamientos funestos y lúgubres.
No lo entenderé jamás. La locura sólo se vive, no se comprende; y el horror que siento me hace sentir pena de mí mismo.
El gusano llega a la rodilla y tras él ha quedado una media luna grabada en la piel, allá donde se ha alimentado.

Estoy inmovilizado en la cama, hace horas que esto dejó de ser una pesadilla, hace horas que se me ha escapado la orina empapando las sábanas. Hace horas que ya no tengo esperanza de ver un nuevo atardecer.
No quiero verlo, no deseo llegar vivo al atardecer; ni que estos ojos que usa mi mente enferma, perviertan el universo más de lo que está. No podría soportarlo.

El gusano no habla, sólo me mira y de su boca, pequeños filamentos de placer obscenos van dejando un rastro cálido en mi piel.
¿Cómo decirle a mi cuerpo que reaccione, que se levante y aplaste al gusano repugnante y obsceno? ¿Cómo decirle a mi pene que deje de excitarse que el gusano es miseria y muerte y esquizofrenia y alucinación?

¡Qué asco! He vomitado y por mi pecho se extiende un miasma ácido y maloliente. Un vómito provoca otro vómito y tras expulsar la mismísima hiel, me duele el estómago y me arde la garganta.

Y la desesperación hace presa en mí: necesito que me coja el pene con su puño y me lo meneé, ¡coño! Necesito que su boca se lo trague, que se comporte como una puta, cualquier humana mujer, y me libere de esta presión. Estoy tan excitado que hasta una corriente de aire me haría eyacular.
Si pudiera liberar una mano me masturbaría gritando, escupiendo una baba animal.
El gusano ha llegado a la ingle y se interna entre mis testículos. Tengo tanto miedo… Lo noto en mis cojones, lo noto inquieto retorcerse en ellos, sus mil patas me endurecen el escroto como cuero curtido y ojalá ella lamiera mis pelotas, que sorba uno a uno mis huevos, que los empape de su saliva fresca y clara.

Me siento sucio, siento asco de mí mismo. Me siento humillado con el pene tan duro y con el enorme gusano que ahora asoma su nerviosa cabeza por el pubis.
Siento miedo de desear que el gusano clave sus fauces en mi pijo y me haga una mamada, siento asco de estar tan caliente, que me haya convertido en una bestia sin asomo de humanidad.
¿Qué es humanidad? ¿Acaso los humanos no sienten esta perentoria ansia por correrse aún cuando su mente se encuentra razonablemente coherente? Una vez fui humano y no podría haber soportado el gusano en mi piel, el gusano en mi mente, el gusano en mis cojones; pero siempre he deseado correrme, siempre ha sido un buen momento para soltar mi andanada de semen.

Me hubiera levantado la tapa de los sesos antes que caer tan bajo, antes que soportar que un gusano me la mamara.
Pero ahora… Que no me quiten la vida, que nadie me de movimiento, que el gusano haga su trabajo, que el gusano me la mame. El gusano tiene que llegar hasta mi pijo ardiente y amoratado, clavar sus fauces y liberar presión, comerse toda esta podredumbre, sorber mi semen loco.

Pero no, aún se hace esperar. Se enrosca de nuevo, le parece apetecible la vena principal que se retuerce bajo la translúcida piel que recubre el pene y se detiene, siento su minúscula boca perforando, siento la sangre salir. Mi pene cabecea excitado, se agita ante un próximo y repugnante placer-dolor-placer.
Se me escapan los mocos al lanzar un gemido de miedo. Estoy sucio por dentro y por fuera.
Sueños de mierda… ¿Y si no es un sueño? El gusano ha atravesado mi cerebro y ha salido por mi ano. Lo he parido desde lo más perverso de mi mente.

Me la está mamando, noto cada succión y su pequeña boca parece arrancarme el capullo entero. Siento como la leche se va abriendo paso por sitios que desconozco y como inunda algún conducto interior del pene. Siento como si me fuera a estallar la puta polla con una explosión líquida y blanca. Ojalá se ahogue el repugnante gusano.

Unas gotas de sangre se deslizan desde su boca y apenas se distinguen entre el amoratado e hipersensible tejido nervioso y sensible del glande.
Es tan grande el placer que al apretar tan fuerte las mandíbulas, rompo una muela. Me importa poco.

Como en un delirio, me pregunto si el gusano siente placer, porque sus ojos ya no me ven, se han llenado de sangre, dos bolas granates y mates que no pueden ver nada. Sólo intuir, sólo alardear ante el universo. Sin vergüenza, sin asco.
¡Bum!
Ha desaparecido el gusano, ha desaparecido mi polla, y sólo unas gotas de semen quedan entre el ensangrentado muñón de mi pubis.

—Lo siento mucho Al; se escapó. Era uno de esos gusanos del amor que se encontraban en la zona de cuarentena biológica. Aún nos quedan tres por encontrar.

Es Dani, mi amigo, mi compañero. Existe…

Gusanos del amor, así los bautizamos tras observar los grabados de una de las ruinas del planeta Lazaria. En la piedra de un altar, un gusano se alimentaba del pene de un ser con tres piernas. Tal vez no era un pene, pero lo parecía. Durante la toma de muestras, recogimos cuatro gusanos que guardamos en la cámara de cuarentena biológica de la nave.
Empieza a dolerme el pubis ¿es el dolor del miembro fantasma? Nunca mejor dicho.

—Sabes que no queda otra solución, amigo mío. ¿Puedes oírme?

Yo asiento moviendo unos pocos milímetros la cabeza y bajando los párpados. Mi conciencia parece despejarse lo necesario para concluir que estoy muerto. El protocolo de navegación no permite mantener con vida a seres infectados; quedan aún seis años de viaje.
Dani parece un super-héroe con su traje anti-contaminación plateado y el escudo de la aeronave en su escafandra. Aún empuña el cañón nucleo-elemental con el que ha reventado al gusano y mi polla.

Está llorando y apoya la jeringuilla neumática en mi corazón. La droga que el gusano me ha inoculado se diluye y puedo mover mis piernas, pero ya no son piernas. Ahora es un segmento de gusano, enorme y asqueroso. La metamorfosis avanza rápida.
Quiero morir deprisa.
Y yo mismo, cogiendo su mano disparo el émbolo que acabará con mi vida, con lo poco que queda de ella.

