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27 de mayo de 2007

Palurdos de llamativos ropajes



A mí no me molesta ver a todos esos inmigrantes palurdos que pasean con sus trajes regionales como si se encontraran en su país; como por ejemplo, hombres y mujeres paquistaníes, marroquíes y algún Hare Krishna con demasiado opio en la calva.
Sí, muy exótico y toda esa mierda lo de la diversidad cultural.
Un huevo.
Lo cierto es que todos esos payasos se discriminan a si mismos. No son inteligentes con sus túnicas, velos, chadores y bombachos de miles de colores. Con sus gorritos tontos que ni sirven para aliviarlos del sol. Gilipollas…
Lo único que demuestra inteligencia y deseo de ser aceptado en una sociedad y cultura extraña, es la capacidad de adaptación a las costumbres del país al que se acude porque en su país natal no pueden prosperar ni educarse.
Toda esa mierda de religiones y tradiciones folclóricas, me las paso por el forro de los huevos, el mundo avanza y los que se quedan atrás porque así les place, que lo hagan con su hambre y su miseria.
Que vamos, que sarna con gusto no pica.
Todo esto me lleva a preguntarme qué coño hacen siguiendo las costumbres y usando el vestuario de su mierda de país de origen que no ha hecho más que darles miseria y pena obligándolos a emigrar a uno más occidental, libre y tolerante.
Si fueran someramente inteligentes, usarían su exotismo en casa, para follar.
El nivel de pobreza de un pueblo viene dado directamente por su genética, por su pobre inteligencia. Estoy convencido de que el ser pobre y agachar la cabeza es algo que se lleva en los genes. La poquísima personalidad es un rasgo étnico y ni siquiera una carrera universitaria les podría liberar de su borreguismo. Ese borreguismo y servilismo que les lleva a vestirse con ese vestuario idiota y fuera de lugar.Discriminatorio consigo mismo.
Humanos de segunda o tercera categoría por decisión propia.
Esto es lo bueno que tiene la diversidad cultural, puedes solazarte con los idiotas de todo el mundo en cualquier sucia ciudad occidental medianamente poblada. Sólo tienes que caminar y que te pasen por delante, puedes elegir idiotas al azar sin temor a equivocarte.
A mí me distraen la vista con su ridículos vestidos y costumbres fuera de lugar; pero deberían tener algo más de ingenio y respeto a si mismos y no convertirse en blanco de atención de curiosos y xenófobos. Aunque sólo sea por una cuestión de supervivencia.
Sinceramente, yo no le daría trabajo a un extrajero con tan poca capacidad de adaptación

Los chinos tienen sus costumbres, pero desde luego, han sabido adaptarse a la cultura y costumbres del país que han escogido; si no lo han hecho, bravo por ellos, porque lo llevan con discreción y elegancia.
Mucho más inteligentes que los gitanos, donde vas a parar…
Los otros, los exóticos, los palurdos con sus trajes regionales y sus niños colgados de las tetas y la espalda, llevan tatuada en la frente las palabras: discriminación y xenofobia.
Es que hoy he visto un matrimonio de paquistaníes con sus tres crías de paquistaníes con esos tocados ridículos. Ni a sus hijos son capaces de educar.
Y se me ha ocurrido esta reflexión así, de pasada. Soy un gran observador de la vida animal, un vehemente zoólogo.
¿Se le habrá ocurrido a algún maño salir a pasear con su disfraz de baturro por las calles de Londres? Si es así, por favor, dadle unas collejas por ridículo, por idiota.
Aunque no vamos a dejar de follar por eso ¿verdad? Son tan solo anécdotas de pasada. Me importan de verdad una mierda lo que hagan con sus vidas y sus putas costumbres idiotas.
¿He comentado que no soy iconoclasta por casualidad y que me importa el rabo de la vaca las tradiciones y religiones? Es que no tengo ganas de repasar el artículo.
Buen sexo y cuidado como nos vestimos al ir de vacaciones al extranjero, no me avergoncéis como estos monos que he comentado.


Iconoclasta

14 de mayo de 2007

Entrenamiento cerebral: The Ultimate

ENTRENAMIENTO CEREBRAL: THE ULTIMATE



Hay una tabla de ejercicios que de llevarse a cabo regularmente puede provocar una reconstitución de la red neuronal del cerebro o reforzarlo para prolongar su vida interesante (sé que conociendoos como os conocéis, esto os pueda parecer imposible). Simplemente basta con ser constante y meticuloso durante unos minutos al día.
Uno de los ejercicios es físico, y los otros mentales. No os vayáis a creer que es un método para el entrenamiento cerebral, memoria, agilidad mental, agudeza visual y toda esa mierda que ha puesto de moda Mensa y los videojuegos.

El ejercicio físico requiere mucho esfuerzo y los mentales son tan sencillos como mirar y buscar algunas imágenes en intenet. Eso sí, hay que ser un tanto deshinhibido y pensar que no es nada malo lo que hacéis. Y si tenéis algo de remordimiento de conciencia, pensad que uno en su casa, hace lo que le sale de los huevos.
Ojos que no ven, picha que se menea.

El hambre en el mundo, la violencia, la droga y todo eso, no es culpa vuestra; eso es un invento de los políticos, tiranos y líderes religiosos para robaros más dinero de vuestra nómina. Sabiendo esto, uno puede ser completamente feliz con su entrecot o su bocata gigante de hamburguesa. Y fumando.
Y tirando las pilas gastadas a la basura junto con las cáscaras de las gambas.
Y me la van a…
Cuando llevéis seis meses de entrenamiento, entenderéis este comentario. Aunque si ahora no lo entendéis…

Ejercicio físico.

1ª parte.

- Frotarse los órganos genitales hasta conseguir una buena excitación. Es decir, una de esas que uno dice “me tiraría a mi madre de lo cachondo que voy” (esta para hombres) “me tiraría hasta a mi marido de lo cachonda que voy” (esta para mujeres casadas) “me tiraría a mi tío el del diente de oro”, para las solteras. Los homos y lesbianas que se busquen la vida porque no voy a pensar en todo.
El frotamiento debería ser sin ropa, si sois vergonzosos (y en el supuesto de que no os encontréis en una galería comercial) os jodéis, porque si no os aguantáis ni vosotros mismos, es que no hay remedio. Tenéis el cerebro podrido.

2ª parte.

Aquí es donde se va a forjar vuestra voluntad, la firmeza de las redes neuronales, que la edad intentará romper. Creedme pues, que en verdad os digo, que seréis, completando este ejercicio, los culturistas de las neuronas.

- Cuando estéis tan excitados que sintáis que la humedad se apodera de vosotros y por el vientre empieza a irradiar ese placer tan peculiar y para algunos tan conocido, debéis dejar de tocaros. No podéis llegar al orgasmo.

Pensad que si llegáis al orgasmo, se os quedará esa cara de idiota, tan particular de la culminación de la cópula o la paja y el ejercicio aún os hará más idiotas si ello es posible.

Si aguantáis, las neuronas se muscularán y con el tiempo sentiréis que hay una mayor presión en el cerebro; indudablemente se deberá a un cáncer cerebral os dirán los envidiosos; pero hasta que no sintáis metástasis en las puntas de los cabellos, ni caso. La peña habla porque tiene boca.

Quedaos pues en pie, con los brazos lacios colgando a lo largo del cuerpo y limpiandoos con la punta de la lengua el sudor del labio superior. Moved la cintura en rotación como si aún os estuvierais tocando. Consolaos con la imaginación.
Pero como vea yo que se os ponen bizcos los ojos, os parto la cara por tramposos.
In-decentes.

Ejercicios mentales.

Ejercicio 1

- Conectados a internet buscáis algo relacionado con la violencia o las guerras. Que sean cuerpos desmembrados y seres humanos pasando hambre, e incluso desdentados supervivientes del escorbuto que también tienen mucha expresividad. Decididamente, el desdentado será lo mejor, los desmembrados acabarán evocándoos La noche de los muertos vivientes (dicen que esta película es un icono del cine porque estaba filmada en blanco y negro. A mí me la pela, no me gusta ni me gustó.) y sus mil secuelas; acabaríais tan aburridos como viendo los telediarios.
Me minimizáis la página.

2ª parte

- Buscáis alguna página de sexo, sé que es difícil pero con paciencia lo consigueréis. Elegís la foto más guarra, sexi, excitante y en la que más brillen con destellos de humedad los sexos y restauráis la página a mitad de pantalla.
Restauráis la del mellado también en la otra mitad de la pantalla.

Las miráis juntas durante unos 5 ó 6 minutos. Habéis de conseguir que los ojos no enfoquen la foto del desdentado, a menos que tengáis algún tipo de desviación sexual o alguna patología sobre el sentido del bien y el mal; sí es así, ya sois mayorcitos para reconocerlo y sabréis como hacer el ejercicio.

En pocos días, (creo que algunos para esto no necesitarán ningún tipo de entrenamiento los hay que nacemos ya aptos para estas cosas), dejaréis de ver al desdentado, os lo juro. El ojo recogerá la imagen del escorbútico, pero las neuronas más cachas, se plantarán en primera línea y evitarán que el reflejo del desdentado excite el córtex. Y no me vayáis al oculista con el cuento ese del ojo vago, que os conozco y sé que sois unos hipocondríacos.

Con un par de minutos bastará cuando la foto del desdentado no la veáis ni al principio de la sesión, que no me interesa que retoméis el ejercicio físico.
Recordad que este ejercicio es mental.

Ejercicio 2



- Me cogéis el YouTube, buscáis esos videos de “Regalo abrazos” y os metéis en situación, imaginad que sois abrazadores o que corréis a por el andoba en busca de un abrazo gratis.



Con el tiempo, al 4º o 5º día, sentiréis tanto agobio de ver abrazos idiotas, que recurriréis a la página de fotos de guerra y violencia. Encontraréis al desdentado demasiado suave y os plantaréis delante de los morros fotos de destripados. Incluso de hombres rezando en La Meca. Pero no recurriréis a las fotos de sexo.

Esto tiene una explicación lógica, cuando se abusa de la ternura, de una falsa, publicitaria e interesada bondad, de algo tan ñoño e imposible que es completamente ajeno a nuestra naturaleza; estas imágenes de abrazos tienen la propiedad de sacarnos lo peor que hay dentro de nosotros, de hacer surgir a la bestia que llevamos reprimida y que con esos videos intentan (con total ignorancia) aniquilar.
Lo del sexo, está controlado; ya que no podéis llegar al orgasmo en el ejercicio físico gracias al control que ejercéis sobre vuestras manos y órganos sexuales.
Ergo sólo os quedará la violencia y el odio.

Estas cosas crean una angustia interior que los artistas refinados usan para hacer obras de arte y nosotros, los vulgares, lo despreciamos o escupimos sin asomo alguno de sensibilidad, en este caso estaríamos haciendo una “perfomance” que ahora está muy de moda.
Es el Yin y el Yan de los cojones.

Y ahora la sorpresa final, para que veáis que el camino hacia la salud neuronal no es tan árido como parece:



- Anexo al ejercicio físico: Una vez al mes, cuando os toquéis, llegaréis hasta el final. Pero lo haréis recitando un mantra que no os vaya a llevar a equívocos, se trata de sexo y no de amor. Así que el mantra será : ”Cerdo-cerdo-cerdo-cerdo” para las mujeres y “Puta-puta-puta-puta” para los hombres; según corresponda vamos.
Homosexuales y lesbianas que reciten algo de Miguel Bosé o Ricky Martin e incluso de algún cantautor sensible a estas cosas.



Cumpliendo con estos ejercicios diarios (sobre todo el mensual) reactivaréis un cerebro abocado a la pobreza neuronal que os llevaría en el momento de la jubilación, a bailar pasodobles en un centro recreativo de viejos del ayuntamiento, o jugar al dominó o al cinquillo compulsivamente.

Después de tres meses de ejercicios, estaréis aceptando vuestra naturaleza. En lugar de creeros toda la mierda que os cuentan, desconfiaréis de todo lo que se hace por vuestro bien y en el bien de la humanidad con un práctico “me la pela”.

Es éste el único mensaje universal que podría entender hasta un habitante de la región más deprimida (como las Urdes de España) de Teprexostar (un lejano planeta situado en la constelación de La Puerca Sucia).

Una cosa más antes de largarme a idear nuevas formas de hacer cosas prácticas y buenas para el perfeccionamiento personal de los hombres y mujeres:

No os habréis pensado que eso de dejar de tocarse cuando uno está a punto de correrse iba en serio ¿eh?.
No os habréis creído lo del autocontrol de las narices ¿verdad?
Mira que sois pardillos….

Lo del mantra sí que iba en serio, que conste; que no se os olvide. Podéis comprar un rosario de esos de cuentas de pétalos de rosa que así combatirá el pestazo a pescado de las manos tras el ejercicio.

Autocontrol… es que me parto el rabo de risa.
Buen sexo.

Iconoclasta, 14-5-07

9 de mayo de 2007

La pena

Quiero, necesito flotar. Algo de ingravidez.
Es un momento para la pena.

La pena ajena es una cálida corriente ascendente que sale de debajo de las pieles y las piedras. Soy un globo aerostático que se mantiene alto, apoyado en ella, suspendido de ella.

La pena es un colchón; duermo sobre ella y no envuelto por ella.
Necesito la paz que sólo la pena da. No quiero sonrisas ni euforia. Ni tan siquiera la ira.

Pongamos que estoy cansado de la intensidad de todo, del amor que cargado en las espaldas me dobla, de la angustia de la espera. De una ira que a veces me prende en llamas; entro en combustión y blasfemo y odio. No es fácil estar descontento, por decir poco, por decir lo mínimo.

No es bueno sentirse siempre ajeno a todo, la pena de otros es mi equilibrio emocional.
A veces soy tan frío que ni siquiera aprecio la pena. Hoy no.
No puede hacer daño tenderse en la pena, tampoco hace ningún bien, pero ¿qué es capaz ya de hacerme bien?
Me da igual.

Ahora sólo necesito la tersa y elástica superficie de un mar de penas sereno y narcótico.
No lloro, sólo miro, soy curioso.
Sólo contemplo el dolor del planeta y gozo de la pena; la que siento en la piel, en los músculos. Por fuera.
Como un medicamento de uso tópico.
Yo no trago pena, no masco pena.

La pena es mi mecedora, mi cenicero.
Soy mecido por suspiros que me sacuden, es una rítmica vibración que me relaja, me seda el respirar cansado de un número infame e inimaginable de pulmones. De ojos acuosos que rebosan lágrimas, la orina de la pena.
La pena es un riñón colapsado de cálculos.
Pero no respiraré su aliento. No mastico pena, sólo es un apoyo, sólo es un momento para el relax.

La pena…
Hay tanta y está tan mal vista… Si nadie la quiere, me la quedo toda, la pena da valor para abrir venas, para inyectarse veneno.
La pena es un sherpa que me guía en una escalada casi vertical, una montaña imposible hacia mí mismo, es la única forma que tengo de valorarme. El nivel de pena marca mi nivel de tranquilidad, de sosiego. Me parezco a Dios, cuanto mayor es el dolor en el planeta, más feliz soy.

Con ella trepo por encima de todo, para llegar junto a ese Dios que se preocupa de que no cese el dolor, que se masturba ante el llanto.
Yo soy una deidad, me ocurre lo mismo que a él.
Entiendo a los dioses y su degeneración.

Es el momento para la pena.
Para la cuchilla sajadora, para el veneno ácido y corrosivo. Sangre que mana, sangre que se pudre.
Pena mullida que me relaja y me conforta. Que esplende en la oscuridad de mi cerebro pulsando como un tumor. Tutum-tutum-tutum…
Es el ritmo de los corazones contritos.

Un tumor mullido, una pena hipnótica es la del mundo, la ajena.
Hoy su pena es mi valium, mi consuelo.
Me hace divino.

Estoy hecho a mi propia imagen y semejanza.
No soy malo, sólo soy sagrado.

Iconoclasta

24 de abril de 2007

El reality show de los políticos

Hace unos días, por la noche y tras el telediario, montaron el segundo programa de teleidioteces, si en el primero unos ciudadanos cuidadosa y celosamente escogidos le preguntaron al insípido, apocado y sustituible Zapatero sobre política y sociedad y café; en este segundo programa, le tocaba el turno de responder a las preguntas al fascioso Rajoy.
Está bien que los politicastros monten este espectáculo, porque con lo que cobran y lo poco que trabajan, al menos que den algo de entretenimiento.
Bueno, yo estaba acabando de cenar cuando uno de esos ciudadanos que seguro que deben hacer cosas extraordinarias en el aspecto sexual a los más variados jefes y políticos de sus provincias, va y le reprocha al Rajoy el que se peleen en las cortes, que no mantengan la compostura y transmitan una sensación de crispación al ciudadano.
Yo no me creía lo que estaba oyendo, el ciudadano imbécil remató con una pregunta que venía a ser algo así como: ¿No sería mejor y más ético, que ustedes los políticos, discutieran con calma y respeto en las cortes en lugar de insultarse e interrumpir con mala educación al contrario y así dar ejemplo al ciudadano; no transmitirle esa crispación que se palpa en el ambiente?
Yo grité:

- ¡Quiero la dirección y el teléfono de ese ciudadano de mierda!

Se me pusieron los pelos como escarpias.
En seguida le respondí y mucho antes que el idiota de Rajoy.

- So imbécil, so idiota; lo que tienen que hacer los políticos es discutir, pelearse y si hace falta, arrancarse los ojos. Hay gente que les ha votado y tienen que defender sus intereses y eso, so idiota, se hace discutiendo y crispándose. So cabrón. Nada más faltaría que se chuparan la polla unos a otros. ¿Seguro que trabajas en algo decente, so asqueroso?
Con lo dado a la holganza que es el español...
Que tomen ejemplo de las palizas que se pegan los coreanos.
Tienen que sudar lo que ganan. Si tú no lo sudas, imbécil, al menos cállate.
No capullo, si quieres educar a tus hijos, aprendes a hacerlo tú. Si tú no tienes cojones de educar a tus hijos, no jodas con tu educación de mierda y llévalos a un buen colegio, a uno de curas, soplapollas.
Los políticos a destrozarse y defender con uñas y dientes los intereses de quien les ha votado. ¿Será posible que seas tan tonto, idiota? Ven que te pego dos bofetadas, tarao.

Una vez dije esto, cambié a Canal + y acabé sonriendo en cinco minutos tras un par de ocurrencias de Frazier.
Menos mal que tengo recursos para combatir la imbecilidad, y es que leo y escribo tanto que en algún momento tengo que ver la tele.
Maldita sea; si me encuentro al julandrón, a ese delicado por la calle, le doy de patadas en la chepa.
Es que salen idiotas hasta de debajo del césped, coño.
Buen sexo.

Iconoclasta

16 de abril de 2007

Escalada al amor

Ha llegado a la cima del amor, ha vencido. Las cuerdas aún se mecen y los friends fírmemente clavados en la vertical gotean sangre de otro amor destrozado.
Son las huellas sangrantes de su ascenso. Corre la sangre por la escarpada pared como la sudor por su frente. Y suspirando de amor, respirando dificultosamente besa a su amada, a la mujer por la cual trepó la pared más vertical. El K2 del Amor.

El viento ulula allá arriba y dice: "Padre, madre está llorando, ¿qué le has hecho a madre?"
Pero él suspira, ignora.

Suspira la mente y los ojos se abren al interior; el exterior queda oculto, es extraño y subrealista. Suspira la mente y los seres cercanos, los cotidianos, quedan desterrados en la indiferencia. Han dejado de existir; así de fácil. Han sido sacrificados al dios Eros.
El amor...

Decidió escalar y se equipó: una cuerda de ocho millones de metros, 1500 friends (debe asegurar el dolor), 1 piolet, 16 ochos y unas botas con unos crampones inmisericordes y letales.
No llevaba comida, iba desnudo. No había dolor, no había frío, no tenía hambre. Sólo sed de ella. Ella lo llamó desde arriba y él no pudo ni quiso resistir. Ella sufría por cada segundo que debía esperarlo, porque su amor era tan monstruoso como el de él en voracidad; tan monstruoso que contagiaba dolor a quien estuviera en derredor.

El alzó los ojos a la cima de la montaña con una mirada húmeda y brillante; su esposa sintió la punzada de la indiferencia. El clavó con resolución el primer friend. La esposa sintió el vientre deshecho y un nudo en la garganta, su mirada se tornó vítrea como la de un pez muerto.
El continuó clavando más profundamente el anclaje rasgando roca y tejidos, vísceras. La montaña-esposa se agitaba en un primer asomo de tormento.
Ahogaba un grito de dolor.

Su amor los mata, su amor es cruel y devastador. Está abrazándola con tal intensidad que su piel se ha mezclado con la de ella.
El mundo se está descomponiendo en miles de facetas. Lo ignora; hay tanto amor entre ella y él, que a los que amó durante años, ahora obvia. Todo el amor que se dieron, risas y llantos; todo ese amor ha sido metido en una mochila que dejará colgada a mitad de camino, cuando se haya insensibilizado tanto que ya ni la muerte de esposa e hijo le pueda importar.
El amor es arrollador en su ascenso vertical e imparable.
Es letal para los viejos amores.

