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28 de septiembre de 2007

El cáncer: un castigo por algún pecadillo

Hay semanas en las que las idioteces brotan de entre las piedras. Cuando digo idioteces, también me refiero a personas con un nivel de idiocia clínico (un grado médico para definir algún tipo de cerebro podrido).

Y es que esta misma semana he oído en las noticias, que según una encuesta, hay gente que piensa que el cáncer es contagioso, otros que se cura con una vacuna y por fin la más gorda: que el cáncer es una especie de castigo, el pago por algún pecado. Por alguna mala vida.

Valga decir aquí que ya me estoy bajando la cremallera del pantalón para que el religioso, supersticioso o analfabeto en cuestión se amorre al pilón y expie sus culpas. Le ofrezco mi pene lustroso en lugar de un cáncer que le pudra el hígado o los pulmones. Va a disfrutar como un marrano lamiendo, le prometo que no le saldrá un cáncer en la boca. Soy muy limpio.

Yo sabía que existían estos idiotas que piensan así, lo que ocurre es que me ha llenado de alegría, me ha puesto eufórico perdido saber que alguien más ha topado con esta especie humana que piensa que hay castigos místicos y que los dioses tienen un gran surtido de cánceres para así crear místicos tumores justicieros.

A este tipo de subnormales, a los que así piensan (en gran parte descerebrados de la España profunda, labriegos y humilde y sencilla gente de mierda) va aquí toda mi carga seminal, para que se la extiendan a modo de pomada y les libre de todo tipo de cáncer.

Hay días que pagaría por estar en el mundo, porque estas cosas que uno oye le hacen abrir una sonrisa de par en par. Es una ventana abierta a la esperanza; hoy por ejemplo, temía que fuera un día gris. Afortunadamente la risa ha entrado por la ventana y me ha excitado sexualmente.

Doy gracias a vosotros, ¡Oh palurdos! por existir. Que vuestros hijos eternicen la imbecilidad para que sigamos riendo muy a gusto; pero no dejéis de chupar, idiotas.

Tras esta reflexión sobre el cáncer, me voy a fumar un cigarro a ver si el gobierno me castiga con un buen tumor del tamaño de una naranja en cualquiera de mis pulmones.

Buen sexo.


Iconoclasta

26 de septiembre de 2007

Los socialistas y su oratoria para idiotas

¿Nadie se ha fijado en la forma de hablar de todos los diputados y ministros socialistas, incluyendo al her presidente Zapatero, miembro del soviet supremo español que todo lo controla?

Hablan vocalizando, lentamente, separando sílabas y frases. Esta oratoria es para niños de tres años o retrasados mentales. Estoy seguro de que el gobierno que pretende meterse hasta en los hábitos más banales de la población, nos tiene por unos tarados e ignorantes.

Pues a mí me da dos patadas que un idiota presuntuoso y lerdo me hable así, a mí que me hablen claro y rápido porque no tengo tiempo que perder como ellos. Y soy infinitamente más listo.
Hablando de listos: ellos no son tan listos como se creen, porque su forma de balbucear da tiempo sobrado para responder con los argumentos más complicados.

Por supuesto, prefiero el lenguaje directo y eficaz de otros grupos, aunque sea de derechas, por lo menos no presuponen idiotez en sus oyentes. Aunque sean igual de bordes y malos.

Por educación, los socialistas deberían hablar con fluidez. Y por cultura, deberían ir a un logopeda y no demostrar ese carisma que los hace lerdos, pedantes.

A lo mejor son de esos cobardes pusilánimes que tienen miedo constantemente a equivocarse al hablar. Son inseguros de cojones.

También se podría pensar que hablar como lo hacen, les provoca erecciones y humedades y pretenden eternizar el placer.Siempre es feo que alguien se alimente de sus propias palabras.

A ver si aprenden a hablar con fluidez y decisión, porque esa idea que se hacen de que son la hostia puta de la oratoria y la exquisita cultura europea, no se la cree ni dios.

Buen sexo.



Iconoclasta

21 de septiembre de 2007

Cabrón

Cabrón…
Lo soy: un puto cabrón.
Quererte…
No es amor, es deseo puro y puto.
Y no es deseo, es la necesidad de la posesión más absoluta, te quiero mi esclava te quiero usar y abusar.

Soy el cabrón que en silencio rabia con el pene húmedo estrangulado en el puño, con la rabia de un demente.
La insania no es una alteración de mi mente. Es mi puta mente.
Soy cabrón porque así me parieron.
Así me hiciste, desgraciada y puta mujer hermosa…

Y no quiero tu coño, quiero tu cerebro, tu pensamiento. Quiero esclavizarte a mí. Te quiero en un eterno gemido de placer.
Mortal.
Que no hables, coño.
Me duele que hables, me desesperan tus palabras de mierda.
Joder...
Me metería un jaco de tu orina en vena por tenerte más adentro. Estoy loco y soy malo. Me has hecho así de cabrón.

Mal nacido. Sé que lo soy, mi polla lo dice, y lo dice mi puño venoso. Mi glande que escupe ácido, que busca tu entrepierna y meterse en ella reptando entre tus muslos. Una lengua que es un látigo, un castigo de placer. Una locura.
Un imposible.

Estoy harto, cansado de la mierda de palabras. De momentos de devoción espiritual.
De los putos “te quiero” que no descargan la leche de mis cojones, sino que crean más presión allí abajo.
Te metería la polla en la boca para llegar a tu cerebro, para hacerte mi esclava, mi autómata. Siempre junto a mí, sometida a mí.
Seré tu Dios Polla, tu tótem de placer.
Soy la aberración del amor, lo más podrido.
Muda, quedarás muda.

Cada vez que siento tu voz, tu puta y dulce voz, mi alma se fracciona, se rompe y desea ir a ti como una lluvia de cristales rotos. Y fundirse contigo.
Mala puta, casi no has dejado nada de mí.

Necesito romper tu influjo, partir en pedazos el hechizo de tu ser. Reventarlo con un pene carnal, bombeando una sangre espesa y cenagosa, apenas oxigenada por un corazón tortuoso.
Soy la bestia creada con tu amor, con tu sensibilidad. Algo salió mal durante mi creación cuando apareciste; cuando me invadiste como un embate de deseo y placer.
Me hiciste mierda.
Sólo me queda ser cabrón.
Puto amor que me retuerce las entrañas…

Te follaré el pensamiento, evitaré que emitas esas ondas que crean esta melancolía desesperante en mí.
Cabrón y con malas intenciones. No haré caso de tu coño, no lo quiero. Lo he jodido tanto que ya es mío, se ha fundido en mi pene.
Sólo me queda tomar posesión de tu mente, vengarme de lo poco que me has dejado. Soy un degenerado muñeco que se mueve con apenas voluntad. Contra tu poder.
Tu joder.

Y sólo me queda este resquicio de brutalidad para salvarme y para follarte el cerebro. Para joderte como ningún humano ha querido joder jamás a nadie.
Cabrón…
Que sólo eso salga de tus labios.
Cabrón, cabrón, cabrón…

Me cago en mi puta vida.
Estoy desatado.
Desbocado buscando joder tu mente, hacerla mía.
Sólo me queda esta voluntad: la de ser un cabrón.
Tu cabrón.


Iconoclasta

10 de septiembre de 2007

El peso de la vida

¿Qué te parece si hoy no nos prometemos amor ni follamos como locos posesos?
¿Qué te parece si hoy y sin que sirva de precedente te confieso desapasionadamente que estoy cansado?


No es nada, tal vez sólo sea una sensación pasajera, el colmo de un hastío que se ha prendido de mis ojos y me provoca una alergia.

¡Un hombre está llorando, que alguien acuda al puente de mando, el universo se dobla!

No debería llorar, los hombres se rasgan las vestiduras y abren su pecho sin soltar una sola lágrima, intentando extirpar el tumor que anida en el corazón y late a su vez presionando la garganta.

Es angustia.

Es todo tan pesado, todo gravita sin descanso. ¿Te has parado a pensar por qué mi espalda es tan ancha? Estoy adaptado al medio. Darwin me buscaba para explicarlo todo.
Todo pesa infinito y todo cae sobre los hombros.
No es una columna de H2O, es puro mercurio lo que me aplasta contra el suelo.
¿A todo el mundo le pesa tanto la vida?


Estoy adaptado a la vida con mis anchas espaldas, con mi ánimo hecho jirones al viento desértico y polar. Me consuelo con imaginar ser un héroe caído, un conquistador derrotado.
Un romanticismo infantiloide, algo que no me haga pensar que es mejor pegarse un tiro en la sien.


Hacemos una cosa: paseamos de la mano, sólo eso. Tú me llevas y yo prometo no tocarte el culo ni dejar que tires de todo este peso, intentaré aliviarte de mí mismo.
No te amo para que tires de mí, de mi vida; simplemente has tenido mala suerte al amarme. Mi peso específico figura como el más alto en la tabla periódica de los elementos. Figura en los libros, soy un metal pesado, tan pesado como inútil e innecesario. Una rareza sin valor.
Y no te quiero de ayuda, cargaría contigo también si fuera necesario.


Y no son los bocatas que me como los que me dan este específico peso; no me hagas reír.
Cuando me haces reír todo parece más ligero, más fácil. Todo es dos veces mejor.


¿Por qué soy incapaz de sonreír, mi vida? ¿Por qué siempre me siento infectado?
Si tú no existieras y si tuviera alma, ya me la habrían amputado llena de pus.


