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19 de octubre de 2021

La banalidad y sus cadáveres


El precio de una vida banal es una muerte también banal.

Incluso los que importan, en solo unos días ya son carne de charlas de fiestas de año en año.

Si has sido tan banal como un bostezo, ni siquiera darán pésames a los que vivos, tengan algo que ver contigo, con tu cadáver.

Y por favor… Cuida un poco tu agonía, porque no hay nada más aburrido que un muerto superficial que no acaba de morir y reúne a su alrededor a sus allegados para despedirse largamente, protagonizando su propia caricatura.

Normalmente, cuando mueres (a no ser que seas una imbécil y asquerosa celebridad de de yutup, tuiter o feisbuc) nadie pondrá una carita triste. Y menos aquella puta de la que eras cliente habitual y casi usurero, so puerco.

Si tienes contratado un buen funeral en tu seguro, pudiera ser que a la hora de tomar el tentempié que celebra tu muerte, alguien diga algunas palabras emotivas en tu recuerdo; pero seguro que será producto de la ebriedad.

Normalmente al morir no importas a mucha gente: un pequeño y tímido lamento y unas palabras mentirosas para el indiferente cadáver vestido de muñeco ventrílocuo, con la chaqueta cortada por la espalda. Y a seguir devorando canapés de merienda.

De hecho pondrán cara de estreñidos muchos menos de lo que piensas. La banalidad se paga con indiferencia y no con putos bitcoins de mierda.

Si no hay merienda o algo de picar para amenizar el funeral, tu cadáver y tu banalidad silbaréis impacientes hasta que os quemen u os metan en el nicho.

Pudiera ser que aún que estás vivo, pienses que lo peor es que de tu superficial vida no trascienda nada, ni siquiera por esa accidentalidad de una azarosa cadena de pensamientos que llega a evocar que alguien existió en algún momento de la película.

No sé si es bueno o malo ser banal; pero me lo tomaré como un asunto de elegancia: prefiero que me recuerden con asco que con indiferencia bostezante.

Habré aportado mi granito de arena sucio a este mundo de mierda.

Y como tengo más facilidad para ser desagradable que banal, mi muerte no dejará indiferente a mi gato.

De cualquier modo, todo lo que conocí en la ciudad, podría morir antes que yo por aplastamiento, cremación o disuelto en ácido sulfúrico y no se me elevaría un milímetro ninguna de mis cejas bien separadas y definidas, ni siquiera levemente por algún inopinado tic (por lo único que recuerdo que una tal Frida Kahlo existió y tascendió, es por su uniceja tan rústica, que siempre me deja bizco, es la razón de que me preocupe el asunto estético).

Además, cuando has conocido la muerte de alguien allegado a ti por segunda vez, el resto de muertes te dan el carisma de un forense aburrido que mastica con glotonería unos snacks crujientes de arroz inflado con los guantes sucios de mierda.

Pensándolo bien, no importa que seas banal o trascendente.

Los muertos se disipan en el aire en cuestión de segundos y no tienen oídos ni ojos y solo dejan un desagradable olor, por mucho que los hubieras querido cuando tenían color.

Si un día te masturbaste con la mano llena de excrementos y gritando como un cochino, ni siquiera generarás un pecado ominoso que pagar, ni para lo malo trascenderá nada de tu vida.

Morir es lo que es, peña. El único misterio reside en que hay tantos muertos acumulados en los anales de las historia cuyas almas no aparecen por ningún lado, que es absolutamente estúpido y patológico que la chusma siga creyendo en paraísos e infiernos. Ven que desapareces y siguen con su esperanza de mierda en que la muerte sea una renovación de tus vacunas caducadas. Una nueva vida tras la muerte.

¡Qué lelos!

Por ello, olvida los asuntos de la banalidad y la trascendencia. Antes de morir (si tienes suerte de morir lentamente por un cáncer o un hígado que se deshace y lo cagas cada día un poco), deja todo lo que puedas por hacer; pero sobre todo deja muchas cosas por pagar. Y esas cosas rómpelas para que no se puedan recuperar.

No trascenderás; pero morirás con la sonrisa más divertida y sincera que jamás hayas tenido.

Tanto filosofar de mierda, para acabar concluyendo lo de siempre, que se jodan los vivos cuando te mueres.

No me negaréis que no ha sido divertido, superficial pero con clase, este pequeño ensayo sobre banalidad y trascendencia.

No intentéis hacer estas cosas en vuestras casas si no sois adultos bien formados, u os deprimiréis.

Y bueno, cuando acudáis a un funeral, imprimid esto para amenizarlo. Ya veréis la visibilidad que conseguiréis, mucho mayor que la del cadáver.

Tal vez haya que volver a la moda de las fotos victorianas post mórtem, al menos trascendieron unos minutos más aquellos cadáveres, aunque tuvieran un gusto del carajo.

Aquella gente debía tener el cerebro podrido (lo vivos de las fotos digo).




