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18 de julio de 2007

2500 € por polvo, por cachorro. Yo me tiro a mi madre por menos

Está muy bien, pero como buen cínico y maltratado por la administración que soy, recelo.
Porque... ¿Me van a robar más dinero de la mierda que cobro?
¿Los españoles que somos hijos de españoles tendrán derecho a cobrar ese dinero?
¿O sólo será para los inmigrantes? El poder ha dicho que todo hijo español será premiado, pero si es como en los negocios, sólo favorecerán a los inmigrantes.
No es malo, pero los que nacimos aquí, también tenemos derecho a las ventajas fiscales.
¿También darán dinero a los que profesan religiones vejatorias para la mujer, o que son partidiarios del radicalismo islámico? ¿Vamos a premiar a futuros terroristas?
Es que me da por culo, no puedo evitar que aparte de querer acumular votos, hay tras esa ley (2500 €/polvo de lleno) un trasfondo cobarde y de falso bienestar.
Puede que esté de mal humor y lo vea todo mal, pero desconfío de todo ese dineral que se va a regalar, incluso a los que están nadando en la abundancia, tampoco es justo que al que gana miles de euros al mes, le regalen la cuna, el cochecito y un buen reloj. Dijéramos que es pornográfico que un país tan pobre como España, quiera ejercer esa romántica generosidad.
Sólo temo que me roben más dinero y se lo den a quien no se lo merezca, y aunque se lo merezca, mi dinero es mío y yo me lo he ganado. No soy un político de mierda ni un refugiado político con ansias de protagonismo que ha de hacer gestos de gran generosidad con el dinero de los obreros.
¿Por qué no se lo descuentan a todos los cabronazos diputados cortesianos y senadores de sus sueldos que ganan sin ningún esfuerzo?
No estaría mal.
Cuando yo reine, cagarán bolas de acero.
Menos mal que el humor es lo último que se pierde. Pero puede que tampoco me quede humor.
Me tienen hasta las pelotas.
Buen sexo.




Iconoclasta

9 de julio de 2007

Hola pequeñín mío




Hola pequeñín mío.
Me haces sentir madre anidado ahí, en lo más profundo de mi organismo.
Una mala madre, pequeñín mío. Temo que no te alimento suficiente, no te llega mi alimento para que te desarrolles y te hagas fuerte; para convertirte en un nuevo e importante ser.
Ser madre no es fácil y mucho menos ser padre-madre; no me asusta parirte, me asusta no poder ser digno de esta maternidad.
Soy una mala madre.
Es angustioso verte ahí, latiendo, rodeado de sangre, carne y huesos, luchando por vivir.
Cariño mío, crece pequeñín, crece y hazte fuerte que papá-mamá te quiere mucho. No te duermas al calor entrañable del cuerpo cansado de papá-mamá. Mi cuerpo.


Hazte grande, pequeño; sal y expándete. Mi cuerpo es tuyo, tu alimento, tu vida. Regálame con tu presencia con tu latido cada día más potente, con tu fuerza desmesurada. Papá-mamá te quiere mucho.
Eres mío, mi creación… No dejaré que nadie te haga daño, come, come.
Pequeño mío.
Los médicos son malos; ellos te llaman cáncer, o tumor.
Son peligrosos, te he de proteger, ellos me harán abortar, quieren que tome medicamentos que te envenenen. Eres tan pequeño y hay tanta gente contra ti…
Venga pequeño, inténtalo. Sólo una pequeña metástasis algo sencillo para empezar. Sé que estás cansado, sé que las radiaciones duelen mucho, mi amor. Pero has de ser fuerte como papá-mamá. Como yo.
Métete en el riego sanguíneo y busca los pulmones, el corazón.
En las entrañas encontrarás más alimento, menos presión para desarrollarte. Sal de ahí, en el tuétano del hueso no tienes futuro mi pequeñín.
No soy una mala madre, sólo que no controlo el crecimiento de los huesos y no puedo evitar que te aplasten.
Tienes que salir de ahí y hacerte grande, mi amor.
Aún tienes tiempo. Deja escapar una molécula, una célula colonizadora, que se filtre en el torrente sanguíneo y si tenemos suerte, llegará al cerebro.
No te asustes pequeño, Metástasis no es un nombre tan feo. No te preocupe lo que digan los médicos, tú hazle caso a mamá. En el cerebro estarás calentito y hay muchas vitaminas y minerales que harán de ti un organismo fuerte y saludable.
Mi pequeño organismo extraño al que tanto quiero…
Muévete, pequeñín, intenta salir de ahí dentro y busca un sitio mejor donde puedas hacerte grande, mi amor.
Tuve miedo la primera vez que apareciste, pensé que te harías un bulto enorme y saldrías a través de carne y la piel derramándote en forma de humor negruzco y maloliente, que digerirías mi carne desde dentro para luego salir a vomitarla.
Llevo tanto tiempo llevándote en mis entrañas, que sólo me queda quererte, mi pequeñín. Sólo quiero que salgas que te hagas grande y poder llevarte de la mano por el mundo, educarte.
Las madres, aunque seamos hombres, no podemos escapar a este instinto maternal que nos obliga a amaros.
¿Cómo puedo odiarte si eres parte de mí? Los médicos no lo entienden, ellos sólo buscan mi bien. Ven en ti a un cáncer peligroso, y sin embargo no creces.
Ellos vuelven a decir, que gracias a Dios. Yo digo que es frustrante tener un hijo que no crece.
Mi pequeñito cáncer indefenso…
Si he sido bendecido con el don de la maternidad ¿quiénes son ellos para intentar abortarte?
Tengo la garganta quemada de tanto fumar, tengo un asomo de esperanza de que seas capaz de desprender una célula y subirte al alquitrán que circula por mis venas y puedas llegar así a los pulmones al menos.
Inténtalo pequeño, sé que estás cansado y agotado, te noto latir en lo profundo del hueso, parece que lloras. Que te sientes solito ahí en el tuétano del hueso.
¡Te has movido, mi amor! He sentido como si el hueso estallara desde dentro, me duele tanto la pierna.
Estoy tan feliz, el dolor es vida, mi amor.
Crece, sal de ahí pequeñín.
Así mi vida, no te asustes si grito.
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El paciente hizo un gesto con la mano al radiólogo para que se acercara.
— ¿De verdad cree que esto es forma de tratar el cáncer? Sí ya sé que es un método novedoso y con un gran porcentaje de cura; pero no puedo evitar sentirme como un gilipollas hablándole al hueso de la pierna. Y me incomoda llamar a ese puto tumor “cariño y pequeñín”
— ¡Shhh! Hable más bajo, el tumor puede oírnos. Ya se ha movido. En cuanto asome un poco más, le pego un disparo de rayos gamma, que lo dejamos frito. Usted siga engañándole, estos bichos son idiotas.
—Joder, es que tanto repetir la misma lectura, voy a cogerle cariño de verdad. Y necesito fumar.
El ronroneo del campo magnético del escáner marcó un breve silencio entre el paciente y el doctor.
—Está bien, fúmese un cigarro y luego seguimos.
El doctor se acercó a su escritorio, sacó un cenicero del cajón y lo mantuvo en la mano. El paciente se sacó del bolsillo de la camisa el tabaco e invitó al médico a fumar, éste aceptó.
En el monitor del ordenador, se apreciaba la imagen del hueso del paciente, la pierna aún seguía dentro del túnel del escáner, inmovilizada. En la tibia, por debajo de la rodilla había algo que se movía, que latía. A cada momento, parecía salir más de dentro de la médula del hueso.
—Pues ahora el método será muy dulce y poco agresivo, pero el tratamiento me parece humillante. —le dijo al médico mirando el monitor.
—Piense que esto salvará su pierna. Antes de que los tumores mutaran, antes de que fueran inteligentes, el índice de mortalidad era altísimo.
Acabaron de fumar, el paciente miró la fecha en su reloj: 10 de diciembre.
El 2223 estaba llegando a su fin y los altavoces emitían villancicos relajantes, al más puro estilo chill-out. Un arcaico estilo musical de más de 200 años de antigüedad.
El movimiento del cáncer por salir de su alojamiento en la tibia le dolía.
—Vamos allá, coja el guión y adelante.
El paciente cogió el guión del tratamiento que había dejado a su espalda. El médico se sentó frente al ordenador.
“Hola pequeñín mío.
Me haces sentir madre anidado ahí, en lo más profundo de mi organismo.
Una mala madre, pequeñín mío…”
El paciente interrumpió la lectura.
— Doctor vaya con cuidado al disparar los rayos, dicen que dejan impotente si llegan a los cojones.
—No se preocupe es un haz muy preciso y localizado. Sus cojones están a salvo.
—Pues vamos allá otra vez.
“Temo que no te alimento suficiente, no te llega mi alimento para que te desarrolles y te hagas fuerte; para convertirte en un nuevo e importante ser.”

La pantalla mostraba el tumor, se movía y ya había salido completamente del interior del hueso provocando un gesto de dolor en el rostro del paciente.
—Mate al hijo-puta, doctor. —exclamó el paciente sudando.
“Estoy tan feliz, el dolor es vida, mi amor.
Crece, sal de ahí pequeñín.”



Iconoclasta

8 de julio de 2007

666 y el paraíso


El predicador prometiendo el paraíso.

El paraíso...

Si alguien no tiene el cerebro podrido ¿quién podría desear el paraíso?

En mi infierno hay dolor y placer.

El dolor y placer anal, el de una vagina succionada con una boca-bomba que arranca clítoris y exprime glandes.

El dolor de un pene arrasado por los dientes de una boca lasciva que acaricia sin cuidado. El de una vulva abierta hasta rasgarse.

Hay penes que laten con fuerza dislocando mandíbulas, coños que arden y cauterizan los penes.

Escupinajos de saliva que humedecen los sexos, que muestran el placer más salvaje.

Hay semen goteando de las piedras y lenguas que beben de él.

Estoy yo penetrandoos, jodiendoos por toda la etenidad.

Clavadas a mí.

Los pechos cortados de las santas y los penes de los mártires son cuencos y teas que alumbran a los que follan gritando y llorando en el placer más tortuoso y eterno. Dios nos ha vetado y se avergüenza de no poder acabar con el infierno.

