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14 de febrero de 2022

Simbionte de ti


El amor es la partícula más pequeña del universo.

Tiene que serlo…

El amor penetra en el corazón, el cerebro, el estómago…

Y en el vientre, porque al sentirlo te doblas.

Es una partícula microscópica que se filtra por los intersticios epidérmicos y viaja hacia el corazón, el cerebro y el aparato digestivo.

Y se enquista en el pensamiento, en el ritmo cardíaco y en las entrañas provocando un vértigo. Se aloja en los pulmones, por ello suspiran los amantes, pareciendo que están cansados, derrotados.

A la fuerza tiene que ser muy pequeño el amor. Solo puede ser atómico o molecular para llegar a lo más profundo.

Escribiría “te amo” en lo más íntimo de tus muslos con letra microscópica para que las palabras entren en tu sangre. Escribiendo cerca de tu coño para mortificarte, alargando la escritura hasta que mojes y emborrones las nano palabras de amor y deseo.

Una gota infinitesimal de tinta cae en el papel en el que te busco y te pienso, como una lágrima negra inevitable. Y un semen que muere enfriándose en las sábanas que no tienen tu forma ni calor en mis amaneceres.

Así es la metástasis del amor.

Es tonto decirlo; pero lo que no amabas no dolía, no duele.

Sin ti hay dolor, y eres la radiación que necesito.

He mutado, ahora soy un simbionte de ti.

No sé dónde empiezo yo y dónde tú dentro de mí.




Iconoclasta

16 de septiembre de 2021

Pinche nube…

 


Qué caliente está… Como ama a su montaña.

¿Ves? Así te cubriría, así te amaría.

Aquí y ahora.

Qué desesperación por follarte, mi amor.

Con la lluvia rociando los labios que jadean, la piel que se eriza, los sexos trémulos…

Invadir tu coño cubriéndote toda, mostrando al planeta cuánto te deseo.

Qué envidia… Quiero ser vapor cubriendo tus pechos y tu piel toda.

Agua cálida y dura en tu sexo...

Chapotearte obscenamente.

Y luego, respirar al fin a tu lado el rocío del otoño.

Y ya…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

23 de abril de 2021

Técnica de distracción de la tristeza


Hay momentos en los que siento que me falta algo. Y me niego a pensar de que se trata.

Tener plena conciencia de lo que se carece es echar leña al fuego de la frustración. Esa certeza provocará un nudo en la garganta que imposibilitará respirar decentemente.

Si a una determinada edad te falta algo, tienes ya la certeza de que morirás sin ello. No es necesario darle más vueltas y es mejor que la ignorancia lo suavice.

Así que busco en Amazon algún producto inservible en oferta flash y distraigo toda esa tristeza de una forma banal e incruenta para acto seguido, convencerme de que no eres tú quien me falta, que no me falta nadie.

Es un pequeño conato de paz durante unos minutos, hasta que llega la sensación de que he tirado el dinero. Entre que me pregunto como puedo ser tan imbécil y de que me puede servir la cosa que he comprado, no pienso en ti. Lo juro.

Porque la otra opción sería sopesar largarse de aquí, de este lugar, de este momento, de este planeta; y creo que sería excesivo.

La desesperación es mala consejera.

Mejor confiar en Amazon y sus baratas frustraciones en oferta.






Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


28 de marzo de 2021

Amarre nocturno


Ya no me queda más que ser tu nocturnidad.

La luz no me permite ser la piel que te cubre.

No me queda más remedio que ser un aire que te ama cuando el mundo cierra los ojos, cuando cierras tus ojos.

Deambulo por los campos oscuros conjurándome a mí mismo. Elaborando un amarre nocturno con flores lilas que he recogido con los últimos rayos del sol en una esquina del horizonte y ramas de zarzamoras erizadas de púas para protegerlas de la maldad del día que me condena a vivir sin  ti. No es perfecto, porque algunos pétalos se han manchado de sangre; pero les da un aire de hermosa tragedia.

A mí no me duele y a ellas tampoco, no hay ningún mal en ello. Nadie me puede llamar vampiro por unas gotas caídas al azar de la desesperación.

Seré un siseo sensual y nocturno en tus labios, en tu oído; un frescor en tus muslos.

Lo que la luz me quita, se lo robaré en la oscuridad.

Tengo mis recursos amatorios.

No será fácil que alguien o algo evite que llegue a ti.

No será tan fácil, amor.

En la oscuridad de todas las noches, me convierto en una sombra más, en un invisible que una noche por fin, el amarre desesperado convertirá en aliento nocturno en tu boca.

