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3 de septiembre de 2005

Vidafaro



El viaje

Durante 16 años y 29 semanas estuve viajando por el hiperespacio hacia un planeta que en la Tierra bautizaron como Vidafaro, brillaba ténuemente en una galaxia lejana y oscura; el único brillo de aquel aglomerado de estrellas.
Por ello los astrónomos lo bautizaron así. A veces los científicos van de sensibles.
El ordenador me acompañó en ese solitario viaje; me transmitían noticias monótonas y aburridas. Al cabo de un breve tiempo ya había cerrado ese tipo de transmisión que no me importaba en absoluto y me dediqué a leer y pensar. Comer y dormir.

Me masturbaba cuando me apetecía gracias a Verónica, mi amante virtual formada por precisos isótopos de radio inerte. De una solidez táctil pero; indisimuladamente artificial. La verdad, sin ella me hubiera hecho las mismas pajas.
Practicaba ejercicios físicos rutinariamente y cuando era necesario dejaba brotar unas lágrimas de rabia; a veces uno se ha de desahogar sin que ningún psicólogo te examine.
Ese terciopelo negro festoneado de tachuelas es inmenso. Promete soledad y aislamiento de una magnitud colosal, cósmica, valga la redundancia.

También la música me acompañaba en mi camino a la muerte.
A los 6 años bauticé a la nave como Féretro Eterno y me meé por todas los rincones de la nave, cosa de la que me arrepentí en cuanto se calmó esa crisis de histeria.
De repente me encontré sin esperanza alguna de salir vivo de la nave. Llegué a temer que Vidafaro no existiera. Y antes que pasarme otros 16 años en la puta nave, me achicharro los sesos con mi electroplasma de cañón reducido.
Uno no cierra los ojos y se ve en el planeta de destino, la cosa no funciona así en el hiperespacio; una hora se convierte en una semana, la siguiente en meses, la siguiente en años y así en progresión geométrica hasta que llegas al punto de destino.
La mente sigue sujeta a la Tierra y no acepta la aberración temporal que es el hiperespacio, el atajo del tiempo.
El viaje por el hiperespacio es una atrocidad para la mente; un peaje demasiado caro.

A uno se le quitan las ganas de ser Dios en el oscuro e inlocalizable universo. Allí nadie te quiere ni te odia.
Es asepsia emocional.

Halcón XV, un telescopio-sonda de navegación intergaláctica, descubrió un planeta que podría contener vida. Los análisis espectrocromáticos de sus ondas electromagnéticas dieron un 89,95 % de probabilidades de vida orgánica; carbono y oxígeno como en la Tierra. Me ordenaron partir hacia Vidafaro, en Casiopea.
Salí de Barcelonamarenostrum Confederada a las 23:03 del 20/05/2625.

Por caprichos del tiempo y la mierda esa del infinito, la relatividad del tiempo y el hiperespacio; para mi mente los 16 años y pico fueron un cuarto de vida tirada a la basura; para mi cuerpo (físicamente) y para los habitantes de la Tierra, pasaron apenas 15 días desde mi salida a mi llegada a Vidafaro.

En Vidafaro

Cuando aterricé en Vidafaro, en una región de lomas bajas y gastadas, recubiertas de pequeños matorrales verdes desleídos y tonos marrones viejos y secos de tierra pelada, un sol tenue de mediodía mataba el poco relieve del terreno. Como en uno de esos días antipáticos en La Tierra en lo que todo es tan uniforme que dan ganas de sentarse en el sillón de casa con las persianas bajadas y aislarse de toda esa monotonía.
O sea, más de lo mismo.
No hay alegría tras un viaje de 16 años por el espacio. La frialdad se apodera del corazón y nos convierte en más cínicos y escépticos.

Tras unos análisis preliminares de la atmósfera me deshice de la escafandra y el equipo de respiración autónoma; un intenso olor a tierra y clorofila invadió mi pituitaria, el polen durante tanto tiempo olvidado me hizo estornudar y me tragué dos píldoras de antihistamínicos.
Lancé la sonda exploradora y esperé pacientemente los resultados definitivos, tumbado en el polvoriento suelo; era más cómoda la cama de mi camarote pero estaba hasta el asco de ella.

Entrecerré los ojos en un guiño al sol con las manos bajo la cabeza, absorbiendo el calor de la tierra que mis huesos necesitaban. Ese sol parecía hacer un recorrido similar al de la Tierra, pero no abrasaba, parecía un poco más lejano y respetar más mis ojos.

Pude observar extraños insectos, no se acercaban mí y eran notablemente más grandes que los terráqueos. Acojonaban aquellos bichos; muchos de ellos estaban recubiertos de piel y pelo. Como horribles mutaciones.
Lo más parecido a una mariposa pasó por delante de mis ojos para ir a posarse sobre un espinoso arbusto unos metros más allá. Oí un crujido extraño, continuo y cadencioso. Lo hacía la mariposa y me acerqué lentamente reptando por el suelo, se estaba alimentando de espinas, una boca de colosales e ilógicos dientes en ella roía las espinas con tanta hambre que se le escurrían finos hilos de baba.
Por un momento, nuestras miradas se cruzaron y nuestras pupilas, idénticas, se nos abrieron desmesuradamente. La oruga era rosada, con una piel semejante a la de un bebé. Cuando acerqué la mano para atraparla y examinarla lanzó un agudo grito femenino y escapó volando torpemente.
Sentí un escalofrío con aquel grito, con aquellos ojos tan humanos expresando sorpresa y temor.
Como los míos.

Me entraron ganas de meterme en la nave y cerrar la compuerta. Pero no sentí nada hostil a mi alrededor. Y esperé fumando. Me abrí la parte superior del traje y dejé que cayera para dejar el torso al aire. Tenía calor, el frío del viaje ya no existía.
La sonda regresó y los análisis biológicos de la atmósfera dieron negativo en agentes patógenos. Por eso me quité el equipo de respiración autónoma, porque lo supe por instinto, lo juro.

A unos 16 Km, hacia el sur, se hallaba una ciudad cuyos edificios eran las propias montañas o estaban construidos a imagen y semejanza de ellas; una autopista la cruzaba.
La forma física de los habitantes era antropomórfica y se cubrían el cuerpo con ropa.
Aparte de extraños vehículos y algún detalle de flora y fauna un tanto curioso, no había nada más revelador, como armamento o fuerzas armadas patrullando. Las fotos no eran de gran calidad, supongo que las condiciones de luz engañaron a los sensores de la cámara de la sonda y las imágenes no se reprodujeron lo nítidas que prometía el manual.
Cosa que tampoco era demasiado rara. Es la historia de siempre, te lo venden diciendo que es la hostia puta en definición y luego no aprecias un pijo si está más allá de 25 Km.

Una foto captó una aglomeración de 16 individuos ante unas puertas abiertas, formando cola. Tampoco es que fuera demasiado sugerente la vida en este lejano planeta.
Accioné el mando a distancia de la nave y la compuerta de la bodega bajó formando una rampa, ascendí por ella y me metí en el vehículo ultraterreno bautizado como Serpiente Verde, estaba articulado en el centro, disponía de 8 ruedas motrices y en los terrenos difíciles parecía reptar como una serpiente. Era de color verde.
En su interior disponía de toda clase de instrumentos y armas, había además, una pequeña cama; si fuera necesario podría pasar encerrado un año en él.

Tras todos esos años de viaje que pasé (o lo que le parecía a mi mente y a mi cuerpo engañado por ella), me encontraba excesivamente tranquilo y sereno. Tenía la certeza total de que en este lugar no había peligro alguno. Aunque no sé si era el producto de mis deseos de ver a alguien; de sentir otra voz o de mirar unos ojos que no fueran los míos.
O los de un insecto.
El motor nuclear comenzó a silbar en cuanto tecleé la contraseña en el ordenador y los 1200 CV de potencia se repartieron entre las ruedas.
Bajé el vehículo a tierra, cerré los accesos a la nave y accioné el escudo energético que protegería la nave de agresiones y robos.

Me dirigí rumbo sur con una grata sensación de optimismo e ilusión. Pero sólo era una momentánea euforia, yo no sentía una mierda de emoción.
Las ruedas trituraban las piedras más grandes y unas líneas paralelas se dibujaban en el terreno con el avance del vehículo; lo veía a través de la cámara trasera del Serpiente. Eran las únicas de aquel páramo.
Unos microaspiradores recogían muestras de polvo y rocas para su análisis en continuo con el espectómetro de masas de a bordo. Con ello se descubriría oro o materiales preciosos.
Si el resultado fuera positivo, el equipo informático lanzaría un mensaje a la Tierra para proceder a la invasión y colonización de Vidafaro y explotar después todos los recursos metalíferos del planeta.
Pertenezco al departamento Demoliciones y Prospecciones Planetarias.
Si durante el recorrido hacia la ciudad, el espectómetro lanzara el mensaje de aviso de metales preciosos hallados, cuando llegue allá, detonaré 8 cargas nucleares de hidrógeno para crear la destrucción, la muerte y el caos. No importa demasiado el orden porque todo va demasiado comprimido.
Mi vehículo me dará cobijo y durante 3 días veré morir seres desde el interior; tranquilo y seguro.

Al cuarto día detonaré una carga de helio ultralicuado que congelará los movimientos orbitales de los isótopos radiactivos. Y por último, durante dos horas, los cañones del Serpiente Verde lanzarán bombas de explosivo convencional que romperán las partículas congeladas. Según los cálculos de la sonda, los 658679 habitantes de esta ciudad perecerán así: las tres cuartas partes durante la explosión de las 8 bombas nucleares. El resto perecerá ardiendo en combustión espontánea debido a las altas dosis de rayos gamma que se producirá en su entorno.
Y sin duda alguna, sus muertes serán conocidas por sus congéneres evitando así una larga y costosa guerra entre los dos planetas. No hay nada más efectivo que ser despiadado y provocar una masacre para que un país o planeta se rinda a los deseos de otro.

Barcelonamarenostrum Confederada duda mucho de que un planeta inexplorado y que no ha hecho toma de contacto con La Tierra pueda considerarse tecnológicamente adelantado a nosotros. Es por ello que dan por supuesto que someterán a los seres que pueblan el planeta.
A mí me da igual, tan solo quiero acabar mi trabajo e irme.

Mi trabajo no me acaba de gustar ni de desagradar; lo hago porque me enseñaron, sin ilusiones ni odio. Hubo un tiempo en que había muy poca gente como yo. Abundaba la gente que no podía dañar sin un buen motivo o sin estar psicóticos perdidos pero; sobre el año 2100, la enzima transgénica de un nuevo tipo de tomate fue mutando el cerebro de la humanidad y se anularon ciertas capacidades emotivas como la compasión hacia el prójimo y el remordimiento. Los hay que aún coservan su cerebro ileso, o mejor dicho, que no han sufrido ningún tipo de mutación. La verdad, yo no creo tener compasión y remordimientos porque a veces (demasiadas) desearía arrancar la cabeza de algunos de mis congéneres.
En las escuelas se encargan de ejercitar nuestras mentes para sacar el máximo provecho de esta ausencia de escrúpulos.

Casi sin darme cuenta entré en la ciudad, me costaba distinguir esas construcciones integradas en el paisaje, una avenida ancha, demasiado ancha para el tráfico que allí había se extendía hasta el horizonte quebrado por impresionantes montañas pobladas de árboles altos y frondosos.
Un letrero elevado sobre el firme indicaba algo en una grafía formada por rayas quebradas y poliedros.
Varios automóviles me sobrepasaron y las manos de los conductores me saludaban.
Las gentes se detenían en las aceras para observar el Serpiente Verde; curiosas y asombradas pero gratamente sorprendidas. Otros sonreían con naturalidad. No había temor ni desconfianza en su actitud.

El espectómetro no había encontrado aún metales preciosos.
En la pistolera de mi pantalón coloqué un mini-cañón de Constantin. Lanza miniobuses que al entrar en el organismo, explotan 3 veces a tal velocidad que parece una sola detonación. Hace tiempo practiqué con él en una granja de cerdos que se criaban para pruebas balísticas. Del cerdo no se pudo aprovechar nada. Nunca causa heridos, tácticamente es un error pero; como autodefensa es infalible.

Aquellos seres me miraban con sus extraños ojos curiosos, sin miedo. Algunos sonreían, como si vieran en mí a un turista, como si estuvieran de vuelta o acostumbrados a encontrar seres ajenos a su planeta.
Me acerqué a la acera, o al menos a la zona lisa donde la carretera cambiaba de color negro a gris y me apeé del vehículo. La clorofila seguía invadiendo el ambiente con su olor.
Los vehículos no dejaban ningún tipo de olor en el aire.

Los vidafarenses eran del mismo rango de estatura que los terráqueos, su tono de piel era amarillento y sus cuerpos no tenían una importante masa muscular, los habían gordos y flacos. Vestían simples pantalones cortos que subían cinco dedos por encima de lo que nosotros tenemos el ombligo. Sus pies macizos no tenían dedos; auque por la forma, en otro tiempo los tuvieron. Ahora era un solo bloque de carne.
Sus sonrisas dejaban entrever unos dientes de color verde. De un intenso verde esmeralda.
Sus cabezas eran lisas como bolas de billar, sin pelo; al igual que en sus cuerpos donde no había rastro alguno de vello.

Una sonrisa de un vidafarense me llevó a preguntarme si esos dientes serían realmente piedras preciosas; imaginé que si aplastaba a uno bajo las ruedas del serpiente, sladría de la duda al instante.
Si fueran esmeraldas, no imagino la forma en que los de Barcelonamarenostrum Confederada intentarán hacerse con ellos. Aunque sí lo imagino: sus dientes serán arrancados de sus cadáveres calcinados. Calcinados en vida si es preciso.
Ojalá no supiera estas cosas y poder así alegar ignorancia cuando todos mueran. Aunque tampoco me preocupa mucho, es sólo una pequeña huella de cargo de conciencia heredada de viejos cerebros no mutados, una sombra de sentimiento.
Las mujeres eran obvias por sus pechos ostentosamente enhiestos. Sus pezones eran desproporcionadamente grandes y de un rojo intenso.

El contacto con los vidafarenses

Cuando le estaba dando un repaso a una de aquellas mujeres, se me puso dura y me sentí incómodo.
Un vidafarense se acercó hacia mí con un andar tranquilo y afable, sonriendo y exhibiendo sus verdes piños.

-¿Dónde puedo conseguir agua? -le pregunté apenas se acercó a mí.

Lo único universal para la vida orgánica es el agua. Esa tontería de las matemáticas como lenguaje universal, me la pela.
“¿La raíz cuadrada de 81?”, no me veo preguntando semejante idiotez.
Aquel sujeto me miró con atención y parpadeó verticalmente; movió sus labios y habló un galimatías indescifrable. Como mucho, fueron unos 6 segundos lo que tardó mi cerebro en entender el significado de aquello. Fue un entendimiento ajeno a mí; como una frecuencia clarificadora oculta entre aquellos sonidos vocalizados. Subtítulos en español.
Aquella especie de invasión en mi mente me preocupó, me causó cierta desconfianza, cierta intranquilidad.

- Imagino que por agua entiendes un líquido para saciar la sed, aquí le llamamos treidia y tenemos fuentes. Sé bienvenido, extranjero. Mi nombre es Loster.- eso fue lo que entendí de aquel ser.

