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20 de enero de 2022

Superpato


El pato nada despreocupadamente en el río, el agua debe estar a unos 2º C. De vez en cuando, hace el pino sumerge la cabeza y sus patas miran al cielo más tiempo de lo necesario, sin prisas. Y así cuantas veces le apetece, alardeando vanidosamente de esas franjas de un verde metálico y su elegante cinta blanca en el cuello que el agua resalta.

Pinche pato… Como me gusta verle hacer lo que quiere, lo que debe.

Estoy por avisarle que hay policías cerca, que con el otro cuento de la gripe aviar, lo podrían encarcelar (confinar en el argot político-policial) por ser sospechoso de portar la enfermedad. Incluso por el hecho ejercer su libertad, podrían detenerlo a pesar de estar sano como una manzana.

Recuerdo que vuela (me gustan los cuerpos rechonchos de los patos volando, parecen bombas de dibujos animados) y la poli no.

Así que si al pato lo quisieran encarcelar, al igual que Supermán saldría volando (sin los calzoncillos por fuera) graznando: ¡Cua-cua! ¡Tengo la gripe! ¡Cua-cua! ¡Estoy infectado de la gripe aviar!

Y allá va Superpato volando gallardo y orondo con sus pequeñas alas a mil por hora, en pos de la libertad.

Durante la revisión previa a la publicación de esta obra literaria de prosa dramática, me pregunto si será probable que entre el tabaco mezclen algo narcótico para dar alegría (más) al placer y buen hábito de fumar.

Porque además de mis literarios desvaríos, no tengo escrúpulo alguno en publicarlo, como no lo tendría a la hora de escribir una oda a la magnificencia de mi polla.

¡Mirad! El pato ha carbonizado a una gallina con bozal con su poderosa visión de rayos láser. Pinche pato… Y se ríe y se caga… ¿Mean los patos?

Me voy a fumar otro de estos, es apasionante.

Me siento como Mary Shelley con el láudano y el opio escribiendo Frankenstein… Qué jodío el romanticismo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

26 de marzo de 2016

Patos y primavera



Yo no quisiera ser pato porque vuelan siempre uno al lado del otro, parecen aburridos.

No es que la primavera en sí misma, condicione el ánimo hacia la vida más cariñosa, tierna y relajada. No tiene nada que ver la floración de los vegetales y la actividad animal.

Ellos no follan, le llaman "pisar". He oído a especialistas en coitos ornitológicos decir: ¿Qué, compadre. Ya la ha pisao el macho?. Yo no piso, yo la meto.

Lo que ocurre es que cuerpo y mente, tras luchar contra el rigor del invierno, se relajan. El cambio o la mayor actividad hormonal, obedece a esta causa.

Yo no tengo equilibrio para pisar a una hembra de esa forma. Lo mío son las uñas arrastrándose por la piel que deseo. No sé como pueden tener huevos (me parece que se llama huevogenesis u ovogenesis en jerga culta) cuando todo depende de esos pies palmeados que tienen. Yo a veces los veo foll... perdón, los veo pisarse y me parece que simplemente hacen gimnasia acrobática. Resbala el macho sobre la hembra hasta el aburrimiento. Tal vez en algún momento se la mete, pero es tan breve que siento lástima por ellos.
No es elegante.

Yo nací con alguna carencia, porque el invierno no causa mella en mí, no me preocupa.
Mis erecciones y la humedad en mi glande se mantienen constantes a lo largo del año.
Soy incapaz de recibir la primavera con alivio o alegría. No siento que sea luz tras oscuridad. Echo de menos el invierno con las primeras subidas de la temperatura.
Echo de menos la templanza que hay entre tus muslos, en lo más profundo de ellos, los labios ocultos que también quiero besar.

Siempre dicen "cua-cua", su vocabulario es indecorosamente escaso. Lo que me lleva a concluir que su cerebro es muy pequeñito. Demasiado para mi gusto.
Aunque a veces pienso que a todo dicen "cua-cua" en un tono que viene a decir: "me la pela", "me importa una mierda" o "está bien; pero déjame en paz. ¿No ves que estoy agitando mis palmípedas patas en el agua?".

Así que no tengo semejantes, no tengo nada que compartir. Y lo que es mejor, no siento necesidad ni humor  para hacerlo.

Y esa forma presuntuosa de nadar con tanta facilidad, son unos bordes.
Pedantes...

No varían, no fluctúan mis palabras y mis ojos con los cambios estacionales. Sigo observando el planeta con los párpados entrecerrados; si en un momento fue para protegerlos del frío, ahora para defenderme de la inmisericorde luz.
Sea como sea, no quiero abrirlos del todo, necesito ocultación y acecho a todas las cosas, a todos los seres.

No quiero ser pato porque no tienen bolsillos ni dedos para una pluma estilográfica y papel.

No me importa tampoco no ser un hombre clasificado como tal. Ni hombre, ni pato...
Solo soy manos, un pensamiento y un pene que se escapa de cualquier norma, que se ahoga en ellas, en las que se pudre.

No quiero ser pato, porque son felices con el mismo río, con las mismas piedras. Porque pareciera que nada cambia a su alrededor.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta