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24 de marzo de 2019

Hijos flotantes


Son tan pequeños…
Con sus ojos cerrados (si los tuvieran), y sus piernecitas semiflexionadas parecen muñequitos de un roscón de reyes.
Muñequitos flotantes en sus frascos de formol.
Al que le falta un brazo se llama Raúl (concluyeron que algunos de sus órganos internos no se habían desarrollado).
El de la cabeza deforme, dividida en dos partes asimétricas es Jordi.
Y de la columna partida (si agito el frasco, se puede ver como asoma un trozo de columna vertebral a través de la espalda) es Borja.
Son mis hijos muertos abortados para evitar sufrimientos, seguramente poco tiempo antes de que murieran por si mismos.
Los salvé de ser incinerados pagando a los encargados de los deshechos biológicos de los hospitales donde no nacieron. Me los entregaban en bolsas amarillas cerradas con una brida y dentro de una bolsa de supermercado.
Mi naturaleza crea seres deformes, mujer que dejo preñada crea un monstruo, un tarado.
Mi polla escupe mierda, por así decirlo.
Sacando el polvo a los frascos de conservas de legumbres donde flotan, siento cierta pena de no haberlos conocido, cómo serían sus sonrisas; pero dudo que sonrieran.
Hubiera sido un padre que tendría que haber oído sus lamentos y la absoluta vergüenza de tener hijos aptos para nada. O abrir una feria ambulante de monstruos.
Al final, los hubiera acuchillado y ahora estaría en la cárcel.  O no, soy bastante más inteligente que cualquier policía, que cualquier ser humano.
Cuando desde la ventana incide un preciso rayo de luz en sus frascos, se iluminan en color dorado y parecen pequeñas divinidades que duermen plácidamente; podrían despertar de un momento a otro con una sonrisa piadosa hacia su padre.
Sé que la culpa es mía; pero sentí un odio peligroso hacia sus madres y me divorcié de ellas. No sin antes darles una buena paliza, claro.
Úteros de mierda…
Y en mis cojones la podredumbre y la miseria.
A lo mejor soy uno de esos hijos míos que flotan en formol.
Solo que por dentro, con mi capacidad motriz intacta y la tara es mi pensamiento y mis testículos ponzoñosos.
Toda esta amargura que contengo bajo un rostro impasible día tras día.
Ni siquiera cuando acudo al banco de esperma para donar me siento mejor.
Si un día llegara a saber qué mujer va a parir/abortar/escupir mi próximo hijo flotante, acudiría al hospital en el momento adecuado. Los hermanos deben estar juntos.
Los amo, esos pequeños fetos, o niños a medio formar, representan la inocencia absoluta y la práctica demostración de que hay razones por las que algunos humanos no pueden crear descendencia.
La naturaleza no es sabia, es solo cruel.
Y mis pequeños hijos flotantes, pequeñas y mártires divinidades de un mundo extraño.




Iconoclasta

13 de septiembre de 2016

Nec Mater



Hay un semen presionando con fuerza en mis canales seminales.
Hay una leche que adora los labios de tu coño, la piel suave del interior de tus muslos, tu lengua, tu boca...
Y no pretende ser reproductor.
Es solo invasor.
No hay espermatozoides, no quiero ser padre.
Y no te quiero madre, te quiero puta y esclava.
Mía... De ti...
No quiero que puedas pensar en un hijo. Tu coño es solo para el placer, el nuestro.
La pasión muere cuando nacen los hijos. La pasión se marchita con el llanto de un bebé que exige su comida, que padece cólicos, que llora por nadie sabe porqué.
Ningún hijo ha de mamar de ti.
Soy yo el que succionará tus pezones hasta que te arquees ante la ruda caricia de mis labios y dientes.
Compraremos una mujer para que se preñe por ti y cargue ella con la maternidad en un cuarto aislado de nosotros. La alimentaremos con restos a través de barrotes de acero.
Mantente eternamente puta para mí.
Que tu coño hambriento no se contamine con un hijo.
Que tu mirada de agresiva lujuria nunca muestre la ternura de una maternidad que destruye el deseo.
Que nunca tomes la mano de un bebé, tu mano ha de sujetar firme mi polla. Que me duela cuando me la cojas, que me castigues.
Te la meto profundamente pensando en lo que te amo, en invadir tu cuerpo y tu pensamiento dios. Te jodo para que te lamentes, para que susurres entre espasmos: "hijo de puta, hijo de puta...".
Un bebé destruiría el cántico del jadeo obsceno.
El latín de los sexos convulsos, de un pene goteante como las fauces de un animal hambriento, de tu coño abierto como una llaga en mi alma.
No dejemos una línea de sangre para el futuro.
No quedará rastro de nosotros.
Seremos la exaltación de la pasión.
Nuestro impúdico amor no dejará legado alguno.
Somos la negación de la reproducción.
La indecente afirmación del placer y la pasión.
Nunca madre, mi puta.



Iconoclasta