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25 de abril de 2021

El corrupto “Prevalece el derecho a la vida”


La amañada legalidad corrupta de los nuevos fascismos surgidos con el coronavirus, cuyos corruptos jueces son los que le dan el falso sello de legalidad a todo tipo de estafas, crímenes y acosos a la población; esgrime un lema letal, preñado de hipocresía, oportunismo, populismo e infantilismo: “Prevalece el derecho a la vida”. Resulta que la propia salud y la necesidad de moverse con libertad, es veneno.

¿De verdad se ha llegado a este límite de lo dictatorial, corrupto y criminal para acusar a cualquier individuo elegido al azar y condenarlo culpable de atentar contra la vida por respirar? Culpable de vivir.

Y las ratas cobardes encerradas en sus casas royendo sus propios excrementos entre aplausos y lloriqueos.

Solo hay un nombre para esos jueces y gobiernos: Marranos hijos de la gran puta.

Con el “Prevalece el derecho a la vida” han ejecutado a decenas de miles de enfermos, han encarcelado a millones de humanos y han arruinado a otros tantos. Así, genocidamente. Y eso solo en España.

Es una secta fascista golpista que ha cometido crímenes y estafas contra una sociedad indolente, cobarde e intensamente mezquina. La secta fascista del coronavirus, ha dicho que el individuo es un veneno, quiere borregos adocenados. Porque el individuo, es infeccioso, su veneno es el más letal.

Está tan podrido el nuevo y normal gobierno fascista del coronavirus que los jueces esgrimen “Prevalece el derecho a la vida” como un bolígrafo entre sus corruptos dedos con aburrimiento, cómplices impunes del fascismo.

Porque si “Prevalece el derecho a la vida”, se prohibirá el vino, la cerveza y el resto de bebidas alcohólicas que a tantas reses de ganado humano enferman y matan al año. Por el puto y cochino “Prevalece el derecho a la vida”, prohibirán la conducción de vehículos para evitar las muertes. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán los deportes de agua, de saltos, de escalada; para proteger al ganado humano. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán caminar por montañas, para que no se pierdan las reses humanas y caigan por barrancos. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán las manifestaciones, los actos políticos electorales, los conciertos de música, los eventos deportivos, las visitas a los museos, los transportes públicos; porque en el hacinamiento hay peligro de perder la vida.

Y luego, por el “Prevalece el derecho a la vida”, podrán adueñarse de los hijos que ellos consideren que peligran por la ineptitud por la que juzgarán y condenarán a los padres. Porque necesitarán mantener un banco de órganos bien surtido, para ese selecto grupo que decreta los “Prevalece el derecho a la vida”.

Y por “Prevalece el derecho a la vida”, permitirán o no, follar a los monos humanos, a las reses que se gobiernan con “una mano que no tiembla”.

¿Es ahí adonde quieren llegar los bastardos gobiernos neofascistas y normales del coronavirus? ¿A prohibirlo todo, absolutamente todo?

Sí… A eso quieren llegar estos hijos de la gran puta.

Les saldrá mal, les estallará su dictadura en el rostro y se convertirán en muertos y sepultureros. Porque los políticos, los jueces y otras cosas con riqueza y poder, son el reflejo mismo de la sociedad, solo que en un lugar que han obtenido por la suerte de nacer en el momento adecuado y en el seno de una familia del selecto club del poder. Esta chusma no es inteligente, son de la misma calidad mediocre e ignorante que el pueblo que gobiernan. La misma torpeza, la misma cobardía, la misma mezquindad, solo varía su nivel de impunidad.

Hijoputas deficientes mentales…

Nunca en la historia han peligrado tanto y han sido destruidas las más básicas y elementales libertades, con una hipócrita, facilona e idiota coletilla como “Prevalece el derecho a la vida”, es un insulto a cualquier intelecto. No ha existido jamás un golpe de estado a las libertades más básicas; tan brutal como el que comenzó el mes de marzo del 2020 en todo el planeta al mismo tiempo, perfectamente sincronizado.

Tiene que llegar una guerra aniquiladora, devastadora para que les digan a los soldados que “Prevalece el derecho a la vida”.

A ver que dictan los corruptos jueces genocidas, carceleros y envenenadores profesionales.

No solo joden mi libertad, insultan mi inteligencia con su podredumbre.

Mi libertad y salud está por encima de cualquier consideración, de cualquier manada de borregos de dos patas. Mi libertad y yo no matamos a nadie como han matado los fascistas gobiernos y sus jueces hambrientos de carroña. Como los mezquinos cobardes, que han colaborado con tantas muertes cagándose encima de miedo.

