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8 de marzo de 2023

lp--La “evolución” histórica humana--ic

Black Death (2010), es una película cuyo argumento transcurre sobre el 1300, durante una epidemia de peste. Correcta o medianamente ambientada, actuada y dirigida. Entretenida sin más.

Sin embargo, me ha sido inevitable no pensar, evocar, concluir, razonar.

La chusma idiota de viejos tiempos, hablo de estos de la peli y de anteriores, dejaron su huella genética que ha llegado hasta hoy. Ese rastro de miseria y mezquindad propio de la especie humana con escaso intelecto, con necesidad y deseo de ser gobernada y nulo concepto de la libertad, ética e individualismo que a cada ser humano da dignidad e identidad.

Desde los remotos tiempos en los que se creó la primera sociedad humana con un mono jerarca mandando a otros monos para vivir de ellos sin esfuerzo, hasta hoy; donde visten con ropajes coloridos, llevan un teléfono y piensan exactamente igual, ergo votan la misma mierda en grandes manadas. Con la diferencia de que hoy día hay otro decorado y el bozal es más agresivo en su perfil, bonito y colorido que el que usaban en la edad media para combatir, en su infinita ignorancia, la picada de una pulga, la peste. Desde aquellos tiempos hasta la actualidad no ha habido evolución. La inteligencia se ha estancado o atrofiado, solo se ha actualizado (v. X.x) la misma miseria humana o mezquindad. Prácticamente eternizada. 

Una evolución lleva centenares de miles de años. Así que en veinte mil años, los monos humanos poco han podido evolucionar en su fisionomía e intelecto.

Siempre surgen rarezas humanas cada cien o doscientos años que han dado conocimientos a la especie humana, y longevidad por medios artificiales: higiénicos y médicos; pero la esencia es la misma.

Cada día que pasa estoy más convencido de que fue la religión la que hizo al ser humano esclavo de otros humanos.

Que la especie humana no se ha desarrollado como debía porque esos tipos que practicaron el timo de la religión, seleccionaron primorosamente a los humanos crédulos y obedientes y los dejaron vivir y reproducirse. Y éstos agrupados en catervas, asesinaban líneas genéticas más fuertes e inteligentes con el fanatismo que les fue inculcado por sus jerarcas religiosos.

Y así la humanidad actual y su comportamiento insectil (globalización) es el producto de aquella rústica selección ganadera que llevaron a cabo los monos jefes religiosos.

Mayoritariamente la sociedad actual está formada por líneas genéticas de humanos de pocas luces, dependientes y obedientes de los mafiosos o jerarcas que los gobernaban (no pueden entender una vida sin prohibiciones o leyes, sin amos que los protejan de su propia cobardía e incapacidad).

Y gobiernan.

Tal vez sea esa la razón por la que se busca pervertir hoy las crónicas históricas; no es una idea popular saber que tienes en la sangre el mensaje genético de la estulticia, la mansedumbre y la fe. Ese carácter gregario de los mamíferos domesticables y rumiantes, tan alejado del homo sapiens sapiens original. Eso, si lo entendieran, me los deprimiría; mejor borrarlo o adulterarlo.

La historia sin los trozos feos…

La política es tan solo una rama de la religión, con ideologías paralelas y convergentes al mismo fin: el cielo para los obedientes y el infierno para los no creyentes.

O lo que es lo mismo, riqueza en vida para los que mandan y un paraíso, tras la muerte, para los obedientes y crédulos.

La evolución consiste en que los más fuertes sobreviven y dejan un mensaje genético de esperanza de ser mejores y más eficientes a las futuras generaciones. Lo que ha ocurrido con la especie humana a lo largo de los últimos veinte mil años aproximadamente, es la injerencia y perversión de la especie humana con el exterminio de las genéticas más aptas y fuertes en pro del poder de los idiotas. El secreto de la victoria de los idiotas está en que son plaga. Por eso las hormigas devoran elefantes…

No lo digo yo, lo dice la historia. Y la biología. Y la ganadería.

Y la experiencia, conocimiento y deducción. Las mías y las de algún listillo también anónimo, de paso por el mundo en la actualidad; pero calla para que no lo asesinen también.

No pudieron acabar con todas las líneas genéticas válidas y decentes; pero eliminaron las suficientes para que las seleccionadas por el ganadero fueran una gran mayoría que en un futuro, votaría a esos monos idiotas prepotentes sin razón justificada.

No existe una “evolución” tan triste y sórdida como la humana en ninguna especie del planeta, salvo la de los insectos coloniales, que los pobres carecen de masa encefálica. Se les puede disculpar por ello.