Cuando se aferra a ella en la cima, como único ser vivo y deseado, su pene se expande como el universo loco e incontenible.
Nadie diría al ver como acaricia sus pechos por encima de la ropa, que su mente ha sepultado en vida dos amores que prometían eternidad.
Suspiros de un amor mecido, el llanto del amor muerto. Es un extraño susurro arrastrado por el viento de la cima del amor.

Las pesadas botas buscan el primer apoyo, la cabeza de su hijo es un buen lugar donde elevar la pierna para acceder a la primera repisa. Los crampones arrancan chispas de la roca granítica y cuero cabelludo queda enredado entre las mortíferas garras metálicas; fino cabello infantil e inocente. El pequeño no entiende esa tristeza de la madre, ni la mirada ausente del padre. El niño siente un dolor de cabeza extraño, algo que viene del estómago, como una angustia. Es el dolor no comprendido.

Lo externo está volviéndose oscuro, hay algún oculto canal que se lo comunica; una luz blanca intermitente y potente le avisa del inminente peligro que representa para ellos el rechazo a su existencia; es un faro que alumbra el mar quieto y negro, extrañamente cálido; que avisa de la proximidad de la Costa de la Indiferencia. Pero ella apaga la luz del faro cuando sus manos recorren su rostro con ansiedad.

Debería haber otra forma, otra manera de no matarlos con tanto dolor. La mochila-ataúd de amores viejos se agita con movimientos de convulsa agonía. Hay un remordimiento en él que se va diluyendo con cada palmo que avanza. Por cada metro avanzado, el remordimiento se retrae como el mar antes de embestir.
Jamás los podría engañar, una muerte no se puede ocultar. Era indefectible ese dolor.

El próximo friend se clava sorprendentemente rápido en una brecha de la roca, con tal potencia que un hilo de arenilla fino como el de un reloj de arena se precipita al vacío. Ha penetrado de tal forma en la roca que el corazón de la esposa parece haber estallado ante la certeza de que él no la ama. De que él ha decidido abandonarla. Ella se lleva la mano al pecho mientras ahoga un lamento tapándose la boca.
Ha pasado la cuerda por el friend para asegurarse y ahora se balancea colgado de él para relajar la tensión de brazos y piernas. Para que el sol de algo de calor a su alma fría.
La esposa habla y pide perdón por aquello que no ha hecho, por aquello que ella piensa que ha sido responsable. No imagina que ese amor es tan doloroso como indecente en su egoísmo. No hay perdón. La ejecución se llevará a cabo en el momento oportuno.
Y él ahora vuelve a clavar los crampones en una pendiente y a ella le destroza los hombros y debe caer en la cama llorando con una angustia asfixiante. Con la puerta cerrada; es un conjuro vano contra el dolor.

No siente nada por ellos cuando su lengua se encuentra con la de ella.
Sabe que se están muriendo allá afuera pero; no puede dejar de hundirse en su boca.
Los viejos amores intentan frenar su escalada, tocan su hombro para llamar su atención: "Nosotros te queremos también".
¡Qué dolor hay en ello!

Suspira la mente con la respiración de ella confundida con la suya. Y los de fuera son devorados por la negritud nacida de ese amor; entre llantos de dolor son descuartizados por ese letal cariño que consuman en la cima. Es la sinfonía del placer y el dolor, del encuentro y la desesperanza.
Es muerte y resurrección del amor.

El próximo friend lo clava a escasos metros de la cima, los ojos de la esposa son dos monstruosas bolas de sangre y lágrimas. El ha clavado con tanta fuerza y resolución el anclaje que su esposa ya no puede más, y ya no quiere verlo. No puede ver sus ojos que dicen no quererla. Que cuentan de amores ajenos. Ojos chispeantes de un amor traidor y alevoso.
A él no le importa, pega dos golpes más con el martillo y la esposa derrama lágrimas por entre los dedos.

Ella está allá arriba muy cerca... Puede sentir claramente como le promete un amor infinito y poderoso como la mísmisima muerte.

Cuando hunde la mano en su melena, siente corazones colapsados, como si fuera su mano la que bloqueara sístoles y diástoles.
Sabe que esposa e hijo sufren al oír los suspiros que el viento de la cima les lleva pero; ahora son ellos los extraños. Su amor es tan profundo por ella que le importa nada verlos arder en un infierno de puñaladas.
Sus brazos la envuelven como la mano de un escalador se aferra a la cordada.

Y mientras el amor vence, la vertical pared de la montaña sangra como Cristo en la cruz; innecesariamente.

El amor es un monstruo de dos cabezas.

Iconoclasta

15 de abril de 2007

Básico despertar

Para él, el despertar es una experiencia mística.
Despertarse solo y en silencio, sin saludos ni palabras es el más maravilloso regalo del nuevo día.

Un simple “hola” es lo más que está dispuesto a conceder a mujer e hijo cuando aparece en el comedor con el cigarro entre los labios.
Y no porque al despertar su pene se encuentre duro y entumecido, no le da vergüenza su naturaleza primitiva y carente de prejuicios. Al fin y al cabo folla con ella. Se la chupa y se lo chupa. Es necesario, es justo.

No desea que le hablen, le basta con el tintineo de la cucharilla del café y ver el feo espectáculo de una naturaleza de antenas sin hojas y ventanas ciegas y vacías de vida real al mirar por el vidrio de la ventana cerrada, a salvo del sucio aire urbano. Le basta conque todo lo que se mueva a su alrededor le ignore, como si fuera un jarrón vacío de flores que no vale la pena ni mirar.
Son cosas que sólo puede pensar, que ellos, al verlo cada mañana, parecen intuir, como si arrastrara una maldición tras de sí.

Cuando se despierta y no hay nadie en casa, es dos veces feliz.

Se encuentra meando en el lavabo, el pene está erecto por culpa de la vejiga llena y de sueños que ya no recuerda. Mear se hace difícil, debe forzar el pene hacia abajo y contraer los cojones para que la orina no salga fuera de la taza. Una vez le dijo alguien que sólo podía mear en la bañera al levantarse de dormir. Primera sonrisa con el cigarro en la boca, no recuerda en que momento lo encendió.

Le gusta rememorar y no es que le guste, es que su mente hace esas cosas; evocar recuerdos por asociación de ideas en esos primeros veinte minutos en el que es completamente brutal y está distante de la sociedad, como un náufrago en una isla alejada de toda ruta de navegación.

El bálano se ha relajado y la orina fluye con facilidad, parece caer, un ojo está medio cerrado por el humo que lo invade. Es un ruido relajante, una catarata cantarina, no es espectacular, pero es suya.

Con la polla lacia y los cojones relajados, se siente más cómodo. No lleva calzoncillos bajo el pijama, se siente más hombre cuando el escroto se bambolea libre. Sobre todo porque se encuentra en su morada, en su territorio.

Agua en la cara para arrancar las legañas, en la nevera hay una nota de su mujer, le dice lo que se está descongelando para hacer la comida al mediodía. No la lee con atención. Lee “Besitos” rascándose los genitales esperando que salga el café. Su hijo ha dejado envoltorios de bollería que no tiene ganas de tirar a la basura.

Son los veinte minutos que más necesita del día, desde que se levanta hasta que se ha fumado un par de cigarros en la butaca mojándose los labios con un café.
Veinte minutos necesarios para él mismo. Dejar el cerebro en punto muerto y que se mueva por donde quiera.

“… el vibrador mediano lo conservo, al fin y al cabo soy una mujer “desprotegida”.
Le escribió ayer mismo aquella deseable e inaccesible amiga en un chat. Algo divertido, algo sorpresivo. Ella es inteligente y él básico. Está bien así, no es su condición ser refinado y rápido de reflejos.
“Joder” contestó él.

Le podría haber respondido que en ese mismo momento se llevaba la mano a la polla y se le endureció rápidamente entre los dedos, que no quiso sacar la mano de allí aunque tuviera que escribir con solo una mano. Pero eran demasiadas palabras para ese momento. Es lo malo, es lo bueno de ser básico.
Posiblemente la próxima vez se lo dirá, las personas lentas como él necesitan dos oportunidades para causar rechazo o aprobación. Da igual, no se sentiría mal por un rechazo ni demasiado feliz por una aprobación a esa respuesta.

Y ahora la imagina caliente y húmeda como está su pene ahora. . Ella acaba de despertar, como él.
Ha bajado la cintura del pijama y los testículos asoman por encima de la goma, el pene oprimido late contra el pubis.
Su puño se aferra ahí como imagina el juguete de ella deslizándose entre las piernas, entre los carnosos y mojados labios, con lujuria y deseo animal.

La imagina sola y brutal en su placer como solo y brutal agita su pene. Bruscamente, sin cuidado. Al fin y al cabo es animal antes que hombre. Tiene un cerebro que así lo dice. La imagina con el consolador clavado entre las piernasy acariciándose esa perla cárnica dura y a flor de piel, conteniendo con dificultad libidinosos suspiros.
Imagina beber su humedad cuando ella sea incapaz de contenerla. Beber su placer, lamerla entera.

Emite un gruñido y el semen surge derramándose por el puño que estrangula el miembro hipertrofiado, entrecierra los párpados y espera la nueva erupción.
Escupe de nuevo.
Ahora el semen gotea en los huevos y queda prendido del vello. Da una profunda calada al cigarro que casi se ha consumido en el cenicero y se extiende distraídamente el semen que se enfría rápido por el miembro.

Unos días atrás su cerebro lo llevó por la muerte, meditó que moría; que un día su corazón se partiría (pensó en su padre) y moriría fumando en la butaca mirando un paisaje imbécil creado por hombres imbéciles. No le preocupó demasiado, hizo exactamente lo que hacía todos los días.
Ya no tiene edad para tener miedo. Aunque… ¿quién puede tener miedo al despertar, tras haber superado la noche, el sueño incomprensible?
Se despereza; su pene ya ha mermado y una gota de semen perezosa se desprende del prepucio hasta caer en su zapatilla.

— Asquerosos días. — dice en voz alta.

Ya está lavando los platos que le han dejado en la pica y ha tirado a la basura los envoltorios del desayuno. El resto del día, a partir de ese momento, será igual que todos si no tiene suerte; pero su despertar ha sido obra suya, su creación. Y nada ha podido evitarlo.
El bote de la mermelada se ha estrellado contra el suelo.

— Precioso. — dice en voz alta con una sonrisa torva.

— Ya empezamos…

Iconoclasta

9 de abril de 2007

Bianca (1997-2007)

Sólo esos hijos de puta que no saben,
nombraron tu raza peligrosa.