A través de la ventana panorámica de mi camarote, el sol de la galaxia Exoland, me deslumbra y me invita a morir medianamente cuerdo.
Un gemido eléctrico de pena, sale por el altavoz del traje de Dani.
No es tan malo morir, lo necesitaba.


Iconoclasta

21 de abril de 2008

Hijos: esos mocosos que a veces se ahogan

Imaginemos que un niño camina por un barrizal sembrado de vidrios y latas cortantes, clavos y azulejos rotos. Que pisa por encima de jeringuillas infecciosas que han bebido de repugnantes y sucias venas. De excrementos humanos y humanos.

Imaginemos que el niño (pobre animal, pobre...) tiene cinco años y camina con otros dos pequeños de tres y dos años. Imaginemos que llevan un perrito.
¿Es posible?

Bueno, imaginemos que sus padres los han dejado solos, que sus padres no se preocupan, que sus padres bastante faena tienen con lamer su propia mierda sin preocuparse de nada más.

No es posible, todo el mundo sabe que hasta el animal más tirado cuida de sus cachorros, los asea, los alimenta. Los protege.
Pero esto es un cuento, todo es posible.

Y los niños, tras salvar sus pies de todos esos peligros y aunque estén infectados: siguen vivos.
Sin embargo, lo peor está por llegar y los pequeños se adentran por entre una alambrada rota y llegan hasta una charca pútrida y sucia de agua y veneno.

Y el mayor de cinco años, que nadie vigila, camina por un estrecho pasadizo de tierra para llegar a una isla de mierda y malas hierbas.
Resbala, se cae, desaparece entre el agua marrón y muere.
Esto es un cuento. La laguna pútrida no lo mata, lo mata un hombre y una mujer que lo parieron y lo dejaron solo.

Esto es un cuento, no puede pasar. Hasta el animal más tirado protege y cuida de sus cachorros. Sobre todo cuando el peligro es tan obvio, tan cercano, tan visible y cotidiano.
A lo mejor ya estaba muerto, mil pinchazos sidosos en sus pies y un tétanos que le corroía el sistema nervioso pudieran estar a punto de devorarlo con más dolor que el agua.
Pobre animal de sucios padres...

Menos mal que sólo es un cuento y los padres quieren a sus hijos y los miman y los cobijan y pelean por ellos. Como hacen los animales más simples.
Cualquier hijo de puta puede ser padre: esto no es cuento. Cualquier tirado de mierda puede meter su sucia polla en un sucio coño y crear vida.
Esto no es un cuento, pero es tan sucio...

Tan triste.
Tan repugnante.

Buen sexo.


Iconoclasta

16 de abril de 2008

El chiki-chiki perrea-perrea



Si llego a imaginar que por cobrar los cuatrocientos euros de los españoles que Zapatero prometió si salía ganador de las elecciones, tenía que soportar esta monstruosidad, hubiera votado a Izquierda Unida. Aunque si he de ser sincero, voté al PP.
Pero si he de decir la verdad, no fui a votar.
Mi tiempo es oro.

Son detalles sin importancia. Aquí, lo que ahora urge, es que quemen todas las copias del chiki-chiki, la canción del Chikilicutre Perreador. Que las quemen y metan en el trullo al ministro/a de inCultura por vicioso y rural.

No hay Cristo que soporte este ruido chiki. Y me refiero a alguien con un mínimo de inteligencia básica y capaz de leer, sin detenerse, más de dos sílabas.

Los hay muy cultos, tolerantes y de buen rollete, que dicen que este payaso de cantante es un genio provocador. Pues razón no les falta a estos críticos lerdos y panolis, porque el chiki-chiki perrea-perrea es un emético en toda regla.

Seguro que se va a convertir en una melodía de culto en el mundo de las alocadas celebraciones del orgullo gay.

Como tengas la radio conectada en el lavabo mientras te masturbas y hagan la putada de emitir la canción del Chikilicutre; en lugar de eyacular una generosa y alba andanada de semen, lo que ocurre es que te meas.

Es todo confusión en mi poderoso cerebro de ocho millones de terabytes por segundo cuando oigo eso de perrea-perrea, me dan ganas de poner el culo en el suelo y rascarme tras la oreja con la uña del dedo gordo del pie que proceda.

Como España es de esos países en el que la inteligencia es un bien apreciado por lo muy escaso y la media de rapidez de lectura está en dos sílabas/minuto, es lógico que este ruido (gratuita y bondadosamente también llamado canción) se haya convertido en un éxito capaz de no avergonzar a nadie en absoluto.

Y ahora que hay tanto parado e hipotecas impagadas, es el momento idóneo para distraer a los sectores más necesitados de dinero y medidas político-económicas eficaces, con esta aberración sonora que los hará repetir y tararear con ese matiz de enfermos de síndrome de Down, el perrea-perrea.

Una aberración ésta, que ni siquiera Georgie Dann en sus tiempos mozos fue capaz de perpetrar.

Y luego dicen que poco a poco, España se está situando en un nivel cultural aceptable.

Si alguien retrocede un poco en el tiempo, comprobará que el chiki-chiki perrea-perrea, es la versión tercermundista y nada sutil del triqui-triqui de Demis Rousos, y que por aquel entonces, todos asociaban como una onomatopeya del acto sexual.

Yo jamás he hecho “chiki-chiki” ni “triqui-triqui” cuando he follado. Los únicos ruidos que percibo durante el coito, y la mamada, son los puramente líquidos, y por supuesto, los tremendos gritos de placer. Esto es lo que provoca mi poderoso pene bombeando con elegancia en el coño de mi esposa o de la puta a la que he pagado una pasta para que encima goce como una loca.

Los que hacen “chiki-chiki” o “triqui-triqui”, son tontos hasta para follar.

Lo del perrea-perrea es facilísimo de descifrar (no en vano lo hablan y pronuncian mentes muy inferiores a la mía). El Chikilicutre intenta decir: berrea-berrea (algo así como “canta tan mal como un toro o un venado”). Como ya he dicho, entre el público y críticos que gustan de este adefesio indecente de canción y cantante, no es habitual la lectura y así, berrea, cómo sólo lo conocen por su articulación fonética y es una palabra que en su vida han visto ni verán escrita; se convierte en perrea. Porque claro, es que aparte de no saber leer bien, la peña tiene una seria discapacidad fonética y los logopedas ya deberían ser multimillonarios todos. Sería lo justo.