Dios se toca oyéndonos...

¿Quién quiere el paraíso de mierda, monos?
Con sus intestinos entre mis dientes, el predicador sigue prometiendo el paraíso...

Venid al infierno.

Siempre sangriento: 666


Iconoclasta

5 de julio de 2007

Unos segundos de tiempo

El hombre y la mujer se han besado en la mejilla, demasiado cerca de los labios, demasiado nerviosos y ávidos los besos para ser sólo de amigos, de cariño.

Tenemos unos segundos de tiempo antes de que la locura se apodere de nosotros, ese momento preciso previo al encuentro de dos miradas deseosas.

Después de un torrente de sonrisas, de anécdotas banales, de aprender de nosotros, ha llegado el momento en el que las miradas deben reconocerse.

Hoy no hay risas entretenidas ni amistad, hoy se cruzan las miradas, hoy nos reconoceremos deseando elevar la amistad a rango de amor.

Otra vez…

Los ojos se encuentran, se serenan, se reconocen. He pasado por ello, y tú también.

Un instante decisivo en el que podemos caer presas del amor sino vamos con cuidado.

Y nadie quiere enamorarse así como así y ser todo para ella. Ser su universo, su sol, su tormenta.

Y tú mi tormento.

Sería mejor desviar la mirada, no dejar que sus ojos hagan presa en los míos. He de ser valiente, he de ser sensato.

Y recordar todos aquellos dolores de amores incinerados, de angustiosas amneas al besarla; el corazón doliendo, interfiriendo en sus latidos.

Se confunden los corazones, me confunden los corazones.

Nos fusionamos, nos aglutinamos a nivel cuántico.

Fundimos el mundo con nosotros, somos el ilusorio crisol que crea un nuevo universo perfecto y proporcionado.

He pasado por ello y el precio es mi cinismo, mi temor, mi cobardía.

Tengo cicatrices que nunca cerrarán, que sólo un dolor superior, más reciente puede mitigar.

Y no se mitiga el dolor, sólo se enmascara; y suma y sigue.

No aprendo, no aprendemos.

Hay en el azul de tus ojos unas cicatrices profundas que se confunden con vetas que lo jaspean con exotismo y hacen de tus ojos un caleidoscopio de deseos. Las almas se pliegan sobre si mismas ante un nuevo amor, ante lo que se avecina.

Caleidoscopios que anulan la visión periférica y todo eres tú. Y yo no soy nada, sólo un cristal más que gira y se refleja sometido a tu voluntad.

Cuando las miradas se encuentren y la constelación de Eros se refleje en nuestras pupilas, será tarde. Y será inevitable el beso; una caída libre a un nuevo universo engañoso. Otro nuevo espejismo que durará unos días, unos nano-segundos para las fuerzas cósmicas. Todo este amor pulsante que nos confortará, tendrá un inevitable final decepcionante.

Otra andanada de besos que prometen, que rompen voluntades e inventan fantasías que no se cumplirán jamás. Lo sabemos.

Somos sabuesos husmeando amor allá por donde pasamos.

Como cerdos buscando trufas. El cerdo llevado por el aroma de un fruto que no llegará a catar. Su dios-amo, le arrancará de la boca el preciado hongo.

Yo soy el cerdo.

Y todo nace en ese instante en el que las miradas se encuentran y se vuelcan los datos para la programación de un nuevo orden universal, un espejismo que ya no nos engaña. A través de la mirada nos invadimos mutuamente y se destruyen secretos, se destruyen intimidades.

Penetras en mi alma como yo en la tuya, destruyendo cordura y libertad.

Estas cosas pasan, son inevitables como el cáncer y la muerte.

Como la miseria.

El amor destruye. Es ahora el momento decisivo, cuando hasta el pene me duele con solo imaginar lo que te amaría.

Estoy tan cansado, tan decepcionado. Soy un drogadicto de amor dispuesto a desengancharme.

Temo que sea el amor definitivo, el que barra el último vestigio de mi cordura. Estoy cansado de someterme a pruebas de amor.

La silla cae al suelo con estrépito. Las botellas y vasos de la mesa se hacen trizas contra el suelo. El público del local gira la mirada hacia la pareja. El hombre se ha abalanzado contra la mujer que aún sonríe, que aún no ha visto la delgada y larga hoja de la navaja en las manos de él.

Ahora, en este momento decisivo, sólo necesito unos segundos de tiempo para salvar lo poco que queda de mí.

Es ahora cuando apuñalaré tus ojos, los reventaré, no caeré presa de tu amor, de tu belleza, de la piel que tanto deseo.

Un grito desgarrador silencia el rumor del bar.

Créeme, no he podido seguir haciéndolo, bajo las gafas de sol oculto un párpado que he cosido con aguja e hilo; todo este dolor no ha servido para nada, el otro párpado no he podido coserlo. Y no tengo valor, no tengo más capacidad para aguantar el dolor y arrancármelo.

Por eso pincho tus ojos. Es lo mejor para ambos, tú también has sufrido, no tienes que volver a padecer.

A mi no hay quien me ayude, estoy abandonado a mi droga.

Abandonado a ti.

Cerraré tus ojos para siempre.

Incluso ahora, cuando lloras sangre, siento que podría haberte amado por encima de todo.

Ya no me cabe más ruina en mi mente.

No olvidaré jamás tus lágrimas de sangre.

Ha sido por mi bien, ya no podía amar de nuevo, no queda nada en mí por destruir.

Dos hombres sujetan al agresor, la mujer en el suelo, se cubre los ojos acuchillados, entre sus dedos mana la sangre.

Al agresor se le han caído las gafas de sol y luce un ojo tumefacto cuyo párpado ha sido toscamente cosido con hilo de coser. También sangra su ojo.

El otro le llora.

Iconoclasta

26 de junio de 2007

Bellas arpías

Bellas arpías que planeáis en un cielo límpido y nutritivo.

Yo en mi sitio...

Y vosotras arpías, en las alturas, oteando con elegancia.

A vosotras os dieron el cielo y la tierra, y a mí las raíces y la inmundicia. Me alimento de cadáveres que dejáis llover y les arranco la cabeza a bocados a los topos.

Majestuosas Arpías.

Vosotras en vuestro lugar y yo en mi infecto subsuelo, mirándoos con un rencor efervescente en la sangre que me irrita por dentro las venas, busco alambre que inyectarme y rascar. Soy un esclavo de vuestro esplendor, enfermo de envidia, enfermo y corrupto de los más bajos deseos de violación y sangre que embotan mi pene denostado por vuestro clasismo inalcanzable.

Soy la lombriz ciega que sólo ve destellos de belleza y poder, que alza siempre tarde la mano cuando voláis bajo, que está al acecho y fracasa una y otra y otra y otra vez. La bestia de uñas rotas, sangrantes. De risa ponzoñosa.

Mis sueños son arpías en mi reino de barro y detritus, sometidas a mi raíz-pene, a un pene que no sirve más que de tormento.

Follar las rocas duele, mamar raíces hizo que mis dientes se pudrieran...

Me masturbo con un dolor que provoca eclipses.

Soy la envidia y soy la miseria que dejasteis en tierra cuando alzasteis el vuelo.

Soy la sombra de la sombra.

Soy un cúmulo de ajadas plumas de muda, llovidas de vuestro reino.



Iconoclasta

24 de junio de 2007

Carta a la Agencia de Salut Pública del Ajuntament de Barcelona

Yo tenía una perra doberman que murió con casi 10 años; cuando la adquirimos no existía esa ley alienada e inculta en la que algunas razas eran calificadas de "peligrosas". Tuvimos que gastar un buen dinero en adaptarnos a la cochina ley que la democrática dictadura impuso por satisfacer la alarma social de una sociedad inculta, intransigente e inmerecedora de ningún tipo de tolerancia.
Cuando murió la perra, cuando dejó de ser peligrosa, nos exigieron un certificado de 40 € por darla de baja en el censo. Me salió más cara la muerte de mi perra que la de mi padre o mi abuela. Esta es la carta que les envié y me consta que algún funcionario de esta mierda de administración ha tenido que leer y tragársela entera. Los resquicios de la democrática dictadura, aún me permiten ciertos placeres, si yo pago, que ellos se jodan y lean. Porque a mí no me gustaría leer una carta como esta:


En Barcelona a 18 de Mayo del 2007

Distinguida Agència de la Salut Pública de Barcelona:

