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6 de junio de 2012

"Y" de carne.

Tengo tantas cosas aún por hacer, contar tus cabellos, averiguar que tanto crecerá; limar tus uñas y decorarlas con algún brillo. Suavizar las manos para que no pierda tu tacto y así, cuando me acaricie con tus propios dedos se asimilen solo un poco a la dulzura con la que solías dejarme atónito.
Me gusta el brillo en tus labios, mujer. Y luego beberme el sabor artificial que deja el labial en mi boca, en mis dientes después de apretujarme a ti, clavando mis dedos en tus mejillas para no separarte y arrancarte hasta el último aire con un jalón de dolor.
Te ves tan tranquila, como esperando la palabra.
Pues te la digo: te juré permanecer contigo siempre y decidí solo amar una vez para no perder el tiempo en otros lados.  Tengo que separarte los cabellos del oído para que sientas mi aliento tibio y te olvides de una vez por todas del frío.
Mira como resbalan mis dedos por tu cuello y como te dejas asfixiar por mi mandíbula. Te perdías en una blanca mirada turbia y tu corazón parecía descender hasta tu coño húmedo para latir desde ahí en lo más intenso de tu placer. Mi lengua aspira vida a cambio de placer. Sé que no dará resultado.
Déjame abrir tu ropa y besar tu cicatriz.
Siente, vida mía, siente…
Levanta esos pezones como cuando presentían mi boca a unos centímetros.
Ahora esta negra puntada atraviesa tu pezón y le dibuja un gesto triste…¡Hijos de puta!
Yo no quiero esta enorme “y” de carne en tu pecho que hace rizos de piel en un camino oscuro y lastimado. No han tenido cuidado. Mira que cortar así, sin oración ni plegaria; sin arrepentimiento en el último punto.
Liberaré  este ardor que  llevas.  Con un beso y el filo de mis dientes romperé el hilo que cose tu vientre.
Eres hermosa, mi vida.
Tantas veces estuve ahí dentro y tu, envolviéndome en tus contracciones del orgasmo, dilatándote, irrigando existencia a tu clítoris a mi pubis.
Tengo tanto que hacer, armar y desarmar, mi trémulo rompecabezas.
No, no abras tus ojos que no estoy preparado para enfrentarme a la opacidad de una mirada que desconoceré. Aún no, por piedad.
Eres peor de lo que imaginé. Tu vida en algún rincón de esta sala haciendo burla de mi labor mientras me desgajo en sueños tratando de buscar en un resquicio algún pulso en medio de esta enorme naranja desgajada de la que te has disfrazado.
Y sonreirás guasona de verme envuelta en ti, con olor a tus vísceras y sin otro lubricante en mis dedos más que el pus que encontré en tu vagina.
Pero me excitas, mi vida.
Te llenaré de nuevo los pulmones que te han vaciado,  volverás a derramarte de mí hasta que tu nueva lubricación me cubra la pena y seamos un mismo cuerpo.
Cúbreme con tu piel, no podría ser más literal. Permite que pueda dormir en el hueco de tus costillas, encerrarme por dentro, emparedado en ti bajo tu carne, con mi glande eyaculándote desde dentro, rasgándote otra vez.
Así… para burlarnos juntos un día de la broma de tu abandono.

Aragggón
060620121315

3 de enero de 2012

Dios de carne y semen.















No lo he inventado, mi fantasía no da para tanto.
En los resquicios de mi mente deja sus gotas blancas de leche viva, resana las grietas y lo siento en mis tragos dulces escurriendo por mi garganta olvidando mis pecados.
Deshago su carne cuando presiono mi lengua en el paladar; es el cuerpo y la sangre divina, redentor de mis torturas.
Me encomiendo a él y hace llover con su brizna cálida que baña mis áridas memorias, les otorga vida en la convulsión de sus espasmos.
Tengo la certeza de su existencia cuando compruebo el salado sabor de su glande que me llena la boca. Me iré con la desdicha de que después de la vida no existe nada, porque no estará él. Es un temor que consuela frotando mi clítoris y el sosiego es carnal. Después de la muerte no hay dios que me lleve al paraíso, no hay clímax ni gloria. La muerte es una interminable anorgasmia.
Me arrodillo ante él y hunde mi cabeza entre sus muslos... El cielo sobre mí.
Su mirada dibuja un “gratia plena”.
No es humano, pero es divino sin ser el Dios ordinario.
Toca mi corazón saboreando mis pezones, sorbiéndolos hasta dejarlos endurecidos; hunde sus dedos y revienta con ellos la rabia de un calor recopilado por años.
Es la carne hecha Dios, el semen omnipotente vertido en mi piel. Un caminante vagabundo redentor sin más seguidor que mi coño empalado por él.
No es espíritu porque su carne vibra con fuerza y me arrastra arrancándome del suelo con su endurecido miembro. Y colgar de su cuerpo cruz nunca sería sacrificio, no hay clavos en mis extremidades, solo sus dedos entrelazando los míos y su pene clavado en mi raja coronándonos como reyes.
Los dioses vulgares no follan y son castos. El mío me diviniza con cada empalme y reza entre mis labios musitando salmos carnales.
Le entrego mis aguas para que camine por ellas y separe los mares de mis piernas.
Es el universo naciendo en la cópula sagrada… Sangrante.