Así de fácil es como degenera el verbo berrear en perrear gracias a este gobierno que actúa calculadoramente en complicidad con el Chikilicutre analfabeto para remachar de una vez por todas la estulticia por todo el territorio nacional, como si de una epidemia infecciosa se tratara.

Me cago en dios… Pues no voy a sudar yo los cuatrocientos euros de Zapatero.
Es que ser inteligente está reñido con ser afortunado. En fin, es una desgracia con la cual tendré que acarrear perreando-perreando hasta que mi cáncer de tibia se extienda a los pulmones y por fin pueda descansar en paz.

Esta falta de sensibilidad que tengo, también es para mí un tormento, no creáis; me siento tan sólo… Los veo bailar y disfrutar al son de esa canción que para mí es más triste que una ballena varada en la playa. Jamás podré sentir felicidad alguna ante esos ruidos.

Siempre me acordaré de aquella frase llena de fuerza que Clint Eastwood pronunció en Dos mulas y una mujer: Si me pagan con tortitas, los aso a tiros.
Los aso a tiros… Jo, qué bonito sería un mundo perfecto.
Maldita sea mi suerte.
Buen sexo.


Iconoclasta

11 de abril de 2008

Veranos


El calor se ceba en mí, el invierno se ha ido a la mierda y mi cuerpo responderá de mala forma: sudaré más, mis testículos olerán más fuerte y me masturbaré más a menudo.
Mierda de verano… Es un ciclo del que se me tendría que dispensar padecer, porque al final, mi deseo sexual en verano y en invierno viene a ser el mismo: escaso. Yo no tendría que formar parte del ciclo natural de los animales. Soy extraño, ajeno. Lo rechazo.

Soy inhumano.

Sí, tengo dos piernas, dos brazos y mis cojones intactos. Esto sumado a mi capacidad para coger una pluma y escribir incoherencias que pueda leer otro, me convierte en animal; pero no pedí serlo.
Hombres y mujeres en verano, se excitan más, follan más, o por lo menos piensan más en hacerlo. Su instinto primitivo les obliga a buscar sitios donde descansar y las grandes manadas humanas, en los meses de calor, van de un sitio a otro con sus cerebros a bajo rendimiento buscando barrizales y campos donde restregar sus genitales recocidos.

Yo no busco nada, me conformo con que ellos desaparezcan, que se larguen a sus mierdas de destinos, que se preñen las hembras, que las jodan los machos. Yo sólo fumaré y me revolcaré en barro si así me apetece.
Me rebozaré en polvo, cogeré mi pene duro y siempre húmedo y me masturbaré gimiendo como una puta ante su cliente. Engañando a la furcia vida; que no sepa que me pudre estar vivo en este tiempo y lugar.

Calor de mierda, sol asqueroso… Estoy harto, aburrido de que cada ciclo sea invariable. Es tanta mi desesperanza, que a veces me encuentro deseando que ocurra una catástrofe natural a escala planetaria. Algo que me arranque de esta vida aburrida, monótona y ahora calurosa.

La única ventaja de toda esta mierda de calor, es que las putas en la carretera, se ponen menos ropa.
Está demasiado delgada, no me gusta, pero lo único que quiero es salir de esta carretera, de este arrancar y parar agobiante; sacudirme de encima la sensación de estar pudriéndome al lado de ellos, de los ajenos a mí. Y son todos.

A veces, cuando la puta tiene mi pene en su boca y succiona haciendo que mis testículos se contraigan de placer, me encuentro deseando que una bola de fuego caída del cielo arrase un continente cualquiera. Me la pela el continente que sea; me la pela de la misma forma que esta puta lo hace por veinticinco euros (es una yonqui que se cotiza a la baja para poder chutarse en vena cualquier mierda que le den). No tengo pasión en mi aborrecimiento, como ella no pone pasión en lamerme el bálano.
Me irrita mucho sudar cuando me la chupan.

Podría tocarme la lotería y ser yo el que desapareciera, pero me parece mucho más improbable, el mundo está contra mí y sólo espero algo malo.
Está todo mal.
No me gusta. El sol es mi enemigo, el hombre es mi enemigo, el planeta es aburrido y previsible. Hostil.

Mi pensamiento es cuanto menos, peligroso. Lo reconozco, peligroso para mí y para los demás. Soy un individuo defectuoso entre la especie humana y eso no puede ser bueno para nadie. Cuando joda a otra mujer y la deje preñada, el hijo será un animal como yo y lo condenaré a padecer este calor y tener oscuros pensamientos cuando el invierno desaparece.

Seré el primero de una dinastía de fracasados y frustrados.
Por veinticinco euros más, la puta accede a montarse sobre mis muslos y follarme. Yo me dejo follar, hace demasiada calor y no tengo ganas de trabajar. Que se mueva la yonqui. El volante la obliga a pegarse demasiado a mí y un pezón sucio y seco, se me posa en los labios.

No tengo condón y ella dice tener el sida, ya me lo dijo, hace tiempo, peron nunca se acuerda. También me importa poco, no puede ser peor el sida que este calor entre la manada, este tufo a carne humana sudorosa y combustible quemado.

De alguna forma inverosímil en una puta, su vagina está lubricada, aceitosa, blanda… Seguramente se ha metido algo de calidad.
Enterrar mi pene en ella es tan fácil como sudar.
Y me corro, todo el semen en su coño. No me extrañaría que se quedara preñada. Tampoco es problema, se tomará la píldora del día después y en el peor de los casos, que con el mono se olvide de tomársela, no llegará a desarrollar más que medio feto. Está en los huesos, la enfermedad se la come, la agota.

Y la verdad es que debe tener la matriz tan podrida por la enfermedad que no saldrá nada de ahí, no formará vida alguna y mis espermatozoides buscarán como locos un óvulo que no es más que un quiste pequeño e inútil.
Pesa nada y parece que todo es coño. Me gustan los coños ágiles. Pegados a un cuerpo liviano.
Maldito calor...

Le doy los cincuenta euros y baja del coche, se pasa una toallita de papel por la vagina, se limpia los muslos de semen y la boca con el dorso de la mano.
Es curioso cómo crecen los hijos, cómo se convierten en algo totalmente diferente a lo que sus padres son. Y lo que soñaban que serían el día de mañana esos hijos que uno quiere más que su propia vida.

