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17 de febrero de 2022

Una vida difusa


Soy el sueño muerto de un padre con el corazón roto.

La sonrisa de amor de una madre horizontal de carne fría.

Y la ternura de una abuela podrida.

Soy un rimero, un estercolero de sueños incumplidos, un conjunto de imágenes latentes y difusas en las pupilas lechosas de mis amados muertos.

Tengo arcadas de vómito ante el vértigo de ser un nebuloso recuerdo que a veces sangra. Que sufre la condena de ser real, de estar vivo. Como si no hubieran hecho bien el trabajo los muertos, se olvidaron de borrarme o de llevarme con ellos una vez acabadas sus vidas y sueños.

¿Y si respiro solo muerte en mi último segundo de consciencia, delirando que sangro y tiño mis propias pupilas de rojo sanguíneo un tanto coagulado, como legañas espantosas...?

Y una tormenta-o de arena me deshace, me erosiona, me diluye…

No sé… Pero siento extrañas náuseas de una vida que no acaba de serlo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


22 de septiembre de 2021

El cruento amor y el cinismo


El amor está formado por dos frecuencias para aquellos que lo asumen con fuerza, con pasión: euforia y compulsión.

Saben muy bien por esa inteligencia instintiva que habrá dolor y abrazos cansados. Y tras ello, tal vez un fracaso.

Y se van a lanzar a las fauces de la tragedia porque les da sentido a sus vidas.

Mejor esa posibilidad de fracaso que un paseo aburrido por unos grandes almacenes. Mejor la locura irracional que un medido y aséptico cariño de mierda.

El cinismo es un acto de crueldad con los sentimientos necesario para no caer en una indolente complacencia  o ingenuidad. Jamás debes caer en un marasmo de amor como el que padecen los más ineptos seres del planeta, los reproductores que dejan sus vidas y su pensamiento en manos de una abeja reina y se mueven en direcciones estrictamente indicadas, con fe.

Así que no te dejas embaucar por ningún amor de teleserie hasta ser consciente de que vas a vivir un drama y no una película de princesas para todos los públicos apestosos. Sé un cínico con el amor hasta que sepas que te come la médula de los huesos.

Y cuando sea ya absolutamente insoportable no amar,  supera tu propio cinismo, ese escepticismo cultivado día a día, y sucumbe a esa punzada que te roba un latido del corazón por una simple palabra; reconociendo que el amor te va a destrozar tarde  o temprano.

Otra vez…

El amor ha de doler, ha de calar en los huesos y provocar mareos, temblores, miedos y besos que duran eternidades.

Y has de llorar y lamentar los tristes cafés que vas a tomar en la plaza mayor del pueblo en soledad, sin ella. Con una media sonrisa que es un medio dolor.

Y esperarás y lucharás por hacer realidad eso que te hace doblar el estómago, como un cólico de necesidad perentoria.

Fin de tu alma, ahora es suya, de ella...




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de julio de 2021

El tiempo del amor


El ritmo del tiempo de los amantes es una distorsión, una aberración del tiempo mediocre e insignificante que rige a los humanos adocenados. Una maravillosa y trágica trampa temporal.

Pura entropía.

El tiempo del amor es voluble: en la ausencia de los amantes, los segundos se hacen horas y los días erosionan la vida hasta dejar la tristeza desnuda.

Pero cuando los amantes se encuentran, un cronómetro diabólico inicia la cuenta y los minutos se transforman en milésimas de segundo. Se crea un tiempo que es un látigo azotando sus pieles sin misericordia. Y mientras la arena se escurre indecentemente rápida, la piel ensangrentada del amante se desliza inevitablemente entre los dedos amados convirtiendo en tragedia lo que una vez fue el encuentro ansiado.

Y se levantarán costras de tristeza allá donde el tiempo les arrancó la piel.

Tornarán las largas horas de nuevo con una esperanza absurda que posiblemente durará más que sus propias vidas.

Es tan desesperanzador como hermoso.

Tan inevitable como un destino aciago.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