Doctora, por favor, inyécteme a mí también, así poco a poco, el liberador líquido. Me quiero ir con mi pequeñita, mi perrita. Se llama Bianca, aunque es negra como la noche.
No quiero que se vaya sola, mis pulmones están encharcados como los de mi pequeñita, pero en lugar de agua rosa como la de la carne lavada, son lágrimas amarillas como un ácido. Y sufro mucho.
Doctora de tristes ademanes, duérmame con la Bianca, poco a poco, con ese cuidado de quien ama a un animal. Me aguantaré yo mismo la mascarilla de oxígeno, como aguanto la suya; y así podré contener este llanto que se me desborda por el alma y quiere formar un alarido.
Doctora, presione el émbolo en mi vena. Bianca es ya viejita, tiene 10 años y sin embargo, la veo tan pequeña... Yo no la dejo sola, me voy con ella.
Doctora, la muerte es suave, estoy acariciando su pelo corto y parece que rozo su alma.
La muerte es seda negra y no quiero sentir la aspereza del llanto de mi esposa, la brusca tristeza de mi hijo.
Doctora, inyécteme, yo me acuesto al lado de mi pequeñita diciéndole cosas al oído, que mis ojos se hagan vidrio junto con los de ella.
Duérmame a mí también por lo que más quiera, por favor Doctora. ¿No ve que me muero de pena?
Adiós Bianca, llevo tu alma suave enredada entre los dedos. Eres un ángel.
Sus pulmones se han vaciado de ese agua de rosas en mis zapatos al morir.
Duérmame doctora, que esto duele infinito.
Hasta luego, Bianca, te llevaré a pasear allá donde estés, llevaré tus golosinas; mi pequeñita...

Barcelona, 09/04/07 5:55


Iconoclasta

4 de abril de 2007

666 a la vera del río


Estoy harto de oír filosofía barata que se transmite de padres a hijos y de maestros a alumnos. Los refranes, las medias lecturas de los libros. La ignorancia. Las memeces pasan de generación en generación como un código genético defectuoso. De imbécil en imbécil.

Uno ha de filtrar todas esas cosas para no verse tan idiota como es la humanidad; sobre todo cuando estás relajado viendo fluir el agua de un río.

Te sientas con tu mejor actitud positivo-idiota-optimista y piensas que nunca es la misma agua, que todo muta en este mundo cambiante y que a la mierda la experiencia porque es todo irrepetible. Vamos, que si te dan una patada en el culo, no hace falta que te apartes la próxima vez que veas una bota volar, porque seguramente tu culo ya no será el mismo y el zapato tampoco, por lo tanto es imposible aplicar la experiencia, como imposible es pues, tropezar dos veces con la misma piedra.

Joder, pues yo lo veo todo igual, tan igual que da asco y me siento mal y aburrido.

No será la misma agua porque alguien se ha debido entretener en seguirla y asegurarse que no da media vuelta para volver río arriba y fluir de nuevo por todo el curso del lecho, no tiene ganas de ir a la mar salada.

Esta tontería sólo es digna de aparecer en el orden del día de una sesión de diputados.
Si el agua siempre fuera la misma, sería un lago muy largo y estrecho en vez de un río; como una meada en la rodada de una rueda.

La cuestión no es que sea la misma agua, la cuestión es que es agua. Porque el agua no tiene identidad, no tiene cara, ni voz. El agua, por mucho que digan, no saluda al filósofo que está sentado en la orilla ni le dice:

― ¡Eh, tío, que detrás de mí viene otro litro de agua y es más fresca que yo!

En este caso sería correcto decir que no es la misma agua. Una es más fresca que la otra y se ha debido entretener a charlar con la piedra que siempre ha sido la misma pero, según el filósofo, cambia porque cada agua la moja de otra forma distinta. Y así de esta maravillosa forma las piedras del río con más de cuarenta toneladas, también son cambiantes. Y se rascan los cojones aburridas.

Es para darle de patadas al ingenioso hasta que las suelas del zapato pierdan el dibujo.

Esta reflexión viene a cuento porque el planeta cambiante, a pesar de que las hojas son arrastradas por el viento y no parece el mismo suelo que hace unos segundos; es demasiado pequeño. Creía que podría estar tranquilo y no tener que oír a más primates idiotas rajar sus tonterías.

No ha sido así, no me ha dado tiempo a acabar el cigarro cuando un padre le explica a su hijo unos metros más arriba, la maravillosa fábula del agua que siempre es distinta.
¿Es que no puede uno tener un poco de paz y silencio? Yo sólo quería oír correr el agua, el sonido que provoca al chocar con las rocas, ver pasar una rama flotando.

Los condenados hoy gritaban más que de costumbre y me he sentido agobiado en mi cueva.

He subido bordeando la orilla hasta donde padre e hijo se entretienen charlando y tirando cosas al río; ramas y piedras. Estoy seguro de que han meado, todos los primates lo hacen. Se encuentran en un pequeño vado del río con un flamante todo-terreno nuevo a la espalda, un frondoso árbol les hace sombra y unas preciosas piedras que la naturaleza ha dispuesto ahí para que ellos se sienten, crean un rincón de gran belleza.

Es para vomitar toda esa idílica idoneidad del momento. Para cagarse en Dios.

El padre, con su gran cochazo, se ha debido despertar trascendente y le ha dado utilidad mística al vehículo. Los primates ven demasiados anuncios.

― Buenos días. ― les saludo.

― Buenos días. ― me saluda el padre.

El niño me mira sin interés y tira una rama al río que se va flotando, llevada por un agua que no sé si es diferente pero seguro que moja. Debe tener 11 o 12 años, si fuera mayor ya hubiera enviado a su padre a la mierda.

― Apetece sentarse en la orilla, hace un calor horroroso.

― Desde luego, nosotros venimos de la ciudad, es insoportable. Menos mal que me he comprado el todo-terreno y ahora podemos venir aquí con tranquilidad.

― Precioso coche. Este año viene muy crecido el río, hay mucha nieve allá arriba.

― ¿Ves Borja? Este señor ha dado en el clavo, el agua es la nieve derretida de las montañas, cada gota es un copo de nieve deshecho y por lo tanto el agua es diferente.

― Pues siempre parece la misma.

― Sí pero no, cada gota es un agua independiente en sí misma, que al unirse a otras…

Aquello iba para largo, el padre sufría una crisis de sensiblería y estaba firmemente dispuesto aburrir a su hijo y a mí.

― Es difícil hacer comprender a un niño que el agua podría ser un conjunto de entes. El agua es indivisible e idéntica. El agua del río es una cinta continua, un ciclo sin fin.

El padre me miró evidentemente molesto por mi interrupción.

― Técnicamente no es la misma agua. Su opinión no ayuda a explicar que el mundo está en continuo cambio y reparación.

― Tampoco se puede decir que cambie el mundo, simplemente se gasta y se rompe.

― Es demasiado simplista.

― Primate de mierda…

No puedo aguantar más. No soporto a los primates y su cháchara. He sacado el puñal de la parte posterior del pantalón, y con un paso rápido se lo he clavado en la papada. Le ha salido por la boca pinchando la lengua.

El niño no lo ha visto, estaba pendiente de cómo desaparecía otra rama que ha lanzado al agua. La camisa de aventura del hombre se ha empapado en sangre y se debate inutilmente para zafarse del cuchillo. Subo el brazo y él sujeta mi puño con las dos manos intentando bajarlo. Está de puntillas y no articula palabra, pero parece un perro gimiendo.

En cuanto el niño se da la vuelta hacia nosotros, le doy una patada en la cara aplastándole la nariz con un feo crujido, se estrella contra el árbol. Un brazo ha quedado extrañamente doblado y en el antebrazo ha aparecido un bulto que tensa tanto la piel que la empalidece.

― Mira mono, que técnicamente no es la misma agua, lo sabe hasta el subnormal de tu hijo. ― al padre, además de la sangre, se le escurren unas lágrimas.

Más agua.

No puede ver a su hijo porque no le dejo mover la cabeza. Adopta un gesto forzado, a pesar de que con el mango del cuchillo le obligo a mirar el río, sus ojos se dirigen al árbol. El niño está aturdido y gimotea tirado entre las gordas raíces. Su papá no puede verlo.

­― El agua es la misma, aquí que diez metros más abajo o arriba; a menos que me mee en ella y llenes la botella en ese momento, no encontrarás diferencia alguna. Pregúntate mejor si durará el agua lo suficiente para dar de beber a tu hijo o a tus nietos. Y pregúntate algo interesante ¿es necesario pensar cosas tan tontas, perder el tiempo con una idiotez que no lleva a ninguna parte y aburrir a tu hijo. Arruinar mi momento de meditación? ¿A que ahora hubieras deseado estar deslizándote por el tobogán de un parque acuático sintiéndote fluir a ti mismo, oyendo los gritos emocionados de tu hijo?

Pienso en que lo verdaderamente distinto es la sangre de cada primate, sus células, su viscosidad, su color.

Tiro del puñal y grita desesperado de dolor. Le golpeo por detrás de las rodillas con una patada y hago que caiga de cuatro patas al suelo, de su boca mana abundante la sangre.
Le agarro por el cabello obligándolo a gatear hasta que sus manos se hunden en el agua. Levanto su cabeza sin soltar el cabello y le hago un profundo corte en el cuello. La impresión es que está vomitando sangre, como un borracho vampiro de película.

El hijo llora aterrado y se arrastra por el suelo en dirección al coche.

― Mira ahora todas esas aguas diferentes y mientras mueres, cuéntalas. Es una forma de pasar el rato hasta que no te quede una sola gota de sangre en el cuerpo. ― le grito zarandeándole la cabeza.

A los dos minutos está muerto, acerco mi boca a la suya, tanto que mis labios se han manchado de sangre y aspiro su alma.

Lo empujo hasta que el agua lo arrastra, pero sólo unos metros, no hay mucha profundidad y se ha quedado varado sin que el agua lo cubra del todo, sus ojos sin vida, como los de un pez en el mercado, miran el lecho del río. Mi pene está duro y me masturbo con la mano ensangrentada, con la eyaculación lanzo un grito feroz que detiene el agua del río durante unos segundos. Flotan peces muertos ante mí.
Me voy de aquí.

