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17 de noviembre de 2022

lp--No, no es por la vacuna--ic


Siempre fueron así, no es un efecto de la vacuna; no totalmente.

No sé cómo pueden los españoles comer y vivir con tranquilidad ante un gobierno corrupto y peligroso que los somete y humilla, que perdona los delitos cometidos por los delincuentes políticos afectos al estado corrompiendo para ello las leyes; incluso alabando sus delitos, traiciones y vejaciones. Por cada político, jerarca o burócrata que aparece acusado de un delito, el gobierno penitenciario fascista español homosexual sanitario, decreta y revoca leyes en connivencia con un cónclave de jueces absoluta y desoladoramente corruptos para proteger sus delincuentes cómplices y sus riquezas atesoradas con sus altos cargos.

Sí que lo sé. Sé perfectamente porque los españoles están ciegos a esa corrupción. Solo utilizo la retórica para dar énfasis al ensayo.

Estoy seguro de que dada la alta impunidad, alevosía y desfachatez con la que actúa el gobierno con sus delincuentes amados; que la vacuna del coronavirus porta una enzima o proteína que en los vacunados provoca ceguera y sordera mental ante toda esa corrupción y tiranía desmedida, desbocada de jueces y estado.

Pero no ha sido la vacuna, la vacuna solo los ha sedado, les ha reducido la velocidad de reacción de las neuronas; lo realmente importante es que, con toda probabilidad, los hijos de los vacunados nacerán definitivamente más dóciles, más obedientes que sus progenitores hacia el pastoreo y sacrificio a los que serán sometidos por el estado. Es la consecuencia de una vacuna genética.

Nacerán castrados de valor y perspicacia, solo en la adolescencia y la madurez biológica se podrá observar el efecto castrante de la vacuna del covid.

Es una hipótesis más que posible dada la dictadura impuesta en España con un golpe de estado por medio de una sanidad de índole nazi. La corrupción va de la mano de todo estado nazi o fascista comunista.

El pueblo español es una raza de genética oscura, empobrecida, tal vez porque su tierra ha estado durante milenios aislada de Europa. Aislada de la cultura, la decencia, el valor, el orgullo y el conocimiento. Aislada de la riqueza genética que en Europa se dio al cruzar las líneas genéticas entre etnias asiáticas, europeas y africanas.

Por ejemplo, el pueblo francés no tiene la mansedumbre del español, esa indolencia bovina hacia la privación de libertad y la humillación. No hace mucho, los chalecos amarillos pusieron en jaque al estado francés con una espiral de espectacular y liberadora violencia.

O aquellos camioneros canadienses que salvaron a miles y miles de ciudadanos segregados, privados de libertad y humillados por el primer ministro homosexual que en nombre de la salud pública por la epidemia del covid, creó campos de concentración para los infectados y no vacunados, auténticos guetos con los que se disponía el gobierno canadiense a exterminar a los no vacunados y enfermos. Los camioneros canadienses dieron la libertad al pueblo de nuevo, sin ellos se encontrarían como los españoles de humillados e indiferentes a la corrupción, el robo y el acoso del estado. Asustaron a ese primer ministro maricón y las libertades volvieron a emerger a la superficie.

Son gentes con una genética muy distinta a la española. Más rica, más noble.

España sigue siendo un reino de oscuridad.

La población española se ha acostumbrado a ser expoliada por el estado. Saben que si dejaran de pagar al estado, éste les embargará todos los bienes y los condenará a la pobreza y el hambre. Y si eso no fuera suficiente, meterá en el trullo al trabajador durante décadas. Sabiendo esto, no les ofende que un jerarca del gobierno se pasee libre tras una estafa o traición. Es kafkiano…

Los soldados son severamente castigados por deserción o traición.

La ley en España es tan corrupta que provoca pesadillas en las gentes inteligentes.

Al que roba un par de zapatillas deportivas lo condenarán severamente los jueces corruptos que dejan a libres a los grandes delincuentes políticos que causan violencia, hambre y ruina en millones de personas.