18 de julio de 2015

666 en el rancho del Prieto Ginés

Hay tanta sangre contenida en vuestras venas que no tiene más función que manteneros vivos...
El calor, el polvo que se mete hasta en los genitales...
Las cenizas del Popocatépetl parecen maldecir a todos los estados mexicanos cuando el viento se lo propone, a pesar de que se encuentra a casi novecientos kilómetros de aquí.
México es de los mejores lugares del mundo junto con Afganistán, Yemen, todo Oriente medio y África del Sur para masacrar primates, hay absoluta tranquilidad y permisividad; pero el sol que ese dios maricón creó me exaspera.
Me irrita tanto... Evita que me relaje.
Dios os creó para solazarse al ver como os vacío con un profundo corte en el cuello y luego exprimiros piernas, brazos y tronco hasta que no os quede una sola gota de sangre.
Él dice sentirse fatal ante vuestro tormento y muerte, pero se masturba ante sus ángeles castrados allá en el séptimo coro celestial.
Allá donde vuestra sangre es derramada, crecen seres y frondosidad. Sois, en última instancia, alimento para la tierra.
Aunque sea en la tierra más seca y abrasada del planeta.
Jalisco es un estado donde los narcos y los armadillos habitan juntos. Si los armadillos son portadores de la lepra, los narcos son portadores de borracheras y una idiotez congénita de tal grado, que no saben si se la meten a su madre, a su esposa,  a su hija o a la vieja perra teibolera (puta que baila en la barra o en una tarima piojosa a modo de escenario para deleite de los borrachos) que les enseña el coño sin saber bailar.
En realidad, estamos tan solo a cinco kilómetros de la frontera con el estado de Nayarit, en el pueblucho San Fernando de Carracas, que se trata básicamente de dos calles principales y otras dos que las cortan en cada extremo dando la sensación de un campo de fútbol, ahí se encuentra la escasa actividad comercial y de ocio. Alrededor se desperdigan algunas colonias donde los pequeños y miserables esclavos de los capos del narco, viven con la venia de sus amos ricos. Los hombres del campo cultivan absolutamente nada, salvo maíz y frijoles, que junto con algo de carne de puerco, es lo que comen los más pobres; y todo ello gracias a un río maloliente que ni humedad aporta al municipio. El río Bolaños, más que un río, es un chiste en esta orografía.
Es un lugar que desde el aire aparenta lepra o costras en la piel, un salpicado de pequeños lugares de abundante vegetación con alguna laguna entre tierras áridas y marrones.
Como el cabello de un paciente de quimioterapia.
Jalisco proviene de una mezcla de varias palabras náhuatl y viene a significar: En el arenal.
A veces aciertan los primates.
Este pequeño valle o planicie entre montañas, en general está bien, sería un buen lugar si no fuera porque están ellos, los primates. Desde hoy, habrán menos, soy bueno arreglando cosas.
El macho mexicano es de los más dignos de todos los primates, es puro valor y toda esa mierda; pero vende su culo al primer tipo con botas de vaquero puntiagudas y coloridas con el que se cruza. Ahí se encuentra el verdadero alimento de muchos primates rurales del México profundo, en obedecer a su amo y matar a otros primates con menos suerte que él, sin ningún escrúpulo, como quien mata cerdos. Ellos mismos, en el pueblo, deciden a quien matar, es un juego de idiotas y una deuda se salda matando a toda una familia, con la misma facilidad con que les cortaré a todos la cabeza, y la de sus hijos y nietos.
Pero cuando ellos tienen que morir, gritan como mujerzuelas clamando por su vida, hasta la polla me ofrecen para que los deje vivos.
El bebé muerto, con la cara devorada por las ratas, eleva sus puñitos cerrados por el rigor mortis al cielo.
Como si le hubiera dolido morir.
De hecho, no ha dejado de llorar durante una hora y media. Hasta que se ha vaciado de agua, minerales y vida.
Me conforta su silencio, su inmovilidad y el aroma a descomposición que empieza a emanar. Los pequeños chillidos de las ratas son  música ambiental comparados con los gritos de los trabajadores y servidumbre de la hacienda que mis crueles han masacrado.
Las ratas me conocen, como todos los seres vivos, saben que allá donde me encuentro, hay comida abundante. Y aparecen respetuosas.
Sí... Hacia ese sol de mierda parece clamar el pequeño cadáver. Este sol que calienta ochocientos metros antes que en otros lugares del planeta, radiando en esta tierra infecta de narcotraficantes que hacen de sus casas moteles de carretera de un fastuoso mal gusto, porque la elegancia va con la inteligencia, no con el azar. Se nace inteligente, ergo elegante. Cuando regresemos tras darle una buena lección al Prieto Ginés, van a tener que vivir en las madrigueras de los armadillos los que ostentan sus fabulosas casas allá en el pueblo.
Palurdos primates muertos de hambre con mierda en las tripas, os mataré a todos, mataré hasta vuestro futuro.
El Aston Martin, atravesó las calles y los caminos con una elegancia que estos monos en su vida han conocido, si me hubiera bajado del coche, se hubieran dado madrazos por comerme la pinche verga.
Talmente como si fuera alemán.
El rancho del Prieto Ginés, se encuentra cuatro kilómetros al sur del pueblo.  Una carretera polvorienta que las ruedas de mi Aston Martin devoran veloces.
El tiempo es extraño, apenas han pasado tres horas desde que llegamos a la Hacienda Ginés y han muerto tantos... Es hermoso matar.
Deberíais hacerlo a menudo, os lo recomiendo. Incluso es terapéutico. Podríais empezar con muertes sencillas, por ejemplo: vuestros hijos y vuestras mujeres.
Un tipo con un cuerno de chivo nos detuvo a la entrada del rancho, apuntándonos con esa mierda de fusil. Salió tras las puertas de hierro forjado del arco de entrada. En letras rosas, sobre las dovelas, figura el nombre de la hacienda. Dos columnas redondas de mármol sostienen el arco, para darle la apariencia de burdel que alimenta el gusto de los narcos. En cada puerta, hay dos iniciales grandes y doradas HG.
- ¿Que hacen aquí, güeros? A chingar a otro lado, cabrones -gritó el pendejo.
Si no me diera asco hablar con vosotros, le hubiera explicado que llegábamos para matarlos a todos entre increíbles sufrimientos, porque nadie puede matar más que Yo.
