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11 de agosto de 2023

lp--La mujer infinita--ic

Llora perdida e irremediablemente ante el espejo del armario. Jaime se ha derrumbado en la cama aún vestido, el calor del verano y el dolor mudo de una hija ya definitivamente arrancada de sus vidas crean una atmósfera tan densa que los movimientos se dificultan y literalmente, sienten que respirar es una guerra.

Silvia se desprende del suéter oscuro ante el espejo; pero realmente observa angustiada un ataúd pequeño y blanco empujado con una pala a lo profundo del nicho por el albañil sepulturero. Y su alma emparedada con su hija allá adentro.

Está vacía de todo, lo dice su reflejo.

Las lágrimas corren porque se está licuando toda ella, sus tripas son un aceite caliente.

El dolor está allá dentro en la oscuridad del nicho que radia su mal a través del aire, como un cordón umbilical podrido. Su propio reflejo es una imagen subexpuesta, una mirada enferma de conjuntivitis.

Cuando los sepultureros sellaron la losa con el cemento, también oscurecieron la vida.

Se oscureció todo con un definitivo eclipse.

Jaime observa su espalda trémula, los tirantes del sujetador negro asemejan un arnés de seguridad para no caer en el abismo de ese llanto venenoso y quedo, de baja frecuencia que lo rompe todo, el ánimo y la cordura; como un terremoto.

Silvia es una mujer infinita, se enamoró de ella hace catorce años, ante su seguridad, su fortaleza de convicciones inquebrantables, de su infatigable lucha por vivir y disfrutar. De sus tacones que pisaban fuerte a pesar de ser agujas.

Es infinita porque se rehace de los golpes que le da la vida, porque es hermosa y nada le roba su brillo. Es infinita porque se erige de nuevo, reconfigurada ante una nueva situación. Está lejos de la perfección, pero ambos se han reído siempre de la perfección.

Él no es infinito, es un hombre con malas experiencias acumuladas, de un cultivado pesimismo surgido de más dolores que alegrías. De más luchas perdidas que ganadas.

Se siente, de una forma sucia, mediocre. Y ella, su presencia, su voz suave y sin titubeos, y su mirada que lo ama, lo liberan de su maldición cada día, a cada momento.

Evita era como su madre, con tan solo siete años pisaba fuerte con sus zapatillas de suela de lucecitas, jugando tan pequeña a ser coqueta. Evita sanaba su mediocridad, su existencia era la prueba misma de que no podía ser tan anodino si colaboró en crear esa hermosa criatura.

Siente que es el momento de largarse de aquí, de dejar de vivir y respirar mierda. Hace cuatro días, que perdió lo que más quería, lo que más podía doler, lo que más amaba.

Si hay un buen momento para que el corazón se rasgara, es ahora.

Un simple traspiés bajando por una escalera del colegio, derivó en un cuello roto. En un milisegundo murió, y con ella también Silvia y Jaime. Y toda esa tragedia ocurrió hace apenas un segundo, solo cuatro días.

Un jersey de cuello alto pretendía ocultar el obsceno bulto en el ataúd. No recuerda una imagen peor en su vida.

Los hijos se quedan con todo el amor y hacen de los progenitores socios de un negocio. Saben, al observar el bebé en sus brazos, que ya no serán lo que fueron antes del nacimiento, ni tras la muerte.

Ya no serán amantes, solo madre y padre.

Y por ello, Silvia es la mujer infinita, su heroína, su diosa. Sonríe invicta a pesar de perder cuando él blasfema fracasado. Y se ríe de las tonterías que se dicen del amor filial.

Debe hacer algo por ella, se ha quedado perdida frente al espejo, ha sido expulsada del mundo.

Se incorpora y se abraza a su espalda, ciñendo su cintura con los brazos, apoyando la frente en la oscura melena intenta dar consuelo al cuerpo que ha perdido el alma.

Busca a la mujer infinita, la conjura con una pena oculta a traición, por la espalda.

La frialdad de su silencio y su ausencia de ella misma contrasta con la calidez de la piel, su suavidad inalterable, sus hombros aterciopelados de un vello de melocotón.

Extiende las manos en el vientre, porque muchas veces anida en él el dolor y el miedo, y siente una leve contracción en ella, como si empezara a surgir de la oscuridad.

El pene se ha endurecido en el pantalón y presiona en sus nalgas buscando cobijo y roce en la liviana falda que cubre su más íntima belleza.

Silvia responde con un pequeño espasmo agitando las nalgas levemente.

Jaime siente que se rebela en su mente un ser primitivo combatiendo por ocupar su atávico lugar en la luz ajeno a toda tristeza. El cerebro es un llanto y el cuerpo se ha desprendido del alma. Con el dolor ha perdido el control de su humanidad.

Sus manos se meten en el elástico de las bragas que encuentran el monte del Venus. Acariciando el vello rizado, sus dedos se acercan al vértice de los labios. Silvia entreabre la boca en un suspiro que no surge con la mirada aun fija en el ataúd.

Y sus piernas también se separan aunque no quiera.

El pene palpita presionado contra la ropa y las nalgas voluptuosas.

Ella llora un dolor e inevitablemente su sexo se derrama cálidamente en las manos de lo que un día fue su amante y hoy es padre muerto de una hija muerta.

El presiona el clítoris duro y resbaladizo, los dedos se deslizan vagina adentro sin obstáculo, con obsceno consentimiento sin sopesar amor, muerte, dolor o alegría.

Y ella gime, por primera vez en todo el día su boca emite un sonido y siente los pezones contraídos. Tiene cuerpo…

Jaime le arranca el sostén y sus pechos gravitan violentamente pesados, agitados por una respiración extrañamente agitada de ansia y tristeza. Las grandes areolas están coronadas por dos puntos duros. Y una mano los oprime al límite del dolor.

–Eres mi amor infinito, ven  conmigo. Sé mi amante, follemos esta puta tristeza. Sé infinita mi amor…

Silvia cierra los ojos y su cabeza se ladea ofreciendo el cuello a Drácula. Y es besada.

Los humores sexuales de su coño amalgaman ambas carnes, los dedos penetrándola ya no se distinguen de su propia carne y el placer animal irrumpe alejando el ataúd y la inmensa pena lejos de ellos.

Lejos de su coño.

Sus rodillas se doblan con el orgasmo, él la sujeta manteniendo la presión firme en su sexo para recibir cada espasmo, cada contracción. Ella gime y llora en un descontrolado caos que la hace sentirse loca.

Jaime la conduce a la cama, acostándose a su lado. Siente el semen enfriarse en los calzoncillos, mojando el pantalón. Ha eyaculado no sabe en qué momento.

Con un brazo le envuelve el hombro y el pecho. Se encuentra otra vez a su espalda. Le gustaría mirarla a los ojos y besarlos. Sus ojos infinitos…

La horizontalidad parece apaciguar la gravedad y el dolor de la sangre rugiendo vida.

Con el paso de los minutos sus respiraciones se tornan silenciosas y tranquilas.

–Eres mi infinito, mi universo –le susurra como una nana. –Sé fuerte amor, no te rindas.

–Eres un cerdo. Hijo de puta. Me has arrebatado mi pena, mi dolor. Me has obligado a traicionar a Evita follando, haciendo que me corriera. Cerdo, cerdo, cerdo… No se folla cuando entierras a tu hija. ¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!

Jaime retira el brazo de su hombro y se levanta de la cama.

Es el fin.

Es pura disciplina, lo que está mal no se debe prolongar. Porque cada día que pasa, la vida es más corta.

Ya no es la mujer infinita, aquella cosa es una mediocridad, una sucia bola de prejuicios. La mujer infinita murió con el último “¡Cerdo!”. Ahora grita histérica en la cama “¡Mi niña, mi niña! Nos has ensuciado, cabrón.”.

Evoca a Evita y concluye que esa mediocridad que llora en la cama con hipocresía tras haberse corrido, no enturbiará ni un instante de aquellos siete años de vida de su pequeña de zapatillas luminosas. No le daría la más mínima oportunidad de amargar o ensuciar aquellos años pasados.

Recuerda el velatorio de su padre, durante la cena su tío (hermano de su padre) contó un chiste, ya no se acuerda cómo era. Jamás pudo olvidar aquella risa liberadora. Todos reían con el muerto aún en la habitación, incluso mamá.

Cómo lloró de risa, creía no poder parar…

¡Qué falta le hacía! No lo supo hasta que lloró con histeria la gracia y el dolor. Todos entre risas, agradecieron silenciosamente a su tío el chiste que rompería aquella tristeza que estaba asfixiando a la vida misma. Fue mágico, fue el momento más bonito que vivió porque las risas eran para su padre, por su padre, por amor puro. Nadie pidió respeto o sintió ofensa.

