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8 de agosto de 2006

Sexo en el Sistema Solar



PRÓLOGO

Soy un probador de condones, esto quiere decir que trabajo en una empresa dedicada a la manufactura del látex con fines gozosos y libidinosos, amén de la proverbial profilaxis.
Resumiendo: me la casco todo el día, saco un par de condones elegidos al azar de cada lote fabricado y me masturbo con cada uno de ellos. Si no chorrea el semen o no se rompen, los vuelvo a meter en su envase. Certifico después la integridad del lote y ya pueden distribuirse por los supermercados, tiendas de sexo y farmacias.
Suelo probar unos 25 condones por día y esto no es un alarde si no mera información.

Este año he decidido pasar las vacaciones visitando los principales astros del Sistema Solar y realizar un amplio y detallado estudio del comportamiento sexual en esos planetas un tanto desconocidos.
Entre ellos la Luna y el Sol.
Y es que disfruto y adoro mi trabajo, por profesionalidad y por un afán carnal e incluso científico, pasearé por el Sistema Solar manteniendo relaciones sexuales con los individuos femeninos nativos de cada lugar visitado.
Ante mi afán científico y por este innovador estudio a nivel planetario, mi empresa me ha subvencionado los condones, el tabaco y las putas.

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01-8-2250 DC a las 9:30 AM despego del aeródromo de El Prat del Mutante (Barcelona) rumbo a la Luna.
31-8-2250 DC. Aterrizo en el aeródromo de El Prat del Mutante (Barcelona) directo desde Plutón.
No pienso escribir ni enumerar por todas las miserias que he pasado, es muy pronto aún para reflexionar objetivamente.
Estoy cabreado, me duelen los huevos y me he quedado sin un céntimo de sistema.

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1-10-2250 DC

Hace poco más de un mes que regresé de mis vacaciones; ya no me duelen los cojones, no estoy cabreado y he cobrado la paga extra de beneficios. Ahora sí que dispongo de la suficiente serenidad como para relatar mis experiencias sexuales en el Sistema Solar.
Valga decir ante todo que no fue para tanto.

El agosto pasado, cogí mi vieja y potente nave Eyaculación Match 2 (un modelo del 2245 DC) de marca General Glande´s Corp.
Salí literalmente disparado al espacio una vez comprobé que mi empresa había ingresado en mi cuenta la pasta de las subvenciones prometidas. Yo no adelanto ni un sistema de mi bolsillo.
Con la tarjeta de crédito bien cargada con 3500 sistemas, me sentí seguro, protegido y motivado.

A continuación detallo los resultados de mi investigación, un proyecto ambicioso que anhelaba realizar desde hacía un par de semanas, momento en el que se me encendió la bombilla. No soy como esos investigadores del National Geographic que tardan años en preparar un viaje y planificar cada día y cada palmo recorrido. Ni voy pidiendo dinero a filántropos; mi empresa me subvencionó a cambio de llevar una pegatina gigantesca del condón rey, el que más se vende en la empresa: Imperator penis. Es de color dorado y graba los sonidos sexuales.

Una vez realizado este proyecto, mi vida no ha cambiado en absoluto y sigo sin entender nada. He aprendido que no hay distintas culturas y formas de vida y sigo creyendo que hay un buen manojo de idiotas pululando por el universo.

Nunca en la vida se os ocurra (si podéis elegir) salir en pleno mes de agosto por el Sistema Solar, hay una cantidad de subnormales e idiotas pilotando que da asco.
Y que decir de las largas colas en los Doneer Kebbap.
En fin, no me enrollo más porque no me vais a hacer caso pensando que estas cosas sólo me pasan a mí. Os podéis ir a la mierda, desagradecidos.

Comenzaré este estudio, por el orden en el que fui apareciendo en cada planeta. Empezando por la Luna, porque aunque sea un satélite, un astro de segunda, es digna de mencionar. Ninguna puta merece ser despreciada; las selenitas son tan guarras y dignas como las jovianas.
Visité después el Sol y posteriormente, viajé a través del Sistema Solar, de planeta en planeta y en orden de lejanía creciente del Sol.

Me hubiera gustado prolongar 3 meses más mi viaje y conocer más a fondo cada planeta pero; me acababa de comprar un videoholograma de 100.000 gigapixels con el que puedes incluso tocar la imagen, y me quedé sin un solo sistema.
La subvención de mi empresa tampoco era como para tirar láseres iónicos con forma de polla.
Además, cuando a mi jefe le expuse que me faltarían dos meses para realizar un estudio más exhaustivo, me dijo no sé que coño, de que si era duro el rostro de la vida y si se querían escaquear de currar los probadores de no sé qué. Había muchas interferencias en la conferencia y supuse que hablaba con otro al que yo no conocía.
Cobro una mierda a pesar de lo importante de mi trabajo.

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LA LUNA

Es el satélite de la Tierra, mi planeta natal. Lo que en la Tierra pesa 1 Kg., en la luna pesa 164 g.
Está llena de cráteres y es molesto y penoso pasear por su superficie.

Las erecciones son allí mucho más ligeras y potentes. No se siente esa presión tan dura que provoca hasta dolor de huevos como ocurre en la Tierra.
Es un poco violento ser turista o extra-selenita y caminar por sus calles porque todos los machos andamos notablemente empalmados. Los machos selenitas nos tienen por unos salidos sin remedio. Las hembras no entienden eso de “salido”.
Las tetas de las selenitas y otras hembras no autóctonas, lucen y se mueven como en ningún otro planeta; y eso no ayuda al problema de la continua erección.

Los selenitas son altos y delgados, albinos en su mayoría. De los sobacos les penden unas largas melenas blancas y en la cabeza, machos y hembras exhiben una cresta rojiza recubierta de un rizado vello negro.
Extrañas gallinas.

A mí me da asco esa excrecencia que tienen en la cabeza, sinceramente; pero no debo ser el único que lo siente porque las putas y chaperos selenitas, llevan siempre la cabeza cubierta con gorras de la Pepsi o el Pizza Hut.

Son ambos sexos muy empalagosos y enamoradizos, es inevitable acabar con una selenita en uno de esos tan cacareados y preciosos cráteres, metiéndole mano en el culo y dándole un beso atornillador que acaba aburriendo al más melindroso y espiritual de los machos del Sistema Solar.
O a la hembra (no puedo evitar pensar como un macho porque no soy nada tolerante conmigo mismo y me cuesta ponerme en situación femenina).
Tienen una lengua larga y rasposa que acaba irritándote las cuerdas vocales una vez se han controlado las náuseas.

¡Ojo con la expresión vamos a echar un polvo! Su alimento los constituyen los minerales del suelo lunar, si les dices eso, te meten un puñado de polvo en la boca a tal velocidad que no tiene uno tiempo de reaccionar. A mí no me pasó; pero un grupo de terráqueos que habían llegado en sus naves tuneadas, borrachos y en busca de sexo fácil y económico (la Luna es una astro de 2ª categoría, un satélite, vamos), pasó una mala experiencia.
El más borracho y bocazas del grupo y recién apeado de la nave, gritó:

-¡Vamos a echar un polvo!

Les metieron a todos tal cantidad de polvo en la boca, que los sanitarios tuvieron que golpearles con un cucharón de madera en la nuca para que se vaciaran de tierra y polvo. Las putas selenitas, mientras tanto sonreían satisfechas de saber tratar a los machos extranjeros.

Son tan espirituales los selenitas que follan por antenas.
De entre los vellos de sus crestas siempre ingrávidas, cuando se excitan, emergen unos apéndices de unos 40 cm., un par por cabeza. Macho y hembra se dan la espalda mirando al aterciopelado espacio y trenzan entre si las antenas. Cuando los dos pares de antenas se han convertido en uno firmemente enlazados y cambian del gris perla al morado, exudan un líquido lechoso que les cae por la cara y recitan con voz melodiosa:

-¡Kindrescas estarticante, congojo!- (Coño que gusto, ya me he corrido).

Pues que queréis que os diga, no lo encuentro tan romántico.

Con los terráqueos, lo que hacen las putas y ninfómanas o simplemente adúlteras, es apresar el pene con las antenas y lo retuercen hasta que al macho se le saltan las lágrimas y en ese momento piensan que ha eyaculado. En realidad nos corremos después, por el placer que uno siente cuando se la liberan.
He visto hombres curtidos llorar como niños y a los segundos siguientes gritar como cochinos al correrse.

Las selenitas son muy populares entre los ambiguos que disfrutan tanto con mujeres como con travestis.

Yo le pedí a una puta una mamada desconociendo las características de su lengua y tuve que gastar tres tubos de medio kilo de cortisona en gel por la irritación que padecí. Eso sí, te dicen muchas veces que te quieren, como las zorras cubanas. Son muy sensibles.

Pero quienes disfrutan verdaderamente del sexo lunar, son las terráqueas. Los machos selenitas las penetran grotescamente con sus antenas y ellas, al no eyacular, gozan durante largo tiempo. Incluso les da un morbo añadido, los machos lloran de pena al no conseguir la eyaculación de la hembra. Y es que si una mujer terráquea paga, aprovecha hasta el último céntimo y se retienen de correrse lo que haga falta; así que el pobre gigoló selenita cobra una mierda por un polvo de dos horas de intenso trabajo y encima marchan con la cabeza cabizbaja al no conseguir que la hembra eyacule. Los he visto tirarse al suelo desesperados por su fracaso y llenarse la boca de polvo y excrementos hasta que les salen por las orejas. Hay una fuerte carga dramática ahí. Deprimente…
Y es que las mujeres terráqueas no se cortan un pelo tampoco.

Visto aquello y tras el doloroso francés, me subí a mi nave y despegué rumbo al Sol.

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EL SOL

El Sol es una enorme estrella caliente, un sitio muy de paso en el que apenas apetece estar más de cuatro o cinco horas.
Se debe ir protegido con un buen traje anti-térmico; sus habitantes están ardiendo todo el día, por lo cual sólo se ven llamas.
Y claro, sólo pueden follar entre ellos.

Tuve que entrar en un sex-shop para estudiar su comportamiento sexual.
Me tenían que transportar en una grúa taxi. Los humanos de unos 80 Kg., pesamos casi dos toneladas en ese inmenso globo de gases y plasma a elevada temperatura que es el Sol.

Pagué una pasta por nada, me colocaron unas gafas de sol con las que apenas podía ver, me metieron en una cabina y tras cerrar la puerta, bajó la persiana metálica que daba a un escenario. Un vidrio manchado con salpicones de mil corridas, y ahumado, era la separación entre el público de otras cabinas y los actores.

Aparecieron dos pelotas de fuego botando contra las paredes y el cristal; de repente se unieron, sonó un silbido irritante que salía de aquella única bola y tras seis segundos de puro aburrimiento en los que no pasó absolutamente nada, se separaron las dos pelotas entre una nube de chispas. Y quedaron quietas cada una en un rincón inflándose y desinflándose rápidamente.
Y subió la persiana.
Me sentí estafado.

En definitiva, los solarianos van quemadísimos y follan sin ningún tipo de refinamiento.

Cuando la grúa me transportaba hacia el exterior, al pasar por la entrada de nuevo, llamé hijo puta al encargado del sex-shop.

Me cobró casi 100 sistemas por esa mierda de espectáculo.
Se notaba que estaba acostumbrado a que lo llamaran esas lindezas y me regaló un llavero que como todo lo de allí, era una bola de fuego chispeante.
Retiré lo de hijo puta y lo llamé ladrón. No me hizo caso y me explicó que el llavero era un pene saltarín que al ponerlo en la palma de la mano daba saltitos para acabar simulando una eyaculación ígnea. Observé la tontería fijamente y no fui capaz de imaginar que hiciera todo aquello que el encargado decía.
Es más, me dio la impresión de que me estaba tomando el pelo.

-Pues te lo metes por el culo.- le dije a modo de despedida.

Me contestó que lo haría delante de mí por 20 sistemas.
Ya en mi nave, a medida que me alejaba del Sol hacia Mercurio, mi humor mejoró y me la casqué por puro vicio y costumbre en el saloncito de la nave.
Nunca más le daría un céntimo de sistema a los solarianos.

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MERCURIO

El primer planeta del Sistema Solar por su proximidad al sol. Temperatura media: 410 ºC, una nevera comparado con el Sol. Desde la Tierra se puede observar como un discreto lucero matinal y vespertino; lirismo…

Si tenéis una garganta delicada o problemas de escrúpulos, no viajéis hasta él en busca de sexo.
Usan los dedos con una lujuria insospechada; se les podría llamar guarros sin faltarles demasiado al respeto.
Los más entusiastas de la biología extraterrestre, redactarían un ensayo de 800 tomos sobre esa forma de folladedos.

Aparte de que los mercurianos son más negros que el carbón incluidas las escleróticas; resalta especialmente una complexión ancha, pesada. Son muy musculosos y musculosas.
Su cabello es como vello chamuscado y los dedos de las manos (siete en cada una) son indecentemente largos.
Sudé mucho en ese planeta; para tomar algo fresco, la gente se tenía que meter en cubículos refrigerados (neveras transparentes) con los que los bares estaban equipados. La cocacola hirviendo me da asco, así que entré en 45 neveras en poco más de cinco horas y me pasé más de una semana resfriado.

Más de la mitad de las neveras del bar estaban ocupadas por parejas de mercurianos, se besaban sonoramente en la boca, audibles a pesar de que la nevera en la que me encontraba libando cocacola por una pajita, estaba herméticamente cerrada y me excitó de una forma tonta. Parecía ser el único que no ligaba y yo tengo mi orgullo.
Los mercurianos no son discretos.
Las tetas de las mercurianas no eran muy grandes debido a su masa muscular; aún así me ponían y decidí follar con una nativa. A pesar de las diferencias físicas, pensé candorosamente que aquellos seres no se diferenciaban demasiado de nosotros.

Salí de la nevera y me dirigí a la caja para pagar; me las ingenié para preguntar al cajero sobre los lugares en los que podría encontrar sexo de pago sin provocar una situación incómoda y comprometida.
Se encontraba agachado bajo el mostrador buscando algo entre los pestaches, y aprovechando que no miraba mis preciosos ojos verdes, entablé conversación.

-¿Dónde se folla aquí? ¿Dónde están las putas?

El hombre se incorporó dándole un cabezazo al mostrador, me miró como si la culpa fuera mía.
Por sus ojos llorosos supuse que ese había alegrado de encontrarse con un paisano. Era un inmigrante terráqueo.

-Pilla un taxi y que te lleve a la C/ de Los Dedos en el barrio de Las Bocas. Que te deje al inicio de la calle, en la acera izquierda y paseando te dedicas a recorrer la calle, te ofertarán las putas sus servicios y eliges el que más te guste. En la acera de la derecha son maricones, no cruces o pasarás un mal trago.-me explicó con un fuerte acento gallego.

-¿Y de precio?

-Una mamada 8 sistemas aproximadamente, y si pillas a un vieja te lo hará por 4.

-¿Y la follada?

-Cuenta unos 20 sistemas, pero si eres novato no te lo aconsejo.

Lo de novato me picó un poco.

-Pues muchas gracias.

-De nada, polaco. Son tres sistemas.-me dijo el muy gallego.

-Joder, por un sistema más me la hubieras chupado.-me quejé del precio.

Me dio recuerdos para mi madre a la cual decía conocer íntimamente; cosa que dudé porque ella siempre había sido puta en Barcelona.

Salí a la calle y el cigarrillo se encendió solo por el intenso calor que hacía.

El taxista exhibió sonrisa de listillo cuando le pedí que me llevara a la C/ de Los Dedos. Rajaba y rajaba y rajaba de las muchas mamadas que le habían hecho gratis gracias a su encanto y apostura de mierda; yo fumaba y recapacitaba sobre los bocazas, no eran una especie única en la Tierra; se prodigaban por todo el Sistema Solar como una plaga.
El idiota se había dejado más de cinco veces la recaudación del taxi con un puta barata.

Me apeé tras pagarle 15 sistemas (los taxis son un robo en todo el Sistema Solar) e inicié el paseo por la C/ de Los Dedos.
Apenas di dos pasos cuando una puta italiana me pidió 25 sistemas por un polvo. Ni le respondí, si les das vidilla a las putas italianas se te cuelgan de la chepa hasta que te quitan el último céntimo de sistema; quería tirarme a una mercuriana.
Se me ofrecieron tres terráqueas más, una rumana, una rusa y una cubana. Ni caso.

Y cuando ya había caminado casi 10 m. y mi esperanza de tirarme a una nativa se desvanecía, me salió al paso una mercuriana más lisa que una tabla, pero con los pitones del tamaño del dial de una radio capilla.

-25 sistemas por un completo.

-De acuerdo.

Me condujo hasta la pensión y pagué 10 sistemas más; empecé a temer que la subvención de mi empresa se agotara con los cinco primeros coitos.