Te amo porque sólo tú eres capaz de soportar mi angustia, mi pena de no ser de este mundo ni de este tiempo. No hay escape. Sueño con las lunas de Júpiter y son inalcanzables, me faltaría vida para llegar hasta ellas. Estoy muerto en el universo y toda esa muerte se extiende pesada en mis hombros y hace los brazos de plomo.

No puede hacer daño algo de levedad, prometo no mal acostumbrarme si hoy dejara de sentir esta carga.
Aunque fuera por unos segundos.


Este latido superpuesto al corazón…
Un ictus del ánimo.


Moriré como mi padre, con el corazón partido en dos, sin despedirme de ti. Los que somos pesados y duros no nos doblamos, nos partimos y morimos aplastados en el acto por esta gravedad.
Por una vida que es triste como el elefante cabizbajo caminando por la senda.


Moriré de una forma trágica y con poca elegancia. He visto a los muertos cagarse y mearse, no es agradable. No hay muerte digna.
Poco importa, nada… Sólo sé que voy de tu mano, que miramos escaparates y hablamos de lo superfluo para conjurar mi peso horrible.


Te veo algo cansada, es mi culpa; soy yo. Mi vida cansa a los demás, mis electrones interfieren en los tuyos.
Se acabó ir de la mano.
No puedo mantener mi promesa, te he mentido, ahora sólo quiero hundirme en ti, penetrarte como jodería a esta vida: con rabia.
Con el único fin de arrancarte gemidos de placer. De hacer tu coño agua tibia donde hundirme, donde clavarme.


La única forma de aliviar este peso eres tú, es tu sexo empapado y mi bálano dentro de ti, algo animal. Algo carnal.
Algo que no de lugar al pensamiento.
Algo de ligereza para variar.


Soy tu lastre…




Iconoclasta

31 de agosto de 2007

Las noticias de los agostos

En los meses de agosto las noticias son puros seriales patéticamente llevados hacia la sensiblería barata y chapucera. Y en esta semana final de agosto del 2007 los pobres muertos sólo consiguen al final, causarme hartazgo. Cuando se insulta a la inteligencia, la inteligencia responde con mala leche. Es pura supervivencia.
Y es que es bueno que esto ocurra, que debamos luchar contra la mugre intelectual de la chusma que por lo general no tiene demasiado cerebro como para sintetizar y recordar de un año para otro la repitición cadenciosa de las mismas noticias anodinas y aburridas. Somos tan pocos los inteligentes, que corremos el riesgo de perder la guerra contra la estulticia planetaria (al menos la ibérica).
Hemos de estar alertas, que la imbecilidad es contagiosa.
Echo mucho de menos la selección natural entre los humanos.
Desde hace unos días, la muerte del jugador de fútbol Puerta, no ha dejado de producir toda clase de imágenes, programas especiales, pésames, y videos de todo punto aburridos y repetitivos.
Ha dejado de existir el intento de ETA por asesinar a más gente, la muerte de Umbral constituye un hecho meramente anecdótico y las víctimas de las obras del AVE y la construcción apenas tienen eco periodístico.
Es el fin de agosto, la peña vuelve de sus vacaciones con los bolsillos vacíos y las tarjetas de crédito preñadas de cargos. El gobierno y todos sus medios de comunicación precisan inventar dramas humanísimos para que el currante no piense demasiado en su mierda de vida y se conforme con la porquería que ha de vivir y comer.
Y así preparan todo un espectáculo con la muerte de un desconocido. Claro que ese desconocido, era un jugador de fútbol y hasta mi perro de meses sabe lo mucho que tira el fútbol y cualquier deporte entre los descerebrados, y los descerebrados son el 95 % de la población humana (y creo que peco de benévolo).
Puede que en mi entorno hayan habido unos cuantos muertos y uno sabe que la vida no es un cargo vitalicio; el conocer la muerte de cerca lo hace a uno un tanto práctico, por llamarlo de algún modo.
Que nadie se confunda, no me parece bien que se muera un jugador, simplemente me parece tan anecdótico como noticia como lo es la muerte de un escritor. Incluso me pesa un poco más la muerte de alguien que siempre tuvo algo que escribir aunque no me gustara el personaje que vendía públicamente.
Si pudiera, me lavaría de genes humanos, me da vergüenza y cierto asco tener algo en común con la chusma.
No me siento a gusto repirando entre ese 95 % de humanos idiotas que lagrimean delante del televisor y luego van y se compran los fascículos más ridículos que salen a patadas también para calmar la profunda depresión que provoca volver a trabajar para poder pagar un piso a precio de mansión, un coche a precio de avión y las cámaras digitales de las que sólo ven las fotos en el pequeño monitor.
Todos los agostos son iguales. No sé si los gobiernos tienen suerte con los muertos o los provocan ellos para poder consolar a la bestia idiota que es la gente, la chusma.
No lo sé… Cada año lo llevo peor, cada año es la misma mierda. Sólo quiero poder sorprenderme de algo, no pido mucho, que ocurra algo que yo no pueda preveer o entender.
Es una mierda saberlo todo. Ser tan sabio, tan chulo…
Al principio, me supo mal la muerte de ese jugador, en poco tiempo han conseguido que mi paciencia se acabe y mi pensamiento y mis ideas sean hostiles y carentes de ningún tipo de piedad hacia este hecho. Me alegro; no todo puede salirles bien. Que se jodan los medios, que se jodan los poderosos y que se jodan los idiotas que no ven su propia miseria delante de sus napias digitalizadas.
Ojalá llueva mierda durante todo el verano el próximo año.
Idiotas…
Buen sexo.


Iconoclasta

24 de agosto de 2007

Detestables vecinos

Un trueno me ha despertado muy pronto para ser un día de fiesta. Son las ocho de la mañana y en pleno mes de agosto, hace fresco. Los pezones de mis poderosos pectorales están duros, erectos.

Me he levantado de la cama en la misma apestosa ciudad donde me dormí hace unas horas; esto es una mierda y sólo el humo del cigarro me permite tragar todo este malestar e incomodidad que siento cada día al despertar. No soy de aquí y me siento cautivo y contaminado.
Soy muy denso al despertar, mis instintos primarios apenas son contenibles y siento como me hierve la sangre en las venas inevitable e hirientemente.


No puedo dejar pensar que es otro día como el pasado, que todo es plano y previsible.
Con el cigarro encendido entre los dedos me asomo a la puerta de la terraza y me quedo prendado de un cielo oscuro y de un aire rayado de miles de proyectiles de agua.
Pienso que si fueran bombas, tendría la esperanza de que todo mejorara.
Pero sólo son gotas de lluvia y las disfruto. Me confortan.
También soy capaz de apreciar algo de esta repugnante ciudad.


Porque veo lo de siempre, como una pesadilla en bucle: antenas, casas, tejados y un cielo sucio.
Echo de menos y de forma ancestral el aire limpio y los barrancos y árboles, vegetación o desierto. Me pudre la vida de hormigón y carente de libertad, de espacio vital…
La puerta de la azotea del bloque de pisos frente al que vivo se ha abierto. Me encuentro dos pisos por encima de ese terrado y puedo mirar con total impunidad por encima de mis vecinos, siento cierta sensación de poder al hacerlo.
La climatología, al menos en mí, es una variable fundamental en mi pensamiento y según la temperatura y la humedad del día, así pienso y así odio.
Y follo con más alegría cuando llueve.
Por la puerta sale un hombre mayor, un vecino especialmente repugnante, calvo y de movimientos nerviosos. Su parte de terrado está lleno de cubos vacíos con los que recoge el agua de lluvia; la usa para hacer la limpieza del portal de su edificio.


Es repugnante, me causa aversión su afán por colocar algunos cubos bajo el tejadillo de la entrada para que se llenen más rápidamente.
Es de esos asquerosos que caminan casi corriendo con la cabeza gacha; cuando me cruzo con él huele a sudor rancia y vieja. Le clavaría un punzón en la nuca para no mancharme de su sangre venenosa y tarada.
Lo detesto, lo odio con toda mi alma, eso sí, con una sonrisa tranquila en el rostro sabiendo que soy tan superior a él, que con sólo dos dedos lo podría partir en dos y hacerlo cuartos como el pollo.


Viéndolo moverse y respirar, uno entiende por que hay asesinatos y violencia, ese tío ofende por existir y su mujer también, es algo repugnante y execrable: una vieja cerda de gordos, rollizos, celulíticos y arrugados muslos. De nalgas nauseabundas.
Cruzarme con ellos es ver una diana en cada uno de sus ojos, pequeños objetivos para la práctica del lanzamiento de cuchillo.
No puedo resistirlo, no puedo observar al cerdo y la cerda husmear en el portal de su casa en busca de suciedad.


No trabajan, son jubilados y yo deseo que ya que no han muerto y se llevan una pasta, que al menos se mueran muy pronto. No sé, no me gusta verlos, no me gusta que respiren mi aire.
El matrimonio limpia el portal, limpia el suelo, friega la acera, llevan escalera y un montón de trapos. Lo que cualquier vecino haría en media hora, ellos tardan dos horas y sacan la lengua fuera frotando y fregando como posesos.


Tal vez se piensan que alguien se masturba sabiendo lo muy limpios que son.
Hace tiempo tuvieron un viejo perro viviendo en la azotea, a la intemperie. Los hijos de puta no lo dejaban bajar a la calle. Me daba pena aquel viejo perro de mamas colgantes. Era un hembra.
Que no se fíen, puede que un día los ate yo a ellos y les de pinchazos en el culo con mi navaja hasta que sus apestosas nalgas viejas se parezcan más a una hamburguesa que a un músculo humano.