Jaime coge la cartera y el teléfono de la mesita de noche y tira las llaves de casa sobre la cama.

Antes de marchar se lava en la fregadera de la cocina las manos que huelen a coño, mediocridad, orina y pegajosos humores sexuales. Y a desengaño…

Siente los años perdidos embaucado por ese gran error de la mujer infinita, frotando las manos más de lo necesario.

Cierra suavemente la puerta de casa enterrando una época de su vida.

Descendiendo por las escaleras del bloque de apartamentos, imagina la posibilidad de que Silvia lo denuncie por violación o lo que quiera; porque ya no sabe qué es esa cosa que llora más que por su hija, por haberse corrido. Por haber faltado a alguna ley de mierda, a un puto mandamiento divino. A una piara de fariseos que obedecen como perros.

Su llanto lejano lo encoleriza y apresura el paso para alejarse de ella.

Para siempre, sin arrepentimientos, sin más palabras.

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Epílogo de La vida agotada de un apátrida social (autobiografía de Jaime S. P.).

Breves pensamientos, como luciérnagas titilando entre la fronda oscura que aún hoy al final de mis días, dan claridad y conclusión al fin de mis días. Y mueven mis manos para escribir de nuevo las mismas percepciones y certezas; con otras comas, con otros puntos.

Con otra edad... Una palabra siempre es distinta, por igual que se escriba, en el tiempo.

Pensamientos que quedaron vivos, porque estaban firmemente intrincados en el recuerdo de mi pequeña Evita. No puedo olvidar sus zapatillas luminosas y su aterrador jersey de cuello alto.

Cuando aquella mujer era infinita pensaba: No pretendo vivir una vida feliz con ella, no soy un niño. Quiero vivirlo todo, todo lo malo con ella; porque es de lo que más hay.

De una forma natural, por mi constante cercanía a la muerte, sabía por simple deducción que los orgasmos tristes trascienden más allá del dolor de la muerte y jamás olvidarás que abofeteaste a la parca con un acto obsceno de amor y piedad.

Me encanta imaginar a un hipotético dios mirando con vergüenza nuestro acto sexual de muerte y dolor usando los medios que él creó para evitar los males que también creó.

Un follar agónico hará del caos del dolor un instante de luz, de claridad en un túnel devorador. Follar es encontrarnos los dos en el mismo abismo insondable, follar precipitándonos a las fauces de la muerte…

La he tenido entre mis brazos con indiferencia, como si no existiéramos ninguno de los dos frente al espejo. Y en un momento inconcreto sus muslos se han separado permitiendo que mi mano atenazara su coño hasta exprimir su humedad.

Y sus pezones se han endurecido, mirándose ante el espejo incrédula y lejana.

Parafraseando al cura, también prometí ser obsceno, tanto en la desdicha como en la alegría.

Y pudo ser realmente una mujer infinita, no pudo negar sus deseos más profundos y atávicos, los que nos llevan a la animalidad (un privilegio embarazoso) y desdeñan dolores que van contra la vida misma.

Somos dos seres atávicos, primigenios conjurando la oscuridad salvaje llena de horrores. A pesar de la muerte que hace ruidos a nuestros alrededor, sabemos que follar es luchar contra ella.

Te juro ser obsceno en la felicidad y la aflicción.

Los orgasmos tristes y suicidas son embates lentos que arrastran las cálidas lágrimas hacia las entrañas ateridas de frialdad. Se crean con el primer abrazo de la piedad y la compasión para dar paso al valor primitivo con el que no somos conscientes de que moriremos.

He visto, en velatorios, a los deudos reír ante un chiste con una desoladora tristeza, intentando sacarse de encima ese cáncer de la pérdida que hace la piel gris; una ceniza fría. Yo reí, lloré de la risa con el cadáver de mi padre en la habitación. Fui tan libre en aquel momento, como jamás he vuelto a serlo.

Es una cura, una terapia no escrita. Una obscenidad que va contra la moralidad de la humanidad como especie vacuna herbívora.

El sexo triste es una lucha del ser humano sin amos ni dioses en la libertad absoluta.

Si alguien supiera que hemos follado tristemente el mismo día de la sepultura de nuestra hija, se escandalizaría: ¿Cómo han sido capaces? Son como bestias.

Somos bestias y no consideramos la muerte o los dioses como un cercado a nuestra existencia.

Si la tristeza se come el placer, habremos perdido la gracia para siempre. El único placer verdadero que no consiste en poder y riqueza, en humillación y servilismo.

Sin placer seremos siempre un patético fracaso humano.

Y nos alejaremos el uno del otro.

Los muertos y las enfermedades no prohíben el placer, ni las flores en las tumbas.

Puedes correrte, debes hacerlo para no ser derrotados los dos.

Ella lloraba mientras mi mano dentro de sus bragas acariciaba la vagina anegada de un deseo que su mente no sentía.

Me gritó agresivamente que era asqueroso lo que habíamos hecho...

Era asqueroso yo.

Sintió asco de sí misma de estar mojada.

Me llamó cerdo. Y también supe que no habría reído en aquel velatorio dejándose llevar por el deseo de erradicar la tristeza de su ánimo, como algo instintivo, como el arma más poderosa de supervivencia.

No era una mujer infinita, es una mediocridad como yo; pero adoctrinada en sociedad.

La comprendí en el acto. Y allí en aquel instante escapé de su ira y su tormento, para que se hundiera sola en su tristeza. En el metro, camino de un hotel, le lloré a mi pequeña Evita que habíamos fracasado, que papá y mamá habían dejado de existir con ella.

No podía perder los bellos momentos de mi vida por un prejuicio, por una culpa inculcada. No pudriría la felicidad de haber sentido, durante siete años, la vida de Silvia crecer a mi alrededor, llenándome.

Los cadáveres me han enseñado que es más fuerte la muerte que el amor. No puedo permitirme luchar sin esperanza y ella la había perdido, por un instante su deseo cedió pero su pudor inducido venció, nos venció a los dos.

El amor no puede luchar contra la firme decisión de la tristeza de negar la propia vida por una cuestión moral.

Y el amor tampoco sobrevive sin el sexo, el amor sin sexo es un amor paternal vacío y ridículo que jamás quisiera imitar con la mujer que amo.

Tengo un hijo de treinta y cinco años con otra mujer. No sé qué fue de Silvia, ni en el trámite de divorcio nos encontramos. No he sentido jamás curiosidad por su vida, lo último que recuerdo de ella es su mirada agresiva y escandalizada. Y las bragas mojadas.

Y con un fogonazo de certeza concluí que ya no podría amarla por mucho tiempo que pasara.

Que nuestro follar sería siempre un acto ganadero.

Renegó del sexo, maldijo el orgasmo a pesar de que su cuerpo y su instinto primitivo la arrastró a él.

Su moral era superior a la necesidad y al amor mismo.

Dejó que su coño se humedeciera con mi mano.

Y también se llamó cerda a sí misma.

No estaba en shock, su sexo se mojó. No impidió que metiera la mano en sus bragas.

Y tuvo el peor pensamiento del mundo: yo estaba ensuciando y ofendiendo el recuerdo de su hija.

No era la mujer infinita capaz de amar, sentir, llorar, disfrutar o reír el orgasmo en la dicha y en la tristeza.

Me convertí en su monstruo por unos segundos. Los que tardé en escapar de aquel hogar que ya no era mío.

Somos seres que unos se adaptan y otros conservamos celosamente nuestra esencia humana primitiva, la que pone las cosas en su lugar. A los muertos enterrados, a los vivos respirando y sufriendo de nuevo.

Nunca me preocupó estar equivocado, sólo que mi pensamiento tuviera límites.

A estas alturas, ya viejo, pocas muertes tendré que conocer excepto la mía. Y eso bien vale un cerrar de ojos esperanzado.



Iconoclasta


17 de abril de 2023

lp--Crónica de una tristeza ilegal--ic

 


Año 2025. Incluso su nacimiento fue triste.

Al nacer su primer llanto deprimió a la madre y al personal sanitario. Ante tal tristeza, como prevención por descabellado que pareciera, al bebé le vendaron las muñecas y los muslos para evitar que se suicidara.

Al padre, por orden judicial, le realizaron una vasectomía y a la madre ligadura de trompas. No podía volver a nacer semejante tristeza humana en una nación gobernada con mano que no tiembla; pero con mucho cariño y respeto. En la que siempre prevalecía por encima de toda libertad, el derecho inalienable a no estornudar o no toser. Se trataba de una dictadura paterno-sanitaria-infantil-homosexual del bienestar psíquico.