Y ningún español alzará la voz cuando esos hijos de puta, los delincuentes políticos alabados, perdonados y enriquecidos por el gobierno dictador español se paseen libres e impunes, intocables. No alzará la voz ningún español cuando esos mismos políticos vuelvan a parasitar su trabajo y sus bienes. O cuando revienten toda libertad y necesidad biológica, cuando humillen a los padres ante sus hijos, cuando se vean forzados a esquivar en la calle a la policía nazi sanitaria como ocurrió durante el encarcelamiento de millones de españoles por decreto de un nuevo caudillo abiertamente homosexual (Franco era un maricón discreto).

Delincuentes del estado libres y con impunidad para continuar con fuerzas renovadas sus robos y extorsiones a la ciudadanía. Es el modelo de gobierno copiado de los narcotraficantes.

El español o nativo de la península ibérica ya no se espanta de la corrupción que vive cada día a cada hora. Sigue pensando que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer: la cobardía en su estado más puro, ignorante y tribal.

España es provinciana hasta la caricatura.

Es una pura cuestión genética, degeneración genética concretamente.

Pero no es culpa de la vacuna, no todo… La vacuna ha sedado a los adultos ya mansos de por sí y castrado mentalmente a las futuras generaciones por medio de la reproducción de machos y hembras vacunadas reproduciéndose y eternizando así la aberración genética.

Quiero pensar que es un apasionante relato de ciencia ficción, pero hay más de ciencia que de ficción y más de hechos y consecuencias político-delictivas e históricas que de imaginación.

El pueblo español obró igual durante el franquismo a como ha actuado (es decir con indolencia y mansedumbre) en la actual dictadura.

Cuando el estado fusilaba a un vecino o al hijo de ese vecino; el español en voz baja durante la cena le decía a su parienta (el macho hablaba de las cosas serias y la mujer escuchaba sin mirarle): “Algo habrán hecho. ¿Por qué cojones tienen que hablar de política ni mierdas?”. Esa fue la postura de millones de españoles.

Se podría decir que el español es una raza mezquina comparada con la de otros países con más sentido de la libertad y orgullo propio. Una raza que no supo ni pudo aprender nada de la cultura y nobleza de aquellos pueblos que invadieron su oscura y aislada península y los dominaron durante siglos y siglos. El cerebro de los habitantes de la península ibérica es impermeable a la cultura y la libertad.

Pero durante la guerra civil española, la genética de la raza española aún sufrió más degradación. Se dice que fue una guerra muy larga; no es correcto del todo. Las batallas se libraban rápidamente, lo que alargó la guerra fue la tarea genocida de Franco. En cada pueblo o ciudad que tomaba, durante el tiempo que fuera necesario, a menudo meses, los dedicaba a la exterminación de toda persona que sospechara no abrazar su degradante fascismo paranoico. Franco no salía de una ciudad hasta haber asesinado a todo aquel que tuviera inquietudes humanísticas o de libertad. Eso es lo que más tiempo llevó para finalizar la guerra. El puerco no dejaba a nadie vivo tras de sí que pensara distinto a su doctrina criminal de analfabeto palurdo. Y mientras tanto, los militares en otros frentes, se podría decir que se aburrían esperando el momento de la acción. Esperando que Franco hubiera exterminado todo asomo de lo que le podría dar dolor de cabeza: libertad y dignidad.

Así las cosas, es fácil de imaginar cómo la dictadura franquista modificó las líneas genéticas de la población, dejando vivos solo a los mediocres o faltos de inquietudes y los lameculos.

Casi exterminó el código genético de la libertad y la nobleza de la península ibérica.

Fue un trabajo colosal de selección ganadera en humanos: matar lo que no sirve al régimen y dejar que se reproduzca la útil mediocridad, indolencia y mansedumbre.

Y por tanto, los colegios se convirtieron en cuarteles y santuarios franquistas y los padres educaban a sus hijos en el respeto al caudillo, sin consideraciones éticas y con admiración; como si fuera un jesucristo más.