Entiendo porque hay asesinatos y por que humanos como estos vecinos aparecen degollados en sus casas. Son gente repulsiva y no todo el mundo tiene mi control mental.
Tienen una hija de enormes tetas que está follable, y sólo concluyendo que es igual de cerda que ellos, puedo imaginar que viva con sus padres de mierda en su piso de mierda.
No puedo soportar al viejo calvo repugnante sin pensar en su muerte. Hay seres que provocan repulsión, lo hacen aún estando dormidos y dormidos les daría un hachazo en la frente.
Este viejo matrimonio de hijos de puta me remueve las entrañas.
Observan las pintadas en la fachada angustiándose.


El viejo cerdo siempre está atento por si una moto aparca demasiado cerca de su portal. Yo siempre escupo a esa portería para joderles, si no lo hiciera, acabaría entrando en ella cuando limpian y les daría una paliza con un bate de béisbol hasta que sus cabezas y sesos estuvieran tan mezclados entre sí que un forense no podría separar los trozos.
Así es mi asesinable vecino y su puta mujer.
Esos detestables viejos que cualquier buena persona le pegaría un tiro en la nuca llevado por la repulsión que inspiran.


Es bueno odiar así, con un cigarro consumiéndose, viendo llover y al hijo de puta del vecino evolucionar por el terrado con los cubos de agua.
Conociendo a estos seres ¿qué juez podría acusarme de asesinato si entrara un día en su casa y los destripara como a marranos?
Seguramente me darían una buena indemnización por haber tenido que soportar su presencia por unos segundos al mes.


Si todo esto que pienso me hiciera sentir deseos de llevarlo a cabo, de asesinarlos, me preocuparía por mi salud mental.
Pero sólo se me ha puesto la polla dura y me voy a follar a mi mujer por el culo, le gustan las sorpresas matinales.
Y además, la lluvia me inspira.
(Relato inspirado en la vida real de unos vecinos de la C/ Enric Casanovas de Barcelona, números impares. Seres repugnantes donde los haya.)



Iconoclasta

8 de agosto de 2007

666: La Dama Oscura y la maternidad



Cuando mi Dama Oscura está pensativa, cuando sus oscuros ojos se pierden en la negrura de algún punto de la cueva y sus facciones se relajan, siento el deseo de sentarme a s su lado, besarle las manos y pedirle que se olvide que una vez fue primate, humana. Sé que tiene momentos bajos en los que le pesan todas esas muertes y torturas realizadas a lo largo de más de cuatrocientos años. La he visto envidiar a las madres primates, sólo un breve fulgor en sus ojos la ha delatado al ver a una hembra preñada o con su niño en brazos.
Algo breve que automáticamente rechaza, pero no deja de ser un instinto latente en su cerebro.
Es muy orgullosa, no me costaría esfuerzo alguno estrecharla entre mis brazos en esos momentos (si no me da vergüenza follar ante los crueles, no voy a sentir vergüenza por expresar alguna emoción amable) y decirle lo mucho que la amo pero; ella es y se siente una cruel.
Y lo es a pesar de ese residuo minúsculo de primate que queda en ella y que de vez en cuando la asalta como una molesta conciencia que la hace sentirse incómoda y le cuestiona de una forma básica e intraducible su vertiente diabólica, considerándola una esquizofrenia, una enfermedad mental.
Le podría haber extirpado esa zona molesta del cerebro, lobotomizar la justa porción de cerebro primate; pero no hubiera sido ella misma. La conocí así y así se quedará durante toda la eternidad. Ella es auténticamente malvada y cruel, es humana y a ojos de la humanidad no tiene perdón alguno, ni comprensión. A un diablo sí se le puede comprender e incluso justificar porque es su naturaleza, su idiosincrasia. Lo mejor de ella es que es de origen humano, que tiene una porción de humanidad que la convierte en la más salvaje asesina de todos los tiempos en este pequeño y estúpido planeta.

— ¿Quieres ser madre? ¿Sentir qué es desarrollar una vida en tu interior? —le pregunté uno de esos días en que la encontré abstraída en la cámara del silencio.

La cámara del silencio no es más que otra pequeña cueva dentro de la principal, tan profunda que no llega ni sale sonido alguno. De vez en cuando bajo para gritar; ni matando a miles de primates en una mañana soy capaz de relajarme en ciertas ocasiones y grito y lloro y rompo a puñetazos las rocas descargando mi ira y mi odio. A la cámara del silencio no bajan ni mis crueles a limpiar las heces que cago llevado por una rabia atroz y descontrolada.

— ¿Si fuera madre no sería acaso una primate más? ¿Los crueles tienen hijos, mi adorado 666? No quiero ser una primate, una humana; pero en algunos momentos me embarga una extraña melancolía. Como si aquí —se señaló la sien— tuviera una enfermedad un dolor, un bulto. Algo que me hace sentir triste y ansiosa. Se me pasará.

La dejé sola; si la hubiera abrazado en aquel momento es muy probable que hubiera sucumbido al llanto y con ello a su naturaleza humana.
La adoro cuando lucha contra su piojosa condición de primate.
Las lágrimas de los crueles sólo son de ira y odio.
Aunque yo también soy susceptible de llorar ante la intrínseca belleza plástica de un cuerpo descuartizado
La muerte tiene la belleza más serena y definitiva. Un cuerpo muerto tiene más expresividad que cualquier obra de Van Gogh con diferencia.

Tal vez fuera su afán de satisfacerme o tal vez por liberar un resentimiento de frustración, por lo que durante más de una década sintió una ansiedad obsesiva por matar a madres y embarazadas.
A mí no me parece especialmente cruel la muerte de madre e hijo, no me siento identificado con esa mojigatería sobre la maternidad. Los animales nacen, mueren y son alimento de otros superiores a ellos. Una preñada o una madre, son víctimas naturales en este ecosistema que tan mal creó ese Dios maricón que lo ve todo bien y perfecto acariciando a sus ángeles con una rijosa sonrisa.
Matando primates puedo ser muy despegado, si un día matáis a más de cinco, ya me lo diréis; a partir del quinto ya no es lo mismo, todo se hace previsible y con lo único que puedes jugar es con el sufrimiento de la víctima, prolongarlo más o menos y conseguir que sus últimos minutos de vida sean lo más horrorosos y dolorosos posible. Y lo hago tan bien, que hasta eso me aburre en algunas ocasiones.
No os equivoquéis, puede que haya perdido algo de ilusión en mataros, pero mi avidez de muerte no conoce límites.

Jamás vi a la Dama Oscura ensañarse tanto con las preñadas y las madres de bebés de pecho.
En 1820 nos encontrábamos de visita en Alemania, la revolución industrial se encontraba en pleno apogeo. Los campesinos abandonaban los campos para trabajar en las innumerables fábricas que se estaban creando. Berlín se hacía demasiado grande, se formaban sin cesar barrios insalubres en el extrarradio, donde se hacinaban familias de campesinos ahora obreros de fábricas venenosas. Vendían sus hijos más de doce horas al día a los patrones para luego emborracharse en las sucias tabernuchas y pegarles una buena paliza a sus mujeres.
El cansancio y el estrés que provocaba en los primates la revolución industrial los convertía en animales que respiraban, comían y follaban sin otro fin que simplemente morir en su puesto de trabajo o de camino a otra borrachera.
Por ahí en medio andaba el iluminado de Marx ideando El Capitalismo, como si los obreros, en el supuesto de que fueran capaces de leer, pudieran comprender sus ambiguas, complicadas y confusas ideas sobre lo que en una sociedad perfecta, un mierdoso minero podría aportar a la economía.
Es siempre lo mismo, unos mueren trabajando y otros se mueren de risa y aburrimiento, porque dicen que el cándido Marx tardó más o menos unos dieciocho años en terminar su gran obra.
La cuestión es que los idiotas que vivían en la sana pobreza del campo, cambiaron esa misma pobreza por miseria y se habituaron a vivir en chabolas donde comían en el mismo sitio que cagaban, por unas monedas y una vida tóxica y etílica que regalaban las recientes fábricas propiedad de grandes aristócratas y ricachos generacionales.

Utilizamos el nuevo medio de transporte que era el tren. Nos apeamos en un Berlín de caótica actividad.
Maté a razón de 15 primates por día en aquellas tres semanas, se me debió contagiar parte de aquella febril vida.
Alemania competía directamente con Francia e Inglaterra por la supremacía industrial. Ganaba Alemania, se encontraba mejor situada. Tenía más fronteras y por ello mano de obra más barata y deseosa de trabajar. Llevaba una clara ventaja hasta que los judíos empezaron a crear sus barrios y el dinero se detuvo y quedó en manos de unos pocos y…
A la mierda, ya estaba divagando. Polacos, checos, austríacos, suizos, etc… Colapsaban las fronteras de Alemania y en Berlín había un follón de idiomas desconcertante, uno no sabía nunca si las vísceras del primate eran polacas o suizas. Aunque me importaba una mierda de que nacionalidad eran.
Todas aquellas muertes no tuvieron importancia alguna, se retiraban los cadáveres y un juez con demasiada prisa firmaba el acta de levantamiento. De mis trescientas y pico víctimas sólo dos tuvieron relevancia y sus muertes figuraron en la sección de sucesos de los periódicos, eran dueños de fábricas.
El resto sólo importó a las familias y durante muy poco tiempo. Tenían que trabajar muchas horas al día.