Hace años que la puta no me llama papá, hace tiempo que dejó de ser mi pequeña. Un verano y un viaje de fin de curso. Cuando volvió a casa, en su mirada no había inocencia. Había experiencia y en sus ojos escleróticas rayadas por finas venas.
Dejó de hablar y yo me sentí mal, me sentí traicionado y el miedo a su pérdida hizo mella en mi ánimo. El calor de cada verano me trae recuerdos de una hija perdida. De una puta que no tiene cerebro.
Recuerdo haber vomitado los primeros días en los que acudía al centro de desintoxicación para visitarla, para desear ver algo de ella tal y como la conocía antes de aquel verano. Recuerdo a mi mujer llorando; la casa se hizo angustiosa como un cementerio de tumbas abiertas, de huesos al aire.

Para ella no había más pensamiento que el deseo vehemente de salir de aquel centro y volver al caballo, a meterse mierda en las venas y en la nariz.
Los veranos son sucios como la sangre toxicómana, sucios como excrementos sanguinolientos de sidosas hemorragias.
Un verano nació una yonqui y murió un padre que no debería haberlo sido jamás.

Puto verano. Está tan podrido su cerebro que no guarda un solo recuerdo de mí; ni mis ojos taladrando los suyos evocan nada en su mente estropeada.
Con dificultad, lo que una vez fue mi hija, se sube las bragas y mete los billetes doblados mil veces en un minúsculo monedero.

—Hasta la semana que viene —me despido a través de la ventanilla.

Aún huele el coño de lo que fue mi hija en el asiento.

—Adiós, Alonso —me responde con la voz rasposa, con los labios mal pintados.

Al principio no podía creerlo, no podía creer que no me conociera.
Odio el mundo entero, odio todo lo que se mueve sea bello, feo, malo o bueno.
Odio este mundo en el que tengo que follarme a mi hija para poder verla y tocarla. Odio este mundo que ha podrido a mi hija y mi vida.

Nunca aceptó volver con nosotros, era consciente de su propia degeneración, sólo le quedaba dignidad. Y la dignidad se convirtió en una especie de cruzada en la que ella no quería limosnas ni ayuda, no aceptaba nada.
Y perdió la memoria, un día la vi aquí mismo, en este descampado junto a la carretera; ya me había olvidado. Le di el dinero y me hizo una mamada. Le acaricié el pelo y me dijo que no lo hiciera, que era sólo trabajo.

Su madre murió en silencio una noche en la cama, a mi lado. De un infarto, de un ronquido que no oí. Me desperté al lado de un cuerpo frío. Y me pegué a él, absorbí todo aquel frío mortal y lloré un poco.
Era verano, y llamé a un médico de urgencia. Mientras llegaba, me volví a abrazar a su cuerpo frío.
Calor…

A veces pienso en lanzar el coche por el acantilado, con las ventanillas abiertas y volar… Aire fresco del mar…
Pero aún, a pesar de todo, tengo la esperanza de que ocurra algo malo, algo que sea tan atroz y salvaje, que me lleve a olvidar toda esta mierda de vida.
Ni siquiera la puta que me ha follado y que un día fue mi hija, me importa ya.

Sexo y destrucción, el sexo para mí, la destrucción para ellos.
Hace tanta calor… Y se ha estropeado el aire acondicionado.
Mierda de coches asiáticos…