Hubo un momento en la que la dictadura española tuvo que a abrirse al mundo o arruinarse. Se abrió y entraron ideas extranjeras de libertad y decencia; pero era tarde, cientos de generaciones se ensuciaron bajo la selección genética franquista; y así hasta el día de hoy, que siguen accediendo al poder los políticos generados por el franquismo, o bien los ciudadanos generados también por el franquismo, ciegos a la corrupción y rompiéndose las manos aplaudiendo a los delincuentes que forman el gobierno penitenciario fascista español homosexual sanitario, con fecha de instauración catorce de marzo del 2020. Aquel aciago día, en poco menos de veinticuatro horas, el lema “La libertad es enfermedad” se extendió por toda la península ibérica como una plaga de pulgas en el pelaje del gato enfermo.

Es fácil que dada la carga genética en los españoles de la dictadura franquista, la nueva dictadura penitenciaria homosexual sanitaria entrara sin que mediaran siquiera cincuenta años entre una y otra.

Y el español hizo lo mismo que antaño con Franco: delatar a su vecino y arrodillarse ante los malolientes genitales de sus gobernantes con hambre homosexual; ya que si algo tiene el español, es la afanosa capacidad de copiar en todo a sus fascistas amos. Por supuesto, si un inocente es encarcelado, viendo la propaganda del fascismo actual en formato telediario, el buen ciudadano del fascismo pseudo sanitario dirá: “Algo habrá hecho”.

Así que los españoles ciegos e indolentes (como es característica de la raza española o de la península ibérica) cuando salgan libres e impunes los delincuentes del estado, no alzarán una ceja. Y al ciudadano digno, acusado con vehemencia y severidad por una falta administrativa que lo conducirá  inexorablemente al hambre y a la violencia para obtener comida y por tanto, a la muerte o al trullo a perpetuidad; le espetarán que “algo malo habrá hecho”.

No, todo no es culpa de la vacuna del coronavirus, decididamente. La vacuna habrá garantizado la mansedumbre e inmovilidad en las generaciones que ahora suben y en las que han de nacer. Son el futuro negro y terrible de una nueva dictadura.

El español, es cobarde, manso, ciego y mezquino por genética, sin necesidad de vacuna.

Y esto explica porque las dictaduras en España son las más longevas y sangrientas del planeta. Aquella popular sentencia española de “más vale lo malo conocido…” es definitivo y probatorio (en jerga judicial, de la corrupta) del carácter esclavo e ignorante de los pobladores de la península ibérica.

“Algo habrán hecho”, pero no hicieron nada, hijo de puta.

Hurgar en la memoria histórica no siempre es aleccionador y enriquecedor, hay mucha mierda para todos. No vale la pena agitarla, el mal ya está hecho y se sigue haciendo. Es mejor atajar el problema, a la francesa, que es lo que de verdad resulta.

A veces pasa que la sabiduría da dolor de cabeza, como a los dictadores les enferma la libertad.

Vomitar es inevitable y un acto tan natural ya como respirar.

Prefiero morirme que vacunarme, aún me queda ese suicida y romántico sentido de la libertad y dignidad.



Iconoclasta




11 de julio de 2022

La dictadura penitenciaria española


La dictadura de la ignorancia, la pereza, el arribismo, la indolencia, la vanidad (injustificada), la de los monstruos sexuales, el de las mujeres-hombres, la de los temerosos, los mansos cabizbajos, los adultos infantilizados.

La dictadura de los decretos del estado de extorsiones, acosos y ruina avalados por la “justicia”.

La dictadura de la policía que acosa a la población con saña y entra en casas a patadas.

La dictadura de los delatores del fascismo penitenciario, chivatos aplaudidores por una caricia en las orejas.

La dictadura sectaria que pervierte y envenena el conocimiento, la razón y la historia.

La dictadura que decreta que los hijos se han de educar por el estado, son del estado. Y aparta a los progenitores como mierda apestosa, lo intenta con toda pasión.