Por violar los dogmas de la nación y con el aval de un juez, también fueron sancionados los cónyuges progenitores por el gobierno absolutista a ceder el noventa por ciento de sus ingresos al estado hasta su muerte.

Un obispo predicó en una homilía extraordinaria, debida a la alarma social de semejante nacimiento triste, que la orden judicial era un acto de bondad.

A pesar de ello, el niño más triste del mundo, en un colegio de adoctrinamiento especial aprendió nociones de anatomía básica humana.

Año 2037. A los doce años acabó con su tristeza con simple lavavajillas.

Su cadáver olía tan bien que pensaron, madre y padre, que se había curado de tristeza y dormía plácidamente. Hasta que los gases de la descomposición produjeron pompas de jabón en su boca y nariz.

Y se llevó con él la tristeza que infectaba a su familia y la gente que lo conocía.

No lloraron su muerte, sino que la celebraron con programas televisivos especiales de optimismo y manifestaciones multitudinarias pro alegría que paralizaron la ciudad durante tres días. El ayuntamiento asumió la cremación del cadáver triste como acto institucional, sin funeral y obligando a pagar la incineración a los progenitores. Se borró su nombre y nacimiento del registro civil y hospitalario para limpiar la memoria histórica de la dictadura de semejante e indeseable tristeza.

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La narración del presente artículo está basada en documentos de prensa almacenados en la memoria sólida de una computadora personal ilegal. Es decir, no declarada a la administración estatal por su comprador en algún momento del 2030.

Fue hallada en mayo del 2252 por un equipo de paleoantropólogos, entre las ruinas de una ciudad española extinta en el 2053 por bombardeo nuclear durante el período de las Guerras Climáticas Mundiales del 2043 al 2054.

 

 


Iconoclasta


7 de marzo de 2023

lp--Gel del Éxtasis Sexual--ic

 


Crónica histórica de los Asentamientos Libres, de cómo la población mundial se redujo de nueve mil millones de individuos a los actuales ¿diez millones? repartidos en todo el planeta.

Año 2126 p.G. (pos Gel) un siglo después de la aparición y comercialización del Gel del Éxtasis Sexual.

Es necesario rememorar la historia del siglo XXI para entender cómo la humanidad mutó drásticamente hasta peligrar como especie en el planeta y luego, vivir como le corresponde, conforme a su naturaleza.

Se dice que no debe edificarse sobre cimientos viejos. La muerte de nueve mil millones de personas que fueron el resultado final de una forma de vida que duró prácticamente diez mil años, fue la destrucción y la eliminación de esa cimentación podrida que no soportaba ya su propio peso.

Los Asentamientos Libres no hacen cimientos, viven sobre la tierra y no la poseen.


 

Capítulo 1

2023 p.Crv. (posterior Coronavirus, a su alarma). Los gobiernos del planeta ya habían demostrado su total control de las grandes manadas humanas. El éxito fue rotundo, la media de aceptación y obediencia de la población al estado y sus decretos de privación de libertad iba del 70 al 90 % (a menor índice intelectual o cultural de país, mayor era su obediencia). Por lo que continuaban su mandato con el mismo enfoque, aunque más severo y agresivo en su difusión o evangelización, predicando obsesivamente y sin descanso sus dogmas de salvación y pureza física y espiritual en todo ámbito de la sociedad; tanto en un supuesto y apocalíptico cambio climático eminentemente religioso, en lo sexual, laboral, sanitario, ocio, educación, lingüístico, alimentario e incluso en los hábitos y actos más íntimos de las familias. En definitiva, lo que la población debía pensar y creer; pero sobre todo temer gracias a la invasión e injerencia continua de internet y la televisión en todo momento del quehacer de la clase baja o trabajadora. Exactamente las mismas estrategias (aumentadas y corregidas) de contención, pastoreo y estabulación de la masa humana baja (trabajadora), que se habían empleado para los grandes encarcelamientos en las granjas humanas o poblaciones durante el estado de alarma del año del 2020, que en algunos países como China o España, duró tres años.

El legado que Hitler y Stalin dejaron en el siglo XX a los políticos contemporáneos y futuros, fue la concepción de un gobierno con visos ideológico-religiosos o místicos. La única forma probada y eficaz de unir a millones de humanos de casta baja hacia cualquier fin que un líder político se propusiera.

Con tal metodología adaptada a la actual sociedad tecnológica gracias al estudio y análisis de las estrategias ideológicas y los valiosos datos estadísticos y sociopolíticos del nazismo y el comunismo estalinista. Con la infección de coronavirus a nivel planetario propagada por los líderes de las naciones; lo que jamás consiguió una religión, lo consiguió la política: unir a la humanidad en un fin común sin cuestionar ningún decreto o mandamiento del estado.

Mediante el pánico inducido a la población con el coronavirus llegó la obediencia ciega y fe absoluta en los líderes político-ideológicos de orientación evangelista homosexual. La sanidad de todo país occidental, comandada por la OMS (ya oficialmente una confederación de carácter fascista de las instituciones sanitarias de todo país) fue la herramienta más poderosa para vacunar, literalmente, a la población del virus de la libertad. De una forma encubierta por el paternalismo del nuevo nazismo sanitario, se indujo la idea en las castas bajas que la libertad era un grave riesgo de enfermedad y su muerte. De hecho, y con los  aplausos de una población infantilizada y cobarde, un porcentaje muy importante de jubilados y pensionistas murieron durante y por la maniobra de alarma por coronavirus. Un hecho que aún hoy día, mantiene el debate vivo entre los tertulianos de los Asentamientos Libres de que realmente se tratara de un genocidio pactado a nivel mundial para aliviar la presión de los sistemas de pensiones que empezaban a desbordarse en las naciones consumistas occidentales.

Ante las férreas prohibiciones ideológicas de los nuevos gobiernos de las extintas democracias (mayormente occidental-europeas) en cuestión de hábitos de alimentación, ocio, sexo y drogadicción. Y la constante sensibilización (eufemismo por adoctrinamiento o condicionamiento psicológico mediante un bombardeo constante de decretos de prohibición) mediante la usura o extorsión económica en los productos alimentarios: carnes, mariscos, embutidos, quesos, pescado y alimentos ricos en glucosa. Se optó por instaurar un oscurantismo sociocultural y científico para aplacar la creciente violencia en las sociedades occidentales, que surgía de forma instintiva ante la falta de una libertad recientemente arrebatada, la carencia de proteína que acusaba el sistema muscular de la población, la insuficiencia de glucosa para el correcto funcionamiento del cerebro y la constante intromisión de los gobiernos en los ámbitos más cotidianos e íntimos de la ciudadanía.

Se prohibieron hábitos de consumo como el tabaco, que al tratarse de un hábito reflexivo no narcótico, se convirtió en algo indeseable para los fines de las dictaduras homosexuales sanitarias; de la misma forma que se desaconsejaba el consumo de café. Se alentaba el consumo de alcohol, con especial incidencia entre los estudiantes y la permisividad del consumo de drogas narcóticas combinándolas con actos sexuales: marihuana, hachís, ácidos, cocaína…; hasta tal punto, que los gobiernos publicaban manuales de instrucciones y consejos para su correcto consumo y satisfacción.

Todos los días había algo que celebrar: una enfermedad, una festividad, una profesión, una efemérides nacional… La constante distracción de las castas bajas o trabajadoras era una estrategia básica e imprescindible. Los juegos de pelota en equipo y las diversas festividades como carnaval, procesiones religiosas, fiestas populares de ciudades o celebraciones político-religiosas, llenaban los calendarios de todos los países desarrollados.

El oscurantismo llegó con el control (hubo una compra, una prostitución del periodismo al estado pactado anteriormente con el coronavirus) de los medios de comunicación e información. Gracias, ante todo, a los ensayos y pruebas de censura y bloqueo informático que China había empleado en el ámbito de la comunicación y el periodismo una veintena de años atrás.

Otra gran maniobra de los nazismos o fascismos sanitarios homosexuales, fue la revisión, cambio, tergiversación o eliminación de los anales o crónicas de la historia para adaptarlos a la nueva ignorancia instaurada; con una redacción literaria hagiográfica de las falsas democracias volcadas al fascismo homosexual sanitario que, prácticamente tenía carácter de parábola religiosa.