Iconoclasta

4 de abril de 2008

La esclavitud, divino tesoro



El detector de metales para encontrar las minas anti-personas en los abundantes y resecos campos minados de toda Africa, cuesta unos tres mil euros.
Por ese precio, se pueden comprar hasta diez niños de entre seis y doce años para que las busquen. Esto es algo que los padres entienden y reconocen cuando les pongo en la mano unos cuantos billetes: no se puede comparar la efectividad y el empuje de los niños para encontrar las minas, con el frío bip metálico de un detector.
Ellos las señalan con el palo que con el que les equipo para tantear el terreno (me recuerdan a los perros que levantan la pieza en las cacerías) y le pego un tiro a la mina desde una prudente distancia.
Antes les grito que se protejan los ojos y los oídos.
Si tienes suerte, estos niños te pueden durar hasta un par de semanas. Cuando pierden una pierna o el brazo, simplemente se les cauteriza el muñón con algo muy caliente, les doy un poco de coca cola y en un plazo máximo de veinticuatro horas, ya los tengo caminando por los campos minados.
El niño que más tiempo me duró, fue un macho muy negro de siete años que perdió los dos brazos y una pierna en el espacio de dos semanas; parecía que había nacido con suerte al sobrevivir a tantas explosiones.
Sin embargo, la rama que le di a modo de muleta y en la que apoyaba el muñón del brazo derecho para proseguir con su trabajo, presionó otra mina. Cuando me di cuenta de que la única pierna que le quedaba estaba a diez metros de él, contrayendo los pocos músculos que tenía, pensé que podría montarlo en un carrito y con la boca podría ir tanteando el terreno.
Pero se desangró casi al instante. Dieciséis días es el récord de supervivencia.
Yo les doy un sentido a la vida a todos estos niños. Suelen estar infectados de sida y la enfermedad se los come sin que puedan hacer nada útil para la sociedad.
Los padres se vuelven locos de alegría cuando les ofrezco 100 e incluso 200 euros por cabeza o hijo (los más mayores son más caros). Y eso que saben a lo que me dedico.
¿Cómo acabé aquí? Muy sencillo, nací en Barcelona y desde pequeño me entusiasmaban las historias de romanos y griegos, su pasión por los esclavos. Todo aquel circo montado para que la gente disfrutara de un verdadero reality-show donde hombres se descuartizaban luchando y los leones daban caza a beatos y sectarios cristianos, me fascinaba.
Las sociedades se hacen grandes gracias a la esclavitud.
Todas aquellas lecturas, toda esa admiración por los conquistadores y militares antiguos y clásicos, me hizo ver que los actos de aquellos hombres y mujeres, eran la esencia misma del ser humano.
La esclavitud, siendo conocedor y comprendiendo y respetando al ser humano, es el bien más preciado y lo que verdaderamente nos distingue de los animales.
Egipicios, griegos, romanos, españoles, ingleses, holandeses, portugueses…
Los países de estos individuos triunfaron gracias a la esclavitud.
La esclavitud es el motor del progreso y la cultura.
Yo trabajaba en una fábrica de mierda por menos de mil euros, casi cincuenta horas a la semana. Cuando el dueño de la empresa entraba con su cochazo de mierda, sabía que yo era un esclavo. Lo sabíamos y reconocíamos los dos.
Aquel idiota gordo e inculto, sabía que yo era de su propiedad, me pagaba por hacer un trabajo, el trabajo que él quería.
La sociedad está montada en base a la esclavitud.
Y el esclavo es el trofeo del triunfador.
Ser dueño de un esclavo es lo que marca a un hombre como poderoso y pilar importante de la sociedad.
Trabajador… Y una mierda. El concepto de trabajador u obrero es un eufemismo que han acuñado los esclavos para no pegarse un tiro en la sien al reconocer su fracaso. Su condición de esclavos.
Así que un buen día, al acabar la jornada de la habitual mañana del sábado, llamé a la puerta de la casa de mi amo, en las afueras de la ciudad, y muy cercana a la fábrica.
Los sábados se acercaba a la fábrica y a los esclavos de su confianza nos invitaba a almorzar en el restaurante de camioneros. Se hacía pasar por un tío superguay y luego se largaba bastante colocado de vino malo a su gran casa.
Una cosa es que me apasionen las culturas antiguas, otra cosa es que me pueda gustar ser esclavo.
Dijéramos, por decir lo mínimo, que me molesta mucho ser esclavo.
Así que cuando abrió la puerta, le pegué un tiro en la boca.
Como la casa se encontraba a más de un kilómetro de la carretera y no había vecinos cerca, no me preocupé lo más mínimo por el ruido de la vieja Llama automática de 9 mm. (me la regaló por seiscientos euros un amiguete que era policía local y decía haberla encontrado en un coche robado).
Entré en la casa y le volé a la mujer la teta derecha cuando trotaba hacia el cuerpo de su marido, al cual le salía humo de la boca.
Acerqué el arma a su coronilla y le descerrajé otro tiro.
Una adolescente gritaba alocadamente corriendo de un lado al otro del salón. Disparé seis veces antes de meterle una bala en la espina dorsal y dejarla tetrapléjica durante los escasos segundos que tardé en apoyarle el cañón en la frente y disparar.
Al hijo lo pillé cuando se disponía a saltar por la ventana de su habitación, se largaba dejando los auriculares por el suelo y la cadena musical encendida. Un tiro entre los omoplatos y otro a bocajarro en la cabeza. Yo no soy de esos paranoicos que se pasan un buen rato con ellos.
Aunque por unos segundos, pensé en metérsela a la hija.
Conocía la casa porque más de una vez había acudido para trabajar: pequeñas chapuzas del hogar que me pagaban con unos miserables euros.
En el despacho del mi bwana, encontré en uno de los cajones treinta y siete mil quinientos ochenta y dos euros.
Me largué a casa, le dije a mi mujer que esa tarde tenía que volver a la fábrica y al marchar, me despedí emocionado de ella y de mis dos hijos: Marta de tres añitos y César de seis.
He de decir que soy un gran aficionado a la fotografía, a la de prensa.
Y con ese dinero, monté un pequeño despacho, un ordenador y una línea telefónica en Zaire y me puse en contacto con las agencias de noticias, como Efe y Reuters. Les ofrecía modelos y motivos fotográficos para la venta a los grandes rotativos mundiales.
Para los aborígenes africanos, actuaba como una de esas ONGs que te encuentras a patadas y decía dedicarme a la humanitaria tarea de desactivar minas.
Con las autoridades, si tienes pasta, no hay ningún problema.
Y claro, procuro ir a los lugares más pobres y deprimidos para asegurarme de que tendré modelos para las agencias de noticias.
Así que cuando he encontrado una región con abundantes campos minados, me pongo en contacto con las agencias, las cuales sea noticia de actualidad o no, siempre se parten el culo corriendo por conseguir la foto de un niño negro mutilado.
Si quieren un video, les pido más dinero, claro.
Los niños caminan felices de ser observados por las cámaras e incluso en el momento en el que sus brazos son arrancados de sus cuerpos por las explosiones, sonríen.
Los fotógrafos también, porque sacarán una pasta de derechos de autor a pesar de darle el porcentaje acordado a la agencia de noticias.
Y así es como he conseguido ser alguien en este mundo. Ser importante y respetado.
La prueba es que tengo ocho esclavos trabajando en mi finca. A éstos, los he liberado del trabajo en los campos minados.
Cuando llegan celebridades y me encargan unos mutilados para fotografiarse con ellos, las invito a mi casa y me tratan con respeto y admiración.
Follarse a las famosas cantantes y actrices, tampoco es para tanto. Son sosas y remilgadas, muchas de ellas tienen un esfínter demasiado estrecho. Al final, acabo tirándome a alguna chica que compro en algún poblado.
En fin, que alguna desventaja tenía que tener esta vida de triunfador.
Pero no la cambiaría por nada.
De lo único que me arrepiento, es de haber perdido tantos años siendo esclavo.
La esclavitud es inevitable cuando hay vencedores.



¿Habéis visto que no siempre mato a primates? Algunos son casi amigos míos. Amo a este hombre.
Maldita Africa y maldito calor… Me largo a mi oscura y húmeda cueva.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

28 de marzo de 2008

El madre-padre

Una lesbiana con pellejo de hombre va a ser madre. A mí me la pela; pero no puedo evitar sentir auténtica repugnancia al ver la barriga peluda de la marimacho hiper-hormonada.



Si alguna vez he dicho que hay culturas que deberían desaparecer de la faz de la tierra, la nuestra, la occidental con toda su hipócrita tolerancia y sus pseudo-libertades para cobardes, debería ser incinerada bajo la distraída mirada de un ser como Nerón, y en vez de tomar uvas al son de una lira, que se chute jaco para soportar el olor de tanta mierda quemada.
Vamos, que esta basura de sociedad debería ser cauterizada de toda su podredumbre.
O sea: se persigue el sexismo, se censura el sexo explícito y permiten que una tortillera transformada en pseudo-macho se haga un in-vitro y de ahí nazca un hijo que crecerá asqueado y avergonzado de tener semejante cosa como madre.
También se le cuestiona el derecho a morir a una mujer enferma y se permiten la frivolidad de dejar que la tortillera caprichosa ya arrepentida de haberse hormonado como una vaca, tenga un hijo porque así le sale de su deforme chocho.
Porque a saber lo que puede salir de esas matriz podrida de hormonas masculinas.
Bueno, tampoco me importa mucho, a mí me da asco la imagen. La criatura que ha de nacer y sus madres me importan tan poco como la colilla del cigarro a la que no le queda ni un gramo de tabaco. Es la estética de ese repugnante cuerpo preñado lo que me hipersensibiliza.
Soy delicado con algunas cosas, que se le va a hacer.
Como la vieja loca aquella (Enero 2007); la abuela que se preñó artificiosamente con gemelos y luego lloriqueaba por un macho joven que la ayudara a mantener a sus hijos-nietos.