Ya en la habitación le pagué lo acordado y en apenas cinco segundos me desnudé. Me obsequió con un beso en la mejilla perdidamente emocionada por el dinero y se arrodilló para felarme.
Nunca olvidaré aquella boca de un calor abrasador, ni los largos dedos que me tenían los cojones pillados y controlaban las contracciones con gran habilidad y profesionalidad.

Unos sonidos que provenían de las habitaciones vecinas me descolocaban un poco. Eran sonidos como de náuseas, se repetían aleatoriamente e incluso llegué a sentir el sonido del vómito contra el suelo, los acompañaban risillas libidinosas.

Me daba igual, soy un profesional del sexo y no necesito a Wagner para follar, no necesito ambientes románticos; con mis obscenidades ya procuro yo mismo el ambiente adecuado. Mis bajos instintos no necesitan silencio ni concentración.
Se me pasó por la cabeza que aquella pensión podría ser un refugio social para alcohólicos, o bien era costumbre emborracharse hasta vomitar como lo hacen ingleses y alemanes.

Me iba a correr sumido en estas reflexiones cuando la puta dejó de chupármela y me empujó tirándome de espaldas en la cama.
Cuando se acomodó a mí, sentí otra vez aquel fuego abrasador, su vagina era un horno y mi polla una calzzone de parmesano. Se me escaparon cariñosamente las palabras joder y mierda.
La mercuriana era pesada y dura como la madera. Su coño no, era suave como vaselina caliente.
…tres, cuatro, cinco, seis…, es el número de embestidas que le di cuando dije con un hilo de voz:

-Me corro…

Cerré los ojos de placer, me cogió los huevos con sus kilométricos dedos y abrí la boca para exhalar mis elegantes gemidos de placer con las que les obsequio para que se sientan más mujeres y femeninas. Es una propina desinteresada.
Tensé los dedos de los pies para correrme y…

No podía respirar y sentí una náusea que me iba a vaciar el estómago si me dejaba la boca libre, claro.
Me había metido los siete dedos en la boca, como ella se metió los otros siete en la suya.
Aquello era puro expresionismo.
Nunca me había corrido con tanto asco.
Los dedos presionaban y jugueteaban con la campanilla y las cuerdas vocales.

Recordé con inquietud aquella vieja y gran película Garganta Profunda; desde que la vi en mi infancia, busqué inconscientemente a una mujer como aquella heroína de clítoris laríngeo. Y comprendí con una luz clarificadora la angustia de la guarra.

Intenté sacarme de la garganta aquellos dedos, pero no tenía suficiente fuerza. Por fin, la puta sufrió tres, o cuatro, o cinco contracciones y liberó mi boca y la suya con un suspiro relajado y satisfecho.

-Arghf, affgh, argh…-le decía mientras se limpiaba los dedos en las sábanas.

Enseguida comprendí que en la habitación vecina, en ese momento no había un anónimo alcohólico, sino un putañero corriéndose.

-¡Hija de puta!-conseguí articular al fin.

Respondiendo que puta mi hija si la tuviera y en caso contrario mi madre, me explicó que meterse los dedos en la boca durante el clímax sexual, era un reflejo imposible de reprimir en los mercurianos. Observé con tristeza la cocacola maloliente y nachos a medio digerir que se escurrían de la sábana al suelo.

Me duché y salí de aquel planeta literalmente asqueado.
No vayáis a Mercurio si no sois decididamente fetichistas.

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VENUS

El planeta más cercano a la Tierra, el día y la noche duran 117 días terrestres y las nubes que a veces lo cubren están formadas por gotas de ácido sulfúrico.
Es el 2º planeta por proximidad al sol; conocido como lucero del alba, también es vespertino visto desde la Tierra en esos momentos.

Cuando llegué era de noche y más que un lucero parecía una bombilla apagada.
Como quiera que la noche dura casi 60 días terráqueos, compré unas postales tomadas de día, más que nada para que mis compañeros de la fábrica no se rieran de mí.
Tengo la mala suerte de llegar tarde muy a menudo para admirar la belleza. Recapacité para no ponerme de malhumor: “yo sólo vengo a follar y me importa un huevo la belleza planetaria”.

Los venusinos y venusinas son los más parecidos a los rasgos antropomórficos terráqueos; salvo en las orejas.
También hay que decir antes de nada que la hembra venusina es voluptuosa, tiene unas tetas en las que perderse y unas caderas que pensé (inocente de mí) que habían evolucionado de esa forma tan ostentosa para asirlas con fuerza en el momento de la monta.

Como decía, sus orejas, además de para oír, son órganos sexuales. El asunto del cerumen viscoso y a todo lo que nos lleva la imaginación, lo voy a obviar porque me aburre.
Sus orejas no son asquerosas; de los lóbulos penden unos discretos apéndices carnosos. Son rarísimas.
Me costó tiempo, una vez aterricé y aparqué a oscuras, comprender porque me daban esos dolorosos tirones de orejas las venusinas macizorras.

El sexo venusino es lamentable, tienen un carácter bromista e infantiloide y nunca se tiene claro si quieren follar o jugar al tú la paras.
En pocas horas acabé de los nervios.
Ves a un tipo sentado en la mesa del bar tirándose continuamente de las orejas y piensas: o es sordo o gilipollas. Y es que cuesta imaginar que se está masturbando sin reparos el muy carnal.

Son tan desinhibidos que siempre ríen cuando oreja-follan.
No entendía sus risas cómplices y maliciosas cuando me metía el dedo y la oreja y me rascaba.

-¿Te la rasco yo?-me preguntó solícita una niña venusina.

Era deprimente admirar esos cuerpazos venusianos, empalmarse, soltarles el piropo más obsceno al decirles lo que haría con sus tetas y que se rían.
Le quitaban importancia a mi pasión y adocenado romanticismo.
Imagino que ese carácter infantil tiene que ser una consecuencia directa de su extraña conducta sexual, todo el día tirándose de las orejas como escolares en el recreo tiene que hacer polvo las neuronas.

Los venusinos más ancianos, además de arrastrar las orejas por el suelo, han optado por usar una grandes orejeras electrificadas. Se les ve tristes y aburridos; están hasta las propias orejas de sexo.

A pesar de todo, tuve un orgasmo místico; no es que mis orejas hubieran evolucionado en un par de días para adaptarme al medio y garantizar mi mensaje genético, su continuidad.
Ocurría que los tirones de orejas eran tan fuertes y seguidos que al final repercutían en mi pijo. No tiene base científica pero; soy fácilmente sugestionable con esto del sexo.

Así que la buenorra de XXY-J36, cuando notó que me corrí (estábamos en un cine. No me dio la gana de que me tirara de las orejas en le parque infantil) dijo con un gritito feliz e ilusionado:

-¡Me toca!

Me metió el dedo índice con fuerza en la oreja. Dolió infinito, de cojones más concretamente. Y encima no me había dado tiempo a disfrutar plenamente de mi orgasmo.
La muy cerda, con su dedo encastrado en la oreja mía, jadeaba, llegó un momento en que lanzó un grito muy irritante provocando la risa entre el público de la sala y se corrió también.
En cuanto me dejó la oreja libre salí corriendo hacia una farmacia para que me recetaran o hicieran algo que cortara la hemorragia.

Salí de Venus a toda hostia, me hice una paja para contrarrestar el trauma sufrido en el cine y tiré el condón usado al espacio donde aún debe orbitar como un lácteo satélite alrededor del lucero del alba.

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LA TIERRA

Para que el estudio parezca objetivo y serio, apuntaré algunas características de mi planeta natal aunque sea aburrido y más de lo mismo.
Por supuesto, no fui tan gilipollas como para hacer escala el planeta. Preferí comprar tabaco en Marte aunque fuera más caro.

La Tierra es el tercer planeta del Sistema Solar y tiene muchos colores.
Sexualmente se lo montan gracias a penes y vaginas; los más solitarios o refinados con vibradores y succionadores.

Es un poco caótica la comunicación sexual, sobretodo en las mujeres que cuando están lubricadas, calientes, ansiosas y ovulando, le dicen al macho que no quieren follar aunque es mentira. Si no discuten previamente, no follan.

Los machos en cambio, son de lo más simple y si les chascan los dedos, son capaces de correrse antes de bajarse los pantalones.

Ni de coña disfrutan los terráqueos del humor venusino.
Son complejos en cuanto a la comentada contradicción, pero el mecanismo excitante, el cortejo, es sencillo: se insultan, se humillan, lloran, ríen y por fin follan.
En este orden inalterable.

Las ¾ partes de los terráqueos dicen follar a menudo, son embusteros por naturaleza y unos bocazas.

A mí particularmente me encanta ver como se lo montan un par de tortilleras y sacar mi miembro terso y reluciente ante ellas. Es bonito convertir a una lesbiana en mujer decente. Cuando consigo esto, me siento como un misionero sexual.

Y no miento como los otros terráqueos bocazas que me avergüenzan con sus mentiras. No soy solidario con la hipocresía, ni corporativista como los médicos.
Intentar decir alguna sutileza o mentira piadosa de la Tierra es tirar margaritas a los cerdos.

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MARTE

El cuarto planeta del Sistema Solar, pequeño y rojizo.
Tiene abundancia de piedras y líquenes.

Los marcianos tienen un tamaño aproximado al de un cartón de ducados de pie. Dispuesto verticalmente más exactamente. Sus pieles rojizas tienen la textura rugosa de un jabalí y cuando hablan lo hacen a gritos como sus primos los italianos.

Su alimento lo constituye el musgo y pequeñas hierbas que un terráqueo sólo podría metabolizar por vía intravenosa debido a su repugnante sabor.
Dos argentinos tuvieron la feliz idea de montar un asador y ahora tienen más de 160 locales franquiciados.
Hasta los marcianos han cambiado de hábitos alimentarios y pasan de musgo y hierba.

Sexualmente se lo montan con los mismos medios que nosotros, salvo por una dolorosa diferencia que convierte a los machos en los seres menos activos sexualmente del Sistema Solar.

Los servicios que las putas ofrecen a los extramarcianos, se limitan a felaciones varias: felación de una puta, o felación llevada a cabo por un montón de putas a determinar en el momento de la transacción.
Lo habitual es que te la chupe un grupo de 3 putas marcianas, que gritan si cesar entre chupada y chupada.
Como es lógico, esta pobreza en la variedad de sus servicios se debe a su pequeño tamaño que hace inviable la penetración por parte de un extramarciano que sea mayor de 7 años.

Tras comerme dos churrascos, un entrecot poco hecho, dos hamburguesas gigantes, una bandeja de patatas fritas y 8 latas de cocacola; sentí la necesidad de follar.
Las hembras marcianas llevan siempre consigo dos piedras del tamaño de sus puños, cuya función no experimenté gracias a mi inteligencia y rapidez de reflejos; de lo contrario estaría cantando un aria que haría palidecer de envidia a un castratto.

Afortunadamente en Marte están preparados para el turismo y hay zonas de edificios construidos al tamaño normal de las distintas razas del Sistema Solar.
Y las casas de putas y pensiones de follercio, aunque no muy frecuentadas en comparación con otros planetas, también estaban diseñadas para el placer de seres de mi tamaño.
Un cartel indicador, unos metros pasado el asador, mediante una flecha orientada al nornordeste rumbo 70º 6’ 40”; indicaba: “Putas”.
Así que giré a la derecha suavemente.

Siguiendo aquella dirección me encontré con un grupito de 6 putas que vociferaban como verduleras. Les pregunté el precio de la mamada.
La más vieja meditó unos segundos girando con habilidad las piedras en sus puños y me gritó con lo que a mí me pareció hostilidad:

-35 sistemas y te lo dejamos limpio, sin que caiga una sola gota en la sábana.

-Vale, puta.-le contesté desgañitándome para no desentonar.

-Y por ser tan guapo te hacemos gratis el nativo final feliz.-volvió a vociferar.

Serán putas, pero son muy buena gente. Aunque a mí se me complace con las cosas más sencillas.

-Vamos a chupársela, chicas.- gritó sin ningún cuidado a sus compañeras.

La discreción no es su fuerte.

Subimos a la habitación 101 del hotel Las Marcianitas de tu Vida y me sentí igual que Blancanieves si contabilizaba mi pene en el censo.
A través de la ventana abierta frente a la cama, podía ver una habitación de la casa de enfrente; era como la de una casita de muñecas, y en ella una pareja de marcianos macho-hembra se encontraba en los prolegómenos de la reproducción.

No me extraña que las hembras marcianas sean tan promiscuas, los marcianos tienen; el pene enorme, representa la mitad de su altura. En cambio, los testículos son ridículos, canicas que apenas son visibles.
Me arrepentí de no haber cogido mi cámara fotográfica; podría haber aportado documentación gráfica reveladora de la actividad sexual de aquellos nativos folladores. Me la hubieran robado de las manos en Videos Sarnosos, un programa de videos aficionados en las que se premia lo más insólito, violento y sexual.

Me tumbé en la cama y las seis enanas saltaron sobre mis muslos, mi vientre, mi polla…
En medio minuto estaba el pene duro y lustroso como el obelisco de la plaza de la Concordia en París. Los vecinos de enfrente me excitaban, era como ver una película porno y que seis guarras enanas te la estuvieran chupando.
La marciana ensartada como una brocheta por aquel tremendo pollón era una imagen tierna y llena de amor, de inconmensurable belleza. Me emocionó vivamente. La pobre no podía ni moverse con todo aquello metido entre las piernas.

-¡Pártela en dos!-le di ánimos mentalmente al concentrado marciano.

Dos lenguas me masajeaban y limpiaban los cojones y otras cuatro se ocupaban del bálano en toda su extensión. Ya me había acostumbrado a sus gritos y confié en que no me morderían llevadas por el entusiasmo de sus ininteligibles discusiones.

Entre la rendija de los párpados aprecié que el marciano follador, transfiguró su mueca de placer (sacaba la lengua por un lado de la boca) en una de profundo temor.

-¿Ya?-le preguntó su guarra con un grito muy molesto.

-Aún no, por favor… ¡Aún no!-sentí su pánico, había drama puro en la voz del enanito pollón.

No lo entendía, estaba cantado que iba a correrse. Estas cosas las noto.

Yo sí que me iba a correr, contraje el vientre y las enanas aceleraron sus lenguas, estaban atentas a su trabajo. Eran unas putas muy eficientes.
Entrecerré suave y perezosamente mis preciosos ojos abandonándome al placer, y entre los pelos de las pestañas, como entre una nebulosa, vi llorar al marciano. Con un ademán de inconsolable resignación no exenta de un malsano placer le dijo a gritos a la marciana:

-Ya…

Y yo a mis mini-putas:

-Me voy a correr zorras. Preparaos para tomar un sabroso requesón.

Y es que hay momentos en los que como éste no puedo reprimir mi desaforado romanticismo.

La marciana alzó sus piernas aún ensartada y abrió los brazos en cruz.
El marciano cerraba con fuerza los ojos.
La marciana sostenía una piedra en cada mano y las sujetaba con fuerza, se incorporó lo que pudo y lanzó una mano contra otra por debajo de las piernas.
Son muy ágiles las marcianas.

No creí que esa horripilancia estuviera ocurriendo a escasos metros de mí. En menos de medio segundo le golpeó dos veces los testículos.
Son muy rápidas las marcianas.
El grito desgarrador del marciano confirmó la realidad de lo que yo creía que era una pesadilla, un espejismo, una alucinación, un mal viaje… Las dos piedras golpeando los pequeños huevos del marciano era una cruel y descarnada realidad.
Al instante dejó de gritar, puso cara de imbécil, como cualquiera que se corre (excepto las actrices porno) y eyaculó como un bendito con algunas lágrimas recorriendo aún sus mejillas.

La actividad de mis putillas había cesado, pero yo ya notaba mi leche presionar los conductos seminales.
Cinco de ellas formaban un semicírculo alrededor de los pies de la cama, la más vieja estaba arrodillado entre mis muslos abiertos con una piedra en cada mano y mirando mis cojones fijamente.

Mi mente es ágil en estas situaciones del follercio y recordé aquello de “nativo final feliz”.
La puta ya lanzaba y cerraba los brazos como si quisiera abrazarme la polla, giré a un lado en plena eyaculación a pesar de bizquear de placer. Me libré de que me aplastara los huevos pero; no de pagarles la lavandería. Con mi brusco gesto de evasión las rocié a todas con mi leche.
Les caían goterones de semen desde la cabeza hasta los ñoños vestiditos azul cielo.

Son cursis vistiendo las marcianas.

Estaban más serias que una ninfómana sin baterías en el consolador; les di cinco sistemas para la lavandería, y por el tamaño de los vestiditos, imagino que les llegó para un mes. Además, me salieron más baratas que el cubata que le pago a la puta del bar que hay al salir de mi empresa a mano derecha.