A medida que me alejo, los sollozos del niño dan paso al rumor del agua. A veces dejo vivir a primates para que alimenten la posibilidad de mi existencia, para que hagan de mí un mito, para que los psiquiatras tengan más trabajo.
Tengo una sed…

Ya os contaré más cosas.
Siempre sangriento: 666
Iconoclasta

22 de marzo de 2007

Pozos de los deseos

Habito en los pozos, en lo profundo de ellos, en los pozos de antiguos castillos, pozos de brocal de piedra vieja y negra y de mohosas paredes. En pozos centenarios que durante años dieron vida. Pozos en oasis, tan profundos que nadie puede ver el reflejo del cielo en el agua.
Los que ahora son los Pozos de los Deseos, contaminados con miles de monedas.
Deseos frustrados y hechos picadillo. Cada moneda que lanzan, la masco y la escupo con asco.
No sirven para nada todas esas monedas y me preocupo de que no se cumplan los deseos. Soy el que hace justicia en el planeta, alguien que no se deja vencer por la hipocresía y la cobardía. Al que no le importa nada el desengaño del amante, la salud del enfermo, ni la fortuna de los humildes.
Vivo en los pozos más profundos y oscuros, donde enamorados, optimistas desesperados y desahuciados lanzan el sucio metal por el que viven y mueren.
Un gesto tan vano como sus esperanzas. Carece de utilidad alguna esa mísera generosidad, ese gesto idiota.
La miseria se liga con más miseria y se acuñan más monedas que iluminan ojos mediocres.
Por muchas monedas que lancen, por muy ilusionados, por muchas esperanzas que pongan seguirán igual de pobres y enfermos y los enamorados no confiarán entre ellos.
El hombre se acerca, de puntillas asoma con temor la cabeza rebasando el brocal del pozo para atisbar en su interior, busca agua. Siente el terror de una caída en la oscuridad y aún así, el deseo de lanzar una moneda que conjure la buena suerte. Son cosas habituales, que se hacen día a día como si de un rito se tratara.
Asoma un brazo, y acto seguido un destello metálico me hace parpadear, la moneda choca en su caída contra el muro del pozo para hundirse con un ridículo ruido en el agua infecta. He sentido el silbido del metal en el aire, un deseo.
La conciencia colectiva de la humanidad podría hacer realidad esos deseos si el número suficiente de humanos así lo desea. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la humanidad es una plaga que diezma los recursos del planeta, una plaga que se ha escapado a toda ley natural. Yo soy el que mantiene el equilibrio en los pozos de los deseos, el que evita que los deseos se hagan realidad por algo tan idiota como lanzar una moneda a MI POZO.
La única razón por la que se les llama pozo de los deseos, es porque yo lo digo y lo escribo y la gente se lo cree. La humanidad es mucho más simple de lo que se piensa.
Madre Naturaleza, no, ella es retorcida como los dedos de mis garras.


La mujer del pecho enfermo atisba de puntillas asomada al brocal del pozo, lo hace con temor, es tan profundo y tan negro que todo lo malo está aquí abajo. Lo bueno está arriba, mirando al cielo a mano derecha.
Ha tirado una moneda y ha deseado en silencio y con gravedad liberarse sana y salva de ese cáncer que poco a poco crece ahí, en su mama. Un gesto de candor, un sacrificio a la inocencia, a la ilusión y a la esperanza.
Pedir un deseo, no puede hacer daño, no puede hacer daño creer en la magia.
Y una mierda.
¿Por qué lanza la moneda a un sitio tan oscuro, allá donde el mal habita con toda probabilidad? No sabe que con ese pago vende su alma al diablo. Soy un lírico trágico.
El planeta no es un diablo y no quiere su alma, no importa en absoluto su alma ni las de un millón como ella. Es la mera justicia de la naturaleza. Lo único que importa es evitar que dos pulmones sigan respirando. Sólo nos interesa el cuerpo, sólo nos interesa que la plaga no se extienda más allá del camino sin retorno.
Nadie puede cumplir un deseo por una miserable moneda, sería injusto para con los demás seres del planeta que no tienen.
Con miseria se compra miseria y con sutura cierra los cuerpos abiertos un forense. Y la sutura sutura los párpados muertos de un cadáver que no se quieren cerrar.
El cielo mismo clama y suplica mi intervención, el cielo se siente sucio y asqueado de que la hipocresía lo use para respirar. No quiere llenar pulmones, tantos pulmones. Es agotador.
Y como una sombra subo veloz hacia ella que cree ver un movimiento irreal, y es tan espesa la oscuridad que los ojos se quedan prendidos de esa masa densa y llena de negro, la mujer oye su propia respiración resonar en cada piedra del muro. Y eso causa un efecto sedante en el deseoso, lo tenemos todo planeado.
He subido gritando como una bestia innombrable y se ha aturdido. Soy veloz, eficaz.
Madre Naturaleza ha de revisar mi salario. ¡Ja!
El humor negro, si es a costa de otros, siempre es inteligente.
Estoy muy cerca de ella, le acaricio su pecho enfermo y siento el tumor que lo pudre. Su respiración se agita y se lleva la mano donde yo la he puesto, sobre mi sombra, sobre parte de mi ser. Se palpa el bulto que ahora parece latir como un corazón más. Un negro corazón.


― Morirás y te meteré esa moneda que has tirado en la boca, para que sientas el sabor frío de un deseo no cumplido.

Se le escapa una furtiva lágrima al reconocer que es el final; aquí en las profundidades, también escucho música. Y cuando afirmo algo, quien escucha, no puede evitar sentir la verdad pesada como una lápida.
No hay nadie cerca, su hijo y su marido ojean a muchos metros de aquí los puestos de recuerdos turísticos, una horda de turistas multicolor se aproxima cruzando la pasarela del foso que rodea el castillo, pero nadie mira algo tan banal como a una mujer tirando una moneda al Pozo de los Deseos.
La discreción ante todo, cuando se puede mutilar se hace, cuando no, hay que recurrir a otros medios.
Soy mental, soy físico, soy químico, soy biológico. Están en mis manos todas las formas posibles para evitar que un deseo se cumpla.
Cuando me aparezco ante ella, cuando mi cabeza se hace visible y me reflejo en sus ojos con mi boca irregular que sonríe, mi lengua rasgada y mohosa que lame las manos apoyadas en el brocal y mis dientes que son monedas serradas clavadas con dolor y odio en las encías sangrantes; intenta gritar ante el horror, intenta escapar cogiéndose el pecho que abrasa por dentro. El tumor se ha extendido, las esporas malignas han llegado hasta su hombro aceleradas por un deseo de selección natural y siente la muerte galopar por su sistema linfático a la vez que mis dientes se cierran en sus labios desgarrándolos. Mis manos apresan su cabello para lanzarla como una moneda más a lo profundo.
Su grito me estremece…
Puede que sea buena persona, que haya sufrido, que su hijo se apene y bla, bla, bla, bla…
Está muerta desde el mismo instante en que la moneda lanzó un relámpago de luz a mis ojos sin párpados. La madre naturaleza no me dio párpados para que jamás pudiera cerrarlos.
Tras la vertiginosa caída, no ha muerto aún y rebusco entre el limo del fondo para sacar la moneda que ha tirado.

― ¿Esto es lo que vale un deseo? ― mi propia voz me asusta, no suelo hablar en voz alta a menudo.

Y aunque en esta oscuridad no pueda ver, le muestro a sus ciegos ojos la moneda.

― Es el precio de tu muerte.

Me la meto en la boca, la masco, la escupo en mi mano y me la meto en el culo. La naturaleza es obscena en su crueldad y yo soy sólo un pobre intento de esa obscenidad, hago lo que puedo y si he de sacrificar la elegancia no me importa.
Golpeo su cabeza contra el muro hasta que el cabello queda pegado a las piedras con trozos de hueso y piel. Y lamo la carne fresca y sangrienta, soy un sibarita.
Me meto los dedos en el ano y extraigo su moneda, la deposito en su boca. Y dejo que flote su cadáver, se está muy solo aquí y se agradece cualquier tipo de compañía.
Me hago limo cuando cabezas curiosas se asoman para gritar a la mujer que han visto caer.
Pasan los minutos debo esperar, ser cauto; ahora vendrán hombres para rescatar el cuerpo.
Las heces de su vientre flotan como corcho podrido en el agua.
Estoy harto y deseo decirlo al mundo entero, a todos los cretinos que lanzan sus monedas sucias y falsas con la esperanza idiota de tener suerte. Me pagan por su ruina y miseria sin darse cuenta.
Incinero vuestros deseos, soy yo el que impide que se cumplan deseos pretenciosamente pagados con una miserable moneda.
No es maldad, es higiene; simplemente cuido del planeta. Soy una terrorífica conciencia, una creación de la madre naturaleza. Es necesaria la muerte y la miseria, el desengaño y el miedo, el odio y la violencia, la envidia y el robo.
Hay demasiado cariño, amor, salud y dinero.
Soy lo que evita que ningún gesto idiota como lanzar una moneda al pozo, pueda hacer realidad un deseo y prolongar vidas innecesariamente. Todos tienen derecho a vivir y no puede un ser quitarle el aire y el espacio a otro con una mera superstición.
Alguien debe tener algo de cordura.
Soy un fango informe en el fondo de un pozo de agua cenagosa y podrida. Tan profunda que la pestilencia no llega al exterior. Se tatúa en las paredes.
Repto como un insecto para asomarme al mundo y deleitarme en llantos y zozobra. A veces es necesario aplastar la risa y la dicha.
En cada moneda conjurada por vosotros hay una huella de hipocresía, de una falsa inocencia forjada en el miedo a envejecer y empobrecerse.
La moneda es tan egoísta como los sentimientos que disfrazáis de generosidad. El egoísmo está muy lejos de parecer bondad.
No son tan bellos vuestros sentimientos, no son para nadie más que vosotros por mucho que lancéis las arras de la miseria cerrando los ojos como beatos que no piden nada para si.
Soy una sombra, soy un reptil, un anfibio, soy un virus y soy un asesino. Todo depende del deseo. Siento un asco infinito por el hombre rico que lanza una moneda para ser más rico. Y siento desprecio por el enfermo sin voluntad que se aferra a una sucia moneda para sanar. Y siento la estúpida sensiblería de los eternos enamorados.
Es una mala cosa esto de ser el guardián de los pozos de los deseos, tienes que escuchar constantemente lamentos y estúpidos e inmaduros deseos de prosperidad y salud. Alguno pide la muerte de alguien de vez en cuando, son los cobardes, los que se pudren entre la envidia y el odio y no son capaces de solucionar el problema, de erradicarlo. De matarlo, destrozarlo, desmembrarlo y comérselo.
Luego está el buenazo que sólo pide paz y armonía, pero miras sus ojos y todo es basura.
Los haces de las linternas horadan la oscuridad sin que llegue al fondo, la luz se queda a medio camino, el muro del pozo absorbe todo.
El bombero encargado de rescatar a la mujer, flota en un limbo oscuro...

― ¡Parad!, ya he llegado.― le dice a la radio.

Encuentra el cadáver y toca con la punta de los dedos la carótida.

― Está muerta, te lo aseguro.― le susurro hecho sombra.

Estoy íntimamente pegado a él. Cree que este susurro ha sido su respiración y aún así no puede evitar sentir el miedo. Y mira constantemente a un lado y a otro enfocando con la linterna.
El foco de luz se ha detenido en los restos de la cabeza que están pegados en la pared.

