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18 de noviembre de 2023

lp--Las democracias: el gran fracaso del siglo XXI--ic


Lo repugnante e indigno de esta sociedad consumista “democrática” (sus ciudadanos, porque la casta político-estafadora está en otra órbita que nada tiene que ver) que alardea de conocimiento y tecnología, está en que pide y suplica como en los tiempos oscuros (sin electricidad), un dictador y un dios que la castigue y pastoree indignamente: que le dicte qué pensar y qué decir si tiene permiso para ello.

Esta sociedad cobarde de afeminamiento, infantilismo y haraganes quiere ser cuidada y alimentada, depender como ganado del Estado Agrícola. Para ello, vende su dignidad, libertad y a sus hijos para que los jerarcas “democráticos” los conviertan en cosa como ellos, sus padres.

La sociedad de hoy, ciega y dependiente hasta el sectarismo del Estado, es la misma que la de hace ciento cincuenta años, y espera que el gobierno le sirva para su comodidad y descanso unas brazadas de forraje para comer a través de los barrotes de una jaula.

La misma sociedad tipo que en España entronó a Franco como norte de sus vidas, entrona al corrupto arribista Sánchez de hoy. O a cualquier otro iluminado que llene sus orejas cobardes y temblonas de ratón, de unas pocas palabras estúpidas y sin sentido surgidas de los belfos ambiciosos y babosos de los políticos curalotodo que, les enseñan también a follar como es debido en su “democracia” bastarda.

Ya no se mueren los ciudadanos de hambre en las calles, de momento; pero caminan con un coma cerebral atiborrados del pienso del Estado, buscando en el teléfono una salida a lo que son realmente sin conocer la palabra que los define: mezquinos o serviles.

Están cerebralmente muertos mirando idiotamente videos de gatitos, accidentes, coños y pollas, putas, judíos y palestinos, políticos corruptos de izquierda y derecha de su democracia idiota (ambos nazis o fascistas), etc...

Esperando el mensaje o noticia de su amo, un político del gobierno, para tener algo de que hablar cuando llegan a sus guaridas porque son incapaces, por la dificultad de su nulo vocabulario, de explicar cómo ha sido su día laboral o escolar.

Necesitan las demencias paranoicas e ignorantes de un gurú, charlatán o jerarca para que los guíe por la oscuridad de su analfabetismo y mezquindad.

La democracia es el gobierno de los tiranos con el plácet en forma de voto o aplausos de los mendigos mentales, de los cobardes del esfuerzo, de los despojados de su propia naturaleza y determinación. De aquellos que sienten fatiga por trabajar si no se trata de ser ejecutivo de un grupo empresarial, en el colmo de sus sueños palurdos de grandeza.

La democracia es el gobierno de la humillación y de los parias miserables y serviles que esperan con la boca abierta el trozo de mierda, que como un sacerdote la hostia, su líder político les deposita en la lengua.

La democracia es el gobierno de unos millones de bestias que humillan a unos pocos libres y con inquietudes éticas, operativos intelectualmente.

Una población decente, humanamente digna, no precisa ideólogos de la mierda; sólo administradores y gestores que, de tener alguna idea o pauta conductual o de la hipócrita moralidad, se la apliquen a sus hijos o se la metan por el culo.

Las ciudades están llenas de luces y colores; pero los parias son gris mate, sin brillo que refleje la luz, como el hormigón, vacíos como las palabras llenas de estafa de sus líderes políticos. Su semen y óvulos son también grises sin brillo y nacen hijos del color de la tristeza y lo anodino para convertirse en cosas obedientes que votan a la misma grisentería secularmente: la gentuza que más los humilla y los despoja del conocimiento y su naturaleza.

Ya ni siquiera saben de qué les sirven los agujeros de sus cuerpos.

Confunden los meatos y ya los hay que creen que los bebés salen por el culo.

Hordas de mendigos mentales haciendo lo mismo, al mismo tiempo, en el mismo lugar, con los mismos “me gusta” que es lo único que entienden: frases de no más de tres palabras y monosílabos.

Que sueñan que en sus países no puede haber guerra a pesar de que en el vecino se están descuartizando los cuerpos.

Que le lloran al Estado su permiso para follar, comer y cómo educar a sus hijos.

Millones de bestias carentes de la mínima capacidad instintiva e inteligencia para reconocer a un loco asesino que los devorará por ambición y codicia. El amado líder que ha hecho del asesinato y la muerte una industria automatizada, ideológica y religiosa.

Cada pocos años la historia se repite asquerosamente, idénticamente, podridamente, desesperanzadamente...

La sociedad se derrumba por el peso de la desidia, de la ignorancia y su ingenuidad, la de los grises. Adultos que sueñan con ser niños, aún con reyes magos y santas claus, de bondadosos mesías que nacen en míseros establos de una madre con el coño impoluto.

Adultos que creen en las sonrisas podridas de la ambición y la codicia de un líder en descomposición ética, como Dorian Gray, como Hyde.

Ahora los hitler escogidos democráticamente no matan judíos, sólo peroran que a ningún ciudadano se le ocurra pensar. Si alguien debe pensar, son ellos, los hitler elegidos en una democracia humillante por un absurdo fanatismo de la ignorancia e indolencia borreguil de una chusma degradada. Los hitler descendientes de sangres sucias de endogamia por la que nacen ambiciosos, codiciosos, ajenos a la inteligencia; sólo poseen un fugaz y azaroso oportunismo, que no populismo. Los que hacen de la ética y la lógica, una tosca lavativa matinal todos los días.

Sólo administradores y gestores, nada más. Los gurús e ideólogos deberían ser colgados por el cuello en las farolas de las grises ciudades.

Con las ideologías que hagan lo mismo que hacen con la ética y la lógica todos los días al despertar.

La democracia no debería haber existido jamás; pero la especie humana carece de la suficiente capacidad intelectual o instintiva para no depender de morder un pedazo de mierda a cambio de indignidad y preservar su desidia y comodidad de decadentes romanos clásicos sin clase.

Las democracias se han convertido en criaderos de dictadores, de palurdos e ignorantes psicópatas ambiciosos. La honestidad ha dado paso a la codicia desmedida en la misma medida que la sociedad ha degenerado.