Loster sonrió y me abrazó.
Había un tacto cálido en aquel ser. El abrazo me produjo bienestar, me hizo sentir cómodo, bienvenido.
Lo seguí y entramos en una de aquellas montañas a través de una de las cientos de puertas que se hallaban disimuladas entre la vegetación, una vez cerca de ellas se hacían bastante patentes, cada una de ellas tenía un cartelito.
Accedimos a un túnel iluminado de unos 50 m. de largo, las paredes lucían carteles publicitarios.
Loster emitió una sonrisa que parecía una tos asmática.
A los pocos segundos entendí:

-Ya no saben que anunciar. -y seguí su dedo para fijarme en la foto de una mujer que mostraba en sus pechos unos cubrepezones y en su cara una mueca de placer obsceno.

Loster me explicó que eran parches masturbatorios; por lo visto las mujeres tienen un fibrado núcleo nervioso en los pezones, que al ser acariciados se transforman en enormes clítoris. Por lo visto, un vidafarense tuvo la brillante idea de encargarse de suministrar instrumentos de placer a las mujeres de aquella colonia.
Me excité con aquella imagen de esa hembra caliente.

-Calentorro... -entendí que me decía Loster con complicidad.

Loster provocó en mí una inusitada simpatía hacia los vidafarenses. Reí dándole una palmada en el hombro. No recuerdo haber hecho una cosa así con anterioridad.

Salimos del túnel para desembocar en una colosal plaza rodeada de edificios de 3 o 4 pisos de altura que no sobrepasalían por encima de las montañas. Calculé que el diámetro de la plaza debía de rondar los 10 Kms de diámetro, apenas eran visibles los edificios más lejanos en el horizonte. Había gente paseando, familias, parejas, solitarios…
Los niños chillaban al jugar como en cualquier otra parte de la Tierra; varios de ellos dejaron de jugar para abrazarse unos segundos a mí, algunos a las rodillas. Me sentí profundamente turbado.
Y pensé en el holocausto nuclear que podría crear. Tuve la certeza en aquel instante de que no lo haría.
Me condujo hacia una zona de juegos infantiles donde se encontraba una fuente de treidia refrigerada.

-Tu agua. -Loster accionó un pulsador y manó un chorro de un increíble color verde, aquel líquido parecía tener una densidad similar a la del agua.

- Treidia. -dije yo.

Loster sonrió y en el momento que me incliné sobre la fuente, me dejó solo mezclándose entre la gente. Bebí aquella agua verde con sed, tenía un ligero sabor a menta. Sacié mi sed y temí que mis dientes se hubieran teñido de color verde.
Pero no me importaba gran cosa. No soy delicado.

Un grupo de niños estaban jugando a pasarse de unos a otros una bola en apariencia metálica, pequeña y pesada.
Uno de ellos, en el instante de atraparla, sufrió un sobresalto y se le escapó la saliva de la boca. Sus compañeros reían a carcajadas y él exhibía sus dientes que habían virado al color rosa.
Reí con ellos sin poder contenerme.
El renacuajo de dientes rosados decía con la boca apretada:

- ¡La madre que os parió, cabrones!

Saber lo que decían aquellos enanos y ver a sus padres reír divertidos provocó en mí un feliz ataque de hilaridad. Me tuve que secar las lágrimas con las mangas de mi traje.

Euni, mujer bolcariana

Otro vidafarense me dio la bienvenida, sin mediar más palabra ni preguntar. Sabía de mi reciente llegada y me sentí bien.
Una pareja cogidos por la cintura, atrajeron mi atención. Bueno, mi atención la captó ella; tenía un culo respingón y bien formado, sus pechos eran firmes y opulentos, y cuando la pareja pasó ante mí y admiré de cerca a la mujer, sentí tal excitación que metí la mano en el bolsillo del pantalón y me toqué el pene excitado.
Se acercaron a un crío que trazaba símbolos y dibujos infantiles en el suelo con una especie de puntero láser. Le acariciaron la cabeza cariñosamente.

- Vamos a por eskelibol.

El niño apenas les hizo caso.
Se cogieron de la mano y siguieron caminando.
El hombre, de repente cayó desmadejado al suelo.
La mujer quedó paralizada a su lado, parpadeaba verticalmente y unas lágrimas negras se deslizaban por su rostro. Miraba a sus congéneres y éstos la miraban sin mover un solo músculo. Contenían una pena.

Lloraba de tal forma que mi puto corazón se encogió de pena.
Y me acerqué a ella, me arrodillé junto al hombre y lo toqué. Estaba frío como el hielo. Retiré asustado la mano de su cuerpo.
Me puse en pie y brotaron lágrimas de mis ojos.
Ella se acercó a mí, me desabrochó la parte superior del traje para que desnudara mi torso.
Y quedé con el torso desnudo.

El silencio flotaba como una nube en la plaza, nos miraban, nadie se movía. Un crío pequeño gritó y rompió por unos la atmósfera dando un nuevo impulso al corazón pausado.
Luego nada, silencio otra vez.
Todos aquellos ojos, lejos de ser opresivos, me dieron apoyo ante aquella extraña situación.

La mujer se abrazó a mi pecho, sus senos se aplastaron contra mí. Me estaba matando de amor, me inundaba un torrente cálido las entrañas. No sabía que estaba ocurriendo. Llegué a querer morir sólo por secar aquellas negras lágrimas de los ojos de la mujer; porque dejara de llorar.
Me estaba volviendo loco de amor, mi mente insensible luchaba contra la emoción y a la vez se mecía en aquella droga que era un mundo inexplorado por mí.
Y sin pretenderlo la estreché con fuerza. Besé su cabeza y sus mejillas.

-¿Me quieres amar?- preguntó casi suplicante. -¿Prometes amarme aún que estoy viva, hasta que muera?... Mi vida, dime que sí.

Y dije que sí. Y la abracé con más fuerza. Me separó dulcemente a pesar mío.
Me cogió de la mano.
La gente rompió el silencio y reemprendieron sus actividades. Algunos nos felicitaban.

Dos hombres metieron el cadáver en una bolsa, entraron con ella través de una puerta negra con un círculo pintado en cuyo interior una raya cruzaba la cabeza silueteada de un vidafarense. Aquello era escesivamente obvio.

El pequeño corrió hacia nosotros, ella lo elevó para que lo cogiera entre mis brazos. Lo abracé, besé su pequeña cabeza; su cuerpo era menudo y cálido. Durante un micro-segundo mi corazón se detuvo.

-Es Jormen, nuestro hijo.

Yo sólo me dejaba llevar por todo aquello, todas aquellas sensaciones me estaban atrapando. Había allí amor en estado puro. Por alguna razón, mi mente me llevó a seguir esa cadena de sucesos, a integrarme en aquello.

-¿Cuál es tu nombre?

-Euni.

-Yo soy Néstor.

-Ahora debes amarme, Néstor; no dejes que muera sin amor.
Aquellas palabras me llenaron de temor, de pena. Había un triste final en ellas. La intuición de una tragedia.

-Si muero antes que tú, cuidarás de Jormen. Tú no morirás antes si estás sano, es casi seguro. Si muere Jormen, me consolarás para que no me muera de pena, me amarás hasta que tus ojos me supliquen que no muera. Y me darás otro hijo. Si muero deberás buscar a otra mujer y no llorar mi muerte durante más de dos horas. Si lloras mi muerte más de dos horas delante de ellos te matarán porque no pueden soportar el dolor tanto tiempo; no podemos. Morirían con tu pena. Uno de ellos convertirá su cariño en odio y te matará; lo hará para salvar al resto de la colonia. Para evitar sufrimiento.

Y pegó sus labios a los míos, su lengua increíblemente fina se hundió en mi boca asombrada y mi mente comenzó a desearla. Mis brazos sobreentrenados la apretaban fuertemente y noté que era feliz.
Hice feliz a aquella mujer que lloró negras lágrimas. Y yo me sentí amado. Me sentí tan querido que comencé a odiar mi pasado reciente.
Lamenté en ese mismo instante haber perdido 40 años de vida por no conocer este amor. Este nuevo sentimiento profundo y placentero.

-¿Cuál era su nombre?, el de tu hombre.

-Lorton, lo he amado durante 15 años. Y ahora te amo a ti, Néstor.

Había en aquellas palabras una sinceridad brusca que huía de la inocencia y puerilidad. Euni hablaba con una entereza extraordinaria a pesar de que un líquido negro amenazaba con rebosar de sus ojos.
Cogió mi mano y nos dirigimos hacia uno de los edificios que nos rodeaban, nos acercamos a una puerta blanca; las puertas eran una completa bacanal de colores. Abrió la puerta de una forma natural, sin llamar.

-Vamos a pedir comida.

Accedimos a una sala en la que tan sólo había un mostrador y un par de sillas alrededor de una pequeña mesa.

-Buenas tardes, soy Euni y necesito gorsna y treidia azul.
Habló aproximándose a lo que sin duda era un micrófono, una varilla cromada rematada con una pequeña bola blanca y pulida, pendía del techo.

No pasó mucho tiempo cuando apareció un vidafarense con una bolsa dorada en una mano y una botella azul en la otra.
Se las entregó a Euni y ésta acarició su mano brevemente. Me explicó que era el saludo habitual entre los amigos y conocidos de Bolcar, el nombre de este planeta al que conocía como Vidafaro. Acaricié la mano del bolcariano, su torso, y esa sensación de calidez me volvió a invadir. Cuando el hombre me devolvió el saludo me sentí bien.
Salimos al exterior y la noche avanzó de forma vertiginosa, potentes luces se encendieron para dar una claridad asombrosa a la ciudad; dos lunas amarillas se movieron veloces hasta ubicarse en el cenit.
Y cogí la mano de Euni con el corazón contrito por el vértigo de ese acelerado movimiento planetario.
Parecía el apocalipsis.

Yo era frío, cínico... Y ahora se encoge mi alma por la vida de este lugar.
Solo pensar en mi misión siento náuseas.
El contacto con estos seres me está trastornando.
Euni coge mis sienes y me lleva hasta su boca. Su lengua estrecha e inquieta me invade, me lleva a ningún lugar y floto abandonado en su cueva húmeda.
Vuelvo a sentir sus duros pezones en mi pecho y a medida que se estrecha más a mí, se contraen con más fuerza.
Me habla, me instruye.

- Néstor, morimos sin previo aviso, no envejecemos demasiado. Nacemos sin esperanza de saber durante cuantos años viviremos, no miramos más allá de lo que tenemos y no dejamos de desear. La tristeza está prohibida, nadie quiere morir llorando. Un día estaré a tu lado y moriré sin previo aviso, sólo sabrás de mi muerte cuando me veas inmóvil y fría. Son muy pocos segundos lo que tardamos en morir. No hay despedidas.
Recuerda lo que te dije, mi vida; que no te maten por lo que para nosotros es un exceso de tristeza. No mueras, busca a otra mujer y ámala como yo te he amado. Como te amo.

-Euni, por favor...

Un sonido de dolor puro, como llanto de ballena silenció la ruidosa noche de la ciudad.
Una madre sostenía en un ademán inconsolable a su pequeño hijo entre los brazos. Inerte, muerto.
Era el crío que jugaba con la pelota metálica, el que recibió la descarga divertido; con el que algunos reímos hace apenas una hora.
Euni se abrazó a mí y me besó profundamente. Yo lloraba, aquel llanto atroz de la madre atravesó mi médula y me retorcía por dentro.
Euni me forzaba a mirar sólo sus ojos, otra vez húmedos con la negra línea que formaban las lágrimas que se acumulaban en ellos.
Un rimmel de dolor enmarcando unos ojos felinos y preciosos de un saturado color ocre.
Acudió el compañero de la mujer y cogió al crío, lo abrazó durante una triste eternidad y lo dejó después en el suelo. La pareja marchó abatida hacia una de aquellas puertas. Iban de la mano y las manos apretadas con profunda desesperación.
Los de la funeraria acudieron con su tristeza, sin mirar a nadie; recogieron el cadáver y se dirigieron otra vez a la puerta negra.

El murmullo general volvió a elevarse y risas y gritos resucitaron la ciudad, o este enorme barrio.
Recogimos a Jormen que se resistió a dejar de jugar, caminaba delante de nosotros enfurruñado y mascullando tacos.
Euni sonreía divertida y yo me moría por besarla.

Sexo bolcariano

Accedimos por una puerta a un bloque de pisos con forma de media luna, adaptado al contorno de la fachada exterior; a través de los ventanales del edificio se podía ver la carretera exterior. La vegetación, las supuestas montañas que vi desde el exterior eran un efecto mimético asombroso. No había vegetación alguna en la fachada.
Pude observar a través de uno de los ventanales, unos metros a mi izquierda al Serpiente Verde causando curiosidad en un grupo de bolcarianos.

Los materiales de las construcciones se basaban en mármoles y metales cromados de diversos tonos. Apenas se utilizaba pintura en paredes y techos.
Un conjunto de sonidos sin armonía para mí, provocaban un balanceo acompasado en las caderas en Euni y Jormen. Me di cuenta de que el interior de sus pabellones auditivos estaba cerrado de una membrana translúcida; tuve la impresión de que no llegaría a disfrutar de la música bolcariana.

Subimos por una rampa al piso superior y Euni sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño mando a distancia con el que abrió la puerta frente a la que nos detuvimos.
Por la tenue luz de las lunas que se filtraba por una gran ventana pude apreciar un salón de unos 9 o 10 metros de ancho, cuadrado. Un gran tresillo blanco y dos butacas, una mesa en forma de rombo y cuatro sillas era lo único que había en el salón. No habían estanterías, ni adornos, ni cuadros en las paredes. Sólo unos paneles electrónicos empotrados lucían símbolos cambiantes de color azul.

Euni pulsó de nuevo el mando y las paredes se iluminaron, se tornaron translúcidas y emitieron un tono de luz amarillento, cálido.
Euni y Jormen me desnudaron.
Rieron al verme, les hacía gracia mi vello corporal. Jormen cogió mi pene y lo comparó con el suyo más pequeño y oscuro, casi negro. Lo que contrastaba mucho con su piel amarillenta.
Euni sonrió y me lo cogió también para examinarlo.
Me sentía bien, no sentía vergüenza y sonreía con ellos.
Y me sobrevino una erección. Euni tragó saliva y entendió.

-No lo puedo controlar Euni.

-Ya lo controlaré yo más tarde, Néstor.

Cenamos; la gorsna resultó ser una especie de planta carnosa, me recordaba la carne de cerdo. La treidia azul era un licor que llegó a marearme, apenas ardía en la garganta pero en el interior, parecía expandirse por todas las terminaciones nerviosas.
Jormen, tras cenar, se sentó en el tresillo frente al televisor mural; decían algo cómico a juzgar por las risas del chico. No era capaz de comprender las palabras que emitían los altavoces.
Me sentí de repente muy cansado y sin hablar me senté allí, al lado de Jormen; entre el sopor en el que me sumí, pude ver imágenes del Serpiente Verde en la pantalla, pero no importaba, me sentía muy cansado. Se me cerraron los ojos en algún momento.
Sentí la mano de Euni en la mía.

-Te amo, Euni. No me dejes solo aquí.