Me hierve la sangre esperando la gran ola de violencia que mate y destruya lo podrido, hasta los mismísimos cimientos de estos cochinos fascismos y sus legalidades de estafa global. Que la muerte de millones y millones de humanos (o lo que quiera que sean todos esos mezquinos), sea renovación para nuevas líneas genéticas.

Ya toca, me lo dicen mis cojones plenos de mal semen, con el escroto duro como el cuero.

Es necesaria la guerra, la violencia; la masacre para respirar de nuevo libremente.

Que sea una muerte planetaria.

Está bien, la otra opción (pero ya es una cuestión de azar y por lo tanto mucho menos probable que un gran conflicto bélico mundial) sería que un meteorito colosal impactara contra La Tierra e hiciera con rapidez, lo mismo que aquel (que dicen) extinguió a los dinosaurios.

Lo que sea que tenga que pasar, que ocurra pronto, antes de seis meses; porque necesito que mueran muchos para poder respirar de nuevo.

Mis cojones ya duelen mucho por el esperma ya fermentado de tanto fascismo y persecución.





Iconoclasta

24 de febrero de 2021

SUPREMACÍA DEL INDIVIDUO POR ENCIMA DE CUALQUIER COLECTIVO O SOCIEDAD


Cuando alguien o una cosa como un organismo social, político o religioso roba, impide el libre movimiento y exige al individuo un sacrificio por una sociedad que no lo vale, y la cual no ha hecho ni hará nada por él, ha llegado el momento de desatar la ira y la liberadora y justa violencia.

No existe otra salida para el individuo más que el odio, el desprecio y la violencia hacia el opresor, sus cómplices y simpatizantes.

Los grandes y graves asesinatos colectivos e indiscriminados que se cometen por un individuo, son la conclusión lógica a la represión y al acoso de la sociedad contra una sola persona. Que dichos crímenes se consideren ilegales, no les exime de que sean justos para él y una defensa del propio individuo ante la ferocidad caníbal de una sociedad formada por mentes y cuerpos castrados en una decadente y vergonzosa comodidad consumista parasitaria.

Ante una masa humana que lo quiere sojuzgar, al individuo solo le queda el legítimo (en cuanto a ético) derecho y deber de defenderse. Ante tal magnitud de represión, la violencia es absolutamente imprescindible para la supervivencia del individuo y su pleno desarrollo humano.

EL INDIVIDUO PRIMA POR ENCIMA DE CUALQUIER SOCIEDAD, GRUPO IDEOLÓGICO, SOCIAL, RELIGIOSO Y ECONÓMICO; POR ENCIMA DE CUALQUIER ETNIA O GRUPO GEOGRÁFICO.

ES INDISCUTIBLE E INNEGOCIABLE EL ESTATUS DEL INDIVIDUO POR ENCIMA DE LA SOCIEDAD MISMA, BÁSICO PARA LA DIGNIDAD DE TODO SER HUMANO.

CUALQUIER OTRA CONSIDERACIÓN ES GANADERÍA HUMANA; UNA ACTITUD QUE, EVIDENTEMENTE UN DEPREDADOR COMO EL SER HUMANO NO PUEDE ASUMIR.

Las leyes no juzgan y castigan a una sociedad, castigan al individuo porque es el único capaz de actuar y someterse a una condena. Por tanto las leyes reconocen al individuo por encima de la sociedad, al estar así mismo dichas leyes, imposibilitadas para juzgar los crímenes y delitos de una sociedad. Lo han demostrado hechos como las masacres de judíos en la Alemania nazi, por los cuales en modo alguno castigaron a una sociedad asesina y cobarde. La historia está llena de colectividades asesinas que han quedado impunes de sus delitos.

La violencia del individuo en su defensa, es un acto lógico y loable por digno.

Por tanto la imposición de esos días de prisión, hipócritamente llamados “confinamiento”, son ilegales; pero ante todo, faltos de toda ética. La prohibición del libre movimiento por medio de la policía política de las nuevas democracias fascistas que impide al individuo realizar las actividades necesarias para la supervivencia como trabajar o la búsqueda de comida, son crimen puro.

Hay pueblos que viven constantemente con la enfermedad (malaria) y no impiden el libre ejercicio de la supervivencia.