Un servidor (mi nombre, DNI y dirección), era dueño junto con mi mujer de una perra de la raza Dobermann, llamada Bianca (la titular de la licencia para la tenencia de esta perra potencialmente peligrosa era mi mujer (nombre y apellidos).
El propósito de esta carta es para que queden enterados de que nosotros también nos hemos reído mucho con su jocosa y caprichosa exigencia de obligarnos a gastar de una forma totalmente innecesaria 40 € y el tiempo correspondiente por un certificado veterinario innecesario.
Sí, no se preocupen, ya sé que el precio que he pagado incluye sus risas y sus burlas, créanme, yo aún me estoy riendo, es por esta razón que he tardado un poco en escribirles. Estas hilarantes lágrimas no me dejaban escribir claro.
Estoy seguro de que esta carta volverá a ser causa de cierto regocijo por su parte, y es que no es para menos. Riamos pues, que son cuatro días y al fin y al cabo no siempre tiene uno la suerte de poder sacrificar a un ser querido.
Y ahora les voy a contar más chistes:
- La madrugada que murió Bianca, nos gastamos cerca de 300 €. ¿A que mola? E incluso, al segundo día, cuando no era festivo, el veterinario firmó y selló la Declaración de Baja en la Cartilla Sanitaria oficial del Colegio de Veterinarios (que la enviamos justamente para que ustedes nos dijeran que no les servía para nada).
Es que es muy gracioso. No me dirán que a ustedes no les haría gracia estar sometidos al capricho voluble de una administración que no quiere aceptar el sello y la firma de un veterinario colegiado. ¿Han leído a Kafka? Deberían, aunque creo que es un escritor sobrevalorado.
Pero si hubieran aceptado la Declaración de Baja y no me hubieran obligado a pagar 40 € y pico, pues no se hubieran reído. Me solidarizo con ustedes y por esta misma razón les escribo estas líneas, para que nos riamos todos juntos.
La primera sensación que tiene uno al saber que no sirve para nada la Declaración de Baja de la Cartilla Sanitaria para perros y gatos, es que puede haber cierto abuso, cierto acoso por parte de Salut Pública; pero tras reflexionar unos días, simplemente se puede concluir que uno ha de apreciar en sus órdenes y exigencias, una invitación a la risa y al buen humor (sobre todo para no sentirse ultrajado).
- Esta ya es para revolcarse de risa: Perro peligroso muerto, ya no es peligroso.
Pero al exigir ustedes un certificado tan caro que para otros perros muertos no es necesario, parece que no, “algo huele a podrido en Dinamarca” que dijo un personaje de Shakespeare.
¿O acaso creen que por ser un dobermann va a resurgir de sus cenizas cual ave Fénix? Es que la incineración también cuesta un dinero y me sabría muy mal que la muy peligrosa Bianca sufriera una resurrección.
Esperen que me seco las lágrimas.
¡Ay que risa!
A lo mejor son ustedes poseederes de un terrible secreto que desconozco, pero es igual, soy un poco escéptico con esto del esoterismo.
- Esta también es muy buena: Mi padre murió con 45 años, 90 kg. de peso y tenía el pelo corto y el cuello recio. Un buen electricista, un querido humano.
Pues créanlo o no, nos hicieron pagar nada por darlo de baja. Y ya hace 27 años.
Con mi abuela igual.
Hubiera preferido pagar, porque con la risa hubiera dolido menos. Y no sé si es bueno o malo que valga más la muerte de la perra que la de mis familiares, bueno, lo llevaremos con buen humor ¿eh?
Lamento decir, que nuestro veterinario es un soso, que tramitó la baja del chip y selló la baja de Bianca con su número de colegiado, la firmó y encima nos dijo que lo sentía. Y no nos cobró ni un duro, el muy desconsiderado. Con lo bien que nos hubiera ido reír…
Entiendo perfectamente que por un afán de protección en bien de la humanidad, nos consideren a mi mujer y a mí, potencialmente estafadores por tener esta clase de perro y nos obliguen a desembolsar más dinero en su muerte. Me siento protegido. Y ahora, me río con ustedes, es que me lo paso bomba.

Mi mujer no tiene tan acusado sentido del humor negro como yo, claro que tampoco tiene un cáncer en una tibia ni tiene la incertidumbre de saber si se la amputarán una pierna en una próxima revisión por encima de la rodilla. Estas cosas también dan mucha risa.
Esto lo digo para que de verdad crean que me río con ustedes, que soy un pensionista tullido de 45 años con un envidiable sentido del humor y, por lo visto,demasiado tiempo que perder.
Y además escribo bien y soy ameno. Consideren esta carta un regalo, he mirado muy bien la ortografía.
Bueno, tras estas risas se despide de ustedes:



(Mi nombre y firma)

P.D.: Me olvidaba comentarles, que aunque no salga en las noticias sensacionalistas de los programitas de la tarde ni en la prensa amarilla; deberían incluir (para ser ecuánimes) al Pastor Alemán como perro potencialmente peligroso, que aunque no tenga el pelo muy corto (según que tipo), tiene un marcado carácter territorial, es fuerte y valiente y cuando te enseña los dientes flipas en colores. Es casi un super perro. No en vano es un perro de ataque y defensa. De los mejores y más fuertes.
Miles de libros y unos cuantos criadores y veterinarios, no pueden estar equivocados.



Por supuesto, no han respondido.
Buen sexo.


Iconoclasta

21 de junio de 2007

Yo, El pensador

El pensador de Auguste Rodin (1840-1917)

Rodin me debió espiar por una ventana hace mil años.
El escultor me vio brillante como el bronce por la mador de mi piel tras follarla furiosamente; mientras me mordía el puño para ahogar un grito.
¿Pensador yo? No, yo apoyaba mi cabeza en el puño; me senté desnudo después de haberla follado, intentando no llorar su ausencia.
El pensador era yo cuando ella recogía su ropa con prisa para volver a su casa con el otro, al que no amaba.
Yo no era un pensador porque no entendía nada, sólo se que la amaba, ciego...
El pensador... Rodin no sabía que yo no pensaba, yo sólo maldecía. Y me comía el puño con tristeza.
El otro brazo ocultaba mi pene aún húmedo con restos de esperma. Goteaba en mis tobillos.
Rodin no sabía nada de mi angustia.
Y concluyó que yo pensaba.
Era el dolor desgarrador de quedarme solo, de no tenerla. No había asomo alguno de raciocinio en ello.
No eran pensamientos, eran emociones sangrantes de mi efímera posesión, de mi pene aún caliente latiendo por ella.
Por su coño.
Me mordía el puño cuando ella cerraba la puerta y desaparecía; el grito se convertía en un mordisco que laceraba mis nudillos.
Rodin necesitaba gafas.
Yo no pensaba, mi amor...
Mi vida...
Rodin modeló todas esas emociones creyendo que era la fuerza de un pensamiento.
Y ahora estoy condenado durante toda la eternidad con todo ese deseo y anhelo de ella, encapsulado en una figura de bronce.
Rodin eternizó un dolor irracional sin saberlo.
Pobre hombre.
Pobre de mí.

Iconoclasta

8 de junio de 2007

A ver, que levante el dedo quien...


Juro que no estoy triste, es un poco de hastío lo que comba mis labios con las comisuras hacia abajo. Un rictus que me hace interesante, atormentado y bohemio.
La tristeza es una patada en el estómago sin un solo ápice de gracia. No es este el caso, porque soy gracioso; quiero decir que no soy un payaso, sino que aún tengo humor. 
¡Bah! A ver, que levante el dedo quien no ha recibido una puñalada en el corazón y ha salido al exterior con una sonrisa ensangrentada.
No os riais, que sé que os mueve esa especie de alegría moderada de ver que otro las está pasando canutas; sé que no es burla, es reconocimiento.
Yo he sonreído alguna vez así ante un amigo, con un amigo.
Bueno, no es para tanto, ocurre que cuando se escribe, las emociones parecen tener su escape por los dedos y todas las palabras se pringan de ellas. Como tener los dedos manchados de tinta y pretender no dejar huellas. No puedes ir con guantes de látex siempre, sería exagerado ese celo por no manchar y ser aséptico. Los asépticos sólo funcionan en hospitales y funerarias.
Soy un palurdo escritor de metáfora fácil, me gustaría tener cerebro y ser elegante; llegar de nuevo a su corazón con la fuerza de los grandes genios de la literatura. Ojalá que sienta que lo que escribo es ella y por ella.
Seguro que se ha curado en su partida, nadie se va sin saber lo que ocurre. No sería justo pensar que es sólo una especie de sueño, la muerte es trágica porque acaba con lo más preciado. Si le quitamos todo ese drama a la muerte, nos queda una vida sin importancia.
No me jodáis con valentías de las vuestras. Si tuviera que morir ahora mismo para ser un gran autor capaz de hacerla sentir orgullosa de haberme amado, invocaría a ese dios cobarde e idiota en el que algunos creen para que me parta con un rayo. Que me fulmine como al Coyote que persigue eternamente al Correcaminos.
A dios le queda poco tiempo para acabar conmigo.
Porque morir así, con los dedos manchados de nicotina, sangre y mierda; es humillante. No acierto ni a limpiarme bien el culo.
Es importante ser gracioso, muy gracioso; remover el intelecto forzando sinapsis que destellen en rojos, verdes y azules, ser explosivo e impredecible.
Su ojos eran tan verdes, que pensaba al besárselos que eran esperanza pura; teniendo sus ojos tatuados en mi cerebro sería imposible sentirse como me siento ahora. Abandonado.
Reconozco que me siento un poco deprimido, es lógica esa sensación de pérdida que duele como si te creciera un bulto en las entrañas. Uno piensa que tiene cáncer además. Y claro, te meten en el escáner y descubren que no es nada, que sólo es que ella ha muerto y el organismo, ante el trauma, se rebela.
— Yo quiero tener un cáncer del tamaño de un pomelo en el hígado y encontrarme con ella en el cielo. — le digo al médico rascándome los cojones, dicen que los escáneres provocan esterilidad.
El médico ríe y me dice que si hacen implantes de silicona, bien podrían meterme un pomelo.
— Escritor tenía que ser… — responde dándome una palmada en el hombro.
Ríe porque es buena persona y pretende inyectarme optimismo y amor por la vida. Es médico, ellos adoran salvar vidas, aunque no pudieron salvar la de mi amada. Sé que hay más de un médico triste en algún hospital.
A ver, que levante el dedo quien no sea capaz de reírse con mis ocurrencias. No me podéis negar que lo de limpiarme el culo ha sido un efecto chabacano y directo que ha causado un punto de ruptura en el devenir de una reflexión un tanto dolorosa, en lo que parecía ser un descenso veloz y suicida al más patético ridículo.
No voy a quejarme, yo no me quejo y menos delante de un papel en blanco, los escritores no lloran, crean mundos imaginarios donde el dolor campa a sus anchas y hace héroes de quienes son cobardes. Sólo cuando todo esto de aquí dentro, entre el ombligo y los pectorales se hace viscoso y caliente me agacho y vomito. Las arcadas, además, fuerzan los lacrimales y uno llora sin ser necesario. Sin estar triste.
No puede hacer daño, parece un drenaje linfático visto desde mi ignorancia.
Ahora no voy a buscar en diccionarios o enciclopedias lo que es un drenaje linfático, no es el momento de ser instructivo; en todo caso, destructivo. Y tampoco tengo tiempo.
Que levante el dedo quien no ha sentido la necesidad de que vuelva y nos susurre con un beso en la frente que esto escrito en tinta sepia, es una pesadilla.
No es tristeza, no. Es este dolor, por favor…
No me refiero al dolor del tajo en el cuello. Si me hubiera cortado las venas de las muñecas, no podría escribir.
Vale, sí que podría (que manía tenéis de contradecirlo todo); pero sería como los pájaros Uyuyuy que tienen los huevos tan gordos que al aterrizar cantan su nombre.
No es elegante escribir quejándose como esas aves de ostentosos cojones. Claro que el chiste no es mío, soy un mierda, no sirvo ni para inventar chistes.
Esta seguridad de que todo parece acabado y que vivir es una estupidez, es el espejismo resultante de un trallazo doloroso, como una patada en los testículos que deforma la cara de tu agresor convirtiéndolo en una especie de macho cabrío al que le venderías tu alma por un encendedor desechable, si eso te ofreciera en esos momentos. Es decir, que ningún hombre tiene tantos huevos y tan gordos como para absorber otra segunda patada.
No sé si me explico. Quiero decir que el espejismo es atrozmente real. Quiero decir que no quiero otra puñalada más.
A ver, que alguien me ayude levantando el dedo y reconociendo que duele tanto no tenerla, que a uno sólo le quedan ganas para tirarse en el suelo y dejar que le caiga encima lo que sea. Y que caiga pronto, por el amor de dios.
Siempre decimos algo de dios cuando sin estar tristes (porque no estoy triste), buceamos en nuestros dolores con gasas y yodo intentando restañar la hemorragia.
Nos hacemos pequeñitos, y nos metemos en nuestro propio sistema vascular buscando la puta vena rota, porque algo se rompe cuando se queda uno solo.
No es lógico que se doblen así las comisuras de los labios sino hay una fuerte fractura o algo ha reventado.
Lo importante es no sentirse triste.
El dolor es heroico, la tristeza humilla la vida. Eso sí, menos mal que los ojos están brillantes y dan un aspecto vivaz. Están brillantes porque había un exceso de sangre y agua en el cuerpo. Será la retención de líquidos del abandono; así que se arregla con un pequeño corte en la yugular.
Más que dolor sientes la molestia de ese ruidito de la sangre saliendo a presión; pero es muchísimo peor, que el exceso de presión acabe reventándome, más que nada porque sería demasiado largo el proceso. Y tengo prisa por sacarme de encima este asunto. Es lógico que cuando uno escribe, se abstraiga y tienda a rascarse el corte distraídamente, siempre hay algo de comezón aunque la herida sea indolora.
La sangre es incómoda cuando coagula, adquiere un tacto resbaladizo para luego encostrarse pegando los dedos entre si. Y vuelta a limpiarse, no voy a ganar para pañuelitos de papel.
A ver, que levante el dedo quien no piense: “pues si tenías retención de líquidos, haberte hecho una paja, animal”.
Es que adoro vuestra fuerza y valentía, vuestra vida forjada en dolores que os ha hecho tan fuertes y a mí me ha hecho puré.
Os adoro porque sois de los que prometéis al herido, sin miedo a la sangre y sin miedo al dolor, que no es nada esa herida, que las tripas se meten dentro, se cose la barriga y en dos días a dar por culo de nuevo.
El ruidito de la sangre ha cesado, quiere decir que poca cosa queda por salir, no soy tan tonto. Pica…
Os he mentido. Estoy triste, estoy tan triste que tengo prisa por morir. Estoy tan triste sin ella, que quisiera olvidar que un día nací, la conocí, la amé y murió sin saber quien era yo. Murió sin querer besarme porque creía ser una niña y yo un hombre mayor y desconocido.
Sé que si naciera, si me reencarnara, nacería como un niño triste, un niño de ojos siempre húmedos y piel blanca. De manos trémulas.
Es imposible que todo este dolor pueda quedar en el limbo y así nacer sin recordar, sin sentirme triturado por dentro.
Es imposible nacer de nuevo sin toda esta pena que me unge las tripas.
Me froto las manos desesperado porque no sé como enjugar esta marea de aceite. Tengo un miedo atroz a que sean mis entrañas licuándose; parece que una bacteria me deshace el interior.
No puedo vivir así ni un segundo más.
A ver, que levante el dedo quien piense que no me voy a encontrar con ella.
No lo levantéis, por lo que más queráis, por favor, sólo necesito que aguantéis vuestra sinceridad unos segundos más.
Gracias.