-Para que te acuerdes de nuestro nativo final feliz.-me dijo la vieja ofreciéndome las dos piedras.

Las cogí con asco porque a saber que cojones habían chafado aquellas piedras y cuando salí a la calle las tiré.
Un taxi me llevó al aeródromo y los gritos cordiales del marciano me provocaron una fuerte jaqueca.

Despegué del peligroso Marte rumbo al próximo planeta masticando diez comprimidos de analgésico.

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JUPITER

El 5º planeta y once veces mayor que la Tierra. Es llamativa en la superficie una gran mancha roja; es el reflejo de miles de rótulos de neón del gran centro de ocio y prostitución del planeta: The Lujurious Ludopata’s Jupit Center.

Las bandas alternadas entre claro y oscuro que envuelven el planeta, indican la caprichosa concentración de mierda en la atmósfera; más oscuro, más mierda.
Usan en sus vehículos y centrales eléctricas un combustible sólido que atufa el aire cosa mala.
Los jovianos y jovianas carecen de conciencia ecológica porque les sobra planeta por todos lados.

El joviano es muy rápido en sus movimientos y no tengo claro si es algo genético o se debe a su estrés ludópata; algo neuróticos, vamos.

Cuando tomaba tierra en Júpiter, aparecieron una gran cantidad de cintas transversales que cruzaban la pista de aterrizaje, resultaron eficaces y acortaron en más de 2 Km. la carrera de frenado.
En un primer momento pensé que los jovianos estaban obsesionados por la seguridad.

A todas las naves que aterrizamos al tiempo, nos extendieron una alfombra azul que iba desde la escalerilla hasta el edificio de la aduana. Unas letras jovianas impresa en la alfombra y al pie de la escalerilla parecía ser un mensaje de bienvenida.

Soy una persona de una gran sencillez y no me dio la gana de caminar por aquella alfombra que tenía más mierda que el palo de un gallinero. En apenas unos segundos comprendí porque en Júpiter todos se mueven con tanta rapidez. Puse el pie en el asfalto y lo noté húmedo.

-Aquí pasa como en la Tierra, el suelo está bien limpito y recién fregado y nos ponen una alfombra mierdosa para que no dejemos marcas.-recuerdo haber pensado.

La misma lógica de la Tierra parece extenderse como una pandemia por todo el Sistema Solar. La cuestión es esforzarse por ser idiota en cualquier parte del universo.

Avancé el primer paso y salí disparado hacia la aduana. Deseé estar descalzo y no haberme cortado las uñas de los pies en 20 años; el suelo estaba cubierto por una capa oleosa, la lluvia joviana que devolvía la mierda lanzada a la atmósfera, de nuevo a la superficie. Concluí que el combustible no tenía propiedades biodegradables y que ni el suelo estaba limpio ni habían pasado el mocho por las pistas.

En mi vertiginoso resbalar hacia el edificio de la aduana, pude leer en la alfombra y en español (unos 50 cm. más adelante de la bienvenida en joviano: “Caminen por la alfombra, el firme es deslizante”.

Llegué el primero y agradecí que unos metros antes de las cristaleras del edificio, hubieran montado una barrera con viejos neumáticos que dulcificó el impacto. Un grupo de jovianos se intercambiaban billetes de 10 sistemas gritándome y jaleándome en los últimos metros de mi resbalosa carrera.
Dos de ellos me miraron con odio y los otros me dieron palmadas en la espalda agitando el dinero en las manos.
Como no hablábamos el mismo idioma, les saludé.

-Hola, hijos de puta.

No tuve que lamentar daños físicos pero; psicológicamente la humillación de aquella entrada triunfal me hundió por cuatro o cinco segundos.
El joviano agente de aduanas me deseó que disfrutara de la estancia y le respondí que ya lo estaba haciendo.

Los jovianos tienen un tono de piel azul pálido. Las hembras tienen tres tetas dispuestas verticalmente. Los machos dos cuernos en la frente, pequeños como chichones.
Y ambos sexos tienen la raja del culo horizontal, de ahí su característico caminar torpe e inclinado adelante.
En los inodoros me tenía que sentar de lado para no dejar medio culo colgando.
No cuidan el turismo.

Lo más llamativo es su elegancia en el vestir y sus pies descalzos.
Las uñas de los dedos de manos y pies son largas, gruesas, duras y eternamente sucias.
Como mejillones de roca.

Las paredes de la ciudad estaban llenas de de arañazos y restos de uñas clavados. Daba grima ¿os acordáis de aquel pozo de la vieja película El silencio de los corderos?
El suelo lucía la misma decoración.
Un joviano corría veloz por la acera tras una joviana, ella cruzó la calle con el semáforo en verde, el joviano aún no había llegado al cruce cuando el semáforo cambió a rojo y los coches arrancaron.
Entendí el porque sus uñas eran tan fuertes y miré con tristeza y complejo las mías. Y el resbaladizo y peligroso suelo.

No decía nada el folleto de la agencia de viajes respecto a ese característico suelo y por ello no creí conveniente dejarme crecer las uñas y hacer un tratamiento endurecedor.

Para frenar su carrera, el joviano clavó las uñas de los pies en el suelo y en la pared las de las manos. Muy desagradable aquel sonido penetrante, chirriante.
Tardó 3,9 segundos en detenerse y recorrió 10 m., un coche le pisó el pie derecho y le debió decir al conductor auténticas barbaridades a juzgar por los gritos.

Llegar al hotel que se encontraba a 300 m. del aeródromo (más silencioso que los del famoso centro de ocio) me costó más de 60 resbalones. Cuando no resbalaba y respiraba tranquilo un joviano o joviana usaban sus uñas para detenerse y me rechinaban los dientes. Aquellos sonidos eran constantes y me llenaban de desasosiego.

Cuando por fin puse los pies en mi enmoquetada habitación, lloré prolongadamente para desahogarme de los nervios pasados en los ¾ de hora que llevaba visitando Júpiter.
Recobré la entereza encendí el televisor y cambié de canal hasta dar con el pornográfico.
Además de la extrañeza de ver follar a tíos y tías con el culo horizontal y las tres tetas verticales, y tener cuernos, sentí asco y repugnancia por sus uñas.

Me alegré que la película no tuviera escenas fetichistas en las que se chupan los dedos y por consiguiente meterse las uñas hasta las amígdalas.
Pensar en sorbetes de mejillón me descompuso por unos segundos.

Me relajé, dejé que mi nabo se expandiera por todo el universo, me la pelé y me sentí preparado para irme de putas.
Que no se piense nadie que siempre pago por follar. Esto sólo lo hago en vacaciones porque hay poco tiempo y mucho que follar; no puedo pasarme dos horas dorándole la píldora a una tía para follármela.
Uso a mi conveniencia los recursos que me ofrece el Sistema Solar como todo buen ciudadano.
No soy como esos tontos que se va a follar a Cuba, donde creen que ligan y luego se traen montada en la chepa a una cubana más puta que las gallinas y que se va a quedar con su mierda de piso cuando a ella le salga del coño divorciarse.

Me acerqué medio resbalando a uno de los cientos de casinos que había a lo largo de las 178 avenidas.
Localicé y detecté como puta a una joviana alta y de verde melena. Sus tres tetas eran enormes y se amontonaban una encima de otra, los tirantes del sujetador se transparentaban bajo la blusa de seda blanca y subían desde la entrepierna hacia los hombros.
Parecía un arnés de seguridad pero; me la ponía dura.

Distraído en admirar sus largas piernas di un paso descuidado y me planté contra la pared en la que ella se apoyaba haciendo girar el bolso, a su lado. Casi íntimamente cerca.
Me dolía mucho la nariz y sangrando con un fuerte acento nasal, la saludé.

-Hola, puta. Quie…

No me dejó acabar la frase.

-Hola, putañero, límpiate la sangre de la nariz. 60 sistemas el completo, 10 de la habitación y una copa de Delapierre dulce.

-Claro y si quieres te lo chupo.

-Está bien, putañero, te perdono la copa de cava.

Hasta para hablar eran rápidos.
Los chirridos de uñas continuaban, me estaba poniendo en tal estado de nervios que se me pasaron las ganas de regatear el abusivo precio del quiqui.
Un taxi paró ante nosotros antes de que acabara de levantar el brazo.

-La pensión está aquí mismo.-díjome la puta.

-Estoy reventado, no puedo dar un paso más.

Creí que quería decir que la pensión se encontraba a unos minutos de allí. Subimos en el taxi, arrancó y apenas recorrimos 8 m., paró frente a una pensión.

¿Nunca habéis tenido la sensación de que sois idiotas? Yo nunca hasta aquella noche y en aquel instante.

El taxista y la puta debieron contarse algo jocoso porque se reían sin ningún disimulo y con ganas.
El micro-paseo me costó 5 sistemas que el uñilargo no se cortó un pelo en cobrar.

Con paso firme y decidido recorrí los treinta y cinco metros que había del taxi a la recepción de la pensión. Pasé como una exhalación entre dos jovianas que manejaban dinero observándome e incluso señalándome. Me dejé tres uñas clavadas en la pared de la recepción durante la frenada.
La puta chirrió hasta mí con suma elegancia y naturalidad.

Ya en la habitación pude moverme con seguridad y fui más rápido que la puta poniéndome en pelotas. Claro que ella sólo se sacó la blusa y el arnés.

Me dejó chuparle los pezones y aprovechó para darse una capa de barniz de poliuretano rosa en las uñas de las manos, cosa que me desmotivaba bastante.
Esnifar prolongadamente aquel barniz me provocó una hilaridad tonta.
A los 10 segundos (me esforzaba por ser rápido) la dije:

-Ahora te jodo, puta.

Apenas vi como lo hizo, pero se quedó en pelotas; el pubis estaba poblado de vello rojizo y los muslos brillaban empapados. Era una máquina de follar.

-Estírate putañero.

Era una mujer poco agradable y cordial.

-No. Yo monto.-me impuse.

Separó bien la cama de la pared (no le pregunté por ese tonto capricho) y se estiró sumisa y aburrida en la cama; cuando abrió las piernas mostró la enorme vulva de enormes labios que goteaban fluido.
Eso me puso como un toro.

Casi me lancé encima de ese cuerpazo. Si la cabecera de la cama hubiera estado atracada contra la pared, ahora estaría sorbiendo líquidos por una pajita. Se lo agradecí en mi interior.

Era resbaladiza como una serpiente en el fango. Cuando tomé impulso alzando el culo para penetrarla, salí disparado por encima de su cuerpo y recorrí con la polla los tres pezones y la barbilla; se me dobló el torso al quedar en el vacío y tuve que apoyar las manos en el suelo para no caer.

-La mamada te va a salir por 15 sistemas más.-pronunció lentamente, con dificultad. Mascullando cada palabra con la boca llena de polla.

Fue un accidente que liberó un poco la tensión acumulada en mí y que a ella le sentó como una patada en el coño.

-Mira putañero, vamos a hacerlo bien.

Me tumbé panza arriba con el pene erecto, un regalo para la puta.
Se sentó encima sujetando y guiando el bálano y cerré los ojos para disfrutar plenamente. Al instante sentí una especie de movimiento sísmico, la cama vibraba y las paredes parecían moverse.
Sentí algo extraño y fugaz en mi pijo y grité:

-¡Ahhhhh!-y me corrí.

El polvo duró cinco segundos escasos.

Con la misma rapidez le pagué a la puta y ni la noche pasé en el hotel que había pagado.
Acabé hasta la polla de Júpiter; volví a resbalar por la pista hasta mi nave para ir más rápido y me largué del resbaladizo Júpiter.

Con el piloto automático activado, me pude duchar y me froté la piel como un neurótico, tenía grasa en cada poro, en cada vello. También me unté crema hidratante en el pene escaldado por el veloz coito al que me sometió la puta joviana.

Lloré por unos segundos de nuevo y luego, ya más sereno me puse hasta el culo de comer lentejas con chorizo.

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SATURNO

El 6º planeta por su distancia al Sol y el más bello por su gran disco y el esplendor de los anillos que lo forman.
Como curiosidad: un día saturniano dura 10 horas y 14 minutos.

Es todo un espectáculo ver Saturno a medio millón de Km. de distancia; el rico colorido de su disco produce al observarlo una gran serenidad. Cuando aterricé en Saturno, quedé anonadado por su atmósfera clara y cristalina; las distancias se hacían engañosamente cortas merced a aquella nitidez.

Los saturnianos son seres soberbios, orgullosos y xenófobos. Los más hijo putas del Sistema Solar.
Y más horteras que un cerdo con diente de oro.
Su piel es tornasolada, nacarina. Dan ganas de vomitar ante tanta belleza.
Son altos y espigados. Las mujeres no tienen mamas y los sexos se distinguen por el color de la nariz: hembras verde y machos marrón.

En la aduana, el agente le dijo a su compañero cuando me coloqué frente a su ventanilla:

-Mira, otro terraca.

-¿Motivos de su visita?-me preguntó.

-Follarme a una saturniana.

Me miró con los ojos cruzados y hostiles.

-¿Cuánto tiempo tiene previsto permanecer en Saturno?

-Lo que me cueste comprar una puta y tirármela.

Me sonrió más amable, no hay nada como ser un hijo puta entre hijo putas. He viajado mucho.
Me sellaron el pasaporte y al entregármelo le pregunté:

-¿Tiene alguna hermana guarra que sea puta?

-Yo no, pero la mujer de mi colega lo hace por 90 sistemas e incluye a su hija sin costes.

Anoté la dirección del domicilio del agente y me tendió la mano de mala gana, se la estreché sin cordialidad. A mí no me gana nadie a borde si me lo propongo.
Compré unas gafas polarizadas para atenuar el efecto estroboscópico de tanto tornasolado, y luz nítida de bellos matices.
Un auténtico coñazo, la belleza hace bostezar a las ovejas.

No había mucho ambiente en la calle, la peña se apeaba rápidamente de sus coches para meterse en su casa y los pocos que paseaban, al cruzarme con ellos me giraban la cara ostentosamente.
Los termómetros marcaban 45 ºC.

Los comercios vendían artículos de lujo a precios astronómicos; por ejemplo: una gorra con un disco como el del planeta a modo de visera: 45 sistemas; justo la mitad que un ménage a trois con la mujer del agente de aduanas y su hija.

En las tiendas en las que entré a curiosear me seguían y controlaban; era una situación violenta porque cuando era un nariz marrón el que me seguía, no sabía decirle que no era maricón como él. Mi saturniano es muy limitado.
En cambio, a las saturnianas les ofrecía pasta por un quiqui rápido. La dueña de una lencería, me seguía constantemente y le ofrecí 20 sistemas por una follada.

-Palurdo terraca…-y me dejó tranquilo mientras acababa de darle un vistazo a las bragas, sostenes no había.

Como quiera que no conseguía intuir en que zona se encontraban las putas (no habían zonas deprimidas ni bulliciosas) intenté preguntar a algún aborigen, pero me hacían un gesto para que no me acercara más y decían no llevar nada suelto encima.
No podía soportar más el calor y entré en un bar. Supe que era un bar porque miré por las cristaleras haciendo pantalla con las manos, porque no había letrero alguno en el exterior que lo indicara.

Estaba decorado con decencia y buen gusto, era como esos de la Tierra que están hechos para las mamás que tras el gran trabajo de dejar a sus hijos en el cole, necesitan relajarse cotorreando con sus colegas.
Resumiendo, parecía una granja bollería.

Estaba a rebosar de napias verdes y deduje que estando todas las saturnianas allí metidas, era imposible que hubiera ambiente de vida en el exterior.
Tal vez sea porque soy de naturaleza frívola y sexual y un tanto simple, la cuestión es que todas aquellas narices verdes y respingonas me pusieron cachondo.

Además, allí en el bar, no habían los 45 ºC de calor que hacía en la calle. Comprendí que era normal que estuviera tan lleno el local, aunque seguía sin cuadrarme el que no hubieran narices color mierda.

Paciencia y perseverancia son mis apellidos, si uno va reuniendo datos, acaba entendiendo el porque de las cosas.
No soy un ejemplo de higiene para la humanidad pero, tampoco soy un cerdo, por lo que deduje que si se taparon la nariz las mujeres más cercanas, fue porque tenían un sentido del olfato patológicamente desarrollado en su desmesurada sensibilidad.

Me olisqueé los sobados peludos (llevaba camiseta de tirantes) y aún olían al desodorante de dos días atrás.
Dejé de preocuparme ya seguro de mí mismo.
Me acerqué hasta la barra y le pregunté a la camarera:

-¿Dónde coño están las putas?

Me sonrió con amabilidad y el resto de mujeres pareció relajarse y observarme con menos soberbia.

-Todas estas lo son; hace tanto calor ahora que no hacen la calle.