Se inició como golpe maestro una agresiva e invasiva campaña mundial para eliminar el hábito de lectura e imponer el audio libro, cuyo fin perseguía algo tan obvio que muchos de nosotros, un siglo más tarde, no concebíamos cómo ningún intelectual o medio de aquella época dio la alarma de semejante medida represora oscurantista. En la conclusión no podemos estar más de acuerdo: la decadencia social había tocado fondo y la población mundial consumista se había instalado cómodamente en aquel fango fascista de oscurantismo.

Porque el objeto del audio libro, era tan obvio como simple: Escucha y calla. No leas, porque quien lo hace suele recordar cosas desagradables. El Estado será la memoria y las palabras que se lleva el viento.

La comunicación escrita y la lectura, el fabuloso ejercicio intelectual que generaba, se había restringido para mantener una baja actividad mental en la población. Se impartía su enseñanza, exclusivamente para las castas del gobierno y las adineradas.

Los líderes de los gobiernos eran abiertamente homosexuales o bien de clara orientación ideológica homosexual. Hay estudios sociológicos de aquella época, asegurando que la homosexualidad da una mayor facilidad de pastoreo y explotación de las castas bajas humanas: menor agresividad, más sociabilidad (más gregarios), fáciles de adoctrinar a cambio de supuestos privilegios, paternalismos electorales hacia los transexuales infantiles-adolescentes, etc…

Los gobiernos estaban induciendo a la población la idea de que el homosexualismo era la mejor forma de medrar en sociedad. La educación del estado se volcó en asegurar en los centros de enseñanza, la práctica del homosexualismo como integración plena en sociedad.

Aun así, las clases bajas trabajadoras, se resistían a convertirse a un homosexualismo total.


 

Capítulo 2

Con el fin de imponer una mayor estabilidad social, la obediencia y respeto de las masas hacia los gobiernos con tácticas de distracción psicológica; en la primavera del 2026 se comercializó por un gran consorcio de farmacéuticas íntimamente afines a los gobiernos de la época, un gel aromático para las zonas genitales femeninas y masculinas que elevaba el rango de sensibilidad al roce sexual un doscientos por cien. Sus componentes de base animal (distintas especies no especificadas o bien directamente falseadas con especies inocuas; que actualmente se ha probado que eran aceite de hígado de pangolín, armadillo y grasa epidérmica de alguna especie de rana y salamandra) aromatizados con distintas especies vegetales exóticas y una hormona sintética que potenciaba la velocidad de transmisión del sistema nervioso, interactuaban con las glándulas que secretaban los humores sexuales.

El sexo de forma natural está a nivel instintivo, íntimamente ligado a la reproducción. En sí es un acto agresivo, de posesión y selección natural de los individuos más fuertes (hembras y machos). La idea del nazismo homosexual sanitario era básica: crear una sexualidad meramente hedonista eliminando lo instintivo. Amputando la necesidad biológica de reproducción y selección natural, las reses humanas de las grandes granjas de explotación o ciudades engendrarían generaciones física y psicológicamente débiles y maleables eliminando ese instinto de territorialidad y posesión que era parte del acto sexual; pero sobre todo, de la naturaleza animal de la especie humana.

El éxito fue planetario, millones de seres humanos se volcaron en la compra del potenciador del placer. Se consideraba que, incluso en las zonas más remotas del planeta, seis de cada diez individuos lo usaba habitualmente, ya fuera en compañía o para la masturbación solitaria, en apenas un año desde su comercialización.

Miles de millones de seres humanos se hicieron patológicamente adictos al sexo, incluso se bajó el límite legal de edad para su práctica, en las pseudodemocracias occidentales: a los diez años para niñas y  doce los niños, estadísticamente en el inicio de la adolescencia biológica de cada sexo.

El Gel del Éxtasis Sexual se convirtió en un artículo imprescindible en el baño, la mesita de noche y el neceser.

Por aquel entonces no lo sabían, pero el gel recombinaría o mutaría el ADN humano. Las primeras crías humanas que nacieron de la cópula con el Gel del Éxtasis Sexual, padecían una mutación severa en los fluidos naturales que secretaban durante la excitación y su acto: producían un ácido cáustico de gran potencia que además corrompía rápidamente la sangre durante el acto sexual. Los tejidos genitales eran inmunes al propio ácido, el resto del tejido se disolvía con el ácido que, entraba a través de las quemaduras en el riego sanguíneo. Sin embargo, los genitales sí se deshacían con el contacto del fluido sexual ajeno. Provocaba la muerte en poco más de diez minutos.

A partir de aquel 2026, los hijos engendrados con los genitales untados con el Gel del Éxtasis Sexual, serían mutaciones.

Los adictos al gel, a finales del 2026 representaban el 70 % de la población mundial y en el 2027, se consolidó hasta el 96 %. Eran portadores permanentes de la mutación desde el mismo momento que untaron sus genitales con el gel.

Se calcula que la mutación alcanzó al 98 % de los nacidos en el 2031.


 

Capítulo 3

Los primeros adolescentes engendrados con el gel morían durante el acto sexual, o simplemente con la masturbación.

Con las primeras generaciones de “hijos del Éxtasis” (así se conocía a los mutados, engendrados por el coito con el Gel del Éxtasis Sexual), se hizo evidente la mutación aunque no la causa.

El primer caso oficial se dio en el año 2038 en Sidney, Australia. Con el cadáver de una niña de doce años, hallado en el lavabo de su hogar; la mano derecha se había convertido en una gelatina ambarina y la vagina estaba cubierta por ella. Se habían licuado los tejidos y luego coagulado. Cuando el forense abrió el cuerpo, la sangre tenía el color de la orina y un intenso vapor ácido invadió la sala de autopsias. Hubo de evacuarse la morgue y renovar el aire.

La masturbación era de alto riesgo. Se debían usar gruesos guantes de caucho que reducían mucho la sensibilidad. El coito, así como la sodomía, debían llevarse a cabo con una rigurosa profilaxis para evitar que cualquier parte de la piel entrara en contacto con el fluido de lubricación femenino y el esmegma (fluido que se da mayoritariamente en los machos).

Los condones debieron reforzarse y era necesario cubrir las partes de piel expuestas al ácido con pañales que cubrieran hasta la mitad del muslo; además disponían de una membrana de goma por donde emergía el pene, o bien por el que se penetraba la vagina. Era la forma más segura de reducir el contacto con los ácidos sexuales. Aun así, durante el proceso de retirar el pañal, el condón o los guantes, el mínimo contacto con el ácido del que estaban sucios, era mortal. Los más temerosos, usaban también una máscara o pantalla de protección para el rostro y evitar posibles salpicaduras.

El sexo sucio o mojado de sus fluidos sexuales podía contaminar la orina y convertirla en un ácido y veneno con la misma potencia.

El lavado genital era ineludible.

Y el sexo oral había llegado a su fin.

A finales de ese mismo 2038, las autoridades aseguraban que las muertes se debían a alguna droga consumida o terrorismo químico de alguna facción radical religiosa.

En ese año murieron sesenta millones de niños en el planeta y ciento setenta millones de adultos. Era imposible contabilizar los centenares de miles de muertes no comunicadas. En la China rural y en el tercer mundo, los campos de cultivo de las zonas rurales jamás habían sido tan fértiles.

Se probó que cuando la temperatura del cadáver bajaba a los treinta y cuatro grados, los ácidos se neutralizaban y ya se podían manipular los cadáveres sin peligro.

Aunque semen y ovarios no habían sufrido modificaciones, la reproducción era lenta por su exigencia profiláctica y el temor de la pareja. La libido parecía haber desaparecido de la población durante los tres primeros meses de aquellos meses. Sin embargo, el Gel del Éxtasis Sexual, se había convertido en una droga que causaba un importante síndrome de abstinencia.

Que se asociara esta mutación con el consumo del Gel del Éxtasis Sexual, fue un proceso de cinco años en el que los corruptos gobiernos ocultaron datos. Buscaron causas que responsabilizaban a algunos alimentos básicos transgénicos, drogas, detergentes, virus... En el 2043 la presión social era tan fuerte que fue imposible mantener las falsas teorías. Los grandes líderes políticos que colaboraron con la comercialización del Gel del Éxtasis Sexual dimitían o bien eran juzgados y condenados. Se prohibió la fabricación y uso del gel y se condenaron a largas penas de prisión a los directivos de las farmacéuticas.

Los nuevos líderes políticos se encumbraron de nuevo en mesías salvadores de la humanidad.

La decadente sociedad era insensible a la corrupción de los estados, su afán era follar sin riesgo. El gel era ya una adicción universal y pasó a convertirse en una sustancia ilegal de elevado consumo. La nueva generación de líderes que sin el potenciador sexual perderían el respeto y la obediencia de la masa humana, creó redes de tráfico ilegal internacional pactadas.