Si alguien pretende matar más que Yo, le demuestro que está equivocadísimo. Por otra parte, siento un predilecto asco por los primates provincianos que se creen príncipes en su polvorienta tierra de mierda.
Así que bajé la ventanilla, le mostré un billete de quinientos pesos y se acercó lo suficiente para que le disparara en el bigote con la Desert  Eagle .50 (tiene una capacidad destructora como ninguna otra arma portátil que haya conocido), con lo cual, media cabeza desapareció, de quijada inferior para arriba.
-Te valió madres -le dijo mi preciosa Dama Oscura al cadáver mientras caía.
Y nos reímos con ganas.
Pisé los casi cuatrocientos caballos de potencia del acelerador y durante tres segundos formamos una polvareda que debieron ver hasta en el DF.
Una vez pasamos el arco pisando el cadáver del primate con las ruedas, seguimos el camino bordeado de copales. A escasos metros de la entrada la Dama Oscura le pegó un tiro en la espalda a un niño de piel muy oscura, de unos diez o doce años que pedaleaba veloz hacia el rancho para avisar de nuestra llegada. Mi pene se puso duro como una piedra al ver el agujero en ese pequeño y escuálido lomo. Estas cosas siempre me emocionan.
El bebé, de dos meses, que mira al sol con sus ojos muertos, es hijo de Guadalupe Hidalgo, una de las principales furcias y esposa oficial del narco. Está muerta por mí, atada a la pata de un banco de la rosaleda, con las piernas separadas y atadas a dos estacas. De su coño de mierda salen y entran un par de escorpiones y escarabajos.
Sus pezones amputados se han podrido antes que su cuerpo, se los pegué a la frente con pegamento instantáneo, el mismo que usé para pegar sus párpados y no los pudiera cerrar; para que no se perdiera ni un segundo de como su bebé se desecaba bajo el sol.
La rosaleda  del inmenso jardín del rancho huele a carne en descomposición en lugar de a rosas, y las moscas prefieren la carne que las flores.
El Prieto Ginés se convulsiona con escalofríos intermitentemente, está atado de manos al pedestal que soporta una torpe, tosca e infantiloide estatua de Juan Malverde (una figurita como hubiera hecho su hijo con pastelina, si hubiera vivido), junto a una pequeña capilla realizada en mármol blanco y donde hace sus mandas cada vez que cierra un negocio de transporte o venta de drogas o debe liquidar a algún competidor.
La Dama Oscura ha clavado en cada riñón del Prieto un fino tubo de acero y por ahí no ha cesado de manar una sangre sucia que lo está matando lentamente, lleva dos horas y media con los catéteres clavados y la infección ya se refleja en su piel. Su sangre se está envenenando por momentos.
Tal vez se deba también a su pene, se lo he estrangulado en la base, con un alambre oxidado que he encontrado en los establos. He matado a todos los caballos de monta, con una moto sierra he cortado la cabeza de Caprichoso y la he tirado a los pies del Prieto.
Su pene, bastante pequeño, está completamente negro, la sangre dejó de llegar a ese miembro hace un buen rato, le ha dolido tanto que se ha quedado afónico de tanto gritar. Si no estuviera medio muerto y en un sopor delirante, estaría gritando como un verraco.
En pocos minutos más, su sistema circulatorio estará tan lleno de infección que moriría de shock séptico si le diera tiempo.
Da igual que seas mexicano o polaco, si tienes mucho dinero te aferras a la vida como un cabrón. El dinero, entre otras cosas mejores, hace cobardes a los primates.
Ante mí, la cobardía es orina entre sus piernas, siempre. Es lo que tienen en común todos los monos que mato, destrozo, descuartizo, violo, torturo, escupo y me follo vivas o muertas, o vivos o muertos. Si hay que hacer daño y vejar, se hace independientemente del sexo, soy alguien respetuoso con la igualdad de géneros.
Hacienda Ginés, se compone de una casa de tres plantas de quince habitaciones, con techo de tejas, ventanas entre arcadas y balcones en cada estancia, dos establos para animales de tiro y de crianza y otro para caballos de monta. Además, hay tres bloques de apartamentos de tres plantas de arquitectura sencilla, balconcito por piso y un patio comunal que recibe las entradas y salidas de los tres bloques de apartamentos y donde conviven todos los vecinos como lugar de encuentro y fiestas. Allí se alojan permanente trabajadores, sicarios, y servidumbre con sus respectivas familias.
Unas grandes naves que hacen de  almacenes o bodegas, están muy cerca de las viviendas, separadas por un perímetro de alambrada; seguramente para evitar que los niños entren a jugar.
Los encargados de alto rango, los que gestionan los asuntos del cártel, son los que viven en sus grandes casas (tipo mansiones de pacotilla) en el pueblo.
Hay una casa de juegos infantil y una palapa para las comidas al aire libre, para los dueños de la casa principal y sus invitados.
Hay un gran jardín a treinta metros de la entrada principal de la casa, con una rosaleda circular, una glorieta central con un mirador octogonal de madera en color blanco y celosías para frenar el sol,  allí se encuentra la capilla del mentado Malverde y otra para la virgen Guadalupe, ambas se encuentran en un extremo de una fuente ornamental de cincuenta metros de largo.
Y por supuesto, un pequeño zoológico con tres tigres blancos siberianos, que el Prieto Ginés alimenta con trozos humanos. Todos los narcos tienen un zoo y unos tigres.
Que le canten corridos a un asesino analfabeto, es lógico; el pueblo es ignorante es idiota y ante todo, necesita creerse toda la mierda que le digan para dejar que maten a sus hijos por unos pesos o dólares y tener la conciencia limpia. Y así se consuelan que han tenido el honor de morir por una causa justa.
En la casa de juegos infantiles, hay un sótano donde se encuentra un pequeño set cinematográfico con trípodes, cámaras y focos de iluminación. También hay una buena colección de objetos y juguetes sexuales y disfraces.
En un cuarto hay cuatro congeladores, dos de ellos tienen en su interior los cadáveres de tres niñas que deben rondar los doce años, apenas tienen formados los pechos y el vello de sus montes de Venus es incipiente.
El Prieto las apuñaló por la espalda mientras las sodomizaba, está en las películas y sus anos congelados conservan la sangre que brotó junto con los excrementos.
Es habitual que los capos de los cárteles se follen o cojan a las niñas de los municipios de su influencia. Tienen derecho de pernada, como los antiguos señores feudales.