La miré asombrado y cogí una de las tarjetas del dispensador de plata y diamantes. Estaba escrita en varios idiomas, incluido el terraca y decía:

Casa de putas La Lujuria Solar.
Las más exquisitas bellezas saturnianas.
Abierto las 10 h. y 14 m. del día.
Gran variedad de precios y servicios.´
Todas las chicas con certificado médico.

-Pues ya podríais haber colocado un letrero, coño. Ponme una cocacola.

Caminé entre las mesas examinando la mercancía. Puede que no tuvieran tetas; pero sus piernas largas, esbeltas y discretamente musculadas prometían esconder entre ellas el más sugerente de los coños. Su actitud orgullosa y altiva las hacía deseables.
Opté por sentarme con una solitaria porque en el caso de hacer el ridículo, prefiero ser discreto. Cuando me acerqué a ella creí entender que decía al verme:

-Vaya mierda.

-Desde luego, el calor ahí fuera es insoportable.-intenté mantener mi dignidad.

-¿Vamos a follar?-le pregunté ya cansado de prolegómenos.

-Vale terraca; pero antes paga.

Le dejé en la mesa 90 sistemas y me reprochó que faltaran 10; tenía mucha calderilla y vacié el monedero en la mesa; sumé los céntimos hasta llegar a 8,5 sistemas.

-Ya está bien, potentado.-me dijo haciendo acopio de paciencia.

Me guió hasta una zona de habitaciones a la que accedimos a través de una cortina de terciopelo rojo con brocados de hilo de oro y una cruz de calatrava del tamaño de un cerdo.
Si el mal gusto y la vulgaridad fueran delitos, los saturnianos morirían en la trona-láser.
Nos desnudamos y no le encontré el chocho.

-¿Dónde tienes la raja?

Y me enseñó el culo.

-Digo la otra, el coño, puta.

-Las saturnianas no tenemos esa porquería entre las piernas, no somos unas tiradas.

-¿Y los narices color mierda no tienen pene?

-¡Qué asco…! ¡No!

Encima de puta, delicada.

-¿Y cómo os reproducís?

Me dio unas gafas de protección como las de los soldadores, me las puse intrigado sintiéndome fetichista.
Hizo una serie de arrancadas con la garganta e hizo emerger el pollo a la boca y me soltó un escupitajo de color verde, como los genuinos, que me lanzó atrás.

Se me revolvieron las tripas y cuando me aferré a las cortinas de seda para limpiarme con ellas, sentí un placer extendiéndose desde el moco hacia las extremidades incluidas el nabo.

-Te perdono porque está guay, pero que no toque la cara.

-¿Ya estás, no?

-Claro que no.-dije con el pecho chorreando mocos.

Y con la picha más dura que pata de cabra.

-Pues nuestros hombres ya se hubieran corrido.

-Oye puta, no he pagado 89,5 sistemas para que me escupas y largarme con un calentón, así que sigue.

-No me quedan más pollos.

-Pues me devuelves la pasta o me la chupas.

-Yo no me meto eso en la boca.-dijo señalando mi pene que cabeceaba pidiendo más.

Salió fuera del folladero y la sentí hablar con sus compañeras.

-Arreglado, te irás satisfecho.

Fui escupido 15 veces por 15 putas diferentes y aún así, no miro con buenos ojos la escatología.
Me entró complejo de Jesucristo.

Cada escupitajo superaba y se sumaba al placer del anterior y antes de que me llegara el 15, ya me estaba corriendo.
Debía ser una droga con un efecto neurológico general, porque nunca me había corrido castañeteando los dientes y haciendo el pino. Yo no sabía hacer el pino.

¿Entendéis por qué quiero ser discreto y no estar demasiado acompañado? Nunca se sabe cuando puedes caer en el ridículo más espantoso.

-Tenéis poca clase hasta para esto.-comentó despectiva la puta nº 15.

No le pude responder porque aún me repicaban los dientes y como estaba haciendo la vertical con las manos, hacía también el ridículo; el semen y los mocos se escurrían por mi nariz, por el pecho, la boca…
Y no por este orden.
Era muy desagradable sobre todo porque los fluidos se habían enfriado y estaban más espesos.

Entró un grupito de 20 putas más para observar mi extraño orgasmo, me hicieron fotos y no tuvieron la delicadeza de darme un cacahuete las muy racistas.

Recapacitando, el sonido que hacían para sacar el moco del gaznate era muy desagradable y el tacto repugnante, pero cuando hacía efecto se convertía en un cortejo sexual exquisito.
No obstante, me sentí herido en mi orgullo machista y cuando recuperé la compostura, arranqué una miasma cargada de alquitrán y nicotina de lo más profundo de mi ser y se lo escupí contra el pecho de tabla a la puta 1 cuando se estaba vistiendo.

-Hijo de pu….-intentó decir, aunque nunca supe que era lo que quiso comunicarme.

No pudo acabar su frase, se tiró al suelo gimiendo como una perra y extendiéndose el escupitajo por la caja torácica, retorciéndose de placer sincero.
Y pensé orgulloso que había nacido para dar placer a las hembras fuera como fuera.

-¡Más! ¡Más! ¡Cabrón, dame más!

La escupí hasta quedarme seco.

Era de locos, me tuve que masturbar por lo caliente que me puso de nuevo la saturniana.
Le di un beso en la boca para que se sintiera más mujer; un arrebato romántico.

-Eres un guarro.-me insultó con náuseas.

Cuando salí al salón no había una sola puta y era de noche. No había pasado ni una hora y media desde que entré.

-¿Cómo puede ser de noche ya?-le pregunté a la camarera.

-Terraca, aquí el día dura 10 horas terráqueas.

-¿Y las chicas?

-Haciendo la calle.

Salí de la casa putas satisfecho, asqueado, excitado y apestado; no me permitieron ducharme porque les daba asco el pelo de mis sobacos.

En la calle había gente hasta en las alcantarillas y no hacía el asfixiante calor de hace un rato. Ni siquiera hacía calor.

Es lo que tiene viajar solo y no hacer ni puto caso de las guías turísticas, es muy difícil dar con el lugar y el momento idóneo llevado por la sed de aventura.

Camino del aeródromo pasé ante un corrillo de putas que me escupieron con suavidad, para incitarme.

-Iros a la mierda, guarras.

Me sonrieron con simpatía.

Cuando despegué y me sumergí en el espacio, sentí la experiencia como un sueño subrrealista; me duché y con lana de acero tuve arrancarme los restos de escupinajos y semen. Afortunadamente no me escupieron en los huevos.

Fumando un cigarrillo y tomando un café, repasé la guía turística, no me había equivocado, allí decía: “se practica el sexo a todo trapo*”
Pasé por alto la nota del asterisco que decía así:
“N.T., errata, léase escupitajo”.

No importa, hubiera ido de todas formas, no soy delicado con estas cosas del follar.
Lancé un pollo al suelo y me eché en la cama para reflexionar con un condón de precioso tornasolado color verde metálico en la picha.

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URANO

Es un planeta oscuro el 7º del Sistema Solar, es pequeño y los días son tan cortos como los de Saturno.
Es el anti-Saturno por su fealdad, -170 ºC, verdoso oscuro y las bandas de su atmósfera son nubes de metano con amoníaco.

Debido a esa atmósfera mierdosa, maloliente e irrespirable, se hace difícil interactuar sexualmente con los uranitas.
El uranita es un cruce entre terráqueo y pulpo. Se apañan bien con sus tentáculos, incluso más de lo que me podía imaginar.

Ni siquiera los poderosos filtros Hepa de mi nave pudieron evitar que se inundara de un auténtico olor a mierda al entrar en la atmósfera uranitas.

Viajar no proporciona esas alegrías místicas que dicen experimentar los románticos viajeros; a ver si son capaces de apreciar con una sonrisa beatífica la belleza de un planeta que huele a mierda y amoníaco.

Cuando uno se cruza con un uranita dan ganas de pincharlo con un arpón y meterlo en agua hirviendo con una pizca de sal y laurel durante 45 minutos para después, servirlo troceado en una tabla de madera con un chorrito de aceite de oliva y pimentón picante.

No son bellos ni ellos ni ellas. Su tronco es antropomórfico, pero en lugar de pies y manos tienen 3 tentáculos al final de cada extremidad. Tienen 12 tentáculos y es peligroso cuando no eres capaz de controlarlos todos cuando estás próximo a un uranita.
Sus rostros son más agradables, algunos casi tan guapos como yo. Se distingue fácilmente a los machos de las hembras porque las hembras tienen cara femenina y los machos masculina.

Y son promiscuos como la madre que los parió. Cuando a un individuo de cualquier lugar del Sistema Solar le llaman pulpo por su costumbre de meter mano en los cuerpos de forma rijosa o lasciva, también lo están llamando uranita.

Son amables y muy cordiales, pero al igual que en el Sol, no pude disfrutar de un acercamiento íntimo debido al traje de respiración autónoma que me veía obligado a usa para protegerme de aquella agresiva atmósfera.

El hotel donde me alojé contaba con atmósfera acondicionada, pero los uranitas no podían acceder sin traje. Si no das, te dan y se te dan te jodes, es una constante universal que uno va reconociendo en todos los lugares.

Me tuve que mentalizar de que tan solo me limitaría a pasear, cotillear todo lo que pudiera y probar su comida, que en la atmósfera adecuada (la mía nativa) dicen que es deliciosa.
No hay nada más molesto que comer entre uranitas.

Entré en un restaurante con habitáculos para extranjeros, eran burbujas de metacrilato con aporte de aire respirable y sellada. Una vez dentro de ella, pude liberarme del traje de respiración.

El sonido ambiente llegaba claro y diáfano, y de este modo llegué a sentirme completamente integrado en el bullicioso ambiente. Unas troneras y ventanas de doble cámara, servían para que los camareros pasaran a través de ella la comida y bebida.

Lo desagradable de comer entre uranitas, es la carencia total de vergüenza y decoro que ostentan. Llegáronme a sacar de quicio las constantes ventosidades que dejaban escapar. Era un continuo pedorreo que en principio me quitó el apetito. Soy solidario, rencoroso y vengativo, me tiré un pedo muy sonoro, tan sonoro que el uranita maricón que se sentaba en una mesa contigua, a mi vera, se giró y me sonrió.
Me arrepentí en apenas unos segundos de lo que hice, puesto que el pedo lo metabolicé yo solito, sin ayuda de nadie; tan solo con mis pulmones. Me olvidé llevado por la pasión de la venganza, que me encontraba en una burbuja, aislado.

Entraron dos uranitas hembras que tomaron asiento en la mesa contigua a la mía, a la siniestra; cosa que agradecí porque tendría el pretexto de entablar conversación con ellas y evitar el comprometido cruce de miradas al que me sometía continuamente el julandrón que estaba sentado a mi diestra.

-Perdonad. ¿Sabéis si por aquí hay algún lugar, un local para terráqueos con ganas de fiesta?

-¡Anda qué casualidad, somos putas!-dijo la rubia tirándose un pedo.

Me encantan las hembras sinceras directas y desinhibidas.

-¿Trabajáis en un local de alterne?

-No. Hacemos la calle.

-¡Vaya!-exclamé desanimado, no siempre soy locuaz.
Estaba visto que en ese planeta, definitivamente, no podría mojar.

-Te podemos hacer una paja aquí mismo por 20 sistemas.

A veces creo que hay un dios que cuida de nosotros, que nos mece y acuna en sus brazos protegiéndonos de ingratos y áridos destinos.
Me bajé la bragueta del pantalón echándole unas jaculatorias al buen dios y dejé el cipote al aire, oculto bajo la mesa.

Se tiraron dos pedos y rieron las muy picaruelas, se aproximaron a las troneras y cada una metió un tentáculo por las más bajas. Los tentáculos reptaron como serpientes por el suelo hasta situarse bajo la mesa y subieron palpando mis piernas hasta que por fin sentí las ventosas en la polla. Parecían pequeños labios besando y succionando a la vez.
Aquello era la paja de las pajas.
Ni siquiera la continua sucesión de pedos que se tiraba el celoso marica, eran capaces de sustraerme al placer que estaba sintiendo.

-¿Te gusta terráqueo?-me preguntó con voz sensual la morena.

-Sí, muchísimo.

-Lástima que no te la podamos chupar, vería que carnosas son nuestras lenguas.

No les hice ni caso, me concentro mucho cuando gozo. Eso y que las muy guarras me excitaban más para que me corriera enseguida. Son muy putas las putas.
Por lo demás, eran muy discretas, el resto de sus tentáculos manejaban con total naturalidad los cigarros, vasos, tenedores y cuchillos de la mesa; comían como si no me estuvieran haciendo una paja.

El camarero me sobresaltó.

-¿Desea algo más?-miraba con disimulo los tentáculos que agitaban los faldones del mantel esbozando una sonrisa de listillo.

-¡No, coño!-le dije irritado.

Y se largó tentaculeando a la zona de camareros.

-¡Oye terráqueo! Cuando estés a punto de eyacular avísanos, danos un toque en los tentáculos. Si nos pringamos con tu semen se nos irrita la piel.-me dijo la rubia.

-¡Joder! Mira que tengo una caja con 850 condones en la nave. Bueno, no os preocupéis, os daré un toque antes de salirme de madre.-les dije demostrando así la riqueza de mi lenguaje.

Tras casi 30 segundos, toqué aquel follón de tentáculos bajo la mesa.
Se retiraron y me dejaron abandonado a mi eyaculación. Mis cojones comenzaron a bombear y sujeté con fuerza y contenido sentimiento el tenedor en mi puño.
La morena me guiñó un ojo y al momento volví a sentir el tentáculo masajeando el bálano.
Las putas tienen buen corazón y ese ángel tuvo el detalle de no abandonarme en ese importante y bello instante.

-Eres una hermosura.-le dije agradecido.-Te daré 20 sistemas más.

Una ventosa succionó mi pijo en el momento más feliz; un pedo de alguien sonó a lo lejos, no me importó, estaba en el séptimo cielo.
Sentí el semen chorrear por aquel intenso masaje.
Las putas mantenían una conversación como si nada pasara; escupiendo mis últimas gotas conté sus sugerentes tentáculos. 24 tentáculos se movían y reposaban algunos encima de la mesa.

Y calculé con una sonrisa satisfecha que el que estaba bombeando aún mi pijo era el nº 25.
“Cada uranita tiene 3 tentáculos y sólo 3 en cada extremidad. Y cada uranita tiene 4 extremidades y sólo 4 4 extremidades x 3 tentáculos = 12 tentáculos x 2 putas uranitas = 24 tentáculos”.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal, miré bajo la mesa y allí estaba el tentáculo, escurriendo mis últimas gotas de leche; enfundado y protegido por un condón rosa. Llegaba desde mi diestra. Lo comprendí todo; clavé con fuerza el tenedor en el infecto tentáculo nº 25, en el momento en el que el maricón me lanzaba un sonoro beso. Mis ojos se oscurecieron aterrados.

Si yo lo veía todo oscuro, el pulpo marica lo debió ver de color rojo, porque pegó tal alarido de dolor que provocó un pedorreo generalizado. Una especie de escatológica histeria colectiva.
Los uranitas tienen el vientre muy flojo.

El local se sumió en una atmósfera densa y verdosa, momento que aproveché para calzarme el traje de respiración y largarme de allí sin pagar. A las putas no les di propina.
Jamás hubiera reconocido públicamente que un maricón remató aquella paja; pero este testimonio servirá de ayuda y advertencia para otros putañeros espaciales sin experiencia. Que sirva al menos para el bien común aquella humillante experiencia por la que pasé.

A las dos horas estaba probando en mi nave el masturbador ultra Octopussy, especial machos.
Cuatro ventosas unidas a un tentáculo de realista movimiento me dejaba bizco mientras la nave penetra en el universo profundo.
Precioso de verdad.

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NEPTUNO

Mi penúltima escala y el 8º del Sistema Solar.
Dicen que Tritón y Nereida, sus dos satélites, son de una belleza espectacular. Eran dos piedras sin ningún tipo de elegancia. El planeta en si, es una gigantesca charca de agua fría. Una Nueva Orleans pero más grande y oscura.
Sus habitantes, los neputnosos, viven en agua, comercian con el agua, se cagan en el agua y follan en el agua.
Parece ser que el nombre de su planeta los motiva mucho.

Son tímidos los neptunosos.

No es aconsejable para los que tienen el ácido úrico alto comer demasiada cocina uranita, como la típica que sirven en los restaurantes típicos en los que es típico pedir los típicos platos uranitas.
(Creí que jamás saldría de ese párrafo)

El 90 % de su alimentación es marisco; y va a precios reventados. Mucho más barato que las naranjas ácidas en la Tierra.

Entre los dedos de las manos y los pies tienen membranas interdigitales que imagino debe ser una mejora evolutiva para obtener más placer en sus tocamientos sexuales. Para mí, sus órganos genitales son tan invisibles como lo son los de los lenguados de la Tierra.
No importa, Freud dijo que un hombre seguiría siéndolo hasta que le cortaran la lengua. Freud era un feriante con divertidas sentencias.