Si no fuera porque soy sensible a todas las formas de vida del planeta, me partiría el rabo riendo.
La cuestión es que si yo tengo que tragar con esas desagradables imágenes y me censuran las de bellas modelos en actitud provocadora (como la dichosa campaña de Dolce & Gabbana), pues que se traguen mis palabras, que por cierto, no se las paso a nadie por delante de los morros como hacen los colaboracionistas medios de comunicación con estas desagradables noticias e imágenes de hombres embarazados y ancianas madres.
El tener que ver semejantes monstruos de feria me ofende.
La tolerancia en este caso (como en tantos otros) es una toalla toda llena de pelos de mis huevos.
No me diréis que no soy ingenioso con mis circunloquios.
Si es que soy lo que rima con joya de listo.
Buen sexo.


Iconoclasta

25 de marzo de 2008

Semana Santa 2008


Menuda semana santa. Esto de ser pobre y por lo tanto ignorante (o ignorante y por lo tanto pobre, da igual que te la chupen o que te la dejes chupar a efectos de resultado) es de lo más aburrido.

Suerte que lo poco que cobro lo invierto en pagar la televisión por satélite, porque las televisiones públicas sólo emitían noticias del tiempo y la quiniela de muertos en las carreteras para las operaciones salida y retorno a las grandes pocilgas donde habitan los currantes.

Es que se hacen apuestas y juegos con las cosas más absurdas, y todo por llenar espacio. Sólo faltaba que enumeraran los muertos por maricas y heterosexuales.

Bueno, si he de ser justo, no todo era carne en conserva; también se encoñaron a gusto con el drama humano que representaba el que la lluvia impidiera sacar la imaginería popular. Pobres, es que les enfocaban las jetas llorosas y se me escapaban toda clase de ruidos extraños de la boca y la nariz.

Ante tal desgracia, el humo de la maría penetraba en mis preciosos ojos verdes y me preguntaba si las nazarenas van desnudas bajo sus disfraz.
Las religiones y supercherías son tan erotizantes cuando esnifas polvito de ángel... Muy apropiado para estas fechas.

Sólo tenía breves momentos de verdadera libertad y autonomía cuando mi mujer e hijo se largaban a dormir. Yo me quedaba sentado frente a la tele con la excusa de ver Quo Vadis en el canal de cine clásico; y cuando ya roncaban (los quiero con locura pero roncan como la madre que los parió) sintonizaba taquilla X convirtiendo así la pasión, pascua, viacrucis o como cojones se llame toda esa fiesta, en una explosión blanca de cremosidad caliente.

Yo también se hacer penitencias.

Y así, entre películas, insultos a mis suegros por su constante presencia y comer opíparas hamburguesas en el Burger King, he pasado unos días de asueto y embrutecimiento en los que me ha importado el rabo de la vaca si llovía o no. Total, soy sumergible y antichoc como el mejor de los relojes japoneses.

Sí toda la espiritualidad de estas fechas, me ha servido de toalla de bidé.

Yo también sé ser feliz aunque no me vaya a Nueva York a comprar cosas inservibles.
Buen sexo.


Iconoclasta

22 de marzo de 2008

Jaculatoria a su coño

Si creyera en Dios y además fuera devoto, recitaría una jaculatoria desgarradora al Cristo de Tu Sagrado Coño. Si creyera en algo más que en ti, todo sería más fácil. Tendría esperanzas.

Hay cirios rojos derramándose sobre mi pene, mi garganta destrozada por una oración clamada a tu Sagrado Coño. A tu Sagrado Ser.

¡Cristo de Su Sagrado Coño! Yo te canto con la pasión del amor ferviente. Llevo una corona de espinas en mi glande, y sangra como tú sangraste por nosotros.
Ahora sangro yo por ella, un sacrificio a ti. Escucha mi oración: Arrebátasela a él, al otro, al cabrón...

Dámelo a mí: Su Coño, Su Ser.

¡Cristo de Su Coño! Te lo ofrezco todo por ella: mi alma condenada.

Mi sangre derramaré en la cruz que te hizo Dios y mi semen a tus pies. Intercede por mí ante ella. Que se enamore de mí hasta sentirse morir, que me necesite para seguir viviendo como yo intento sobrevivir sin ella.

¡Cristo de Su Coño! Tú que fuiste hombre: necesito follarla cada día, tenerla. Clavarla a mí como a ti te clavó tu Padre en la Cruz.
Tu Padre te concedió el deseo, concédemelo tú a mí.

Sangramos; tú por tus estigmas y yo por mi polla. Es este un deseo tan atroz como insistente el latido en las venas de mi verga. En las arterias que corren por mis brazos.

No es esto un ruego, es un lamento ¡Oh, Cristo de Su Coño! Si nos amas, danos paz, dámelo, otórgamelo: su coño es mío.
Me la he ganado con el dolor de mi alma. Con cada siglo de espera eterna.

¡Oh Cristo de Su Coño! Si tu madre derramó lagrimas, de mi pene gotea cera hirviendo de rojas velas, de roja pasión, de roja sangre, de roja locura. Lágrimas de deseo. Las velas que te ofrendo se deshacen en mi polla: el pago a mi deseo, a mi ruego.

Redímeme de nuevo.

¡Oh Cristo de Su Coño! Súbeme a la cruz contigo y enséñame como sonreír ante el dolor. Es este un canto desgarrador; tienes que oírlo, grito tanto... Súbeme contigo a la cruz y concédeme una eternidad con ella.

Te pido tan poco… No quiero perdonar a nadie; sólo condenarme.

En nombre de mi polla despellajada, Cristo de Su Coño: Que me ame, que me quiera más que a ti, más que a nada en el mundo.
Déjame ser su Cristo verdadero.

Es este un cantar roto de deseo, no dejes que tu hijo sufra más. ¿No ves como la deseo? ¿No ves que es su coño por ti bendecido y por ti creado lo único que pido?