Y secuestrar esas niñas, es la labor de la policía municipal, mantiene un constante suministro de mini mujeres al Prieto Ginés.
Bueno, mantenía...
Nada nuevo bajo este sol de mierda.
Lo divertido es que el narco corrido del Prieto Ginés, no cuenta como le revienta el esfínter a una niña de doce u once años y luego la apuñala y se lleva sus bragas a la nariz ante la cámara. Lo malo, es que los propios padres, saben lo que ocurre con sus hijos, pero los pesitos del Prieto, dan para mucho silencio y bienestar, al fin y al cabo, pueden tener más hijos.
En una tierra de mierda, los seres humanos son mierda.
Unos metros antes de llegar a la casa principal, detuve el Aston y caminamos hacia las viviendas de los trabajadores. El Aston Martin no tiene un sonido discreto.
 Queríamos dar una sorpresa al Prieto Ginés, al famoso narco justo y Robin Hood de los pobres.
No mames...
Pinche México.
Es domingo y a las ocho de la mañana, el personal apenas había comenzado a trabajar, solo se encontraban dos sicarios dando vueltas desganadas alrededor de la casa principal con sus Ak-47 relucientes y dorados.
Antes de proseguir el camino, los matamos a cuchilladas. Yo invadí sus mentes y la Dama Oscura abrió sus vientres con una daga y dejó que los intestinos cayeran al suelo. Luego un tajo en la garganta y la muerte rápida y eficaz.
El resto de personal estaba despertando y las mujeres preparando el desayuno para los niños y los adultos.
Tras haber cortado el cuello a los dos guardias que rondaban el perímetro del núcleo de viviendas, nos acercamos sigilosamente hasta el patio comunal. Habían largas mesas con bancos de madera formando un gran comedor. ¿Por qué ponen guirnaldas de papel todo el año en todos los patios y jardines? Son tan cursis...
La servidumbre que hacía los trabajos de limpieza y cocina en la casa principal ya estaba acabando de desayunar y hablaban animadamente frente a unas tazas de café.
Hay casi medio kilómetro desde la casa principal a las viviendas de los trabajadores.
Los que dormían en la casa principal no despertarían por lo que iba a pasar en aquella parte lejana de la hacienda.
Volvimos de nuevo al conjunto principal paseando tranquilamente. Entramos al gran jardín frente a la casa y encendiéndome un puro, con la mano de mi Dama Oscura metida en mi bragueta y acariciándome el pene, conjuré a mis crueles.
Primero fueron hologramas, en apenas cinco segundos el hedor de su pelaje, sus gruñidos y su hostilidad eran tan tangibles como cualquier árbol o flor de aquel jardín.
Las sesenta bestias hicieron un círculo en torno nuestro, nos adoraban y nos prestaban atención entre gruñidos.
-No quiero ni un solo primate vivo de aquella zona, mis crueles. Devoradlos, descuartizadlos. Ninguno tiene que salir vivo de allí. Id a por ellos.
Mis crueles son jabalíes de cien kilos de peso, pero se ponen en pie como los osos y superan el metro setenta. Sus pezuñas, de hecho, son idénticas a las de los osos, solo que las uñas que forman sus garras, son excesivamente largas y afiladas, les atormenta caminar con ese dolor de las uñas dobladas, pero eso los hace aún más letales y sanguinarios. Sus hocicos alargados de puerco, muestran una dentición serrada, no hay incisivos o molares, sus fauces están repletas de colmillos, tantos que ellos mismos se lastiman las fauces al gruñir. Su inteligencia es prodigiosa, no hablan porque no se lo permito, los creé sin cuerdas vocales, al fin y al cabo, no tienen nada que decir; solo han de obedecer. Sin embargo, sus ojos son escalofriantes para cualquier primate, brillan de odio y de una inteligencia enfocada solo para la caza y el asesinato, no tienen párpados y eso los hace especialmente demoníacos.
Qué otra cosa si no...
Debido a la falta de belfos, siempre cae de sus fauces una baba espesa que los convierte en una imagen de pesadilla. Cuando trotan a cuatro patas, lanzan ronquidos asmáticos, y al ponerse en pie, su gruñido de combate se hace profundo y grave. Tienen el don de sonreír al matar. No es apariencia, son felices con vuestro dolor y vuestra carne entre sus dientes y garras.
Mientras la Dama Oscura me llevaba a uno de los bancos de la rosaleda y se arrodillaba ante mí para mamármela, los crueles ya estaban haciendo su trabajo, mi fino oído oía el lamento de hombres, mujeres y niños.
Antes de eyacular en su boca, uno de mis crueles se acercó hasta nosotros, con ese sonido asmático y entrecortado que parece una risa maligna; su pelaje estaba ensangrentado y entre sus fauces había una cabeza de niña. Aunque la quijada inferior había desaparecido, aún se mantenía en el cabello claro un lacito (en mexicano un moñito) de color azul cielo.
La dejó caer ante nosotros junto con gruesos filamentos de baba maloliente.
Todo iba bien, le acaricié los colmillos y hubiera cerrado los ojos de placer si tuviera párpados.
-Vuelve con ellos, matadlos a todos y luego esperad ante la casa.
Cuando dio la vuelta, observé que se movía con incomodidad: en la pata trasera llevaba un trozo de carne clavada en las afiladas uñas, un pequeño brazo. No era consciente de ello. Los crueles se embriagan con  la sangre de primate, entran en una especie de éxtasis donde cualquier otra cosa que no sea devorar o descuartizar no importa.
Eyaculé en los labios y sobre los potentes pechos de la Dama Oscura, acariciándose mientras tanto con brutalidad el clítoris y gritando un orgasmo.
-Vamos a despertar a la familia Ginés -le dije besando sus labios cremosos de mi propio esperma negro.
Abrimos la puerta de la casa y entramos en aquel horror de decoración ranchera de pieles de vaca por todas partes, cuernos y horripilantes cuadros de jinetes mexicanos. Sentí náuseas.
El sonido de sus respiraciones y el olor de sus pieles nos llevó a la habitación, en el piso superior. Una cama rodeada por un dosel anti mosquitos y la cuna a los pies, también protegida.
Penetré en la mente de Guadalupe y anulé el control de su cuerpo. Con ese bello rostro horrorizado y derramando lágrimas por sus brillantes ojos verdes, se incorporó desnuda. La Dama Oscura la empujó hacia la puerta y sacó al bebé de la cuna tomándolo  por los pies, pasó frente a la madre con el bebé colgando cabeza abajo y casi perdí el control de su pequeño cerebro ante la angustia de ver su hijo así.
