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20 de abril de 2023

lp--Un amor expreso y amargo--ic


Hay un tipo de amor comprimido a gran presión por la distancia, el tiempo y la imposibilidad. Cuando uno de estos factores falla se abre una pequeña brecha en el velo íntimo de los amantes por la que escapa una mínima gota que se hace torrente en un instante. Una riada de urgente amor que los arrolla.

Se arrollan ellos mismos con una violenta y caudalosa pasión.

Pareciera que una cafetera exprés de amor empezara a llenar una taza.

Un expreso corto, muy corto…

Y una vez ha iniciado el ciclo no se puede detener el escape de pasión acumulada, presurizada durante meses y años y secreta; hasta que el chorro se detiene.

Un amor a presión, una hermosa tragedia…

La crema del café se forma con los besos y “te amos”. Y la sonrisa bendita de la alegría.

Me apresuro a follarle el alma con palabras, con la urgencia del que va a morir. Porque tengo poco tiempo para entregarme a ella y mostrarle todo mi amor en apenas unos minutos.

Un café expreso, un amor atropellado…

Unos minutos para un querer que se ha extendido durante años a una escala tan grande de tiempo como profundo el deseo e insalvables distancias espaciotemporales.

Y hablando y escribiendo al tiempo, te muerdes los labios vacíos del beso no formalizado. Maldiciendo los palpitantes deseos y los actos fallidos.

Tartamudeo queriendo decírselo todo antes de que la taza se llene y cese de nuevo el flujo aislándonos a cada cual en su mundo.

Hablas de esperanzas que sabes imposibles; pero necesarias para no arañarse el alma de desesperación. Una mentira venial de amor.

Tanta emoción en tan poco tiempo.

Luego, me sentiré mierda por todo aquello que no he sabido decir.

Qué desolación cuando se va.

Los enamorados, cuando cae la última gota de espuma en la taza, se despiden con dolorosos besos. Ese expreso hirviendo y a presión, les ha abrasado los labios al beberlo sin cuidado. Con la premura de las emociones desatadas en una pequeña taza de café corto.

Un amor exprés…

En unos segundos la fuga se habrá soldado y afrontarán de nuevo su soledad secreta e íntima.

Pobres amantes expresos que se olvidaron, con la urgente pasión, de azucarar el café. Por eso la sonrisa final, aunque sonrisa, es amarga.

No tienen más remedio que aferrarse con melancolía a la amargura, porque es lo único que les quedará durante otro océano de tiempo y espacio.

Esperar la próxima taza… Para eso vivimos.

Un amor urgente…



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


30 de julio de 2022

La tierra prometida


La única tierra prometida es la que ella pisa.

La que amo, la que añoro, la que necesito, la que quiero abrazar, la que me la pone dura, la que quiero follar, poseer, amamantar, con la que quiero empezar y acabar el día. La que quiero solo besar…

Una grandiosidad de alma y coño…

Y yo un poco cosa, un paria de la tierra demasiado alejado de todo. Infinitamente lejano de lo que amo.

Un nómada en el planeta buscando sus huellas.

Con el corazón partido en dos, una mitad roja y brillante que corre miles de kilómetros por delante de mí, hacia la diosa.

Y la otra negra, como podrida, que envía con golpes dolorosos la sangre a las venas que parecen reventar de un cansancio, de un hastío, de una eterna puta suerte que no cambia. Y aun así, me mantiene mierdosamente vivo enviando sangre a mi polla amoratada. Una sangre que parece coagularse y hacer del rabo una maza mórbida, obscena, de violenta penetración ávida y feroz.

Me gustaría que fuera más gorda, más larga; pero nada es perfecto.

Tengo que trabajar este problema, algo cosmético antes de violar a mi diosa si eso ocurriera.

“Oye viento, dile a la diosa que llego. No sé dónde estoy, pero voy”.

Deliro por el camino creando esperanzas en el Páramo de la Desesperanza. Esperanzas de magnitudes tan grandes como el amor desesperado que me lleva a desintegrarme, a erosionarme en mi camino hacia ella. Esperanzas colosales que no me caben en el pensamiento y se marchitan. Dejo un rastro de alegrías muertas tras de mí.

También imagino mis dedos extendiendo pequeñas ternuras por su piel, y siento unas repentinas ganas de llorar...

Le vendo la parte sucia de mi alma al diablo que la desea. Ha emergido de un espejismo de gas que flota sobre la tierra quemada por el sol.

“Te la cambio por unos miles de kilómetros y de años que me acerques a ella.”.

Se ríe y me dice “Vale”. Sabe que no tardaré en morir y tendrá mi alma entera sin nada a cambio. Bueno, no puedo hacer gran cosa contra ello.

Solo espero que cuando llegue a ella no muera, sería una broma de mal gusto. Que me dé tiempo a mentirle jurándole que estaré con ella toda la vida.