Recuerdo el día que en apenas cuatro horas, entré en cinco casas y rebané el cuello de tres niños sucios de carbón (la sangre corriendo sobre la piel pálida y ennegrecida es un espectáculo de inconmensurable belleza) que dormían sin cambiarse de ropa de puro agotamiento. Maté a tres machos de tamaño medio y cinco hembras ya maduras.
Aunque en aquella época, cualquier primate con más de quince años, aparentaba treinta.
La Dama Oscura se encontraba en el centro de Berlín comprando ropa y joyas; amén de cazar en un ambiente más selecto. Decía que cazar en la zona obrera le recordaba demasiado su origen primate y pobre.
Yo soy más bizarro y sencillo y no discrimino por clases sociales. Por otra parte, la incultura acentúa más el temor que inspiro. Los religiosos no es que sean temerosos de Dios, es que se cagan que Dios los pueda abandonar a mi volición. Y eso me hace sentir más poderoso.
Cuando les digo: “Hoy toca morir, primate”. Ven en mis ojos la verdad absoluta y suelen quedar sumidos en tal marasmo que cuando les meto la punta del cuchillo en el meato, quedan quietos como imbéciles. Algunos se cortan la lengua con sus propios dientes ante el dolor. Es uno de los detalles que más disfruto.
Cuando me encontré satisfecho, acudí a la hora convenida con mi Dama Oscura para comer.

En el lujoso restaurante berlinés, me senté al lado de mi Dama, bajo la mesa le metí los dedos en el coño y la masturbé. Yo me saqué la polla del pantalón para masturbarme también, no tuve tiempo. Se corrió en el primer plato y yo me excité tanto que eyaculé sin tocarme, formé un importante charco de semen bajo la mesa que ofendía el olfato de nuestros vecinos comensales más cercanos.
La Dama Oscura, tras recuperar la compostura, fijó su mirada en una mujer embarazada sentada a nuestra izquierda, compartía mesa con una mujer mayor y que a todas luces parecía su madre.
Hablaban de la visita que tenían con el médico para la revisión de la preñada.

—Quiero a la mona preñada. Quiero saber que las hace tan especiales. —susurró la Dama Oscura.

Esperamos que salieran del restaurante para seguirlas. No tardaron en entrar en una casa de dos plantas con jardín. De un poste, junto a la puerta del vallado del jardín, colgaba con un par de cadenitas una placa de latón grabada en una ostentosa caligrafía. Indicaba que era la consulta del doctor en medicina general Helvenger.
Cruzamos la puerta de la verja y cuando llegamos a la entrada de la casa, una enfermera de blanco y con cofia, ya había abierto la puerta a la preñada y su madre; al vernos avanzar por el jardín nos esperó con una sonrisa servil. Nos invitó a sentarnos en la sala de espera tras anotar nuestros nombres y causa de la visita. La Dama Oscura le dijo que sospechaba estar embarazada y la enfermera me miró directamente a los cojones.

En la sala había una mujer con su bebé en un cochecito y las dos mujeres del restaurante.
No nos sentamos, fui a por la froilan de la cofia con el cuchillo en la mano y La Dama Oscura a por la madre de la preñada.
La enfermera estaba ante su mesa de oficina, le pedí papel y lápiz, cuando se levantó, pasé tras el pequeño mostrador que hacía las veces de recepción y le clavé el cuchillo en el pubis tirando hacia arriba y cortándolo todo hasta que el esternón frenó el avance del filo. Tuvo tiempo a gritar antes de que le clavara el cuchillo en la nuez. Yo no pude evitar que sus intestinos me cayeran en los pies.
Entré en la consulta del doctor, un anciano se encontraba con el pecho descubierto en la camilla y el médico auscultándole.
Fui rápido, pero el médico se defendió con la mano y se la atravesé con el cuchillo; tras dar un par de vueltas a su mesa jugueteando al que te pillo, le clavé el cuchillo en la zona lumbar izquierda y cuando cayó al suelo le apuñalé por entre las costillas tres veces cuidadosamente.
El viejo aún estaba saltando de la camilla cuando le golpeé en la cabeza con un pequeño busto de bronce de alguien que debió ser famoso, al menos para el médico.
La sien izquierda se hundió y su cara se deformó de una forma sub-realista; cayó al suelo y sufrió durante unos segundos unas fuertes convulsiones que le hacían patalear en el suelo. Por fin murió.
Reflexioné sobre lo muy puta que es la vida, nunca se sabe lo que te puede ocurrir, aquel viejo pensaba largarse con unos caramelos de menta para combatir la tos y en cambio, murió retorciéndose como un perro con la columna rota.

Mientras tanto, la Dama Oscura había apuñalado el corazón de la mujer mayor, cuando salí de la consulta aún se arrastraba por el suelo y la preñada con su gorda barriga intentaba levantarse, se encontraba cerca de su madre sentada con las piernas abiertas y las manos en el vientre, su blusa estaba empapada de sangre, la Dama Oscura le había apuñalado la barriga y gritaba como una cerda.
La joven madre protegía a su bebé en brazos, le temblaba la boca con una expresión de horror.
Me acerqué hasta la mujer que reptaba y le di una estocada en la nuca, eso la dejó tiesa.
Cogí de los pelos a la preñada y la hice sentar en una de las sillas de la sala.
El olor a sangre, orina y mierda en la sala de espera me hacía recordar con añoranza mi oscura y húmeda cueva.

— Ni un solo grito más. —le grité zarandeándole la cabeza.

El ser de su vientre ya estaba muerto, la puñalada era grave y la sangre se mezclaba con el líquido amniótico.
La Dama Oscura se había enfrentado con la madre del bebé en brazos. Cortó una tira de tela de las cortinas y le vendó los ojos.

—No por Dios, no nos hagan daño.

El bebé lloraba entre sus brazos.

—Dame al bebé, primate.

— ¡No!

La Dama Oscura se lo arrebató de los brazos y me lo pasó. Sentí ganas de morderle la cara, de masticar sus deditos. Mi Dama rasgó la tela del vestido y el canesú dejando sus blancos pechos desnudos. De un rápido movimiento, cortó el pezón izquierdo, casi lo partió en dos; la mujer gritó de dolor, pero sobre todo, de miedo a lo que no veía y sin embargo intuía que iba a ocurrir. Todas las bestias reconocen los últimos instantes de sus vidas.
Me cogió al bebé y le dijo a la madre:

—Dale el pecho, tu hijo llora porque tiene hambre.

Le puso al bebé de nuevo entre los brazos y lo acercó a sus pechos temblorosos, el bebé lloraba y no atendía al pezón sangrante que su madre le ofrecía entre llantos.
La Dama, cogió la cabeza del bebé y dirigió su boca a la ubre sangrante.
El mini-primate sintió la tibieza de la sangre entre sus labios y calló de inmediato apresando con su boca el tumefacto pezón, mamando sangre y leche.
Puse el culo duro, porque aquello le tenía que doler. De la boca del bebé resbalaba un líquido rosado.
La Dama acercó la mesita central de la sala hasta la silla de la madre y me pidió que subiera a ella.
Desabotonó la bragueta y sacó mi pene.

— ¡Mama tú también! —le dijo a la madre con mi pene en la mano rozando sus labios con él.

La mujer abrió la boca y yo no pude contenerme. Lancé la cadera adelante y le hundí el rabo, sus dientes me rozaron los cojones. Mi Dama Oscura, me los acariciaba y apretujaba entre sus cálidos dedos.
A la preñada le dio por gritar, un trozo de carne ensangrentada y rosada salía por la tela cortada del vestido, parecía un pequeño pie.
Le privé a la madre de mi pene, bajé de la mesita y me acerqué hasta la preñada.
Le di un puñetazo en la boca, sus dientes me hirieron los nudillos además de partirse y me escupió trocitos de marfil a la cara cuando escupió la sangre como un sifón; le di de nuevo otro puñetazo que la dejó sumida en una estupidez silenciosa.
La Dama Oscura, miraba con la cabeza ladeada y una mirada feroz a madre e hijo.

—Yo no quiero ser una estúpida madre primate. Yo no necesito un hijo entre los brazos para ser mujer. No envidio la vida que creaste en tu cuerpo, ni la vida del que ahora mama tu sangre. Soy yo la que os permite vivir, la que os mata. Yo permito la vida y administro la muerte.

Le arrancó al bebé de entre los brazos y lo lanzó contra la pared. Su pequeña cabeza crujió y quedó muerto en el suelo.
Yo estaba muy caliente, la mamada de la madre había quedado a medias y me acerqué a mi Dama, le levanté el vestido y la penetré por el culo, ella se apoyaba en los hombros de la madre que suplicaba que le devolviera a su hijo. La Dama Oscura estaba tan cerca de su rostro que los labios de ambas se rozaban e imaginé que se lo montaban en plan lésbico.
Pellizcó el pezón inflamado y encontrado hundiéndole el cuchillo en la gola lentamente. La madre dejó de gritar para emitir una especie de gorgorito líquido.
Yo me corría en el ano duro y áspero de mi Dama; estaba concentrada en admirar los últimos estertores de la mujer.
Sentí el semen rezumar por entre mi pene y el esfínter, ella también lo debió sentir. Se mantuvo inmóvil y esperó con un escalofrío que erizó su piel, que yo acabara de bombear en ella. Se dio la vuelta y me besó.

—Mi Dios… Tú no me quieres madre ¿verdad?

—Te quiero puta y asesina, te quiero cruel e insaciable. —le dije besando aquellos carnosos y duros labios.

