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7 de enero de 2023

lp--No viviré suficiente para llenarlo--ic


No viviré lo suficiente para acabar de escribir los grandes espacios en blanco que quedan en el planeta.

De hecho, nunca tuve esperanza.

Nunca fui ingenuo.

Triste sí, siempre ha sido un peso en mis hombros.

Quería llegar a las verdes montañas, el margen del valle, de la página en blanco…

Aunque fuera solo una línea con tinta roja; pero apenas existo ante tanto espacio, ante la desmesura del planeta y sus espacios en blanco.

No soy nada, no soy nadie.

La belleza es tan enorme como el amor y yo no sé…

No puedo abarcarlos. No podré escribirlo todo y dirá mi lápida si la tuviera: Aquí yace un fracasado.

Siempre he dicho que hay tanto tiempo que me falta vida. Ahora, a punto de abandonar el escenario, el espacio es tanto como el tiempo.

Hay un cansancio vital que invita a la muerte, que la hace dulce.

Era una batalla perdida.

No quiero añadir a la tristeza la vergüenza.

Misericordia.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de diciembre de 2022

lp--Un amor colosal--ic


No niego la belleza de las pequeñas cosas tiernas que se guardan con veneración en el puño cerrado con pasión; pero ¿sabes qué ocurre, cielo? Que necesito la grandeza de los cielos azules ektachrome, las largas, altas y lejanas cadenas montañosas.

Es que no cabe nada en las miniaturas, son tan pequeñas que apenas entra un lágrima.

Y las pequeñas cosas no se merecen ser aplastadas por un romanticismo enorme que carece de los conocimientos básicos de la hidráulica del amor y otros fluidos.

Imagina esas camisas baratas que venden en los mercadillos a precio de mearse de risa y a pares, tengo que probar tres tallas más de las que me corresponden y el vendedor se coloca un chaleco antibalas para que los botones no lo acribillen mientras me dice: “Te queda perfecta, incluso holgada”. Y yo rojo de asfixia.

Así me siento amándote entre cuatro paredes.

No quiero ser pretencioso, amor. Es porque me desenvuelvo bien en los grandes horizontes, aunque me humillen con su enormidad.

El color de mi piel comparado con el azul, los verdes y los marrones invernales, con la impoluta nieve lejana; casi me hacen cadáver.

Un insecto tísico, descolorido.

No importa.

La razón más importante es que solo la grandeza puede contener mi amor y deseo.

Las hermosas y pequeñas cosas, pobres, no pueden contener lo que te amo, no cabes en ellas.

Necesito todo el espacio que mis ojos abarcan para que mi amor se expanda y te arrolle y te envuelva y te cobije y te susurre, ahora sí, mis pequeñas palabras que se deslizan suavemente por las laderas boscosas y nevadas, por los valles y los ríos.

¡Que todo sea enormidad!

Que mi amor se libere de la compresión de mi corazón y pulmones, que se expanda hasta cubrir tu piel.

Siempre pienso al ver una flor, en la belleza que concentra; pero evocándote concluyo que es poca cosa para contenerte y definirte.

Y créeme, si no tienes un buen espacio para liberar todo el amor, te asfixias por dentro como si la cabeza y el corazón se aplastaran contra sí mismos en una fisión de amor atómico.

Es como ser alérgico y meter las napias en una flor para esnifarla, llevado por el suicida romanticismo.

No. Necesito gritar y que mi voz resuene lejana entre las montañas y digan al oírme: “Ya está el macho en celo de nuevo”. Sí, ya sé que me denigro yo mismo, no sé venderme con elegancia; pero es que no quepo ya ni en mí de tanto que te quiero. Todo se hace pequeño si no hay unos amplios horizontes.

No puedes alimentar a un león con berberechos y salmón ahumado con galletitas saladas.

Ya sé que a veces salgo de los límites del buen gusto literario y me dejo resbalar de culo por la pendiente de  la vulgaridad; pero es que estoy hasta los huevos de estar tan comprimido, coño.

Por mucho papel y tinta que use, el amor se me derrama de los límites de las hojas y al no contenerlo, siento que es pérdida y tontas ganas de llorar.

¡Pobre amor derramado sin lugar a donde ir!

Créeme, el amor es un fluido y soy un buen mecánico en hidráulica. Sé lo que digo…

Sé lo que siento, sé lo que duele la presión de una columna de amor por centímetro cuadrado en la piel y en algún lugar dentro de mí.

Hacia el horizonte lanzaré este amor que avanzará a través de los bosques y las altas cimas, por los mares y los ríos, y llegará a ti como una avalancha, un alud de ternuras y pasión. De sueños que no se cumplirán, pero recitaré en tu oído como una plegaria a la esperanza.

Instantes de ilusión…



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


9 de mayo de 2020

El minimalismo de la niebla y el cuervo


Hay tanto espacio para un ser tan pequeño…
Yo no cuento, porque me arrastro por el suelo.
Afortunadamente no aparezco, no estropeo el momento.
Son las seis treinta de la madrugada. Y el cuervo posado en un cable eléctrico grazna de tal forma que, concluyo que le pasa como a mí: otro día más de mierda.
Y no podía parar de reírme de mi colega.
¡Qué genio!
Estábamos solos el y yo entre la niebla y frente a grandes montañas invisibles.
Y la soledad envuelta en niebla, era magnífica. Quise que se detuviera el mundo.
Ese resumen de vivir; de vivir por vivir sin más necesidad, daba paz.
Pero el cuervo voló y pensé que nadie puede detenerse demasiado tiempo, es peligroso.
Hay que saber disfrutar los breves segundos minimalistas.
Y camina o revienta.
Yo no volé, cojeé hasta la bici y pedaleé hacia donde debía. A donde quería, afortunadamente.
Como mi enojado colega. Qué risa…
Y el frío calaba en el corazón quieras que no.
No sé por qué me vino a la cabeza aquella canción… Here comes the sun (Aquí viene el sol).
Bueno, si no hay más remedio…





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.