Los líderes políticos de las democracias son perezosos y han descubierto con las redes sociales el engaño fácil a la población, influyendo en sus seguidores con alguna frase corta y graciosa con la que ganan grandes estercoleros de dinero sin dar un palo al agua. Tramando grandes imbecilidades como los traductores de españoles para españoles; el colmo del ridículo y el delito, de la decadencia, la vergüenza y la prostitución que una población absolutamente abducida por la imbecilidad no ve. Condenan a los niños a pasar encarcelados cinco años más en colegios e institutos para aprender todos los lenguajes y dialectos de la España corrupta, imbécil, ladrona y fascista que han “reeditado”, como gusta de decir hoy como si fuera un cultismo. Porque no se reedita nada, una dictadura instaura y crea más pobreza donde la había, y humilla nuevas dignidades todos los días.

En un país en el que se han creado feudos no sólo fascistas, sino de verdadero nazismo en el que cada Cacique Nazi Autonómico impone sus ritos, impuestos e idiomas sin piedad, extorsionando a la población que no ha tenido la menor oportunidad de nacer en un lugar decente.

Presidentes y ministros cocainómanos que por su privilegio tienen acceso fácil y gratuito a la farlopa, sus ojillos inquietos de comadreja los delata como su oratoria lenta, dificultosa, de bajo tono porque les falta la determinación que la farlopa devora.

Las democracias se han convertido en el gran fracaso y la forma más gansteril de totalitarismo. Una sistema de gobierno en el que cualquier palurdo provinciano con el suficiente dinero y firmas influyentes puede presidir una nación contratando a miles de “expertos” porque es incapaz de leer un solo documento con claridad. Y hacer de esa nación mierda ante la pasividad de una población decadente, degenerada y cobarde que se asusta de un resfriado hasta el punto de dejar su sustento vital en manos del narco dictador que ha votado y sigue sus mensajes en las redes sociales.

Las democracias están en manos de linajes viejos y endogámicos, corruptos.

Son el gran fracaso del inicio del siglo XXI y las que originan las nuevas guerras civiles e internacionales.

Aunque sean universos paralelos la casta política y la casta paria o trabajadora, ambas han ido degenerando de la mano en proporción directa: a más idiotas (la población), más ladrones (el Estado).

Y si un pueblo tiene el gobierno que se merece, el gobierno democrático, colosal en número de ministros, secretarios y funcionarios; tiene en la población el dinero que codicia y hará todo lo necesario para sangrarla con una mano y con la otra, meterse un tubo para aspirar sus rayas de farlopa en sus palacios de narco traficantes.



Iconoclasta

19 de septiembre de 2023

lp--Recuerda amarme--ic

Una nota que me acompaña desde que nací.

Porque nací en el mismo instante que supe de tu existencia.

Cuando ya había consumido demasiada vida.

La escribiste rápida con una sonrisa pícara en la cama y la pegaste en una página en blanco de mi cuaderno. Estabas desnuda y al reír tus pechos oscilaban hipnóticamente como el mar respira sus olas. Y te besé hasta el orgasmo.

Asistí al primer amanecer de mi vida a tu lado.

Aquella nota nunca se separó de mi cuaderno.

Y así, cuando soñando me alejo del mundo.

Cuando blasfemo por el mal lugar y tiempo en los que nací.

Cuando miro absorto la vida no humana del bosque.

Cuando duele algo en lo profundo de un hueso o bajo la negra piel sin sangre parece que corren hormigas.

Cuando cierro los ojos al placer e intimidad del silencio humano en mi elaborada soledad; abro el cuaderno y leo tu nota con tristeza porque no son tus labios acercándose sensuales a mi oído, los que susurran lo innecesario.

Estás en todas partes y en todas las edades del universo.

No es una nota, es un papel impregnado de la esencia de tu alma. Acaricio el relieve de tus palabras y siento que es tu piel cálida y vibrante, de una vida contagiosa.

Conservo como salvavidas tu breve y tierno pensamiento, grabado como hacían antiguos escolares, rasgando y arrancando cuidadosa y silenciosamente la esquina de una hoja de la libreta, para escribir una hermosa ingenuidad. Y entregarla con la mano rápida y secretamente en clase de historia.

Como renacuajos traficantes de amor.

Este posit es lo único palpable de ti, me ancla a la tierra donde tú estás. Un breve pensamiento como una sonrisa traviesa eternizada en mi cuaderno de locuras.

Podrías haber escrito “te odio” y seguiría sintiendo la suave y húmeda tristeza de no ser tu voz la que susurrara la confidencia.

Toda palabra que escribes está impregnada de ti como polvo de hada.

No podría olvidar amarte, cielo.

-----------------------

El hombre, inclinándose más hacia la rodilla donde apoyaba el cuaderno, repasó las letras del posit con el bolígrafo. Y cuando cerró la desgastada tapa de la enésima bitácora de la soledad, la guardó en la mochila como si fuera algo importante. Se levantó con cierta dificultad de la roca donde se había sentado muy cerca del río.

Y no había ilusión o emoción alguna en su mirada, nadie excepto él había escrito aquella vieja nota.

Salió al camino con el fracaso colgando de un hombro otra vez.

Con su solitaria mentira y el eterno fraude de sí mismo.

Tal vez, cuando encontraran su cadáver y alguien leyera esas dos palabras de la nota en su cuaderno, nadie pensaría que su vida había sido tan árida como él se sintió siempre de seco y vacío.



Iconoclasta


12 de diciembre de 2022

lp--Parábola del solitario y la diosa--ic


Adoraba mi soledad; pero desde que conocí su existencia acostumbro a renegar de ella.

Nunca pensé en la posibilidad de que fuera real. Debía tratarse de un ser mitológico para arrancarme de mi profunda sima de cultivada soledad.

Si aun así existiera, no llegaría a conocerla porque los solitarios provocan desconfianza y dan grima, nadie quisiera verse como yo.

Soy un apestado.

Cuanto más solo estás, más deseas estarlo. Y la distancia hacia cualquier ser se hace abismal.

Pero ya se sabe aquello de: cuando yo dije sí, mi caballo dijo no.

Apareció dando una patada a mi dimensión solitaria e hizo mi triste paz añicos.

Mi mente epatada ante la diosa, creyó oír: “Debes amarme”.

Yo dije: “Es cierto, ahora no puedo dejar de amarte”.

Fue fulminante.

Obedecí su mandamiento único con la solidez de mi pensamiento aislado de toda humanidad. Sentí que me lo había cincelado en el pecho con sus dedos divinos.

Pactamos con las lenguas enredadas un futuro incierto de encuentros y desesperos.