Iconoclasta

15 de junio de 2019

Amar en secreto

Amarte silenciosamente es lo mejor que me podía ocurrir.
Porque el amor no se deteriora cuando se mantiene secreto, en silencio.
Está a salvo de malentendidos y de mis vergonzosas limitaciones y carencias este amor que oculto y que guardo tan silenciosa y sigilosamente.
Nunca sabrá nadie la brutalidad de mi amor.
No lo pretendo; pero es una consecuencia lógica que este secreto te proteja de mí mismo y de mi existencia al no interferir con la tuya. Todo encaja ¿verdad, cielo?
Amarte silenciosa y caligráficamente es mi privilegio. Forma parte de mi escorada naturaleza.
No necesito tu permiso, ni compartir mis inquietudes y emociones con un amigo confidente.
Sé con certeza que cuando el amor deja de ser secreto, se autodestruye en cinco, cuatro, tres, dos… Estalla mediocremente, sin grandes aspavientos y ni cadáver deja para poder visitar su tumba y llorarlo al evocarlo.
Al evocarte a ti.
Sé de una forma natural, que ambos seremos felices con este amor, porque no sentiré la pesada carga al besarte, de no ser lo que me gustaría.
Sé que algo está deteriorado en mi cerebro.
La cuestión es que no hay remedio, ni lo quiero.
Es tarde, o tal vez, destiempo.
No es para ti esta carta, amada mía.
Es para este amor que palpita oscura y silenciosamente en mis sienes.
¿Te das cuenta de la trascendencia que amarte le da a mi vida? Gracias, mi amor.
La belleza de escribir solitariamente, de amarte sin límites ni gravedad. Poderosamente…
Es delirante, e incluso hace añicos el real concepto del amor.
Suelo romperlo todo, nací disconforme, enfadado con todo.
Así que escribo este secreto para dar peso, tamaño y tacto a este extraño amarte y situarlo como un jalón en mi historia.
Podrías pensar, si supieras de qué forma te amo, que estoy loco.
Claro que sí, no puedo rebatirlo; pero no ocurrirá. Moriré y nunca se sabrá, ni dolerá, ofenderá, ni asombrará.
Y lo mejor de todo, no me avergonzará jamás.
Temo al ridículo como al veneno.
Puedo reconocer mi locura porque este acto, estas palabras no me resultan extrañas. Son connaturales en mí por lo que soy y por lo que sé.
En otro momento, te escribiré de nuevo, no puedo olvidarte, cielo.
Te follaría ahora mismo, con la pluma en la mano…





Iconoclasta
Imagen de Iconoclasta.





27 de enero de 2017

En color y BN


Su foto en color erotiza cada milímetro de mi piel.
Es como si fuera perfecta. Una muñeca de porcelana de labios precisa y preciosamente tallados con una mirada oscura e intensa que me arrastra a una lujuria suicida.
Y es imposible ante todo ese arrebato no evocar sus palabras y su mirada profunda y sobria que promete no abarcarla jamás.
Es entonces cuando los contrastes policromáticos viran a los negros y grises, los colores de la profundidad y la trascendencia.
Y quiero trascender con ella, a través de su coño o de su mirada. De cualquier forma por llegar a algún momento o lugar suyos.
La amo polícroma y monocromáticamente.
Es tan extraña, tan exclusiva.
Por favor...



Iconoclasta

18 de septiembre de 2015

Te brindo mi vida


Te amo, pero no es algo que me haga sonreír.

Amarte no tiene ninguna gracia, no hay un ápice de banalidad porque te entrego mi vida cada vez que pienso en ti.

Deja que me explique, mi amor, no es culpa tuya, ni se trata de un drama rebuscado y romántico.

No quiero hacer tragedia de amar, pero el corazón se detiene durante unos segundos al evocarte, al oírte o mirarte largo tiempo. Y muero.

Desearte acelera mi muerte.
Soy feliz de tenerte, sonrío por dentro; pero no puedo evitar demostrar lo importante, lo vital que es amarte.

¿Sabes? Mi rostro no expresa ira o hartazgo. Aunque miro a la vida de forma hostil, no tengo un buen perder.

Pensarte es olvidar mis funciones vitales, descuidar mi vida. Es mi culpa, carezco de habilidad para desearte y conservar mi vida. Mi cerebro no es multicanal, por decirlo de algún modo que no me humille demasiado.

Por eso te digo que te entrego mi vida al amarte. No es mi voluntad, es una consecuencia inevitable.

Es preocupación lo que hay en mi rostro, miedo  a morir demasiado pronto, porque son muchos latidos los que pierdo. A menudo hago cuentas de los que he perdido y que representan en el mejor de los casos un coste de tres segundos de vida.

El total es desesperanzador ante lo que se aproxima, cielo.

Me consumo literalmente de amor por ti.

Y morir es estar sin ti, es lo preocupante.

Desesperante...

Estoy perdido cielo, no encuentro una solución.