― La mujer está muerta.― comunica por radio.

Una camilla de rescate baja rozando las paredes, así colgada parece el esqueleto de una crisálida.

― Pide un deseo,.. tira una moneda y pide un deseo. ¡Ahora!― le susurro de nuevo.

Se gira con rapidez buscándome.

― Bajadla más deprisa, aquí hace frío.― miente por radio.

Tras unos largos minutos en los que colgado del arnés, asegura con dificultad el cadáver a la camilla, habla por la radio y pide que los suban.

― Tira una moneda.― he elevado tanto la voz y es tan gutural que los que jalan de las cuerdas, allá arriba, han preguntado por lo que su compañero ha dicho.

― Por el amor de Dios, tirad más deprisa.

― Una moneda…

No he podido vencer su miedo, a veces presiono demasiado; no he conseguido que tire una moneda. Es un bombero tacaño.
Se le escapa un gemido de terror cuando le atrapo la bota y tiro de él.

― Una moneda…

Los de arriba jalan con más fuerza de la cuerda y mis dedos resbalan por la superficie de la bota mojada.
Cuando el cadáver sale al exterior, el silencio se apodera del viejo castillo, los turistas observan a distancia el cadáver y al hombre que grita histérico. Al niño que no se mueve, pálido y demudado como su madre muerta.


Jesús no puede dormir, da vueltas en la cama, el sueño de su compañera es un rítmico rugido que no le permite perder la conciencia. No ayuda esa respiración profunda a borrar de su mente el cadáver que ha sacado esta mañana del pozo. Pero lo que desea olvidar de verdad, es la sensación de terror y peligro que había en la oscuridad de aquel pozo, la terrorífica presión de unos dedos agarrando su pie por unos segundos. Si tuviera una cruz la besaría, la mantendría en su puño.
Y sus ojos buscan entre las sombras del mobiliario y de las paredes algo que se mueva.
Hay algo en la vertical sus ojos, del techo pende una bolsa oscura, un bulto; algo de tres dimensiones que palpita. Intenta elevar el brazo hacia eso, pero el miedo es tan profundo... No puede moverse.
Ella no sueña, no es ella la que ha soltado esa risita infantil.
Cuando siente que su corazón está a punto de estallar, da un giro brusco hacia la izquierda y enciende la luz de la mesita.


― ¿Qué pasa Jesús? ― le pregunta ella sin haber despertado del todo.

Oír su voz ha sido un alivio, ha espantado al monstruo de su imaginación.

― Nada, sigue durmiendo.― le habla en voz baja mirando al techo blanco del que no cuelga nada.

Casi sonríe ante su infundado miedo y más tranquilo, apaga la luz.
En el último segundo, le ha parecido ver una sombra saliendo veloz de debajo de la cama para reptar por la pared como un inquieto y enorme insecto.
Piensa que está cansado, que la vista le ha jugado una mala pasada.
Y la risa otra vez.
Siente un deseo infantil de despertar a Sandra.
Recuesta la espalda de nuevo en el colchón y cuando mira al techo, el bulto está de nuevo ahí, pero no es un bulto. Está a escasos centímetros de su cara. Huele a podrido y siente el frío de una humedad pegajosa, su vejiga se afloja y la orina empapa las sábanas.
La escasa luz que se filtra por los resquicios de la ventana ilumina unas monedas rotas y clavadas en unas encías sangrantes. Una garra resbaladiza y fría le amordaza con rapidez la boca, las uñas se están hundiendo en sus mejillas, son cuchillas que violan la piel y la carne muy adentro, muy profundamente.

― Nadie cumple sus deseos en mi pozo. No puedes vivir. Deseaste salir de allí, lo deseaste con tanta fuerza que sentí náuseas. Y no me diste una moneda. No puedes vivir, Madre Naturaleza no quiere más ganadores. Ni morosos.

El monstruo del pozo volvió a reír como un niño travieso cuando apoyó su mano en el pecho de Jesús, encima del corazón; escarbó con las uñas la carne y le arrancó el corazón. Lo dejó al lado de la cabeza de Sandra.
Nadie pudo explicar qué clase de locura llevó a Sandra a cometer ese crimen. Ni ella misma lo recordaba. Tampoco hallaron razón alguna para que le metiera una moneda de 50 céntimos en la boca.


Sandra pasea por el jardín del sanatorio mental, han pasado nueve años desde aquella noche y su sangre es un cóctel de psicotrópicos. El viejo pozo está abierto y por él desciende una manguera de un camión cisterna de limpieza.
Desea salir de allí, de ese hospital, desea sentirse bien. Una moneda brilla en el suelo la coge, sube el escalón y apoya la cintura en el brocal; cerrando los ojos lanza la moneda al interior.
Un grito desgarrador que nace de la profundidad sube veloz hacia ella, cuando piensa que sus oídos van a estallar, siente que le arrancan el cuero cabelludo de un tirón. Ya es todo oscuridad y su cuerpo rebota mil veces contra la pared del pozo en una caída interminable.
La risa…



Iconoclasta

14 de marzo de 2007

Las mini-putas de Armani

El defensor del menor de Madrid dice que son como mini-putas.
A mí es es que me encantan estas noticias, me la ponen dura (no las niñas, claro, me la pone dura la inquisición y su rijosa sonrisa) y es tan inevitable que hable de ello como el que por quimioterapia a alguien se le caiga el pelo.

Yo digo que las podría considerar mini-putas si viera el anuncio sin más en la aduana de Bangkok, Cuba, Vietnam y algún país europeo del este.
A mí no me parecen putas, a mí no me ponen; pero parece que al defensor del menor le inspira la foto algo sexual. Se le nota en sus declaraciones como mortificado.
Si este país tuviera una conducta lógica, me atrevería a decir que pertenece al PP, pero como es un país que funciona con monedas, como una tragaperras, no estoy seguro de que no sea de Izquierda Unida o algún partido ecologista.
Como escribiría Shakespeare: "Algo huele a podrido en Dinamarca".
Es un provincianismo típico de los acomplejados países pobres que se las quieren dar de tener una elitista cultura europea. Una pena y un ridículo.
Menos mal, que el pobre Shin-Chan sólo enseña la polla en los dibujos, porque si le pintaran los labios, lo quemarían en la hoguera.
Los arribistas siempre a su carroña.
Mientras tanto, la publicidad va en alza; las empresas también saben como montárselo bien conociendo el funcionamiento sencillo y previsible de los más mortificados y tortuosos censores que no pueden "tolerar" nada.
El botellón sí, claro.

Y aquí la noticia del ABC:


Armani asegura que no había malicia en su anuncio infantil

14-3-2007 03:09:12

Aparentemente sorprendido por las críticas a su publicidad infantil en España, el Grupo Armani manifestó ayer que «nunca hubiésemos podido imaginar que se pudiese entrever malicia en aquella imagen». La gran multinacional de la moda añade que «por el estilo de nuestras campañas y la atención máxima que prestamos cuando aparecen menores de edad, nos sorprende de verdad y nos disgusta mucho que se haya podido dar cualquier otra interpretación». El Grupo Armani respondía a las críticas del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda sobre el anuncio en que aparecen dos niñas (una de rasgos orientales) ligeramente maquilladas, una de las cuales lleva un bikini y pantalón corto. Según Canalda, la fotografía «parece que fomenta el turismo sexual, y no se puede tolerar».

En su comunicado de ayer, la empresa afirma que la línea Armani Junior está destinada a niños de tres a doce años, «por lo que no se puede prescindir de imágenes de niños vestidos con las prendas que se anuncian». El texto precisa que el anuncio para el mercado español había sido planificado para su publicación un solo día, el 9 de marzo, en un único diario, con sede en Madrid.

Buen sexo.

Iconoclasta

5 de marzo de 2007

La cobardía no es una virtud homosexual

No son muchos los países que pueden vanagloriarse de tener un presidente de gobierno homosexual como lo tiene España; y es bueno. Tener a un presidente homosexual que ha cumplido sus programas electorales para su colectivo y simpatizantes, demuestra que somos un país de buen talante y liberal. Los derechos de los homosexuales se preservan a rajatabla y a los jueces de paz no se les permite alegar objeción de conciencia para formalizar un matrimonio homosexual.
Ni los homosexuales ni los heterosexuales se merecen un gobierno cobarde. Un gobierno con orientación homosexual no tiene porque intentar confundir al pueblo con sofismas sobre humanidad y generosidad cuando se han matado a sus familiares.
Que Zapatero sea homosexual no es un axioma para que sea cobarde.
Una vez cumplido su programa electoral, debería dedicarse a hacernos creer (a homosexuales y heterosexuales) que se esfuerzan por impartir justicia.
Y justicia no es encarcelar por dos meses a un hombre que ha intentado defender su propiedad y familia de ladrones y asesinos.
Justicia no es rebajar la condena a un asesino en serie que lleva 25 muertos, darle de comer en la cama, llenarle la boca con yogur haciendo el avión y por fin llevarlo cerquita de su casa para que sus mafiosos amigos lo puedan ver sin tener que gastar dinero en desplazamientos. El Juana es un asesino y a los asesinos se les mete en la celda a patadas, entre varios funcionarios.
Zapatero y su corte deberían confiar más en sus escoltas, en su sistema de seguridad personal y no tener tanto miedo de la mafia ETA.
Si los estadounidenses han sobrepasado los límites de la libertad asaltando países a su capricho; los españoles somos ahora un ejemplo de cobardía (un ejemplo casi intrascendente porque España no tiene peso específico para servir de modelo para ningún país). Pero los homosexuales españoles pueden ser discriminados en algún país por cobardía. Y eso es una putada.
Insisto en que ser homosexual no tiene nada que ver con ser cobarde o valiente, pero el gobierno elude responsabilidades o las pinta de rosa y se niega a castigar a un asesino. Crea cortinas de humo de carácter liberal y sociológico con debates (control de las tallas de ropa, el tamaño de los bocadillos y el consumo de tabaco) más propios del barrio de un pequeño pueblo que de un país.
La cobardía no es ética, ni liberal, ni humanitaria. La cobardía es una degeneración.
Y ahora nos queda esperar ver cómo ceban al Juana para que engorde de nuevo y me le hagan un monumento en algún pueblucho de mierda.
Y sigo pensando que ser homosexual, no es ser cobarde, sólo se da en Zapatero.
Buen sexo.

Iconoclasta

26 de febrero de 2007

Footing

¡Anda que no soy veloz!
No corro por deporte.

¡Hop! (salto atlético por encima del capó de un coche y frenazo del conductor).

No voy en elegante carrera porque llego tarde a una cita.
No corro para estar más fibrado.