Iconoclasta

Cómo comerse un coño...

Mi gran amiga Nena Blue, me ha dado permiso para colgar una muestra de lo mucho y bien que raja con total fluidez y desfachatez sobre cualquier cosa que tenga que ver con el ayuntamiento carnal. Nena Blue tiene un blog sensual, sexual e inteligente.
Aquí, huye de lo hortera y habla de comerse un helado con toda su inteligente ambigüedad.
En portada, es una de mis humanas enlazada, y éste es su blog: http://www.nenablue.com/blog/
Que lo disfrutéis.
Buen sexo.
Iconoclasta

Cómo comerse un coño…
6 Junio 2007 por
nenablue
…es un clásico de la red. Ya circula por demasiados sitios para que me repita comentándolo.

Yo creo que hay que ampliar campo y enseñar, por ejemplo, a comerse bien un helado. Ya es temporada de helados, y una Nenablue tiene que saber algunas reglas básicas para comérselos.

Primera: No utilices las manos. Siempre que puedas, hazlo todo con la boca. Quitar el papel a mordiscos, puede resultar más erótico que una danza del vientre.
Segunda: No muerdas. ¡Los mordiscos duelen!
Tercera: Tómatelo a lametones, pero lametones serios, de esos que enseñan la lengua llena de helado durante unos instantes. La lengua es sexy, muéstrala.
Cuarto: Emite pequeños gemidos de fruición. Los mmm, ahhh, hhhhm, … invitan al sexo. ¿Te está gustando? ¡Pues que se note! Como dicen las chicas tampax, ahora la moda es enseñarlo.
Quinto: Si chorrea, no pasa nada. Te lo chupas de los dedos. Cuando te chupes los dedos, sea con un helado o con marisco, un consejo: mírale a los ojos. Eso es capaz de seducir hasta a un monje budista.
Sexto: Haz pequeños amagos de metértelo todo en la boca, y luego sácalo. Si es con ruido de succión, mejor. No estás en La Zarzuela, esto no es una cena de gala, son preliminares del sexo.
Séptimo: Sorbe, succiona…maneja los labios sobre la vainilla (por cierto, es afrodisíaca, combínala con chocolate negro y adiós a las ostras).
Octavo: Para todo lo anterior, mejor no usar rouge de labios. Como mucho, un discreto perfilador. Si te los habías pintado para salir, te quitas el color con un discreto pero sensual movimiento de servilleta.
Noveno: Pide ayuda si es demasiado helado para ti. Compartir un helado es como realizar una felación juntos, eso une.
Décimo: Disfrútalo. Y logra que el helado también lo haga. Verás cómo su dueño te lo agradece. Sugerencias: Nata montada, chocolate rallado, licores, guindas…opcionales.

1 de junio de 2007

El jovencito Frankenstein

Una de las escenas más hilarantes de El jovencito Frankenstein, es en la que el doctor Fronkonstin se encierra en la mazmorra con el monstruo para tener una charla de padre a hijo; el clímax llega cuando el doctor grita a pecho descubierto “¡Mamá!”; para que le abran la puerta tras ponerse en pie la gigantesca criatura.
Se ríe siempre, se ríe mucho. La había visto muchas veces y no puede dejar de reír. Incluso aprendió a gritar ¡Mamá! con la misma entonación y vehemencia que en la película.
Hacía tanto tiempo que no la veía…
La risa le provoca un ataque de tos, tiene una risa de fumador enfermiza y en cierto modo triste y preocupante. Como una serpiente que se desliza sinuosa por sus cuerdas vocales y estira la risa hasta convertirla en un escape de aire ahogado y prolongado. Rasposo.
Pero en líneas generales, está razonablemente sano.
La otra escena que lo parte de risa, es cuando acude el monstruo de nuevo al hogar escalando la fachada del castillo, atraído por las notas del violín y el cuerno que Aigor insiste en hacer sonar en algún momento de la melodía que le parece adecuado. Cuando el monstruo llega a la cima, intentan ayudarle, pero Fronkonstin dice muy melodramático él: “¡No le ayudéis! Ha de conseguirlo él solo”. Acto seguido, el monstruo mira a la cámara con la cara consternada de cansancio y se queda durante unos segundos mirándonos y pensando en lo cabrón que es el doctor.
Es que es tan sarcástico y a la vez parecido a una de sus vivencias, que no puede por menos que reír y toser y toser y toser…
Se ve a si mismo, de pequeño, al filo de un precipicio, llorando ante la horrorosa y oscura profundidad, tal vez no fuera tan profunda y oscura, pero era pequeño.
Ha de cruzar por encima de un tronco de árbol que hace de puente. Sus padres han cruzado corriendo y lo han dejado solo en ese lado.
Si hubiera visto entonces El jovencito Frankenstein, se hubiera reído ante la similitud de la escena, no era cobarde; sólo un niño con miedo a morir. Los niños piensan en la muerte, lo sabe porque se acuerda, lo sabe porque aún siente el reflejo del miedo en sus grandes ojos infantiles; el miedo a unos padres malos como el cáncer. El jovencito Frankenstein es y fue un arnés de seguridad que evita una seria ruptura en la coherencia del cerebro.
La certeza de que todo esto se acaba, se intuye en la más tierna infancia. Luego crecemos y nos hacemos valientes y vemos que no todo vale la pena.
No vale la pena pasar tanto miedo por tan poca cosa.
Sus padres lo llaman desde el otro lado.


— Vamos hijo mío, cruza tú solito.

Hubiera mirado a la cámara como el monstruo de la peli.
Extiende las manos hacia ellos, pero papá y mamá lo miran sin extender las suyas, ríen.


— Vamos, pequeño, tú solo. No llores, no pasa nada.