Se metió los dedos en el culo y los sacó pringados de semen, se los chupó.
La preñada estaba sollozando de nuevo, todo el pecho de su vestido azul cielo era una mancha de sangre. Me coloqué tras la silla y le sujeté los brazos.
La Dama Oscura se arrodilló ante ella y le rasgó el vestido dejando desnuda su barriga. Metió la punta de los dedos de ambas manos en la herida empujando el piececito adentro y desgarró la herida. La mujer se revolvió de dolor en la silla y tuve que sujetar con verdadera fuerza sus brazos; aunque por poco tiempo, no tardó en desfallecer, aunque no se desmayó, su voluntad se rindió al dolor y al espanto.
Si al menos el médico estuviera vivo, le podría haber administrado algo de láudano y ahorrarle un tormento breve pero intenso.
Los primates deben tener cierto mecanismo que los salvaguarda del dolor extremo desconectando su sistema nervioso, de alguna forma que me interesaría averiguar para remediarlo y conseguir que su sufrimiento y dolor sean insoportables hasta él último hálito de sus vidas.
Desearía que murieran que enloquecieran en su agonía.
Mi Dama hurgó en el vientre hasta que consiguió sacar la cabecita fuera de las entrañas de la madre, era algo grotesco y cualquiera que hubiera mirado aquella escena, hubiera apartado la vista de aquella obscenidad maternal.
Dejé de sujetar los brazos de la mujer, no había vida en ellos, no había afán de luchar ya.
Mi Dama pasó los dedos por el cráneo del feto.

—No me gusta, no quiero que algo así crezca en mi vientre. — mentía y mentía.

Renegaba con todas sus fuerzas del instinto maternal que toda primate siente en algún momento de su vida. Le apoyé una mano en el hombro.
La embarazada llevó las manos al vientre, meciendo la cabecita que asomaba, sus ojos siguieron nuestro camino hacia la puerta de salida.

—Vámonos de aquí mi Dama, hay muchas madres en esta ciudad. Hay muchas primates amamantando a sus hijos. No pierdas más el tiempo con ésta.

Salimos de la casa dejando atrás el hedor de la muerte y la sangre.
Dos arcángeles empezaban a declamar su aria de salvación y uno de ellos desafinó llorando cuando habíamos cerrado la puerta de la casa al salir al jardín. Llegaron tarde, normalmente los arcángeles intentan al menos, serenar a mis víctimas. Son como unos asistentes sociales de Dios que intentan dulcificar la muerte.
Nos encendimos un cigarro sentados en el banco del porche y la masturbé.

—No puedes ser madre. Sólo me amas a mí, no podrías amar nada más. Eres maldita entre los humanos, extraña entre los crueles. Eres mía…

Entre los espasmos del orgasmo se abrazó a mí hundiendo su lengua en mi boca.
Al día siguiente, visitamos un hospital materno-infantil situado en los arrabales de Berlín. Utilizó los forceps con pericia.

Ni Dios ni ángeles; nadie apareció por allí, ni siquiera para salvar sus almas.
Dios tampoco tiene sensibilidad primate-maternal. Es mentira que os creó a su imagen y semejanza.
Mi Dama Oscura… tiene la matriz tan contaminada y tan castigada por mi rabo, que jamás podrá gestar un niño en sus entrañas. Y me ama tanto, que seguirá dejándose destrozar el coño mientras viva.
Ya os contaré más cosas.
Siempre sangriento: 666
Iconoclasta

MSN no quiere erótico, sólo putas que les paguen

MSN borra los grupos que no le pagan por escribir de sexo y seguro que dejan a los pederastas exponer sus fotos de niños en los grupos de adultos si les pagan religiosamente.
En los grupos de aire literario acosan, vigilan y censuran hasta las fotos de La Venus de Milo si enseña sus tetas de mármol.
Los directivos y corporativistas de MSN tienen el cerebro podrido y sienten que son sus madres las que se describen cuando se habla de putas en relatos eróticos.
MSN es una enorme piara de cerdos que se revuelcan en sus propios purines y la suerte de todo esto, es que no saben leer, sólo necesitan que un cerdo como ellos llame la atención sobre el grupo que escribe bien y con inteligencia. En MSN sólo tienen futuro los grupos de saludos y ciberfolladas.
MSN es la prueba viviente de que los talibanes católicos son tan malos como los islámicos.
Les pueden dar por culo a los de MSN, a sus madres, padres, hijos, abuelos y abuelas.
Que se pudran esos hijos de puta.
Degenerados de mierda...
Siento un orgullo especial por haber sido censurado.
Buen sexo.

Iconoclasta

18 de julio de 2007

2500 € por polvo, por cachorro. Yo me tiro a mi madre por menos

Está muy bien, pero como buen cínico y maltratado por la administración que soy, recelo.
Porque... ¿Me van a robar más dinero de la mierda que cobro?
¿Los españoles que somos hijos de españoles tendrán derecho a cobrar ese dinero?
¿O sólo será para los inmigrantes? El poder ha dicho que todo hijo español será premiado, pero si es como en los negocios, sólo favorecerán a los inmigrantes.
No es malo, pero los que nacimos aquí, también tenemos derecho a las ventajas fiscales.
¿También darán dinero a los que profesan religiones vejatorias para la mujer, o que son partidiarios del radicalismo islámico? ¿Vamos a premiar a futuros terroristas?
Es que me da por culo, no puedo evitar que aparte de querer acumular votos, hay tras esa ley (2500 €/polvo de lleno) un trasfondo cobarde y de falso bienestar.
Puede que esté de mal humor y lo vea todo mal, pero desconfío de todo ese dineral que se va a regalar, incluso a los que están nadando en la abundancia, tampoco es justo que al que gana miles de euros al mes, le regalen la cuna, el cochecito y un buen reloj. Dijéramos que es pornográfico que un país tan pobre como España, quiera ejercer esa romántica generosidad.
Sólo temo que me roben más dinero y se lo den a quien no se lo merezca, y aunque se lo merezca, mi dinero es mío y yo me lo he ganado. No soy un político de mierda ni un refugiado político con ansias de protagonismo que ha de hacer gestos de gran generosidad con el dinero de los obreros.
¿Por qué no se lo descuentan a todos los cabronazos diputados cortesianos y senadores de sus sueldos que ganan sin ningún esfuerzo?
No estaría mal.
Cuando yo reine, cagarán bolas de acero.
Menos mal que el humor es lo último que se pierde. Pero puede que tampoco me quede humor.
Me tienen hasta las pelotas.
Buen sexo.




Iconoclasta

9 de julio de 2007

Hola pequeñín mío




Hola pequeñín mío.
Me haces sentir madre anidado ahí, en lo más profundo de mi organismo.
Una mala madre, pequeñín mío. Temo que no te alimento suficiente, no te llega mi alimento para que te desarrolles y te hagas fuerte; para convertirte en un nuevo e importante ser.
Ser madre no es fácil y mucho menos ser padre-madre; no me asusta parirte, me asusta no poder ser digno de esta maternidad.
Soy una mala madre.
Es angustioso verte ahí, latiendo, rodeado de sangre, carne y huesos, luchando por vivir.
Cariño mío, crece pequeñín, crece y hazte fuerte que papá-mamá te quiere mucho. No te duermas al calor entrañable del cuerpo cansado de papá-mamá. Mi cuerpo.