Igual ocurre con la imposición del venenoso bozal o mascarilla, cuyo fin primero es la humillación del individuo. El bozal o mascarilla es una medida que pretende proteger de la indignidad a una sociedad mayoritariamente cobarde que no quiere quedar en evidencia ante individuos que no sienten la cobardía institucional y confían en su fuerza y determinación.  Es el individuo quien decidirá si quiere ponerse el bozal en el hocico en función de su grado de coraje ante la posibilidad de contraer una enfermedad, la obligatoriedad es un delito contra el individuo, es una imposición criminal, porque enturbia su respiración y su libertad. Quien sienta que deba llevar su bozal, que se lo ponga; pero que no le roben el aire sano a quien decide no llevarlo.

LA SOCIEDAD ES EL MONSTRUO QUE PARASITA LOS ESFUERZOS DE UN INDIVIDUO, SU ARTE Y SU CAPACIDAD DE CREACIÓN. SU DIGNIDAD Y LIBERTAD.

Cuando una sociedad formada por seres débiles, sin apenas inteligencia o memoria histórica, indolentes y perezosos, se alimenta de alguien que trabaja y lucha, la violencia no solo es un acto justificable, es un acto necesario incluso para el futuro de la especie humana.

Porque hasta que llegue el momento en el que diez hombres se follen a la misma mujer y ésta para un monstruo con diez cadenas de ADN distintas, el individuo seguirá primando sobre todo colectivo o sociedad.

Cuando diez machos compartan a una mujer y salga de su coño una masa irreconocible de todos ellos, entonces se podrá hablar de sociedad de facto, realmente.

Y cuando las leyes sean capaces y tengan la decencia de castigar a una sociedad que ha cometido delito o crimen, EL INDIVIDUO DEBERÁ SER INDEMNIZADO POR AÑOS DE ABUSO, ACOSO, ESCLAVITUD Y EN DEFINITIVA, PARASITACIÓN.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


24 de junio de 2019

Jueces y adquisición


Parece mentira que gente con cierto nivel intelectual se preste al debate sobre algo tan claro y sencillo como la esencia, la idiosincrasia de jueces y magistrados. Es una ridícula ingenuidad discutir sobre esa parte del poder que es más de lo mismo, solo que ostentan una impunidad absoluta y los sitúa en la cúspide de la cima social depredadora.
Aunque estoy seguro de que no es ingenuidad, se trata de dinero, de llenar espacios en los que poder insertar publicidad y que la gente piense en la colonia que le gusta tanto cuando escucha el resultado de una sentencia en televisión o la lee en la prensa.
Me refiero a ese debate infantil sobre los capos de la legalidad y su independencia de las modas sociales (moralidad) del momento y la respetabilidad de sus criterios.
Para escribir “respetabilidad” de jueces y magistrados, he tenido que mear para no tener una súbita incontinencia.
Jueces, magistrados y toda esa parafernalia legal, son tan vulgares, incapaces, zotes, iletrados y holgazanes como cualquier otro trabajador de la fauna urbana.
Sus sentencias dependen del humor con el que se han despertado, si han follado, si el café tenía el punto de azúcar que les gusta y si acusados y demandantes son gordos, feos o idiotas.
Carece de respetabilidad alguna jugar a los dados y decidir. Alguien les regaló un título. Alguien muy importante que luego, los colocó allí donde es necesario tener este tipo de gente.
Ante las sentencias judiciales, no se requiere respeto a menos que seas absolutamente imbécil. Se requiere paciencia y cerrar con fuerza los puños.
Tengo una toalla bordada con la palabra “respeto” que uso para secarme exclusivamente las ingles (iba a decir la polla; pero me siento lírico).
Dejando de lado todas estas deficiencias y taras de los capos del sistema legal, comprar un juez o magistrado siempre es una inversión segura.
Si ya sé que requiere mucho dinero; pero en un par de juicios se suele amortizar lo invertido, es mucho más beneficioso que la inversión inmobiliaria.
Lo malo es que los artículos de lujo, como es sabido, solo están al alcance de unos pocos selectos.
Hay quien cometería el peor error de todos: comprar un político.
No podría ser peor inversión, los políticos son absolutamente idiotas a full time y su función es meramente ornamental.
El objetivo del político es hacer creer a los ciudadanos que viven en una sociedad justa que los protege (justo todo lo contrario para lo que fueron redactadas todas las leyes).
Lo dicho, tontos del culo.
Los políticos ni tocarlos, es tirar el dinero.
Los jueces son una fauna peligrosa y mala; pero eficaces al ostentar el verdadero poder.





Iconoclasta

16 de enero de 2016

Tractatus pettiness

(Tratado de la mezquindad)

Barcelona. Curso Escolar 2318-2319.