Di templanza a sus pezones endurecidos de deseo con dedos incrédulos.

Y besé la hostia entre sus muslos, la lamí hasta que profirió blasfemias.

Ella una diosa…

Me clavé a ella cayendo vertiginosamente en su esponjosa viscosidad. Sentía como su coño ardiente como un crisol fundía mi glande que goteaba un agresivo deseo. Y se desdibujaron los límites de las carnes; no supe cuál era la mía o la suya. Caí en su entrópica dimensión hasta correrme con un atávico grito de posesión.

Era ella la que me poseía…

El amor de la diosa es inescrutable, y yo me creí fuerte para afrontar una tragedia de amor.

Dejé de sentir la soledad como amiga y don. Tornose una cruz astillada en mis hombros.

¡Oh mortificación!

Y díjome: “Debes esperarme”.

La esperaba con ansiedad animal frotándome la piel helada de soledad. Esperando otra oportunidad para fundirme de nuevo en ella; pero el tiempo de la divinidad aplasta y deja en el limbo al amante mortal.

La cruz astillada empezó a pudrirme las venas, el caballo no conseguía aplacar la ansiedad ni la desproporcionada presión de la columna de soledad que caía sobre mí con implacable asfixia.

El infierno acortó la distancia hasta mí comiéndose el rojo de mi sangre velozmente. Y por más jacos que chutara en vena, no conseguía dejarlo atrás.

Hoy he pinchado la vena y ha dolido como nunca. He sentido con un chirrido de dientes la aguja raspar el hueso. La sangre ha salido blanca, el infierno me ha alcanzado.

Fue un error obedecer el mandamiento de la diosa.

¡No!

Fue un error nacer…

Soy la enseñanza del fracaso.




Iconoclasta


24 de agosto de 2022

Un mierda con una pluma

Tengo la impresión de que escribo mi pensamiento incansablemente. Buscando la versión más digna de mí, o la más piadosa.

No lo consigo, siempre escribo algo que me causa repulsa y hastío de mí mismo.

Quisiera ser un buen tipo, parecer interesante, destacar por encima de la mezquindad; pero apenas he escrito la primera frase, no puedo imaginar otra cosa que a un mierda escribiendo con la pluma.

Si tuviera lágrimas me gustaría derramarlas y consolar mi rostro agriado.

La cuestión es que estoy seco como un árbol muerto.

Y que las lágrimas, un día se vertieron todas a un tiempo y me sequé.

El llanto seco es el más indigno y el que más daña los ojos. El que me hacer parecer un hipócrita y me deja así, desnudo ante el planeta mostrando mi inmundicia interior.

Por eso elevo el rostro al cielo cuando llueve, para recordar cómo es llorar y esconder lo que soy.

Para que la tinta que describe con precisión mi naturaleza, se emborrone y ni yo mismo me comprenda.

Un día me propuse que las palabras hirieran y dolieran.

Y lo hice.

Lo hice bien.

Y se me encogen los huevos avergonzado cuando me reflejo en este espejo de papel sin brillo, sucio de mí.

Nunca le pregunté a madre si mi nacimiento fue especialmente doloroso para ella, temía que dijera que fue un infierno.

Ya tengo mis certezas, no necesito las pruebas de nadie para afirmar rotundamente lo que soy.

La mierda que soy.

Soy bueno engañándome también.

Y aún no así, no puedo evitar escribir que un día follé por pura animalidad, sin un solo ápice de cariño. La tenía dura, el glande empapado. Se la tenía que meter. Luego aquel coño salvaje que resultó tener cabeza y un rostro, me besó tiernamente en los labios pensando que fue un bello y romántico impulso. No me acuerdo de su nombre, si alguna vez lo supe.

Algo falla en mí que no puedo borrar los capítulos más sórdidos de mi vida.

Ni dejar de trazarlos.

No los puedo disfrazar de drama, de existencialismo.

Soy un mierda.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

30 de julio de 2022

La tierra prometida


La única tierra prometida es la que ella pisa.

La que amo, la que añoro, la que necesito, la que quiero abrazar, la que me la pone dura, la que quiero follar, poseer, amamantar, con la que quiero empezar y acabar el día. La que quiero solo besar…

Una grandiosidad de alma y coño…

Y yo un poco cosa, un paria de la tierra demasiado alejado de todo. Infinitamente lejano de lo que amo.

Un nómada en el planeta buscando sus huellas.

Con el corazón partido en dos, una mitad roja y brillante que corre miles de kilómetros por delante de mí, hacia la diosa.

Y la otra negra, como podrida, que envía con golpes dolorosos la sangre a las venas que parecen reventar de un cansancio, de un hastío, de una eterna puta suerte que no cambia. Y aun así, me mantiene mierdosamente vivo enviando sangre a mi polla amoratada. Una sangre que parece coagularse y hacer del rabo una maza mórbida, obscena, de violenta penetración ávida y feroz.

Me gustaría que fuera más gorda, más larga; pero nada es perfecto.

Tengo que trabajar este problema, algo cosmético antes de violar a mi diosa si eso ocurriera.

“Oye viento, dile a la diosa que llego. No sé dónde estoy, pero voy”.

Deliro por el camino creando esperanzas en el Páramo de la Desesperanza. Esperanzas de magnitudes tan grandes como el amor desesperado que me lleva a desintegrarme, a erosionarme en mi camino hacia ella. Esperanzas colosales que no me caben en el pensamiento y se marchitan. Dejo un rastro de alegrías muertas tras de mí.

También imagino mis dedos extendiendo pequeñas ternuras por su piel, y siento unas repentinas ganas de llorar...

Le vendo la parte sucia de mi alma al diablo que la desea. Ha emergido de un espejismo de gas que flota sobre la tierra quemada por el sol.

“Te la cambio por unos miles de kilómetros y de años que me acerques a ella.”.

Se ríe y me dice “Vale”. Sabe que no tardaré en morir y tendrá mi alma entera sin nada a cambio. Bueno, no puedo hacer gran cosa contra ello.

Solo espero que cuando llegue a ella no muera, sería una broma de mal gusto. Que me dé tiempo a mentirle jurándole que estaré con ella toda la vida.

Porque sé que he gastado ya toda mi eternidad en fracasos; como el astronauta que sale al espacio y solo ve muerte. Tanto afán, tanta ilusión alimentando sensaciones y fantasías, para acabar flotando en toda esa letalidad aséptica. Lo único que escucha es su respiración y se deprime. El universo no hace ruido, solo es un inmenso vertedero de piedras que no permite el más mínimo jadeo de vida.