Dicen que los encantamientos no existen, si ese es el caso, deberán llamarlos de alguna forma que permita su existencia; porque no conseguirán encontrar mi cadáver, ni en los días ni en las noches, cuando mi conjuro me lleve a ti y me deslice siendo niebla por tus pechos, como oscuramente camino frente a las negras montañas nocturnas con el universo negando la posibilidad de cualquier magia.

Cuando ocurra, no me confundas con un murciélago ¿eh?

Si no te arranco una sonrisa es que soy un mierda, cielo.





Iconoclasta

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26 de marzo de 2021

Paranoia mía


El problema, la cuestión no es solo amarte, no es tan sencillo.

No sé si las cosas bellas residen en ti, o realmente eres la Guardiana de las Cosas Más Bellas.

Y aunque te ame en secreto, no tengo consuelo.

Porque no hay cosas bellas sin ti.

Si no te abrazo, no puedo acceder a lo excelso.

El destino es una trampa diabólica. Exijo reparación, exijo la alegría que me corresponde. Te exijo a ti.

La opción a no tenerte es la nada, por mucho que te ame, por mucho que te susurre las obscenas confidencias de los amantes.

Sin ti se me acaba el mundo y temo caer por el borde, donde los mares se vacían en el espacio.

¿Entiendes ahora que insista en mi necesidad de ti?

Lo platónico me pudre y mi pene es una necrosis que envenena la sangre.

Tú dices que es paranoia.

Y yo digo que no me doblaría agarrándome el vientre si la vida no doliera.

Y te digo que te amo, Paranoia mía.

Besos desde el limbo, amor. Donde las bestias caemos al frío espacio arrojadas por los mares que mueren, flotando lejos de las Cosas Más Bellas.

Tan lejos de ti…




Iconoclasta

15 de marzo de 2018

La necesidad de tu luz


Evoco tus ansiados dedos siguiendo el contorno de mis labios, de mi viejo rostro; como un sueño que me da paz.
Es una necesidad pensarte, es soporte vital.
Sin estos momentos no es factible la vida.
Si no te pensara, no existiría.
Tu voz no es sonido, hablas y susurras luz que rasga mis penumbras.
Soy alguien oscuro y tú tienes la única llave de mi sima. Solo tú puedes entrar y tomar mi rostro entre las manos y decirme: “Ya, está cielo, estoy aquí. Vamos a la luz”.
Y en ese momento lumínico, me sentiré repentinamente cansado, sumido en el rumor de tu luz. Porque cuando un amante está cansado, el otro lo cobija y le da la importancia que jamás tendrá para el resto del mundo. Yo quiero importar.
Importarte…
A veces sueño que estás a mi lado en la mañana y cuando despierto, siento el vértigo de la realidad. Trago el vómito, creyendo ser fuerte; pero toda la tristeza del mundo gravita en mis hombros, esperando tu voz para ser barrida con un fogonazo de luz que entre por mis oídos e ilumine el pensamiento.
La única oscuridad que deseo es la indecente que esconden húmedamente tus muslos, con mis manos separándolos en una sacrílega misa de deseo. La oscuridad de los ojos cerrados ahogándome en tu boca…
No puedo dejar de pensarte, no es una cuestión solo de amor. Es una cuestión orgánica.
Si un día no te pensara, sería destrucción.
Yo solo quiero que mi vida dependa de ti, amada mía.
Nada más, con eso basta para consumir con plenitud lo que me queda de vida.
Podría decirte que te amo; pero es que te necesito.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