Sin sexo, las sociedades y sus gobiernos amenazaban con resquebrajarse.

Otra consecuencia fue que con el contrabando del gel, los líderes políticos y sus gobiernos acapararon riquezas como nunca antes se había visto en la historia. Ante una masa humana que tras la esclavitud laboral, solo pensaba en revivir aquellos orgasmos potenciados más allá de lo que nunca gozaron antes del gel.

Jueces y comisarios ostentaban el estilo de vida de los narcotraficantes de finales del siglo XX.

El gel fabricado en laboratorios ilegales provocaba la muerte antes de llegar al clímax. Y aun así, se movían miles de toneladas cada mes por todo el planeta.

El ser humano evolucionó definitivamente a un nuevo estadio que lo abocó a la extinción.

La reversión de la mutación era una cuestión lejana, ni siquiera había una idea aproximada de qué forma tratarla: genética, farmacológica o quirúrgicamente.

La natalidad prácticamente se detuvo y los contados partos eran cesáreas para evitar al bebé posibles quemaduras y envenenamiento al salir por la vagina.

Tras la confirmación del embarazo y a las preguntas para el historial médico de la embarazada sobre sus hábitos sexuales, si muy raramente una pareja alegaba no haber usado el gel, tras el nacimiento se realizaba un análisis genético. Si el bebé, en efecto, era un humano puro, no mutado y no pertenecía a una casta social alta; el estado lo requisaba para su estudio genético y preservación para los ensayos de tratamiento en los mutados privilegiados. A los padres se les decía que el bebé había muerto.

Capítulo 4

Precisamente, el robo de los hijos por el estado y sus mafias de traficantes, fue la causa primera de que el minúsculo porcentaje de humanos no mutados, se constituyera en organizaciones secretas.

Al igual que ocurrió con las vacunas del coronavirus, hubo una minoría que no usó el gel. Y tal como evolucionaba la sociedad, antes de que fuera demasiado tarde, se crearon grupos secretos de supervivencia y acción de humanos puros. Paulatinamente escaparon de las ciudades hacia zonas rurales o agrestes de difícil acceso, levantando asentamientos, en pueblos abandonados o en los bosques. Nadie debía conocer su existencia. Era gente con cierto nivel cultural y con conocimientos para sobrevivir en ese nuevo medio, aunque no tuvieran una formación práctica. Había entre ellos profesionales de medicina, química, agricultura, técnicos y humanistas, así como libre pensadores que carecían de importancia alguna en la sociedad. Solían ir pertrechados con la lógica de la previsión: herramientas, armas, alimentos en conserva para los primeros días, libros de todo tipo que pudieran acarrear, manuales de supervivencia… Como los últimos seres humanos puros del planeta, debían intentarlo.

Si algún extraño llegaba hasta un asentamiento, se le invitaba con hospitalidad a compartir la comida e incluso un lugar para dormir. Y así conocían de dónde venía, quién era, si había más amigos del intruso cerca y si alguien estaba en conocimiento de su ruta.

Tras la estancia, no saldría vivo de aquel lugar. El secreto era básico para la supervivencia de la especie. Todo aquel compañero o familiar del intruso se cazaba.

Lo cuerpos se enterraban en profundas fosas de entre doce y quince metros.

Los asentamientos o aldeas no debían superar los sesenta individuos, ya fueran agrupados por familias o bien solteros. Era estrategia de defensa (la extensión del asentamiento era básica para su secretismo) e higiene.

Las nuevas parejas o familias que se creaban y superaban el límite poblacional, debían buscar nuevos lugares para vivir a no menos de quince kilómetros de otro asentamiento.

Algunos de los humanos puros que trabajaban para el estado, decidieron retrasar su huida de las ciudades para ejercer como espías, lo que ayudaba a mantener los asentamientos libres ocultos y equipados con las primeras necesidades que surgían ante un cambio de vida tan radical y la falta de experiencia de estos primeros colonos. También informaban mediante mensajes cifrados depositados en lugares pactados, de los movimientos de los mutados; como trabajos de deforestación, carreteras, dragados de ríos, mantenimiento de presas…

Desviaban pequeños y discretos lotes de armas para la defensa de los asentamientos.

La violencia de los mutados se haría extrema, sabrían de su fin y nada les importaba más que su propia presente. Los humanos puros debían responder a cualquier intromisión de los mutados, y de forma definitiva. Un mutado que entrara en contacto con un asentamiento, no podía volver a la civilización.

No había más tarea común que la vigilancia de la aldea durante los primeros años, hasta que se extinguieran los mutados.

Cada cual obtenía sus recursos con su esfuerzo individual, ya fuera un individuo o una familia. Ello evitaría que surgieran líderes y su corrupción. Era el momento de aplicar lo aprendido de la historia.

No podían caer en los mismos errores de la sociedad de la que habían escapado.


 

Capítulo 5

En el año 2050 se inaugura el primer centro de reproducción y sexo tecnificado solo apto por su coste para las clases privilegiadas.

Lo más acuciante para los gobiernos no era el cese de nacimientos. Era la falta de sexo lo que estaba llevando a muchos países a la guerra civil. La civilización se estaba colapsando.

Así que el sexo y su reproducción se tecnificaron buscando el contento de las masas, al menos de las pudientes primero. Se aseguró a la población que en poco menos de dos años, habría un centro de sexo tecnificado en cada distrito de cada ciudad, y subvencionados.

Las grandes masas humanas infantilizadas, degeneradas; tenían una fe inquebrantable en sus amos políticos: la humanidad continuaría adelante, porque en los peores momentos sale lo mejor de ella.

Pero no tenían nada de sí, solo veneno.

La población humana no aceptaba su fin, no creía en él. Su ingenuidad solo era comparable a su mente castrada y atrofiada por el estado.

La reproducción tecnológica se llevaba a cabo mediante cápsulas rellenadas con semen recién ordeñado que, se introducían en el útero por la vagina, por medio de un tubo cubierto por un falo de látex que se encontraba en el lomo de un potro sexual.

La mujer montaba en él y el falo la penetraba profundamente, sin ningún cuidado. Hasta elevar las nalgas del asiento. Era necesario cierto nivel de dolor y brutalidad en el acto para asemejarlo a la posesión pasional.

Cuando el cuello del útero (monitoreado) se encontraba en su mayor dilatación por la excitación continuada o bien por el orgasmo, del glande de látex surgía un pequeño tuvo que se introducía en el útero y lanzaba con cierta velocidad una de las cápsulas. Había una espera de un minuto para que la cápsula se deshiciera y así el semen se derramara en el útero, donde no se generaba ácido.

Y de nuevo se repetía el ciclo.

A la cuarta píldora solía correrse la hembra reproductora.

Surgía entonces, un molde vaginal levemente calefactado que se adaptaba a la vagina por elasticidad; presionándola y obturándola para que el semen que se alojaba en el útero, no saliera. Además, el seno vaginal efectuaba masajes mediante oscilaciones para relajar el aparato reproductor.

La mujer durante ese proceso de cinco minutos solía correrse un par de veces más. Lo aseguraba el folleto informativo del centro.

Personal sanitario especializado y protegido masajeaba el monte de Venus de la hembra reproductora porque era bueno psicológicamente, que algo humano las acariciase, las hacía más fértiles.

Dos asistentes sexuales, masajeaban los pezones endurecidos, que ya apenas conocían el tacto humano. En sí era una liturgia fetichista que garantizaba una experiencia sensorial a todos los niveles.

La sala del potro reproductor era circular y en su pared había una decena de espejos-ventana que pertenecían a otras tantas cabinas, donde los machos observaban a la hembra en el potro con una ordeñadora masturbatoria eléctrica en el pene (un sensor de ph, monitoreaba la acidez del semen cuando se eyaculaba para evitar que entrara en la hembra una cápsula venenosa). Un saco de gel aceitoso cobijaba a temperatura corporal, con leves vibraciones, el escroto para estimular la producción de semen en los testículos.

En una de esas cabinas se encontraba la pareja de la mujer en el potro. Y el semen que la dejara embarazada podía ser de cualquiera de aquellos diez machos.

Era terapia psicológica para combatir la frustración del instinto humano que no les permitía el acto carnal y provocaba en machos y hembras la ilusión de una lucha por reproducirse en una sociedad tan destruida y decadente que los llevaba inexorablemente a una crónica depresión.

Machos y hembras asumían así que disfrutaban de esa variedad y aleatoria actividad sexual que años atrás se consideraba una forma de integración social, de ciudadanía plena.