La voz de los neptunosos es un agudo chirrido y me recuerda mucho a los chaperos travestis que rondan las cercanías de los estadios de fútbol de la Tierra; no me refiero a que ofrecen una mamada por unos pocos sistemas, sino a la falsa femeneidad con la que hablan.
Un taxi me llevó del aeródromo al barrio más putero, Glubs Pleasure.

El taxista era un emigrante vasco al que le costaba ya mucho hablar euzkera o español por la cantidad de años que llevaba en Netpuno. Me instruyó con su chirriante acento en lo que debía hacer para que en su genética timidez una puta neptunosa accediera a follar conmigo.

Tampoco tienen mamas y es difícil distinguirlas de los machos. El sabelotodo del taxista me indicó que lo mejor para los extranjeros era pronunciar unas palabras a través de un tubo de plástico, un suave embudo en el que en su extremo más ancho, estaba cubierto por una membrana transductora que a mí me parecía película plástica para proteger bocadillos vegetales con atún. Casualmente llevaba en el maletero 560 Provocadores del ansia de follar.

Aquel humano no conocía la sutilidad ni falta que le hacía, me sacó 100 sistemas por el Provocador del ansia de follar y 60 por la carrera de apenas 5 minutos.
Pensé en llamarlo hijo puta vociferando por ese aparato estúpido; pero hay pocos taxis en la zona y es muy posible que tuviera que volver de vuelta al aeródromo con él.

Me dejó frente a una sala de baile llamada La Sirena Cerda.
Con todos los neptunosos que me cruzaba en el interior del local, ocurría lo mismo: me dirigían la mirada a los ojos, la desviaban avergonzados hacia el provocador y luego daban media vuelta dándome la espalda avergonzados con una vergonzosa sonrisa.

Si en un principio pensé que eran tímidos, en aquel momento concluí que también tenían estupidez congénita invariable para todos los individuos.

En la barra del bar pedí un licor de sargazos rojos y me sirvieron también un cuenco con pulpitos vivos a modo de acompañamiento, que usé como cenicero.
Me sobrevino una arcada con el primer trago de licor. Abandoné el vaso y aferré con resolución el Provocador del ansia de follar.

Salté a la pista de baile, me coloqué frente a una neptunosa con un ademán sensual y me llevé el Provocador del ansia de follar a los labios para pronunciar la frase que el taxista prometió que la excitaría y obligaría a mostrar sus órganos genitales, disponiéndola así al apareamiento.
El apareamiento según el vasco es lo mismo que follar. Viajar enriquece.

-¡Abrete de piernas que te la meto!-le grité ante todos.
Quedó paralizada, se puso roja como un tomate y lanzó un graznido de vergüenza.

Su entrepierna se inflamó formándose un bulto que se abría lentamente por una ranura que iba desde el interior de los muslos hasta el inicio de la zona ilíaca (si es que tenían huesos). De aquel bulto y en mitad de la pista, cayeron dos cojones como dos camiones y un pene largo y fino como una anguila.

Era un macho, el taxista me explicó que las escamas de la cabeza en las hembras eran de un discreto tono rojizo. Las escamas de los machos, plateadas.
Buscando una explicación que fuera mejor que creer que el cochino taxista me tomó el pelo, vi que encima de la cabeza del neptunoso había un foco rojo que teñía las escamas.
Rompió a llorar, cogió sus cojones y el pene entre los brazos e hipando disgustado y avergonzado, se perdió tras la puerta de los servicios.

Yo no me amilano ante la adversidad, así que oteé el horizonte en busca de escamas rojas sin foco encima del tarro.
Me planté con gallardía frente a una neptunosa que bailaba medio borracha con la cabeza colgando indolentemente en un ademán de desoladora soledad. Pedía a gritos compañía, un cliente.

-¡Abrete de piernas que te la meto!-dije a través de aquella repelente bocina.

Tuve el presentimiento que aquello tampoco tendría final feliz cuando lanzó un alarido de sorpresa.
Otro neptunoso con los huevos por el suelo. También lloró desconsolado y se dirigió a los servicios dejando tras de si un rastro de confeti rojo en el aire que desprendía de su cabeza plateada.

En la pista me miraban todos con temor, quedé en el centro de un amplio círculo cuando retrocedieron al unísono.
Fueron 10 segundos cargados de tensión hasta que el discjockey hizo sonar Paquito el chocolatero y se olvidaron de mí para graznar todos juntos un extraño “hey, hey, hey”.
Parece que tampoco tienen mucha memoria los neptunosos.

Puse más interés, examiné ausencia de focos rojos y elegí una neptunosa al azar, cuando me puse frente a ella le di un fuerte soplido en la cabeza para comprobar la ausencia de confeti de cualquier color. No había confeti.
Me miró horrorizada y al tiempo se le escapaba una risilla de lo más estúpida.
Ya me sentía más familiarizado con la fórmula y dije sin gritar pero con firmeza:

-¡Abrete de piernas que te la meto!

Se tapó la cara con una mano, avergonzada perdida, con la otra mano me quitó el Provocador del ansia de follar.
Debía temer que se lo repitiera y hacerse agua excitada perdida.

-Son 50 sistemas y el vivero lo pagas tú.

Habló muy claro y no sé si eso del Provocador del ansia de follar, era realmente un transductor o un timo del taxista vasco. De cualquier forma, me emocioné vivamente al oír aquellas palabras tan significativas para mí.
Entre sus piernas estaba creciendo un pequeño bulto que se estaba convirtiendo en una especie de pequeña hucha con forma de coño.
Neptuno es carnalmente retráctil.

Mirando al suelo y sonriendo nerviosa con su natural timidez, salimos de La Sirena Cerda para cruzar la calle y dirigirnos a El Vivero de los Enamorados, le pagué la pasta al neptunoso de recepción que se estaba poniendo hasta el culo de pescadito crudo.

Bajamos por una escalera hasta llegar a una piscina redonda de la que salía luz de su interior. Genial, tan hortera como los hoteles de las cataratas del Niágara. Me desnudé en escasamente 1,5 segundos y en menos tiempo aún, la muy puta me dio un empujón y caí en la piscina.

-¡Me cago en Dios! ¡Qué fría está, so puta!-le dije sin el Provocador.

Estaba empalmado cuando entré en contacto con el agua y supongo que por el brusco cambio térmico, el pene se quedó colapsado así de duro y firme pero, con un matiz azulado. Me sentía orgulloso de mi hombría.

La neptunosa puta se zambulló en la piscina dando voltereta con triple salto mortal y tirabuzón. De paso me dio una lección de cómo entrar en el agua elegantemente y no como yo. Son importantes los detalles.

Se colocó frente a mí, abrió sus piernas y la penetré con toda naturalidad y elegancia también.
Le hubiera preguntado si estaba gozando para que me dijera que sí, pero aún no estaba seguro de si me entendería sin el provocador.
Cruzó las piernas tras mis nalgas y estiró el torso atrás. Formábamos una coreografía de una belleza extraordinaria. Mis cojones estaban duros como pelotas de cuero por el intenso frío, sin embargo mi pene estaba calentito y empapado de su humor sexual.

Sin previo aviso, la puta me arrastró hacia el fondo de la piscina, yo estaba enganchado a ella; su vagina había aprisionado firmemente la polla y tuve que bajar acompañándola en su caprichoso paseo.
Se agitaba en vaivenes rápidos contra mi pubis (lo hubiera podido hacer igual sin tener que ahogarme. El instinto tira mucho de nosotros) y como era vergonzosa, no me miraba a la cara y no se daba cuenta del alarmante color amoratado de mi tez.
Para mayor inri y desasosiego, estábamos rodeados de vidrios y tras ellos las mesas de un restaurante; estaba repleto de neptunosos que nos miraban avergonzados y algún terráqueo que gritaba:

-¡Animo, paisano! Dale caña a la sardina y que aprenda lo que es un hombre.-no soy neptunoso y me sentí avergonzado.

No le hice ni caso.

Me era imposible desengancharme de la neptunosa y me sentía ya tentado de respirar agua y forzar así mi evolución hacia la respiración branquial.

Ya veía la luz brillante al final de un túnel cuando sentí en el glande una presión extraña, un músculo lo estaba oprimiendo y liberando alternada y rápidamente; una especie de bombeo. Sentí a continuación arder el pijo y un placer intenso provocó que los dedos de los pies se me contrajeran como si me hubiera puesto calcetines tres tallas más pequeños.
La puta apoyó sus pies en mi pecho y estiró las piernas con fuerza, salí disparado contra los vidrios dejando una estela de esperma flotando en el agua y con los dedos aún doblados por el placer y la asfixia.

-¡Joder paisano! ¿Qué comes para hacer tanto yogur?-gritó verdaderamente entusiasmado y admirado el animoso terráqueo.

No le respondí porque tenía prisa por emerger, encenderme un cigarrillo, y respirar.

-Hijalagranputa, cerda de mierda.-le grité a la puta apenas comenzó a salir mi pelo a la superficie.

No me hizo ni puto caso, cogió el bolso, mi dinero y se largó.

Lo que temía se hizo realidad, de vuelta al aeródromo me llevó el taxista vasco.
No levanté la mano para que parara, lo reconocí y me quedé muy quieto para que pasara de largo pero; me reconoció y paró delante de mí. Me hice el loco, como si no fueran para mí los bocinazos que estuvo dando durante cinco minutos.
Como la situación se estaba volviendo más molesta a cada instante, abrí la puerta del taxi.

-¡Hombre, es usted! ¡Qué alegría!-mentí.

Y el vasco me llevó hacia el aeródromo a través de los canales y barrizales del oscuro Neptuno. Aún sentía frío.
Me cobró esta vez 100 sistemas por la carrera le pagué, me bajé y a través de la ventanilla le pegué el Provocador del ansia de follar en la oreja y le grité:

-Chorizo de mierda. Me ha dicho tu madre que pases por la farmacia y le compres un bote de crema hidratante porque le he escaldado el coño de tanto tirármela. No tardes que le duele.

No sé que coño pasó, pero cuando se iba a bajar del taxi, seguramente para darme un abrazo, le creció el paquete pollal cosa mala y no pudo.

-Abrete de piernas que te la meto.-le dije con crueldad.

Se sonrojó con una sonrisilla idiota y bajó la mirada a algún punto de sus cojones hinchados.

Desaparecí tras las puertas de la terminal sin esperar que se abriera de piernas.

Me duché con agua hirviendo en mi vieja y confortable nave y sin ningún tipo de alegría puse rumbo al último planeta de mi tour turístico.
Me unté el glande con abundante pomada anti-hematomas por una especie de cardenal que me salió en el pijo. Lo verdaderamente importante es que mi pijo seguía allí, me temía lo peor.

Reflexioné durante unos minutos admirando esa pequeña porción de la Vía Láctea (aquel mes más láctea que nunca en lo que a mí se refería) y quise relajarme, dejar de oír aquel “plop” humillante transmitido por toda la piscina cuando la puta me lanzó fuera de si.

“No todo es belleza en otras civilizaciones o formas de vida, hay verdaderos cabrones en el universo.”. Anoté esta frase llena de sensibilidad y profunda sapiencia y me comí un bocadillo de anchoas que chorreaba aceite y me puse perdido.

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PLUTON

El 9º y último planeta, el más alejado del sol. La luz que emite es amarillenta y hay un disco a su alrededor porque los plutanacos usan el espacio como vertedero y los restos flotan creando ese caprichoso adorno.

Es el planeta más frío, alcanza el 0 absoluto.
Visitar Plutón requiere invertir el presupuesto anual de ropa en un solo día. Y mucha fuerza para poder moverse con tanto peso encima.

Es sabido que los seres vivos se adaptan a las condiciones de su entorno y la evolución los lleva a modificar su morfología y carácter hacia una vida más fácil y útil en su medio.
Los plutonacos son los más histéricos llevando a cabo su evolución, comen y beben como cosacos todo el día y fuman que parecen chimeneas. Son tan activos que el más sereno de los seres que moran el Sistema Solar puede acabar hasta las narices del maldito dinamismo plutonaco.

Me pusieron muy nervioso; si están sentados repican con los pies en el suelo continuamente. Si están de pie charlando, se balancean inquietos, y si pasean lo hacen a la carrera.
Mi mente sagaz intuía que es por culpa del frío; no hay quien pare quieto un instante. Sin embargo, no me cuadraba porque hacían las mismas idioteces en el interior de los edificios donde se encontraban calentitos. Y eso me llevaba por lógica a pensar que no se fiaban de las centrales ni redes eléctricas, que era tal el frío que sentían, que vivían estresados ante el temor de un apagón. El quedarse sin calefacción requería vestirse muy rápidamente la decena larga de abrigos que había que llevar encima para sobrevivir a aquel clima hostil.
Estaban en un constante estado de alerta. Pobres…

Me metí en un bar cualquiera al azar, había cientos. Pedí una cocacola y me la sirvieron caliente, esperé fumando pacientemente a que se enfriara apoyado en la barra.

-¿Tu no te mueves?-me interrogó el plutonaco que oscilaba a mi derecha.

Bebía un buen vaso de aceite de hígado de bacalao y hasta mí llegaba el hedor. Sé que este clima es extremo y es necesario proveerse de vitaminas; pero me parecía excesivo, prefiero caer anémico a vomitar mi propio estómago.
Y encima lo tomaban humeante.

-Un poco sí que me muevo, pero prefiero que me monten.-le respondí con mi innato ingenio.

No lo entendió y yo me quedé mirándolo con una sonrisa pícara y simpática mientras su cerebro daba vueltas y vueltas a lo que había dicho.
Al cabo de diez minutos me cansé de mantener la sonrisa y esperar una muestra que me hiciera creer que su mente había llegado a entender algo.
Le hice una pregunta más directa al Einstein.

-¿Dónde paran las putas?

-Aquí no hay putas; si quieres lo haces y ya está. Cuando veas a una tía que te guste, te acercas y la pisas.

Me gustó aquella metáfora ornitológica sobre el acto sexual. Sentí un repentino afecto hacia aquel planeta tosco y frío, de palurdos y libertinos habitantes.

Los plutonacos son de color gris oscuro, una necesidad para poder absorber el calor de los pocos rayos de sol que les llegan. Son imberbes porque hace un frío que pela. Y son más bien bajos, entre 1 punto 5 y 1 punto 6 m. de estatura.

Le ofrecí la mano al palurdo como agradecimiento por su atención y despedida, la aceptó crujiéndome tres falanges. Me movía inquieto soportando el doloroso apretón sonriendo.
Son muy efusivos los plutonacos.

-No te preocupes, no creo que haya ningún apagón por ahora.-me dijo, sin duda pensando que mis pies bajaban y subían alternativamente como respuesta a un estado físico y mental de alarma ante un apagón.

Soy una máquina procesando hipótesis.

Tras varios minutos más con mi mano apresada en la suya, se acordó de devolvérmela. Ya daba igual, gracias al corte de la circulación sanguínea se me había insensibilizado y no me dolía.
Me largué de allí tras haberle pagado los cuatro vasos de aceite de hígado de bacalao, no se resistió a ello, si no que insistió.
No son generosos en ese planeta.

Como soy decidido y mi apellido es peligro, salí a la calle dispuesto a follarme a la primera tía que se cruzara en mi camino (estaba ya harto de tanto viajar y quería acabar el estudio de una vez para volver a casa).

Es muy difícil reconocer el sexo de un plutonaco en el exterior, llevan demasiada ropa. Y más difícil aún es saber si la plutonaca está buena.
Me guié por mi instinto y por los tonos pastes en azul pálido, rosa y verde que vestían la mujeres. No me arriesgué con los colores neutros y oscuros. Detecté y localicé a una tía que andaba-corría tranquila y veloz en sentido contrario al mío. Sólo pude apreciar sus ojos de entre los 10 Kg. de ropa que llevaba encima, capucha incluida.

Me preparé mentalmente para ponerme en su camino y decirle alguna gracia que le indicara que era mi voluntad mantener ayuntamiento carnal con ella.
Y como ella, tan solo mostraba mis preciosos ojos verdes en la profundidad de la capucha.
Me planté delante cortándole el paso. Se detuvo frente a mí y sus ojos se dulcificaron.

-¿Quieres foll…?

Tomó la iniciativa, no me dejó acabar mi estudiada pregunta.

Fueron cuatro pisotones rotundos, me pateó cuatro veces seguidas, 2 el derecho y 2 el izquierdo.
Con los pies helados y a una temperatura de 0 absoluto (-276 ºC) cualquier pisotón suave duele como una amputación traumática.
Y aquellos pisotones no fueron suaves. Lloré como un crío por el intenso dolor.