Y besó mis párpados cerrados.
No sé cuanto tiempo estuve dormido. Me despertó agitando mis hombros suavemente. Admiré su cara y las dos lunas a través de la ventana; por segunda vez sentí años perdidos, años sin conocer aquel sentimiento. Esta paz.
Una melancólica sensación de haber malgastado vida.
Jormen dormía en alguna habitación, roncaba; me puse las manos la mejilla con las palmas enfrentadas e imité los ronquidos de Jormen.
Se nos escapó la risa.

Bajó su pantalón frente a mí y aprecié su sexo. La vagina nacía en el pubis y subía hasta mitad del vientre.
Lejos de extrañarme me excitó.
Se sentó en mis rodillas acomodando mi pene bajo su muslo.

-Néstor, las mamas, chúpalas con fuerza. Succiona, mi vida.

Comencé a lamer sus pezones, se contrajeron rápidamente haciéndose duros y firmes; una red de finas venas azuladas radiaba desde las aureolas, se hicieron patentes con lentitud, a través de la piel.

Euni parecía estar en estado de shock, respiraba rápida y entrecortadamente dejando los ojos en blanco; de su boca manaba una saliva espesa que se escurría por la barbilla. Sudaba; y esa humedad la tornó más sensual.
Aferró con una mano mi nuca y me aplastó la boca contra su pecho izquierdo con una fuerza insólita, me costaba esfuerzo respirar. Abrí la boca para acaparar el pezón abarcando la aureola y succioné con fuerza. Euni rogaba que lo hiciera con más fuerza entre roncos gemidos.

Hice presión con los dientes y respondió con un grito contenido, se masajeaba el pezón libre con la otra mano. Temía hacerle daño y en respuesta a mi atenuación en la caricia, aprisionó mis dedos con los suyos con tal fuerza que sentí pánico a herirla y quise apartar la mano, pero ella la retuvo allí con firmeza.
Se agitaba descontralada de placer en mis piernas y mi pene se agitaba ya duro y entumecido con sus espasmos. De sus pechos comenzó a manar un líquido dulce y denso que discurría por su vientre y empapaba los labios vaginales, regándolos.

Sus manos abandonaron pechos y manos y bajaron arrastrándose por el vientre hacia el que coño que estaba ansiando. Abrió los labios mayores y un clítoris largo y fino quedó al descubierto, pulsaba entre los pliegues; se incorporó para sentarse ahora a mi lado, sus dedos subían y bajaban por el vientre conduciendo aquel líquido a la vagina.
Su coño se mantenía abierto, carnoso y húmedo.

Me arrodillé ante ella, ante sus piernas abiertas. Y tensó la vagina abriéndola con las dos manos y el clítoris se puso erecto y duro; lo lamí, lo succioné. Besé su coño entero, lo mordí y lo pellizqué.
Euni parecía llorar, pero su lengua se movía entre los dientes esmeralda con lujuria, paladeando el placer. Yo lamía como un perro desde su coño hasta su vientre totalmente abandonado al placer y a sentir sus continuas contracciones de placer; sus pezones seguían derramando aquel líquido lubricante que tanto me excitaba. Sentía que la polla me iba a reventar.
Del interior de la vagina brotó un esperma acuoso, desleído.
Me mostró lo que debía hacer ahora.

Mojó la mano entre los pezones y se la introdujo en la vagina, entera. Hasta la muñeca.
Aquello me hizo enloquecer, ella movía frenética la cabeza al ritmo de la mano que entraba y salía de aquella profundidad de placer. Yo sujetaba mi pene fírmemente, me cogía los cojones para no correrme allí, ante ella.
Retiré su mano con violencia y me apoyé en el respaldo del sofá, estiré mis piernas y me clavé a ella verticalmente, Me hundí literalmente en ella. Su coño se adaptó a mi pene presionándolo, lo necesearo para que me pudiera mover dentro de ella.

El glande se empapó en aquel pozo líquido y caliente.
Emitía grititos que me hacían temer que Jormen despertara, ahora pellizcaba con brutalidad los pezones y el lubricante llegaba más abundante a nuestros sexos unidos.
Yo no pude más y dejé correr mi semen en su interior, contrayendo todos mis músculos por un orgasmo intenso de placer atrasado, acumulado a lo largo de los años. No sabía si había hecho lo correcto.

Euni se puso rígida, su cara se congestionó y dejó de respirar. Sus verticales párpados se cerraron y los besé. Sus pies golpeaban el suelo y sus pezones se congetionaron de sangre, se amorataron, se secaron y se mantuvieron duros y erectos.
Nuevamente me llevó a succionarlos, ahora suavemente; su respiración recuperaba la normalidad y los músculos se relajaban. Los labios le temblaban ligeramente y los acaricié con los dedos mientras alternaba la caricia bucal entre los dos pezones.

Me retiró atrás, se recostó y desesperzó como una gata, poniéndose en pie. Me senté de nuevo y quiso cobijarse entre mis brazos, recostada en mi pecho y rodeando mi cuello, clavó la mirada en las lunas.
Y en algún momento me dormí susurrándole al oído todo el amor que sentía.

Me desperté encima de un colchón que levitaba a 25 centímetros del suelo. Tenía apenas 3 centímetros de grosor y me sentía totalmente relajado.
Me dolían las mandíbulas por el ejercicio de succión en los pechos de Euni y la polla volvía a estar dura (esto último no era una influencia bolcariana)
Cuando me atreví a alzar la mirada hacia la luz, me encontré un primer plano del rostro de Jormen.

-Buenos días, Néstor.- me dijo.

-Buenos días, Jormen.
Euni debió escucharnos y vino corriendo a la habitación, se acostó a mi lado y me apresó las piernas con las suyas. Nos besamos abrazados.

-Buenos días, amado terráqueo.

Jormen reía feliz.
Euni me cogió el pene.

-¿Qué haré contigo? ¿Cómo controlar esto?-. dijo traviesa, sacando la lengua por entre sus finos labios, una lengua por la que me moría por cruzarla con la mía.

En Bolcar el tiempo se medía en horas de 40 minutos y los minutos tenían 100 segundos; no tiene importancia, uno se acostumbra. La cadencia de las comidas es parecida a la terráquea.
No había dinero, por lo visto cada cual hacía lo que deseaba. Había individuos que deseaban construir, otros enseñar, curar, trabajar el campo, limpiar…
Euni me explicó que a ella le gusta especialmente enseñar. Dedica medio día a la enseñanza de los niños.

- ¿Pero... y todos esos vehículos, los enseres que tenéis en las casas, las calles? ¿Cómo lo mantenéis?- yo no lo entendía.

- Néstor, cada cual nace con un deseo, somos tantos que hay muchos deseos, hay muchas cosas que hacer y las hacemos. Entre todos. Hay gente que desea mantener la limpieza y gente que desea construir e inventar. Nacemos así, con una voluntad y la cumplimos cuanto antes porque no sabemos cuando moriremos.
Los científicos han investigado y han aislado el gen que programa nuestra muerte; está íntimamente ligado al desarrollo de nuestro cerebro de tal forma que es imposible extirparlo o mutarlo.
Por esto debes entender que no precisamos de muchas cosas, pero amar y saber que en nuestra muerte alguien nos quiere, eso lo necesitamos.

Y comencé a entender. Y temer.

- ¿Y si yo quiero un vehículo de lujo?- desvié la conversación hacia algo menos doloroso.

- Lo tendrás en función del trabajo que ofrezcas, en eso pretendemos ser justos. No está bien que quien por ejemplo, tenga la ingrata tarea de limpiar, no sea recompensado con algo más que un intercambio. Hay personas que controlan las actividades. Y además educamos a nuestros hijos en el respeto hacia lo que hacemos y muchos de ellos, siguen nuestros pasos.

-¿Y yo que haré durante mi estancia?

Euni me miró con una profunda tristeza en los ojos y las negras lágrimas amenazaron con desbordarse.

-Prometiste amarme hasta mi muerte. No me dejes Néstor.

-Mi vida, moriré contigo y por ti, aquí. -la abracé con fuerza, con ansia. -No lo he olvidado, mi vida. Es que no ha pasado un día entero y me cuesta asimilar esta vida.

Se relajó en mis brazos.
Yo sentía deshacerse mis entrañas con aquel contacto, con el inexperimentado amor.

El representante de la colonia: Roniqueus

-Néstor, vamos a desayunar, el trivel ya está a punto.

Me dio unos pantalones de Lorton, su difunto compañero de vida. En el salón nos esperaban unos vasos humeantes que Jormen había preparado para el desayuno; nos sentamos alrededor de la mesa para desayunar. Era té y una especie de galletas que sabían a lechuga. Ese extraño almuerzo me agradó al paladar y sació un hambre que no sentía hasta ese momento. En el receptor se veía un programa informativo y el Serpiente Verde volvió a aparecer.

-¿Qué ocurre con él, Euni? ¿Soy bien recibido?

-Eres famoso Néstor, hacía más de 50 trilidios (6 siglos) que no llegaba ningún extranjero a Bolcar.

-Tu vehículo se estacionará a cubierto, como todos, y puesto a tu disposición hacia el mediodía. Hoy se presentará ante ti el representante de la colonia para darte la bienvenida y pregunta los motivos y deseos de tu visita a Bolcar.

-¿Y cómo nos encontrará el representante?

-Nos unimos en el parque ante más 500 personas que nos observaban atentamente. Incluso él podría haber estado allí. Nos conocemos unos cuantos y unos cuantos conocemos a otros tanto. ¿No funciona así en La Tierra?

-Euni, en La Tierra nadie mira a nadie.

Acarició mi mano.
En la televisión un bolcariano bailaba y movía los labios. Euni mecía la cabeza al ritmo de una música que yo no conseguía captar, y fue una de las pocas cosas que eché de menos.
Aún estábamos sorbiendo los últimos restos de té cuando en el receptor de televisión apareció un aviso, alguien esperaba en la puerta.

Euni abrazó a un hombre de mediana altura y ojos rosados. Estaba muy delgado pero; unos músculos finos y estriados dejaban ver un vigor importante; estoy seguro de que éste debió nacer para correr en los 1000 m. lisos.

-Néstor, él es Roniqueus nuestro representante. -anunció Euni sonriente.

Avancé hacia él e inició el saludo bolcariano de presentación, el abrazo que yo tímidamente deseaba realizar con aquellos seres y así sentir esa increíble e inquietante sensación de calidez y aprecio. Todas esas sensaciones que en La Tierra me era imposible sentir.

-Bienvenido, amigo Néstor, amado de Euni y padre de Jormen. -sus brazos me rodearon al tiempo que yo le abrazaba.

-Encantado de conocerte, Roniqueus.

-Sabíamos de tu llegada desde que partiste de la Tierra; nuestros satélites se hallan en puntos estratégicos del hiperespacio y controlamos las transmisiones.-no había alarde en su tono de voz, ni asomo de autoridad pero; expresaba preocupación. Prosiguió hablando sin esperar comentario alguno por mi parte.

-Conocemos las intenciones de los terráqueos, queréis nuestros metales preciosos, los cuales tarde o temprano descubrirás. ¿Piensas exterminarnos por ellos? Hemos descubierto tu sensibilidad hacia nosotros, sabemos de tu amor por Euni. ¿Vas a matarnos a pesar de ello? -su rostro adoptó una mirada ofensiva y hostil, me miró fijamente al interior de mi cerebro, noté su mirada en el córtex.
Quedé callado, helado. De repente quise llorar ante lo que tuve en mente hacer. Si hubiera encontrado algún metal precioso habría llegado a la ciudad y sin bajar del Serpiente Verde hubiera creado un holocausto nuclear. Me sentía como si lo hubiera hecho.

-No voy a mataros Roniqueus. Incluso he comenzado a olvidar el porque me encuentro entre vosotros.

-Lo sabíamos. -y me abrazó de nuevo.

-Hemos inutilizado las armas nucleares y los artefactos explosivos; tememos accidentes. Las armas de mano y caza están intactas y puedes hacer uso de ellas cuando te plazca. Pero queda un problema: ¿Qué pasará con tu silencio? ¿Cómo lo interpretará Barcelonamarenostrum Confederada? -sus ojos me observaban atentamente, no parpadeó verticalmente ni un solo instante pendiente de mis reacciones.
-Enviarán otra nave si no obtienen respuesta en 5 días; esta vez con 3 tripulantes. No bajarán de la nave, no harán contacto con nadie; ni siquiera les preocupará la atmósfera. Encontrarán una partícula de metal precioso y procederán a la destrucción.

-¿Y por qué no lo habéis hecho desde un principio?

-Es una cuestión de respeto a los científicos, a los investigadores. Yo soy la única toma de contacto entre vosotros y ellos. Esperan que les explique lo que he visto, que envíe los informes y análisis propios de un protocolo para una nueva forma de vida descubierta. Esto es un proceso de transmisión manual, secundario. No como la transmisión de alerta de metales preciosos que está automatizada, en el mismo instante que se detecta cualquiera de los metales o minerales listados el proceso es imparable. Incluso yo muerto, el proceso seguiría por control remoto.

-¿Qué podría provocar la indiferencia hacia Bolcar?

-Lo contrario de la causa de su destrucción: ausencia de metales y minerales preciosos y mi inmersión en el hiperespacio rumbo a La Tierra; la entrega de informes a los investigadores... En fin todo aquello que pudiera demostrar que aquí no hay nada de valor.

-Habéis destruido 14 planetas y 4 de ellos con vida inteligente ¿Tanta riqueza precisáis?

-Casi todos los humanos tienen carencia de emociones, de ciertas emociones dijéramos, piadosas. Nuestros cerebros mutaron a consecuencia de modificaciones transgénicas en algunos alimentos, concretamente en los tomates. El nivel de inteligencia aumentó en la misma medida que nuestra agresividad. Los políticos sólo pueden ganarse al pueblo regalándole riquezas y descubrimientos.

-Néstor, si nosotros llegáramos a transformar nuestra serenidad en ira, vuestro planeta desaparecerá del universo. Tenemos un nivel superior a vosotros, no tenéis la más mínima posibilidad de sobrevivir a un ataque nuestro. Así que ahora está en tus manos, por decirlo de una forma amable: ¿Vuelves a La Tierra y los engañas después de que hallamos falsificado una señal de hallazgo negativo de metales? O bien, te quedas con nosotros y asistes a una lección que daremos a La Tierra, algo que no olvidarán en milenios.

-A mi no me importan los terráqueos; amo a Euni y Jormen, sois vosotros los únicos que me han permitido hasta ahora sentir este tipo de emoción. Y no pienso volver allí.

-¿Podrás soportar la destrucción de vida animal (humana e irracional) en todo el continente africano? ¿Podrás soportar como 975 millones de seres humanos van a deshacerse literalmente durante 3 minutos y que su agonía será horrible?

-Lo podré soportar pero; ¿cómo conseguiréis eso? ¿Por qué Africa ?

-Crearemos el holocausto gracias a una bacteria que diseñamos unos años atrás. Se liberará cuando tu nave se estrelle en Africa; y será Africa la que sufra las consecuencias porque es el continente más rico y la cuna de la civilización humana. Donde nació el primer homínido según vosotros, será un golpe psicológico total.

-Tras la extinción africana, liberaremos una bacteria inocua para la vida pero; eliminará la bacteria licuadora. Si observamos que se insiste en la prospección metalífera planetaria, acabaremos con la especie humana en apenas 2 semanas.

A mí me daba igual, son unos cabrones los terráqueos, tanto como yo.