Ante el temor de que mi sangre pertenezca a la misma mezquindad genética seleccionada a lo largo de veinte mil años de selección ganadera religioso-política, evoco de nuevo y razono estos argumentos para luchar contra mí mismo; como quien lucha contra una enfermedad mortal a pesar de saber que no puede ganar. Es triste, pero tengo ese épico romanticismo también heredado que me lleva a denigrarme fría y calculadamente.

Ver esta película que no tiene ningún viso de intelectualidad, me ha llevado a explorar mi sabiduría acumulada sobre la humanidad y su historia de nuevo. Mi cerebro se acelera ante todo asomo de imbecilidad, fanatismo, mezquindad y cobardía actuales o pasadas.

Es un asco la sabiduría que consume tanta glucosa.

Da jaqueca.

Actualmente, gracias a la tecnología aplicada al adoctrinamiento y amaestramiento de las reses humanas, la selección ganadera religioso-política consigue eliminar con más rapidez las líneas sanguíneas humanas dignas erradicando inteligencia, valor, libertad e individualismo (fuerza creadora) y dejar más espacio a las indignas que son las que dan votos (poder sin destrucción de las posesiones acumuladas por los ricos, es decir, pacíficamente y con aplausos), por ejemplo: la hazaña de una vacunación de maneras carcelarias, ruinosas y fascistas, tan global y veterinaria como la del coronavirus.

Los malos siempre ganan y se reproducen en progresión geométrica insectil, es el corolario o moraleja de la historia de la humanidad.

Porque se sigue hoy, a pesar de una mayor y teórica culturización, con fe ciega votando u obedeciendo a la misma casta de miles de años atrás (que también fue primorosamente seleccionada con artes ganaderas), con igual vehemencia.

Es muy deprimente, triste y monótona la historia cuando te das cuenta de que solo se trata de un cambio de atrezo. Y lo demás, la idiotez, se ha cronificado para siempre jamás. A menos que se produzca por algún azar un cataclismo que destruya la civilización y algunas líneas genéticas indeseables. Y puedan hacerse así bien las cosas de nuevo, sin usar los restos de lo malo o podrido. ¡Alabados sean los dioses todos! (en tal caso y sin que sirva de precedente).

Carita sonriente (que malditas las ganas de risa…).



Iconoclasta


18 de febrero de 2020

Trozos de cosas


Tengo un cajón en mi puta cabeza lleno de trozos de cosas. No son cosas rotas, son solo restos.
No sé porque los guardo.
Posiblemente para, como Frankenstein, hacer un collage triste con los desperdicios; a pesar de que son trozos que no sirven como repuesto a nada. Aquello que un día existió, hoy no tendría utilidad alguna, ni sentido.
No soy artista, los trozos son solo tumores infectando el cerebro y sus consecuencias.
Tengo un síndrome de Diógenes infectando la memoria con deshechos de lo que un día fui.
Y la memoria hija de puta me dice: ¿Esto es lo que fuiste? ¿Dónde quedó lo que querías ser?
Y yo le digo que nunca quise ser nada, no planifico jamás, hago lo que debo cuando me apetece. Fui lo que debía en cada momento. No le veo el drama, sinceramente.
No quise ser más que lo que deseaba en ese momento. Y los momentos murieron y yo con ellos.
Nunca quise ser explorador, o médico o una celebridad de mierda. Quise siempre estar lejos de todo lo que no me gustaba, con eso me conformaba. Cuando no lo conseguía, me convertía en un ser detestable, cosa de la que no me arrepiento a pesar de esos trozos rotos que hay por el cajón.
De hecho, seguro que en las últimas horas ha ido a parar a ese cajón de putadas de mi cabeza, algún otro resto apestoso de lo que fui hace unos días, o unos segundos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de marzo de 2019

La vertiginosa decadencia


1. En el pasado:
¿Capitular? Yo no sé capitular, yo no sé rendirme. Después de muerto hablaremos de ello.
(General Palafox 1776-1847. Aunque estoy seguro de que por ser general, él no iba a morir y pensaba realmente: "Cuando mis soldados mueran, hablaremos de ello".)

2. Más acá:
Plegaria de los paracaidistas.
Dame Señor lo que todavía tienes,
dame lo que nadie reclama.
No te pido riqueza
ni éxito, ni siquiera salud:
la gente te pide todo eso con tanta frecuencia, Señor
que ya no te debe quedar más.
Dame, Señor, lo que todavía tienes;
dame lo que la gente se niega a aceptar de ti.
Quiero la inseguridad y el desasosiego,
quiero el tumulto y la lucha.
Y si me lo concedes, Señor,
de una vez por todas
asegúrame que los conservaré
porque no siempre tendré el coraje de pedírtelos.
(André Zirnheld, paracaidista francés del SAS. 1942.)