Aragggón

22 de noviembre de 2011

No... sólo.

No te amo.

Sólo abro mi coño con los dedos.

No te quiero.

Sólo te enseño los hilos pegajosos.

No te quise.

Sólo hundo mi índice soltando un quejido.

No te amaría.

Sólo sorbo los dedos con mi lengua.

No te amé.

Sólo agito el clítoris clavándome en tu mirada.

No me importas.

Sólo tengo convulsiones en mi vientre.

No me dueles.

Sólo cuelgo el cuello en el estallido que se aproxima.

No te deseo.

Sólo masajeo mi ano.

No eres mi fantasía.

Sólo se derrama el orgasmo calentando mi mano.

No quiero verte.

Sólo me orino en cuclillas.

No te dejo.

Sólo amordazo tu pene.

No me dejes.

Sólo quiero tu semen dentro.

¡No!

Aragggón

221120111026

28 de diciembre de 2010

Soy tu ángel caído



Ya no sé que soy, mi amor.
Una vez me llamaste ángel. En caso de que lo fuera, sólo podría ser el Caído.
El Caído ante tu cuerpo y tu coño sagrado.
El Negro Ángel de pene pétreo que destila un humor pegajoso. Que te cubre y penetra.
No sé que soy, pero no soy bondad.
He gritado tu amor y he ofendido a deidades malditas y benditas anteponiéndote a ellas y a los que mueren y sufren. A los que ríen y gozan. Sin sentir pena por nadie, sólo indiferencia.
Sus cuerpos son el suelo en el que afirmo mis pies para penetrarte.
No soy bueno, no soy hombre.
Soy la bestia que hunde la nariz en tu sexo anegado y aspira tu esencia con un gruñido. Ahogándome en tu coño.
Y lamo y escupo en tu vulva que me enloquece, en tu piel que me hace descender a lugares que no existían hasta ahora.
He perdido mi humanidad amándote, he involucionado por debajo de toda inteligencia. Soy un glande goteante.
Un ojo cerrado en carne cárdena, de fina piel a punto de rasgarse. A veces abierto de deseo; un meato corrupto que busca tu coño con hostilidad y rabia.
Tú me has hecho así.
Tu sensualidad es mi regresión a lo más primitivo de mis instintos.
Y aún así, me has elevado por encima del la bondad y la mediocridad. Has hecho de la pornógrafa injuria mi religión.
Abre la boca, acércate a mi masturbación doliente, irrefrenable. Sé puta y deja que bañe tu rostro de Diosa Caída con mi esperma espeso y ardiente. Que se escurra por tus pechos, que gotee en tu vientre herido.
Es tuyo, soy tuyo. Somos tu creación.
Si alguna vez fui bueno, la bondad se convirtió en la baba que inunda mi boca y sorbe dolorosa y ansiosamente tus ofensivos pezones erectos.
Putos pezones... Putos porque tú me has hecho así.
Soy un caído que corrompió la bondad del amor para abusar de tu carne, Diosa Caída.
Ya ni el infierno nos acepta.
Eres mi único y posible universo.
Si alguna vez te amé, ese amor son ahora venas que alimentan mi bálano para penetrarte y embestirte hasta que la mismísima naturaleza grite renegando de la blasfema reproducción.
Y yo hundiré de nuevo mi nariz en tu vulva para ahogarme en tus deseos que brotan de entre las piernas, entre tus dedos con los que castigas una perla que no se rinde a un solo placer. Que necesita mil caricias para consolar su sed de orgasmos.
Y así maldeciré la anodina bondad y el amor humano.
Maldeciré a Dios y la misericordia lamiendo tu altar obsceno.
Bendeciré y sacrificaré mi corrupto semen a tu coño bendito. Lo único sagrado del universo, y al tiempo creado para ser profanado, violado.
Escupiré en tu piel en lo que ha mutado el amor: un bálsamo de hijos nonatos, que ni siquiera de nacer tienen voluntad. Sólo cubrirte y calentarse en tu cuerpo de Diosa Caída.
No soy más que un Ángel Caído que aúlla con esta carne dura estrangulada por mi puño, con la garganta desgarrada de gritar tu nombre.
Si una vez fui hombre, debió ocurrir antes de amarte. Ya no recuerdo...
Eres mi pasado, mi presente y mi futuro.
Ocupas todo, se borró todo lo no que eres tú.
Arderé en ti, mi Diosa.


Iconoclasta

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