En una excavación que se realizaba en el año 2204 para la cimentación del nuevo edificio de Aduanas, se halló una estructura subterránea de hormigón que albergaba los archivos de los viejos juzgados sepultados por el mega terremoto que asoló el litoral catalán en el año 2020 aniquilando al 90 % de la población.
Esta es la transcripción de la declaración judicial (se hallaba en perfecto estado por permanecer cerrada en una caja de acero que fue necesario abrir con láser plasma) del acusado en el juicio por asesinato múltiple, el conocido asesino en serie Descuartizador de MZs. Realizada en los juzgados de lo penal de la Audiencia de Barcelona el 14 marzo del 2016.
Esta declaración era la condición innegociable, junto con la presencia de la prensa, que propuso el asesino por medio de su abogado defensor para reconocer su culpabilidad, evitando así un largo y costoso juicio. Debido a la crisis económica se aceptaron estos términos del convenio entre la fiscalía y la defensa.

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—El acusado puede dar comienzo a su declaración (Su Ilustrísima Señoría, juez Bernardo Casaplanas de Montagut).
—Gracias, Su Señoría (con una sonrisa, y esposado de pies y manos, se pone en pie el acusado: Alejandro Gallar Mesa, de 55 años, alias Descuartizador de MZs, avanzando hacia el estrado).
—No me declaro culpable, sino autor de los asesinatos. Jamás pediría perdón por gozar de un placer justo y merecido. Tan solo quisiera exponer los motivos, las buenas y justas razones que me han llevado a descuartizar a esos cuarenta y tres mezquinos, los MZs.
—La repugnancia, el asco hacia los mezquinos debería ser una condición eximente para liberar al acusado por descuartizar a cualquiera de esos seres y dejar manar sus intestinos llenos de excrementos en una vía pública. Yo no debería estar aquí, sino Su Señoría, por las razones que ahora mismo voy a exponer.
(Su Ilustrísima se remueve incómodo en su asiento y los periodistas ríen).
—Hay conceptos que jamás deberían confundirse:
1. La ética, que es la justicia, la libertad, la nobleza, el valor y la tolerancia.
2. La moral es el conjunto de ideologías, costumbres y vicios impuestos por una religión o gobernante en determinadas y marcadas épocas de la sociedad y de cada país. La moral suele en muchos casos derivar en la total corrupción de la ética. La moral es la forma de gobernar y mantener a la población bajo control.
Y por último existe:
3. La legalidad, las leyes que se han creado y se aplican para velar por el cumplimiento de la moralidad.
El primer MZ (no conozco sus nombres, es algo que no me interesaba) al que di caza, era un ejemplar obeso y con el pelo cano, cortado a cepillo. Me encontraba dando un paseo por la zona deportiva de mi barrio y el mezquino en cuestión hablaba entre un corrillo de hombres de su edad (entre los 60 y 70 años).
Gritaba que no es normal y no está bien que hayan más extranjeros que paisanos en el servicio de asistencia médica, que está cansado de esperar cuando él es español. Decían luego entre todos, que antes no pasaba, cuando había un tío con cojones en España.
Me desagradaban mucho sus voces, sentí que me faltaba la respiración.
La verdad es que los encontraba cada día en mis paseos.
Deseé que algún accidente los matara a todos de alguna forma; pero eso no iba a ocurrir. No basta con desear algo, o lo haces o no ocurre. Todo lo demás son cuentos para cobardes, esperanzas para pusilánimes.
De vuelta a casa, compré un cuchillo de caza para desollar piezas y lo metí en un bolso.
A la mañana siguiente, me senté en un banco frente a las pistas de petanca a escribir mis pensamientos, como hacía siempre. Me mantuve allí hasta que el corrillo habitual, se disolvió. Seguramente iban a recoger a sus nietos a la salida de la escuela.
Seguí al gordo. Llegando a un parque se metió entre los setos para orinar, un lugar muy discreto, con poca visión para alguien que no estuviera allí mismo.
Me acerqué a él por la espalda mientras hacía esfuerzos y resollaba con dificultad para mear. Le cubrí la boca con una mano y con la otra le clavé el cuchillo en la axila izquierda, buscando  los ganglios. Leí que era muy doloroso.
