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11 de noviembre de 2023

lp--Pedazos de ti--ic


Bajo la lluvia de hojas que la brisa arranca de los árboles, no puedo dejar de pensar que me llueves a pedazos.

Pedazos de amor que caen sobre mí como caricias cálidas y serenas, que crepitan como gotas de agua seca en mi sombrero, pedazos de ti que dan el sonido de tu voz a mi caminar.

Pedazos de amor untados en dulce mermelada de melancolía...

Y quisiera tener ese don de despedazarme y lloverte fundiéndome contigo. Que el viento nos arrastre juntos y tus cabellos sean una vela henchida sin más rumbo que nosotros mismos.

Quiero ser contigo un collage de hojas pequeñitas y revoltosas que tracen nuestros propios senderos de delicados chasquidos.

Pedazos de nosotros...

En algún momento me abandoné a amarte sin medida y se revelaron todos los pedazos de ti ante mis ojos, en todos los lugares. Pedazos de tu cabello, de tus ojos, de tu voz, de tus gemidos, de tu piel toda y de tus cuatro labios que hacen del amor y el deseo, arrebatos de voracidad carnal.

Pedazos de tus pechos oscilando sobre mi boca cuando te clavas a mí.

Pedazos de tu rostro aún somnoliento al despertar.

Pedazos de volutas de humo cambiantes que exhalo fascinado frente a ti con el primer café del primer día contigo.

Despertar contigo es nacer de nuevo, cada amanecer es el primero y es rotunda tu existencia en mis pulmones.

Cada día llueves sobre mí, y te haces eterna como el planeta, sus mares, montañas y cielos.

Miro arriba, al cielo de ramas sobre mi cabeza, e intento hacer pedazos de los besos tiernos que se forman con añoranza en mis labios, cuando arrecias tus hojas de amor sobre mí y mi soledad.

Pero mis pedazos no tienen la musicalidad y la sedosidad de los tuyos. Y suspiro, no por cansancio, sino por mi incapacidad de llover bellamente sobre ti.

No tengo tu poder, cielo.

Misericordia...

Sólo tengo tus pedazos; la certeza de tu existencia y tus palabras grabadas a fuego bajo mi piel, profundamente.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

26 de marzo de 2017

La última hoja


Observo con los prismáticos las lejanas montañas nevadas, nubes y ríos entre el bosque. Observo las pequeñas cosas cercanas y pequeños cadáveres que no importan a nadie.

Observo las águilas, los cuervos y las lagartijas.

Observo con fascinación malsana la obscena y enfermiza textura de un liquen en el tronco de un árbol...

Pero observar todo eso es accidental.

Es un trámite obligatorio en tu búsqueda.

Quisiera estar enfermo y delirar creyendo que te he encontrado, localizado a pocos kilómetros y que con prisa y torpeza, guardo los prismáticos en la mochila y monto en la bicicleta sin pensar más que en besarte, en abrazarte toda.

Es triste sacar la vista de los prismáticos y observar a ojos húmedos la gran improbabilidad de encontrarte.

Enciendo el enésimo cigarro de la mañana; pero... Si no  te busco ¿qué hago?

Buscarte me lleva a descubrir cosas nuevas, matices cromáticos que no sabía que existieran allá tan lejos. A veces el verde del bosque tiñe una porción de nube y pierdo un latido al descubrir el secreto.

Buscarte me obliga a ponerme en movimiento aunque duela, aunque me canse.

Evocándote lleno un cuaderno ya con pocas hojas.

Los cuadernos y yo nos aproximamos en perfecta sincronización a la última página que es posible escribir.

Y no me preocupa. Extinguirse no es bueno ni malo. Es algo que ocurre.

Lo triste es no atisbar en la distancia el reflejo de tus cabellos, tus manos de largos dedos finos, el movimiento de tus nalgas que se adivina en la oscilación erótica de tu vestido cuando caminas felina. Tu mirada intensa que hace arder algún órgano de mi cuerpo.

Lo triste es guardar los prismáticos con un: "¡Mierda! No está...".

Otra vez...

Lo triste es que la última hoja de mi cuaderno y mi vida, no dirá que te encontré.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.