Siente un nudo en el estómago a pesar del placer de su pene empapado y cálido recordando aquella profundidad peligrosa, a sus padres tan grandes, con sus largos brazos que no le iban a ofrecer. Sus risas no le parecen felices, parece que son risas ávidas, expectantes. Sus ojos no ríen, parecen disfrutar, son mates, no brillan; están fijos en él, hay algo malo en ellos, malo como la ausencia de piedad.
Sus ojos no acompañan su risa.
No sabe si será mejor caer, porque las manos de papá y mamá no son las que conocía hace unos minutos atrás, cuando iba cogido de ellas; sus manos son ahora rugosas tienen pelos retorcidos, los dedos sucios y amarillentos.
Aquella escasa distancia rompió cualquier ternura, y la capacidad de ver a sus padres como alguien a quien amar.
Traga saliva (hubiera deseado tener más edad para encenderse un cigarro en aquel momento) y ríe; se ríe para demostrar que no tiene miedo. Prefiere ver la sonrisa en sus rostros, antes que lo que sus ojos realmente reflejan. Ríe por supervivencia y tal vez, eso ha hecho que la caída sin fin bajo el tronco pierda importancia.
Es necesario ver películas de risa, la vida esconde auténticos momentos de terror. Como la sonrisa y las caricias de un padre borracho que dice amarte, pero sus caricias acaban siendo tan fuertes que pierde el control y se convierten en bofetadas, la caricia en el pelo de un padre borracho es como sentir que te arrancan el cuero cabelludo.
Perdió el miedo al precipicio y lo cruzó; pasó por encima del tronco inestable, fueron ocho pasos, los contó. Papá y mamá no extendieron los brazos en ningún momento.
Ojalá su padre hubiera sido el Dr. Fronkonstin, que aunque no ayudaba a su creación, sus ojos no reflejaban aquella metálica ausencia de piedad. Si no le hubiera ofrecido sus manos como ayuda, hubiera reído igual y habría llegado corriendo al otro lado y se hubiera tirado en sus brazos porque Fronkonstin suda piedad por la piel. Sus ojos oscurecidos y ojerosos inspiran la ternura que jamás vio en papá y mamá.
Papá y mamá sudaban ron, whisky y vino de cartón. Sudaban tabaco y sudaban el líquido marrón que hacían hervir en la cuchara.
Los ojos de papá y mamá prometían que el abismo no era peligroso, que los peligrosos eran ellos. Deseaban que cayera.
Mamá no lo defendía del amor de padre borracho, mamá reía mirando la televisión y se olvidaba a veces de desatarse la goma que tenía en el bíceps, un bíceps tan pequeño y delgado que parecía un tumor, un quiste.
El hijo de unos padres yonquis es una carga, algo que impide el disfrute de un mundo narcótico.
Vuelve a reír de nuevo, cuando, saltando a una escena posterior, la niña tira una flor al pozo y le pregunta al monstruo: ¿Qué tiraremos ahora? El monstruo la mira y gira de nuevo el rostro a la cámara, pensando que esa pregunta es una zafia provocación.
Esto de reír con papá y mamá es una bonita forma de vivir en familia; ha sido una revelación reciente, se ha despertado decidido a vivir una auténtica jornada familiar con sus viejos y decadentes padres; de pequeño debería haber reído más y con ellos.
No necesitaba para hacerse hombre conocer la miseria de unos padres yonquis y borrachos, ni la necesidad que ellos tenían de que su hijo muriera o se mantuviera a distancia de ellos, de su mundo psicodélico.
Su madre está entre sus piernas, arrodillada. Los alicates ensangrentados están en el suelo junto con 25 piezas dentales, sus encías sangran abundantemente y le sonríe preguntándole con la mirada si le gusta la mamada. Porque espera que le guste esa felación blanda y sin peligro; hoy quiere a su hijo más que nunca, él lo tiene todo, el poder; tiene entre sus dedos el sobre blanco, la cuchara ya está encima de la mesa, junto a la goma y la jeringuilla.
Papá en la habitación, los mira desde su cruz, está clavado de pies y manos a un aspa de travesaños de somier. Tiene el pene sondado y el extremo del tubo sube hasta quedar encima de su cabeza.
Su hijo ha venido hoy de visita, ha dicho algo de que es hora de devolver todo el cariño de mierda. Su hijo sabe tanto de miedo, de dolor…
Del flaco vientre de papá cuelga un trozo de intestino con el que juguetea Aigor, el pequeño yorkshire, un perrito gritón e inquieto del que no se separa su hijo. Se le está pasando el efecto del último chute y duelen los clavos de las muñecas y los pies, duelen los tirones de Aigor y escuecen los ojos por la orina.
O le da pronto la dosis o…


— Mamá, déjalo ya. ¿No ves que ya me he corrido?

— Dame la papelina, cariño. — balbucean los labios hundidos de su madre por los que escapa sangre y semen.

Levanta el hacha cuando mamá vuelve a meterse en la boca el ahora relajado pene y se la clava en la coronilla. La madre ha quedado inerte con el miembro en la boca.
En el televisor, Fronkonstin se ha clavado el bisturí en la pierna, en la escena en la que da una clase de medicina a los alumnos; grita enfadado que su padre estaba loco.
Se ríe, y otra vez esa risa arrastrada se convierte en una vibrante expiración de aire. Se ríe como reía solo de pequeño.
Tira el cadáver de su madre a un lado y se levanta.


— Vamos papá, te voy a sacar de ahí.

Y corta primero con el hacha el pie derecho a la altura del tobillo con cinco golpes. Papá grita y sus gritos no le dan tanto miedo como le daban sus caricias, o la expectación de sus ojos, esperando que cayera la pequeña molestia por el precipicio.
Cuando por fin corta la mano izquierda, el cuerpo cae la suelo y el pequeño Aigor lame la orina y la sangre en el suelo.


— Adiós papá, me llevo El jovencito Frankenstein, vosotros no la veis nunca. Y me apetece verla con mi hijo.

Extrae el DVD del reproductor, coge en brazos al sucio Aigor y cierra la puerta del piso sin hacer caso a los muñones de su padre que se elevan pidiendo ayuda.
Ya en el Lexus, y tras haber limpiado a Aigor con toallitas húmedas, respira aliviado. Y piensa en que si la vida fuera un DVD, volvería a repetir la escena más divertida; en la que él, arrodillado encima de los brazos de su madre, le arranca los dientes destrozándole los labios.
Se llama Frankie y el DVD fue el primer y tal vez único regalo de sus padres.
En la carátula, dice que es gratuito con la compra del periódico.
Cuando la policía encuentre los cadáveres, él ya estará de vacaciones en Brasil, con su mujer e hijo; y con el pequeño Aigor.
E incluso ya tendrán amueblado el apartamento que ha comprado en el centro de Río de Janeiro.
Hace mucho tiempo que el miedo dejó de nublarle el entendimiento, hace tiempo que aprendió a reír para evitar el terror y el asco.
No ha habido locura en su acto, sólo placer y desahogo. Les ha devuelto lo que les debía y se ha quedado con lo suyo.
De pequeño, se ven mucho peor las cosas, más terroríficas de lo que son. Uno ha de hacerse mayor y madurar para ver que nadie es tan peligroso como cuando se es un niño.
Sonríe y grita: ¡Mamá!
Estalla en una carcajada. El pequeño Aigor lo mira doblando la cabeza a un lado con los bigotes aún sucios de sangre.
El Lexus adelanta a un camión y las ruedas muerden los centímetros de grava que separan la carretera del acantilado.


— Maldito loco. — piensa en voz alta el conductor del camión.

Tal vez tenga más razón de lo que cree.

Iconoclasta

27 de mayo de 2007

Palurdos de llamativos ropajes



A mí no me molesta ver a todos esos inmigrantes palurdos que pasean con sus trajes regionales como si se encontraran en su país; como por ejemplo, hombres y mujeres paquistaníes, marroquíes y algún Hare Krishna con demasiado opio en la calva.
Sí, muy exótico y toda esa mierda lo de la diversidad cultural.
Un huevo.
Lo cierto es que todos esos payasos se discriminan a si mismos. No son inteligentes con sus túnicas, velos, chadores y bombachos de miles de colores. Con sus gorritos tontos que ni sirven para aliviarlos del sol. Gilipollas…
Lo único que demuestra inteligencia y deseo de ser aceptado en una sociedad y cultura extraña, es la capacidad de adaptación a las costumbres del país al que se acude porque en su país natal no pueden prosperar ni educarse.
Toda esa mierda de religiones y tradiciones folclóricas, me las paso por el forro de los huevos, el mundo avanza y los que se quedan atrás porque así les place, que lo hagan con su hambre y su miseria.
Que vamos, que sarna con gusto no pica.
Todo esto me lleva a preguntarme qué coño hacen siguiendo las costumbres y usando el vestuario de su mierda de país de origen que no ha hecho más que darles miseria y pena obligándolos a emigrar a uno más occidental, libre y tolerante.
Si fueran someramente inteligentes, usarían su exotismo en casa, para follar.
El nivel de pobreza de un pueblo viene dado directamente por su genética, por su pobre inteligencia. Estoy convencido de que el ser pobre y agachar la cabeza es algo que se lleva en los genes. La poquísima personalidad es un rasgo étnico y ni siquiera una carrera universitaria les podría liberar de su borreguismo. Ese borreguismo y servilismo que les lleva a vestirse con ese vestuario idiota y fuera de lugar.Discriminatorio consigo mismo.
Humanos de segunda o tercera categoría por decisión propia.
Esto es lo bueno que tiene la diversidad cultural, puedes solazarte con los idiotas de todo el mundo en cualquier sucia ciudad occidental medianamente poblada. Sólo tienes que caminar y que te pasen por delante, puedes elegir idiotas al azar sin temor a equivocarte.
A mí me distraen la vista con su ridículos vestidos y costumbres fuera de lugar; pero deberían tener algo más de ingenio y respeto a si mismos y no convertirse en blanco de atención de curiosos y xenófobos. Aunque sólo sea por una cuestión de supervivencia.
Sinceramente, yo no le daría trabajo a un extrajero con tan poca capacidad de adaptación

Los chinos tienen sus costumbres, pero desde luego, han sabido adaptarse a la cultura y costumbres del país que han escogido; si no lo han hecho, bravo por ellos, porque lo llevan con discreción y elegancia.
Mucho más inteligentes que los gitanos, donde vas a parar…
Los otros, los exóticos, los palurdos con sus trajes regionales y sus niños colgados de las tetas y la espalda, llevan tatuada en la frente las palabras: discriminación y xenofobia.
Es que hoy he visto un matrimonio de paquistaníes con sus tres crías de paquistaníes con esos tocados ridículos. Ni a sus hijos son capaces de educar.
Y se me ha ocurrido esta reflexión así, de pasada. Soy un gran observador de la vida animal, un vehemente zoólogo.
¿Se le habrá ocurrido a algún maño salir a pasear con su disfraz de baturro por las calles de Londres? Si es así, por favor, dadle unas collejas por ridículo, por idiota.
Aunque no vamos a dejar de follar por eso ¿verdad? Son tan solo anécdotas de pasada. Me importan de verdad una mierda lo que hagan con sus vidas y sus putas costumbres idiotas.
¿He comentado que no soy iconoclasta por casualidad y que me importa el rabo de la vaca las tradiciones y religiones? Es que no tengo ganas de repasar el artículo.
Buen sexo y cuidado como nos vestimos al ir de vacaciones al extranjero, no me avergoncéis como estos monos que he comentado.