3. En el presente (ahorita en mexicano):
Yo te hago una mamada cuando y donde quieras; pero porfi, no me hagas pupita, soy gente pacífica. ¿Okis?
(Con absoluta probabilidad, cualquier usuario de redes sociales elegido al azar. En este instante.)

Humillante e imparable es la vertiginosa caída hacia las decadentes ñoñería e ingenuidad adultas. Cerebros enfermos de ansiedades banales… El complejo de Peter Pan no existe, es pura y simple cobardía; nada de lo que sentirse orgulloso.
Y una educación de puta pena.
¿Paz? Para los muertos.





Iconoclasta

20 de enero de 2015

La luz de los muertos


Nos convertimos en luz continuamente.
Como en un cuento de ciencia ficción, los segundos cumplidos nos transforman en una estela que viaja por el espacio, sumando cientos de años por cada día de viaje.
La muerte es tan veloz...
Por cada latido que da nuestro corazón, nos convertimos en metralla de nuestra vida. Retazos de lo vivido catapultados a velocidades lumínicas, eternamente, como una condena sin sentido.
Porque la energía no se destruye como nuestra vida se quema.
Cada uno de nuestros segundos pasados, se propaga en línea recta y en todas direcciones rumbo a los infinitos infinitos que hay en esa pesadilla llamada espacio.
Alguien decodificará en precisos cristales de argenisca toda esa vida reflejada hasta morir. Y conocerá nuestros delitos y nuestras locuras. Nuestros deseos, amores y odios.
Estaremos muertos hará millones de años cuando alguien nos juzgará.
O tal vez observen nuestra vida con indiferencia.
Podría ser que simplemente, se masturbara ese extraño ser.
Nuestros placeres, dolores y esperanzas, serán un entretenimiento multimedia para unos seres de una civilización capaz de capturar el pasado que viaja por el cosmos peligroso y silencioso en forma de luz.
Ahora estarán viendo un documental sobre los dinosaurios en el momento que se extinguen.
Esperan las primeras luces emitidas por homínidos, mientras se llevan a la boca piojos del metano garrapiñados sentados frente a sus pantallas.
Observamos la aburrida luz de los astros muertos, fantasmas que insisten en iluminar las noches.
Fulgores de pasados milenarios, de edades tan lejanas que la mente no puede concebir.
El cielo nocturno está punteado por la luz de la destrucción.
Esa destrucción que nos baña... ¿Será por eso que la noche da miedo instintivamente a millones de humanos?
Un director de cine alienígena hará un montaje con nuestra vida. La procesará para proyectarla sobre un manto de esferas líquidas positrónicas, con núcleos congelados de átomos de helio radiados con gas inergistian, que tan de moda están en los multicines extraterrestres. Podrán ver en alta definición el semen que derramo en ella y dentro de ella.
Posiblemente, crean que ese esperma es un veneno paralizante y que los amantes están muriendo por amor, porque su reproducción es por medio de tentáculos que dejan escamas fertilizantes en su bocas y es una especie de náusea su clímax.
Tal vez lloren conmovidos por la blanca y cremosa muerte de esos seres que desaparecieron hace eones de años. Los directores de cine hacen trampa para emocionar al público. Como en todos los planetas, la verdad suele ser aburrida. Y por cada placer hay un fatal fundido en negro convenientemente insertado.
No importa, que alguien vea lo que fuimos e hicimos. No hay que ser tímidos, ni apagar la luz; es más digno exhibir la obscenidad con descaro.
Actuar como si ya estuviéramos muertos no es difícil, de hecho vivir es morir continuamente hasta agotar el tiempo.
Esos seres no podrán condenar el asesinato ni la indecencia, asistirán impotentes ante toda la maldad y la mezquindad de los humanos y otras especies planetarias que puedan ser simples y aburridos microorganismos.
La humanidad será plaga incluso muerta. Una destrucción más iluminando ojos extraños.
Como hacen los astros muertos en nuestra piel en las noches que nos soñamos.
Tú y yo no seremos reflejados. Te prometo inventar algo que destruya nuestra luz, para que nada ni nadie pueda asistir al misterio de amarte tanto.
Seremos ocultos y secretos a los ojos del universo.
Ni siquiera a millones de años luz muertos, podrá contaminar nadie nuestro amor.
Seremos oscuridad en el espacio, un secreto de nosotros mismos.
Seremos un dato irrecuperable, un vacío irrellenable en la alienígena producción cinematográfica.
No seremos una película de un mal director en algún maloliente planeta, lo juro.









Iconoclasta