Es esta la saeta del hombre desgarrado. No dejes a tu hijo sin su cruz. Dame la perdición de su coño, como tu padre te concedió la de la cruz.

¡Oh Cristo de locos y enfermos! Soy tu siervo.

Dame consuelo, dámela a ella.
Dame de beber de su coño, como si fuera tu cáliz.
No es esto un cantar, es pura agonía.

Apiádate de mí, condéname al fuego eterno.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Su Sagrado Coño…




Iconoclasta

20 de marzo de 2008

666: a pedradas

No hay nada más refrescante para la mente que matar unos cuantos primates y luego quedarse con uno para pasar el rato mientras te fumas un puro y reflexionas. Los hay que hacen toda suerte de ejercicios mentales para buscar la paz espiritual, yo no. Yo soy uno con el universo cuando siento y veo como se muere un primate. Es el mayor placer (aparte de tirarme a la Dama Oscura) gozar de la lenta agonía de un humano, de cualquiera.

¡Bum! Detonación… Es ella…

No es tan sencillo torturar, sobre todo si se pretende disfrutar de la intensa y dolorosa agonía de vuestra víctima. Requiere una serie de habilidades milenarias conseguir que un primate viva el tiempo suficiente como para disfrutar de una prolongada y dolorosa agonía. Sobre todo cuando se busca algo sereno y sin demasiados gritos. Esas torturas chillonas, me dan dolor de cabeza.

Me encuentro en una sucia cabaña de metal y uralita en una de las repugnantes y feísimas calles de Kabul, en Afganistán. El hedor del río es insoportable.

Suelo acudir a los sitios más pobres y miserables para disfrutar de mi afición y trabajo, porque así mis actos adquieren un carácter más cruel. Matar a un millonario o poderoso haría feliz a muchos primates, y no quiero haceros felices, os quiero matar a todos y colgaros de ganchos para ahumaros como sardinas.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

El calor que hace no mejora mi humor y creedme, cuando estoy de malhumor, todo empeora para vosotros, primates.
Mirad si no, a que pocos esquimales cazo. El fresquito me pone de buen humor. Siempre ha sido así desde que ese dios cabrón y melifluo me largó de su paraíso de mierda.
Es igual, al final no hubiera aguantado tanta bondad de mierda y le hubiera pegado fuego a él y sus querubines.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Hace poco menos de media hora, acaban de matar a pedradas a una puta, su marido la ha acusado ante un palurdo con barbas que hace las veces de guía espiritual, de haberle sido infiel. Y tras darle una buena paliza, la ha llevado por los pelos hacia el viejo primate; éste ha dictado sentencia.

La han enterrado hasta las tetas, le han atado una sábana a la cara y una panda de tarados la han apedreado hasta que ha quedado inmóvil.
Cuando le han quitado la sábana de la cabeza, su cara parecía una hamburguesa poco hecha y no tenía un solo diente sano.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Durante ese tiempo, no he tenido más remedio que masturbarme pensando en su dolor; pero sobre todo, pensaba en ese miedo que la atenazaba y que sin duda alguna era mucho más letal que las pedradas. Y se me han escapado unas gotas de leche pensando en lo que les haría a alguno de estos machos.
He decidido averiguar si su marido es tan hombre como para aguantar una conversación conmigo.

No lo es, tiene las manos atadas a uno de los tubos que soportan el techo de la chabola y ahora se le escapa la vida por el culo, le he reventado el esfínter con unas cuantas piedras que ha usado para matar a su esposa. Con precisión, le he estado golpeando entre las piernas y en el centro del ojo del culo, hasta que ha manado la sangre.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Su mujer se había acostado con el vecino que vive enfrente y que también ha participado en la lapidación de la adúltera. Cuando le he clavado el puñal en la nuca, estaba bebiendo té que había calentado en una lata de tomate oxidada. Cuando mueren así de rápidos, es como una pequeña erección que apenas me proporciona placer, no me llena. Por ello, en el pequeño patio trasero que hace las veces de mísero huerto, he violado a su mujer por el culo y acuchillado a los dos niños. Claro que han gritado, pero es una pequeña calle poco transitada y con pocos vecinos. Mi Dama Oscura, los estará matando en este momento.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

A la mujer la he dejado viva, pero le he cortado la lengua. De vez en cuando dejo primates vivos para que den testimonio de mis creaciones.
Si no hubiera matado a esta familia antes de ir a por el marido chivato, el ansia me hubiera llevado a un trabajo más apresurado. Cuando tengáis que matar y disfrutar con la agonía de algún congénere vuestro, lo que tenéis que hacer es lo mismo que los que llevan mucho tiempo sin follar: una paja.
Es el mismo principio.

El hombre se llama Ahmer y hace ya rato que ha dejado de llorar y gritar, ahora sólo respira con dificultad.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Acaba de vaciársele el vientre y se mezcla la sangre con la mierda. Es curiosa la anatomía, rompes un músculo y mana mierda. Los primates tenéis tanta suciedad en vuestro interior…
Era inevitable esta desagradable excreción. Sin embargo, soy astuto y he cerrado su pene estrangulándolo con un alambre, sabía que se mearía cuando con esas mismas piedras, he roto las costillas lentamente y en ambos costados, hasta que sus pulmones se han perforado.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Es por eso que se cuida muy mucho de gritar: cada intento por coger aire se convierte en un vómito sangriento. Una bocanada de sangre sale de sus labios.

Y la verdad, a pesar de ser un dios, no puedo por menos que sentirme un poco inquieto al ver esa morcilla amoratada, casi negra e irrecuperable como órgano. Es igual, está muerto, no necesita recuperar su polla apedreadora; no hay cirujano ni dios que le pueda salvar la vida. Sólo se le puede acortar sufrimiento y eso no es algo a lo que esté dispuesto a hacer.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

¿Veis? Siempre pasa lo mismo con estos machos primates: muy territoriales, muy reproductores, pero cuando se enfrentan a la muerte, se cagan y se mean.

Bueno, si no hubiera matado a pedradas (lapidación le llaman algunos intelectuales eufemistas) a su santa, lo hubiera asesinado igualmente; Alá mira a otro lado hoy.

Le cojo el casi podrido pene que cuelga dolorosamente entre sus piernas (no es tan largo como dicen que estos monos lo tienen) y cuando se lo agito, un chorro de sangre en lugar de un grito se desliza desde su boca por el pecho.