Luego le acuchillé hasta diez veces la zona lumbar intentando deshacer los riñones. "Ay, ay, ay, me has matado", decía mientras se le doblaban las rodillas. Le rasgué la camisa y le apuñalé en la zona del corazón hasta que la hoja pudo entrar entre dos costillas profundamente: cuatro veces me costó dar con el punto adecuado. Se quedó inmóvil con su pene arrugado. Cortando profundamente piel y carne dibujé una M y una Z en el pecho. Corté los músculos de su vientre desde el ombligo hasta el pubis y le di patadas hasta que los intestinos se desparramaron. Le amputé los dedos índices, porque es el que usan los mezquinos para afirmar con decisión y vehemencia lo que es normal. Lo que ellos dicen que es correcto y es ley. Después le corté las orejas y se las metí en el espacio que habían dejado los intestinos. Le acuchillé los ojos y me fui.
Si hubiera tenido alguna droga que lo hubiera dejado paralizado durante las amputaciones, las  hubiera hecho en primer lugar; pero vivimos en una sociedad plena de imperfecciones.
No pasó absolutamente nada, fue como si hiciera lo correcto. Me sentí bien y seguro de mí mismo. Salí de entre aquellos setos fingiendo que cerraba la bragueta del pantalón, a pesar de que no había nadie cerca.
No hice nada malo, sentí por primera vez en mi vida que había nacido para eso. Y también pensé que muchos años de mi vida habían sido tirados a la basura porque no lo hice antes.
Para un amplio sector de la población, además de criminal, podría resultar inmoral dada la edad del mezquino, la indefensión y el ensañamiento.
Todo arte se expresa con retórica para darle interés, yo lo hago con los que asesino. No es ensañamiento, es lucimiento. Una vanidad mía.
Que nadie se engañe ni use indebidamente ciertos adjetivos como inmoral; porque ser inmoral es seguramente, con absoluta probabilidad, una persona con un acusado sentido de la ética.
No hay más que ver a los ciudadanos ejemplares del Tercer Reich, de la España de Franco, la Italia de Mussolini o la URSS de Stalin. Su moral la constituía el fanatismo, el miedo, la sumisión ciega, la represión y la exterminación. Sus ciudadanos ejemplares eran personas que denunciaban a sus vecinos o familiares para recibir una caricia en la cabeza. Estas denuncias acababan con la muerte de los denunciados, tenían su origen en la envidia y la cobardía. Esto es la moral y lo que las leyes salvaguardan con mano férrea.
El obeso era un ejemplo de estos asquerosos.
— ¿Comprende Su Señoría cuando afirmo que debería ser Su Ilustrísima la que debería ser juzgado en mi lugar? Ustedes son los que protegen y perpetúan la moralidad con sus leyes. Me dirá que matar no es ético. Estoy de acuerdo, es una generalización que requiere de gente con ética para decidir si el asesinato es justo o no. Porque un mezquino amenaza la libertad de pensamiento, la libertad de caminar por donde uno desea, la libertad de comer lo que quiera, de comprar lo que le guste... 
Se necesitan personas con sentido de la ética para juzgar si el asesinato es delito en un determinado caso, un legítimo acto de defensa. No todo tiene porque vivir, hay cosas que se han de matar, como los microbios patógenos y los MZs.
—Si el acusado ha terminado su declaración, se pasará a dictar sentencia (Su Ilustrísima Señoría, indica al policía que acompañe al acusado a su asiento).
—No he terminado Su Señoría. Lo peligroso es que los seres mezquinos, los que son ejemplo de moralidad, es gente humilde con un alto grado de analfabetización. Leer, escribir y sumar, no indica cultura. Estas tareas las hacen con tanta dificultad, que es muy difícil que puedan entender las sutilezas de cualquier arte o expresión humanística. Para eso, para que pudieran entender algún mensaje existieron trovadores, brujos, teatrillos  y ahora existe la televisión, internet, la radio y sus noticias deportivas.
Esos medios llenan un poco las neuronas de los mezquinos y los llevan a creer que sus ansias, indignidades y vulgaridades, son las pautas de comportamiento que se han de seguir y exterminar así todo asomo de ética.
Así, que si eres amoral o inmoral, estás en un privilegiado rango que te llevará a morir o ser envidiado hasta que consigan destruirte. Ése es el peligro que corro cada día.
—Los seres más mezquinos y mediocres, son los que usan su "sufrida" paternidad y maternidad para convencerse de que son una especie de ejemplo a seguir; pero en la intimidad de sus casas les arrancan el dinero de las manos a sus propios padres, más viejos y débiles que ellos mismos, porque: "¿Para qué quiere gastar en nada con lo mayor que es?".
Y su vida gira en torno de quien va a morir y les va a dejar algo de dinero:
la "legítima".