Guadalupe seguía a la Dama Oscura con un llanto incontenible, pero como un perro sigue a su dueño dócilmente.
En el jardín, clavó dos estacas le ató las piernas a ellas, bien separadas y su torso a la pata de un banco de hierro forjado. Desnudó al bebé y lo dejó en la ya caliente grava blanca que cubría los senderos del jardín. Le devolví el control de su cuerpo observando al Prieto Ginés. Los gritos se escucharon claramente.
-Mi hijo. Sáquelo de ahí, el sol lo va a matar, solo tiene dos meses.
La Dama Oscura no respondió, se limitó a escarbar entre las piernas abiertas en el suelo y emergieron dos escorpiones que enseguida se acercaron curiosos a su vagina abierta y clavaron sus aguijones en aquellos apetecibles muslos.
El Prieto despertó alarmado por los gritos de su mujer, me saqué el puñal de entre los omoplatos y le coloqué el filo entre los dientes, por puro reflejo abrió la boca y el filo entró en contacto cómodamente con las comisuras de los labios.
El hedor del cuchillo con su filo sucio de sangre y carne podrida, le provocó una arcada y ante aquel movimiento, sin que yo hiciera nada, su boca se amplió tres centímetros más por cada lado, la sangre que manaba por sus mejillas y desde su boca hacia afuera, era realmente alentadora. Hermosa...
- Levántate, mono de mierda, vamos a ver tu hijo y a tu guarra en el jardín, vamos a tener una mañana mexicana. ¿Te parece bien, subnormal?
-Tú no sabes dónde te has metido, güero -intentó decir a pesar del cuchillo entre los dientes y la sangre que tenía que escupir continuamente.
Lo ayudé a ponerse en pie, le di una patada en el culo y bajó las escaleras rodando,  los escalones eran un tanto mullidos por la alfombra que los cubría y no se hizo mucho daño. Le clavé dos veces el puñal en las nalgas como hacen con las reses para que se muevan deprisa.
Cuando salimos al exterior, había una montaña de cabezas, brazos y piernas frente a la entrada del jardín. Los crueles me sonreían mirándome fijamente.
-Ya no tienes servidumbre, Prieto. ¿Por un momento te has pensado que podías ser más feroz y cruel que yo, provinciano de mierda?
Le corté el tendón de Aquiles del pie derecho para que no corriera y se derrumbó con un grito, los crueles lo devorarían en un verbo y no quería una muerte tan rápida.
Me acerqué al montón de restos humanos que los crueles habían formado y tomé una  cabeza de mujer de largo pelo negro, sus ojos estaban girados hacia arriba y adentro, la lengua colgaba entre los labios y la tez estaba amoratada por el trauma de la decapitación. La llevé frente a mi rostro y me metí en la boca su lengua, besé aquella muerte y luego  mordí, mastiqué y escupí la lengua.
El Prieto Ginés gritaba de dolor y de horror.
Tomé la cabeza de un primate, pero su lengua no estaba fuera, era un tipo de unos treinta años, de piel color bronce, de pobladas cejas negras y nariz aguileña, un tipo grande debía ser. Le separé las quijadas haciendo palanca con el puñal y metí los dedos para sacar su lengua.
- ¡A ver, machote! Quiero ver si eres tan feroz como yo. Bésalo y cómete su lengua.
Le dije lanzando la cabeza donde estaba tirado y perdiendo sangre por el talón.
-Una mierda, hijo de la chingada. ¿Te envía el Cruzado? ¿Quiere sus mil kilos de coca? Pues le valió madres, porque ya está en San Diego, pendejo.
-Cómete esa lengua.
-Tu chingada madre -respondió.
Le puse un pie en la mano, derecha, me agaché y le hice saltar una uña con la punta del cuchillo, luego otra y otra más.  Se meó, se cagó y cuando iba a arrancar las que le quedaban en esa mano, tomó la cabeza por el pelo y mordió la lengua que asomaba, la arrancó, la masticó, la escupió y vomitó.
Y lloró.
-Tengo un chingo de plata en la casa, joyas, diamantes, oro. Llévate a la Guadalupe y déjame a mi hijo.
Como respuesta, le pinché el globo ocular derecho hasta que se deformó al vaciarse de líquido. Gritó tanto, que sus mejillas se desgarraron aún más.
-Vamos cabrón -invadí su mente para que se pusiera en pie y caminara como pudiera hacia la rosaleda del jardín.
La Dama Oscura había ido al coche y traía una bolsa de deporte colgada del hombro, estaba sudando y se había quitado la blusa roja, dejando su torso desnudo, con los pechos cubiertos por un sostén de blonda blanca que resaltaba sus oscuros pezones.
Nada que ver con la mona que estaba muriendo envenenada frente a su bebé que lloraba sin cesar y tosía casi ahogado con sus pequeñas lágrimas y babas, mientras su delicada piel enrojecía por momentos.
El cuadro era fascinante.
Tomó al Prieto por un codo y lo condujo como si fuera un deficiente mental hacia el pedestal de Juan Malverde, allá lo ató de manos.
Mientras ella hacía su trabajo: insertar los catéteres (que había sacado de la bolsa) en su riñones, yo me di una vuelta por los establos y el zoo. Los gritos del Prieto Ginés hacían eco en toda la hacienda. Era un momento hermoso y perfecto.
En los establos fue donde maté a los caballos a balazos y me hice con la cabeza de Caprichoso para obsequiársela al Prieto. Luego fui al mini zoo, abrí las puertas de las jaulas de los tigres y regresé.
El bebé ya estaba agonizando, su pequeña caja torácica apenas se movía.
La madre estaba llorando mirando al suelo, fue cuando saqué el pegamento de la bolsa y le pegué los párpados sobre el arco superciliar.
-No puedes perder de vista a tu hijo, eso es ser una mala madre.
Como no acababa de despertar, le amputé los pezones. En ese instante sí que recuperó su vitalidad y consciencia, se los pegué a la frente y la Dama Oscura la fotografió.
El Güero no podía mantenerse apenas en pie, colgaba de sus ataduras. Los  catéteres que le asomaban por la zona lumbar, eran escalofriantes.
Junto con la cabeza de caballo, me traje un trozo de alambre con el que estrangulé su pene, no cesó de gritar como una niña: que lo dejara ir, que no le hiciera más daño. Que me daba la casa, la hacienda, me lo daba todo.
Como toda respuesta, le dejé la negra cabeza de su caballo a los pies.
-Todo es mío, todo me pertenece, primate. Eres tan idiota que ni viendo lo obvio puedes comprender. Monos de mierda...
La Dama Oscura estaba preciosa, con su dermis perlada de sudor, pero la veía agobiada.
-Ven, mi Negra Dama, vamos a la sombra.