Porque sé que he gastado ya toda mi eternidad en fracasos; como el astronauta que sale al espacio y solo ve muerte. Tanto afán, tanta ilusión alimentando sensaciones y fantasías, para acabar flotando en toda esa letalidad aséptica. Lo único que escucha es su respiración y se deprime. El universo no hace ruido, solo es un inmenso vertedero de piedras que no permite el más mínimo jadeo de vida.

Al menos los cementerios tienen la gracia de los epitafios.

Sin embargo, el espacio que ocupa mi diosa de pezones lamibles y plenos de vida, es la máxima expresión de lo carnal en un mundo de ángeles asexuados.

Tiene suerte de que no es un planeta, porque no podría evitar estrellarme contra ella, su atracción es como la de un agujero negro. Y me pregunto si su coño me absorberá y sacará de aquí. Me lo pregunto con un hálito de esperanza dándole la espalda al diablo que aún sonríe astuto detrás de mí, esperando que muera.

El sol incide con una hiriente verticalidad sobre mi cabeza y crea entropía en mis neuronas ardiendo. Me encuentro calculando la órbita de aproximación de mis dedos entre lo más íntimo de sus muslos. Y mientras me acerco en elipses cada vez más pequeñas, le rezo que la amo.

Y flotan blancas lágrimas en el espacio que se congelan con un dolor en mis cojones.

El sol me evapora la razón en este páramo sin horizonte y antes de olvidar quien soy, lanzo un beso a mi amor, que corre a la velocidad de la luz antes de que el sol también lo evapore.

Yo camino con determinación; pero el diablo, dale que te pego, me susurra: Muérete ya. No te quiere, no te quiere, no te quiere…

Qué tentador es el hijo puta…

Te quiero cielo, voy a ti, dame unos minutos.

Y con una carcajada vomito todos los dolores añejos y rancios, son de carne podrida.

Es un peso que me quito de encima y el diablo los devora con glotonería.

Es hora de dormir, mañana será otro día.

“Sí, mañana. Duerme”, dice el Astuto en mi oído.

Bendita sea la horizontalidad de la muerte.




Iconoclasta

27 de julio de 2021

El tiempo del amor


El ritmo del tiempo de los amantes es una distorsión, una aberración del tiempo mediocre e insignificante que rige a los humanos adocenados. Una maravillosa y trágica trampa temporal.

Pura entropía.

El tiempo del amor es voluble: en la ausencia de los amantes, los segundos se hacen horas y los días erosionan la vida hasta dejar la tristeza desnuda.

Pero cuando los amantes se encuentran, un cronómetro diabólico inicia la cuenta y los minutos se transforman en milésimas de segundo. Se crea un tiempo que es un látigo azotando sus pieles sin misericordia. Y mientras la arena se escurre indecentemente rápida, la piel ensangrentada del amante se desliza inevitablemente entre los dedos amados convirtiendo en tragedia lo que una vez fue el encuentro ansiado.

Y se levantarán costras de tristeza allá donde el tiempo les arrancó la piel.

Tornarán las largas horas de nuevo con una esperanza absurda que posiblemente durará más que sus propias vidas.

Es tan desesperanzador como hermoso.

Tan inevitable como un destino aciago.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


19 de junio de 2021

El viento feroz


El viento es malo, no te fíes de él.

Sopla como un abrazo que pasa de largo.

Un beso que se deshace antes de rozar la piel.

Una palabra hecha jirones.

Una piel arrancada, una mirada desenfocada, un latido perdido, la lágrima robada, un pecho indefenso, unos ojos desesperados, un cristal esmerilado…

Y aun así, a pesar de todo ese drama, mi mente invencible sueña que un día te traerá hasta a mí.

Cuando en la montaña ruge el viento entre la fronda del bosque, sueño que escucharé tu voz, todas las veces, todos los segundos.

Y cuando eso ocurra estaré preparado.

Llevaré en mi espalda el más potente de los ventiladores para provocar otro viento opuesto que lo contrarreste y jamás te vuelva a llevar lejos de mí.

Sé que parecer que arrastro un ultraligero le resta algo de glamour al encuentro, cielo.

Pero solo hasta llegar a casa, unos minutos. Y allí también te liberaré de las cadenas que te sujetarán a mí…

¡Que no! No te ocultaba lo de las cadenas. Es que con este asunto del jodido viento y el ventilador me he acordado ahora. Es otro detalle sin importancia; pero si el ventilador se averiara, al menos podría mantenerte cerca de mí hasta llegar a cubierto.

Es que ese viento pérfido me lleva por el camino de la amargura, cielo.

Además, me mola verte encadenada.

Que no, nada de látigos ni cosas raras, imagínate que soy un voluntario de protección civil y ya está.