-Nos hemos de poner en movimiento, redactaré con los datos de la sonda los informes atmosféricos, biológicos y geológicos preliminares de Bolcar. He de conducir el Serpiente Verde cada día por 5 horas para que se cumpla el protocolo de análisis. Esto durará 7 días.-hablé tranquilo y decididamente, sin pensar por un segundo en los seres que iban a morir, es la gracia de carecer de sentimientos.

Se instalaron sensores en el Serpiente Verde para la monitorización del supuesto armamento nuclear. Durante una semana seguí las rutas que Roniqueus me indicaba, en las cuales sería imposible hallar una partícula de metales. Debía conducir yo solo puesto que el vehículo detectaba la presencia de vida extraña o ajena a la misión.
Durante 7 días conduje cinco horas diarias el vehículo; el proceso era sumamente sencillo; los técnicos bolcarianos simulaban señales e incluso las averías probables del vehículo.

Lo más difícil de todo aquello fue soportar el no estar cerca de Euni durante tanto tiempo.
Todo era por ella y por mi hijo Jormen.
Pasé dos noches en la nave, debía establecer comunicaciones rutinarias con La Tierra.
Al octavo día, el ordenador del Serpiente Verde, me aconsejaba la redacción de informes y la conservación criogénica de las muestras recogidas antes de emprender el regreso a La Tierra. Resultado negativo.

Se insertaron videos en el disco duro del ordenador de la nave, en ellos expresaba mi preocupación por la elevada temperatura del propulsor nuclear de la nave.
Se cargaron 120 contenedores que portaban la bacteria licuadora y la nave se envió de vuelta a La Tierra el noveno día.

El gobierno bolcariano lanzó satélites y sondas al hiperespacio rumbo a La Tierra para monitorizar el proceso. En una de las sondas se cargaron 10 contenedores con la bacteria neutralizante, la que se encargaría de frenar el proceso de licuación una vez se hubiera extinguido la vida en Africa.

A los 25 días de mi llegada a Bolcar, llegaron las primeras imágenes de La Tierra. Gente que aullaba de dolor caminando y dejando un rastro sanguinoliento de si mismos en el suelo; andaban sin saber donde ir, tal vez el dolor de ese deshacerse los volvía locos.
La licuación de los tejidos comenzaba por los pies y los que más tiempo llevaban contaminados, se arrastraban por el suelo con los pies convertidos en muñones de gelatina rojiza.
Los enfermos se abrazaban entre si y sus cuerpos, sus tejidos, se mezclaban de forma horrorosa; se separaban dejando sus huesos al aire, dejando tejido de más en la otra persona según el estado de licuación de cada uno.
Hombres, mujeres y niños parecían medusas hacia el final de su agonía.

Bolcar se sintió conmocionado por las imágenes recibidas, pero todos eran conscientes de que estaba en juego sus vidas. A mí no me afectaba mucho; sinceramente, apenas nada. Y me indignaba ver a Euni y Jormen atónitos y tristes ante las imágenes de dolor que sucedían en aquel planeta tan lejano como hostil, me dolía su pena. Intentaba consolar a Euni y a Jormen sin sentir gran cosa por aquellos humanos que se deshacían entre gritos y gestos de dolor.
Y miedo.

A los cuatro días se liberaron las bacterias neutralizadoras en Africa
Las imágenes de dolor dieron paso a las de miles de manifestaciones, gobernantes defendiéndose y atacándose. Eludiendo responsabilidades.
Había tal clima de crispación que el ejército tomó las calles de las grandes ciudades. Los terráqueos achacaron a la contaminación de mi nave el holocausto africano. Nadie pensó que la nave que se desintegró en una pequeña localidad del valle del Rif, fuera una efectiva arma biológica.
Se anularon las exploraciones planetarias. Fueron cesados gobernantes y funcionarios de sus cargos. Toda la responsabilidad recayó en Barcelonamarenostrum Confederada. El departamento de Demoliciones y Prospecciones Planetarias se disolvió y su director Josep Aguilator fue condenado a muerte en nombre de los 950 millones de muertos. Fue decapitado en el Parque Güell ante el alborozo y festividad de los miles de seres que asistieron al acto.

Pero eso no me importaba, lo que me importaba es que sin apenas ser consciente, me encontraba admirando a Euni y Jormen con un tranquilo amor, cada día. Serenamente.
Amaba a Euni por encima de mí. Con Jormen comprendí el significado de ser padre.

Yo cazador
Encontré una actividad con la que integrarme en la sociedad bolcariana. Fue Roniqueus quien la propuso: cazador.
Había una gran demanda de carne para consumo bolcariano en aquella región. A veces pasaban semanas enteras sin ver a una de aquellas gigantescas naves de abastos, aterrizando en aquella desmesurada autopista que pasaba frente a la colonia.
Ocurrían averías que retrasaban el suministro de carne y otros productos que no se elaboran en la colonia; o simplemente no se había dado bien la temporada de caza, no habían granjas de Dramors.

Para los bolcarianos el dramor era carne de ternera de 1ª.
Su sensibilidad, les hace casi imposible matar a un dramor, un extraño animal de carne sabrosa. Cuadrúpedos, pelaje blanco y negro, de entre 80 y 90 kg de peso. Recuerda vagamente su silueta a los jabalís.
Son mortíferos.
Ante un ataque sus garras descubren cuatro largas uñas afiladas como chuchillos. Sus belfos son auténticos labios insertados sin ninguna estética en una jeta rosada y pelona; tersa y brillante. Como aquella mariposa, los ojos de estos animales tienen un desagradable aspecto humano y feroz. Sus incisivos son enormes, como los de los rumiantes, pero cuando contraen los belfos (parece la sonrisa de un psicópata) dejan al descubierto unos colmillos comparables a los de los babuinos. Molares afilados en forma de sierra rematan una peligrosa boca capaz de trirturar madera.

Se alimentan principalmente de gorsna; aunque si pueden matar a un bolcariano y devorarlo, también lo harán. Son astutos y hay tantos que no es popular entre los bolcarianos salir al bosque si no van armados.
No tienen un enemigo natural, el animal que les sigue en tamaño es una especie de oveja cuya carne es de sabor repugnante.
La cuestión es que si un dramor cae malherido por un disparo no certero, los bolcarianos serían incapaces de rematarlo si no han sido antes entrenados para tal fin.
Incluso para mí, un ser sin capacidades emotivas en ausencia de un bolcariano, se hace difícil rematar a un dramor agonizante.

Cuando un dramor agoniza, da comienzo a una letanía que es igual sea cual sea el individuo, la pieza:

-No me mates, cúrame; estoy sufriendo. No quiero acabar así. Tengo compañero e hijos.-mascaban estas frases con voz gutural y ronca moviendo aquellos obscenos labios. Babeando sangre.

Si uno mira sus ojos, no sabría distinguirlos de un bolcariano o terráqueo por la intensidad de su maliociosa astucia.
Esto no lo puede soportar un bolcariano así, de repente. Los cazadores bolcarianos precisan más de un año de entrenamiento para dominar sus emociones ante estos animales.

Si uno se acerca a un dramor llevado por la piedad, éste lo degollará de un zarpazo o le abrirá el paquete intestinal. Y morirá escuchando la risa del dramor, una risa jadeante y nasal, sarcástica. E intentará devorarlo hasta que las fuerzas se lo impidan.
En su actividad diaria y normal, los dramor sólo emiten una especie de berrido, como el de los ciervos en celo y jamás pronuncian una sola palabra bolcariana.

Casi nunca llego a oír sus ruegos de agonía, soy muy bueno apuntando con el fusil LSB1, dispara cápsulas de mercurio indeformables impulsadas por una pequeña explosión de hidrógeno que se crea en la cámara. Si las encuentro las puedo usar indefinidamente.
El Serpiente Verde me sirve de transporte.

Durante 3 días a la semana cazo y despiezo estos animales. Euni, tras su actividad docente, me ayuda a dispensar la carne a quien lo desea. Le encanta hacerlo. A mí también, el saludo bolcariano me sigue proporcionando calma y paz.
Hay momentos me encuentro solo en el bosque, en los que deseo cruzarme con un bolcariano al que saludar, al que apreciar.

He comenzado a entrenar a Jormen, el cual ha sido cautivado por la admiración que sienten los habitantes de la colonia por mi trabajo.
Le disparé a un dramor justo en un pulmón para que su muerte fuera lenta y Jormen conociera su letanía de muerte.
Y huyó llorando, llamando a Euni. Me llamó malvado.
Con el tiempo, aprenderá a obviar aquella letanía. Y será un cazador como yo en pocos años.

Y amo a Euni. No pienso ya en los terráqueos si no es de una forma meramente anecdótica y despistada.

Bolcar no es perfecto, hay asesinatos y ofensas que se resuelven con peleas y venganzas. El robo no es habitual y cuando se realiza alguno, al ladrón se le despoja de todo lo que tiene; aquí las leyes son sólo costumbres y lo único regulado es el censo de individuos y el control ambiental.
Las violaciones, que las hay, se pagan con la muerte; hay una jaula transparente en casa de Jadis, un bolcariano grande y afable, que se dedica a resolver este tipo de ofensas.

Al violador lo meten en la jaula y se le clavan las manos a un poste y se le corta de un hachazo la punta de los pies. Cuando Jadis sale de la jaula, abre una puerta.
Por ella salen dos dramors dramor hambrientos que capturé vivos para tal fin. Lo devorarán empezando por los pies; no es habitual que usen sus mortíferas garras si no se sienten amenazados, así que al violador le espera un tormento de varias horas antes de entrar en shock.

Hay entrada libre para ver la ejecución pero; casi siempre es la víctima la única que asiste a la ejecución. Es la única capaz de soportar los alaridos y las demandas de clemencia del violador.
Todos estos episodios de violencia y robo son muy raros, la gente muere sin tener una idea aproximada de cuando ni donde y no se molestan demasiado en envidiar a otros. Viven su vida intensamente.

Es toda una filosofía adaptada a una vida extraña y sin vistas de futuro. Tan apasionada como cruel en su final.
Y es algo a lo que jamás conseguiré acostumbrarme. No me acostumbraré, a ver morir a un amigo en su propia casa, en plena conversación. No puedo mantener un semblante grave y controlado ante la muerte de un bolcariano. A veces grito tanto que alguien avisa a Euni para que me venga a consolar. Y ella me lleva a mirar sus ojos, a besar sus labios y olvidar aquel cuerpo que se ha enfriado tan rápidamente.
Algo me corroe las entrañas cuando una madre bolcariana grita por su pequeño muerto entre los brazos. Me sujeto el vientre clavando las rodillas en el suelo de puro dolor. De puta pena.

Y todo ese sentimiento, a pesar del dolor, me llena, me hace sentir vivo y más hombre.
Pero ese dolor se acumula. Pesa en los hombros en la espalda.
Soy feliz aquí, a pesar de que mis dientes se han teñido de verde y mis lágrimas son ahora más oscuras, como la orina pero. Nunca serán negras como las bolcarianas.
Lidris, un médico, me dijo que es algo normal debido a la alimentación, no se oscurecerán más. Me han implantado una membrana artificial en cada oído y ya puedo comprender los sonidos que salen de los aparatos artificiales e incluso silbo alguna música bolcariana.
Todo ha adquirido una deliciosa cotidianidad. No quiero que nada cambie.

Cuando observo a Euni leer o realizar cualquier actividad y mi mundo interior se torna líquido y tranquilo. Suave. Jormen mi hijo me llena de un estúpido orgullo; sólo cuando Jormen muera cumpliré mi palabra y fecundaré a Euni, nuestro hijo nacerá bolcariano. De alguna forma mi mensaje genético quedará anulado en el vientre de ella.

Ha sido todo tan extraño y tan rápido que este diario me servirá para recordar todos y cada uno de los momentos vividos con todos sus matices, hasta este mismo instante en lo que todo ha adquirido una tranquila uniformidad. Donde todo fluye tranquilo y mis sentimientos se desarrollan libres con mis amados y amigos bolcarianos.
Ya no siento necesidad de escribir en el diario. Ya no es necesario.
Lo tengo todo ya.

La vida en Bolcar

A pesar de los cinco años que lleva Néstor viviendo en Bolcar, no ha sentido el paso de los años, no ha envejecido ni arruga alguna se dibuja en su rostro.
Néstor sentía cierta inquietud por ello, temía a veces vivir demasiado tiempo.
Jormen ya había alcanzado su desarrollo de adulto y sobrepasaba en altura a Néstor en unos cuantos centímetros.
Acudían juntos al bosque para cazar y se separaban para así cada uno acechar y matar a su propia presa. Sólo lamentaron la pérdida del dedo meñique de Jormen, que fue dolorosamente arrancado y devorado por un dramor agonizante.
Euni y Néstor irritaban a Jormen llamándole “el sinmeñique tontín”, Jormen montaba en una fingida cólera y los invitaba a que se fueran a follar a cualquier lugar lejano y remoto, dejándole tranquilo. También los llamaba “sádicos pervertidos”. Al final de ese arranque, todos reían a mandíbula batiente.
A pesar de saber que en cualquier podían morir.

Euni y Néstor, como otros muchos días salieron a pasear por la Plaza Cósmica, a pedir unos bloques de música Jinga que estaban de moda. Y cuando dio comienzo el movimiento de los astros, Néstor apretó la mano de Euni y se sentaron en uno de los bancos para contemplar el ciclo diario. Fue Néstor el que acostumbró a Euni a este silencioso ritual diario, en el que admiraban el firmamento sobrecogidos por el decorado estelar.
Néstor sentía un vértigo que lo elevaba a un nivel de conciencia superior cuando los planetas cambiaban la faz de Bolcar. Se le encogía el alma y parte de él parecía ubicarse en el cenit junto con las dos lunas.

Ella murió allí, a su lado. Sentada. Néstor pensó en un principio que ella usaba su hombro de apoyo para la cabeza, como solía hacer en muchas ocasiones pero; percibió un extraño movimiento por el rabillo del ojo, Euni intentó tocar su pierna en un movimiento breve en el que no tuvo tiempo de recorrer aquella mínima distancia.
Néstor lanzaba alaridos como un animal, con la cara apuntando a las lunas bolcarianas con Euni fría entre sus brazos.
Le pedía a los astros que le devolvieran la vida. Parecía un dramor agonizante. Lágrimas de oscuro ámbar se deslizaban por sus mejillas.

Jormen corrió a abrazar a su padre, lloró con él unos minutos; se separó de Néstor cuando quedó en silencio y caminó por entre la silenciosa gente.
La gente que aguantaba incluso la respiración ante aquella desgarradora desolación de Néstor. Los funerarios, tristes como siemprer, esperaban pacientes que Néstor se separara del cadáver.

Jormen encontró a una joven entre la gente, debía cubrir el dolor como fuera; con un amor. Se abrazaron y el joven Jormen dejó de llorar.
La mano de la bolcariana se aferró a la suya con fuerza, le proporcionaba coraje y consuelo.
Algunos bolcarianos recogían las negras lágrimas de sus rostros con el dorso de sus manos ante el dolor de Néstor.
Jormen se acercó a su padre, con su compañera de la mano.

- Déjala Néstor, no la llores más, no aquí. Ve a casa y ámala, añórala tranquilo, sin llorar.