Hazte grande, pequeño; sal y expándete. Mi cuerpo es tuyo, tu alimento, tu vida. Regálame con tu presencia con tu latido cada día más potente, con tu fuerza desmesurada. Papá-mamá te quiere mucho.
Eres mío, mi creación… No dejaré que nadie te haga daño, come, come.
Pequeño mío.
Los médicos son malos; ellos te llaman cáncer, o tumor.
Son peligrosos, te he de proteger, ellos me harán abortar, quieren que tome medicamentos que te envenenen. Eres tan pequeño y hay tanta gente contra ti…
Venga pequeño, inténtalo. Sólo una pequeña metástasis algo sencillo para empezar. Sé que estás cansado, sé que las radiaciones duelen mucho, mi amor. Pero has de ser fuerte como papá-mamá. Como yo.
Métete en el riego sanguíneo y busca los pulmones, el corazón.
En las entrañas encontrarás más alimento, menos presión para desarrollarte. Sal de ahí, en el tuétano del hueso no tienes futuro mi pequeñín.
No soy una mala madre, sólo que no controlo el crecimiento de los huesos y no puedo evitar que te aplasten.
Tienes que salir de ahí y hacerte grande, mi amor.
Aún tienes tiempo. Deja escapar una molécula, una célula colonizadora, que se filtre en el torrente sanguíneo y si tenemos suerte, llegará al cerebro.
No te asustes pequeño, Metástasis no es un nombre tan feo. No te preocupe lo que digan los médicos, tú hazle caso a mamá. En el cerebro estarás calentito y hay muchas vitaminas y minerales que harán de ti un organismo fuerte y saludable.
Mi pequeño organismo extraño al que tanto quiero…
Muévete, pequeñín, intenta salir de ahí dentro y busca un sitio mejor donde puedas hacerte grande, mi amor.
Tuve miedo la primera vez que apareciste, pensé que te harías un bulto enorme y saldrías a través de carne y la piel derramándote en forma de humor negruzco y maloliente, que digerirías mi carne desde dentro para luego salir a vomitarla.
Llevo tanto tiempo llevándote en mis entrañas, que sólo me queda quererte, mi pequeñín. Sólo quiero que salgas que te hagas grande y poder llevarte de la mano por el mundo, educarte.
Las madres, aunque seamos hombres, no podemos escapar a este instinto maternal que nos obliga a amaros.
¿Cómo puedo odiarte si eres parte de mí? Los médicos no lo entienden, ellos sólo buscan mi bien. Ven en ti a un cáncer peligroso, y sin embargo no creces.
Ellos vuelven a decir, que gracias a Dios. Yo digo que es frustrante tener un hijo que no crece.
Mi pequeñito cáncer indefenso…
Si he sido bendecido con el don de la maternidad ¿quiénes son ellos para intentar abortarte?
Tengo la garganta quemada de tanto fumar, tengo un asomo de esperanza de que seas capaz de desprender una célula y subirte al alquitrán que circula por mis venas y puedas llegar así a los pulmones al menos.
Inténtalo pequeño, sé que estás cansado y agotado, te noto latir en lo profundo del hueso, parece que lloras. Que te sientes solito ahí en el tuétano del hueso.
¡Te has movido, mi amor! He sentido como si el hueso estallara desde dentro, me duele tanto la pierna.
Estoy tan feliz, el dolor es vida, mi amor.
Crece, sal de ahí pequeñín.
Así mi vida, no te asustes si grito.
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El paciente hizo un gesto con la mano al radiólogo para que se acercara.
— ¿De verdad cree que esto es forma de tratar el cáncer? Sí ya sé que es un método novedoso y con un gran porcentaje de cura; pero no puedo evitar sentirme como un gilipollas hablándole al hueso de la pierna. Y me incomoda llamar a ese puto tumor “cariño y pequeñín”
— ¡Shhh! Hable más bajo, el tumor puede oírnos. Ya se ha movido. En cuanto asome un poco más, le pego un disparo de rayos gamma, que lo dejamos frito. Usted siga engañándole, estos bichos son idiotas.
—Joder, es que tanto repetir la misma lectura, voy a cogerle cariño de verdad. Y necesito fumar.
El ronroneo del campo magnético del escáner marcó un breve silencio entre el paciente y el doctor.
—Está bien, fúmese un cigarro y luego seguimos.
El doctor se acercó a su escritorio, sacó un cenicero del cajón y lo mantuvo en la mano. El paciente se sacó del bolsillo de la camisa el tabaco e invitó al médico a fumar, éste aceptó.
En el monitor del ordenador, se apreciaba la imagen del hueso del paciente, la pierna aún seguía dentro del túnel del escáner, inmovilizada. En la tibia, por debajo de la rodilla había algo que se movía, que latía. A cada momento, parecía salir más de dentro de la médula del hueso.
—Pues ahora el método será muy dulce y poco agresivo, pero el tratamiento me parece humillante. —le dijo al médico mirando el monitor.
—Piense que esto salvará su pierna. Antes de que los tumores mutaran, antes de que fueran inteligentes, el índice de mortalidad era altísimo.
Acabaron de fumar, el paciente miró la fecha en su reloj: 10 de diciembre.
El 2223 estaba llegando a su fin y los altavoces emitían villancicos relajantes, al más puro estilo chill-out. Un arcaico estilo musical de más de 200 años de antigüedad.
El movimiento del cáncer por salir de su alojamiento en la tibia le dolía.
—Vamos allá, coja el guión y adelante.
El paciente cogió el guión del tratamiento que había dejado a su espalda. El médico se sentó frente al ordenador.
“Hola pequeñín mío.
Me haces sentir madre anidado ahí, en lo más profundo de mi organismo.
Una mala madre, pequeñín mío…”
El paciente interrumpió la lectura.
— Doctor vaya con cuidado al disparar los rayos, dicen que dejan impotente si llegan a los cojones.
—No se preocupe es un haz muy preciso y localizado. Sus cojones están a salvo.
—Pues vamos allá otra vez.
“Temo que no te alimento suficiente, no te llega mi alimento para que te desarrolles y te hagas fuerte; para convertirte en un nuevo e importante ser.”

La pantalla mostraba el tumor, se movía y ya había salido completamente del interior del hueso provocando un gesto de dolor en el rostro del paciente.
—Mate al hijo-puta, doctor. —exclamó el paciente sudando.
“Estoy tan feliz, el dolor es vida, mi amor.
Crece, sal de ahí pequeñín.”



Iconoclasta

8 de julio de 2007

666 y el paraíso


El predicador prometiendo el paraíso.

El paraíso...

Si alguien no tiene el cerebro podrido ¿quién podría desear el paraíso?

En mi infierno hay dolor y placer.

El dolor y placer anal, el de una vagina succionada con una boca-bomba que arranca clítoris y exprime glandes.

El dolor de un pene arrasado por los dientes de una boca lasciva que acaricia sin cuidado. El de una vulva abierta hasta rasgarse.

Hay penes que laten con fuerza dislocando mandíbulas, coños que arden y cauterizan los penes.

Escupinajos de saliva que humedecen los sexos, que muestran el placer más salvaje.

Hay semen goteando de las piedras y lenguas que beben de él.

Estoy yo penetrandoos, jodiendoos por toda la etenidad.

Clavadas a mí.

Los pechos cortados de las santas y los penes de los mártires son cuencos y teas que alumbran a los que follan gritando y llorando en el placer más tortuoso y eterno. Dios nos ha vetado y se avergüenza de no poder acabar con el infierno.

Dios se toca oyéndonos...

¿Quién quiere el paraíso de mierda, monos?
Con sus intestinos entre mis dientes, el predicador sigue prometiendo el paraíso...

Venid al infierno.

Siempre sangriento: 666


Iconoclasta

5 de julio de 2007

Unos segundos de tiempo

El hombre y la mujer se han besado en la mejilla, demasiado cerca de los labios, demasiado nerviosos y ávidos los besos para ser sólo de amigos, de cariño.

Tenemos unos segundos de tiempo antes de que la locura se apodere de nosotros, ese momento preciso previo al encuentro de dos miradas deseosas.

Después de un torrente de sonrisas, de anécdotas banales, de aprender de nosotros, ha llegado el momento en el que las miradas deben reconocerse.

Hoy no hay risas entretenidas ni amistad, hoy se cruzan las miradas, hoy nos reconoceremos deseando elevar la amistad a rango de amor.

Otra vez…

Los ojos se encuentran, se serenan, se reconocen. He pasado por ello, y tú también.

Un instante decisivo en el que podemos caer presas del amor sino vamos con cuidado.

Y nadie quiere enamorarse así como así y ser todo para ella. Ser su universo, su sol, su tormenta.

Y tú mi tormento.

Sería mejor desviar la mirada, no dejar que sus ojos hagan presa en los míos. He de ser valiente, he de ser sensato.

Y recordar todos aquellos dolores de amores incinerados, de angustiosas amneas al besarla; el corazón doliendo, interfiriendo en sus latidos.

Se confunden los corazones, me confunden los corazones.

Nos fusionamos, nos aglutinamos a nivel cuántico.

Fundimos el mundo con nosotros, somos el ilusorio crisol que crea un nuevo universo perfecto y proporcionado.

He pasado por ello y el precio es mi cinismo, mi temor, mi cobardía.

Tengo cicatrices que nunca cerrarán, que sólo un dolor superior, más reciente puede mitigar.

Y no se mitiga el dolor, sólo se enmascara; y suma y sigue.

No aprendo, no aprendemos.

Hay en el azul de tus ojos unas cicatrices profundas que se confunden con vetas que lo jaspean con exotismo y hacen de tus ojos un caleidoscopio de deseos. Las almas se pliegan sobre si mismas ante un nuevo amor, ante lo que se avecina.

Caleidoscopios que anulan la visión periférica y todo eres tú. Y yo no soy nada, sólo un cristal más que gira y se refleja sometido a tu voluntad.

Cuando las miradas se encuentren y la constelación de Eros se refleje en nuestras pupilas, será tarde. Y será inevitable el beso; una caída libre a un nuevo universo engañoso. Otro nuevo espejismo que durará unos días, unos nano-segundos para las fuerzas cósmicas. Todo este amor pulsante que nos confortará, tendrá un inevitable final decepcionante.

Otra andanada de besos que prometen, que rompen voluntades e inventan fantasías que no se cumplirán jamás. Lo sabemos.

Somos sabuesos husmeando amor allá por donde pasamos.

Como cerdos buscando trufas. El cerdo llevado por el aroma de un fruto que no llegará a catar. Su dios-amo, le arrancará de la boca el preciado hongo.

Yo soy el cerdo.

Y todo nace en ese instante en el que las miradas se encuentran y se vuelcan los datos para la programación de un nuevo orden universal, un espejismo que ya no nos engaña. A través de la mirada nos invadimos mutuamente y se destruyen secretos, se destruyen intimidades.

Penetras en mi alma como yo en la tuya, destruyendo cordura y libertad.

Estas cosas pasan, son inevitables como el cáncer y la muerte.

Como la miseria.

El amor destruye. Es ahora el momento decisivo, cuando hasta el pene me duele con solo imaginar lo que te amaría.

Estoy tan cansado, tan decepcionado. Soy un drogadicto de amor dispuesto a desengancharme.

Temo que sea el amor definitivo, el que barra el último vestigio de mi cordura. Estoy cansado de someterme a pruebas de amor.

La silla cae al suelo con estrépito. Las botellas y vasos de la mesa se hacen trizas contra el suelo. El público del local gira la mirada hacia la pareja. El hombre se ha abalanzado contra la mujer que aún sonríe, que aún no ha visto la delgada y larga hoja de la navaja en las manos de él.

Ahora, en este momento decisivo, sólo necesito unos segundos de tiempo para salvar lo poco que queda de mí.

Es ahora cuando apuñalaré tus ojos, los reventaré, no caeré presa de tu amor, de tu belleza, de la piel que tanto deseo.

Un grito desgarrador silencia el rumor del bar.

Créeme, no he podido seguir haciéndolo, bajo las gafas de sol oculto un párpado que he cosido con aguja e hilo; todo este dolor no ha servido para nada, el otro párpado no he podido coserlo. Y no tengo valor, no tengo más capacidad para aguantar el dolor y arrancármelo.

Por eso pincho tus ojos. Es lo mejor para ambos, tú también has sufrido, no tienes que volver a padecer.

A mi no hay quien me ayude, estoy abandonado a mi droga.