Antes de amarte no tenía peso la consideración de la muerte.

Estoy maravillosamente atrapado en ti, mi amor. Te amo muriendo.

Si te perdiera estando vivo, es muy posible que me convirtiera en un elemento fisionable, entrara en combustión espontánea, o mi pecho se rasgara para dejar caer mi corazón carbonizado al suelo.

Amarte acorta mi vida, así que perdona si te dejo demasiado pronto, si no pudiéramos tener una vida de largos años juntos. Es por eso que me devano los sesos pensando en soluciones que no encuentro.

No sé amar de otro modo.

Espera que te abrace y verás mi sonrisa tremenda y atómica.

Sonríe, eres toda una mujer, mi vida ha sido plena contigo, he gozado más que sufrido. Esto solo un testamento de amor para cuando mi tiempo se haya agotado, un testimonio de que amarte fue lo más serio de mi vida.

Mi cuenta atrás empezó con el primer te quiero susurrado en tu oído.

Solo puedo concluir que te he brindado mi vida con una sonrisa, aunque no lo parezca. Es lo más amable que se me ocurre para combatir la tristeza de lo acontecido.

Te amo.




Iconoclasta

26 de febrero de 2015

La desmesura de una deidad


No me quejo; pero...
¿No podrías moderarte?
¿Qué te ocurre, cielo?
¿No te das cuenta que gravitas sobre ti misma, que cada día eres más importante?
A veces temo por ti, eres de una trascendencia casi destructiva.
¿Qué pasará conmigo cuando te conviertas en un nuevo sol que avergonzará con su luz potente y omnisciente a los seres de la penumbrosa mediocridad?
Me dejarás solo y desamparado, toda intensidad desparecerá de mi vida. Seré de nuevo lo que era antes de conocerte e intuirte.
Modérate, mi amor, porque siento el desasosiego de no ser merecedor de ti.
¿No sientes ni un poco de lástima?
Soy un masturbador que eyacula en un llanto. Quiero adorarte de rodillas para lamerte las ingles y hundir la lengua en tu vagina. Y ahogarme...
Balbucear un ruego en tu sexo apresando tus nalgas: no te hagas luz.
No trasciendas...
Lo pagano tiene el peso de la carne y lo espiritual. No trasciendas más allá, mi diosa carnal.
No me dejes sin tu cuerpo.
Deja que la penumbra los siga envolviendo. Hunde tus dedos en mi cabello, lanza tu pelvis con más fuerza contra mi boca.
¿Te das cuenta, amor?
Te puedo hacer trascender, aunque no lo parezca, amarte me hace potente. No te hagas luz, solo hazte agua en mi boca. Haz sangrar mi cuero cabelludo clavando tus uñas durante el orgasmo, cuando tu coño se convierte en supernova.
Cálmate mi amor, el placer nos hace importantes, no subas al cielo. Me convertirás en insignificancia.
Como si no lo fuera...
Moriré pronto, solo unos años de cariño. Solo son unos segundos para ti.
No te eleves allá donde está vedado para mí.
No es justo que lo que he buscado e imaginado la vida entera, se ofrezca ante mí como aquello que no supe encontrar. Un ejemplo precioso...
No siempre he sido bueno; pero te hacen daño y es inevitable ejercer la ira.
Y la ira no es justa, es una venganza descontrolada.
No. No me merezco que te hagas luz y seas la más obscena y rutilante estrella reflejada en el mar.
Como te quiero...
Estoy condenado desde el instante que te conocí, te lo dije: amarte es tragedia, la mía.
Ríes hermosa pensando que exagero con mis dedos manchados de semen acariciando tus muslos.
Y dices que soy tierno, aún así...
No trasciendas más, mi amor, no te fundas con el aire y el mar, con las plantas y la tierra.
Aún no, cielo.
Jesucristo era idiota.
Tú no. No te eleves por encima de lo consciente para iluminar los ojos de un planeta cada día más oscuro.
No te hagas sagrada, ni divina. Sé mi diosa pagana y carnal.
No se lo merecen, no te merecen.
Yo sí, he vendido veinte años de vida por una semana de amor.
No seas efímera.
Satanás ríe en algún lugar porque ha sido fácil engañarme.
Apelo a tu justicia, a apresarte por la espalda y cubrir tu vientre y tu coño con las manos y que tus pechos asomen por la tela desgarrada por este furibundo deseo.
Sé que serás una deidad y un efímero amor en mi existencia.
Solo te pido unos segundos de tu eternidad.
Haz que calle Satanás, que no se ría tan ostentosamente ante la tragedia que soy.
No tiene ninguna gracia amarte.
Es un esfuerzo agotador.
Un terror a que trasciendas...
Dile que no ría más, soy poca cosa.
Que todo el universo me ignore, excepto tú.
Temo por ti a pesar de que eres deidad.
Y como humo se va...
Así no, cielo.
Así no...








Iconoclasta