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10 de mayo de 2013

La parábola de la tuerta




Hay una emisora de radio en México (concretamente en Puebla), que parece una congregación de misioneros que busca el bien por los demás. Aboga por pagar puntualmente las tarjetas de crédito, obedecer la ley y aceptar con la cabeza gacha y resignación el escupitajo ajeno. Y en ella hay un locutor que parece creerse la reencarnación de Cristo.
En estos tiempos, en este mismo mes y año.
Cada día el beato locutor narra con la sangre hirviendo de emoción una edificante “reflexión del día” (en muchos casos una parábola mal escrita y con nulo ingenio, solo apta para creyentes con muy poco cerebro o simplemente para analfabetos) y que él mismo se cree.
Hay reflexiones en las que se dice que la mujer no debe hacer cosas de hombre y que ella es la que ha de dar ejemplo y doblar el cuello a su macho en nombre de la paz y la armonía en el hogar.
No me jodas.
La última reflexión me ha llamado poderosamente la atención, es la cosa más cándida, ingenua, torpe y simplona que he oído jamás. Más que divertirme al escucharla, me ha preocupado; creí que estas cosas se decían hace tres o cuatro siglos. Luego pensé que la estupidez no cambia jamás y permanece inalterable a lo largo del tiempo.
Luego concluí que la deficiencia mental es algo de lo que nadie debería sentirse orgulloso. Parece que para esta emisora de radio, la estulticia es motivo de vanidad. Eso y el servilismo de los esclavos que se sienten protegidos por su amo.
La parábola en cuestión tiene un nombre parecido a “Un solo ojo” y está pensada para hacer llorar a las madres e hijos y para que YO vomite.
Una madre tuerta trabaja de cocinera en el colegio de secundaria de su hijo, y a la muy buena y santa, se le ocurre ir a ver a su retoño en la hora del recreo para preguntarle como le va el día. Pues bien, todos los amigos le preguntan al hijo quien es esa mujer tan fea y con un solo ojo. Cuando confiesa que es su madre, se burlan de él hasta que siente ganas de meterse bajo la ducha y llorar abrazándose el pecho como mujer que ha sido violada o que ha perdido el virgo.
El cabrón del niño, que tiene muchos huevos con su madre; pero no con los amigos, le dice que la odia por haberlo avergonzado, desea que se muera, no verla jamás.
(En este punto se me encogen los testículos ante el dramatismo más puro. Se puede escuchar llorar al locutor y sus intestinos estremecerse inquietos)
Con el tiempo, el hijito del alma de mierda, abandona a su madre para dedicarse a estudiar una carrera (trabajando la madre de cocinera y sin querer verla suena a ciencia ficción triunfalista de mierda).
Cómo no, el imbécil prospera y forma una familia (es lo habitual, los más subnormales tienen una suerte de locos).
Con el tiempo la madre se entera donde vive y decide ir a visitarlo. Al tocar el timbre abren la puerta sus nietecitos, los cuales se ponen a llorar como mujerzuelas ante el horror que les inspira la tuerta (cómo me gustaría haberla conocido).
Entonces, sale el valiente del hijo y la lleva cogida por el codo hasta la calle y le dice que como se atreve a venir a molestar y asustar a sus hijos.
A lo que la madre responde simplemente: Me he equivocado de casa, perdóneme.
(Aquí ya es para meterse los dedos en la boca y purgarse de tanta miel de mierda).
Pasa el tiempo y bla-bla-bla, el hijo recibe una carta de su antiguo colegio para no sé que coño de reunión estúpida de alumnos y ya que le pilla cerca, se pasa por casa de su mamá. Le dice algún conocido que su madre ha muerto, así que entra en la casa muy feliz y tranquilo sin tener que encontrarse al cíclope de su madre.
La parábola no dice donde, pero se encuentra una carta de la tuerta que dirigida a él.
La beata madre le explica que de pequeño tuvo un grave accidente que le hizo perder un ojo; ella le donó el que le faltaba y se sentía feliz de saber que su hijo podía ver el mundo a través de uno de sus ojos. Y que por encima de todo lo amaba.
¿Qué pretende la parábola facilona?
¿Quiere decir que las madres son santas, mártires y beatas y que se alimentan como las hienas de la mierda que les dan sus hijos? ¿Qué han de tragar desprecios y ofensas y amar a pesar de todo?
¿Qué cuanto más cerdo se es, mejor te trata la vida y tu madre?
¿Que madres e hijos se lo han de perdonar todo por muy mal que se traten y por mucho que se denigren?
Es lo más timorato, simple y vulgar que he oído jamás, además de los milagros de Cristo.
No me jodas que una madre ha de sacrificar su ojo y luego tragar toda la mierda del pequeño borde que parió.
Estas arengas moralistas son un insulto a mi inteligencia, a las mujeres (que las tratan como imágenes sagradas sin coño que ni follan, ni tienen ningún tipo de inquietud; pero que de alguna forma pueden ser penetradas y parir) y a mi buen humor.
Joder con la tuerta. Cualquiera pensaría: pues no es de extrañar que el hijo sea un cerdo con una madre tan retrasada mental.
Es que ni eso saben escribir, ni un patético cuento que pueda desafiar el intelecto de alguien medianamente culto.
Y lo bueno, es que la dichosa emisora de radio, recibe cantidad de correos electrónicos de los oyentes para recibir las dichosas reflexiones.
Y eso sí que es preocupante, que haya tanto lerdo en el planeta.
Aunque eso ya lo sabíamos.
¿Sabéis la parábola de la puta que daba mamadas gratis por amor a sus clientes y que tenía un tremendo complejo de madre? Pues murió con el coño seco, de hambre, la matriz podrida y sida.
Y si alguien quiere un ojo, ni el del culo le presto. A mí nadie me enseña nada con idioteces.






Iconoclasta