11 de abril de 2015

Secretos

No hay secretos.
No existe el misterio. El único misterio es el mundo, es lo ajeno a nosotros. Somos extraños a ojos de la humanidad, somos ignorantes de lo que pasa allá afuera.
Te amo con tanta importancia, que no existe nada en ti desconocido. Las sorpresas que me deparas no lo son realmente. Es magnífico intuir que iba a ser así.
Y sé de la misma forma, que cuando me observas, sabes donde estoy, adonde llegaré.
No es inteligencia, sabiduría o experiencia. No somos genios, no tenemos poderes especiales. Es tan simple que no hay secreto alguno: nos amamos con una singular importancia, como nunca antes había amado.
Nos engendraron para descubrirnos el uno al otro a cada segundo, sin sorpresas, sabiendo que solo podía ser de esa forma cada acto que realizamos.
No somos misterios. Somos pergaminos, yo soy tu escribano en la turgencia de tu espalda y tú eres la mía en mi pecho. Escribimos el presente, sin decepciones como milagrosamente esperamos. Y cuando salimos al mundo, ignorantes de él volamos como hojas al viento sin saber adonde vamos, hacia adonde nos arrastran.
Sabes cómo me gusta escribir, trazar con mis dedos mis pensamientos en tu piel y empujarlos hasta el alma, hasta allá adentro.
Somos aburridos a ojos del mundo; sin embargo, el mundo es nuestro descubrimiento, caminamos con los ojos muy abiertos; y lo que llevaba años en pie, lo descubrimos a través de un beso, de unas palabras que no son secretas.
Hemos hecho del mundo un planeta extraño que nos sorprende día a día.
Sí, eso somos: antiguos pergaminos al viento entre calles y alamedas en un tiempo nuevo e inesperado.
Nos olvidamos del mundo y lo que guarda cuando cerramos la puerta de casa a nuestras espaldas.
Y lo hicimos bien, lo hacemos bien.
Si guardáramos algún secreto, es que algo salió mal, en algún momento no nos amamos. En algún instante se nos olvidó mirarnos.
Está bien, no somos perfectos, amarse es imperfecto, porque la necesidad es una carencia de ti en algún momento de mi respiración.
Simplemente digo que no es ni bueno, ni malo. Es como debe ser, la única forma posible entre tú y yo. 
Tú tomas la copa de vino por el pie y la inclinas hacia tus labios con una gracia que siempre me conmueve, sé que estás bien, que todo está bien en ti, tu humor, tu alegría. Y me hace reír esa insolente elegancia tuya. 
Cuando la tomas con tus dedos cerca del borde, entonces necesitas que te rodee con mis brazos cuanto antes.
No hay secretos en el lenguaje del cuerpo.
No es un secreto saber que cuando el licor baja por tu garganta, tu piel busca el calor de mis manos para equilibrar el calor que hay en tu alma.
No es un secreto que observo tu sonrisa, oigo tus palabras y digo que todo está bien. Que no quiero nada. Que no necesito descubrir más. Tú eres el único conocimiento que ansío.
No es secreto que tú duermas y yo te observe. Que dormite con el sonido de tu respiración.
Tú lo sabes, no soy bueno durmiendo. Soy bueno como el ángel guardián de tus sueños, y sabes que tampoco es cierto, porque me excitas, me excitas tanto...
Soy el guardián de tus secretos, los que tienes con el mundo y no conmigo.
Y tú eres la destructora de los míos, me dejas desnudo ante ti y no siento frío, solo siento el calor de tus ojos escrutadores, eternamente curiosos. Es mi privilegio.
Hay tantos secretos en el mundo, hay tantos misterios de amantes que no sé si hacemos bien. Como si tener secretos diera más valor a la vida.
Se equivocan.
Eso es mediocridad, porque yo sé de secretos, antes de amarte mi mundo estaba plagado de ellos. Pensamientos y emociones que ocultaba a todos los seres y a todas las cosas.
Los amantes y sus secretos... No entiendo como pueden tener secretos, como pueden desconocerse si son amantes.
Si no estás cerca me siento perdido. Y lo mantengo en secreto, como una vergüenza.
No puedo asimilar que algo en ti pueda ser oculto a mis ojos. Puedo asimilar que no me quieras en algún momento, pero no podría ignorarlo, no podría dejar de intuirlo.
No quiero ser misterioso, mi único misterio es como he vivido sin ti. Ese es el misterio que se me ha planteado desde el momento en que te conocí.
También sé cual es el momento de alejarme, de salir de tu órbita. Ese instante que precisas para ti, para poner en orden pensamientos  y actos.
Sé cuando he de apartarme, lo que no sé es adonde ir en esos momentos, porque el mundo es una incógnita para mí. Se hizo caótico e incomprensible desde el momento que escuché tu voz.
No es extraño que me siente en las escaleras, un piso más abajo. No me gusta el mundo allá fuera cuando estoy solo. Sus misterios me destrozan los oídos y tensan mis nervios.
Y no es un secreto que no soy de aquí. Soy de ti.
Tal vez algún día descubramos un secreto el uno del otro, tal vez llegue ese día en el que haya una decepción; no soy ingenuo aunque te ame con locura.
Los locos no tienen porque ser necesariamente tontos.
Así que cuando llegue ese día, en el que un secreto flote entre nosotros, los pergaminos caerán en un charco de agua deshaciéndose.
Y atesoraré secretos de nuevo: cada uno de tus gestos y cada palabra.
No olvidaré que un día no necesité nada, que un día fui un pergamino en el que escribías lo que yo era, lo que yo sentía.
Y volveré a caminar solo, seré caos con el caos, un ruido dentro de otro ruido, algo vulgar y desapercibido en este mundo de mierda.
Es una posibilidad, no nací ayer. Estar sin ti me llena de pesimismo, mi amor.
Mientras tanto, continuaré esperando en el rellano de la escalera, fumando los secretos, incinerándolos.
Esperando el momento de abrazarte y besarte, como sabes que haré al entrar en casa.








Iconoclasta