La joven pasó su mano por encima de la de Néstor, acariciándola con su peculiar saludo; y por unos segundos una especie de consuelo se apoderó de él.
Pero volvió a gritar desconsolado.

-¡Euni ha muerto! ¡Ha muerto mi vida!

Las lágrimas de Jormen brotaron de nuevo, negras como la muerte. Y Néstor comprendió el dolor que le estaba causando.
Se abrazó a él dejando a Euni en el suelo y lloró por unos segundos en su hombro, apretando en él la boca para ahogar los lamentos que salían de su interior.

Los funerarios realizaron su trabajo y Néstor marchó solo a casa; sin mirar la recogida del cadáver.
La gente retomó su ritmo y algunos rozaban la mano de Néstor al cruzarse con él. Algún niño se abrazó a sus piernas y se sintió mejor. Les sonreía agradecido a pesar de que su corazón se encontraba roto. Sinceramente agradecido por todo aquel cariño recibido.

Y el universo pareció borrar de su memoria a Euni.
Cuando entró en casa todo olía a Euni y recordó sus primeras palabras. Recordó que debía encontrar otra mujer a la que amar.
Pero no podía, ahora no. Había tanto dolor y amor en su interior que se encontraba colapsado.
Y se meció en el amor tranquilo que sentía por Euni, en sus besos, en sus orgasmos, en su sonrisa, en sus bromas...
En sus enfados por pequeñas cosas que al final los hacía reír.

Y su alma se relajó; toda aquella agua que le inundaba por dentro, que convertía sus entrañas en algo viscoso; se fue secando con una sensación de calor; con un rubor en las mejillas.

Pasaron dos horas hasta que hizo acopio de ánimo para salir al exterior. Se sentó en el banco donde murió Euni y dirigió los ojos a las lunas. Se enfriaba, las sensaciones de amor se desvanecían poco a poco para dar paso a una indiferencia que devoraba las emociones. La pena y el dolor se estaban convirtiendo en anécdotas y aquella transformación, el retorno a una mente fría y cínica lo asustó. No quería volver a ser aquel humano cínico sin interés por nada ni nadie.
El poderoso deseo de sentir amor lo impulsó a ponerse en pie y caminar, buscar.
Se aproximó a una mujer bolcariana que lo observaba atentamente. La abrazó y ella a él. La mujer se separó atrás y asintió con la cabeza, en silencio.

- Soy Néstor, compañero de la muerta Euni. Tengo un hijo que ya tiene compañera. ¿Quieres amarme?

- Soy Zira y necesito amarte.- le dijo la bolcariana de ojos rojos.

Y se fundieron en un abrazo y un beso profundo y prolongado, las emociones corrieron por el cuerpo de Néstor como una descarga eléctrica; y a pesar de renacer otra vez todo aquel dolor por la muerte de Euni, amó a Zira con idéntica devoción; ayudándose de ese amor para combatir la cancerígena pena de haber perdido a Euni.

Zira quiso vivir en el hogar de Néstor y dejar su vivienda a Jormen y su compañera. Así no era necesario que Roniqueus les acomodara en otra vivienda.

Néstor dudaba de ser capaz de soportar otra desaparición. El temor le pesaba día a día en la mente, como si un tumor creciera. Sentía un miedo atroz a que Zira muriera. Le costaba un sacrificio enorme pensar sólo en la vida, vivir sin tener en cuenta la muerte súbita.
Esas muertes…
Cuando salía a cazar su mente se encontraba dividida entre la presa y Zira, la echaba de menos. Temía su muerte.
Jormen decidió no separarse de su padre en las cacerías; comprendía que el amor de Néstor hacia Zira no consolaba el dolor de la muerte de Euni. Eso no ocurría con los bolcarianos.

- No es bueno que ahora estés solo Néstor.

Pero Néstor temía que un día Jormen se tornara frío de repente. Temía la sobrecogedora y fría muerte de los bolcarianos.
Intentó vivir con esa desazón, se esforzó por acostumbrarse al miedo. Leía el diario de sus primeros días en Bolcar sólo por evocar a Euni.

Y a pesar de toda esa carga de dolor que ahora arrastraba, jamás volvería a La Tierra, jamás abandonaría a Zira ni a Jormen. Jamás se arrepintió de los muertos que provocó en Africa.
Su cerebro no era bolcariano, no podía obviar aquella vida de ruletas rusas. Su mente era increíblemente sensible ante aquellos seres.
Tan sensible que sería incapaz de matar a uno de ellos si de ello dependiera la vida del resto de la colonia. Aunque ese ser llorara años enteros, no podría convertir su pena en ira.

Había un exceso de dolor en su mente de Néstor que no encontraba sitio hacia donde expandirse y comenzaron unos dolores de cabeza fuertes y continuos.
Sólo los abrazos de Zira calmaban esa presión, sólo la calidez de un roce bolcariano podían aliviar esa tensión interior.
En uno de esos espantosos dolores de cabeza, acudió al domicilio del doctor Lidris. Éste le aseguró que no era grave, que su mente con el tiempo se haría más fuerte. Le recetó una hierba llamada chala, aquello le proporcionaría un alivio instantáneo.

- Según los análisis de ADN que te he realizado, no sufrirás enfermedad alguna. Tu esperanza de vida se sitúa en los 150 años. Posiblemente nos verás morir a todos, condenado hombre con suerte.

- No podré aguantar esto tanto tiempo, Lidris. Será excesivo, amigo mío.- le respondió Néstor abatido.

Lidris tragó saliva y acarició su mano.
Néstor marchó tremendamente cansado a cazar. Solo.
Un tiro no suficientemente certero dejó malherido a un dramor.

- No me mates. Cúrame. Estoy sufriendo. Tengo familia.- el dramor vocalizaba con voz gutural y agónica cada palabra. Sus ojos verdes estaban inyectados en sangre y no se correspondía ese brillo cruel con las palabras demandando piedad que vocalizaba. Las membranosas orejas del dramor se agitaban espasmódicamente, como las alas rotas de un ave que intenta volar.

Néstor apuntó a su cabeza.

- No me mates...

No pudo disparar porque unas lágrimas emborronaban su visión. Las oscuras lágrimas...
Y bajó el fusil.
El dramor saltó hacia él, sus garras mortales hicieron cuatro grandes cortes paralelos en su cuello, seccionando la carótida. Un pequeño surtidor enviaba la sangre al rostro y de ahí entraba en los labios, dulzona y acre.
Y mientras se ahogaba con su propia sangre, el dramor moría triturando su pie derecho. Néstor no lo sentía, no movía el pie.

- Zira, mi vida, muero amándote. Jormen hijo mío, me alegro de morir antes que tú. Me muero amandoos.

- Ciento cincuenta años... ¡Ja!.- deliraba mirando los ojos ya muertos del dramor que apoya la cabeza en los restos de su pie.

Murió así Néstor.

Jormen encontró a su padre a las 5 horas de su muerte. Allí en el bosque, sin que nadie le viera u oyera lloró durante más de una hora.
Su prolongado llanto llegó a asemejarse a un canto de ballena, oyó las voces de los dramor, de 8 individuos, que parecían corear su dolor. Y prosiguió su llanto hasta que aquella frecuencia deshizo el cerebro de aquellas bestias.

Cargó el cadáver de Néstor en el Serpiente Verde y lo entregó él mismo a la funeraria entrando por la negra puerta, y respirando el hedor a carne carbonizada.

Acudió a la casa de su madre, Zira, y aguantó con entereza su llanto. La consoló abrazándola hasta que le dolieron los brazos. Bendito dolor comparado con el de la muerte.
Marchó a su hogar cuando Zira rozó su mano agradeciéndole su ayuda.

Cuando aún pesaroso llegó a su casa, su compañera Tiris le recibió con el cadáver de su hijo de 3 meses frío entre los brazos.
Y abrazó el frío cadáver intentando darle su propio calor. Cambiar su vida por la de su pequeño hijo.

Lo dejó en el suelo y secó las negras lágrimas de Tiris, la abrazó con fuerza, amándola. Hasta que ella comprendió que no debían morir de pena. Jormen tragó en silencio durante todo el proceso, el dolor de la muerte de su hijo, la de su padre…
Como una píldora amarga y dolorosa de cristal molido.
Tiris vio súplicas de vida para ella misma en los ojos de su amado, le suplicaban que no muriera. Los grises ojos de Jormen, la confortaron.

Y la fecundó de nuevo; allí, olvidando toda aquella pena y convirtiéndola en amor.

Como tristes alquimistas transmutadores de plomo en oro.

Es la vida en Bolcar.

Fin




Iconoclasta, 20-8-04.


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1 de septiembre de 2005

De la oscuridad y la risa

Hay algo de locura cuando se ríe en la oscuridad.
En la oscuridad se llora, se cierran los ojos para no verla.

La oscuridad emite mensajes primitivos y primigenios de muerte y predación.

¿Por qué sonreímos algunos en la oscuridad?:

¿Una lesión en un lóbulo temporal?


¿Y si es mucho más sencillo?

Tiene que ser más sencillo, menos químico.
Es un problema de párpados, son muy finos. Demasiado pálidos también.

Somos albinos anímicos que no se sienten cómodos con toda esa luz.
Es así de sencillo porque no se puede estar loco y entenderlo todo con esa claridad hiriente.
Es una tara física, aún cerrando los ojos se filtra la luz.
Demasiados sutiles los párpados; no nos dejan escapar de la claridad.

Y dormir con antifaz…

Sería hortera, poco elegante.
Demasiado amanerado como para mantener la dignidad.


Es más digno aceptar la tara genética.
La tara que nos hizo fuertes al disponer de claridad cuando cerrábamos los ojos.
Pero aquellos eran otros tiempos, ahora estamos fuera de lugar.
Es excesiva esta luz en estos tiempos.

Por eso sonreímos en la oscuridad con los ojos muy abiertos. Relajados al poder descansar de esa luz insistente y casi siempre monótona. Hiriente en demasiadas ocasiones.
La oscuridad es fresca, una sala de cine donde nuestras más apasionadas escenas pasan sin que nos dañen los malditos rayos UV del sol.
No son necesarios los colirios.

Por ello sonreímos en cada fotograma aunque sea triste y doloroso.
Eso sí, sonreímos con el matiz requerido, e incluso húmedo cuando una secreción líquida se forma para calmar esa sequedad ocular.
El cuerpo humano es eficaz aunque no queramos.

La oscuridad amortigua y suaviza dolores, penas y alegrías. Nos apacigua y consuela de nosotros mismos.
Tal vez, quien disfruta de unos pesados párpados, quien no se siente torturado por la eterna claridad; jamás llegue a sonreír con valentía ante sus escenas más escabrosas.
No se consolarán jamás de su propia estupidez.
Los que no ven la claridad con los ojos cerrados, sólo lloran y se asustan ante la oscuridad.
Y los cierran fuertemente para no verla. Tienen miedo del lobo…

Y tienen razón, nos asomamos peligrosamente para martirizarlos.
Somos lobos vengativos e indiscriminados.
Vengándonos de esa injusta y eterna luz. Aterrándolos sin ser necesario.
Lobos albinos que no descansamos y despreciamos aquellos que pueden disfrutar de la luz.
Y nosotros no…
Sonreímos en la oscuridad si tenemos la suerte de hallarla.


Iconoclasta

Oda a la furia



Nadie lo sabe, nadie consigue imaginar a veces lo que siento cuando todo esto que tengo aquí dentro, como un cáncer caliente y viscoso pugna por salir.
Es una infección; un peligro biológico.
Es que no le temo a la muerte porque temo ser ella. Porque temo matarme a mí mismo de un ataque de furia que nace de millones de cosas que escribir, cosas odiosas.
Como una lepra del alma que me desintegra.
Creo que me transformo, creo que mis dedos se retuercen y sangran las uñas por toda esa ponzoñosa sangre que impulsa mi corazón insano y llagado. Hipertrofiado.
Porque hoy estoy furioso de una forma totalmente descontrolada.
¡Que poco me importa nada ni nadie! Sangre y destrucción. Esta presión aquí, en mis sienes... Nadie canta a la furia ni a la ira que no comprendemos; que nos lleva su mensaje de destrucción. ¿Y entonces cómo se hizo el hombre amo y asesino del resto de especies ¿De la suya propia?
Adoro la furia que me hace superior. Soy el puto dios Iconoclasta y matador. A veces creo que alguien se pasó con mis genes. Que mi cerebro primitivo es demasiado grande. Que estoy loco. Maravillosamente loco. Que la sangre arrastra aromas de carnes abiertas, de hombres gritando. De hombres luchando por la hembra.
Como animales-hombres. Follando sin placer, disfrutando con el dolor de ella. Animales...
Y de pronto, todo esto se diluye, me quedo más tranquilo. Como si hubiera cagado ¿a que soy un puto loco sincero?
Toda la mierda en el blanco, sin pudor. Sin rubor. Aquí está el prodigio de la escritura. Como el cabrón que soy.
Soy un mierda.
Algo de furia... Estoy hasta las pelotas de exquisiteces.
Que la destrucción me lleve.
Y la sangre.

Iconoclasta

31 de agosto de 2005

Seguridad Laboral

SEGURIDAD

LABORAL

En la fábrica de condones la vida transcurre monótona, mediocre y tranquila. Con esto quiero decir que tranquilamente soporto la presión, los nervios y las angustias de los grandes dinosaurios que dominan la empresa; el cotarro.

La pocilga... Es que soy un poeta acabado, este lirismo mío me lleva a paisajes de ensueño y no puedo dejar de sujetar fírmemente mi pen...

Pero yo a mis pajas que para eso me pagan.

Esos dinosaurios son seres que cobran una cantidad irreverente de dinero, cosa que envidio sanamente porque es harto difícil en estos tiempos ganar tanto dinero haciendo menos que un futbolista. Y ya es decir lo máximo.

Sinceramente, es envidia. No obstante soy un analista nato, un observador. Y que nadie sonría complacido pensando en que soy un voyeur, un mirón. No soy un desviado.

Cada 10 eyaculaciones acostumbro a fumar 1 cigarro o 15 para descansar durante unos minutos. Es que se ve que la peña folla mucho y se venden condones a espuertas y no paro en el control de calidad. La humanidad se ha vuelto tremendamente promiscua y el parque de maricas ha subido una bestialidad, porque según encuestas, gastan más ellos en condones que Mesalina en esclavos. Los muy ligones y desinhibidos...

Pues en una salida de esas mías para fumar; porque tienen prohibido fumar en la sala de pajas. Resulta que intentan que nadie pierda demasiados minutos fumando escudándose en nombre de la salud del trabajador pero; ni por eso se sustenta esa prohibición; se trata simplemente de una conducta mimética de lo que hacen los Establos Unidos. Los países más miserables se trazan metas sencillas para emular a las grandes potencias; pues la empresa también ha entrado en ese juego. Somos los paletos de la comunidad europea.
Hay gente que sufre

como si me tirara a su

mujer o a su hija cada

vez que enciendo un

cigarro. Bueno,

también sienten

envidia de mi

polla. Pero yo sigo

fumando, me la pela.