¿Sabes, cielo? También he soñado que esa risa tuya pasaba rápidamente ante mí y se convertía en un velo triste en mis ojos. Esa misma risa que me desespera no besar.

¿Sabes qué? Mejor construyo un refugio allá donde sopla el viento más fuerte y cuando te traiga, te agarro en un abrazo y te fol… te meto en casa rápidamente.

No te rías, no puedo besarte, mujer del viento.

Bye, amor.





Iconoclasta

1 de noviembre de 2015

Ofrendados


Fumo al son de la música recostado en el sillón y observo a papá acercándose translúcido a la ofrenda.

- ¡Has venido, papá! Creí que no...

Papá se gira hacia a mí sonriendo con tristeza.

- No, Pablo. Has llegado tú.

Justo al lado  del retrato de papá, hay uno mío también.

- Feliz día de muertos, hijo.

Y me abraza.

Y yo lo aprieto fuerte contra mí, huele como lo recordaba cuando hace mil años era niño.

La ofrenda se hace un planeta, una llanura enorme. Caminamos entre calaveritas de azúcar, pan de muerto, botellitas de rompope, flores y la niebla que forma el copal al arder.

Mi padre coge el paquete de cigarrillos que alguien que nos amaba, nos ofrendó. Y usamos el copal para encender un par. Charlando translúcidos, atravesamos una hoja de papel picado.

Me alegro que sea tan bonito y no como yo temía.

 Nos convertimos en todo y en nada contándonos cómo fue la vida, si valió la pena.

Sonrío porque ya está, ya pasó todo, me lo dice papá fumando mientras la trompeta de El silencio suena cada vez más lejana desde los altavoces.

Feliz día, padre.



Iconoclasta

17 de diciembre de 2014

Un cuento de navidad lineal


Cuando estaban cerca, cuando las líneas estaban superpuestas, no era el momento; y se trazó una línea paralela que aisló a los dos en un tiempo de sus vidas.
No se cruzan las líneas paralelas, no hay forma de saltar de una a otra; pero a veces el Gran Delineante comete un error, o tal vez, tenga un arrebato de compasión; cosa improbable, pero esperanzadora.
Y traza dos líneas paralelas muy juntas. Demasiado para su forma de actuar, tal vez porque se le haya metido humo en los ojos.
A veces fumar es beneficioso para alguien.
De alguna forma, una gota de tinta cae entre esas dos líneas. Posiblemente debido a un estornudo del Gran Delineante. Tal vez haya sentido un ataque de compasión. Aunque no es un hecho verosímil; pero sería agradable que lo fuera, aumentaría las esperanzas en el planeta.
Se crea así un espacio por el que cruzar. Con una serena pasión entran en el espacio borroso, irregular. Cautamente por experiencia, pero con todas las ilusiones entre los dedos, como un póker de ases. Y saltan las líneas porque es el momento adecuado. Se han preparado para ello durante tiempos y desilusiones.
No hay grandes eventos cosmológicos, no hay  señales premonitorias, solo el rumor de unos árboles mecidos por una suave y húmeda brisa.
Discreta y contenidamente se acercan. Ilusionados a pesar de todo. Tal vez un poco confundidos por nuevos horizontes, por posibilidades razonables.
Las palabras saltan de un muro a otro derribando amarguras y errores, cañonazos que abren brechas en el tiempo y el espacio.
Es poderosa la palabra...
El Gran Delineante mira a otro lado, sería bonito que lo hiciera por piedad. No importa el porqué, el paralelismo se ha interrumpido.
Querer entender es perder el tiempo y ese ser podría usar corrector.
Y hay suerte, el Gran Delineante ha ido a mear.
Las palabras, escritas con cautela y letras pequeñas, se convierten en pasos paralelos que se dibujan tranquilos como por arte de magia, a veces se entrecruzan debido a un beso o un abrazo; desde la perspectiva del Gran Delineante, una hormiga con las patas sucias y colocada con marihuana está haciendo de las suyas.
Pasos serenos, cálidas y otoñales confidencias...
El Gran Delineante toma la hoja de papel y la clava con chinchetas en la enorme e infinita Pared del Destino, junto a miles más. Y cuando se da cuenta de la mancha y esas líneas pequeñas y erráticas, no hace nada. La observa y sonríe con el cigarro entre los labios.
Tal vez esté cansado de un paralelismo monótono y cansino. Cuasi eterno. Tal vez se sienta el Dalí de las líneas paralelas.
Toma otra enorme hoja de papel, se coloca unas gafas y comienza a crear otro universo de líneas paralelas, con decisión. No quiere sentar precedentes.
Es un cuento de navidad feliz, aunque el Gran Delineante sea un perfecto cabrón escondido entre los bastidores de un teatro.









Iconoclasta