La lotería de la fecundación y su adulterio tecnificado, con los adecuados narcóticos, apaciguaba esa sexualidad degenerada en sus cerebros de ciudadanos integrados.

Los hijos, naturalmente eran mutados. La reproducción era puramente cosmética, una ilusión de supervivencia de la especie.

Ni siquiera podían masturbarse en pareja, la profilaxis necesaria para ello era abrumadora. El estado que los cuidaba, les daba la gracia del placer y se sentían agradecidos a sus jerarcas.

Las salas reproductoras, eran también un medio de realizar el acto sexual sin riesgo a morir. Solo era una cuestión de elegir si se pagaba por una u otra cosa.

El porcentaje de muertes por año era del treinta por ciento de la población mundial; de nacimientos, el dos. La sociedad se estaba plegando sobre sí misma, aplastándose.

Desde el momento en el que la humanidad asume que su fin está cercano; las sociedades se desmoronarán: primero la economía, los bienes inmuebles perderán todo valor y por lo tanto, el respeto a la propiedad.

Ya no sería necesario trabajar para un futuro mejor. El primer líder político que dio un discurso meses después de saberse que oficialmente la humanidad estaba al borde de la extinción, en un desliz retórico dijo que se debía seguir mejorando ciertas condiciones sociales para asegurar un futuro mejor. Se convirtió en un auténtico payaso de moda durante meses. Los videos de las risas de la población que lo escuchó, se harían virales.

Las organizaciones secretas de humanos puros eran una causa de la gran mortalidad.

En veinticuatro años (desde la comercialización del gel) habían muerto dos terceras partes de la población mundial. Y la mortandad se aceleraba, los alimentos escaseaban, las fábricas se paralizaban.

Los países con la población más envejecida y menos recursos económicos, como Grecia, Portugal, Hungría, Rumanía, Chipre, Sarajevo, España o Marruecos, dejan de existir como naciones tras extinguirse su población, oficialmente entre los años 2070 y 2075. Dichas ciudades se convertirán durante el tiempo en los que los camiones de los ejércitos continuarían operativos, en necrópolis para enterrar o incinerar los cadáveres que constituían un serio problema por su acumulación millonaria. Un último intento para evitar que la descomposición llegara al mar.


 

Capítulo 6

Hombres y mujeres se convirtieron en especies rivales. No había sexo, no había atracción, la reproducción solo podía llevarse a cabo con costosos métodos.

Se odiaban, pretendían un poder que no existía ya para nadie. Había prácticamente una guerra civil entre hembras y machos en todo país.

En el año 2055 murieron seiscientos millones de seres humanos en altercados violentos. Los que morían de enfermedad, hambre o bien en el tercer mundo no había forma de contabilizarlos. No obstante, fuentes de la época, sostenían que entre muertos por hambre, por enfermedades habituales como el cáncer sin tratamiento, toxicidad en los alimentos y el uso del gel prohibido, se deberían sumar mil doscientos millones.

No fue solo por la violencia de la guerra entre hombres y mujeres y guerrillas urbanas contra las fuerzas armadas. Las sociedades secretas de humanos puros, habían infiltrado voluntarios en los puestos de poder y consiguieron el acceso a los depósitos de suministro de agua potable de una veintena de grandes ciudades.

En una operación sincronizada, con la facilidad de acción que ofrecían las ciudades en guerra o arruinadas y los líderes políticos bloqueados, superados por el colapso social, inmóviles ante el fin de la humanidad; las sociedades secretas envenenaron las redes de agua potable.

Construyeron bajo las conducciones de agua, almacenes donde acumularon toneladas de arsénico. Practicaron injertos en las conducciones de agua para conectar una vía de entrada que dosificara el veneno. Con bombas peristálticas programadas inyectaron durante semanas el arsénico en las redes hidráulicas.

Al horror de las guerras y el vandalismo social, se sumó un envenenamiento doloroso que afectaba a todas las edades de humanos mutados. No descubrieron nunca los gobiernos de donde salió aquel veneno que mató a tantos millones de humanos a lo largo de tres semanas.

Una ventaja colateral, es que las ratas en las ciudades se extinguieron; pero la putrefacción de sus cadáveres invadía las ciudades y causaba infecciones.

Saboteaban constantemente centrales transformadoras eléctricas creando caos. La destrucción era achacada a los grupos violentos de mutados.

Era habitual que dos individuos que se cruzaran por la acera, pelearan por solo mirarse.

Niñas y niños que no habían llegado a la adolescencia se usaban como actores para realizar videos pornográficos (por no haber llegado a la adolescencia no segregaban veneno) para una globalidad que necesitaba unos instantes de consuelo, evocando como era el acto sexual antes del Gel del Éxtasis Sexual. Las televisiones públicas transmitían diariamente y en distintos horarios aquellos videos que podían durar media hora. Durante la emisión, cesaban los altercados. La gente observaba fascinada a las niñas y niños de entre tres y ocho años, practicar torpemente sexo mientras lloraban asustados ante las cámaras, con los cuerpos marcados por golpes y torturas de los directores de las películas. A los niños se les introducía por el meato varillas de plástico que dieran la ilusión de erección. Morían de septicemia.

Las sociedades secretas de humanos puros, si querían sobrevivir y permanecer como especie en el planeta, debían acelerar como fuera el proceso de extinción de los mutados, ya una especie salvaje, destructiva por odio puro; con esa desinhibición lógica y previsible de quien sabe que va a desaparecer y que nada quedará de ellos, nadie que los recuerde.

Continuaron sin cesar sus sabotajes y acciones terroristas contra la población mutada, con una discreción absoluta. Se demolían puentes estratégicos, se destruían líneas de comunicaciones, se volaban silos de cereales… Eran breves y fulgurantes ataques que se repetían por todo el planeta.

La globalidad no pensaba que hubiera humanos no mutados y si los hubiera, eran tan pocos que ya habrían muerto de hambre, en las guerras, en los envenenamientos, cosa que ayudó a protegerlos.

En el año 2060, un recuento de la población arrojaba una cifra aproximada de 3000 millones de seres humanos, todos ellos mutados. Los ¿seis millones? de humanos puros repartidos por distintos lugares del planeta, no existían para nadie.

Y surgen los primeros grupos o tribus caníbales en las ciudades.

Todas las previsiones se vieron rebasadas en el avance de la extinción de la humanidad.

Las naciones del tercer mundo, resistían mejor el cataclismo social. Su población estaba habituada a la penuria, cazaban y proseguían con su labor agrícola manual en las aldeas. No obstante, también afectados por la mutación, la población envejecía a buena marcha.

En el año 2103, ya no hay instituciones u organismos demográficos que puedan dar una estadística de la población mundial. Algunos expertos, en su opinión y siguiendo la historia de la debacle, hablan de entre 400 y 600 millones de habitantes y la inmensa mayoría, supera los 70 años de edad.

Los animales salvajes amplían su territorio incluyendo las ciudades: osos, lobos, jabalíes, pumas, coyotes, águilas, buitres… En las capitales nórdicas, los osos polares condicionan la escasa y avejentada vida de las ciudades que ya tan solo ofrecían cobijo sin calor.

La alimentación de los predadores era fácil y abundante, se basaba en presas humanas viejas, por su lógica disminución física.

Son los últimos coletazos de la especie humana.

Los hijos del éxtasis engendrados en los potros sexuales, no superan los dos millones. Y ya no existe medio reproductor alguno. Sus edades se encuentran en el rango de los cincuenta y tres años de media, solo son suposiciones.

La extinción se acelera. Y en el 2110, se supone una población de 100 millones.

La población de los humanos puros, su número, es una incógnita y siguen siendo un mito entre los mutados.

Algunos mutados, huyendo para escapar de la muerte inmediata de las ciudades demolidas y buscando alimento y refugio, se encontraron con algunos Asentamientos Libres.

Se les aceptó con hospitalidad. A la mañana siguiente estaban muertos, habían envenenado la comida que les ofrecieron.

Si no había veneno en el asentamiento, la muerte sería bastante más violenta; pero nunca como la crueldad que practicaron los mutados en sus ciudades, entre ellos mismos.

De alguna forma u otra, como pagas, cobras.

Debía desaparecer toda mutación. Los Asentamientos Libres no podían permitir seres mutados entre ellos. La dependencia de un gobierno de estos individuos y su estúpida esperanza de recuperar algún día el estatus de vida que conocieron, podría destruir la libertad y futuro de los humanos puros. Por otra parte, solían ser demasiado viejos ya, individuos deprimidos, incapaces de valerse por sí mismos que creían que debían ser alimentados por simple bondad y respeto a su edad.