Al menos los cementerios tienen la gracia de los epitafios.

Sin embargo, el espacio que ocupa mi diosa de pezones lamibles y plenos de vida, es la máxima expresión de lo carnal en un mundo de ángeles asexuados.

Tiene suerte de que no es un planeta, porque no podría evitar estrellarme contra ella, su atracción es como la de un agujero negro. Y me pregunto si su coño me absorberá y sacará de aquí. Me lo pregunto con un hálito de esperanza dándole la espalda al diablo que aún sonríe astuto detrás de mí, esperando que muera.

El sol incide con una hiriente verticalidad sobre mi cabeza y crea entropía en mis neuronas ardiendo. Me encuentro calculando la órbita de aproximación de mis dedos entre lo más íntimo de sus muslos. Y mientras me acerco en elipses cada vez más pequeñas, le rezo que la amo.

Y flotan blancas lágrimas en el espacio que se congelan con un dolor en mis cojones.

El sol me evapora la razón en este páramo sin horizonte y antes de olvidar quien soy, lanzo un beso a mi amor, que corre a la velocidad de la luz antes de que el sol también lo evapore.

Yo camino con determinación; pero el diablo, dale que te pego, me susurra: Muérete ya. No te quiere, no te quiere, no te quiere…

Qué tentador es el hijo puta…

Te quiero cielo, voy a ti, dame unos minutos.

Y con una carcajada vomito todos los dolores añejos y rancios, son de carne podrida.

Es un peso que me quito de encima y el diablo los devora con glotonería.

Es hora de dormir, mañana será otro día.

“Sí, mañana. Duerme”, dice el Astuto en mi oído.

Bendita sea la horizontalidad de la muerte.




Iconoclasta

27 de enero de 2022

Verso inconexo


Soy el verso inverso

que rima lo que no sintió

y esconde lo que no fue.

Soy un verso inmerso

en un frustrado universo

el eructo de un festín inapetente.


Se puede escribir del orgullo de ser,

la vanidad de lo logrado.

Del sudor bien empleado.

Del tiempo acelerado.

O se puede esconder lo que hice,

lo que no supe, lo que no pude.


O se puede no escribir y dejar que la presión provoque un aneurisma cerebral y morir.

No soy orgulloso, soy un fracasado y si no escribo, no existo.

Seguiré escondiendo mi fracaso con cierta malicia, porque de morir no me libro.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de junio de 2021

Las más tristes películas


Veo películas de ciencia ficción e inevitablemente sueño con viajar al pasado y reparar el error del tiempo y el espacio que se cometió conmigo. Imagino vívidamente lo que haría para conseguir nacer allá donde tú lo harás unos años más adelante y así, encontrarnos sin perder tiempo y vida con otros amores que de nada han servido.

Mis sueños de ciencia ficción giran siempre en torno a esa galaxia inalcanzable que eres tú, cielo.

A veces mis sueños salen mal y soy un astronauta que ha debido abandonar su nave rota y flota en el espacio esperando que se agote el aire de su traje, con la mirada clavada en la lejana galaxia a la que ya no podré llegar.

No podré llegar a ti y moriré asfixiado y fracasado aquí en la nada, lejos de ti.

En otros sueños sobrevivo al viaje y cuando alcanzo tu galaxia todo es luz, esa cegadora luz de tus grandes ojos que me fascinan, la gruta carnal que forman tus labios para que bese la entrada. La increíble calidez que preciso después de tanto tiempo viajando por el gélido espacio, está toda en tu piel.

Y después de eso, despierto y no estás. Quisiera arrancarme los ojos.

La realidad fue todo un error, amor.

Ahora solo queda engañar a la vida luciendo una sonrisa que es puro quebranto, por mantener la más mínima dignidad ante la frustración de una vida sin ti.

Pienso en bebés muertos, no fui uno de ellos; pero nací en un espacio triste y deformado sin ti. Sin posibilidad alguna de reparar un daño que no cometí.

Los bebés muertos no sufren, solo viajan congelados como asteroides alrededor de estériles astros, con los ojos muy abiertos, como cuentas de cristal translúcido. Yo que sobreviví, no quiero nada de lo que hay en este mundo, ni siquiera la alegría; sino lo que está desesperadamente lejos de mí. Lejos en el tiempo y sus circunstancias.

Tan lejos de ti…

Mis películas de ciencia ficción son las más tristes que se han hecho jamás. 



 