Iconoclasta

14 de mayo de 2007

Entrenamiento cerebral: The Ultimate

ENTRENAMIENTO CEREBRAL: THE ULTIMATE



Hay una tabla de ejercicios que de llevarse a cabo regularmente puede provocar una reconstitución de la red neuronal del cerebro o reforzarlo para prolongar su vida interesante (sé que conociendoos como os conocéis, esto os pueda parecer imposible). Simplemente basta con ser constante y meticuloso durante unos minutos al día.
Uno de los ejercicios es físico, y los otros mentales. No os vayáis a creer que es un método para el entrenamiento cerebral, memoria, agilidad mental, agudeza visual y toda esa mierda que ha puesto de moda Mensa y los videojuegos.

El ejercicio físico requiere mucho esfuerzo y los mentales son tan sencillos como mirar y buscar algunas imágenes en intenet. Eso sí, hay que ser un tanto deshinhibido y pensar que no es nada malo lo que hacéis. Y si tenéis algo de remordimiento de conciencia, pensad que uno en su casa, hace lo que le sale de los huevos.
Ojos que no ven, picha que se menea.

El hambre en el mundo, la violencia, la droga y todo eso, no es culpa vuestra; eso es un invento de los políticos, tiranos y líderes religiosos para robaros más dinero de vuestra nómina. Sabiendo esto, uno puede ser completamente feliz con su entrecot o su bocata gigante de hamburguesa. Y fumando.
Y tirando las pilas gastadas a la basura junto con las cáscaras de las gambas.
Y me la van a…
Cuando llevéis seis meses de entrenamiento, entenderéis este comentario. Aunque si ahora no lo entendéis…

Ejercicio físico.

1ª parte.

- Frotarse los órganos genitales hasta conseguir una buena excitación. Es decir, una de esas que uno dice “me tiraría a mi madre de lo cachondo que voy” (esta para hombres) “me tiraría hasta a mi marido de lo cachonda que voy” (esta para mujeres casadas) “me tiraría a mi tío el del diente de oro”, para las solteras. Los homos y lesbianas que se busquen la vida porque no voy a pensar en todo.
El frotamiento debería ser sin ropa, si sois vergonzosos (y en el supuesto de que no os encontréis en una galería comercial) os jodéis, porque si no os aguantáis ni vosotros mismos, es que no hay remedio. Tenéis el cerebro podrido.

2ª parte.

Aquí es donde se va a forjar vuestra voluntad, la firmeza de las redes neuronales, que la edad intentará romper. Creedme pues, que en verdad os digo, que seréis, completando este ejercicio, los culturistas de las neuronas.

- Cuando estéis tan excitados que sintáis que la humedad se apodera de vosotros y por el vientre empieza a irradiar ese placer tan peculiar y para algunos tan conocido, debéis dejar de tocaros. No podéis llegar al orgasmo.

Pensad que si llegáis al orgasmo, se os quedará esa cara de idiota, tan particular de la culminación de la cópula o la paja y el ejercicio aún os hará más idiotas si ello es posible.

Si aguantáis, las neuronas se muscularán y con el tiempo sentiréis que hay una mayor presión en el cerebro; indudablemente se deberá a un cáncer cerebral os dirán los envidiosos; pero hasta que no sintáis metástasis en las puntas de los cabellos, ni caso. La peña habla porque tiene boca.

Quedaos pues en pie, con los brazos lacios colgando a lo largo del cuerpo y limpiandoos con la punta de la lengua el sudor del labio superior. Moved la cintura en rotación como si aún os estuvierais tocando. Consolaos con la imaginación.
Pero como vea yo que se os ponen bizcos los ojos, os parto la cara por tramposos.
In-decentes.

Ejercicios mentales.

Ejercicio 1

- Conectados a internet buscáis algo relacionado con la violencia o las guerras. Que sean cuerpos desmembrados y seres humanos pasando hambre, e incluso desdentados supervivientes del escorbuto que también tienen mucha expresividad. Decididamente, el desdentado será lo mejor, los desmembrados acabarán evocándoos La noche de los muertos vivientes (dicen que esta película es un icono del cine porque estaba filmada en blanco y negro. A mí me la pela, no me gusta ni me gustó.) y sus mil secuelas; acabaríais tan aburridos como viendo los telediarios.
Me minimizáis la página.

2ª parte

- Buscáis alguna página de sexo, sé que es difícil pero con paciencia lo consigueréis. Elegís la foto más guarra, sexi, excitante y en la que más brillen con destellos de humedad los sexos y restauráis la página a mitad de pantalla.
Restauráis la del mellado también en la otra mitad de la pantalla.

Las miráis juntas durante unos 5 ó 6 minutos. Habéis de conseguir que los ojos no enfoquen la foto del desdentado, a menos que tengáis algún tipo de desviación sexual o alguna patología sobre el sentido del bien y el mal; sí es así, ya sois mayorcitos para reconocerlo y sabréis como hacer el ejercicio.

En pocos días, (creo que algunos para esto no necesitarán ningún tipo de entrenamiento los hay que nacemos ya aptos para estas cosas), dejaréis de ver al desdentado, os lo juro. El ojo recogerá la imagen del escorbútico, pero las neuronas más cachas, se plantarán en primera línea y evitarán que el reflejo del desdentado excite el córtex. Y no me vayáis al oculista con el cuento ese del ojo vago, que os conozco y sé que sois unos hipocondríacos.

Con un par de minutos bastará cuando la foto del desdentado no la veáis ni al principio de la sesión, que no me interesa que retoméis el ejercicio físico.
Recordad que este ejercicio es mental.

Ejercicio 2



- Me cogéis el YouTube, buscáis esos videos de “Regalo abrazos” y os metéis en situación, imaginad que sois abrazadores o que corréis a por el andoba en busca de un abrazo gratis.



Con el tiempo, al 4º o 5º día, sentiréis tanto agobio de ver abrazos idiotas, que recurriréis a la página de fotos de guerra y violencia. Encontraréis al desdentado demasiado suave y os plantaréis delante de los morros fotos de destripados. Incluso de hombres rezando en La Meca. Pero no recurriréis a las fotos de sexo.

Esto tiene una explicación lógica, cuando se abusa de la ternura, de una falsa, publicitaria e interesada bondad, de algo tan ñoño e imposible que es completamente ajeno a nuestra naturaleza; estas imágenes de abrazos tienen la propiedad de sacarnos lo peor que hay dentro de nosotros, de hacer surgir a la bestia que llevamos reprimida y que con esos videos intentan (con total ignorancia) aniquilar.
Lo del sexo, está controlado; ya que no podéis llegar al orgasmo en el ejercicio físico gracias al control que ejercéis sobre vuestras manos y órganos sexuales.
Ergo sólo os quedará la violencia y el odio.

Estas cosas crean una angustia interior que los artistas refinados usan para hacer obras de arte y nosotros, los vulgares, lo despreciamos o escupimos sin asomo alguno de sensibilidad, en este caso estaríamos haciendo una “perfomance” que ahora está muy de moda.
Es el Yin y el Yan de los cojones.

Y ahora la sorpresa final, para que veáis que el camino hacia la salud neuronal no es tan árido como parece:



- Anexo al ejercicio físico: Una vez al mes, cuando os toquéis, llegaréis hasta el final. Pero lo haréis recitando un mantra que no os vaya a llevar a equívocos, se trata de sexo y no de amor. Así que el mantra será : ”Cerdo-cerdo-cerdo-cerdo” para las mujeres y “Puta-puta-puta-puta” para los hombres; según corresponda vamos.
Homosexuales y lesbianas que reciten algo de Miguel Bosé o Ricky Martin e incluso de algún cantautor sensible a estas cosas.



Cumpliendo con estos ejercicios diarios (sobre todo el mensual) reactivaréis un cerebro abocado a la pobreza neuronal que os llevaría en el momento de la jubilación, a bailar pasodobles en un centro recreativo de viejos del ayuntamiento, o jugar al dominó o al cinquillo compulsivamente.

Después de tres meses de ejercicios, estaréis aceptando vuestra naturaleza. En lugar de creeros toda la mierda que os cuentan, desconfiaréis de todo lo que se hace por vuestro bien y en el bien de la humanidad con un práctico “me la pela”.

Es éste el único mensaje universal que podría entender hasta un habitante de la región más deprimida (como las Urdes de España) de Teprexostar (un lejano planeta situado en la constelación de La Puerca Sucia).

Una cosa más antes de largarme a idear nuevas formas de hacer cosas prácticas y buenas para el perfeccionamiento personal de los hombres y mujeres:

No os habréis pensado que eso de dejar de tocarse cuando uno está a punto de correrse iba en serio ¿eh?.
No os habréis creído lo del autocontrol de las narices ¿verdad?
Mira que sois pardillos….

Lo del mantra sí que iba en serio, que conste; que no se os olvide. Podéis comprar un rosario de esos de cuentas de pétalos de rosa que así combatirá el pestazo a pescado de las manos tras el ejercicio.

Autocontrol… es que me parto el rabo de risa.
Buen sexo.

Iconoclasta, 14-5-07

9 de mayo de 2007

La pena

Quiero, necesito flotar. Algo de ingravidez.
Es un momento para la pena.

La pena ajena es una cálida corriente ascendente que sale de debajo de las pieles y las piedras. Soy un globo aerostático que se mantiene alto, apoyado en ella, suspendido de ella.

La pena es un colchón; duermo sobre ella y no envuelto por ella.
Necesito la paz que sólo la pena da. No quiero sonrisas ni euforia. Ni tan siquiera la ira.