Se retiró la capucha y grité asustado, era más fea que Picio; retiró la mía también, me abrazó y me tumbó en el aire aguantándome en vilo con sus poderosos brazos. Mis doloridos pies pugnaban por no resbalar en el suelo criogenizado.
Me sentía mujer bailando un tango.
Abrió la boca y me llegó un nauseabundo olor a podredumbre, me besó los labios y me metió la lengua hasta el píloro.
Me estaba cansando ya de tanto sexo bucofaringeo.
Saltaba a la vista que acababa de beberse unos cuantos vasos de aceite de hígado de bacalao y lo degusté entre arcadas.
Llevó una mano a mis cojones y grité.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

Me dio 10 apretones mientras le rogaba que me dejara vivir.

-¿Ya?-me preguntó.

Le dije que sí mil veces con la cabeza.

-Es que los tíos altos me ponéis…

Me soltó y siguió su camino rumbo a un destino desconocido para mí.
Me mantuve reflexionando en el aire dos segundos y por fin caí de espaldas contra el suelo, me di la vuelta para esconder mis lágrimas y consolé con el calor del guante helado el dolor de los genitales.

Caminando con los pies aplastados como un pelícano, me dirigí a un supermercado; compré un tubo de dentífrico y un cepillo de cerdas blandas porque no quiero que me sangren las encías.

Entré después en el bar, pedí un vaso de sifón con cubitos y palmeé con los pies hasta el servicio.
Cuando conseguí sacarme las botas y desprenderme de los diez pares de calcetines de lana, pude apreciar la magnitud de la lesión. Se habían formado hematomas que iban desde las uñas hasta los tobillos incluyendo el empeine.
Me lavé los dientes y la lengua con vigor y vehemencia tras haber vomitado. Cuando salí del servicio me sentí más relajado.

Tomé un solo trago de sifón y volví al exterior combatiendo mi pánico.

Un grupo de plutonacas hembras paseaban-galopaban veloces y sonrientes hacia mí. Miré el suelo haciéndome el loco y doblando las rodillas para parecer más bajito me apreté contra la fachada de un edificio.

Me interceptaron, las miré angustiado, dos de ellas se pusieron frente a mí y las otras seis hicieron cola detrás. Aguanté casi con dignidad los 8 pisotones, pero cuando me retiraron la capucha no me dejé coger en sus brazos y me tiré al suelo hecho un ovillo. Llorando de nuevo.
Me llamaron nenaza e impotente y se largaron al trote.
No me gustaba nada el follapisa, era doloroso, estúpido, extraño e incluso anómalo.

A pesar de esto, decidí en aquel momento llevar la iniciativa y no largarme sin follar, o al menos sin haberme esforzado como es habitual en mí.
Eché a caminar de nuevo y esta vez todo lo rápido que me permitían mis pies destrozados.
Me detuve un momento para aspirar un pulmón que se me había salido por la boca y seguí mi furiosa carrera.

Una plutonaca con sus anoraks color rosa caminaba 20 pasos por delante, me lancé al trote imprimiendo velocidad a mis palmeados e hinchados pies y me coloqué frente a ella.
Se paró.

Levanté rápidamente el pie derecho para darle un fuerte pisotón, acumulé energía en la boca del estómago y lancé el pie con un grito de guerra. Pisé el suelo. ¡Qué rápida era la mala puta!

Levantó el suyo y lo bajó con una fuerza que no lo parecía, me pisó y sentí algo sísmico.
No me arredré y levanté el otro pie al tiempo que le decía:

-¡Me cago en tu madre!

No fallé, fue ella la que me esquivó y me piso en contraataque, sin que pudiera hacer nada por evitar mi propio drama. Me sentí abandonado.

Grité de dolor, me abrazó, me sostuvo en el aire, me besó, sentí de nuevo el aceite de hígado de bacalao inundar mi ser como un torrente fétido aunque ya no sabía tan mal como al principio. Me masajeó la laringe con la lengua y aunque le rogué hecho un mar de lágrimas que no lo hiciera, lo hizo. Me estrujó 10 veces los huevos.

Ni en este 2º polvo sentí excitación o placer alguno. El follapisa no me decía nada, no me gustaba.
Me recogió del suelo un plutonaco y al ver mi desconsuelo y angustia, me escoltó hasta el aeródromo para que no me volviera a pisar otra hembra ardiente.

Por el camino me aclaró que la zona erógena está en sus pies y que si muchos se balancean no es por un atávico temor a un apagón eléctrico, simplemente se la estaban pelando. Eso sí que me cuadraba, porque nadie podía ponerse a follar en pelotas en Plutón.
Le di las gracias y 30 sistemas que me exigió por la compañía y la información. Me destrozó la mano con un caluroso apretón.

Por mi parte le expresé mi asco hacia Plutón y sus mujeres. Confesó que eran realmente feas, pero como no se iban a poner en pelotas y cuando se sacaban la capucha cerraban los ojos, tanto les daba.

Me importaba una mierda la forma en que nacían y como se desarrollaban los plutonacos así que no le pregunté por miedo también a que me sacara más pasta.

Despegué de Plutón con los cojones gordos y tumefactos (si no fuera por el dolor y el color, no me hubiera importado que estuvieran gordos) rumbo a mi asqueroso planeta la Tierra (no estaba de buen humor). No pude hacerme una paja en tres días.

Pasé casi una hora molesto por la humillación y violación a la que fui sometido en Plutón.

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ÚLTIMA REFLEXIÓN

Hace ya un año que realicé aquella exploración para conocer y difundir los diferentes comportamientos sexuales en el Sistema Solar.

Estoy seguro de que no copularé jamás fuera de la Tierra.
Da igual que una mujer me diga que está caliente pero; no lo quiere hacer conmigo porque es muy bonita la amistad. Sé que en cuanto vea los billetes en la cartera, todas esa amistad se irá a la mierda y nos convertiremos en perros en celo.

Los terráqueos somos complejos, ilógicos y terriblemente predecibles.
Y eso da seguridad.

Si deseáis más información, no acudáis a agencias de viajes porque todo lo encuentran precioso. No os hablarán del follaoreja o el follapisa.
Ellos sólo quieren vender y vender.

Lo mejor que podéis hacer para manteneros informados, es llevar este dossier y leerlo; aprended de mi dolor y humillación. Por sólo 700 sistemas seréis sabios.
Y sobretodo no olvidéis vuestros condones hiperlubricados, sedosos y sensitivos: La polla del Sistema Solar.
Su integridad ha sido probada por mí, en persona.

Además, tenéis el aliciente de encontraros un condón con restos de mi semen; si lo encontráis, remitidlo en sobre cerrado de PVC a Latex Manufacturated Pleasure y os regalarán un llavero enorme: mi pene a escala 1/10.

A ver si os creíais que no iba a hacer negocio la empresa después de subvencionarme.
Ni que yo iba a sacar beneficio de mi odisea sexual. Además de carnal soy material.

Poneos negros de tanto follar.
Buen sexo.

Iconoclasta
8-8-06


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28 de julio de 2006

Joder la marrana

En Barcelona a Veintidos de Abril del Año de Nuestro Señor 2000.

Siempre en estas fechas próximas a largos periodos festivos aparece el trabajo de última hora; algo tan urgente que podríamos ser despedidos, insultados o condenados al infierno si no sacamos adelante el trabajo previsto para dos semanas en dos días.

Al portador de las buenas nuevas se le ve venir y es entonces cuando pensamos: "ya viene a joder la marrana"; algunos no lo piensan si no que lo dicen abiertamente y abiertamente el que recibe la frase se sonríe del poder que ostenta y se la "pela" lo que digamos.

La frase es tremendamente rústica, malsonante, cacofónica y refrescantemente obscena. ¿Quién la inventó, acuñó, ocurrió y puso en circulación? Ni lo sé ni me importa pero; desde luego, se llevó ovación y vuelta al ruedo. Simplemente voy a explicar de donde salió y porque. No le daremos más vueltas yo tengo razón y ningún evolucionista me convencerá de que se trata de algún mensaje genético de nuestros ancestros (aquellos cuyos genitales quedaban más cerca del suelo que los nuestros por razones obvias de talla y andares).

Seguramente un buen día un porquero aburrido de tanta mierda, mientras se fumaba un cigarro con las manos sucias apoyada en la baranda de una pocilga, se fijó en una pobre cerda que estaba tranquilamente echada sobre la mierda que aún no había limpiado y pensó: "un día de estos la montaré". Olvidémonos de zoofilias y cosas raras, se trata de una frase hecha, coloquial y sin ninguna malicia (sé que ahora se hace difícil borrar la sonrisa que nos ha aparecido en el rostro) Bueno, habiendo dejado claras las intenciones del cer... digo del porquero, prosigo con la historia.

Los animales, como dice el saber popular, tienen un sexto sentido (que nadie busque un guiño cinematográfico) y la cerda piensa sin ni siquiera mover la cabeza: "éste ya está pensando en joderme". Y ya está, que no se engañe nadie; no ha sido fácil hallar este origen, ha sido un largo camino de visitar pocilgas y cerdos de dos y cuatro patas, estudiar sus reacciones e instintos primarios (aquellos que se alojan en nuestro primitivo cerebro de reptil).
Lo escabroso de esta frase es que es muy fácil de pronunciar, incluso de cantar y nos despoja con idéntica facilidad de nuestra dignidad. ¿Cómo? A saber:

¿La marrana personifica a las vacaciones (que serán jodidas) o a nosotros (que seremos jodidos)?
¿Qué piensa el porq..., digo el jefe? ¿Nos jode a nosotros o a nuestras vacaciones?
¿Qué pensamos nosotros del jefe? ¿Tiene derecho a la vida?
¿Qué piensa la cerda que está ahora debajo del porq..., digo de un cerdo?
¿Los jefes y cerdos: tienen genes comunes?
¿Tanto vale un euro?
¡Ah, la vida es una mierda!
Iconoclasta

25 de julio de 2006

Hediondo

Soy una bestia reptante, soy el hijo deforme de un demonio.
Soy lo que queda tras tanto amarte, los restos de un cadáver que yace en mierda movediza.
Soy furia y odio.
Soy deseo puro y enloquecido. Peligroso como la tuberculosis, letal como la jeringuilla encostrada de sangre seca.

Sucio y hediondo como el brazo de venas picadas y podridas. Caído como el yonqui entre orines de perro y excrementos.
Soy la miseria pura. El que arranca la cabeza de las ratas a dentelladas como si de tus labios se tratara; rabioso y corrupto.


Con mi aliento hediondo te beso cuando duermes.
Desgarros en tu piel.
Cansado de desearte más y más, rencoroso con la vida, con la sonrisa que me brindaste. Con un amor que no supe contener y me invadió como un tumor. Siento un rencor peligroso hacia ti porque me convertiste en esclavo con tu ser.
No tienes idea de quien soy porque ya no queda nada de aquel que te mecía en un amor dulce, el que hablaba de un amor indecente en su pasión.
Soy la perversión hecha polla. Soy el pene duro embistiendo entre tus piernas en un lugar oscuro que no es tu mundo.

El mundo es maravilloso contigo y en ti; pero hay un infierno bajo tus pies, soy infierno y soy el sexo brutal. Mi pene es el árbol que te protege con su sombra, y clavaré mis ramas entre tus piernas para arrancarte gemidos de sangre, un grito que erosione la garganta.
Soy un árbol deforme, centenario, de retorcidas raíces clavadas en el infierno.
Quiero tu cara deforme por el placer más sacrílego y ofensivo. Tu lengua bífida destrozando la belleza y candor del amor puro.
Que la oscuridad de tu coño destruya la luz del planeta.

Ensuciarás el amor con esa obscenidad impía, con tus gemidos roncos nacidos de entre las piernas, cuando mi lengua lama tus muslos y agite tu vulva empapada.
Te convertiré en mi muñeca de placer, en mi juguete húmedo. No habrá piedad, como tus hermosos ojos no la han tenido con mi alma.
Te daré un placer que avergüence al mundo. Manarán tus babas descontroladas en mi abrazo animal e hiriente. Hendiré tu piel y tu carne con mis uñas. Te penetraré hasta que me sientas en tus tripas. Lameré el agua de tu boca extasiada. Seré una serpiente en tu coño y sanguijuelas en tus pechos.
Te ahogaré con mi miembro.
Te robaré la respiración y quebraré tu voluntad, como tú has destrozado la mía.

Mi saliva es una cascada infecciosa que anega tu rastro, tu aroma en el aire. Mis fauces se hacen agua y mis labios agrietados desean besar los tuyos.
Te busco, te acecho, te cazo.
En tu mundo no hay miasmas, ni flemas necrosas de pulmones que aspiran el ácido de un amor abortado. En tu mundo había luz, ahora soy yo el todo. El que decide tu vida y tu pensamiento.
Ahora soy tu peste, tu plaga.

Soy un placer hediondo en el que te abandonarás con los brazos laxos en cruz, un cristo violado. Hundiré mi lengua en tu ombligo.
Ahora soy la sombra que te penetra cuando duermes, cuando cierras los ojos. Soy el infecto que mueve tus dedos cuando te masturbas. Soy el que te abre las piernas en soledad y te mete la vela en tu agujero sagrado y deseado.
Soy el asma en tu pecho.
Soy un peso encima de ti follándote, con mis garras enredadas entre tu cabello. Soy una máquina que funciona con sangre, y leche.

Serás madre maldita, en tu vientre plantaré la semilla hedionda de mi amor enfermo. Madre puta para la tierra y diosa en el infierno.
De mi émbolo mana un semen ardiente que fundirá tu coño.
No eres mía, no me perteneces, pero eres mi presa. Mi caza.
Ya no te quiero, sólo te ambiciono. El tiempo del amor acabó, el amor mutó mi ser cuando se convirtió en una eternidad tortuosa de deseo. Hace apenas unos minutos… Cuando tuve la certeza de que muerto arañaría el ataúd por seguir a tu lado.
Es la hediondez de mi deseo más primitivo la que me ha hecho bestia y he creado el infierno como Dios creó a los animales.
Soy hediondo e inmortal.

El amor ha creado tanta presión que ha roto límites, ha destrozado la materia gris que envolvía a la bestia que latía en lo oscuro como una neuralgia en la sien.
Soy bestia hedionda arrastrando mi hocico por tu cuerpo.
Azotándote la cara con las venas que me inflaman el miembro con un torrente de sangre. Que lo entumecen.
Me masturbaré ante ti hasta que tus piernas se abran y tus dedos abran la caverna, el infierno que busco: un agujero de carne y brillante savia espesa.
Un zulo de placer oscuro e indecente.
Tu coño, tu propio infierno.
Y al infierno te llevaré como mi presa, mi trofeo.
Mi caza.

Iconoclasta

22 de julio de 2006

Verdades y mentiras

¿Quién no ha conocido a alguien cuya principal virtud es la sinceridad? Alguien que a modo de salmo debe proclamar constantemente al mundo entero su sinceridad. Su ansia por que los demás sean tan sinceros como lo es él, o ella.
¿Se siente envidia ante esa sinceridad casi religiosa y compulsiva? ¿O es algo patético a lo que despreciar?
Los sinceros cuestionan las afirmaciones de otros porque su tremenda sinceridad parece ser la única e indiscutible. Reconocen la mentira a la legua, son intuitivos, ágiles y eficaces.
Es muy importante para ellos encontrar el porque de todo, es una constante en su vida; no se puede dejar nada a la suerte.
Claro que eso es ambición, la ambición de pretender saber más que nadie. Pero resulta que la ambición es la fundición de la mentira. Un sincero autoproclamado suele ser un cuerpo relleno de hipocresía.
Los sinceros son repelentes, tienen una antipatía casi palpable.
Bienvenidos al mundo sincero.

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Elsa era una mujer avispada, inteligente e intuitiva. De muy rápidos reflejos.
Julio en cambio, parecía estar siempre relajado, tranquilo y conforme; uno de esos tipos que se sienten bien con lo que piensan, nunca pregunta el “porque”, simplemente el “como”.
Llevaban ya 16 años de matrimonio, tal vez es la única forma de que una pareja sea duradera; una gran diferencia de caracteres entre ambos. Un defecto de uno es corregido por la virtud del otro y todas esas tonterías que se dicen.

La ambición de Elsa contrastaba con el desprecio que Julio sentía por ser “alguien” en la empresa. Julio era encargado del turno de tarde en una fábrica de automóviles y no se esforzaba más para subir puestos. No estudiaba porque decía que ya sabía suficiente. Estaba bien así, disfrutando de sus pequeñas aficiones.
Ella era publicitaria, siempre inmersa en batallas para ganar clientes y proyectos; un cliente, una campaña más. Ganaba el doble que él. Había conseguido en los últimos cinco años tres aumentos de sueldo, él ninguno en diez años, simplemente se limitaba a alcanzar la prima mensual por llegar a la producción estipulada.
Era sincera, de una sinceridad irritante; decía de Julio que no se promocionaba en la empresa porque carecía de picardía; porque no sabía mentir. Su falta de interés por ascender no era sencillez, si no falta de reflejos y agresividad.
Y siempre era sincera, sobretodo ante sus amistades, en cenas o tomando unas copas.