Y fuimos hacia la glorieta y su mirador blanco, nos sentamos bajo su techo, las celosías y su juego de sombras nos dieron consuelo. Al cabo de unos minutos, cuando me fumé un cigarrillo, me arrodillé frente a ella, separé sus piernas, corté su braguita negra y dejé su vagina desnuda. Hundí mi lengua en aquellos labios pringados de un humor espeso y dulce. Se corría en mi boca clavando las uñas en mi cuero cabelludo.
Sus gemidos compitieron en potencia con los del Prieto Ginés, y ganó.
Tras un buen rato escuchando los relajantes gemidos de la agonía primate, volvimos hacia las capillitas. El bebé ya había muerto y le di una patada para apartarlo de mi camino. La madre sufría espasmos y a los escorpiones se habían unido unos grandes escarabajos que usaban su vagina de alimento y refugio.
Le di una patada en la sien y su cabeza giró violentamente a un lado, pero sin resultado.
Cambié de lado y le volví a dar otra patada. Entonces sí, su cuello crujió y se partió creando un extraño bulto bajo la piel.
Y aquí estamos es este preciso instante, ya a solas con el Prieto Ginés, que ha visto horrorizado como su hijo ha rodado inerte por la grava y lo que queda de su hermosa Guadalupe.
-Mi 666, voy a ir a los almacenes, debe haber vehículos y armas, los necesitaremos para volver al pueblo -me susurra al oído acariciando mis cojones por encima de la bragueta.-Ya tengo hambre...
Le sonrío y después presto atención al rostro amoratado y lleno de varices infecciosas del Prieto Ginés.
Meto la punta del cuchillo en una de sus fosas nasales y corto hasta llegar al hueso, hacia arriba.
Luego hago lo mismo en la otra fosa. La presión del dolor y de su ritmo cardíaco, hace que el líquido de los catéteres mane más abundante.
Entre los rosales aparecen los tres enormes tigres blancos, preciosos, valiosos, admirables...
Hambrientos, nadie les ha servido aún la comida.
Se acercan a mí, arrastrando sus vientres por el suelo, gimiendo.
-Hermosas bestias -les digo.
Varios crueles nos observan con sus ojos encendidos de inteligencia y maldad, sonriendo, dejando caer sus babas sobre sus propias garras.
Los tigres se han puesto en pie sobre sus patas traseras y apoyan las delanteras en mis hombros, se apoyan el uno en el otro para llegar a lamer mi rostro con sus ásperas lenguas. Me atraen hacia ellos con sus garras articuladas para hacer más cercano el roce. Los acaricio, en la cabeza, en el cuello, en sus belfos.
-Preciosos míos... Aquí tenéis comida, y en los establos hay más, primero comeos esta carne que aún está fresca.
Me siento en el banco donde está la Guadalupe con su cuello roto, me enciendo un Partagás y admiro como uno de los tigres muerde el pene muerto del Prieto y se lo arranca lentamente, sin prisas. Los gritos del primate son muy débiles y los gruñidos hostiles de los tigres son mucho más potentes.
Otro tigre lame y arranca trozos de carne del pie cuyo tendón corté.
Y el tercero se come los dedos sin uñas de la mano.
El Prieto Ginés va desapareciendo lentamente bocado a bocado. Apenas soy consciente de que un cruel se ha estirado a mis pies y estoy acariciando su cabeza hedionda, pegajoso el pelaje de sangre coagulada. Está arrancando jirones de piel del cuello de la Guadalupe distraídamente.
Otro cruel está masticando y quebrando ruidosamente los huesos del bebé entre sus grandes fauces.
Escucho el ruido de un motor a la entrada del jardín.
Cuando me levanto del banco, uno de los tigres está intentando romper el cráneo del Prieto, los otros han abierto el abdomen y están comiéndose sus vísceras a medida que caen o metiendo sus inmensos hocicos allá adentro.
Está a punto de morir y penetro en su mente y lo obligo a callar, para que me escuche mientras muere.
-Nadie puede matar más que Yo. Nadie puede causar tanto dolor como yo. Y si un primate como tú, intenta usurpar mi lugar, morirá y toda su descendencia con él. Como han muerto tus otros tres hijos en las viviendas que los crueles han masacrado. No ha quedado nada de ti, y en el pueblo no quedarán ni tus primos, ni tus hermanos, ni tu papá, ni tu mamá. El abuelo morirá también. No aportarás nada al futuro, tu mueres y toda aquella sangre cercana a ti, será alimento de árboles e insectos. Y ahora, a la chingada, cabrón.
Antes de que pueda lanzar por fin un grito, uno de los tigres atenaza su cuello y le arranca tal trozo, que la cabeza parece que va a caer.
Se acabó el prieto y puto Ginés.
Me dirijo hacia la casa, un cruel  está intentando sacar con las garras una bala del lomo de otro que sangra profusamente.
Tomo el  cuchillo de mi espalda y hurgo con la punta en la herida del lomo para extraerla. El cruel lame mi mano agradecido.
-Dejad a los tigres, no los devoréis -les digo.
La Dama Oscura está sentada al volante de una Suburban negra.
Se apea y se dirige al portón trasero y lo abre: hay quince lanzacohetes y diez cajas de granadas incendiarias, en total, doscientas unidades.
Es casi la una del mediodía, yo también tengo hambre.
Llegaré al pueblo, me detendré en las colonias adecuadas, dispararé los cohetes contra las casas más importantes y si sobran también contras las humildes.
-Espérame en Cortapico y pídeme unas puntas de res con cebollitas asadas, mi Oscura. Descansa, no tardaré en llegar.
Cortapico es un pueblo que se encuentra en el cercano estado de Nayarit.
Le beso la boca y le oprimo un pecho hasta sentir que se le corta el aliento.
Me subo a la camioneta y ella se dirige al Aston Martin, con su torso descubierto.
La minifalda negra muestra parte de sus nalgas desnudas, las braguitas que le he cortado y arrancado las llevo en el bolsillo como un trofeo.
No puedo permitir que se encuentre con una bala o con un trozo de metralla, ella no es inmortal como Yo. Si ella muriera, destruiría toda la vida humana en menos tiempo de lo que ese "chingao" Dios, creó el mundo.
En menos de media hora, habrán muerto más de trescientos primates ardiendo con el fósforo de las granadas o aplastados por escombros que los cohetes harán de sus casas, de su pueblo, de su mundo, de sus vidas...
Haré más grande y profunda la pobreza.
Y Dios, seguirá mirando con sus ojos idiotas a sus querubines con lascivia.
El domingo descansó Dios tras crear al mundo, tal vez por eso no ha prestado demasiada atención. O simplemente se ha lavado las manos como lo hizo Poncio Pilatos con su hijo.
Idiotas...
Siempre sangriento: 666.