Pongamos que estoy cansado de la intensidad de todo, del amor que cargado en las espaldas me dobla, de la angustia de la espera. De una ira que a veces me prende en llamas; entro en combustión y blasfemo y odio. No es fácil estar descontento, por decir poco, por decir lo mínimo.

No es bueno sentirse siempre ajeno a todo, la pena de otros es mi equilibrio emocional.
A veces soy tan frío que ni siquiera aprecio la pena. Hoy no.
No puede hacer daño tenderse en la pena, tampoco hace ningún bien, pero ¿qué es capaz ya de hacerme bien?
Me da igual.

Ahora sólo necesito la tersa y elástica superficie de un mar de penas sereno y narcótico.
No lloro, sólo miro, soy curioso.
Sólo contemplo el dolor del planeta y gozo de la pena; la que siento en la piel, en los músculos. Por fuera.
Como un medicamento de uso tópico.
Yo no trago pena, no masco pena.

La pena es mi mecedora, mi cenicero.
Soy mecido por suspiros que me sacuden, es una rítmica vibración que me relaja, me seda el respirar cansado de un número infame e inimaginable de pulmones. De ojos acuosos que rebosan lágrimas, la orina de la pena.
La pena es un riñón colapsado de cálculos.
Pero no respiraré su aliento. No mastico pena, sólo es un apoyo, sólo es un momento para el relax.

La pena…
Hay tanta y está tan mal vista… Si nadie la quiere, me la quedo toda, la pena da valor para abrir venas, para inyectarse veneno.
La pena es un sherpa que me guía en una escalada casi vertical, una montaña imposible hacia mí mismo, es la única forma que tengo de valorarme. El nivel de pena marca mi nivel de tranquilidad, de sosiego. Me parezco a Dios, cuanto mayor es el dolor en el planeta, más feliz soy.

Con ella trepo por encima de todo, para llegar junto a ese Dios que se preocupa de que no cese el dolor, que se masturba ante el llanto.
Yo soy una deidad, me ocurre lo mismo que a él.
Entiendo a los dioses y su degeneración.

Es el momento para la pena.
Para la cuchilla sajadora, para el veneno ácido y corrosivo. Sangre que mana, sangre que se pudre.
Pena mullida que me relaja y me conforta. Que esplende en la oscuridad de mi cerebro pulsando como un tumor. Tutum-tutum-tutum…
Es el ritmo de los corazones contritos.

Un tumor mullido, una pena hipnótica es la del mundo, la ajena.
Hoy su pena es mi valium, mi consuelo.
Me hace divino.

Estoy hecho a mi propia imagen y semejanza.
No soy malo, sólo soy sagrado.

Iconoclasta

24 de abril de 2007

El reality show de los políticos

Hace unos días, por la noche y tras el telediario, montaron el segundo programa de teleidioteces, si en el primero unos ciudadanos cuidadosa y celosamente escogidos le preguntaron al insípido, apocado y sustituible Zapatero sobre política y sociedad y café; en este segundo programa, le tocaba el turno de responder a las preguntas al fascioso Rajoy.
Está bien que los politicastros monten este espectáculo, porque con lo que cobran y lo poco que trabajan, al menos que den algo de entretenimiento.
Bueno, yo estaba acabando de cenar cuando uno de esos ciudadanos que seguro que deben hacer cosas extraordinarias en el aspecto sexual a los más variados jefes y políticos de sus provincias, va y le reprocha al Rajoy el que se peleen en las cortes, que no mantengan la compostura y transmitan una sensación de crispación al ciudadano.
Yo no me creía lo que estaba oyendo, el ciudadano imbécil remató con una pregunta que venía a ser algo así como: ¿No sería mejor y más ético, que ustedes los políticos, discutieran con calma y respeto en las cortes en lugar de insultarse e interrumpir con mala educación al contrario y así dar ejemplo al ciudadano; no transmitirle esa crispación que se palpa en el ambiente?
Yo grité:

- ¡Quiero la dirección y el teléfono de ese ciudadano de mierda!

Se me pusieron los pelos como escarpias.
En seguida le respondí y mucho antes que el idiota de Rajoy.

- So imbécil, so idiota; lo que tienen que hacer los políticos es discutir, pelearse y si hace falta, arrancarse los ojos. Hay gente que les ha votado y tienen que defender sus intereses y eso, so idiota, se hace discutiendo y crispándose. So cabrón. Nada más faltaría que se chuparan la polla unos a otros. ¿Seguro que trabajas en algo decente, so asqueroso?
Con lo dado a la holganza que es el español...
Que tomen ejemplo de las palizas que se pegan los coreanos.
Tienen que sudar lo que ganan. Si tú no lo sudas, imbécil, al menos cállate.
No capullo, si quieres educar a tus hijos, aprendes a hacerlo tú. Si tú no tienes cojones de educar a tus hijos, no jodas con tu educación de mierda y llévalos a un buen colegio, a uno de curas, soplapollas.
Los políticos a destrozarse y defender con uñas y dientes los intereses de quien les ha votado. ¿Será posible que seas tan tonto, idiota? Ven que te pego dos bofetadas, tarao.

Una vez dije esto, cambié a Canal + y acabé sonriendo en cinco minutos tras un par de ocurrencias de Frazier.
Menos mal que tengo recursos para combatir la imbecilidad, y es que leo y escribo tanto que en algún momento tengo que ver la tele.
Maldita sea; si me encuentro al julandrón, a ese delicado por la calle, le doy de patadas en la chepa.
Es que salen idiotas hasta de debajo del césped, coño.
Buen sexo.

Iconoclasta

16 de abril de 2007

Escalada al amor

Ha llegado a la cima del amor, ha vencido. Las cuerdas aún se mecen y los friends fírmemente clavados en la vertical gotean sangre de otro amor destrozado.
Son las huellas sangrantes de su ascenso. Corre la sangre por la escarpada pared como la sudor por su frente. Y suspirando de amor, respirando dificultosamente besa a su amada, a la mujer por la cual trepó la pared más vertical. El K2 del Amor.

El viento ulula allá arriba y dice: "Padre, madre está llorando, ¿qué le has hecho a madre?"
Pero él suspira, ignora.

Suspira la mente y los ojos se abren al interior; el exterior queda oculto, es extraño y subrealista. Suspira la mente y los seres cercanos, los cotidianos, quedan desterrados en la indiferencia. Han dejado de existir; así de fácil. Han sido sacrificados al dios Eros.
El amor...

Decidió escalar y se equipó: una cuerda de ocho millones de metros, 1500 friends (debe asegurar el dolor), 1 piolet, 16 ochos y unas botas con unos crampones inmisericordes y letales.
No llevaba comida, iba desnudo. No había dolor, no había frío, no tenía hambre. Sólo sed de ella. Ella lo llamó desde arriba y él no pudo ni quiso resistir. Ella sufría por cada segundo que debía esperarlo, porque su amor era tan monstruoso como el de él en voracidad; tan monstruoso que contagiaba dolor a quien estuviera en derredor.

El alzó los ojos a la cima de la montaña con una mirada húmeda y brillante; su esposa sintió la punzada de la indiferencia. El clavó con resolución el primer friend. La esposa sintió el vientre deshecho y un nudo en la garganta, su mirada se tornó vítrea como la de un pez muerto.
El continuó clavando más profundamente el anclaje rasgando roca y tejidos, vísceras. La montaña-esposa se agitaba en un primer asomo de tormento.
Ahogaba un grito de dolor.

Su amor los mata, su amor es cruel y devastador. Está abrazándola con tal intensidad que su piel se ha mezclado con la de ella.
El mundo se está descomponiendo en miles de facetas. Lo ignora; hay tanto amor entre ella y él, que a los que amó durante años, ahora obvia. Todo el amor que se dieron, risas y llantos; todo ese amor ha sido metido en una mochila que dejará colgada a mitad de camino, cuando se haya insensibilizado tanto que ya ni la muerte de esposa e hijo le pueda importar.
El amor es arrollador en su ascenso vertical e imparable.
Es letal para los viejos amores.

Cuando se aferra a ella en la cima, como único ser vivo y deseado, su pene se expande como el universo loco e incontenible.
Nadie diría al ver como acaricia sus pechos por encima de la ropa, que su mente ha sepultado en vida dos amores que prometían eternidad.
Suspiros de un amor mecido, el llanto del amor muerto. Es un extraño susurro arrastrado por el viento de la cima del amor.

Las pesadas botas buscan el primer apoyo, la cabeza de su hijo es un buen lugar donde elevar la pierna para acceder a la primera repisa. Los crampones arrancan chispas de la roca granítica y cuero cabelludo queda enredado entre las mortíferas garras metálicas; fino cabello infantil e inocente. El pequeño no entiende esa tristeza de la madre, ni la mirada ausente del padre. El niño siente un dolor de cabeza extraño, algo que viene del estómago, como una angustia. Es el dolor no comprendido.

Lo externo está volviéndose oscuro, hay algún oculto canal que se lo comunica; una luz blanca intermitente y potente le avisa del inminente peligro que representa para ellos el rechazo a su existencia; es un faro que alumbra el mar quieto y negro, extrañamente cálido; que avisa de la proximidad de la Costa de la Indiferencia. Pero ella apaga la luz del faro cuando sus manos recorren su rostro con ansiedad.

Debería haber otra forma, otra manera de no matarlos con tanto dolor. La mochila-ataúd de amores viejos se agita con movimientos de convulsa agonía. Hay un remordimiento en él que se va diluyendo con cada palmo que avanza. Por cada metro avanzado, el remordimiento se retrae como el mar antes de embestir.
Jamás los podría engañar, una muerte no se puede ocultar. Era indefectible ese dolor.