No sé cuándo ni qué número de presa fue; pero hará unos ocho meses, me encontraba en un restaurante, en el puerto deportivo. Una vieja con un abrigo de piel de visón y zapatos de tacón de puta, alzaba muy fuerte la voz en la mesa agitando su dedo índice pringado con aceite y grasas de las gambas a la plancha que estaba pelando y comiendo con voracidad. Tenía una voz chirriante y su cuello arrugado semejaba el de un buitre. Gritaba para hacerse oír, buscando asentimiento, empatía a sus repugnantes afirmaciones.
— ¡Es muy mayor y no tiene que comer así! Tiene noventa años y le descubrí galletas debajo de la cama. Se las quité y se me puso a llorar. Le dije que a mí no se me iba a quedar inválida por un ataque que le diera por estar tan gorda —gritaba escupiendo trocitos de gambas—. ¿Cómo muevo a esa mole de mujer si se me queda paralítica?
Luego continuó su chirriante arenga, irritante. Las mismas frases repetidas tantas veces, que fui a los servicios a vomitar el carpaccio de bacalao que había comido.  Llegué a pensar que me sangrarían los oídos. Me encontraba enfrentado a la mesa de esa familia de mediocres que callaban todos ante la bruja y no podía dejar de mirarla e imaginar como sangraría por ese cuello de reptil.
Repetidas veces ella y su viejo marido, se quejaron al camarero de que algo no estaba bien, del mal servicio que ofrecían. "Eres muy lento, hay que atender mejor al público", le decía la cacatúa al camarero. "Hay que tener más ganas", remataba.
El camarero estaba acostumbrado a esa clase de hijos de puta, se le veía un profesional con una sonrisa bien trabajada.
Buscaban un plato sin pagar, rebajar la factura o bien simplemente, evitarse la propina. Es una práctica muy común entre los MZs.
Yo pedía café tras café esperando una oportunidad para cazarla.
Por fin llegó, cuando se dirigió a los servicios, en la planta superior. La seguí.
Son servicios individuales, el restaurante es de elevado precio y no muy concurrido. Saqué el cuchillo de mi bolsa bandolera y empujé la puerta. Lo primero que vi fue su viejo y repugnante coño a punto de orinar sentada en la taza con las grandes bragas negras en los tobillos. Tuve una arcada de repugnancia, pero no vacilé. Sabía que gritaría con su repugnante voz. En un paso rápido llegué a ella, le golpeé la cabeza contra la pared y entró en shock. Por encima de su escaso cabello se debió abrir alguna brecha, porque por la pálida y reseca piel de su sien, comenzó a bajar un caudaloso río de sangre.
Le corté el cuello, tanto, que su cabeza cayó atrás como en las películas de poseídos. Apuñalé su vagina, las suficientes veces para que el útero se descolgara entre sus muslos feos de mierda. Le escarifiqué las fofas tetazas con MZ.
El resultado era espectacular. Amputé sus índices y los dejé en el lavamanos. Las orejas se las metí dentro de la boca, la observé, le retiré las orejas, me di el gustazo de arrancarle los labios y le volví a meter las orejas. Si hubiera llevado el abrigo puesto, hubiera limpiado el cuchillo con él, tuve que usar su falda de puta barata.
Me lavé las manos, pagué la cuenta en la caja y salí de allí ya más tranquilo y con ganas de fumar. Nunca me acostumbraré a no poder fumar después de comer. Estos moralistas de mierda...
Como soy un tipo muy normal, nadie se acordó de mí, nadie pudo describirme en un restaurante en el que nunca había comido. No hubo problema.
Principalmente, porque la buitre se ganó a pulso la antipatía. Es lo que generan los MZs: una antipatía que podría rozar el sadismo. Debieron pensar al verla muerta, que una mierda menos.
— ¿No siente ni siquiera por un momento que haya podido ser excesiva su... "misión"? (un periodista de la sala, le pregunta al acusado).
—Le recuerdo que esto es una declaración, no una entrevista. Si vuelve a interrumpir el proceso, será expulsado de la sala y sancionado (interviene Su Ilustrísima).
—Nada es excesivo contra la mezquindad. Es... Cómo decirlo... Narcótico. Le aseguro, que dada la cantidad de mezquindad que hay, si matara a medio millón de personas no habría entre ellas una víctima con un mínimo grado de ética. Puede estar tranquilo, que entre tan pocos muertos, no hay gente que se merezca vivir más tiempo.
—La moral está tan instaurada en el imaginario mezquino, que la palabra "legítima" (el concepto más representativo de la sociedad de los MZs) está íntimamente insertada en sus apáticos órganos sexuales, sean vaginas, penes y por supuesto, la boca; que en estos seres adquiere una importancia que trasciende más allá de la comunicación funcional para convertirse en dogma supersticioso (la superstición es el conocimiento del ignorante) y religioso. Y podrir así todo asomo de ética.