Todo mutado que entraba en contacto con un Asentamiento Libre era sacrificado, no verían un nuevo amanecer tras el primer contacto con aquellas gentes.

Las generaciones que nacían en aquellos asentamientos eran de fuerte y rudo carácter, con una independencia intelectual absoluta. No conocieron estado, autoridad o gobierno alguno. Habían nacido libres y para ellos morir era una posibilidad frecuente y natural.


 

Capítulo 7

Actualmente, en el 2126, se considera extinta la población mutada.

No se conoce el número exacto de humanos puros que habitamos el planeta, no se realiza ningún seguimiento, no hay gobierno ni administración, ni instituciones.

No importa cuantos somos, no es un conocimiento necesario, lo único que nos preocupa es la supervivencia y mantener vivo el lenguaje oral y escrito. Es básico para que los conocimientos adquiridos los pueda usar otra gente que los ignore y precise ayuda.

A pesar de ello y en las tertulias que celebramos, creemos que la población humana mundial está entre los diez y treinta millones repartidos por el planeta.

Con el tiempo dejamos de necesitar cosas superfluas y apreciamos las herramientas y los pequeños objetos que nos pudiéramos fabricar por vanidad.

Se debe conocer, de ahí la presente crónica, el vergonzoso pasado de la humanidad para no caer en ello de nuevo.

La lectura y la escritura, han marcado la gran diferencia de la especie humana con el resto de especies; no se puede perder.

Como medio de comunicación y fondo de conocimiento útil, es fabuloso.

Se pidió a los miembros de los asentamientos, que dedicaran un tiempo a dejar anotados sus conocimientos, en sus propias casas, que cada cual llevara su pequeño diario y archivo de efemérides y conocimientos adquiridos, por si alguien precisara información o buscara consejo. Si alguien lo hace o no; no importa, solo era una idea.

Y si alguien no ayuda a otro, no será ayudado. Como pagas cobras, es una ley tan lógica como natural.

No existe industria pesada ni automatizada, las armas de caza se fabrican artesanalmente por los miembros de cada grupo familiar o cabaña para su uso exclusivo, no hay comercio; pero en algunos casos hay intercambio, según el grado de amistad o parentesco entre vecinos.

Disponemos del suficiente conocimiento de la metalurgia.

No hay límite de uso de en la tecnología, siempre y cuando no afecte a los vecinos y se use en la intimidad del hogar. Y no afecte al entorno para la caza y recolección de supervivencia.

No se escribirá jamás una sola ley.

Advertencia:

En la pasada primavera, el jefe del clan familiar, William Romero, propuso en una tertulia entre cazadores a la orilla del lago Tibum; la creación de un ayuntamiento para gestionar las necesidades de la aldea, una biblioteca y tal vez un archivo de registro de las casas, para facilitar y crear tareas comunitarias que mejoraran la calidad de vida.

A la orilla lo decapitamos y con clavos a través de los ojos clavamos la cabeza a la puerta de su cabaña. Con un cártel que decía: “No habrá jamás autoridad o gobierno alguno”.

A la esposa y a sus dos hijos de doce y diecisiete años, se les dio la opción de abandonar la aldea y montar su propio ayuntamiento si así lo deseaban, para ellos solos. O bien, seguir en la aldea sin volver a proponer jamás otro retorno a los gobiernos pasados.

Eligieron quedarse; pero no les permitimos sacar la cabeza de la puerta.

Decidieron construir una nueva cabaña y mudarse a ella.

No ha habido ningún intento más de control o gestión de la aldea.

No somos salvajes ni ciudadanos. Somos seres humanos con nuestros instintos íntegros, con el afán de aprender o curiosidad propia de nuestra especie. Con el ansia de conocer nuestro medio.

Solo el día, la noche y la climatología, marcarán horarios para quien desee seguirlos por necesidad o por convicción.

Los errores ocurren, la gente muere. Nadie debe pagar por un error.

Y que cada cual juzgue, si es necesario al prójimo según su experiencia, según su instinto. Así será tratado también por los demás. No es nada nuevo, es lo que hacemos todos desde el momento que nacemos, aprender y juzgar va de la mano.

Porque conocemos nuestra especie, sabemos que surgirán problemas de territorialidad, envidia, robo y asesinato. Creemos que cada cual sabrá responder a un abuso en la medida que crea sea justa y necesaria. A nadie le debe importar lo que ocurra entre dos oponentes.

Si la violencia se llegara a extender a la aldea, se extinguirá. Será un proceso lógico y natural.

La tierra no es un propiedad, es un uso. No se acapara.

Lo aquí escrito es la historia de la vergüenza y el bestialismo humano. Quienes escribimos esto, y lo hicimos todos los miembros de la aldea Tibum; no permitiremos la existencia de leyes, convenciones sociales o religiones; no si salen de la intimidad de cada hogar. El individuo y su núcleo familiar si lo tuviera, es lo más importante de cada asentamiento.

Cualquier propuesta de autoridad, intento de control, religiosidad o moral, será erradicada matando al que la propone.

Una vez muertos los presentes, el futuro no nos importa. Somos lo que nos hemos propuesto cuando ha sido necesario. Si futuras generaciones lo hacen o no, es cosa que no nos atañe. Será elección de otros.

La educación o el conocimiento, la lleva a cabo cada familia o cada individuo, el nivel de conocimiento se ajusta así, a las posibilidades y necesidades de cada cual y al tiempo que disponga para ello según sus habilidades, aptitudes y trabajo.

Rara vez interactuamos con otros asentamientos, están lejanos por esa razón; es peligroso el hacinamiento, está probado. Sin embargo, ante una esporádica visita de cortesía, o bien porque ha ocurrido alguna catástrofe geológica o climática, tenemos la suficiente ética para dar la bienvenida y ayuda a quien lo necesita realmente.

Lentamente, van naciendo futuras generaciones, que llegado el momento, deberán buscar otro lugar donde realizar su asentamiento, si se supera el número de sesenta individuos.

Y por fortuna, ya no tenemos historia que escribir, en la actualidad no hay reinados, ni conquistas, ni inventos que transformen el planeta.

Hace tiempo que dejamos de necesitar y vivimos.

Simplemente, disfrutamos de lo que somos.

Un día dejamos de necesitar y vivimos sin más.

 


Iconoclasta


17 de febrero de 2023

lp--Animales libres y animales con pecado original--ic

Es hermoso ver a los patos nadar río abajo y arriba. Divagando con vete a saber qué, mientras sus patas funcionan automáticamente, ajenas a su pensamiento. Es divertido observar cómo se dejan llevar indolentemente por la corriente y de repente, cambiar de opinión e ir en contra sin esfuerzo alguno, disfrutando de ser ellos.

Solo les falta fumar.

Reflexionar que son perfectos y hacen justo lo que deben, una línea de pensamiento que surge de una forma natural.

No están obligados a pagar por el pecado original o el de haber nacido y sacrificar fuerza y salud a un dios o un líder por el simple hecho de vivir.

El ser humano en sus sociedades antihigiénicas, antiéticas y criminales debe pagar caro el haber nacido. El ser humano en sus sociedades antihigiénicas, antiéticas y criminales debe pagar caro el haber nacido. No existe en el mundo, salvo los animales de ganadería, otra especie que nazca con pecado original y condenada al tributo o sanción por haber nacido. O deberíamos decir “nazido”, con absoluta propiedad y sin faltar a la realidad.

Ningún ser no humano del planeta puede imaginar ser culpable de vivir. Solo la humanidad tiene la suficiente deficiencia mental para no concebir la vida sin pecado, ni pagar caro con una cadena perpetua a trabajos forzados y humillación el respirar.

Un primer mono humano creó una sociedad donde el nacido es culpable y está condenado hasta la muerte.

No es el gran secreto de la vida precisamente.

No digo nada nuevo, solo me limito a describir mis observaciones de la naturaleza y los hechos evidentes.

En algún momento un humano incapaz e inútil para la caza o subsistir; pero con el don de la envidia y la codicia, decidió vivir a costa de su clan de unos pocos monos. Y la humanidad evolucionó desde ese hijo de puta y de los idiotas que no le aplastaron la cabeza con una roca. Evolucionó endogámicamente desde esos genes que la definirán hasta su extinción.

Y así hasta llegar a este momento, donde un ser humano, yo, debe escribir lo que es obvio para no olvidar ni por un segundo que es descendiente de un cabrón que no tenía la suficiente inteligencia y fuerza para cazar. Y por envidia y ambición lo estropeó todo convirtiendo a todo ser humano recién parido en criminal por vivir. Y claro, a los criminales hay que tratarlos con mano dura y darles unas cáscaras de premio si muestran obediencia.