A lo que iba, la fábrica es un portento de la ingeniería, no hay ni una puta sombra donde resguardarse del calor, ni un simple tejadillo que proteja de la lluvia pero; hay una enorme piscina que se llena de mierda cada cinco minutos. Y no es que tire las colillas; es la naturaleza la que se preocupa de estas cosas, el viento y los cerdos de la empresa que está al lado que tiene más mierda en su patio que un corral de patos. Resulta que salgo al patio donde se encuentra la piscina y padezco una alucinación: hay dos operarios colocando rejas en la valla divisoria de la finca, justo a lo largo de la piscina; y llevan chalecos salvavidas fosforescentes; tan fosforescentes que deslumbran; y además, no puedes sacarles el ojo de encima por ese dichoso atractivo color naranja radiante que me atrae como a un insecto.

Cuando asimilé la idea de que alguien pudiera trabajar con chaleco salvavidas en el borde de una piscina con herramientas eléctricas en las manos; asimilé también que no están en una atmósfera de gravedad 0; simplemente es que no se podían mover bien. Sus movimientos eran lentos y torpes.

Me fumé cuatro cigarros sin darme cuenta, distraído perdido por aquella feria de color y coreografía lunar. Incluso oí risas de otros malditos fumadores. Alguien sacó fotos y dijo: "Esto vale una pasta".

Los operarios no estaban felices, irradiaban unas ondas alfa negativas que te cagas, moragas. Así que cuando a uno de ellos se le cayó el destornillador al fondo de la piscina, a mí ni se me ocurrió exhibir la mejor de mis sonrisas que pugnaba por salir estentóreamente la muy insensible.

El operario enchalecado y fosforescente me pregunta: "Sr. Iconoclasta, ¿no tendrá una cuerda con un imán para coger un destornillador que se me ha caído en la piscina".

Yo me lo quedé mirando, analizando profundamente aquel discurso. Pensando en cómo coño, se le había ocurrido pedirme eso. Posiblemente me vio cara de fumador que tiene una cuerda con un imán. Sí, a mi también me parece inverosímil pero; ya se sabe que la realidad supera a la ficción siempre para mal. Así que le puse en la mano un condón que tenía en el bolsillo, precisamente el de la última corrida; me había olvidado de meterlo otra vez en su estuche. Mientras sostenía anonadado en la palma de su mano la cremosa goma, le dije: "Imán no tengo, pero si quieres puedes pegarle el chicle que tienes en la boca a ver si así se engancha al mango". Dicho esto, mientras el hombre me miraba asombrado, epatado por mi respuesta ágil, rápida e ingeniosa; apareció un técnico de seguridad que llevaba en la mano otro chaleco salvavidas.

-¿A que ahora si te encuentras seguro?- le preguntó orgulloso y pagado de si mismo al operario que sudaba copiosamente. - Tengo otro para que te lo pongas encima de ése; así si te caes, flotarás más.

Mientras le decía esto, me miraron un poco tensos porque de forma instintiva me estaba rascando la polla distraído. Tantas pajas me habían irritado un poco.

- ¿No tendrás un guante de seguridad para mí? Toca, mira como tengo el pene de inflamado.- le dije aprovechando su presencia.

- No te preocupes, Iconoclasta; buscaré en internet algo que sea lo adecuado y con etiqueta de la CE. Recuérdamelo luego.

Le colocó al operario el chaleco encima y le hizo firmar un papel conforme si se ahogaba, la responsabilidad por negligencia recaería en su mujer que está en casa en una silla de ruedas, y sobre su hijo de 6 años. Y yo me fui al servicio médico para que la doctora me diera unas friegas con pomada hidratante en el pene. Hasta me dio un beso en el glande con cariño. Con lengua...


Pero está visto que hay días en el que uno está predispuesto a vivir situaciones extrañas y anormales. En mi camino de vuelta a la sala de pajas, debo pasar frente al depósito de vaselina pura. No pude evitar oír una conversación que podría haber pasado a los anales de Barrio Sésamo si hubiera rondado por allí cerca la rana Gustavo, que precisamente la semana pasada estuvo entrevistándome, para informar al mundo entero sobre mi desmesurada resistencia sexual.

- ¿Cómo puede ese hombre subir a la escalera de mano, abrir un grifo y sostener el frasco de muestras para analizar? - esta pregunta la hacía una técnica de laboratorio que sufría de fobias por el esfuerzo físico.

El técnico de seguridad laboral asentía con la cabeza, evidentemente preocupado. Así que les cogí de las manos el frasco de muestras, subí los 3 escalones de la escalera, abrí el grifo, dejé que se llenara de vaselina y lo cerré una vez lleno.

- Y si queréis me la pelo aquí mismo. -es que no tengo paciencia y la verdad, las bombillas de mi casa las cambio yo solito.

El técnico de seguridad me dijo:- ¿Has realizado algún cursillo de formación para usar escaleras?

- ¿Y tú quieres que pruebe con tu esfínter el nuevo modelo de condón Intruder-Hard?

Y se quedó callado como un puta. Miré a la técnica y ésta quedó pensativa, meditando sobre la posibilidad de sentirse llena de mí. Y volví a la sala de pajas un poco harto de tantas estupideces. Nadie podía imaginar que volvería a vivir otro absurdo parecido.

Aquel día pasará a la historia del esperpento.

Y fue entonces cuando en mitad de unas de mis pruebas, entró un pescador de alta mar con su chubasquero, botas de agua y guantes de goma.

"No pienso comprarle un kilo de boquerones por muy frescos que sean", medité profundamente.

- ¿Puedo tomar una muestra del agua de la pica?- preguntó tímidamente. - ¿Y por qué el equipo de pescador?

- Para evitar salpicaduras; el técnico de seguridad ha dicho que es obligatorio, se ve que algunos grifos salpican y no está permitido mojarse. Mojarse conlleva riesgo de enfermedad.

Se notaba que se sentía humillado al dar ese tipo de explicaciones, al vestir de esa forma extraña. Pero yo estaba más por mi trabajo.

- Pues no te acerques mucho a mi porque ahora mismo me voy a correr y hay condones defectuosos que forman el gran cristo cuando revientan. Han acelerado la producción y ha bajado la calidad.

- Oye, ¿te pones impermeable en tu casa al lavar los platos? -le pregunté con sarcasmo.

El muy maleducado no me quiso contestar. Se limitó a mirarme con cierta ira y a llenar un frasco de muestras de 500 ml. Suerte que llevaba impermeable porque aquellas gotas de agua, aquellas dos que salpicaron del caño del grifo fueron a estrellarse justo en las mangas de su impermeable. Hay cosas por las que vale la pena invertir en seguridad. Yo ya me estaba corriendo. El condón se rompió. El técnico de aguas estaba agachado en cuclillas escribiendo los datos de la muestra tomada. Sin guantes, claro. La andanada de semen voló 2 m. por el aire y se estrelló en sus manos.

- ¡AAAHHHHHHH! -gritó el muy escandaloso.

Se incorporó y comenzó a frotarse las manos histérico bajo el grifo de la pica. Se salpicó la cara, el pecho, el suelo, el espejo y a mí con la furia con que se frotaba. Y no cesaba de llorar, se sentía humillado y ultrajado. En tanto que el muestreador se frotaba las manos y lloraba; a través de las ventanas de mi departamento que dan a un pasillo interior de la fábrica, me quedé pasmado ante otra aparición. Me encendí un cigarro distraído y apenas hice caso de la mirada reprobadora del director de la fábrica. Un operario de limpieza se dirigía a la piscina para hacer tareas de limpieza. Llevaba colocadas unas gafas de buzo, un tubo respirador y unas aletas en los pies. En las manos llevaba una escoba y un recogedor. El técnico de seguridad iba tras él con un chaleco salvavidas.

- Pero si tengo que limpiar el F-O-N-D-O.- le decía desesperado el operario.

Yo ya tenía la polla dura y estaba pensando en cascármela otra vez y no hacer más caso, cuando oí:

- ¡Me cago en Dios! estoy hasta los putos huevos.

Se trataba del gordo de mantenimiento, vestía un traje plateado antitérmico y escafandra. Una mujer le hacía fotos y él se toco ante ella de forma vulgar y obscena los genitales. Golpeé a los vidrios para llamar su atención, y salí a la puerta para preguntarle.

Justo cuando la abrí el muestreador salió raudo y llorando por ella.

- ¿Ha ocurrido algo, Pablo?- le pregunté con temor a que hubiera ocurrido un accidente.

La verdad es que no sentía temor alguno, era simple morbo.

- No ha pasado nada. He de ir a encender la calefacción y como el cocinero el otro día se quemó las cejas con vapor porque se salió la goma de la olla a presión, ahora están tocando las pelotas con el asunto de la seguridad. La cuestión es joder.Y para apretar el pulsador me han obligado a vestirme así. Pues conectaré la calefacción cuando las mujeres tengan los pezones duros por el frío. Que se jodan. Cuando me quite este disfraz bajo y me hago unas pajas contigo ¿vale?

- Vale.- le respondí complacido.

Y así transcurrió un día dedicado a la seguridad laboral; un día feliz y tranquilo. Seguro como pocos.

Incluso el operario que manejaba la cizalla hidraúlica de 15 toneladas seguía pasando las manos bajo la cuchilla que descendía lenta, para cuadrar bien algunas hojas de cartones que se movían en el último momento. Incluso se metía hasta la cintura cuando no llegaba a una esquina. Como toda la vida. Al menos en algún rincón alguien respiraba la tranquilidad y serenidad de un trabajo cotidiano y seguro. Porque llevaba una máscara de protección para evitar respirar las partículas de cartón que flotaban invisibles en el aire.

En fín, me voy a hacer otra paja antes de que me pongan protección antiabrasiva en la polla.

Buen sexo.

Iconoclasta, 5-2-05.

Una obra maestra

Malo y malo y malo.


No soy sólo un instrumento sexual, el Dios Polla. A veces soy el Némesis romántico de las doncellas en peligro. Soy gracioso en algún momento, e ingenioso. Refrescantemente obsceno.
Y otras soy la miseria que no cesa.
Loco como una puta cabra porque meto los dedos en mi podrida mente para sacar una mano lacerada por ideas de dolores, odios y penas.
Ideas peligrosas.



Pretendo crear mi gran obra maestra, el final del final. Hacer sentir mi miseria al que lee. Que sienta suficiente rechazo.
No pienso balancearme en el amor, en la amistad, en cariños y admiraciones. Eso no golpea suficiente. No hay nada como ver al ignorante ejerciendo su propia miseria; siempre encoge el corazón la miseria humana. Quien lee se siente llevado por el morbo de una mente que se autodestruye. Es hipnótico; la locura siempre impacta en el lector. A veces hay que ser cruel con uno mismo para ganar carisma.


Seguro que ahora alguno está leyendo esta mierda que he escrito con la boca abierta y diciendo "¡Caray Iconoclasta! eres bueno de verdad, casi que me voy a postrar a tus pies para adorarte". Ja.
Seguro... Estoy convencido.



Y la navaja acaricia las venas de las muñecas, su filo resbala y las manos se tensan en un dolor próximo.
Seré malo hasta el final, cuando mane la sangre no será por un miedo, no será por una depresión. Será para provocar el dolor de los que me aman. Que me vean muerto y sufran. Un final apoteósico para una vida plena de todo. Hay cosas que no deberían suceder. Hay cosas que no me gustan.
Pero mi sangre manará para mis pocos amados y queridos seres. Sólo para ellos, al resto nada, que son unos insensibles y unos tontos. Superficiales como el césped artificial de un campo de fútbol hortera y lleno de carne hasta el asco.


A lo mejor me río mientras escribo esto. Nadie puede imaginar al loco escribir, desgranar una tras otras sus descerebradas ideas, peligrosas y purulentas para el bienestar mental, llagas infectadas de un cerebro enfermo.
No sabéis lo que duele escribir así pero; soy un tío macho y valiente. Soporto el dolor con cinismo. Incluso puede que no haya dolor y sea así de chulo escribiendo de mis podridas ideas. Puede incluso que mi pensamiento atroz no tenga límites salvo por el que ahora marca este filo agudo e indoloro de la navaja.


Dicen los psiquiatras que los seres tan carentes de escrúpulos como yo buscan su propio final, buscan morir; es un sistema de defensa generalizado en el hombre; algún mensaje genético que dice: "has llegado hasta aquí, no debes seguir haciendo daño, ahora me coges la navaja y te cortas las venas para proteger a la especie humana de ti mismo".
Algo así de sencillo. Tan sencillo como este dolor que he sentido al seccionar el tendón.
Me cago en la puta; ha dolido de cojones el corte.


Mi hijo piensa que soy bueno... Pobre hijo.
Si yo tuviera el más mínimo escrúpulo, la sangre de mis venas debería recogerla en un cubo para no ensuciar todo esto y evitar la dantesca escena a mi familia, a queridos y amados extraños.
Y no puedo evitar ser igual de malo que al escribir, tengo que impactar, no me basta que me encuentren muerto; el decorado debe ser perfecto. Que la sangre corra caiga dulcemente al suelo de mi mano deformada.


La obra maestra de un malo; de un malo que no tiene en cuenta lo bueno. Sólo pretende impactar. Ser poderoso en su enfermedad.
Hasta su último aliento.

Que la sangre sea el telón; un terciopelo rojo sangriento ocultando mi gordo cadáver.


Iconoclasta

30 de agosto de 2005

Morir un rato

Es tentador a veces dejarse morir un rato.
Sólo un momento.
Sólo unas horas.
Cuerpo inerte y el cerebro muerto.
Sin conexión.
Sin dolor.
Sin cansancio.

Quiero morir unos momentos, dulce y suavemente.
Nada espectacular; que nadie se entere.
No es popular la muerte, no es popular a veces la puta vida.
Un segmento de médula espinal interrumpida y un clic que desconecta.
Un vuelo a la pegajosa oscuridad. A la refrescante nada.
Este calor en el cuerpo que molesta y
demuestra que la vida sigue.
Una muerte breve para salir del negro abismo del agobio.

No puede hacer daño.

Un lánguido pene desfallecido que se apoya muerto en el vientre, recibiendo el frescor de la muerte.
Los pulmones descansando y el corazón quieto, muy quieto.
Pobre y cansado corazón
¿No te gustaría morir un rato y así descansar?

Acariciar la aterciopelada soledad y olvidar mi negra alma.
Ser abono para plantas y formar parte de ellas.
Ser nada para ser libre.
No tener que escoger porque todo es sencillo en la muerte.
Nada que hacer.

Morir un rato...
No puede hacer daño.

Iconoclasta

29 de agosto de 2005

Laxib y NusNus

Laxib es una ballena con botas, las hay con zapatillas y zapatos con tacón de aguja. He visto algunas con tutús. Y las hay descalzas pero; son muy tristes.
Con botas sólo hay una.

Sólo hay una capaz de sacrificar la estética por la seguridad de caminar sobre el hielo. Se la supone feliz por ello, porque se sabe única y tiene un eterno amigo, un esquimal hinchable, un tal NusNus al que ella no puede abrazar.
Hay algo triste en esa incapacidad de abrazar. Son una pareja cómica pero; uno no puede evitar verlos con cierta añoranza cuando la luz del gran día polar los dibuja en un horizonte plano. A contra luz.
Laxib, la gran mancha negra del frío y su entrañable borrón NusNus.

Primero dan risa, son graciosos; luego provocan una cordial sensación de amistad, de una vieja y milenaria amistad. Cuando uno los mira ya detenidamente, hay una tristeza que comparten. Se nota en los hombros caídos de NusNus cuando ya han pasado horas de caminar y en la forma en que Laxib a veces arrastra sus botas separando placas de hielo.