La dictadura que decreta y adoctrina comidas y placeres. La que pervierte sexual e intelectualmente a la infancia y la procreación, la básica y única reproducción.

La dictadura que acosa y restringe la biología humana y sus instintos.

La dictadura que debilita y enferma.

La dictadura que segrega, extorsiona, encarcela e inyecta cosas en el cuerpo de los españoles.

La dictadura que estafa, la narco dictadura…

La dictadura de otra nueva ruina económica, eterna en la profunda y endogámica España de políticos sucios e inoperantes. De próceres de rancio abolengo fascista.

La dictadura de la prensa prostituida al estado penitenciario español vendiendo sus mentiras y dogmas putos en todo teléfono móvil de todo español.

La dictadura que entró con el coronavirus un catorce de marzo del dos mil veinte y lo propagó.

La asfixiante dictadura del insano y fetichista símbolo neonazi: el bozal.

El Nuevo y Normal Estado Penitenciario Fascista Español del coronavirus, la guerra ruso-ucraniana y el crack económico de la clase baja o trabajadora por los impuestos delictivos por el cambio climático; ha sido preciso y omnipresente llevando su dictadura a todos los ámbitos de la población española, robando las más mínimas libertades y pensamientos incluso. Pero sobre todo, creando miseria.

Habrá de verse pronto donde se quedan todas las liturgias, doctrinas y catecismos del Caudillo Penitenciario Español y sus secuaces ministros y Caciques Autonómicos; cuando estalle la guerra civil en forma de “revuelta social”. Porque mejor morir a tiros que de hambre e indignidad.

Tan solo cuarenta y siete años han podido vivir los españoles sin un caudillo dictador.

Y ante tanta indignidad, asfixia y religiosidad penitenciaria/fascista-comunista, mejor la guerra y su libertad salvaje.

Además, es necesario destruir para crear algo nuevo, está todo tan podrido que nada vale ya. Y eso incluye morir a quien le toque, lo que realmente es la guerra (lo digo por el extendido infantilismo).



Iconoclasta



 