-No basta con ser bueno, has de saber a quien hablar y de que hablar. Si eres bueno en tu trabajo, jamás te moverán de ahí si sólo lo demuestras cumpliendo. Y es que sinceramente, tienes poco espíritu y se te ve venir.

Esta era su sentencia favorita y más humillante “se te ve venir”. Con el tiempo, Julio dejó de sentirse mal por estos comentarios y acabó sintiendo una total indiferencia hacia estas sentencias.
Luego venían los consejos de los amigos y el ejemplo que ellos mismos constituían de éxito laboral.

-A eso se le llama ser un lameculos.-respondía Julio.

-No seas borde.-le respondía Elsa.

A Julio le gustaba ser deliberadamente grosero para que Elsa se sintiera incómoda entre sus refinados colegas.
A pesar de su proceder en el trabajo, Elsa era ante todo un ejemplo viviente de sinceridad. Si había algo que le repugnaba y que la ponía “malísima” era la mentira.
Lo podía perdonar todo pero; no la mentira.

Cuando eran novios, le largaba frecuentemente este discurso a Julio sin que fuera necesario. Al menos para él.
A él no le preocupaba todo ese asunto de la sinceridad y la mentira.

Hay días en los que es mejor no levantarse de la cama pero; Julio se levantó como siempre y a la tarde marchó a la fábrica.
Ocurrió algo con las prensas, un desajuste o un error en la programación, ciento cincuenta capós se tuvieron que tirar al contenedor de chatarra para fundición. La plancha se había desgarrado en todos ellos en la última fase del prensado. Julio fue el último en revisar los parámetros del par de prensado.
Fue sancionado con tres días sin empleo y sueldo con carácter inmediato; por supuesto, perdió la prima de producción.
Y aún debía agradecer que no lo hubieran despedido.
Salió abatido del despacho del gerente de recursos humanos, y casi se dio de bruces con el médico de la empresa.

-¿Tienes un momento para que revisemos los resultados de la analítica de la revisión médica?

-No es un buen momento, Tomás.

-Bueno, te doy los resultados y si sale un asterisco en algún parámetro es que algo no está bien. Míratelos en casa y si tienes algo que comentar, vienes a la consulta. La verdad es que no he tenido tiempo aún de darles un vistazo.

Se metió el sobre en el bolsillo del pantalón y se dirigió al reloj de fichaje, donde marcó el código de salida y el de sanción.

Ojalá en este momento viviera solo y no tuviera que contarle a Elsa su metedura de pata. Era ahora lo que más le pesaba de todo aquello, explicarle a su mujer lo que había ocurrido hoy.
Elsa le preguntaría el “porque” le ocurrió algo así. No se iba a conformar con el “como”, una distracción que no se podía explicar más que como mala suerte. Un mal momento de esos que alguien padece de vez en cuando.
Le reprocharía que si hubiera tenido más interés por hacerse notar por sus superiores, se habría librado de la sanción, “una simple llamada de atención a lo sumo” era lo que peor que se hubiera ganado.
“Pero claro, tú no eres un lameculos y pasas de hacer la pelota a nadie” continuaría ironizando Elsa.
Se enzarzarían en una de esas discusiones largas y elevadas de tono que acaban repentinamente con un incómodo y largo silencio de horas.

A él le gustaría que ella dijera “No te preocupes, Julio, son cosas que pasan”. El se lo decía cuando ella llegaba de malhumor por algún contratiempo en su trabajo. Pero era algo impensable, Elsa tenía la firme voluntad de decir siempre lo que pensaba, la verdad. Era sincera incluso, por un bien de los dos.
Podría mentirla, decirle que están cambiando los moldes de las prensas, un trabajo que dura días y por eso no acudiría a la empresa en tres días pero; ella era tan buena reconociendo las mentiras que se daría cuenta de que algo no iba bien; era un libro abierto para Elsa.
¿Para qué esforzarse en imaginar mentiras? El era demasiado torpe, no sabía mentir. Le vería venir.
Subió a su auto y abrió distraídamente el sobre con los resultados de la revisión médica.
Crearía más verdades para Elsa.

Estaba sentada en un extremo del sofá, con el brazo relajado sobre el reposabrazos. La otra mano sostenía un baso de cerveza que condensaba gotas de agua por su frialdad.
Oyó la llave accionando la cerradura y las pisadas de Julio por el pasillo.

-¿Por qué llegas tan pronto, cariño?

Julio no se acercó a besarla, se sentó en el otro extremo del sofá tras dejar sobre la mesita de cristal una caja de zapatos.

-Me he tirado a tu hermana esta tarde, en casa de tus padres.-le respondió sin emoción alguna.

Si no fuera porque uno convive con alguien que sufre esa necesidad de saber la verdad de todo, no habría necesidad alguna para ser sincero. En la vida se solapan verdades y mentiras sobreviviendo holgadamente el mentiroso y el sincero en la mayor parte de los casos.
El afán de por decir y saber la verdad es una obsesión enfermiza, un complejo psicológico. Todo el mundo conoce la verdad y no es interesante. No hay beneficio ni amabilidad en la mayor parte de verdades. La mentira y la verdad es la vida misma.

-¿Y me lo dices así?-Elsa lo miraba con la mirada en un hito, le temblaban imperceptiblemente los labios sin saber bien que decir. Incrédula con su mano congelada en el aire aguantando el vaso de cerveza.

-Estás de broma…-sus ojos brillaban húmedos.

-Sabes que no sé mentir, que no se te puede ocultar nada. Tu hermana ha disfrutado conmigo como una guarra y acabo de masturbarme en el garaje por lo excitado que estoy aún.

-¡Cabrón, voy a llamar a Maica!

-Maica no te responderá.

Maica… Solía comentar con humor, que ojalá hubiera conocido a Julio antes que Elsa, siempre mostró una gran simpatía hacia su cuñado.
A Julio le gustaba Maica, no era tan guapa como su hermana pero; era de esas personas que aprecias de forma natural, sin necesidad de conocerla demasiado.

Al salir de la fábrica y a pesar de todo, recordó que tenía que recoger unas bolsas de ropa que Elsa había dado a su madre para que llevara a la tintorería.
Cuando llegó a casa de sus suegros lo recibió Maica.

-¡Hola Julio! Has venido pronto.-se besaron las mejillas-Mis padres se han ido de compras y ahí te han dejado la ropa.

-Hola, Maica ¿cómo estás?

-Lo de siempre, trabajo y más trabajo. Y entre medias, una cerveza bien fresca. Ven, tómate una.

La siguió hasta la cocina y abriendo la nevera, Maica le preguntó:

-¿Y a ti qué tal te va en la fábrica? ¿Me aconsejas algún nuevo modelo?

-Que va, aún no se ha diseñado nada nuevo. Y no sé si llegaré a verlo, he metido la pata y este mes me quedo sin prima y sin cobrar tres días. Un desastre.

-Pues necesitarás dos cervezas.-dijo con una sonrisa radiante sin demostrar preocupación o pesar alguno.

-¿Y a ti…-comenzó a preguntar él en el momento en que ella se acercó para darle una botella de cerveza abierta. Se interrumpió para besar sus labios tan próximos y aún sonrientes.

Se desvistieron con urgencia y allá en la cocina lo hicieron, la penetró, la mordió; la acarició sin pensar en mentiras ni verdades. Sin ambiciones, tan sólo llevado por el deseo carnal. Algo se liberó hoy en su interior y Maica lo sintió.

-No verás nunca más a Maica. He tenido un mal día, Elsa; me equivoqué en la regulación de las prensas y se ha ido a la mierda la producción del turno de noche. No puedes quejarte de mi sinceridad. Sí, ya sé que podría haberme excusado con que alguien hubiera tocado algo después de mí pero; no sé mentir. Me lo has dicho tantas veces que ni lo he intentado.

-Tú no estás bien, Julio. ¿Te has drogado? ¿Estás borracho? Dime la verdad, me das miedo.

-Nunca me he drogado, ¿qué verdad quieres que me invente? Me han dado los resultados de la revisión médica anual.

Su memoria retrocede una horas atrás, en el instante en el que Maica recitaba entre suspiros: “más fuerte, pégame en el culo” y él la penetraba por detrás golpeándola con fuertes y sonoras palmadas en las nalgas. Un chorro de agua salía del grifo que se había abierto cuando ella se apoyó en él para no perder el equilibrio ante las embestidas de Julio.

Y su memoria retrocede más aún. Elsa con aquel chulo en una cena de amigos; un idiota ya maduro con un corte de pelo demasiado juvenil y desenfadado, en media melena. Se llamaba Lorenzo y quería que le llamaran Loren.
Elsa reía mucho con su compañero de trabajo; con Julio sonreía así cuando iniciaron su relación. Elsa era tan sincera y directa que no cabía pensar que mantuviera una relación sexual con aquel idiota. Aunque se rozaran las manos furtivamente bajo la mesa.
Coincidencias…

-Tu Loren te ha pegado el SIDA y tú a mí. Porque hasta ahora, hasta hace unas horas, no he follado con nadie más que contigo. ¿Soy sincero, verdad?

A Elsa se le escurrió el vaso de entre los dedos, ninguno hizo caso al estrépito que produjo el vaso al romperse contra el suelo.

-Tu hermana sí que era sincera cuando me pedía que sorbiera con fuerza el clítoris con mis labios, cuando sus manos presionaban con fuerza mi cabeza para que me comiera todo su coño.

-¡Hijo de puta! ¿Qué te has creído?-gritaba Elsa-¿Qué coño es eso del SIDA?

-¿Y para llegar a esta mierda me has machacado tantos años con tu sinceridad de los cojones?-Julio continuaba hablando con la voz templada, demasiado tensa, conteniendo una mala emoción.-He dado positivo de anticuerpos. A pesar de traer el mismo aroma de la colonia empalagosa del chulo del Loren, no te he pedido que fueras sincera ¿verdad? Y ahora tampoco te lo pido, ni me importa el porque. Conozco el como y ya tengo suficiente.

-Ahora sólo me importa Maica. Tu hermana se ha tragado todo lo que he sacado por el pijo.

Maica se arrodilló ante él y con la boca lo obligó a correrse, a pesar del dolor que le producían los dedos en sus cojones. Se los estrujaba con vehemencia. Pensar en eso le provocó una fuerte erección de nuevo.

-¿Y tú, cabrón? Siempre tan aposentado en tu ridículo trabajo, falto de ambición. Si hubieras sido más hombre ahora viviríamos en el centro, como mis compañeros. Te queda mucho por hacer aún, desgraciado.
Y la mosquita muerta resulta que se lo ha hecho con la guarra de mi hermana. Eres un lerdo.-Elsa echaba chispas por los ojos.

-Soy tu libro abierto, cariño, como siempre has dicho. Maica no se ha puesto a llorar como tú cuando le he petado el culo; no ha llorado como tú cuando intenté presionarte el ano con el dedo chupándote el coño. ¿Te acuerdas que histérica llorabas diciendo “eso no”? Sé sincera cariño, ¿el Loren te lo ha petado? ¿Te gusta ahora?

-¡Vete con la puta de Maica, cerdo! ¡Lárgate de aquí!-Elsa se puso en pie y agitando el dedo índice le indicaba la puerta de casa.

-Ya no puedo volver con ella, Elsa, es una sincera como tú. ¿Tus padres son sinceros, aman la verdad?

Cuando recuperaron el aliento, Maica le expresó su deseo de contarle lo ocurrido a su hermana. Que lo supiera por ella misma y no por él.

-¿Y por qué? Tal vez no lo volvamos a hacer nunca más, Maica. Ha sido un ímpetu, nada que debamos prolongar si no queremos. Ella no tiene porque enterarse.

-Pero es mi hermana, Julio, ahora me siento fatal.

Julio sintió un calor que le abrasaba el cuerpo.

-Eres otra hija de puta como tu hermana. Os voy a enseñar lo que es la verdad, familia de tarados.

Cogió el cuchillo jamonero y comenzó a asestarle puñaladas, Maica se protegía con brazos y manos y el cuchillo arrancaba uñas, cortaba carne y tendones. Dos dedos colgaban de un hilo de piel de la mano cuando Julio consiguió cortar su garganta y luego ensartarle el corazón.
Contempló el cuerpo desnudo de Maica hasta que dejó de fluir sangre por las heridas.
Se duchó y se volvió a vestir con cuidado de no resbalar en el enorme charco de sangre, sacó una cerveza de la nevera y se la bebió esperando la llegada de sus suegros.

-¿Mis padres? ¿Qué tienen que ver en esto?-gritó Elsa aún histérica.-Estás loco.

Cuando los padres metieron la llave en la cerradura, corrió hacia la puerta con el cuchillo ensangrentado.

-Hombre Julio… -dijo su suegro al verlo.

Clavó el cuchillo en el vientre del viejo, con el filo hacia arriba y subió el tajo hasta cortar el cinturón. El hombre cayó al suelo sujetándose las tripas que salían como una especie de salchicha sangrienta por entre sus dedos.
La vieja gritó hasta que la punta del cuchillo se enterró en la gola, le arrancó el cuchillo para clavárselo repetidamente en el pecho hasta que por fin se derrumbó desmadejada.
El viejo había relajado sus manos y los intestinos se extendieron por el parqué.
Se largó de allí al cabo de unos minutos con una caja de zapatos bajo el brazo.

-Esa caja es para ti.

Elsa se agachó y levantó la tapa, dentro había una sucia bolsa de supermercado. Cuando la abrió y miró lo que había dentro, la lanzó lejos de si. El corazón de Maica cayó al suelo con un sonido apagado y pesado. Un corte longitudinal lo partía casi por la mitad.

-Quería saber como era el corazón de un sincero; lo compararé con el tuyo y no será igual, porque tú no tienes nada sinceridad en tu idiota cerebro.

Julio recorrió lentamente el pasillo hasta llegar a su despacho, una simple mesa de escritorio con un ordenador y unos cuantos libros en la pared. Cogió un bate de béisbol de aluminio que adornaba la pared y volvió al salón en silencio, paseando y blandiendo distraídamente el bate.
Elsa hablaba por el móvil, estaba dando su nombre y dirección a la policía.

-Por favor, vengan rápido.

Elevó el bate y lo estrelló contra la mano de Elsa, la que sujetaba el móvil que se rompió en su oído y en la mano.

-Tú no desarrollarás el virus, Elsa. Te lo digo sinceramente.

Cayó al suelo aturdida.
Otro golpe se estrelló en la coronilla y al instante la sangre comenzó a brotar escandalosamente.

-Me vas a matar.

-Claro que sí, cariño.-le respondió Julio.

Otro golpe desencajó su mandíbula y escupió dientes rotos entre un lamento.

El siguiente golpe, letal en su crujir, deformó la sien y le cerró definitivamente los ojos.
Aún golpeaba su cuerpo cuando los dos agentes irrumpieron en el piso tras forzar la puerta.

-¡Os juro que ha tropezado! Se ha puesto nerviosa al ver el corazón sincero de su hermana y se ha dado un golpe en la cabeza. De verdad… No miento…-les decía entre carcajadas a los policías.

-No me creéis, ella tenía razón, la muy sincera. No sé mentir.

Y continuaba riendo esposado cuando lo metieron en el coche patrulla.

Iconoclasta

21 de julio de 2006

La Puta Vida & Cía

Tenemos trabajo. Debemos realizar un par de cosas antes de morir.
Atención, mis apreciados suicidas; prestad mucha atención porque en caso de morir a disgusto no se podrá repetir.
¿Estáis nerviosos?
Sí, sé que sí. Incluso yo, vuestro amigo y monitor, me encuentro nervioso. Estamos ansiosos por dejar de estar vivos.
Por morir, más concretamente.
De verdad, me siento igual que vosotros, nunca he hecho una cosa semejante; pero soy un profesional y lo disimulo bien; nuestra empresa es la mejor del ramo.
Ya conocéis más o menos como funciona nuestro servicio. Yo soy un facilitador de muerte del consorcio La Puta Vida & Cia. Y estoy entrenado para esta sola y única misión.
Si vosotros morís, yo muero con vosotros.
No es un truco, veréis como la tapa de mis sesos saldrá volando con mi saludo de despedida.
Y se trata de hacerlo al unísono, todos.

- Sr. Iconoclasta; allá al fondo, deje de decir que será el primero. Creo que la vanidad y la chulería están de más en estos momentos; y no se ría tan ostentosamente.
Este es un momento trágico.