Me pongo malo, de excitado… Saco mi pene por la bragueta del pantalón y acercándome a su boca, respiro el hedor de la sangre, masturbándome con mis poderosos y musculosos brazos. El humo de mi puro no le molesta al entrar en sus ojos, le duelen demasiado los pulmones y la poca sangre que le queda, la está cagando. El humo es soportable en una situación así.

De hecho, fumar no tiene nada de malo, lo malo es lapidar.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Cuando eyaculo en sus pies, me limpio el semen con el cabello de la cabeza que le he cortado a su hija (imagino que es suya, ya que si su mujer era tan puta…). El cuerpo de la pequeña descansa pálido y sin sangre a nuestros pies.

Su hijo, un ejemplar mayor, de unos doce años ha muerto con mi puñal clavado en la garganta.
Y este primate afgano, lo ha visto todo. Soy mejor que dios creando dolores y penas; y eso que él se emplea a fondo. Ocurre que él es vago, yo no; yo hago personalmente mi trabajo.

¡Bum! Detonación… Otra vez…

Para acelerar su muerte y provocarle más dolor, le corto esa morcilla hinchada y negra en la que se ha convertido su polla.
Sus mocos salen disparados de la nariz intentando no gritar para evitar el intenso dolor de sus pulmones y su vientre se encoge tanto que por puro mimetismo, hace que se contraiga el mío.

Con el pene aún goteando leche, me siento encima del cuerpo del niño y sacando el cuchillo de su garganta doy una fuerte calada al cigarro.
Del muñón del pene apenas mana sangre, un hilillo fino cae vertical como una meada desde su ano y sus ojos se cierran.

Ya está perdiendo el control de su cuerpo y su pecho se infla y desinfla con rapidez haciendo caso omiso a las costillas que desgarran los pulmones. Yo cierro mis ojos y abro la boca aspirando con glotonería la vida que se le escapa.
Y por fin queda inmóvil, sus ojos están tan inyectados en sangre que no se le aprecian las escleróticas.

Hay un silencio maligno que me emociona.

Salgo de esta mierda de choza dando una patada al cuerpo de su hijo.

Mi Dama Oscura me espera al final de la calle, no lleva la cara cubierta, y viste una minifalda que deja sus musculosas piernas visibles hasta casi el inicio de las ingles. Es una gozada verla así.
Me gustaría saber cómo han reaccionado los primates que ha estado matando en las otras cabañas. Seguro que se les ha puesto dura antes de que ella les volara la cabeza de un tiro. En su mano sujeta con elegancia y erotismo una humeante Glock de 9 mm. negra como mi pensamiento.


Cuando llego hasta ella, levanto su falda; como siempre, no lleva bragas y hundo los dedos en su coño: está empapado. Sonrío con ternura a un niño que llora abrazado a un cadáver.

Me la voy a follar, mi Dama Oscura necesita de mí, la pobre no aguanta más.
Os dejo.
Ya os contaré más cosas interesantes en otro rato.
Siempre sangriento: 666.


Iconoclasta

5 de marzo de 2008

Los amantes valientes

¡Qué valientes! ¡Qué coraje!
Los amantes alimentan un amor de improbable tacto.
Miradlos, cogen las brasas con las manos, sólo hay fuego en su amor. Están locos y prefieren quemarse a no amar, a dar su amor por imposible.
Hay una punzada traicionera en la belleza de las palabras escritas y cuanto más bellas son, más sangrante la herida.
Se desangran valientes, se corroen entre lágrimas. Y una sola de sus risas es un universo de amor.
Es casi ridículo ese amor tejido de madurez y dolorosa comprensión.
¡Qué valientes los amantes que sacan de toda esa ansia inconsolable unos segundos de gloria!
Gloria a los amantes en el cielo y en la tierra.
Se masturban con áridas esperanzas, con ilusiones desbocadas.
Se masturban soñando con la mano amada en sus sexos palpitantes. El sexo es arrollador e infinito en sus mentes.
Sin embargo, se conformarían con la voz; cambiarían diez años de vida por un susurro de amor. Una confidencia al oído.
Toda esa ternura…
Que pena que tanto amor cree tanta ansia, tanta onírica esperanza.
¿Qué necesidad tenéis, amantes locos, de vivir así?
Sangran las palmas de las manos por cerrar el puño y contener tantas caricias en el aire.
Os desgastáis generosamente en un decorado vacío y árido.

Negranoche, cubre mi ansia con una sonrisa, con unas palabras que me den esperanza. Lanza tus gemidos al viento, dedícamelos como yo arranco de mis entrañas los míos.

Los goces del amor no son más que dolores divinos. Sacrificios que no son necesarios, simplemente inevitables. Nadie pidió amar así, los amantes no se piden amor, sólo se derraman el uno en el otro.

Negranoche, mi diosa del amor, mi diosa susurrante. No dejo de soñar en convertirte en mujer cada día. No te quiero en el Olimpo, te quiero cerca; tanto que pueda penetrarte, penetrar en ti profundamente, que me arrastres dentro de ti. No quiero adorarte más, sólo deseo amarte.
Diez años pago a la vida por violar tu boca con la mía. Por invadir con mis dedos tu piel.
Quiero ser inmisericorde con tu cuerpo y con tu alma.

Angustiosas dichas que me desangran sin dolor, narcóticamente.
Deberían arder los amantes, incinerarlos. Todo ese amor que crean y mantienen, afea el universo. Le quita todo protagonismo a las estrellas más bellas.
Y no hay nada más bello que la ternura de una sonrisa que no se ve, que sólo se presiente. O el beso lanzado al aire, una brisa untuosa que los cubre y les da una paz momentánea, un descanso al corazón.
Unas gotas de agua en el desierto.
Se las merecen.
Aguerridos amantes.
¡Qué valientes! Soportan días de te quieros emborronados con semen y dedos húmedos. Pieles etéreas, casi fantasmales.
Gozan del romanticismo trágico y devastador para el ánimo impaciente.
E impacientes los labios, los besos y las caricias.
Desesperados en el aire luchan por existir los sonidos de amor. No llegan, y ellos sonríen al verlos morir.
La ternura de una sonrisa…

Así de valientes, así de suicidas somos los amantes.
Tanto desgaste, mi Negranoche…
Tengo heridos los labios por no besarte, de morderlos y evitar que besen el aire y pierda la cordura.
¡Que cobarde soy..! Temo al tiempo y a la distancia.



Iconoclasta