Iconoclasta

26 de junio de 2015

Bailando


Qué difícil es llegar a ocupar el día en las cosas que te gustan.
En instantes relajados, libres y solitarios cuando deben serlo.
Hay que pagar un precio: oírse uno mismo. Y no siempre hay valor para ello, porque no podemos creernos nuestras propias mentiras. Nos mostramos a nosotros mismos sin ninguna piedad.
No he conocido a nadie que se muestre a sí mismo. No he conocido humanos valientes. Solo humanos que hablan y hablan y hablan...
A veces he besado labios ardientes y temblorosos. He empujado el placer entre muslos preciosos y vientres convulsos. Pechos erizados y anhelantes de una baba cuasi feroz.
Y ha estado bien, no hay queja.
Hay momentos que apetece bailar. No soy sufí, pero podría entender a los derviches giratorios.
No busco acercarme a Dios, no busco acercarme ni a mí mismo. A veces me muevo descoordinadamente al son de una música para salir, para ser expulsado fuera de mi propia órbita y aparecer en el espacio.
La fuerza centrífuga es precisamente la que eludo. Soy más de la centrípeta, no es por gusto.
Es necesidad.
Solo pretendo alejarme de aquí, del fracaso. Fracaso no es la opinión de nadie, se alcanza el fracaso solo cuando lo reconoces, cuando lloras y sientes la intensa necesidad de abandonarte a un ritmo que te obligue a olvidar  tu existencia por unos segundos.
Lo que dure un vómito.
Cambiar de lugar.
Cambiar de piel.
Cambiar de sangre.
O vaciarse.
Suena el telégrafo inicial de Radioactivity de Kraftwerk. Y siento que es una llamada de socorro que me recorre todas las fibras nerviosas. Y mi cabeza se mueve al ritmo de las pulsaciones en un sí repetitivo que es más epilepsia que danza.
Doy una vuelta completa y la sangre que brota por los cortes del pecho, del cuello, de los antebrazos y los muslos, crea salpicaduras  en muebles y en paredes; pero no es trágico, solo es pop.
Trágica es la vida. Trágico es estar aquí, reconocerse fracasado. Cuando no has conseguido alejarte de la miseria, la miseria te fagocita. Es un acose y derribo que puede durar toda la vida o hasta que uno se cansa.
Alzo los brazos y la sangre baja hasta mis axilas y de ahí recorre el torso por las costillas.
Es fácil restañar las heridas, pero es más fácil bailar o agitarse, la sangre es un buen elemento decorativo.
No son cortes dolorosos, son cortes grandes y con buen caballo el dolor es un dimensión extraña y lejana. La heroína, es mi heroína. Son tajos que no han tocado un tendón, pero hay tantos que la sangre no sabe por donde salir más deprisa.
No sabe cual será el próximo paso de baile. O de descontrol, las cosas hay que llamarlas de alguna forma para entenderse. Ser preciso es una habilidad que pierde importancia cada día más en un mundo impreciso.
El equipo HIFI parece la tabla de un carnicero, no parece metal cromado su carcasa. Es un gran trozo de res sangrante. Se ha transformado en algo orgánico.
Cada convulsión me reafirma en que por una vez, lo que hago está bien. Me lleva donde quiero y la muerte se contorsiona conmigo. Va vestida como yo, tiene el color de mis ojos, es hombre. Soy yo mismo, no hay sorpresa y bailo frente a ella, porque es la única que sonríe con franqueza y un punto triste que me conmueve.
La navaja luce ensangrentada en el suelo, parece herida de tanta sangre que la cubre, la he pisado y la punta se ha clavado en la planta del pie y ahora el suelo se convierte en una mancha roja de Rorscharch sin más significado que mi propia muerte.
La música sigue su cadencioso ritmo apocalíptico  y la sangre me baña el cuerpo. Siento algo de frío, algo de mareo. Y una esperanzadora irrealidad.
La jeringuilla está descorazonadoramente vacía, me apetece otro jaco. No hay tiempo.
Y salgo de mí como un derviche blanco con el faldón girando veloz y ensangrentado. Ensangrentado yo, ensangrentado lo que me rodea. Soy una mancha entre manchas.
Soy consecuencia, ya no actúo, ya no provoco, no creo. Solo soy un resultado.
Era necesario, cuando todo lo que haces te deja en el mismo lugar, es que algo huele a podrido en Dinamarca y es mejor salir por la puerta de emergencia antes de enloquecer o perder el valor.
El paquete de tabaco parece el de las películas que toman los dedos de los soldados después de hurgarse la herida por donde salen las vísceras.
No es solo el color, la sangre tiene un brillo y una textura inconfundibles. Y no hay nada tan cálido como ella aunque esté frío. Pareciera que vive fuera o dentro de las venas. Que cuando se derrama, se hace cuerpo sólido, parece crecer.
La sangre es un monstruo que busca salir para expandirse.
Quiere salir porque está harta de fracasos, de días de insoportables monotonías. De un trabajo que se repite día a día, el viaje en el metro es la primera fractura de la mente. 
Se niega estar ahí, en un vagón, con todos los demás. Es un insulto, una afrenta a ser libre, a ser especial, a ser único.
Es la canallada más baja que podrían haberme hecho.
Es agónico convivir con quien no quieres. Un error no debería pagarse tanto tiempo, hay gente que vive con sus errores como muestras de orgullo, yo prefiero mi vergüenza a su indignidad, aunque me joda. Hociquean como cerdos entre su propia basura pensando que son excelsos.
Si no puedes matarlos a todos, huye de ellos, dice mi sabiduría.
Son demasiados, no puedo matar a tantos, no tengo tiempo. Aunque naciera mil veces, no podía eliminar ni una milésima parte todas las vidas basura que hay.
Soy el fracaso de los dioses o los seres extraterrestres que crearon semejante mierda que es la humanidad.
Si no estás contento vete.
Eso hago, coño.
Y te metes tus sentencias en el culo.
El suelo es una gelatina resbaladiza, caigo y me río aunque me he golpeado una ceja y ahora mana abundante sangre por mi rostro.
Prácticamente estoy llorando sangre.
Y me río cuando los altavoces repiten cadenciosamente: Raa-diooo-acti-vityyyyy.
El gato maúlla con miedo, me alza la patita, su pelaje blanco está salpicado de sangre. Y constantemente se está limpiando.
Perdona que te deje solo, amigo. Cómo lo siento.
Levanto una pierna y doy un giro torpe, ebrio, sobre el otro pie creando un círculo imperfecto de sangre, aunque podría ser perfecto, pero la sangre con la sangre se confunde, es difícil distinguirlo.
Normalmente no hago las cosas bien, desconfío de mí mismo.
Vomito, porque estoy realmente mareado.
El cigarrillo se apaga en un charco de sangre y parece que deja ir su alma con una voluta de humo rápida. Casi fulgurante, como si tuviera prisa en dejar este lugar.
 El gato se ha levantado sobre sus cuartos traseros y con las dos patitas delanteras parece llamarme, es una monada...
Los derviches no vomitan, seguro que no lo hacen bien. Deberías vomitar cuando trasciendes, es como un escape de la atmósfera a un millón de G.
Ya me encuentro en otro lugar. El rojo no es sangre, es solo color, decoración.
Está vacío, sigo bailando, pero sin música, hasta mi respiración ha perdido acústica.
Y el rojo se convierte en blanco y al blanco se lo come una viñeta negra.








Iconoclasta

10 de junio de 2015

El fracaso


Llegamos a lo más profundo que pudimos, nos amamos hasta el dolor y la euforia de las ilusiones que prometíamos tatuar en la piel; pero el planeta no tiene simas ni alturas tan profundas y altas para contener tanto amor.

Falta espacio, falta tiempo.

Se hizo pequeño el volumen del mundo y nuestro gigantesco y gran amor nos asfixiaba.

Todo está previsto y calculado, mi amor que agoniza.

Hay un límite para tanto deseo y pasión, todo lo sobrante es triturado.

Somos dos corazones rechazados por un trasplante apresurado, porque amar es premura.

Y el tiempo nos come, y por ello, la impaciencia y la frustración.

La razón es infecta.

Es pus.

Hemos fracasado, hemos perdido contra el mundo.

Los sueños temblaron hasta hacerse borrosos y se convirtieron en absolutas imposibilidades.

No nos engañamos, a duras penas amada mía.