Cuando llevas años oyendo esa palabra silabeada babosa y ruinmente por unos paletos que esperan que alguien muera, como buitres acechando un animal en agonía, adquiere una connotación obscena, se hace pornográfica. La legítima supera en repugnancia cualquier tipo de acto obsceno sexual.
"¡Si se va a morir! No le compres nada." Susurran como serpientes a los oídos de sus hijos y nietos que son los únicos que los soportan. Posiblemente, ellos también esperen su legítima y no quieren que gaste su dinero. Su pensamiento es tan previsible como el movimiento de un segundero. Es tremendamente primitivo.
Mezquinos que aún piensan que su forma de vestir puede ocultar su miseria y su indignidad. Esa que contagian a sus hijos y nietos, como un liquen en la corteza de un árbol que pudre todo asomo de dignidad.
La esposa madura y menopáusica con su pulsera de oro que ha tenido que pagar a lo largo de meses y meses de explotar a la poca cosa que es su marido. Esperando poder llenar los bolsillos de esa vulgaridad de ropa que viste con las monedas que le deje algún muerto con su legítima.
La "legítima" es el centro o eje de las vidas de los mezquinos.
Si no fuera por la moral y la legalidad que la arropa y protege, la mezquindad sería un delito  grave.
Y su mezquindad lucen como estándar de vida.
— "Eso no es normal", dicen machaconamente cuando observan la libertad de otros.
Se ponen nerviosos y rabiosos cuando alguien come más que ellos. Son repugnantes reptiles de ojos pequeños y fijos en las manos de los demás.
Sus bocas babosas y mentirosas siempre están llenas de amor y de lo muy buenos que son, de lo mucho que sufren por los demás. Porque el enfermo no sufre, tendríais que ver como sufren ellos el dolor de los que serán su carroña, porque son buitres de desagradables graznidos y cuellos rojos de pellejo escaldado por la fiebre de la avaricia y la envidia.
Les he acuchillado, cortado, pateado y roto los huesos. Les he arrancado los dedos y el cuero cabelludo para ocultar sus rostros repugnantes; pero hay tantos que me sentí cansado, dejé de tener la ilusión de que podría exterminarlos a todos en lo que me queda de vida. Por ello me entregué.
Necesitaba unas vacaciones tras estos dos años de cazar MZs.
Sus modos paternalistas esconden una feroz ambición. Y escupen baba al hablar porque no pueden contener su enfermiza envidia y ambición.
Hay que dar gracias de que son idiotas. No  pueden engañar más que a sus afines, a los de su sangre. Y es normal, porque es muy difícil aceptar (por muy morales que sean) que no son capaces de afrontar la vida con valor y dignidad, esto es, con ética.
Es normal y una ley de protección del género humano, que de vez en cuando nazca alguien como yo para darles caza. No tienen predadores naturales.
Tienen un punto flaco que son incapaces de ver ellos mismos: la repugnante antipatía que causan. Los que son ajenos a ellos, los soportan estoicamente porque al fin y al cabo solo los tienen que tratarlos unos minutos.
Y al fin y al cabo, son tantos, que su olor a mierda, no se percibe ya; pero esa antipatía, entre seres con cierto grado de ética, es como la feromona de la repugnancia. Te lleva a sentir un odio incontrolable hacia cada palabra que pronuncian, sea razonable o no. De hecho, acaba uno sin entender ni una sola palabra, solo sabes que sientes asco por cada sonido que pronuncian.
Carecen de todo tipo de conversación que no sea el tiempo, la economía que son incapaces de entender o de sus peleas como hienas por ser los primeros en un bufet libre de un viaje para la tercera edad.
Cuando se jubilan los mezquinos, es cuando exhiben sin pudor toda su miseria. Es un cuadro emético observarlos pelear en las colas de las agencias de viajes organizados para viejos. Es como... Es repugnante.
Si tuvieran la más mínima ética, se suicidarían.
Si yo no tuviera un acusado sentido de la nobleza, seguirían entre nosotros, perpetuando sus genes, reproduciéndose.
Su analfabetismo los lleva a situarse en una clase aristócrata y se olvidan de que fueron simples obreros explotados que ponían sus culos al servicio de sus amos sin que nadie se lo pidiera.
En los lavabos de un cine, cacé al Barón de Pérez, conserje jubilado de un edificio de oficinas y a su nieto, el sucesor Borja Pérez, heredero de la legítima mierda de sus abuelos muertos de hambre.  En realidad, no quería cortarle el cuello al niño; pero hubiera sido una crueldad dejarlo abandonado allí, en aquellos servicios a los que no acudiría nadie, hasta que acabara la película. Tengo corazón.