¡Hop! (filigrana saltarina esquivando al camarero que coloca las sillas en la acera).

― ¡Idiota!

Siento un poco de vergüenza de que la gente se fije en mí admirando mi porte.

No corro con perfecta coordinación por miedo a alguien o a algo. No tengo miedo nunca.

¡Hop! (salto de longitud intentado salvar un tremendo charco de agua. No lo he conseguido por tan solo unos cuantos metros).

― ¡A ver si vamos con cuidado, imbécil!

Es la mujer del pantalón blanco, ahora salpicado de barro. No es cordial la gente en la ciudad.

Corro como una grácil gacela por el simple placer de sentir el viento en mi cara. Aunque tampoco estoy muy seguro de ello.

¡Hop! (salto vertical para superar la altura de un enano. Casi lo consigo; sólo le he pisado la cabeza).

Y no corro por ejercitar el corazón, ni por mejorar mi salud. El humo del cigarro que me cuelga de los labios no me deja respirar bien. Sé que fumar da cáncer y que produce esterilidad, a mí me da igual una cosa y otra, soy prácticamente de lo más degenerado conmigo mismo.


¡Hop! (al saltar por encima del cochecito de bebé, se me ha enganchado el pie en la madre y nos hemos caído los tres. Que gracia).

¿Y si corro por causar admiración? Soy la envidia de los sedentarios.
Lo que más me cuesta es torcer la boca en forma de sonrisa durante la carrera. Sonreír hace parecer al sonriente que es feliz con su sufrimiento, ergo no sufre. Pero padece como un cabrón, porque tengo el croisant dando bandazos en las tripas sin conseguir que baje.

¡Hop! (combinación de tres saltitos para driblar a la vieja con muletas que anda como una araña con sus cuatro patas, las otras cuatro las debe tener escondidas en su abdomen peludo. La vieja cae como caen las vallas en las pistas de atletismo).

Corro para… No lo sé, corro porque no acabo de estar a gusto en el mismo lugar que viví con ella, será que necesito cambiar de aires.

¡Hop! (salto sobre las flores del jardín de un parque, por lo menos son blandas).

― ¡Avisaré a la policía, gamberro!

Los jardineros deberían ser más tolerantes, su trabajo es hermoso. No todos tenemos la suerte de cuidar flores y árboles.

Corro como alma que lleva el diablo. Es romántico escapar del diablo, porque escapar de un dolor no es romántico, es cobarde.
Y ella me ha dejado.

¡Hop! (salto para tocar la rama de un frondoso árbol, no se de árboles, pero sus hojas de espina, me han hecho daño en los ojos, lo veo todo rojo. Por lo menos no me deslumbra el sol. Sólo quería tocar la rama con la mano, a veces no soy consciente de mi propia fortaleza).

Corro porque la quería por encima de todo y tengo el corazón tan contraído, tan encajado en las entrañas, que necesito moverme para que la sangre circule. Se me ha helado la sangre.
¿La sangre helada es como un trombo que sube a los pulmones? Porque siento que escupo sangre.

Corro a ciegas con los ojos sangrando. Y tal vez sea que en los labios tengo espinas clavadas, por lo menos, el hielo sangriento no ha llegado a un pulmón. Eso es un alivio, los trombos son malos.

¡Hop! (salto como la gallinita ciega, la gallinita que está hecha mierda por el dolor lacerante de que todo ha acabado. Tantos barrenderos y he tenido que pisar una botella rota; pero no duele, cuando duele el alma no duele ninguna parte del cuerpo por mucho que desees cambiar un dolor por otro).

¡Hop! (esta vez no salto, me limpio los ojos de sangre y saco los vidrios clavados en mis pies descalzos, me olvidé las zapatillas de correr. Soy un caso, ella me decía que un día me dejaría la cabeza olvidada. Pero ha sido ella la que se ha olvidado de mí. Hubiera preferido quedarme sin cabeza, sinceramente).

Corro para que se me cansen los pulmones, he gritado tanto su nombre, que no puedo seguir llamándola sin correr el grave riesgo de que me metan en un manicomio. Si uno corre por la calle, es que hace footing, nadie acaba en el manicomio por hacer footing.

¡Hop! (salto de contento porque allí está, es la casa de sus padres; le diré que no me chutaré nunca más, que duele mucho estar sin ella. Aunque me preocupa toda esa sangre que mana de mis pies, se deberían haber obturado los cortes con la porquería que se me ha pegado en las plantas).

Corro y la alcanzo, no es ella… Me duelen los ojos aunque no me sangran, cuesta un montón ver con claridad. Y grita esta mujer cuando la llamo “Angela” y le rozo suavemente el hombro para que se gire hacia mí. Grita tanto… Me va a estallar la cabeza.

Correr se ha convertido en una maldición, no quiero correr más, pero si me paro, si descanso, la soledad se avalanzará otra vez encima mío y sentiré como su peso me quita el aire de los pulmones y ni siquiera un chute de heroína me salvará de convertirme en un trozo de carne inerte.

¡Hop! (estoy tan cansado que me he caído al saltar el bordillo. Y se me escapa la risa, me he meado de tanto reír. Es gracioso lo caliente que sale la orina y lo rápida que se enfría cuando ha calado la ropa).

Corro porque no soporto esta quietud sin ella, la vida se ha convertido en una mortaja y correr tras ella, donde quiera que esté es demostrar que estoy vivo. Vivir… el corazón late a pesar de que el cerebro no está por la labor. Ojalá fuera más fácil morir.

¡Hop! El pequeño salto que doy, parece que me arranca la carne sajada de los pies, dan ganas de limpiarse con el sudario. Si me hacen otra jugada como esta, voy a poder participar en las olimpiadas del 2008; es absurdo correr, aunque no más incongruente que estar abandonado entre millones de seres.

Los coches han parado para dejar paso al hombre que hace footing, les debe parecer exótico que corra descalzo. Es la primera vez en lo que va de día que alguien ha sido amable cediendo el paso a un deportista.
Me gustaría tener la visión nítida y sonreírles con agradecimiento mirando sus ojos, pero rehúyen los míos. No sé que clase de espinas serían aquellas, pero me arden los ojos. No tanto como el corazón, es mucho más llevadera la ceguera que la soledad.

¡Hop! (el salto ha sido tan ridículo que no he saltado).

A nadie le importa ya que corra, no causo admiración; como mucho, asco. Y es porque estoy solo, porque me ha dejado, porque la he agotado hasta acabar con toda su capacidad de amor. Soy como un leproso que causa repugnancia y temor. Los abandonados somos gente infecciosa.
No soy capaz de seguir exhibiendo esta sonrisa, me está pulverizando las mandíbulas.

Me pica el brazo; ¡Joder! Mira que soy panoli, no me había acordado de sacarme la jeringuilla del brazo. La vena está fea que te cagas.
Es alucinante lo mucho que escuecen las lágrimas. Se dice que quien llora mucho, poco mea. Pues también es mentira, porque me pesan los pantalones una barbaridad. Si ahora diera un salto, no ganaría ni a la vieja de las muletas, los corredores han de pesar poco.

Estoy reventado, no puedo más, así que vomito aquí mismo, agachado. No es tan amarga la bilis como su abandono. Ni mucho menos.

¡Hop! (mientras acabo de vomitar mis cosas, el autobús parece hacer un triple salto mortal para pasar por encima mío, yo lo veo muy pesado, no creo que pueda conseguirlo; entiendo de estas cosas, entiendo de errores… quiero decir de saltos. Me voy a quedar quieto, para no confundirlo).

¡Hop! (un cuerpo roto da tumbos en la calzada)

Iconoclasta

21 de febrero de 2007

La foto de Dolce & Gabbana


Pues a mí la foto de Dolce & Gabbana no me molesta en absoluto. La encuentro sexual, excitante.Y no veo que la mujer esté gritando con miedo a que la violen. Yo diría que le gusta, que incluso está un poco aburrida de que sólo la sujete.
Yo a veces follo cogiéndo las muñecas, eso sí, luego si se tercia le pego una buena bofetada por guarra, cuando nadie me ve. Por eso soy tan odiado y nadie me habla ni estoy casado, ni tengo hijos, y soy asceta...
Si es que dais risa con vuestra moralina.
Todo esta falacia que se ha montado de que si promueve la violencia de género o es sexista, es una idiotez como otra cualquiera; quien piensa así es que su sexualidad es mucho más complicada y peligrosa del que ve simplemente una imagen chocante, excitante y provocadora.
Nada más.
Como ocurre en la vida, hay trepas; hay gente que vive de alimentarse del trabajo de otros y esto mismo es lo que ha pasado con este asunto de la polémica de la fotografía. Tal vez sienten envidia algunos de no poseer esos cuerpos de infarto. A mí me gusta el de la tía, es lamible...
La envidia es muy mala. Y los parásitos son los seres más envidiosos y menos trabajadores del planeta.
Es muy difícil que un idiota meapilas de estos censores y feministas acérrimas con ganas de escalar en la política y conseguir notoriedad, consigan hacerme ver fantasmas donde no hay.
Si lo que quieren es que todo el mundo sea puro y bueno, que hagan selección natural. Hitler lo hizo.
Pero que no adoctrinen a nadie con su mierda de ideas podridas que sólo pretenden el beneficio propio. En tiempos de la revolución industrial, no había esta publicidad y las mujeres eran peor tratadas, y la mierda se las comía y el hombre era más cabrón. Así que dejen paso a la imaginación y se comporten de forma más relajada. Hay cosas más importantes que una foto bien hecha.
Si no es por una cosa es por otra, siempre hay quien se encarga de joder al artista, y es igual que sea una empresa millonaria con ansia de lucro.
También lo son todos los políticos. Y el papa de Roma.
No me toquéis los huevos.
Idiotas...
Buen sexo.