Tras los tests y pruebas por los que han pasado, sabemos que no son cobardes ni traidores y si alguien fallara o se arrepintiera en el último momento, que lo haga; nadie obliga a morir a nadie. Pero se quedará solo en la vida como ahora lo está. O acompañado por seres que no aprecia, y eso es lo mismo. Allá él.
No os preocupéis por estas lágrimas que corren por mi cara, no voy a arrepentirme. Es que pienso en mi mujer y mis hijos y me emociono.

- Sr. Iconoclasta, deje de escribir y atienda. No, ahora no puede conectarse a Internet; ha de prestar atención como todos. ¿No ve que le está restando solemnidad al acto?

Bien; creo que ahora que estamos un poco más centrados debemos comenzar a evocar todas esas experiencias que nos han destrozado algunas expectativas; expectativas truncadas por otros seres ambiciosos, envidiosos y evidentemente mucho menos inteligentes; ya que han basado sus logros en vuestro trabajo, en vuestras conquistas. Seres que ahora se están acostando con vuestras esposas y esposos. Seres que han provocado una ruina o un desencanto; o tal vez os hayan robado libertad.
Seres que no os han dejado prosperar por envidia; porque sois más carismáticos e inteligentes. Seres que con su sola visión o con solo el timbre de su voz consiguen incomodaros.
Y son tantos que es inviable asesinarlos a todos.

-Bien. Silencio. Quiero ver la ira en vuestro rostro. El asco profundo y repugnante que os produce el saber que vuestro compañero de vida está con su amante. El odio hacia aquellos que han triunfado a costa vuestra. Es necesario que visualicéis sus muertes.
Si morimos que sea con rabia y con asco.

- Sr. Iconoclasta, le ruego que se comporte y no de golpes al mobiliario con esa vehemencia.

Debéis sentir asco, odio y un profundo rencor hacia Dios; sí ya se que eso no existe pero; la mayor parte de esos seres repugnantes por culpa de los cuales estáis aquí, sí que creen en ello. Es una forma de insultarlos, de ofenderlos.
Así que nada de resignación, cuando apretéis el gatillo que sea recordando los seres queridos que han muerto, por las enfermedades y accidentes que os han hecho perder un tiempo precioso de vida.
Es necesario hacer sentir mal al mayor número posible de seres. Vuestra cara congestionada por el odio o la ira instantes antes de apretar el gatillo será fotografiada y enviada a cada una de las personas que habéis relacionado en vuestra lista. Es necesario que vuestros dientes asomen amenazadoramente. Que no les quede duda alguna de que morís odiándolos.
Os aseguro que no es nada agradable para alguien recibir ese "obsequio".

- No se preocupe, Sr. Iconoclasta, la foto de su pene erecto se adjuntará al retrato de su cara.

A propósito, si desean este extra de obscenidad
deberán pagar un pequeño suplemento; antes del tiro de gracia, por supuesto.
Bien, silencio; una última vez. Quiero ver la cólera en vuestros rostros. La náusea profunda y repugnante que os produce el ver a vuestra pareja con su amante; es un ejemplo.
Es necesario sentir un profundo odio y rencor hacia dios, a cualquier dios, no importa si sois crédulos o no; lo importante es morir sin miedo y con desprecio por todas aquellas mentiras con la que nos han estado machacando el cerebro. Se ha de sentir mal el mayor número posible de seres. Es vuestra venganza y la vergüenza de ellos.

- ¡Me cago en Dios! Repetid…

- Y ahora gritando.

- Les felicito, mis locos suicidas, parece que han nacido para ello.

- Sr. Iconoclasta, eso de escupir y tirarse ventosidades está de más. No es elegante. Ni esa risa…

- Ahora un alarde físico, pegad patadas al suelo, pisotead a vuestros odiados seres, pisotead a los dioses. A los que os abandonaron porque el otro la tenía más gorda o porque la otra era más joven y tenía las tetas más gordas.
- ¡Que revienten!

- ¡Hijos de puta! Repetid…

Sí ya lo sé, ojalá tras matarnos pudiéramos resucitar y revivir este momento.
Hay tanta emoción…
Casi me dan ganas de no suicidarme para poder ser el facilitador del siguiente grupo; lo hacéis tan bien que me gustaría vivir otra vez más el momento. Ruego disculpéis este arrebato emocional.
Si seguimos así, no nos suicidaremos…
Tranquilos, era broma, de aquí no sale nadie vivo.

- Sr. Iconoclasta, esa risa…

Y ahora la segunda parte, sois un grupo de nobles, aristócratas de la dignidad. Presentaos los unos a los otros y otras.
Abrazaros como colegas, con ese afecto que tan poco os cuesta obsequiar. Servirá para que vuestra muerte tenga algo de agradable.

- A ver... tampoco se trata de realizar un acto sexual, Sr. Iconoclasta. Y Sra. Ana, les ruego que no sean tan carnales.

- Adoro esa valentía trágica…

Creo que moriréis con el deseo de haberos conocido en otro momento mejor. Seguro que un adiós irá para ese ser al que habéis abrazado. Algo puramente desinteresado. Algo inusual.
Eso es bonito, mis apreciados suicidas.
Y ahora coged cada uno vuestro respectivo revólver.
Levantad el gatillo del arma.
El cañón a la boca.

- Es que me lo imaginaba. Un abrazo para el impetuoso Sr. Iconoclasta, el cual no ha podido esperar más. ¡Qué prisa! Ojalá nos encontremos con él camino a ningún sitio.

- Nos echaremos de menos ¿verdad?

- Mis queridos suicidas...

- ¡YA!


Iconoclasta

11 de julio de 2006

Llamando a las puertas del cielo

Hay momentos en que la vida se muestra generosa, original. Sólo es necesario poner toda la atención en ese instante y beber la belleza con el doble de intensidad con la que uno tiene que tragar la mierda.
No hay una sola pista que indique que se va a vivir un instante irrepetible; un momento de total satisfacción. Un instante en el que no existe nada ni nadie más que mi hijo y yo.
Y Guns N’Roses cantando una versión dura de la canción de Dylan: Knockin’on heaven’s door.

Tiene doce años y la fuerza de la vida chorrea por cada poro de su piel, y su piel brilla por un sudor vital.
Hay un exceso de vida, lo veo; se condensa en su frente, en el labio superior y queda prendido en forma de finísimo rocío en fino vello de melocotón que casi invisible, aún le da un toque de ternura a la piel.


Las ventanillas del coche cerradas y el aire frío del salpicadero atenúan lentamente el sudor y el cansancio de un par de horas disparando flechas en el bosque.
Una relajación eufórica.
Hace tanto calor… el planeta es inmisericorde. Sentimos los dedos entumecidos por la cuerda del arco. Y sentimos el frío cerco de sudor que han dejado los carcajs en la espalda sin importarnos apenas.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.-Pablo canta el estribillo llevado por el poderoso y grave alarido sostenido de Axl Rose.

Y lo vuelve a repetir.
Y cierra los ojos sintiéndolo muy adentro. Lo noto.
Lo confirman sus puños tensos.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door. Uo, uo, wowo, o,o,o…

Piso el acelerador sin ser necesario correr más. Tal vez deseo que el motor sostenga un “ey, ey, eyeyey” que haga coro con la guitarra que nos ha enmudecido y nos hace levitar en un eléctrico y prolongado gemido.

-Ahora tú.-me insta.

No es el momento de prestar atención a la conducción, ni de bajar el volumen atronador de los altavoces que yo mismo he elevado.

-Kn Kn Knockin’on heaven’s door. Ye, ye, yeyeyea… Any more…

Y él me admira con una sonrisa cuando golpeo el volante al ritmo de la batería; salpico de saliva el parabrisas.

-Y ahora yo.
-Kn Kn Knockin’on heaven’s door.


El muy feliz aporrea con fuerza el salpicadero.
¡Qué cabrón! ¡Qué fuerza!
Como lo quiero.


No es el momento de decirle que no hay cielo ni puertas.
No es el momento adecuado para decirle, confesarle; que a veces me gustaría hacer realidad ese romanticismo de llamar a unas puertas celestiales y salir de aquí.
Un lamento rasgado en la guitarra de Izzy me da coraje puro.


-Ahora tú.-es incansable.

Y espera con ilusionada contención oírme y verme mal cantar aporreando el volante y agitando la cabeza al ritmo de ese heavy rock.

-Kn Kn Knockin’on heaven’s door.

Sonríe mi hijo del alma y yo con él.
No hay puertas ni cielo.
Hay un aire fresco, un oasis en el infierno, la voz de Axl y la guitarra de Izzy.
Es este instante el que he conseguido arrancarle a la vida, con un par de cojones.
Aprendí a estar al acecho; disparo instintivamente con mi arco, e instintivamente he cazado el momento de gloria.
Me consuela que toda esta frustración que arrastro, tenía el fin de darme la furia y la ira necesaria para destrozar el volante y cantar con voz quemada:


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

Si no fuera por la franca felicidad de mi hijo al sentirme berrear, hubiera sido hermoso morir así de feliz y pleno. No hay muchas oportunidades de hacerlo; un elegante mutis por el foro y llamar a las puertas del cielo.
O del infierno.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

No le he dicho que le quiero porque está de más.
No le he dicho que le quiero por no asustarlo.
No le he dicho que ahora Guns N’Roses son especiales porque él los ha hecho especiales; es mejor que no sepa que me siento mal mucho tiempo.
Es mejor que me admire un poco más, engañarlo hasta que sea capaz de verme como soy.
No puede hacer daño una mentira así.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

Cuatro minutos de gloria parecen haber saldado horas y horas de miseria.

Iconoclasta

9 de julio de 2006

Vaya, que casualidad


Eso me decían mis profesores cuando me olvidaba algo en casa.


-Vaya, que casualidad; precisamente hoy día de examen se olvida el compás en casa.

Y me sacudían unos reglazos en las manos, una bofetada o bien me castigaban a salir dos horas más tarde. Supongo que el temor al castigo, me ponía nervioso y así olvidaba más cosas.
Es que soy muy complejo.


Coño, con aquellos cabrones. Una vez crecí, ya no tuvieron huevos a soltarme su mierda ni a ponerme un dedo encima. Cobardes...
Esto viene al caso, porque como soy aplicado y me educó en la lógica el estado con su inquebrantable rectitud, voy a responder con la misma al gobierno valenciano, al gobierno madrileño y a todos los putos políticos que de vez en cuando van demostrando sin recato, que me tienen por un imbécil rematado aunque no me conozcan.
Y eso me sodomiza cosa mala. Lo llevaba dentro y lo tenía que soltar como fuera, pero con gracia, eso sí. Aunque maldilta la gracia que hacen los muertos.
Al grano:


¿Conque precisamente descarrila un metro en Valencia antes de llegar el Papa de Roma, eh? Vaya casualidad que un metro con mil años decida romperse cuando viene de visita a Valencia el santo padre, no sé, no sé...

Porque me enseñaron a pensar que cuando se dan esas excusas hay un comportamiento mentiroso.
Seguro que no se puede achacar ese accidente a un atentado terrorista de extremistas islámicos, no, en absoluto. Fue el conductor que se había picado con otro tren y "pisó" el regulador a fondo.
No te jode.
Acérquense cretinos, que les voy a dar unas bofetadas.
Que no les creo, que no creo en la mierda de casualidades como ustedes no me creían de pequeño, so tíos mentirosos.


¿No será que se han callado como putas para que el Papa de Roma siga adelante con su visita a Valencia y no se acojone y les deje sin algún regalito prometido; alguna bula o algún rosario de oro y diamantes? ¿O es que tal vez sea mejor no asustar al rebaño y dejarlos felices en su ignorancia? Una mentirijilla piadosa.

Que conste que aprendí, coño, si aprendí.
Y sea o no cierto lo que pienso, es mi duda, es lo que intuyo que también puede ser; porque menuda casualidad.
Buen sexo.


Iconoclasta

7 de julio de 2006

Vivir, morir, sentir

Vivir, morir; esta no es la cuestión. La cuestión es que puedes acabar aburrido (por decir poco, por decir lo mínimo) de la vida. Y no porque sea puta, ni una mierda, ni siquiera porque sea bella. O que sea algo tan zafio y predecible como esa repugnante frase hecha que te dicen los místicos: “Es lo que hay”.
“Y tu madre es una golfa a la que pagué sólo 10 € por un francés” le respondo al místico, más que nada para que sepa alguna cosa más de las que hay.
Pero en realidad no saben lo que hay, no saben que todo el trabajo de mierda no servirá más que para avanzar el proceso degenerativo del organismo. No saben nada, ni follar, porque de ello hablan entre risas, con chistes.
No es un chiste cuando la agarro por el cabello y la penetro, no me río cuando la embisto una y otra y otra y otra vez. Soy violento como el gorila que le arranca los brazos a su hijo.
No les cuento una mierda mientras hablan entre ellos con una falsa autoridad que ni ellos mismos podrían respetar.
No me río, sólo gruño como un animal, ni siquiera la respeto. Ella tampoco, tengo mis hombros heridos de sus uñas.
Me insulta la muy bella, la muy amada.
Morir, ¿qué le vas a contar a Teresa de Jesús?
Que no es tan sencillo, ni entraña paradojas de iluminado. El organismo no entiende de muerte y considera cada día vivido un triunfo. No acaba de entender que la muerte se lleve tres puntos y encima juegue partida extra.
El organismo sin cerebro es aún más sabio, va a su puto rollo y no piensa en minucias. Si el corazón se parte por el camino, se muere sin más teatro. Es más digno y noble que la mente doblegada.
La muerte puede ser un alivio cuando te han dicho lo que hay demasiadas veces.
La cuestión no es vivir o morir.
La cuestión es sentir, no ambicionar conocimientos que coartan la sonrisa, que hacen perder tiempo de imaginar-soñar-disfrutar. La cuestión es que si duele, que duela.
La cuestión es que si estudias demasiado, acabas creyendo las mentiras, y creándolas. Recreándolas.
Ambicionando ser ambicionado.
Sólo escribirlo es idiota, sólo leerlo da risa.
Me río yo del catedrático que da conocimientos a un estudiante que quiere ser juez para que sea capaz de joder la vida a cientos, a su total discreción
Joder, está todo tan mal hecho que parece ser que la muerte pueda ser la cuestión.
Tal vez.
El organismo me mira desde dentro alarmado porque la navaja está presionando demasiado sobre la femoral. El organismo no sabe que la cuestión es que no siento.
El organismo no necesita saber lo que la mente enferma alucina.
Ni siquiera el organismo es capaz de evitar que el corazón lata con fuerza y el chorro de sangre le salpique los ojos que no quieren mirar nada ya.
Si uno se fija en el surtidor intermitente de la arteria, si uno se fija en como se detiene la sangre por un segundo para después salir como un géiser rojo; puede pensar que en esos momentos el corazón está alarmado y bombea hacia dentro en un patético intento por no morir, como muerta está la mente. El muy tonto se quiere llevar la sangre para adentro.
Y uno entonces acaba diciéndole al corazón con la autoridad de un subnormal: “Es lo que hay”.


Y es triste desangrarse como un cerdo, pensando como un cerdo.
La cuestión era morir, porque lo que he sentido no me ha gustado. Lo vivido no ha sido para tanto.

Iconoclasta

3 de julio de 2006

El carnet por puntos

Bueno, pues prácticamente sólo les queda controlar los pelos de mi culo. Controlan las basuras, el consumo de tabaco, los aparcamientos en las calles y a las golfas las chulean también.
Lo del carnet por puntos, por un momento, me hice la ilusión de que se referían a los puntos de sutura que se llevaría un palurdo agente de tráfico por molestar gratuitamente a un conductor.
Porque son tan molestos como sus amos.
Como siempre, no cuidan la mierda de carreteras que han hecho ni hacen su mantenimiento, cobran peajes abusivos y ahora quieren que la peña se muera de pena circulando por las carreteras.
Deberían trabajar y no jugar con su mierda de radares, los helicópteros que los usen para salvar personas y metan en la trena a unos cuantos camellos, yo mismo les enseñaría unos pocos.
Y pretenden hacer creer que han bajado los accidentes de tráfico, pues podría ser, porque el otro día mi perra cantó las cuarenta en bastos y se fue a comprar unas chuches al moraco de la esquina, lo juro, le di la pasta.
No se puede esperar libertad de una panda de hijos de puta que mienten como cabrones. Como con los resultados de las votaciones y sus conclusiones.
Dicen que en otros países existe el carnet por puntos, pues me la pela, no vivo en otros países de mierda y me importa el rabo de la vaca lo que hagan germanos que no tienen límite de veolocidad, ni franceses que tienen una red de carreteras de verdad.
Son unos cabestros que se han pasado de rosca con la nómina de funcionarios y ahora se están buscando la vida para aumentar su riqueza y poder pagar tanto cargo de enchufe.
La misma mierda de siempre, no hay nada que cambie a mejor. Y los pisos se los pueden meter por su dilatado y herniado esfínter también, es que me olvido de las cosas en pro de la elegancia literaria.
Buen sexo.


Iconoclasta