1 de agosto de 2020

España, historia reciente de la cobardía y la ruina


La cobardía no es algo de lo que sentirse orgullosos. Es una tara mental, es indignidad.
En marzo del 2020 millones de personas entraron en pánico y se ocultaron en sus casas esperando que unas decenas de miles les salvara de morir por coronavirus o “la covid 19”, como el gobierno español decidió bautizarlo para suavizar la palabra virus y en femenino además, que es más inclusiva de mierda para una población envejecida, decadente, perezosa; pero ante todo cobarde.
El gobierno español en un descarado giro al fascismo rápido como el rayo, calcó los medios del genocida gobierno chino para contener la epidemia. Decretó la prisión domiciliaria para todos los españoles y cerró las residencias geriátricas con cadenas para que se murieran dentro los viejos. Todo ello, comprando los medios de comunicación y prensa que operan en España para instaurar su filosofía de encarcelamiento y persecución policial al ciudadano.
Durante los tres meses de represión china en España, las televisiones tenían la obligación de emitir todos los partes de contagios y muertos, usando para ello a personajes que al final calaron hondo en el imaginario de la cobarde población. Como el indigente Simón, el anodino Illa o el ex astronauta ministro de no sé qué. Sin olvidar por supuesto, el institucional y patético momento diario de aplausos a la autoridad y los sanitarios.
Mientras avanzaba el tiempo, se perdían miles de empleos, los enfermos se curaban como de cualquier otra enfermedad y los que morían podrían ser los mismos que mata la gripe. Con la salvedad de que la represión más dura del mundo contra el ciudadano, la española, mataba a más gente que ninguna otra debido al empobrecimiento físico de la población reclusa en sus casas.
A finales de junio, cesó el estado de alarma; pero impusieron el uso de mascarilla al aire libre. La ciudadanía española, cobarde como en ningún otro país, las usó de forma masiva prohibiéndose a sí mismos un aire necesario para reforzar los pulmones y por tanto el organismo. Si un país es cobarde, puedes apostar lo que quieras a que también es ignorante y desconoce totalmente el concepto de sentido común.
Los cobardes mueren antes y sufren más.
No sirvió de nada la mascarilla de mierda, surgieron brotes de coronavirus entre individuos de menor edad que en marzo, gente que había quedado debilitada inmunológicamente por tres meses de encierro e inactividad.
Los caudillos Sánchez e Iglesias, delegaron autoridad en los caciques de las distintas comunidades autónomas para que procedieran, según su criterio, con la represión que tan buenos resultados les había dado durante tres meses. 
Arruinada España, ya en una profunda recesión; los países europeos que no hicieron gala de la cobardía y salvaje represión a la española, avisaron al dictador Sánchez que buscara soluciones económicas con sus propios medios.
Empresas importantes como Airbus o Nissan, han anunciado su cierre dejando decenas de miles de personas sin trabajo.
En definitiva, muchos países no están dispuestos a sufragar la cobardía y la desidia de un país de marcada índole fascista que quiso ser hermano de la dictadura china. Y el capital, necesario para que un país pueda avanzar económicamente, huye de los lugares donde reina la cobardía, la desidia y la ignorancia.
El mentado Sánchez tuvo que mendigar un fondo de rescate durante días.
Ahora España está al borde de la ruptura total sin haber erradicado la enfermedad.
¿Qué hubiera pasado con España si hubiera tenido que, igual que otros países, vivir con enfermedades endémicas como la malaria?
Definitivamente, los cobardes mueren antes que los valientes. Y la inmovilidad es enfermedad.
Los nuevos enfermos más jóvenes demuestran sin lugar a dudas el empobrecimiento orgánico provocado por el nuevo fascismo español.
Y los países europeos con un carácter más demócrata, piden que sus ciudadanos no hagan turismo en España, con toda razón. Un lugar en el que es necesario respirar con mascarilla las veinticuatro horas del día, es veneno puro.
Es la historia de la reciente España sin los detalles aburridos, solo los esenciales: enfermedad, muerte, tiranía, ignorancia, cobardía, represión y ruina.
El único récord del que puede alardear el fascismo español es el del número de muertos por habitante que ha provocado su particular “la covid 19”.
Cecilia compuso y cantó “Mi querida España”, no sé si hubiera podido cantar lo mismo en este año de la era de “la covid 19” y la vergonzosa nueva normalidad española 2020. Quiero pensar que no, que se hubiera sentido ofendida hasta en lo más profundo de ver lo que es España.



 






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


10 de enero de 2019

El alma de las cosas


El gato corretea eufórico por el estrecho balcón y él, divertido, se enciende un cigarro; porque hay que fumar para calentar los pulmones en una mañana tan fría.
Sonríe torcidamente, porque cuando hace calor también fuma.
En un momento de silencio escucha los sonidos que hace el aire con las cosas y observa la vieja fachada frente a él, una galería ruinosa que parece gemir su mísera antigüedad agitando un viejo plástico hecho jirones.
El gato observa una paloma con ansia predadora y él cree que el velo mísero que agita el aire es un alma en pena.
Todos tenemos cosas que hacer, que pensar.
Las almas de las cosas son esos velos rasgados azotados por el aire como festones de la decadencia, ignominia, vejez, abandono y muerte.
Velos de plásticos quemados por el tiempo y lonas corruptas que hacen sórdidos ruidos con sus sacudidas agónicas.
Ha habido muertes tras los velos de la miseria. Lo sabe porque al crepitar, lloran las vidas que hubo dentro hace eones ya.
Y piensa:

Yo soy cosa, lo sé porque mi alma cruje igual cuando la azota el aire, lo siento hasta en el tuétano de los huesos.
Lo sé porque soy una ruina, algo ajeno a los que me rodean.
Y sé que soy cosa, porque no siento pudor alguno por ser un plástico rasgado.
Qué más da que fuera de puto oro y seda, si ya estoy muerto…
Decoraciones aparte, ser algo y trascender como sea, siempre está bien.