Nos ilusionamos, es lo que debíamos hacer, no había otra opción.

La batalla contra el tiempo y el espacio que hay entre nuestros pulmones fue intensa y resquebrajó los muros del amor con cañonazos de demoledora realidad.

Todo el tiempo del planeta, todo su volumen, nos aplastó. Se ensañó con nosotros.

Fue insuficiente nuestro esfuerzo.

Y fracasamos.

Llegó la hora de reconocer la derrota con una venda en el pecho, porque los corazones, quieras o no, sangran. Y esa sangre se derrama en el alma formando coágulos.

Y los recuerdos se hacen cenizas sin haber sido llamas.

Réquiem por un sueño suena en el reproductor de música con la suficiente melancolía e intensidad necesarias para sumergirse en la suma pena de la derrota y en penumbra.

Declaro mi rendición en la oscuridad con tinta roja y la total precisión que da el dolor del fracaso.

Los dioses hemos sido derrotados, no habrán más oportunidades.

No éramos dioses, era nuestra ilusión de amantes, solo era soñar, no podía hacer daño a nadie; pero se han excedido con su armamento y fuerza, como si fuéramos seres imbatibles.

Hemos fracasado, y cada uno tomaremos nuestro camino hacia otra batalla contra la razón.

Cuando el fracaso asfixia debe ser reconocido, toca retirada, porque la vida es efímera y los sueños rotos jamás se recompondrán.

Hay que vivir para amar y amar para hacer viable la vida.

Cada cual buscaremos nuevos campos de batalla, debe existir otra guerra donde podamos bombardear la razón y la praxis hasta sus cimientos.

Olvidémonos que un día nos amamos, no guardemos recuerdos que traicionarían nuestra próxima pasión, te deseo suerte, hermosa compañera de trinchera.

Hay que seguir, hay que ganar antes de morir, o muriendo.

Prometo olvidarte y juro que una vez te amé.

Me diluyo entre tus recuerdos, lo veo en tus ojos.

Adiós, quien quiera que un día fuiste. 




Iconoclasta

29 de abril de 2015

Niños malos, tintas indecentes


Los niños malos no van al cielo, ni los que no se integran, o los que leen solos, o los que ven en las letras más turbias lo que les gustaría sentir.
Esos niños tampoco van al infierno.
Ni siquiera hay un purgatorio habilitado para ellos.
Están condenados a mirar dentro, en su alma. Y ver lo que son, posiblemente lo que serán y lo peor: lo que no serán.
No serán de aquí, de este tiempo o este lugar y se clavarán un plumín en la piel para escribir de mundos mejores o peores, pero de una vívida intensidad.
Anotamos fracasos, frustraciones, errores nuestros y ajenos que nos joden también. El balance del inventario es de puta pena; pero si lo escribimos en un orden adecuado y crispando los dedos por dolores pasados y los que han de llegar, alardeando de las más altas cimas de la frustración, es fácil  convertir la vida en el infierno que no tenemos.
Porque el cielo, no es algo sugerente cuando te das cuenta de que allí no hay nadie que amaste y murió. Ni los amores muertos, porque los amores muertos se deberían transformar, es lo que ocurre con la energía.
Deben estar todos en el infierno, un enorme crematorio que hace arder la sangre en las sienes.
Hacer la vida interesante... De los intereses se encargan los bancos, mejor que sea dolorosa y el morir se convierta en descanso.
Dejamos de ser niños entre muertes dolorosas y muertes indiferentes.
Y la indiferencia se convierte en angustia de palabras que no se mencionan porque deprimen y dan miedo; a ellos, los otros.
Lo niños buenos sonríen y esperan follar ebrios con la más guapas niñas de la clase.
Asistimos a muertes siendo jóvenes, pero no fue suficiente expiación. Tenemos que seguir soportando la mediocridad y violar lo legal y lo sagrado. Y desgarrar y pervertir cuantas inocencias podamos.
Los condenados solo piensan que esto es una mierda, que los idiotas están bendecidos por otro idiota sagrado, más alto, más grande. No sé...
Hemos crecido picoteando carroña, verdades sangrantes que palpitan con las vísceras desparramadas en cunetas de carreteras tan transitadas, que confunden a la muerte y se lleva a quien no debe.
Así que clavo el plumín en las pocas venas sanas que me quedan, he querido conservar el pene íntegro, pero no va a ser posible.
Ninguna puta se lo querrá llevar a la boca, yo no lo haría... No hay romanticismo, ni siquiera en el dinero que siempre lo tuvo para los buenos, para ellos, los otros.
Cuando llegas al límite de la insania la prostitución reniega de ti.
Tal vez el día que podamos compartir y sentir la alegría de otros seres, seamos integrados.
Bajo el pantalón, como quien se va a inyectar insulina, tiro del elástico del calzón para liberar el pene y clavo el plumín en la vena más gruesa, la que da impulso a una pervertida erección.
Y la tinta es negra.
No me extraña, pero es sorprendente...
Prefiero la condena, no me apetece ser perdonado, no quiero vulgaridades.
Sangre roja y sonrisas de esperanza.... No jodas...
Ya es tarde, siempre lo fue.
Me quedo con la negra sangre de mi polla, con las palabras que hacen girar el rostro a ellos, los otros.