Iconoclasta

10 de febrero de 2007

666 y la moralidad


El concepto de moral es sólo aplicable al comportamiento de los primates. Los dioses no formamos parte de ninguna moral.
De hecho la moralidad es un rasgo genético que Dios inculcó a los primates para que ocurrieran cosas que obligara al hombre a pedir su intercesión en algunos asuntos, digamos, comprometidos o difíciles.
Vamos, que Dios se aseguró el trabajo.
Los ángeles son morales y morales son los santos.
Yo no tengo moralidad ni inmoralidad; hago lo que quiero independientemente de la voluntad de Dios, del dolor de los ángeles, del dolor de los santos y el dolor de los primates, los humanos.
Y cuanto más terribles son mis actos a ojos morales, más me reafirmo como ser superior.
Me explicaré mejor.
¿Habéis oído hablar del Día de los Inocentes? ¿Creéis que Herodes el Grande, rey de la provinciana y mísera Judea, era malo? Aún resuenan los gritos de algunos bebés degollados en mi infierno. Están sufriendo, y él también al no poder oírlos. Tengo aislado a ese rey de pacotilla.
¿Y el pervertido Hitler, ese que en los desfiles apretaba fuertemente las nalgas al hacer su saludo maricón? Tenía que apretar los glúteos por la incontinencia que le provocaba un esfínter deshecho y desgarrado, que relajado, dejaba escapar sus heces por tantas sodomizaciones a las que se sometía por sus soldaditos, por sus generales.
Ese maricón no era malo.
Idia Amín, ese negro mono…
El porcino Franco, loco como una cabra porque la sífilis mal curada estaba pudriendo todo su sistema nervioso.
La nenaza loca de Nerón.
Calígula… Ese tarado se pinchaba con alfileres las glándulas lacrimales para que vieran como lloraba sangre.
Ninguno de ellos era malo.
Todos estos primates eran inmorales vistos desde vuestra perspectiva.
Malo soy yo porque no siento absolutamente nada cuando mato, destrozo y reviento cuerpos y almas.
Estos tiranillos, simplemente eran felices al matar. Sólo matando eran capaces de llegar al placer sexual. Son meros animales con los órganos sexuales directamente conectados a sus cerebros. Yo los he visto llorar de puro placer con las manos manchadas de semen evocando sus crímenes. Vi a Goëring con el pene del führer en la boca y por el suelo del despacho las fotos de primates judíos con los penes y los testículos arrancados con tenazas.
Todos esos maricas no eran malos, simplemente inmorales. No se les puede otorgar algo tan importante como la maldad.
Obtenían placer por ello, pero una vez se habían corrido, eran capaces de sentir afecto por los que les rodeaban.
Yo no.
Y no penséis en la Dama Oscura, ella es sólo una décima de segundo de mi existencia. Tal vez no viváis lo suficiente para ver como la abro en canal y saco una a una sus vísceras y las lamo. Pero ahora es su momento y apenas le quedan trazas humanas.
Ella es inmoral, porque disfruta con cada uno de mis actos. Ella es la más sangrienta de los primates, una joya en un pozo de inmundicias.
¿Veis lo que os digo? Ahora mismo ha abierto sus piernas llevada por el sonido de mi voz y me excita dejando que ese enorme perro lama su coño constantemente. Me mira fijamente y su cuerpo es todo un temblor de placer. El rosado pene del perro asoma goteando y gime a la vez que lame su vulva y sus ingles.
Hace unos segundos (25 años para vosotros) emergí de mi cueva al mundo como tantas otras veces hago cuando me da la gana. Paseé entre vosotros y ese día me llamó la atención el amor que las madres primates sienten por sus pequeños.
Yo conducía, y la madre cruzaba el paso de peatones con su hijo en el cochecito.
Aceleré y la golpeé lanzándola 10 metros adelante. Pasé por encima del cochecito y de su hijo, claro.
Frené, las ruedas del Aston estaban ensangrentadas. Saqué el cuerpo del bebé de entre el amasijo de tubos que era el cochecito; le había aplastado la cabeza, lo tenía cogido por el cuello, su pequeño cerebro caía lentamente desde la caja craneal. Sólo sentía curiosidad, era un muñeco roto.
Intenté sentir algo, pero sólo conseguí zarandearlo y con ello que sus minúsculas piernas tuvieran una contracción refleja y las encogió durante unos segundos.
Y gritó la madre, gritó lanzándose contra mí con uno de los brazos rotos y colgándole como si fuera de goma, el húmero partido salía al exterior sangrando. Sangraba por las orejas y la nariz.
Y me quitó de las manos a su hijo, me pegó puñetazos y patadas.
Le clavé mi cuchillo entre las costillas y lo hice correr, desde el costado siguiendo el intersticio de las dos costillas hasta llegar al pecho, y no soltó a su hijo ni por un momento a pesar de que la corté lentamente. De que el filo del cuchillo le estaba destrozando el pulmón izquierdo. Usaba un feo sujetador para la lactancia.
Luego le partí el cuello.
Los primates se habían agrupado en muchedumbre viendo la escena, parecían estar en trance, no se atrevían a acercarse. Era puro miedo.
El ulular de las sirenas se aproximaba. Y yo medité encendiendo un cigarro mirando los cuerpos muertos, intentando imaginar que sería sentir placer o zozobra.
Pero no sentía nada, era como dar una bocanada al puro, simplemente el vicio de hacerlo.
Ni siquiera la profunda mirada de terror de la madre al ver a su hijo destrozado consiguió emocionarme de ningún modo.
Me metí en el coche y me largué de allí, hacia otro lugar donde experimentar.
No os creáis que después de tanto tiempo que llevaba viviendo en el universo sentí de repente, en ese momento, el deseo de experimentar.
Siempre he tenido curiosidad por conocer, aunque fuera aproximadamente, la sensación de dolor de los primates. Su angustia.
Pero nada, está visto que ser Satanás tampoco es la polla, hay cosas que no se pueden sentir. No importa, me gusta como soy, no quisiera ser de otro modo.
Es más, me hice a mí mismo.
Durante días leí en los diarios lo ocurrido, mintieron en las noticias. No hablaron de asesinato, si no de accidente. Porque nadie podía explicar ni aceptar cómo la muchedumbre quedó petrificada viendo aquella escena.
Y yo no iba de monstruo, mi cuerpo es ancho y no soy demasiado alto. Vestía unos vaqueros negros y una camisa de cuadros beige, la llevaba por fuera del pantalón y abierta hasta medio pecho. Yo parecía un hombre de lo más vulgar. Bueno, la verdad es que mis brazos y espalda causan cierto respeto, pero no como para causar un shock ante mi visión.
Os juro que no hice trampas, que no invadí sus mentes. Se quedaron quietos como gacelas mirando desde una prudente distancia como el león devora a una de ellas.
Luego sintieron vergüenza de si mismos, a escala planetaria.
Pero yo no me sentí inmoral, ni mi pene estaba excitado. Incluso me distraía pensando en la primate de minifalda que ahogaba un grito llevándose una mano a la boca. Sentí deseos de apoyarla en el capó del Aston y meterle mi malvada polla, allí frente a la manada.
Mi Dama… miradla, se ha dado la vuelta y me enseña, abriendo las nalgas, lo dilatado de su ano.
Y el maldito San Bernardo sigue lamiéndola.
Quiero ser ese perro…
Emergí al cabo de unos segundos de mi cuerva. Pensé muchas cosas para seguir experimentando y al final me decanté por masacrar una guardería. Las guarderías son lo más sagrado de los primates. Entré en una llamada Nubes de Algodón, llamé a la puerta y me abrió una de las cuidadoras, la empujé adentro, cerré con la llave la cerradura y comencé la tarea que yo mismo me había impuesto.
Disparé a las siete cabezas de las cuidadoras.
E hice como Herodes en cada una de las 8 habitaciones que formaban la guardería. El suelo era de linóleo imitando la madera y las pareces tenían una ancha cenefa con dibuos de juguetes. Los altavoces emitían con un volumen discreto, canciones infantiles. Maté 77 niños, fue molesto porque cuando oyeron el tercer disparo que le entró por la nariz a una de las puericultoras, ya casi todos lloraban.
Un pequeño en pañales se escondía tras un silloncito infantil de plástico rojo, me hizo gracia esa ostentación de instinto de supervivencia. La bala reventó el sillón y su cuello.
Los que dormían la siesta se despertaron y tuve que esmerarme en matarlos, sin dejarme a ninguno; gasté 16 cargadores del 45. Los que aún no sabían andar fue coser y cantar matarlos, pero los que tenían a partir del año y pico de edad, me obligaron a apresurarme.
En menos de 15 minutos estaban todos muertos. Era arriesgado pisar el resbaladizo suelo ensangrentado, podía caer y ensuciarme la ropa. La sangre de primate huele muy mal.
Había sangre por todas las paredes porque había niños por todas partes; en un posterior repaso tuve que rematar a unos cuantos que aún lloraban.
Los vecinos en la calle, habían oído el sonido de los disparos y golpeaban furiosos la puerta cerrada de la entrada. Al fin, con la ayuda de los bomberos y la policía, consiguieron entrar en la guardería.
Las mujeres lloraban y vomitaban, los hombres también; no entiendo porque les pagan más si hacen lo mismo que ellas.
Yo estaba en el otro lado, mirándolos, observando los lamentos, a las madres y padres de rodillas en el sangriento suelo llorando a sus hijos. La policía no podía quitárselos de los brazos.
Mi polla estaba relajada, no sentía nada. Era un documental más lo que estaba viendo.
Incluso bostecé aburrido y una mujer policía me llamó la atención cuando al agacharse, dejó asomar el borde de su braguita por encima del cintura del pantalón.
Estuve a punto de arrancarla de su mundo y hacerla mujer feliz en el otro lado.
Así que cuando ya no soporté tanto grito y tanta lágrima me largué de allí. Estuve tentado de matarlos a todos y llevármelos al infierno; pero antes de irme llegaron ellos.
Jardiel, Lexies y Ezión, los ángeles se plantaron en el centro de la habitación más grande y elevaron sus voces en un triste cántico que intentaba infundir ánimo en los que sufrían.
Allí invisibles a los primates, los poderosos ángeles lanzaban sus voces potentes y las puntas de sus alas rozaban el suelo manchándose de sangre.
Estos seres alados son sobrecogedores, miden más de dos metros y medio y sus músculos son auténticas corazas. Pesan como el mercurio y sin embargo vuelan como halcones. Uno de ellos no tenía ni un solo cabello en la cabeza y el ademán de su tristeza me recordaba a los enfermos de leucemia.
Si no fuera por mí, no existirían imágenes de tanta belleza.
Ellos me miraban, pero no había odio, ni reproche; me miraban sintiéndose impotentes, preguntándome porque hice aquello, con unas miradas tan tristes y torturadas que a punto estuve de sentir algo en la boca del estómago.
Y tan intensas fueron sus miradas, que faltó muy poco para que conjurara a mis crueles y devoraran a esos querubines que el histriónico de Dios envió.
Esto es maldad, mi obra; todo lo demás son tonterías.
No soy como esos maricas que luego se masturban y dicen amar a los que les rodean. No hay asomo de placer en mis actos. Ni odio.
Es la asepsia del alma. Soy el vacío. Soy muerte y no dejo ni tristeza en mi camino.
Cuando llegué a mi húmeda y oscura cueva, emitían un capítulo de los Simpsons, me encendí un Partagás enorme, y con la mano en los cojones, me quedé mirando las aventuras de esos dibujos, rascándome distraídamente la polla.
Ya os contaré más cosas mías.
Y de ella, que aún está viva.
Siempre sangriento: 666

Iconoclasta