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9 de agosto de 2014

El diablo ha muerto


El problema de la humanidad, de su envidia, codicia y estupidez no reside en la falta de fe o de una mala praxis de los ejercicios teológicos.
Lo malo es que el diablo ha muerto, ya no hay justicia. Nadie vigila a Dios y él ha convertido su "bien" en un monopolio donde no hay nada que pueda contrarrestar todo esa enfermiza bondad.
El diablo ha muerto y con él la justicia, el equilibrio entre el bien y el mal. Ahora solo hay bien; pero como no hay mal, no es más que una dictadura de un ser idiota y narcisista. Celoso, como se dice a sí mismo en la biblia.
Ya no existe la bondad, solo un capricho de un psicópata pervertido en las mentes de millones de idiotas sin capacidad para razonar más allá de la profundidad que requiere limpiarse las uñas con un palillo.
Y sus secuaces actúan impunemente en nombre del Padre, de Alá o de cualquier personaje creador de un mundo lleno de envidia y falta de inteligencia. Porque los secuaces de los dioses son mucho más inteligentes que la media, son repulsivamente ambiciosos.
Los sexos de los niños son de Dios y ellos forman parte de él. El dinero es de Dios y ellos son carne de Dios, el poder es divino y ellos lo son.
Condenan al hambre y la guerra, al apedreamiento, mutilación y decapitación de mujeres y niñas.
Si el diablo no hubiera muerto, si no lo hubiera asesinado la bondad, habría esperanzas para un mundo justo, habría algo de equidad.
Lucifer hubiera cortado la cabeza de tanto bondadoso. Patanes como Hitler no hubieran nacido, porque el diablo es el Mal puro y no permitiría que un simple idiota, como todos esos dictadores, hubiera nacido.
Estamos abandonados a los dioses celosos que crean torres de babel para que ningún otro ser pueda tener conocimientos semejantes a ellos.
Dios sin el diablo, permite la existencia y la larga vida de los opresores y el hambre, de la pobreza y la enfermedad. Lucifer hubiera aplastado el cerebro de tantas madres portadoras de la imbecilidad, que el mundo sería ahora mejor.
Sin el diablo se acabó la selección natural.
No muere el hombre que rompe los huesos de las mujeres, sus órganos no se infectan y se pudren matándolo. No muere el corrupto presidente de un país, le meten cosas por el ano para que se mantenga derecho y seguir ejerciendo así el cargo que juró en una biblia o en un corán de mierda.
Si tuviera tan solo un poco de estupidez en mi cerebro, es lo que pensaría, si fuera crédulo de tanta mentira.
Y eso explicaría el mundo caliente, enfermizo, aburrido que me ha tocado vivir.
Sin embargo, la explicación es tan deprimente como decir que no hay dioses ni diablos, que el hombre como especie y sus sociedades son solo unos errores aleatorios de la química, de un big bang cósmico.
En el universo no hay dioses, solo buena o mala suerte, lo que propicia que hayan nacido seres que han creado dioses ante su falta de valor y de fuerza.
Quiero pensar que el diablo ha muerto, me gusta más la magia que el azar de la nada.
Quiero pensar, que tal vez una pandemia acabe con el ser humano y sus dioses celosos salvaguardados por millones de maníacos.
Tengo que creerlo para no sentirme como el producto de un azar, de un error cósmico, como el origen de una bacteria deficiente que desarrolló algo tan apestoso como los dioses y sus humanos.
Como una mierda en mitad de la calle.
Lanzo una moneda al aire y dice cáncer y dolor. Me cago en Dios...
No está mal, a otros les ha tocado un cerebro podrido y una envidia que los corroe porque no tienen inteligencia para gestionarla.
Y mientras Cristo y Mahoma redimen los pecados de los hombres y los guían a sus mierdosos reinos, yo me rasco la carne de la tibia con un tenedor y saco trocitos de errores de la médula de un hueso que no pedí.
Orino oscuro como la envidia y la ignorancia; pero mi pensamiento es claro, blanco y puro como mi semen escurriéndose por su coño.
Solo queda fumar y maldecir esta puta suerte cósmica que ha durado demasiado tiempo.
El diablo me habría matado por escribir esto, si hubiera existido, si existiera...
Y si por si alguna razón también cósmico-aleatoria llegara a existir un dios, me meo en él y le escupo a la cara trocitos de cartílago maligno, a ver si le infecto su divino cerebro, lo mato y me lo llevo conmigo a la tumba. Ergo yo sería un dios...
Qué preciosa es la fantasía...
Voy a cojear un rato, estoy harto.








Iconoclasta