Abandonado a ti.

Cerraré tus ojos para siempre.

Incluso ahora, cuando lloras sangre, siento que podría haberte amado por encima de todo.

Ya no me cabe más ruina en mi mente.

No olvidaré jamás tus lágrimas de sangre.

Ha sido por mi bien, ya no podía amar de nuevo, no queda nada en mí por destruir.

Dos hombres sujetan al agresor, la mujer en el suelo, se cubre los ojos acuchillados, entre sus dedos mana la sangre.

Al agresor se le han caído las gafas de sol y luce un ojo tumefacto cuyo párpado ha sido toscamente cosido con hilo de coser. También sangra su ojo.

El otro le llora.

Iconoclasta

26 de junio de 2007

Bellas arpías

Bellas arpías que planeáis en un cielo límpido y nutritivo.

Yo en mi sitio...

Y vosotras arpías, en las alturas, oteando con elegancia.

A vosotras os dieron el cielo y la tierra, y a mí las raíces y la inmundicia. Me alimento de cadáveres que dejáis llover y les arranco la cabeza a bocados a los topos.

Majestuosas Arpías.

Vosotras en vuestro lugar y yo en mi infecto subsuelo, mirándoos con un rencor efervescente en la sangre que me irrita por dentro las venas, busco alambre que inyectarme y rascar. Soy un esclavo de vuestro esplendor, enfermo de envidia, enfermo y corrupto de los más bajos deseos de violación y sangre que embotan mi pene denostado por vuestro clasismo inalcanzable.

Soy la lombriz ciega que sólo ve destellos de belleza y poder, que alza siempre tarde la mano cuando voláis bajo, que está al acecho y fracasa una y otra y otra y otra vez. La bestia de uñas rotas, sangrantes. De risa ponzoñosa.

Mis sueños son arpías en mi reino de barro y detritus, sometidas a mi raíz-pene, a un pene que no sirve más que de tormento.

Follar las rocas duele, mamar raíces hizo que mis dientes se pudrieran...

Me masturbo con un dolor que provoca eclipses.

Soy la envidia y soy la miseria que dejasteis en tierra cuando alzasteis el vuelo.

Soy la sombra de la sombra.

Soy un cúmulo de ajadas plumas de muda, llovidas de vuestro reino.



Iconoclasta

24 de junio de 2007

Carta a la Agencia de Salut Pública del Ajuntament de Barcelona

Yo tenía una perra doberman que murió con casi 10 años; cuando la adquirimos no existía esa ley alienada e inculta en la que algunas razas eran calificadas de "peligrosas". Tuvimos que gastar un buen dinero en adaptarnos a la cochina ley que la democrática dictadura impuso por satisfacer la alarma social de una sociedad inculta, intransigente e inmerecedora de ningún tipo de tolerancia.
Cuando murió la perra, cuando dejó de ser peligrosa, nos exigieron un certificado de 40 € por darla de baja en el censo. Me salió más cara la muerte de mi perra que la de mi padre o mi abuela. Esta es la carta que les envié y me consta que algún funcionario de esta mierda de administración ha tenido que leer y tragársela entera. Los resquicios de la democrática dictadura, aún me permiten ciertos placeres, si yo pago, que ellos se jodan y lean. Porque a mí no me gustaría leer una carta como esta:


En Barcelona a 18 de Mayo del 2007

Distinguida Agència de la Salut Pública de Barcelona:

Un servidor (mi nombre, DNI y dirección), era dueño junto con mi mujer de una perra de la raza Dobermann, llamada Bianca (la titular de la licencia para la tenencia de esta perra potencialmente peligrosa era mi mujer (nombre y apellidos).
El propósito de esta carta es para que queden enterados de que nosotros también nos hemos reído mucho con su jocosa y caprichosa exigencia de obligarnos a gastar de una forma totalmente innecesaria 40 € y el tiempo correspondiente por un certificado veterinario innecesario.
Sí, no se preocupen, ya sé que el precio que he pagado incluye sus risas y sus burlas, créanme, yo aún me estoy riendo, es por esta razón que he tardado un poco en escribirles. Estas hilarantes lágrimas no me dejaban escribir claro.
Estoy seguro de que esta carta volverá a ser causa de cierto regocijo por su parte, y es que no es para menos. Riamos pues, que son cuatro días y al fin y al cabo no siempre tiene uno la suerte de poder sacrificar a un ser querido.
Y ahora les voy a contar más chistes:
- La madrugada que murió Bianca, nos gastamos cerca de 300 €. ¿A que mola? E incluso, al segundo día, cuando no era festivo, el veterinario firmó y selló la Declaración de Baja en la Cartilla Sanitaria oficial del Colegio de Veterinarios (que la enviamos justamente para que ustedes nos dijeran que no les servía para nada).
Es que es muy gracioso. No me dirán que a ustedes no les haría gracia estar sometidos al capricho voluble de una administración que no quiere aceptar el sello y la firma de un veterinario colegiado. ¿Han leído a Kafka? Deberían, aunque creo que es un escritor sobrevalorado.
Pero si hubieran aceptado la Declaración de Baja y no me hubieran obligado a pagar 40 € y pico, pues no se hubieran reído. Me solidarizo con ustedes y por esta misma razón les escribo estas líneas, para que nos riamos todos juntos.
La primera sensación que tiene uno al saber que no sirve para nada la Declaración de Baja de la Cartilla Sanitaria para perros y gatos, es que puede haber cierto abuso, cierto acoso por parte de Salut Pública; pero tras reflexionar unos días, simplemente se puede concluir que uno ha de apreciar en sus órdenes y exigencias, una invitación a la risa y al buen humor (sobre todo para no sentirse ultrajado).
- Esta ya es para revolcarse de risa: Perro peligroso muerto, ya no es peligroso.
Pero al exigir ustedes un certificado tan caro que para otros perros muertos no es necesario, parece que no, “algo huele a podrido en Dinamarca” que dijo un personaje de Shakespeare.
¿O acaso creen que por ser un dobermann va a resurgir de sus cenizas cual ave Fénix? Es que la incineración también cuesta un dinero y me sabría muy mal que la muy peligrosa Bianca sufriera una resurrección.
Esperen que me seco las lágrimas.
¡Ay que risa!
A lo mejor son ustedes poseederes de un terrible secreto que desconozco, pero es igual, soy un poco escéptico con esto del esoterismo.
- Esta también es muy buena: Mi padre murió con 45 años, 90 kg. de peso y tenía el pelo corto y el cuello recio. Un buen electricista, un querido humano.
Pues créanlo o no, nos hicieron pagar nada por darlo de baja. Y ya hace 27 años.
Con mi abuela igual.
Hubiera preferido pagar, porque con la risa hubiera dolido menos. Y no sé si es bueno o malo que valga más la muerte de la perra que la de mis familiares, bueno, lo llevaremos con buen humor ¿eh?
Lamento decir, que nuestro veterinario es un soso, que tramitó la baja del chip y selló la baja de Bianca con su número de colegiado, la firmó y encima nos dijo que lo sentía. Y no nos cobró ni un duro, el muy desconsiderado. Con lo bien que nos hubiera ido reír…
Entiendo perfectamente que por un afán de protección en bien de la humanidad, nos consideren a mi mujer y a mí, potencialmente estafadores por tener esta clase de perro y nos obliguen a desembolsar más dinero en su muerte. Me siento protegido. Y ahora, me río con ustedes, es que me lo paso bomba.

Mi mujer no tiene tan acusado sentido del humor negro como yo, claro que tampoco tiene un cáncer en una tibia ni tiene la incertidumbre de saber si se la amputarán una pierna en una próxima revisión por encima de la rodilla. Estas cosas también dan mucha risa.
Esto lo digo para que de verdad crean que me río con ustedes, que soy un pensionista tullido de 45 años con un envidiable sentido del humor y, por lo visto,demasiado tiempo que perder.
Y además escribo bien y soy ameno. Consideren esta carta un regalo, he mirado muy bien la ortografía.
Bueno, tras estas risas se despide de ustedes:



(Mi nombre y firma)

P.D.: Me olvidaba comentarles, que aunque no salga en las noticias sensacionalistas de los programitas de la tarde ni en la prensa amarilla; deberían incluir (para ser ecuánimes) al Pastor Alemán como perro potencialmente peligroso, que aunque no tenga el pelo muy corto (según que tipo), tiene un marcado carácter territorial, es fuerte y valiente y cuando te enseña los dientes flipas en colores. Es casi un super perro. No en vano es un perro de ataque y defensa. De los mejores y más fuertes.
Miles de libros y unos cuantos criadores y veterinarios, no pueden estar equivocados.



Por supuesto, no han respondido.
Buen sexo.


Iconoclasta

21 de junio de 2007

Yo, El pensador

El pensador de Auguste Rodin (1840-1917)

Rodin me debió espiar por una ventana hace mil años.
El escultor me vio brillante como el bronce por la mador de mi piel tras follarla furiosamente; mientras me mordía el puño para ahogar un grito.
¿Pensador yo? No, yo apoyaba mi cabeza en el puño; me senté desnudo después de haberla follado, intentando no llorar su ausencia.
El pensador era yo cuando ella recogía su ropa con prisa para volver a su casa con el otro, al que no amaba.
Yo no era un pensador porque no entendía nada, sólo se que la amaba, ciego...
El pensador... Rodin no sabía que yo no pensaba, yo sólo maldecía. Y me comía el puño con tristeza.
El otro brazo ocultaba mi pene aún húmedo con restos de esperma. Goteaba en mis tobillos.
Rodin no sabía nada de mi angustia.
Y concluyó que yo pensaba.
Era el dolor desgarrador de quedarme solo, de no tenerla. No había asomo alguno de raciocinio en ello.
No eran pensamientos, eran emociones sangrantes de mi efímera posesión, de mi pene aún caliente latiendo por ella.
Por su coño.
Me mordía el puño cuando ella cerraba la puerta y desaparecía; el grito se convertía en un mordisco que laceraba mis nudillos.
Rodin necesitaba gafas.
Yo no pensaba, mi amor...
Mi vida...
Rodin modeló todas esas emociones creyendo que era la fuerza de un pensamiento.
Y ahora estoy condenado durante toda la eternidad con todo ese deseo y anhelo de ella, encapsulado en una figura de bronce.
Rodin eternizó un dolor irracional sin saberlo.
Pobre hombre.
Pobre de mí.