No es extraño que me tenga que parar a vomitar muchas veces cuando por alguna conexión neuronal de mi potente cerebro, aflora una imagen de alguno de ellos.
Su endogamia es proverbial, son una piña compacta que absorbe a los seres más débiles de su entorno para llevarlos a su enfermiza "normalidad".
Y en efecto, sí que es normalidad, solo tienes que elegir al azar entre la multitud y sacarás quinientas veces más mezquinos que gente con dignidad, con inquietudes.
Cobardes y arribistas, así son los mezquinos que han ensuciado mis horas, que a veces tienes que oírlos si tienes la desgracia de tener que pasear por las calles de la ciudad.
He arrancado pezones, he cortado vulvas en las cuatro direcciones: hacia el ombligo, hacia el ano y hacia los muslos.
He dejado testículos mezquinos en el césped para que los perros juguetearan y se los comieran.
La única suerte para nosotros, es su escasa inteligencia y por ello, la facilidad para aniquilarlos. Solo aparentan coraje cuando quieren sacar dinero; pero si no están ocupados en joder a nadie, son de una cobardía que hay que tratar con guantes para no infectarte.
No llaman la atención, porque son multitud.
Son los que un día denunciarán por envidia a su vecino para que lo mate un dictador. Son los mismos que añoran a sus francos, pinochets, stalins y hitlers. Asesinos sin sueldo de la moralidad y la ley. Anónimamente cobardes que matan (o lo harían en cuanto tuvieran oportunidad) con palabras siseadas en la oscuridad, arrodillados frente al sexo que maman con devoción de la forma más cobarde, chorreando semen por las comisuras de sus bocas hipócritas.
He matado niños que iban con su abuelo o su abuela, porque eran mezquinos en potencia, las generaciones tienden a ser más perfectas en sus miserias.
No hay tribunal que me pueda considerar culpable.
—Su Señoría, usted debería estar ahora cortado en pedazos entre bolsas de basura.
Son muy peligrosos, hay que alejarse de ellos cuanto sea posible, antes de que te maten. Porque lo harán por un dinero que ellos no tuvieron inteligencia para ganar, ni valor.
Sus palabras insultan cualquier tipo de inteligencia y te preguntas como es posible que hayan tenido hijos, porque sus aparatos reproductores deberían estar tan podridos como sus cerebros.
Dicen: "Tu madre es una hija de puta, que se muera sola; pero mi madre, es mi madre". Es la ley que usan para santificar sus genes corruptos y miserables.
Ha sido la falta de selección natural la causa de que seres tan anodinos hayan colonizado el mundo, es el precio que paga el género humano: la indignidad y la mezquindad.
Jamás el hombre evolucionará a un cerebro más grande, solo evolucionará a un cerebro más negro, más maloliente y pequeño. Está bien la ciencia ficción para intentar buscar un alivio a toda esa mierda; pero  no hay que engañarse más tiempo del necesario.
Y tampoco sería solución exterminarlos, porque sin sus excrementos, morirían todos los vegetales del planeta.
Solo queda alejarse de ellos e insultarlos abiertamente.
Tener la suerte de poder enviar a la mierda toda la moralidad que con sus leyes y tradiciones te mantiene preso, intentando amordazar la ética.
La mezquindad es la absoluta muerte de la libertad y la justicia.
—Esto es todo, Su Puta Ilustrísima.
—Agente, acompañe al acusado al banquillo.
—No he entendido nada de lo que el acusado ha declarado, pero no importa. Se han cumplido los términos del convenio entre la acusación y la defensa. El acusado será condenado a veinte años de  cárcel.

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A esta declaración, cuyo original se exhibe en el Museu Antropológic de Nova Barcelona, se la conoce como Tractatus Pettiness (Estudio o Tratado de la Mezquindad), ha sentado las  bases de nuestro actual código de Justicia, aprobado en el año 2224.
Quiero que para este fin de semana hagáis una redacción de cien palabras sobre el Tractatus Pettiness.
Ya podéis guardar vuestros puñales en las mochilas.
Pasad un buen fin de semana. Y que tengáis suerte los que vayáis al Parque de la Mezquindad para la Gran Fiesta Infantil de la Celebración de la Ética.
Ya sabéis que quien traiga más dedos índices cortados, recordad: solo índices; se ganará el Puñal de Plata grabado con las MZ en oro, en sus cachas de hueso humano mezquino.

Suerte, pequeños.




Iconoclasta