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8 de noviembre de 2013

La horizontalidad: de celulares e intestinos.


La horizontalidad es el descanso total, ya sea metáfora o realidad inamovible. No se puede descansar de pie, y los que lo hacen simplemente vegetan, han perdido la conciencia en ese estado; pero no descansan.  O son idiotas o les ha dado un pasmo.
La horizontalidad es una característica de los celulares, al girarlos ellos solos se acuestan y se relajan dejando ver sus letras y fotos más grandes, no tan prietas como cuando están en plena verticalidad. Y por ende, también nos relajan a nosotros.
La horizontalidad es descanso y muerte (descanso eterno para los románticos empedernidos).
Hay seres humanos que en cuanto adoptan la posición horizontal, cambian completamente de carácter y comportamiento. Sufren mucho, porque es imposible que puedan ver una película entera sentados en el sillón, en posición semihorizontal, de la misma forma que el motorola no sabe si horizontalizarse o verticalizarse en esa ambigua postura y es irritante observarlo cambiar de sentido repetida y aleatoriamente como si tuviera un ataque de autismo. Que nadie se piense que hemos llegado a la cima del avance tecnológico en smartphones.
Los teléfonos móviles son seres inanimados y ahí acaban los beneficios de la horizontalidad; pero en los seres humanos, la cosa se complica mucho más.
La horizontalidad es un medio de relajación necesario para la buena salud intestinal.
Cuando los seres humanos se tienden en la cama horizontalizándose por fin, el sistema digestivo se relaja, tan rápidamente como el motorola cambia la pantalla.
En la oscuridad, acostado boca arriba, se observa atentamente la lámpara del techo, con embelesamiento, esperando el fogonazo de luz que periódicamente lanza el defectuoso foco de bajo consumo. Y como si de una reacción epiléptica se tratara, los intestinos se distienden y los gases se expanden lo que la verticalidad del día no les ha permitido.
Los pedos de la horizontalidad están exentos de vergüenza, decoro o cualquier otro escrúpulo.
En cuanto giras el celular...
El pedo de la horizontalidad es añejo, ha estado fermentando todo el día.
Puedes envolver a tu esposa en forma de taco árabe cosiendo los extremos, es inútil: todo ese chile, la leche de alpiste, el queso de cacahuete y magnas cantidades de lechuga y mixiote, se filtrarán entre la estructura molecular del tanga, el pijama, la sábana, la manta, la colcha y el edredón para recrear inmisericordemente el aroma que se respira en los palacios presidenciales de todos los países: mierda en el estado más puro y duradero.
No puede un humano respirar bajo el agua y tampoco puede aguantar sin respirar más de 14 minutos (eso si eres un recordman mundial de apnea, porque si no, a los 1 minutos 30 segundos, ya estás expulsando mocos por nariz y boca). Los pedos de la horizontalidad se mantienen en el aire como manteca flotante en un tiempo que oscila entre los 12 minutos 31 segundos a los 16 minutos  58 segundos 3 décimas.
Lo he medido, tengo una tabla de promedios y tiempos y lo he experimentado. No hay discusión, es matemático.
Cuando todo ese gas se ha expandido, desearías ser asmático y tener el nebulizador muy lejos, a unos 11, 45 Km. de distancia concretamente y así ni corriendo puedas abrir los bronquios y alveolos para respirar.
No tengo claro aún el porqué una persona marcadamente habladora, que ni bajo el agua puede callar, en cuanto se coloca en estado horizontal, adolece de afasia.
No puedo discernir si el origen se encuentra directamente en la desconexión funcional por medio de ese chip de la horizontalidad que hay en esos cerebros o se debe a la repentina suelta intestinal, como un efecto colateral a esa relajación.
He sopesado también la posibilidad a que se origine una temporal lesión en la corteza cerebral debido al desplazamiento de oxígeno por el metano intestinal y de ahí la pérdida del habla.
Aún así, la horizontalidad, a pesar de esos graves inconvenientes, es necesaria para la salud mental y física de los humanos. De la misma forma que el cigarro se enciende de forma automática cuando voy a cagar por las mañanas.
Y cuando las horas de horizontalidad llegan a su fin, como un reloj vil y cruel, se sueltan dos pedos largos y sonoros a modo de sofisticada alarma despertadora. Ya no huelen tanto como los de la noche, porque al fin y al cabo, no se come durmiendo; pero no deja de ser alarmante para el olfato ya resabiado que se pone en guardia ante lo que ha padecido en los primeros minutos de la noche.
Los intestinos, al igual que los celulares, se adaptan a su entorno y posición independientemente del tiempo. Y la prueba es que mientras hay verticalidad, aunque se lleven ya varias decenas de horas sin dormir, no afectan esos pedos a la hora de tomar copas y copas.
Aunque siempre hay excepciones y está el listillo capaz de relajar sus intestinos de forma vertical (aunque le cueste) y expeler una sonora ventosidad a través de las rejas de una ventana a la gente que duerme apaciblemente en el fraccionamiento.

Buen sexo y feliz horizontalidad, capullos.








Iconoclasta