Iconoclasta

17 de septiembre de 2014

Personal e intransferible


El amor debería ser personal e intransferible, debería tener la propiedad conmutativa solo entre los amantes. Todo lo demás es injerencia e intromisión.
Es una lente que deforma lo real para hacerlo ideal, no hay nada de malo en ello; al contrario, es hermoso que alguien te convierta de la vulgaridad a un ser especial.
Lo malo del amor es que es una dulce e hipnótica trampa y cuando falta lo que amas, la vida pone las cosas en su sitio. Y tu sitio es el rincón polvoriento frente a un televisor apagado. Con la gloria erecta entre las piernas que se ha convertido en un monumental tótem al vacío.
Hubo una lente que lo hizo grande. Demasiado.
No es monumental, es solo sórdido.
Y cuando falta lo amado, es vergüenza.
Cuando fallan las propiedades del amor y dejas de ser personal e intransferible, te conviertes en una patética caricatura de lo que un día te hicieron creer ser. La realidad te empuja a la cuneta del camino, tomas tu tótem, tus ilusiones y tus vanidades y desapareces devorado por el espejismo que crea un implacable sol en el horizonte.
Dejas de ser valioso, dejas de ser especial y vuelves a la mediocridad con el peso de la vida cargando en los hombros, un reo condenado a trabajos forzados.
Personal e intransferible se convierte la penumbra que buscas para ocultar la vergüenza.
Personales e intransferibles son las ternuras, los deseos, los reproches y el ridículo que los recuerdos esconden. Y sigue habiendo belleza ahí, es lo malo, es lo tortuoso.
Piensas en los que ahora son los personales e intransferibles, los que ocupan y compiten por el trono...
El universo es cambiante. ¿Cómo no lo iba a ser el amor?
Pecaste de inocencia, dejaste un resquicio demasiado grande a los sueños. No es arrepentimiento,  volverás a caer en ello. Solo una decepción, otra más para el álbum.
Tal vez algún día vuelvas a ser personal e intransferible, pero no te fíes, el tiempo pasa y la gente muere. Y tú mueres más rápido que nadie, es tu propiedad. No eres personal e intransferible, solo eres mortal.
Sigues amando lo que creíste ser exclusivo tuyo, no hay porque dejar de hacerlo, no es necesario si solo lo piensas y lo sueñas.
¡Shhh, calla! Solo piensa...
Eso no hace daño más que a ti mismo. Nadie te reprochará nada si no te oyen.
La falla generalizada de las propiedades del amor se convierte en una penitencia, un cilicio que hace llagas en la piel que cubre las costillas y agrieta el prepucio cuando las manos sucias de polvo y sílex masturban con tormento.
Tal vez la exclusividad vuelva algún día a hacerte especial, tal vez...
Eres tenaz a pesar de tus culpas.
Los errores no se tienen en cuenta, forman parte de la realidad, eres falible, eres en ti mismo un error de tus padres. Fallos en la genética, en el pensamiento...
Volverán las equivocaciones y confusiones y serás culpable y responsable de nuevo, es un ciclo finito, la muerte lo acaba todo. Eres lo suficientemente maduro y has sido suficientemente castigado para saber que fallarás de nuevo. Eres tan falible como el amor.
Follarás de nuevo...
Es una suerte que sea un ciclo finito.
Muerte rima con suerte, es una ironía macabra.
Personal e intransferible, con toda certeza, es la parca, nadie puede sentir la muerte como uno mismo, nadie puede sentir tanto dolor y miedo como el que muere. Cuando sientes que la vida se escapa de los pulmones, el corazón se hace cada vez más lento, la sangre deja de correr... No hay muerte dulce.
Nadie te acompaña ahí, ni el amor ni lo amado.
Personal e intransferible... Solo a veces.








Iconoclasta

28 de julio de 2014

No me gustaría...

No me gustaría tener amigos porque tendría muchos errores que confesar en deprimentes charlas. O debería mantener un incómodo silencio respecto a mí.
No me gustaría tener hijos porque no me gusta ser indigno, hay cosas mejores que ser.
Solo me gustaría tener padres vivos y preguntarles qué hicieron mal conmigo, dijéramos que quiero saberlo. Porque el resto del planeta se lo pasa bomba.
Solo es curiosidad.
Les diría que he soñado que dormía con un tubo de gas en la boca en lugar de un marlboro.
Y que duermo en un incómodo colchón de ilusiones rotas, de esfuerzos que no sirvieron de nada, y de enfermedades por las que no valió la pena esforzarse en sanar. De trabajos mediocres y de gente con trabajos y sueldos magníficos.
Que algo salió mal porque no hay un equilibrio entre satisfacciones y males, casi todo son males.
Les diría que veo el mundo a través de un cristal roto y que mi vista está un poco cansada.
Llevo gafas, coño.
Algo tienen que ver los padres con los hijos.
Yo no quiero tener hijos por eso, los querría demasiado para darles algo de mí.
Pudiera ser que padre y madre lo hicieron bien conmigo, todo lo bien que pudieron para un cerebro tan mermado como el mío.
Tampoco me gustaría tener padres vivos, porque la verdad no sería agradable.
Entonces tiene sentido el gas en mis pulmones.
Algo salió muy mal conmigo.
Me gusta la soledad porque mantiene claro en mi mente lo que no quiero.
Y sueño que todo se deshace, va hacia atrás. Da vergüenza todo eso... No jodas.
Si no estuviera solo debería haber avisado que al  entrar en casa no encendieran las luces.
No hay nadie en la casa, solo el gas y yo.
Ningún ser vivo más que lo que era yo.
Al menos no es un error...
A veces tengo suerte y acierto con lo que quiero, aunque fueron tan pocas veces...