Iconoclasta

18 de diciembre de 2014

Incomprensible


Ha reventado algo muy adentro, como si una bolsa con agua caliente se hubiera roto de repente y diera un calor extra al corazón y los pulmones.
Una molestia mortificante que mantiene contraído el estómago; pero no es el estómago, es algo mucho más profundo. Imagino que es donde reside el alma.
¿Por qué envía el cerebro tan lejos y recóndita el alma? Te llevas las manos al abdomen para nada. No hay consuelo, ni siquiera me acerco al alma emocionada y contrita.
Atendiendo al estómago, no puedo frenar esa agua tibia que se derrama por todo el cuerpo para llegar a la entrepierna.
Una erección, por extraña que sea, distrae de la metafísica. Es el obsceno anclaje a la realidad.
Lo que me hace suponer que mi pene es más poderoso que mi pensamiento.
Y concluyo de la forma más lógica que soy idiota.
Un idiota con las entrañas inundadas de esperanza e ilusiones y con la polla tiesa...
Es de risa...
No reniego de mi naturaleza básica y simple como una canica.
Está bien así.
Me quejo de mis pretensiones intelectuales. Debería ser más elegante y no escribir de esperanzas y amor con esto tan duro entre las piernas.
Debería callar y simplemente masturbarme.
Soy malo conmigo mismo, despiadado.
Todo va junto, es un lote: amor y sexo.
Tampoco hay tanto misterio. Me canso de pensar.
Siento rabia de tener cerebro y usarlo demasiado.
Estoy furioso, porque mi temperatura interna ha subido y el agua que me inunda dentro me asfixia.
No soy un romántico, soy un hijoputa que ama y folla.
Que la mete y lame.
¡A la mierda! Si te amo te la meto.
Que nadie me joda más. Sobre todo yo mismo.
Toda esta calidez que sobrecalienta mis órganos va dirigida a la polla. No es amor, o tal vez sí; pero me duele de dura que está. Y eso no mejora mi humor.
Ni mi equilibrio mental.
Ahí, en algún lugar profundo de mi estómago está el amor, un núcleo duro, inconfundible.
Como un tumor inoperable.
El amor se esconde profundo.
Tal vez por ello te la quiera meter. Follarte es buscar el tuyo, querer golpearlo con todas las venas de mi rabo. Así de básico, así de sencillo.
La obscenidad va de la mano de la sinceridad.
Y el romanticismo solo esconde la semántica de follar y correrse. Eufemismos que hacen perder un tiempo precioso.
Y cuanto más pienso en ello, más me desboco.
Me torno tan profundo como irracional.
Es hora de mostrar la locura. El rabo  duro y mis manos en el abdomen buscando un consuelo.
A la mierda el civismo y atávicos prejuicios.
Yo solo doy amor y semen.
Y por favor, solo pido unas horas de paz para alejarme de esa metafísica que contrae mi estómago y esa irracionalidad que mantiene el glande empapado.
Quiero dejar de ser incomprensible por unas horas, solo quiero ignorar que existo entre palabras, risas, humo y comida.
O llantos, da igual...
Algo sencillo, algo sincero para variar.
O simplemente odiar, odiar es sencillo y fácil. No se necesita un riego sanguíneo tan potente como para mantener una erección.
Me basta con ignorar que soy incomprensible a mí mismo.
Que Linda Ronstadt cante Blue Bayou...