Iconoclasta

8 de junio de 2007

A ver, que levante el dedo quien...


Juro que no estoy triste, es un poco de hastío lo que comba mis labios con las comisuras hacia abajo. Un rictus que me hace interesante, atormentado y bohemio.
La tristeza es una patada en el estómago sin un solo ápice de gracia. No es este el caso, porque soy gracioso; quiero decir que no soy un payaso, sino que aún tengo humor. 
¡Bah! A ver, que levante el dedo quien no ha recibido una puñalada en el corazón y ha salido al exterior con una sonrisa ensangrentada.
No os riais, que sé que os mueve esa especie de alegría moderada de ver que otro las está pasando canutas; sé que no es burla, es reconocimiento.
Yo he sonreído alguna vez así ante un amigo, con un amigo.
Bueno, no es para tanto, ocurre que cuando se escribe, las emociones parecen tener su escape por los dedos y todas las palabras se pringan de ellas. Como tener los dedos manchados de tinta y pretender no dejar huellas. No puedes ir con guantes de látex siempre, sería exagerado ese celo por no manchar y ser aséptico. Los asépticos sólo funcionan en hospitales y funerarias.
Soy un palurdo escritor de metáfora fácil, me gustaría tener cerebro y ser elegante; llegar de nuevo a su corazón con la fuerza de los grandes genios de la literatura. Ojalá que sienta que lo que escribo es ella y por ella.
Seguro que se ha curado en su partida, nadie se va sin saber lo que ocurre. No sería justo pensar que es sólo una especie de sueño, la muerte es trágica porque acaba con lo más preciado. Si le quitamos todo ese drama a la muerte, nos queda una vida sin importancia.
No me jodáis con valentías de las vuestras. Si tuviera que morir ahora mismo para ser un gran autor capaz de hacerla sentir orgullosa de haberme amado, invocaría a ese dios cobarde e idiota en el que algunos creen para que me parta con un rayo. Que me fulmine como al Coyote que persigue eternamente al Correcaminos.
A dios le queda poco tiempo para acabar conmigo.
Porque morir así, con los dedos manchados de nicotina, sangre y mierda; es humillante. No acierto ni a limpiarme bien el culo.
Es importante ser gracioso, muy gracioso; remover el intelecto forzando sinapsis que destellen en rojos, verdes y azules, ser explosivo e impredecible.
Su ojos eran tan verdes, que pensaba al besárselos que eran esperanza pura; teniendo sus ojos tatuados en mi cerebro sería imposible sentirse como me siento ahora. Abandonado.
Reconozco que me siento un poco deprimido, es lógica esa sensación de pérdida que duele como si te creciera un bulto en las entrañas. Uno piensa que tiene cáncer además. Y claro, te meten en el escáner y descubren que no es nada, que sólo es que ella ha muerto y el organismo, ante el trauma, se rebela.
— Yo quiero tener un cáncer del tamaño de un pomelo en el hígado y encontrarme con ella en el cielo. — le digo al médico rascándome los cojones, dicen que los escáneres provocan esterilidad.
El médico ríe y me dice que si hacen implantes de silicona, bien podrían meterme un pomelo.
— Escritor tenía que ser… — responde dándome una palmada en el hombro.
Ríe porque es buena persona y pretende inyectarme optimismo y amor por la vida. Es médico, ellos adoran salvar vidas, aunque no pudieron salvar la de mi amada. Sé que hay más de un médico triste en algún hospital.
A ver, que levante el dedo quien no sea capaz de reírse con mis ocurrencias. No me podéis negar que lo de limpiarme el culo ha sido un efecto chabacano y directo que ha causado un punto de ruptura en el devenir de una reflexión un tanto dolorosa, en lo que parecía ser un descenso veloz y suicida al más patético ridículo.
No voy a quejarme, yo no me quejo y menos delante de un papel en blanco, los escritores no lloran, crean mundos imaginarios donde el dolor campa a sus anchas y hace héroes de quienes son cobardes. Sólo cuando todo esto de aquí dentro, entre el ombligo y los pectorales se hace viscoso y caliente me agacho y vomito. Las arcadas, además, fuerzan los lacrimales y uno llora sin ser necesario. Sin estar triste.
No puede hacer daño, parece un drenaje linfático visto desde mi ignorancia.
Ahora no voy a buscar en diccionarios o enciclopedias lo que es un drenaje linfático, no es el momento de ser instructivo; en todo caso, destructivo. Y tampoco tengo tiempo.
Que levante el dedo quien no ha sentido la necesidad de que vuelva y nos susurre con un beso en la frente que esto escrito en tinta sepia, es una pesadilla.
No es tristeza, no. Es este dolor, por favor…
No me refiero al dolor del tajo en el cuello. Si me hubiera cortado las venas de las muñecas, no podría escribir.
Vale, sí que podría (que manía tenéis de contradecirlo todo); pero sería como los pájaros Uyuyuy que tienen los huevos tan gordos que al aterrizar cantan su nombre.
No es elegante escribir quejándose como esas aves de ostentosos cojones. Claro que el chiste no es mío, soy un mierda, no sirvo ni para inventar chistes.
Esta seguridad de que todo parece acabado y que vivir es una estupidez, es el espejismo resultante de un trallazo doloroso, como una patada en los testículos que deforma la cara de tu agresor convirtiéndolo en una especie de macho cabrío al que le venderías tu alma por un encendedor desechable, si eso te ofreciera en esos momentos. Es decir, que ningún hombre tiene tantos huevos y tan gordos como para absorber otra segunda patada.
No sé si me explico. Quiero decir que el espejismo es atrozmente real. Quiero decir que no quiero otra puñalada más.
A ver, que alguien me ayude levantando el dedo y reconociendo que duele tanto no tenerla, que a uno sólo le quedan ganas para tirarse en el suelo y dejar que le caiga encima lo que sea. Y que caiga pronto, por el amor de dios.
Siempre decimos algo de dios cuando sin estar tristes (porque no estoy triste), buceamos en nuestros dolores con gasas y yodo intentando restañar la hemorragia.
Nos hacemos pequeñitos, y nos metemos en nuestro propio sistema vascular buscando la puta vena rota, porque algo se rompe cuando se queda uno solo.
No es lógico que se doblen así las comisuras de los labios sino hay una fuerte fractura o algo ha reventado.
Lo importante es no sentirse triste.
El dolor es heroico, la tristeza humilla la vida. Eso sí, menos mal que los ojos están brillantes y dan un aspecto vivaz. Están brillantes porque había un exceso de sangre y agua en el cuerpo. Será la retención de líquidos del abandono; así que se arregla con un pequeño corte en la yugular.
Más que dolor sientes la molestia de ese ruidito de la sangre saliendo a presión; pero es muchísimo peor, que el exceso de presión acabe reventándome, más que nada porque sería demasiado largo el proceso. Y tengo prisa por sacarme de encima este asunto. Es lógico que cuando uno escribe, se abstraiga y tienda a rascarse el corte distraídamente, siempre hay algo de comezón aunque la herida sea indolora.
La sangre es incómoda cuando coagula, adquiere un tacto resbaladizo para luego encostrarse pegando los dedos entre si. Y vuelta a limpiarse, no voy a ganar para pañuelitos de papel.
A ver, que levante el dedo quien no piense: “pues si tenías retención de líquidos, haberte hecho una paja, animal”.
Es que adoro vuestra fuerza y valentía, vuestra vida forjada en dolores que os ha hecho tan fuertes y a mí me ha hecho puré.
Os adoro porque sois de los que prometéis al herido, sin miedo a la sangre y sin miedo al dolor, que no es nada esa herida, que las tripas se meten dentro, se cose la barriga y en dos días a dar por culo de nuevo.
El ruidito de la sangre ha cesado, quiere decir que poca cosa queda por salir, no soy tan tonto. Pica…
Os he mentido. Estoy triste, estoy tan triste que tengo prisa por morir. Estoy tan triste sin ella, que quisiera olvidar que un día nací, la conocí, la amé y murió sin saber quien era yo. Murió sin querer besarme porque creía ser una niña y yo un hombre mayor y desconocido.
Sé que si naciera, si me reencarnara, nacería como un niño triste, un niño de ojos siempre húmedos y piel blanca. De manos trémulas.
Es imposible que todo este dolor pueda quedar en el limbo y así nacer sin recordar, sin sentirme triturado por dentro.
Es imposible nacer de nuevo sin toda esta pena que me unge las tripas.
Me froto las manos desesperado porque no sé como enjugar esta marea de aceite. Tengo un miedo atroz a que sean mis entrañas licuándose; parece que una bacteria me deshace el interior.
No puedo vivir así ni un segundo más.
A ver, que levante el dedo quien piense que no me voy a encontrar con ella.
No lo levantéis, por lo que más queráis, por favor, sólo necesito que aguantéis vuestra sinceridad unos segundos más.
Gracias.




Iconoclasta