El gato se pone en pie sobre sus cuartos traseros y le roza las piernas con sus suaves patas: quiere jugar. Y seguramente no le gusta el rumbo del pensamiento de su compañero humano.
Da una última calada al cigarro y tira la colilla a la calle con desdén.
El pelaje del animal se agita lleno de vida y color.
Y se siente mejor.
Para celebrarlo, ya en el calor de la casa, enciende otro cigarro para quemar alguna tristeza, alguna melancolía.
Lanza la pelota con cascabel, el gato la caza al vuelo tras dos rebotes chocando sonoramente contra la puerta del salón.
No es precisamente un ser delicado… Y sonríe, esta vez bien.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

14 de junio de 2016

Siete campanadas


Está tan presente la superstición, la religiosidad... A todas las horas en punta, en las medias horas. Como si no tuvieran cosas interesantes que hacer y tocar las campanas fuera su gran cometido.
Es normal que cuando tañen las campanas, piense en todos esos mitos supersticiosos o religiosos.
Pienso en la posibilidad de que Cristo hubiera existido.
Y sus masturbaciones. Yo me hacía pajas, me las hago si me place. No veo porque Jesús no se las hubiera hecho.
Pienso en Jesús como líder de una secta y el sexo gratis que le proporcionaría.
Y yo pienso en lo que he follado y follaré y no veo distinción alguna con el mesías y conmigo respecto al deseo sexual.
También imagino a la virgen María y sus risas cuando pensaba que aquellos ignorantes creían que el niño Jesús no salió de su coño.
Jesucristo dejó de trabajar para vivir cómodamente, sin penurias de un trabajo esclavo. Como un telepredicador latinoamericano en estos tiempos.
Yo opté por trabajar como un hombre, llegar cansado a casa y metérsela a mi mujer por el culo.
Imagino a José el carpintero pusilánime, soportando el acre olor de la menstruación añeja y sin aseo de su mujer "virgen".
Y en los chiflados que aquellas leyendas propagaron creyéndolas ciertas.
Las campanas hacen pensar, hacen ser lógico.
Tengo una notoria intuición y un conocimiento exacto y profundo del ser humano.
Son las siete de la tarde y el viento arrastra hasta aquí los tañidos de tiempos oscuros e ignorantes.
La muerte del nazareno, desmontó la gran mentira del mesías, murió como cualquier hombre, rabiando de dolor.
Humillado. Si existió, fue un justo castigo a su timo, a sus pretensiones mesiánicas.
Y con él se derrumbaban como un castillo de naipes todos sus milagros y bondades.
Sus secuaces mal disfrazaron a uno de los suyos para que no se acabara el espectáculo, la fama y el dinero fácil; pero nadie conocía al resucitado, nadie sabía quien era aquel tipo. Lo dicen los evangelios como si trataran un misterio oscuro como la propia ignorancia.
No había tecnología digital para retocar mesías y hacer creíble la mentira.
¿Por quién doblan las campanas? Por todas las mentiras que quieren convertir en verdad.
Tañéndolas miles de veces.
Que el hombre no muere, pasa a mejor vida, como Cristo. Así que ora, labora y paga para ganarte tu parcela celestial.
Aparte de esto, pienso en follar y se me pone dura sorpresivamente, debido a alguna feromona que arrastra el aire.
Soy un animal sin amo ni dios.
No soy un místico y las campanas, al fin y al cabo tampoco son totalmente inofensivas. Inocuas, solo provocan divertidas divagaciones.
Tal vez las campanas doblen por las ruinas de la hipócrita y cobarde ambición.
Lo único que dejan dioses y enviados, son escombros  por todas partes, en los lugares más recónditos.
El planeta no puede soportar tanta mentira y acaba desmoronándolas.
Las ermitas derruidas son mentiras viejas, la insostenible ignorancia.
Ego los absolvo porque no saben.
Porque no piensan, no pueden.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta, ermita de Sant Bartomeu de Ripoll.