El próximo friend se clava sorprendentemente rápido en una brecha de la roca, con tal potencia que un hilo de arenilla fino como el de un reloj de arena se precipita al vacío. Ha penetrado de tal forma en la roca que el corazón de la esposa parece haber estallado ante la certeza de que él no la ama. De que él ha decidido abandonarla. Ella se lleva la mano al pecho mientras ahoga un lamento tapándose la boca.
Ha pasado la cuerda por el friend para asegurarse y ahora se balancea colgado de él para relajar la tensión de brazos y piernas. Para que el sol de algo de calor a su alma fría.
La esposa habla y pide perdón por aquello que no ha hecho, por aquello que ella piensa que ha sido responsable. No imagina que ese amor es tan doloroso como indecente en su egoísmo. No hay perdón. La ejecución se llevará a cabo en el momento oportuno.
Y él ahora vuelve a clavar los crampones en una pendiente y a ella le destroza los hombros y debe caer en la cama llorando con una angustia asfixiante. Con la puerta cerrada; es un conjuro vano contra el dolor.

No siente nada por ellos cuando su lengua se encuentra con la de ella.
Sabe que se están muriendo allá afuera pero; no puede dejar de hundirse en su boca.
Los viejos amores intentan frenar su escalada, tocan su hombro para llamar su atención: "Nosotros te queremos también".
¡Qué dolor hay en ello!

Suspira la mente con la respiración de ella confundida con la suya. Y los de fuera son devorados por la negritud nacida de ese amor; entre llantos de dolor son descuartizados por ese letal cariño que consuman en la cima. Es la sinfonía del placer y el dolor, del encuentro y la desesperanza.
Es muerte y resurrección del amor.

El próximo friend lo clava a escasos metros de la cima, los ojos de la esposa son dos monstruosas bolas de sangre y lágrimas. El ha clavado con tanta fuerza y resolución el anclaje que su esposa ya no puede más, y ya no quiere verlo. No puede ver sus ojos que dicen no quererla. Que cuentan de amores ajenos. Ojos chispeantes de un amor traidor y alevoso.
A él no le importa, pega dos golpes más con el martillo y la esposa derrama lágrimas por entre los dedos.

Ella está allá arriba muy cerca... Puede sentir claramente como le promete un amor infinito y poderoso como la mísmisima muerte.

Cuando hunde la mano en su melena, siente corazones colapsados, como si fuera su mano la que bloqueara sístoles y diástoles.
Sabe que esposa e hijo sufren al oír los suspiros que el viento de la cima les lleva pero; ahora son ellos los extraños. Su amor es tan profundo por ella que le importa nada verlos arder en un infierno de puñaladas.
Sus brazos la envuelven como la mano de un escalador se aferra a la cordada.

Y mientras el amor vence, la vertical pared de la montaña sangra como Cristo en la cruz; innecesariamente.

El amor es un monstruo de dos cabezas.

Iconoclasta

15 de abril de 2007

Básico despertar

Para él, el despertar es una experiencia mística.
Despertarse solo y en silencio, sin saludos ni palabras es el más maravilloso regalo del nuevo día.

Un simple “hola” es lo más que está dispuesto a conceder a mujer e hijo cuando aparece en el comedor con el cigarro entre los labios.
Y no porque al despertar su pene se encuentre duro y entumecido, no le da vergüenza su naturaleza primitiva y carente de prejuicios. Al fin y al cabo folla con ella. Se la chupa y se lo chupa. Es necesario, es justo.

No desea que le hablen, le basta con el tintineo de la cucharilla del café y ver el feo espectáculo de una naturaleza de antenas sin hojas y ventanas ciegas y vacías de vida real al mirar por el vidrio de la ventana cerrada, a salvo del sucio aire urbano. Le basta conque todo lo que se mueva a su alrededor le ignore, como si fuera un jarrón vacío de flores que no vale la pena ni mirar.
Son cosas que sólo puede pensar, que ellos, al verlo cada mañana, parecen intuir, como si arrastrara una maldición tras de sí.

Cuando se despierta y no hay nadie en casa, es dos veces feliz.

Se encuentra meando en el lavabo, el pene está erecto por culpa de la vejiga llena y de sueños que ya no recuerda. Mear se hace difícil, debe forzar el pene hacia abajo y contraer los cojones para que la orina no salga fuera de la taza. Una vez le dijo alguien que sólo podía mear en la bañera al levantarse de dormir. Primera sonrisa con el cigarro en la boca, no recuerda en que momento lo encendió.

Le gusta rememorar y no es que le guste, es que su mente hace esas cosas; evocar recuerdos por asociación de ideas en esos primeros veinte minutos en el que es completamente brutal y está distante de la sociedad, como un náufrago en una isla alejada de toda ruta de navegación.

El bálano se ha relajado y la orina fluye con facilidad, parece caer, un ojo está medio cerrado por el humo que lo invade. Es un ruido relajante, una catarata cantarina, no es espectacular, pero es suya.

Con la polla lacia y los cojones relajados, se siente más cómodo. No lleva calzoncillos bajo el pijama, se siente más hombre cuando el escroto se bambolea libre. Sobre todo porque se encuentra en su morada, en su territorio.

Agua en la cara para arrancar las legañas, en la nevera hay una nota de su mujer, le dice lo que se está descongelando para hacer la comida al mediodía. No la lee con atención. Lee “Besitos” rascándose los genitales esperando que salga el café. Su hijo ha dejado envoltorios de bollería que no tiene ganas de tirar a la basura.

Son los veinte minutos que más necesita del día, desde que se levanta hasta que se ha fumado un par de cigarros en la butaca mojándose los labios con un café.
Veinte minutos necesarios para él mismo. Dejar el cerebro en punto muerto y que se mueva por donde quiera.

“… el vibrador mediano lo conservo, al fin y al cabo soy una mujer “desprotegida”.
Le escribió ayer mismo aquella deseable e inaccesible amiga en un chat. Algo divertido, algo sorpresivo. Ella es inteligente y él básico. Está bien así, no es su condición ser refinado y rápido de reflejos.
“Joder” contestó él.

Le podría haber respondido que en ese mismo momento se llevaba la mano a la polla y se le endureció rápidamente entre los dedos, que no quiso sacar la mano de allí aunque tuviera que escribir con solo una mano. Pero eran demasiadas palabras para ese momento. Es lo malo, es lo bueno de ser básico.
Posiblemente la próxima vez se lo dirá, las personas lentas como él necesitan dos oportunidades para causar rechazo o aprobación. Da igual, no se sentiría mal por un rechazo ni demasiado feliz por una aprobación a esa respuesta.

Y ahora la imagina caliente y húmeda como está su pene ahora. . Ella acaba de despertar, como él.
Ha bajado la cintura del pijama y los testículos asoman por encima de la goma, el pene oprimido late contra el pubis.
Su puño se aferra ahí como imagina el juguete de ella deslizándose entre las piernas, entre los carnosos y mojados labios, con lujuria y deseo animal.

La imagina sola y brutal en su placer como solo y brutal agita su pene. Bruscamente, sin cuidado. Al fin y al cabo es animal antes que hombre. Tiene un cerebro que así lo dice. La imagina con el consolador clavado entre las piernasy acariciándose esa perla cárnica dura y a flor de piel, conteniendo con dificultad libidinosos suspiros.
Imagina beber su humedad cuando ella sea incapaz de contenerla. Beber su placer, lamerla entera.

Emite un gruñido y el semen surge derramándose por el puño que estrangula el miembro hipertrofiado, entrecierra los párpados y espera la nueva erupción.
Escupe de nuevo.
Ahora el semen gotea en los huevos y queda prendido del vello. Da una profunda calada al cigarro que casi se ha consumido en el cenicero y se extiende distraídamente el semen que se enfría rápido por el miembro.

Unos días atrás su cerebro lo llevó por la muerte, meditó que moría; que un día su corazón se partiría (pensó en su padre) y moriría fumando en la butaca mirando un paisaje imbécil creado por hombres imbéciles. No le preocupó demasiado, hizo exactamente lo que hacía todos los días.
Ya no tiene edad para tener miedo. Aunque… ¿quién puede tener miedo al despertar, tras haber superado la noche, el sueño incomprensible?
Se despereza; su pene ya ha mermado y una gota de semen perezosa se desprende del prepucio hasta caer en su zapatilla.

— Asquerosos días. — dice en voz alta.

Ya está lavando los platos que le han dejado en la pica y ha tirado a la basura los envoltorios del desayuno. El resto del día, a partir de ese momento, será igual que todos si no tiene suerte; pero su despertar ha sido obra suya, su creación. Y nada ha podido evitarlo.
El bote de la mermelada se ha estrellado contra el suelo.

— Precioso. — dice en voz alta con una sonrisa torva.

— Ya empezamos…

Iconoclasta

9 de abril de 2007

Bianca (1997-2007)

Sólo esos hijos de puta que no saben,
nombraron tu raza peligrosa.


Doctora, por favor, inyécteme a mí también, así poco a poco, el liberador líquido. Me quiero ir con mi pequeñita, mi perrita. Se llama Bianca, aunque es negra como la noche.
No quiero que se vaya sola, mis pulmones están encharcados como los de mi pequeñita, pero en lugar de agua rosa como la de la carne lavada, son lágrimas amarillas como un ácido. Y sufro mucho.
Doctora de tristes ademanes, duérmame con la Bianca, poco a poco, con ese cuidado de quien ama a un animal. Me aguantaré yo mismo la mascarilla de oxígeno, como aguanto la suya; y así podré contener este llanto que se me desborda por el alma y quiere formar un alarido.
Doctora, presione el émbolo en mi vena. Bianca es ya viejita, tiene 10 años y sin embargo, la veo tan pequeña... Yo no la dejo sola, me voy con ella.
Doctora, la muerte es suave, estoy acariciando su pelo corto y parece que rozo su alma.
La muerte es seda negra y no quiero sentir la aspereza del llanto de mi esposa, la brusca tristeza de mi hijo.
Doctora, inyécteme, yo me acuesto al lado de mi pequeñita diciéndole cosas al oído, que mis ojos se hagan vidrio junto con los de ella.
Duérmame a mí también por lo que más quiera, por favor Doctora. ¿No ve que me muero de pena?
Adiós Bianca, llevo tu alma suave enredada entre los dedos. Eres un ángel.
Sus pulmones se han vaciado de ese agua de rosas en mis zapatos al morir.
Duérmame doctora, que esto duele infinito.
Hasta luego, Bianca, te llevaré a pasear allá donde estés, llevaré tus golosinas; mi pequeñita...

Barcelona, 09/04/07 5:55


Iconoclasta