No hay que olvidar que el humano es esclavo de sí mismo por su intelecto inexistente, ergo también de la envidia y la codicia de los no aptos para la libertad: los gobernantes o líderes que nacieron sin habilidades para sobrevivir y tuvieron que parasitar a los aptos, que llamaron pecadores originales para seguir en el poder con la invención de dioses en forma de triángulo, becerros, toros, corderos, serpientes...

La especie humana es una de esas mutaciones que no debería haber sobrevivido; pero por alguna aleatoriedad supo hacerse parásita en el planeta.

Todo humano es pecador al nacer según dogmas, según políticos o religiosos (no hay nada que los distinga en esta era ya tecnológica).

Según los poderosos (con “j” inicial por favor) para mejor definirlos.

Es una ofensa a la dignidad y la razón que solo afecta a unos pocos seres humanos con una inteligencia eficaz que trabajan sin otra opción para alimentar a los puercos por una mera cuestión de supervivencia, no por respeto o porque se crean culpables de algún pecado original de mierda religiosa. Porque la religión es y era política, no hay diferencia. De ideologías y dogmas se alimenta la actividad insectil de la especie humana en su cobardía, envidia y estupidez.

Por otra parte no hay donde elegir por mucho que conozcan la realidad. Deben hacerlo porque han sido paridos en un mal mundo, en una mala sociedad digna de ser exterminada y erradicar su podredumbre que afea el planeta. Les prohibieron aprender y ejercer su naturaleza, les castraron su posibilidad de vivir libres y por sí mismos apenas nacer.

Que nadie se crea que nací indigno e incapaz como aquel primer mono con ambición por frustración, o de aquellos pobres idiotas que lo obedecieron cuando pudieron matarlo.

Soy consciente de la mierda con la que intentaron cubrir mi pensamiento, mi inteligencia, desde el momento en el que nací.

Afirmo sin duda ni retórica que la vida de cualquier ser humano es más mísera, pobre e indigna que la de cualquier otro animal en el planeta. Y esto, es un hecho, por mucho que quieran aplicar filosofías que solo son pobres sofismas para el consuelo de tantos miles de millones de seres ya, subhumanos. Nacidos con el pecado original y su condena.

(Recuerdo vivamente aquel dibujo del libro de catecismo en el colegio, que indicaba en qué lugar de la cabeza del bebé se encontraba el pecado original.)

Es denigrante la cochina realidad…

Aquel gran error de imbecilidad e incapacidad de hace cientos de miles de años, cuando no mataron al más débil del clan. A aquel primer ambicioso inútil que grabó sobre la genética humana la única y exclusiva mirada que caracteriza desde entonces al ser humano, única en el planeta: la de la envidia. El verdadero y real estigma humano.

No murió lo que debía, es así de simple y trágico.

Una gran desgracia que se hizo una bola gigantesca hacia la degeneración y decadencia de una especie, de las más jóvenes del planeta y que afortunadamente, no tardará mucho en extinguirse dejando espacio a las especies perfectas, libres de los pecadores originales.

Lo importante es que desaparezca la especie humana, no salvar a las abejas.

Ojalá pudiera lavar mi sangre de aquella mierda heredada de los imbéciles.


El nacimiento del primer líder humano.

Grar decidió no salir a cazar con la partida al amanecer. Pensó que mejor era alimentarse de lo que traía el resto de la manada de monos humanos. Si alimentaban a la vieja mona, a él también.

Ya mostraba el brillo de la mirada envidiosa que caracterizaría para siempre a la especie humana. Aquella envidia le daba una inteligencia del engaño y la codicia, que no eran aptas para la supervivencia por sí mismo. Nunca se le dio bien cazar y a menudo era humillado por los cazadores útiles.

Se quedó en el asentamiento a pesar de los gruñidos de reproche del resto del clan.

La vieja hembra a la que Grar envidiaba, apenas podía caminar, su cadera atrofiada y deformada no daba más de sí. Se quedaba al cargo de la vigilancia, para avisar con gritos a la manada en caso de invasión de un clan rival.

Grar y la vieja Bruhr se gruñeron con hostilidad cuando la manada se internó en el bosque.

La vieja mona, con desprecio, lanzó al rostro de Grar un puñado de tierra y hojas. El macho inútil tomó del suelo una gruesa rama y la golpeó hasta matarla.

Hasta que la cabeza se fundió con la tierra.

Con la sangre de la mona se embadurnó el rostro y esperó a que llegara la partida de caza dormido al sol en un claro cercano.

Al atardecer, las cinco hembras y los ocho machos, llegaron al asentamiento con tres torcaces, dos conejos y un jabato.

Gritaron y gruñeron asombrados y furibundos al ver el cadáver de la anciana y el rostro ensangrentado de Grar. El macho alfa, Trun, un tipo pesado y osco, se lanzó con el puñal de sílex hacia el asesino.

Grar había atado a la rama una gruesa piedra. Antes de que el puñal se acercara demasiado, la maza golpeó a Trun que cayó muerto en el acto con un surtidor de sangre manando de la sien.

Acto seguido, Grar se acercó a uno de los monos más jóvenes, no más de diez años; ante la mirada atónita de la manada, le golpeó las tibias y el pequeño cayó al suelo aullando. Siguió golpeándolas hasta hacerlas pulpa. Le arrebató el conejo que aún llevaba en la mano y lo devoró desgarrándolo con dientes y dedos. El resto de la manada, de una forma inaudita, se acobardó. Ningún otro macho o hembra se atrevió a retarlo.

No mató al pequeño. Hizo guardia a su lado para que nadie se acercara a ayudarlo. El crío, con toda probabilidad debía sufrir una trombosis pulmonar por las heridas, cada vez que respiraba tosía débilmente y expulsaba sangre. 

Cuando comenzaron a asar el jabato, Grar exigió blandiendo la maza, la mitad del asado.

El pequeño que aún no tenía nombre, fue ignorado en su agonía. Un enjambre de insectos nocturnos cubría sus muñones ensangrentados y las garrapatas se engordaban enganchadas en brazos y nalgas. Lentamente se debilitaron sus gemidos y se convirtieron en rápidos jadeos. En un momento dado intentó coger aire y vomitó una gran bocanada de sangre. Murió por fin poco antes del amanecer.

Y así fue en aquel amanecer, Grar era ya el primer líder político-religioso de un asentamiento humano.

Folló a las hembras y parieron monos muy parecidos a él. El resto de machos, obedeciendo a Grar, no solo debía cazar, sino conseguir nuevas hembras robándolas de otros asentamientos. Antes de llevarlas ante Grar, eran montadas por los raptores en el bosque.

La manada de monos humanos, creía que la agresividad de Grar les protegería de otras tribus rivales.

No era así, Grar no era valiente con quien no conocía. Negoció hembras y crías como esclavos y comida a clanes rivales y se aliaron. Se formaron los cimientos de los gobiernos.

A partir de aquel momento, los individuos serviles y no aptos para la caza y la supervivencia hicieron coro de adulación a los dominantes inútiles, y se convirtieron en hechiceros o en acusadores: jueces religiosos, adivinadores… Toda la parafernalia parasitaria de toda sociedad.

Los crías que nacían, mayoritariamente portaban el gen de la obediencia y el miedo de forma ya irreversible.

Descendemos de aquellos envidiosos y de aquellos cobardes. Y nada ha variado salvo la decoración.

Y que nadie se equivoque, los monos inteligentes y creadores han sido la excepción en estos centenares de miles de años, el resto de monos simplemente usurpó el conocimiento y los descubrimientos de aquellas pocas rarezas con inteligencia inventiva e investigadora que surgieron como anomalías o mutaciones.

En los últimos cinco mil años se perfeccionó y asentó la cobardía y la envidia en el ADN humano gracias a la higiene y el conocimiento de la curación o medicina, que dieron una vida más longeva a la humanidad y por tanto, se produjo una reproducción ratonil de los seres humanos convirtiéndose así en una amenazadora plaga.

Si no hubiera sido por esas pocas mutaciones humanas con inteligencia que prolongaron la vida humana, a día de hoy lo único humano que se encontraría en el planeta estaría grabado en una piedra, sería un fósil.

Más que sufrir el pecado original, la especie humana debería sentir vergüenza de lo que pudo ser y fracasó: un animal digno sin pecados, sin una vida humillada desde el nacimiento mismo.


Iconoclasta