Iconoclasta

https://www.youtube.com/watch?v=GVu1xUDg66Q

10 de abril de 2014

Los salmos malvados de 666


Recitad  rápido, sin piedad, que apenas sea audible, en un susurro seseante.
Aunque no respiréis, me da igual...
Entrecortado de ira.
Entreverado de odio y asco, de la más pura aberración.
Y vuestros deseos se cumplirán...
YO os lo juro.
Os arrancaré los pulmones, cuando todo se cumpla. Cuando ejecute todos y cada uno de los horrores que me son rogados.
Lindas noches, monos míos, no quedara nada de vosotros al final de esta salmodia.
Una simple y usual declaración de intenciones, tampoco se crea nadie que es un asqueroso Credo, como los maricones ángeles se inventaron para Dios.

Que duerma y muera, que ya no despierte.
Que sus riquezas se conviertan en tumores, que sus hígados estallen y envenenen sus venas.
Que sus hijos nazcan con la piel del revés y su dolor no cese nunca.
Primate mío, te aseguro que te cantaré la nana de la peste negra.
Que se arruinen, que coman los excrementos que yo defeque en la calle y se les caigan los dientes con hemorragias imparables.
Que sus testículos queden vacíos y sus úteros secos como odres de vino.
Que en la noche lloren sangre y sus muertos sufran ante ellos.
Primate mío, te prometo que la bondad no la verás jamás, solo mi rabo sucio en tu boca.
Que sus noches todas sean de horror. Que se odien entre sí, como toda su vida han envidiado.
Que sus ojos se cristalicen y se rompan.
Que cien deficientes mentales violen y preñen a sus hijas, que sus hijos no puedan cagar sin rechinar los dientes por el dolor.
Primates míos, adoro a vuestros hijos porque son y serán fuente de vuestro dolor.
Que tosan su vida entre sangre y mocos, que el café de las mañas se haga asfalto. Amargo como la hiel.
Que su vida sea el infierno y yo lo vea.
Que los fantasmas de la noche les arranquen las uñas.
Primates míos, morid sin cariño ni consuelo, sabiendo que todo lo que desciende o viene de vosotros, será aniquilado. No habrá ni un solo gen vuestro en toda la capa de la tierra.
Que sufran en las noches ante un futuro de sed y sequía, que solo se cumplan sus más podridos sueños.
Que hablen los muertos sus penas en una letanía eterna y cansina en sus oídos.
Que el llanto de la desgracia sea el sonido de sus noches.
Primates mías, abrid las piernas, que vuestra menstruación sea el alimento de vuestros hijos. Y el mío.
Que sus sueños sean mortales y les llenen la piel de bultos y sus cerebros se ahoguen en sangre.
Que sus perros se mueran encogiendo los belfos de dolor, lanzando locas dentelladas al aire.
Primates míos, venid a mi comunión: ¿Quién será el primero que beba mi semen negro?
Los pájaros vuelan haciendo el picado de la muerte.
Están tan vacíos de vida como corrupto es Su pensamiento.
Que se mueran, que se mueran los ponzoñosos amantes el uno en los brazos del otro, antes de que sus labios puedan rozarse, antes que puedan darse los ansiados besos.
Que se mueran y se pudran.
Perdida la gracia de la divinidad del Dios cabrón, que irrumpan vuestros odiados seres en la inhóspita vereda de un bosque negro como boca de apestado; donde el coro de los niños cantores muertos, lanzan serpentinas de intestinos humanos llenos de mierda a los que inician su viaje al dolor eterno.
El camino al calvario está lleno de cristales rotos, una pendiente por la que sus hijos se dejan caer sajando su abdomen y dejando resbaladizos restos de sí mismos.
Mirad las sonrisas que se abren en sus vientres, es la gracia de mi Señor Oscuro.
Es hora de sufrir... Más.
Deseo cada noche vuestra plena de sufrimientos, hasta que pidáis muerte como el hambriento pide pan.
Os espera la aterradora nada. No es liberadora, es el tormento definitivo, la suma de los miedos de toda la humanidad.
Soñaréis todas las muertes y todos los dolores. Los cigarros se hacen hierros al rojo en los labios.
No seréis privados del miedo.
Os arrancaréis los ojos para no ver y las cuerdas vocales con garfios para no gritar; porque sentiréis terror de vuestros propios alaridos.
Yo te prometo, odiado mío, que a tu mujer le haré tanto daño en el ano, que morderá sus propios dedos y se los arrancará. Con sus muñones ensangrentados se hará el orgasmo más grande que en su vida hubiera podido imaginar.
Malditos trasgos y duendes de la noche, que portan agujas afiladas en los meatos de sus penes y el dolor los enloquece como a los animales rabiosos.
Pequeños trasgos que hieden a muerte y animal podrido. Acompañarán los sueños de vuestros niños.
Y malditos vuestros bebés que yacen lívidos y congestionados de sangre en sus cunas, con los puñitos cerrados.
¿Quién dijo que algo o alguien podía estar a salvo del dolor y la muerte?
Es hora de sufrir, los que disfrutáis de riqueza y los que sois pobres.
Los que sois bondadosos y los que sois idiotas.
Pudríos, primates, si podéis. Porque de sufrir no os libráis.
Éste es mi deseo, que le ruego a mi Señor Oscuro.

Recitad esto hasta que sangréis por los ojos y las encías, y se cumplirá.
No lo dudéis.
Es hora de sufrir de pagar el tributo de sangre por vuestra existencia apestosa.
Siempre sangriento: 666










Iconoclasta