Iconoclasta

23 de enero de 2013

El hongo




En algún momento durante su formación en el útero, una espora corrupta del hongo de la vida se introdujo en su organismo a través del cordón umbilical y anidó en su cerebro parasitándolo.
No vivo, estoy parasitado por un hongo putrefacto, repugnante y voraz que deja esporas por todo mi cuerpo. Se llama vida y su nombre científico es Viventes fungus.
Los hongos habitan en lo oscuro y en lo podrido. Tal vez me formé podrido…
Tal vez sea mi parásito, yo mismo.
Se formó en el vientre materno, fue parido y luego creció con la temible conciencia de que su vida iba a ser excesivamente larga. La sintomatología era la de una alergia al planeta y a la humanidad.
La comezón en mis orejas es tan mortificante que la aguja con la que rasco allá dentro, me hace cada día más sordo a los humanos. La esporas que despide mi hongo atraen cucarachas y moscas que dejan sus huevos en mis tímpanos, produciendo fiebre en mis ojos que lo ven todo teñido de negro y rojo.
A pesar de todo, creció para aprender a identificar con certeras palabras la porquería que sus ojos observaban y le rodeaba. Era como si tuviera que convivir con un loco y un cuerdo dentro de un mismo cráneo, y la conciencia de su vida podrida, la auténtica verdad de su existencia, estaba presente en cada segundo de su tiempo.
No se entiende bien a estas alturas de su madurez, si el cerebro es el parasitado o su hongo es el pensamiento humano. Tal vez inhumano.
El hongo putrefacto se ha hecho cada día más grande y cuanto más espacio ocupa, más mina mi humor y esperanzas. La vida, ese hongo repugnante, sabe agredirme una y otra vez.
Rompe mi sonrisa y cualquier afecto.
Cuando hace daño, lo duplica con la siguiente acción. Si me encuentro tendido en el suelo, el hongo encuentra a alguien o algo que me aplaste con más fuerza. Soy perseguido y acosado por ese puto parásito que soy yo mismo.
Es difícil de explicar.
Es imposible.
Es inútil…
Se convirtió en un ser desarraigado de todo lo natural y lo humano. Se hizo cínico. Cualquier cosa animada o inanimada que le provocara una emoción, se hacía indecentemente larga en el tiempo hastiándolo. Estar en el mundo era ser prisionero.
Se convirtió en un psicópata que odiaba la vida.
Grito y conjuro la muerte de mis hijos con una ira desbocada. Escupo sangre deseando la muerte, el genocidio y la destrucción. Soy más malo que ese repugnante Viventes fungus.
He madurado y adquirido mi plenitud, mi pleno desarrollo mental. Soy más sabio que nadie.
Me han despedido del trabajo, no me quiere mi esposa, ni mis hijos.
Si no amo mi vida, no amo la de nadie. No importa que me rechacen porque lo rechazo todo por sistema.
Estoy desbocado. Mis hijos se pudrirán como yo y no importa. No conocen el maldito hongo. Bendita inocencia…
Bastante asqueado estoy de la vida para atender la de otros.
Mi esposa vomitó cuando vio mi pútrido semen en su pubis.
Mis hijos sienten asco de mi aliento.
¿Fue una especie de puta mi madre? ¿Por qué me transmitió ese ponzoñoso hongo de mierda? La odio con toda mi alma aunque esté muerta.
El hongo apenas tarda unos segundos en provocar la mala suerte e infectar la médula de los huesos, el ánimo y la cordura de la víctima. Sus testículos están endurecidos por tumores y sus masturbaciones son sórdidas y dolorosas. Se hace pajas para aliviar la presión de ese semen verde que le duele. Está solo, alejado de todo en un apartamento vacío, sin muebles. Con las paredes cubiertas de un terciopelo negro y viscoso. De hongos de la vida corrupta que su piel suda y contagia.
Soy tan malo como esa seta que me pudre y que lanza sus raíces de estiércol por mi médula espinal. Siento el sabor a mierda en mi boca cada día, cada hora, cada minuto…
Cuando más tranquilos deberían estar los humanos, ante la madurez mental, él se sentía más asqueado de sus conocimientos y de la vida. Reprochaba a su propia existencia su esclavitud eterna en el planeta. El hongo y su pensamiento eran simbiosis pura.
Pero yo sé hacerme más daño y dañar más que él. Puta vida de mierda… Acabaré contigo aunque me joda yo. Nada puede calmar mi ira y mi locura cuando soy agredido por el hongo de mierda. He llegado al límite de la paciencia.
Vida cerda.
Morir es acabar con él. Fumo puros habanos hasta ahogarme, hasta espesar la sangre tanto, que el corazón es incapaz de bombear. Los dedos de los pies se pudren y con ellos la vida: ese hongo asqueroso que me poliniza de miseria y repugnancia.
Me gusta especialmente la parte del puro habano, me gustan los buenos cigarros. Y que me la chupen también, aunque el precio de que un humano esté tan cerca de mí, hace mierda mi erección.
Las paredes hablan. Son colegas del hongo, su universo es un manto de musgo negro y viscoso. Negros muros como sus uñas y la carne de todos sus dedos a los que ya no llega sangre roja.
Todo está mal y a mi familia se le escapa una sonrisa alegre al saberse a salvo de mí. De mi hongo.
—Deberías saber que ellos no están contagiados, solo tú tienes ese hongo, nadie más lo tiene. Tendrás mala suerte y mala vida hasta el fin de tus días. Nadie compartirá la mierda contigo.
—No seas locuaz —le respondo a la pared.
Es genético, es mierda que me pudre con sus raíces extendiéndose  y rompiendo mi ADN y la ilusión. Coloniza el cerebro y la carne.
Y los huesos, amén.
No está registrado el hongo en ningún libro, en ningún ensayo. No hay fungicidas, no hay cura ni tiempo para hallarla. De hecho, solo uno de cada cien generaciones, nace infectado por el hongo de la vida: Viventes fungus.
Es larga la existencia cuando ese hongo asqueroso coloniza la médula de mis huesos, mi bienestar, mi dinero, mi amor…
Lo corrompe todo.
Y yo me hago más daño si puedo, no bajo la cabeza ante nada ni nadie. A costa de mi vida, a costa de todo…
No tengo miedo, solo es asco por la vida, por el hongo repugnante que lanza sus esporas venenosas sobre mi piel y las vísceras. Por dentro y muy adentro.
Vive en lo lóbrego y húmedo de mi cerebro, y es descomposición.
Vivo esperando lo peor, lo que como es para la vida de mierda, para alimentar ese hongo. Todo se lo lleva él: los nutrientes y mi sonrisa.
Cómo lo odio. Es el hongo del hastío, la monotonía y lo gris. El hongo del esfuerzo y la pobreza, la esclavitud y el cáncer.
Odio la luz que ilumina los ojos de los que ríen y odio su organismo libre de parásitos.
El hongo provoca una melancólica envidia, de una forma inevitable. E induce al fracaso y la desesperanza constantemente.
La vida, el triunfo de los demás, es la prueba continua de mi fracaso.
Les infectaría metiéndoles en la boca mi pene lleno de esporas y raíces de pesimismo y fracaso. De malas suertes y lesiones.
De pobreza y necesidad.
Cuando la vida te parasita, no puede haber tratamiento ni amputación, la única salida es el suicidio; pero requiere un valor que se adquiere con el constante sufrimiento y hastío. Y eso llega con la madurez.
He rociado las paredes con cloro y el hongo se ha desprendido convirtiéndose en líquido negro. Mi cigarro se ha apagado entre los dedos y ya no me parece repugante ni difícil beber lejía, esa mierdosa seta me ha provocado tanto dolor y hastío que nada puede ser peor.
Y quiero sufrir para que sufra el hongo también.
Ojalá no exista nada tras la muerte, porque seguro que me esperaría otra pijosa seta.
Brindo con cloro por la muerte de la humanidad.
Maldita sea mi suerte…
Hay quien se pregunta si es posible que la miseria llene tanto la vida de una persona durante tanto tiempo. Tal vez, piensan algunos, que es dejadez.
Tal vez el hongo esté en sus uñas. Tal vez creciendo en sus hijos. Es igual, aunque comieran mierda, el hongo de la imbecilidad, el que infecta a toda la humanidad, les haría ver que comen caviar.


 

 

Iconoclasta