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17 de febrero de 2016

Noche de luna nueva



(Novilunio)

Hoy no hay luna llena, la luna está muerta.

No hay claridad que dé consuelo al atávico temor nocturno. La oscuridad se comió el resplandor de hielo. No hay luz sobre las pieles, no somos siquiera siluetas tenuemente dibujadas; somos sombras de sombras.

Gemidos perdidos que flotan en la negritud. Que emergen de entre las piernas y los labios entreabiertos, donde quiera que estén.

La luna llena es tan decente... Alguien debiera apagarla para siempre.

Noches de luna nueva
y oscuros deseos.
Noche de luna oculta
y sexo acechado
por dedos pérfidos
y tenaces.


Los lobos callan la inexistencia de la luna y todos los seres cierran sus ojos para soslayar que sus pieles no reflejan luz, o vida.

La luna nueva niega nuestro ser.

Castiga vanidades infundadas. Vidas prescindibles.

Y nos arranca la máscara de la púdica decencia para que nos violemos con los ojos inútiles.

La noche de luna nueva, luna muerta... La más oscura, no hay brillos azules y helados que localicen tus ojos.
Ni tu coño.


Tanteando humedades
arrancando jadeos.
Conduciendo
con lengua y dedos
por la oscuridad
tersa  de tu piel
el placer de tu coño.
Que lo vomites en gemidos
y blasfemias
por tus labios temblorosos.


Y yo digo que somos ciegos y estamos en la tierra obscena de la carne. El más puro y ancestral lenguaje de la sudorosa y muda piel.

Nada vivo puede ver mi venas dilatarse ante el estallido sanguíneo que provoca tu proximidad cálida en mi glande intranquilo.

Es luna muerta de humedades secretas. Es luna cadáver para sentir tu piel pegada a mí y tomarte en la sacrílega impunidad con obsceno valor.

El miedo no existe, solo la frontera que marca el elástico de la prenda que cubre tu  coño.

Mis dientes apresan y presionan tu pezón a través de la tela para despertarte  en esta oscuridad donde palpito con dureza.

Y despiertas lentamente, excitada y aturdida con los ojos abiertos, vendados por la nueva luna. Por la erógena luna.
Por la puta luna.

Jadeas y levantas la camiseta que te cubre y tomas mi cabeza y la acercas a tu pezón erizado y duro, sin palabras que enturbien el jadeo caliente. Me oprimes para que lo succione sin pudor, hasta casi el dolor.
Y tu pecho se inflama tomando aire para soportar el placer negro.

Mis dedos se infiltran como predadores entre el elástico-frontera, acariciando, casi arañando con hambre tu monte de Venus y tus muslos se rinden a la invasión. Y siento que resbalo, que me precipito por la cresta de los labios que segregan la baba del placer.

Soy un animal rozándose en tu muslo, ardiente.
Dejando mi cálido humor sexual como una marca de posesión. Si hubiera luz, si la luna no estuviera muerta, un camino húmedo se vería trazado en el muslo en el que me masturbo a la espera de metértela. Con toda ansia, con toda brutalidad.

¡Desespérate! Deja que nos cubra la muerta luna y hagamos sacrificio pagano de tu coño y mi polla.


Tanteas con urgencia
con tu mano trémula
buscando  mi bálano
palpitante,
resbaladizo y caliente.


¡Hazme daño! Aprieta, retuerce y clava tus uñas en mi pene hambriento e impío. Que la sangre libere la presión suicida de mi deseo de clavarme en ti, enterrarme en ti, en la oscuridad de una tumba pornógrafa.

Jadeas excitada ante mi gemido de dolor-placer. Eres oscura lascivia, la luna muerta también te ha poseído y sé que en tus uñas hay sangre mía.


Mi glande llora
espeso humor,
por el meato entreabierto
y hambriento.
Como un ojo que quiere ver
pero es ciego.
Un filamento de
placer enredado
entre tus dedos.


¡Hazme daño, más! Susurro en tu oído, en la oscuridad; invadiendo con los dedos tu vagina ofrecida. Sintiendo tu pelvis inquieta, acomodándose a lo que te invade, oprimiendo al invasor.

Y de un tirón desnudas mi glande sensible y gimes de placer de nuevo al sentir mi espasmo de dolor.

Eres furia y puta en esta noche oscura. Y nos gusta, si algo nos iluminara, veríamos nuestro semblante obsceno como indecentes y peligrosos mimos.

Cubro sin cuidado tu duro clítoris con un dedo y mantengo la presión, te siento próxima a estallar. Sostengo el castigo como venganza al pene herido, escucho tus pulmones detenerse ante el placer que estalla por la indecencia que te oprime el puto coño.


Y violenta te incorporas
te clavas
me cabalgas...
Hasta que lo negro
es blanco y caliente
chorreando por tus muslos.
Y mis dedos
crispados en tus pechos
acompasan los
estertores lácteos.


Tu raja gotea sobre mi pubis un semen que tal vez, un día fuera blanco. Y desfallecemos en la oscuridad escuchando los resuellos pintados de negro. Solo los brazos se rozan observando con los ojos innecesariamente cerrados, el lugar donde debería haber un techo.


Luna negra y estéril
de único y absoluto placer.
No enturbies  la sagrada obscenidad
con fecundidad alguna.
No nos hagas vulgares.


A la mañana siguiente, destacas en el calendario de la cocina la próxima muerte de la luna, mientras pegado a tu espalda masajeo tu vagina otra vez empapada.
Mordiéndonos los labios con pagana lujuria.


¡Ave, luna muerta! Los que se están corriendo te saludan.
Sangre y semen a la gloria oscura del novilunio.



Iconoclasta