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11 de abril de 2015

Solo heridos


Nada tengo que ver con una artista como Frida. Soy la absoluta oposición a lo que ella era: arte, sensibilidad y emoción.
Solo hay una cosa que podría tener en común: el dolor del cuerpo; pero hasta ese dolor en mí es ridículo comparado con el suyo.
Si insisto en buscar algo común, sería que estamos ambos en los extremos: ella en su universalidad y admiración. Yo en mi mediocridad y ocultación.
Pero eso es una trampa burda que intento por dar algo de importancia a mi existencia, un sofisma.
Solo tenemos en común haber sido heridos.
No puedo evitar al ver su dibujo, pensar que soy una bestia herida en los huesos y el pensamiento. Siento una especial simpatía por ella, herida.
Sé que hay mucha gente dolorida, pero no me interesa esa gente. Es mi intimidad, mi pensamiento. Yo elijo quien está en él. Siempre que puedo. Y en mi pensamiento no existen multitudes, dos o tres seres a lo mucho. Exagerando.
Soy el dibujo de un gato con los cuartos traseros aplastados, maullando en la cuneta de una carretera llena de coches veloces que no prestan atención.
No vivo como quiero, como ella, ni siquiera así padezco.
Solo hago lo que puedo, soy lo que puedo, muy lejos de lo que me gustaría.
Sin clase, sin elegancia, con los dientes rotos de apretarlos al soñar lo que no soy y no seré.
Ojalá su dolor haya cesado, pronto me toca a mí también.







Iconoclasta