Es un ritual diario, NusNus sale del iglú cada mañana del día o de la noche. Y como es de los pocos seres vivientes y tampoco es un ejemplo a seguir de limpieza; Laxib lo huele enseguida. NusNus se rasca los cojones saludado por la gelidez de la extraña mañana polar y Laxib desintegra un mundo silencioso al salir del agua destrozando ochocientos metros cuadrados de hielo.
Se ríe en secreto pensando en las tonterías del agujero de ozono y el deshielo. Y con la risa se le escapa un estruendoso surtidor de agua por el cual sale algún arenque ya rancio.

Forma un follón de mil pares de cojones esa pareja.

NusNus al verla mira hacia el cielo, a sus ojos, y le dice que es un día tan estólido como el de ayer pero que bien podrían bailar un rock and roll para celebrar tamaña estupidez. Laxib patalea de risa y como siempre, como si un cariñoso golpe en la cabeza quisiera dar a su amigo por la ocurrencia, le pisa la cabeza. NusNus por lo bajo se caga en su padre y se deshincha entre blasfemias y chorros de aire subsónicos que se escapan por las costuras de su traje. Hay una pequeña manguera a la entrada del iglú que está conectada a un compresor de aire. NusNus se la mete en la boca y una vez inflado emprenden el camino hacia cualquier lado, sabiendo que encontrarán a un oso polar huyendo despavorido al verlos porque no es inflable. Y si lo fuera, no tiene compresor.

Laxib abre un agujero en el suelo de un taconazo, NusNus la mira con cariño y pesca con su arpón un pez que se come allí mismo, crudo. Como lo hacen los esquimales de toda la vida. Y una vez satisfechos ambos, una vez que han conseguido llevar a cabo sus obligaciones diarias, se dedican a pasear y hablar un balleno complejo y absurdo repleto de risas y gritos.
Y algún reproche en mitad de un sonido estridente de escape de aire.
Son tan absurdos que dan envidia. Que uno guarda el secreto para preservar su extravagante y tranquila vida.

Iconoclasta

Importante: NusNus y Laxib son personajes de cómic creados por un gran amigo: NusNus cuyo espacio personal es: http://spaces.msn.com/members/nusnuss/ Yo, y aprovechando una broma de NusNus y Ninette, otra amiga en este medio. He narrado un día en la vida de estos magníficos personajes. Siempre desde mi desafortunada visión, tan lejana de la genialidad de su autor.

28 de agosto de 2005

Humañams

De la enorme fuente escoge una negra gorda que se convulsiona y patalea entre el líquido rojizo.
Sacude el exceso de salsa y le arranca el vestido. Cogiéndola por el cabello le separa la cabeza del tronco y con el cuerpo entre los dedos se lleva a la boca el muñón chupando con fuerza, sorbiendo su sangre.
Después presiona con el dedo índice y pulgar la cabeza y vacía los sesos en su lengua con delectación.

-Papa, ¿me pelas éste?- y el pequeño le entrega a un tipo rubio muy blanco. Chorrea esa salsa mezcla de vinagre y pimentón.

El padre le arranca los shorts y una zapatilla deportiva. No hacen caso a sus gritos ni a sus lágrimas, apenas ven el leve movimiento de sus minúsculas extremidades. No oyen ni sienten a seres tan pequeños.
Se lo devuelve ya limpio y el niño lo parte por la mitad a la altura de la cintura y sorbe por los enrojecidos extremos.
Deposita los dos trozos en el plato de deshechos.
Carlos sonríe cuando algunos miembros desgajados en el plato, aún se mueven. Es gracioso.
Está contento porque esta mañana con su padre, ha conseguido llenar una bolsa; casi dos kg. Su madre ha preparado la deliciosa salsa y no deja de decir lo buenos que están.

Los humañams son un plato sabroso, no tienen carne pero sorberlos es de vicio.
A veces se acercan hasta el valle para pasear y cazar entre las permanentes volutas de vapor de agua. Es un valle precioso de rojas y pardas hierbas; y en toda la extensión de esa rojiza alfombra, flotan permanentes nubecillas azuladas allá donde hay nidos. Los nidos de humañams.
Algunos son enormes y construyen unas complicadas celdas en las que hay un movimiento febril.
Los humañams son pequeños, apenas superan el par de centímetros.
Para cazarlos basta con plantar una maqueta de centro comercial; un conjunto de tiendas en miniatura, como al que ellos acuden cada semana para pasear y comprar.
Los humañams tienen una inteligencia colectiva, colonial y se sienten atraídos por estas cosas.
En pocos segundos una de estas trampas se llena de humañams, se saca la maqueta y se vacía en la bolsa. Siempre es emocionante ese momento, a veces consiguen hasta 60 humañamans de una sola vez.
Su padre dice que a estos animales les atrae los colores de la maqueta. Una vez metieron un plato con miel para atraerlos pero; sólo consiguieron varios cadáveres.
Los cadáveres no tienen buen sabor. Son un poco amargos y la salsa los mejora pero; no es lo mismo que sorberlos frescos.
Los humañams aprenden enseguida. Viven muy poco tiempo, nacen y mueren en el mismo día. Por eso hay que ir de nido en nido y no intentar la caza dos veces en el mismo día en un mismo nido. Hay que esperar a que se mueran para pillar desprevenidas a las siguientes generaciones.
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Siempre ha creído al observar el universo, que somos el sueño de un gigante. Siempre ha tenido esa impresión cuando el firmamento, a través de la lente de su telescopio de aficionado, parece doblarse. Es un efecto óptico de la refracción de la lente que se hace más visible cuanto más tiempo se está observando a través del telescopio.
Tal vez sea por culpa de la excreción lacrimal provocada por la irritación de horas de observación.
El universo parece doblarse, abrirse, bostezar.
Como si viviéramos en alguna parte del cuerpo de un gigante.
Un universo de plaquetas, hormonas, neuronas... Somos tan pequeños que todas esas células son enormes planetas en un organismo vivo.
Posiblemente sea nuestra pequeñez la que haga infinito a un universo finito y concreto.
Tal vez somos una colonia microscópica en un esfínter inmenso. Acaba de rematar sonriendo ante su escatológica ocurrencia.
Roberto deja de mirar el telescopio y se pellizca y masajea los lacrimales. Le pican los ojos.
Coloca un cd de los Rolling y se enciende un cigarro.
Ha pasado una larga hora observando el espacio desde el pequeño balcón, deseando en su fuero interno encontrar otro telescopio que le observara a él desde ese negro abismo horizontal. Es un aficionado romántico; vida en otro planeta...
Son cosas que uno debe callar para parecer educadamente cuerdo.
A veces mantiene un puntero láser enfocado a Sirio, es una estupidez pero; le interesa cometer este tipo de majaderías, crear un poco de magia.
Se estira en el sofá mientras escucha la música junto con los molestos ruidos de la realidad.
Todo se hace oscuro. Todo se tambalea, las paredes del edificio se han rajado, a través de la ventana ve desaparecer el edificio de enfrente, las personas caen junto con los cascotes.
Su telescopio ha desaparecido por la caída de la cornisa. Con un estruendo aterrador la pared maestra de la fachada ha desaparecido y una enorme masa imposible de abarcar, ocupa su campo de visión.
Parece moverse hacia arriba y de él caen personas aplastadas. Críos que aún lloran. Seres que su cuerpo es mitad carne y mitad cascotes.
El ruido es ensordecedor y todo vuela a su alrededor. Los muertos no gritan, los mutilados abren su bocas en un alarido de dolor y terror. Pero el ruido es tan inmenso que nadie los oye.
Un trozo de techo cae en sus piernas y se le rompen todas sientiendo el crujido sordo de los huesos al pulverizarse.
El sueño de un gigante...
Y se sume en una somnolencia tranquila que lo aisla del dolor inhumano que se ha formado allá abajo, en sus piernas.
Y se vacía poco a poco de sangre.
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Carlos al correr entusiasmado por el valle ha tropezado contra un nido de humañams oculto por la nube de vapor. Su padre consigue sujetarlo antes de que caiga.
- ¿Te has hecho daño?
- No, pero me parece que he roto el nido.
- No te preocupes, los humañams lo reconstruirán en menos de un par de días. Pero ahora no podemos cazar en éste, deberemos ir un poco más al sur del valle, no ha habido tanto excursionista por allí. Seguro que encontramos alguno en el que no hayan cazado hoy.
Carlos restregó la suela de la bota contra la hierba para limpiarla; quedaron restos de humañams y ese material débil que usaban para construir las celdas. Algunos estaban vivos e intentaban llegar a su nido. Consiguió coger un par y los compartió con su padre.
- Al natural también están buenos, papa. No los he aplastado al cogerlos.
Los pelaron sin saber de los terroríficos gritos de miedo y dolor que los humañams proferían. Los partieron por la mitad y después de sorberlos lanzaron los cadáveres al suelo.
Y con una animada conversación se dirigieron hacia el sur en busca de más nidos.
Era un día precioso.
Carlos recordaría con añoranza durante toda su vida esos días en los que iba con su padre al valle a cazar humañams. Como ahora hace él con su hijo.
Adora este inmenso valle; mira hacia el cielo y se pregunta si toda esta enorme belleza no será el sueño de un gigante.
Iconoclasta

27 de agosto de 2005

De la Supernova y unos humanos

"Las supernovas se producen como resultado del estallido final de estrellas suficientemente masivas, una vez que éstas han agotado todo su combustible nuclear: hidrógeno, helio, carbono... El estallido es tan violento que destroza literalmente la estrella, creando una nebulosa planetaria que se expande en torno suyo mientras el núcleo de la antigua estrella colapsa convirtiéndose, según la masa inicial, en una estrella de neutrones o en un agujero negro."
Supernova, estrella peligrosa y letal donde las haya. Discreta en esa inmensidad universal con su dramática carga pulsante. Es un cúmulo de sensaciones difícilmente asimilable por un humano. Muerte luminosa portadora de proteínicas moléculas de vida y mentes. Lanza secretos de pasión y muerte. Sugerente y magnética.
Somos una raza en extinción al borde de la catástrofe. Nos queda poco tiempo de vida para seguir siendo dignos.
Una Supernova arrasará el planeta en las próximas horas.
Somos unos pocos hombres y mujeres con una valentía dramática, con una nobleza metida tan dentro del alma que es difícil correr para esconderse del letal mensaje de la supernova. Nacimos así y estamos orgullosos de ello. Nos propusimos sentirla, subimos a una montaña alta y vieja y clavamos los dedos en la vieja tierra.
Ellos; los otros, corren a refugios, corren sin saber adonde ir. Cogen a sus hijos en brazos y les lloran y les dan mensajes de amor. Nosotros nos acercamos todo lo que podemos a esa supernova espléndida y mortal.
La observamos con un telescopio de plasma líquida, (zoom sensorial de tres trillones de luxes directamente conectado al nervio óptico). Sentimos con claridad, con cada una de sus pulsaciones, un mensaje de pasión y secretos codificados a través de una frecuencia que atraviesa pieles, carnes, huesos y médulas. Apoderándose de nosotros; sin ser conscientes de que la miramos de frente, con la mirada firme. Demasiado concentrados en ella como para sonreír. No usamos gafas ahumadas porque no es elegante morir así.
Y está allí sola, contra el Universo. Le dice que está ahí y que es su turno de ser ella. Y el Universo, cabrón y oscuro, la intenta apagar. Pero ella brilla allí sola, colgada del manto oscuro de la nada, pulsando continuamente por explotar; por conventirse en algo más poderoso que un sol. En un breve sol que dará algo de calidez a un trozo del Universo. No es mucho, pero la supernova lo intenta, lo consigue.
Y nosotros, pobres seres, esperamos recibir sus cálidos y letales rayos, sus incineradores secretos de vida.
Nacer para esperar, esto no es vida. Es el infierno con un decorado precioso. Intentamos sobrevivir con la esperanza de escuchar su in crescendo inhumano, cruel y desproporcionado.
Nos queda tan poca vida...
Que sus rayos lleguen a nosotros; intentaremos mantenernos vivos. Morir con su mensaje es mucho mejor.
Sentirlo entero antes de morir...; si es posible, por favor.
Engañaremos al cuerpo, transmutaremos el dolor de los rayos cósmicos que nos atraviesan en suaves aleteos de pequeñas mariposas de alas amarillas. Somos héroes mirando directamente a los ojos de la muerte.
Mi compañero (un hombre que no conzoco) está muriendo y aguanto la caída de su cuerpo, una mano en su nuca para que su mirada siga pendiente de la supernova. Le poso la mano en el corazón para confortarlo mientras mi espalda se quema por el bombardeo cósmico y le sonrío para que sepa que soy feliz, que no sufro dolor. Mi compañero cierra lentamente los ojos y posa su mano en la mía. Cuando noto su muerte, mi boca intenta gritar para conjurar todos esos secretos que la supernova nos está transmitiendo; ahogo un grito. Tengo miedo.
Es un poco cruel; creo que no sabe que somos poca cosa. Nuestros corazones se han sincronizado con sus pulsaciones, y hay un ansía dolorosa y agotadora. Pulsamos juntos con ella. Estamos indefensos ante su grandeza.
Y mantenemos con un sobreesfuerzo la mirada firme, sin pestañear, esperando que surja de esa crisálida una luz tan potente que dé vida al Universo negro y desolador. Que dé vida a un ser majestuoso.
El Universo parece encogerse un poco ante la magnitud de su luz. Que nos arranque unas lágrimas por fin, relajándonos. Morimos sintiéndonos pequeños. Ardiendo como pequeñas hogueras que no consiguen llamar la atención de nadie.
Un poco apenados.
Iconoclasta

26 de agosto de 2005

Iconoclasta

Cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia, estoy hasta los mismísimos de tanto idiota.

2 + 2 = 5

Y no me toquéis los cojones.

(El Poder, el que se escribe con "J")

Buen sexo.

Iconoclasta

Bianco

La dulce y entrañable mascota:
Bianco

Curso básico de llanto tranquilo

No es una clase al uso, sólo es para voluntarios pasionales. A nadie se le dará un estúpido diploma al diluir con las lágrimas alguna entraña. No habrá flores ni risas durante la clase. Somos Destructores de Risas S.A.; una empresa creada para serviros a vosotros durante unos minutos. Lo que dure el cerrar el puño y metérselo en la boca para no ser demasiado histéricos al llorar. O histriónicos. Porque no es necesario, no nos ha de ver nadie. Los que os habéis matriculado, podéis llorar un rato; a partir de ahora, incluso antes de ahora hubiera sido una buena idea hacerlo. En Destructores de Risas S.A. pensamos que reímos mucho. Demasiado, asaz... No os cobraremos nada, somos una empresa sin afán de lucro, esa ya es una buena razón para llorar por nuestra parte (esta broma es risible, podéis reír un poco antes de comenzar la clase). Veréis, no se trata de un llanto desesperado y deprimente. Eso para los cobardes. Nosotros, lloraremos solos, escondidos en una zona oscura e íntima. Seremos sombras que lloran con un pequeño matiz húmedo y salado. Y sin esos alardes de sentimiento desmesurado y excesivo; el que solloce de una forma notablemente audible será expulsado. Tenéis que tener presente, mis llorones, que no vamos a llorar para arrepentirnos de nada; lo hemos hecho todo demasiado bien. Vamos a llorar por lo que no nos han dejado hacer, con los ojos entornados por un rencor controlado. Eso es; así. Parece que lleváis toda la vida haciéndolo.

Muy bien.

Esas lágrimas de hombre y mujer que aún desean cosas, han de correr libres por la cara. Han de lavar una conciencia engañada por falsas promesas de amores y triunfos (nos pasa a todos; en Destructores de Risa S.A. somos conscientes de ello; por eso a nuestros alumnos les respetamos hasta tal punto que lloramos con ellos). Para que el corazón no se ahogue con lágrimas de rabia y deseo allí retenidas. Que el enemigo no nos vea.

Lavado a presión de la conciencia.

Condensados de deseos no cumplidos, de traiciones día a día. De una injusticia sofocante, asfixiante, letal para el alma libre. Esas lágrimas, os habéis de esforzar. No veo sombras que se agitan contenidamente en los rincones oscuros.Una purga controlada del alma. Y no somos santos, a lo sumo, mujeres y hombres que vivimos sin mirar demasiado a nadie. Cuando miramos, es para desear. Como esos pequeños y dulces amores que dejaron su huella en nuestro cerebro. Cicatrices de ese estilete fino y agudo que es el amor. Promesas íntimas y secretas, nuestras y para nosotros que no nos permitieron cumplir. Sólo por envidia, sólo por ser lógicos. Por esa mierda del uso de razón. No hagáis trampas, no vale pensar en lo bueno, en las cosas hermosas que no vamos a nombrar porque no es el momento adecuado. Porque si pensáis en eso, no hay quien llore. Se impone llorar, reconocer culpas y errores, propios y ajenos. Porque se trata básicamente, de llorar con valentía.No pensemos en lo conseguido y cumplido. Stop a los trofeos. Repito, no seamos tramposos, en Destructores de Risas S.A. conocemos al ser humano y sabemos que siempre busca el lado amable de la vida para olvidar y no llorar. No seáis tramposos o quedaréis atrapados en un purgatorio melífluo e imbécil. Y vosotros no lo sois. Hoy se debe drenar toda esa opresión del corazón. Si morimos ahora, que no sea con un puñetero corazón oprimido; por una presión osmótica excesiva y rica en sales minerales que ahoga unos pulmones que desean intercambiar su aire con el de él, o el de ella... Suavemente. Es la química del llanto. Una vez no le miramos a los ojos o no fuimos conscientes de su mirada intensa; de un roce voluntario pero demasiado leve para que él o ella lo sintiera. Porque no nacemos enseñados y la vida es muy puta. Si la hubiéramos rozado con más voluntad, si hubiéramos sentido y aguantado sus ojos sin vergüenza... Se impone llorar, hemos de llorar para que el cerebro continúe haciendo explotar todas esas neuronas que nos enloquecen, neuronas creadoras de deseos y anhelos. Las que humedecen labios o excitan sexos. Pasiones... Llorad, con un par. No dejemos que las lágrimas acumuladas diluyan los ácidos pasionales. Debemos demostrar que nadie nos enseñará nada con los escarmientos de la puta vida. Nos parieron tenaces, moriremos rotos, nunca doblados. Aunque duela la espalda. Llorando más fuerte. Seguiremos amando y deseando aún cuando la lógica imponga su criterio. No somos lógicos y si hace falta llorar sin que nadie lo entienda, lo hacemos. Pero que no nos vea el enemigo.Lo estáis haciendo bien, hijos del universo. Un poco más, veréis como se rompe la presa. Aguantad, llorad el dolor y luego nos reímos juntos. Cuando no os queden lágrimas, volveréis a amar con la fuerza de Thor tirándose a las walkirias del promiscuo Odín. Vuestra conciencia quedará relajada y el corazón os reventará el pecho con sus profundos latidos de valentía y pasión. Antes de salir otra vez a la luz, limpiaos, ensayad una sonrisa y seguid siendo aquellos que caminan sin mirar a nadie. Cuando miréis, que siga siendo para desear. Esta empresa se autodestruirá en 15 segundos, Destructores de Risas S.A. ha cumplido su objetivo. Rogamos que no le cuenten a cualquiera que un día existimos, sean selectivos.

Y unos pasionales besos de éste, el que les ha guiado y que se autodestruirá con todo el negocio. Con calma y valentía. Es que soy el gerente y no puedo dar una mala imagen.


Iconoclasta

25 de agosto de 2005

BDSM, el disgusto

BDSM, EL DISGUSTO

Cuando tengo un momento de descanso durante la jornada laboral, leo los anuncios guarros de los periódicos. Eso me pone y me va bien para realizar mi trabajo en la fábrica de condones.
Tengo una responsabilidad muy grande y mi pene siempre ha de estar irrigado al máximo para llevar al límite el condón-tipo del lote de fabricación.
El que se encuentren restos de mi semen en un condón empaquetado, es considerado como un premio y a quien lo entrega junto con la prueba de compra, se le regala una reproducción escala 1:1 de mi miembro y un video en el que se muestra solamente mi cara de placer y mis preciosos ojos semicerrados durante las pruebas que realizo.
La verdad, nadie se mata por conseguir eso. Y de hecho, nadie ha solicitado el premio. Y parece ser que nadie se entera de que dentro de algunas cajas, se encuentra un condón usado que da fe de la calidad de los productos fabricados por Condoms La Gran Corrida Associated & Fantasy Anal Truños Arts.
Si mi nómina es grande, es gracias al papel que se necesita para imprimir el mierdoso nombre de la empresa.

Bueno, como os decía, me gusta leer los textos de los anuncios de contactos y las casas de putas. Me entretiene tanto que a veces me quemo los dedos al consumirse el cigarro mientras me como mi bocata de chistorra con sobrasada, chorizo y ketchup.

Nadie me gorrea el periódico cuando acabo de ojearlo porque da asco de aceites saturados. Mejor, así me puedo limpiar las pequeñas gotas de semen en él; con la página de contactos de los maricas, claro; es lo único que no leo. Las tortilleras en cambio me ponen.
Nunca me ha dado por responder a un anuncio de esos. Es simple morbo. Yo no pago por follar.
En todo caso, cobro. Y a unos precios que ni la reina Sofía podría pagar sin pensar en como justificar semejante gasto real.

No soy una cualquiera.

Un anuncio nuevo llamó poderosamente mi atención; se trataba de un club BDSM (algo de sadomasoquismo) en el cual (bajo el pie de una foto de una tía impresionante con correajes de cuero) se explicaba que por nueva apertura se celebraba una pequeña fiesta en la que se permitía el acceso a personas interesadas en formar parte de dicho club.
A mi eso del cuero negro me pone, me gustan las tías que llevan bragas de cuero con cremallera, las tetas al aire sujetas por arneses de cuero. Las botas altas que llegan hasta la parte más alta del muslo...

En fín, cuando leí que se hallaba el local a pocos metros de donde trabajo, decidí llamar a mi mujer y decirle que llegaría tarde porque tenía que hacer pajas extras debido a una punta de trabajo.

A las 18:05 me planté en la puerta y entré en un local decorado con paredes rojas y negras y todo tipo de accesorios extraños y prometedores de insanos y lujuriosos placeres.
La recepcionista era una mujer mayor que chorreaba michelines por el corpiño de cuero.
Con voz cazallosa me pidió mis datos.

- ¿Amo o sumiso?

- ¿Se pueden probar las dos cosas?

- Claro hombre, pero hay que empezar por una.

Y con la mejor de mis suficientes sonrisas dije:

- Sumiso, seguro que es más relajante y cómodo.
No acabé de hablar cuando pulsó encima de un interfono y dijo:

- Sumiso. Sala 3.

No acabó ella de pronunciar el 3 cuando aparecieron dos bellezas con su sexo descubierto que me llevaron a una sala en la que habían grilletes, cadenas, látigos, un potro y una mesa de torturas.
- Desde luego, lo tenéis bien ambientado esto.- dije con simpatía para romper el hielo.

- Calla, perro.- me dijo la rubia.

No fue lo que me dijo, eso no me ofende porque no tengo dignidad, lo que me jodió fue la bofetada que me pegó. Acto seguido metió la lengua en mi boca y me calmó un poco. La morena mientras tanto (yo la miraba de reojo saboreando el chicle de la rubia) cogió un látigo y se colocó frente a nosotros.

- ¿Te desnudas tú o lo hacemos nosotras?

Yo quise que fueran ellas.

- Vosotras, que estáis muy buenas.

En aquel momento, me di cuenta de que el BDSM seguramente no era lo mío y que además, no era lo que yo creía.
Porque las muy guarras, me tiraron en el suelo y una de ellas clavó el tacón de su bota en mi barriga mientras la otra me desnudaba de cintura para abajo escupiéndome y dándome fuertes palmadas allá donde le daba la gana.

- Hostia puta, que daño...- me lamenté.
La morena apartó a la rubia, cogió me pene que creció en segundos entre sus dedos calientes y me lo dobló.
Yo no sabía que hacer con mis huevos por la forma en que se encogieron ante el dolor. No se si me metieron hacia dentro o se me cayeron al suelo.

- Te callas, perro. Te estamos preparando para tu Ama.

Acto seguido, con un par de latigazos me ayudaron a sacarme la camisa.
Yo lloraba ya un poco nervioso.
En cuanto estuve desnudo, me sujetaron las muñecas tras la espalda con unas esposas, me amordazaron con una mordaza rematada con una pelota de ping-pong naranja y me calzaron un tanga de cuero que apretaba mi polla hasta tal punto que me costaba respirar.
Se largaron y me dejaron solo con mi humillación y malestar.

“Yo me largo de aquí”, no era un pensamiento, era una plegaria. Un deseo vehemente.

Y entonces, se abrió la puerta y apareció una mujer enorme, un auténtico monumento que dejaba entrever unos pechos firmes y enormes a través de unos tirantes que los cubrían muy escuetamente.
Un pantalón de cuero ajustado marcaba su sexo, metiéndose bien adentro la costura.
Casi que me quedaría un rato más.
Ella no llevaba nada en las manos.

Pero claro, había un armarito y lo abrió.

Encendió una vela de color lila y esperó sin decir nada; bueno, me decía cosas como: “Mi perrito, mi mierda, mi esclavo, mi cosa, cerdo, puerco, hijo puta...”

Se notaba que esa mujer disfrutaba con aquello, lo hacía bien.

Yo ya había olvidado la paliza que me dieron aquellas guarras y estaba excitado. Aquello me ponía y la polla se hinchó en un universo comprimido y en constante expansión (a veces leo a Hawkins porque soy así de culto).

- Buzzcaadfñgf.- le dije (Quítame el tanga que me está matando).

Se acercó, me quitó el tanga de un tirón junto con algunos pelos de los huevos y dejó caer la cera caliente acumulada en el cirio en todos mis cojones.
Yo no soy sufrido así, que le pegué un bocado a la pelota de ping-pong y la pude aplastar lo suficiente para decirle (después de soltar un agudo chillido).

- Como coja yo la vela te hago un molde de los pulmones con la cera.

- Los perros no hablan – y empujándome con el pie, con una delicada patada en mis costillas me obligó a dar la vuelta en el suelo; y me quedé boca abajo, agradeciendo el frescor del suelo en las pelotas.

Primero fue algo suave, como cuando te pica el culo y te rascas. Pero aquello entró como un misíl y me puse más rígido que los labios de Aznar.
Yo le pedía perdón y que me sacara aquello del culo.

Pues a pesar de mis alaridos desesperados, no me hizo caso la muy insensible.
Me cogió del pelo y me soltó un escupitajo en toda la cara.

- Yo me largo de aquí. Ya tengo bastante.- le decía con sinceridad.

- Ni hablar, los esclavos habéis nacido para sufrir.

- Y para que me la chupes.- dije con descaro porque soy un bocazas de nacimiento.

Aquello pareció magia, me soltó suavemente la cabeza, y me di la vuelta.
Se agachó ante mi y su boca se abrió.
Me rozó el pijo con la lengua y oprimió entre su puño el pene.
Yo creo que estaba hipnotizada por la belleza de mi miembro.

- Eres una guarra...- le dije suspirando, casi enamorado de aquella delicada beldad.

El suspiro se convirtió en un mensaje de angustia lanzado al cosmos cuando me colocó un cepo brevemente dentado que apresaba mis huevos.

Y la muy cabrona, apretaba tan fuerte mi polla entre los dedos que aquello se mantuvo duro ante aquel dolor insoportable.
Con la mano libre, abrió una cremallera que iba del coño al culo y se sentó encima mio, y se penetró ella sola.
Y así, mientras yo pensaba distraídamente en el cepo que estaba a punto de amputar mis cojones, ella se movía aprovechando mi polla dura. Pues veréis, la cosa no fue así de suave.

Tuvo la feliz idea de mearse.
Vamos a ver, yo no soy así, mi naturaleza no es esa. No disfruto con ello.
Ni me sentía a gusto con ese:

- Cerdo, cerdo, cerdo...

Y mientras se meaba, la muy pérfida abrió la boca como una loba y apresó mi pezón derecho.
Aquello era dolor en estado puro, me debéis de creer.
En mi vida había llorado así.
Y no se cómo, pero en un momento dado, entre los meados de ella, el cepo que me estaba provocando necrosis y mi pezón a punto de ser devorado; eyaculé.
Me corrí sin placer, sin darme cuenta. Ya estaba harto de esa disciplina.
Ella dijo cariñosa:

- Mi cerdo se ha corrido...

Y metió sus dedos manchados de mi leche en mi boca abierta.
Imaginé que provocaba mi vómito en vista de tal y como se desarrollaban las cosas.
Pero yo soy muy duro, no soy delicado.
Se quedó mirándome y pensando en alguna barbaridad, seguro.
Y yo temía que hubiera por ahí una lavativa con agua muy caliente.
Y me puse histérico, me meé yo también al imaginar un enema en aquel lugar.
Seguro que había un sótano con una piscina de ácido en donde se deshacían de los cadáveres deshidratados de todo fluído corporal.

- Bueno, se acabó la sesión, espero que vuelvas, guapo. Cuando seas socio, ya mantendremos una sesión más completa.

Y volví a nacer.
Ella me ayudó a vestirme y me indicó donde estaban las duchas.
Yo le dije, que no me duchaba más que en mi casa (intuía alguna trampa en aquel lugar).
Me besó delicadamente pensando que mis lágrimas eran de agradecimiento a su buen trabajo de Ama.
Y aún no me había metido la polla dentro del pantalón cuando pasé como un exalación delante de la recepcionista sin despedirme.
Cuando llegué a casa, me metí en la ducha y me acuclillé abrazándome, dejando que el agua limpiara todo ese dolor y humillación. Soy un ser delicado.
Cuando me encontré más tranquilo me masturbé un par de veces y me sentí mejor.
Me puse crema hidratante en los cojones y me quedé unas cuantas horas dormido en el sofá del comedor acunado por las palabras de mi mujer y sus problemas diarios, que me importan una mierda.
Aún hoy, cuando veo las iniciales BDSM, mis cojones se encojen como pelotas de cuero. Y se me han pasado las ganas de preguntar qué coño significan esas siglas. No soy tan curioso.
Ahora ya lo he probado todo. Os lo juro.

Buen sexo.

Iconoclasta, 23-4-05