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8 de enero de 2024

lp--Un elogio a la ternura--ic

 


El viento ululaba poderoso y tenebroso entre las ramas desnudas y las frondosas perennes. Entre los retorcidos arbustos y las alegrías del viajero que, como arañas de algodón se ofrecen como alimento a la esperanza en los márgenes del camino.

De repente, una ráfaga de aire hacía del ulular un bramido de algo que cae y aplasta; tan fuerte que me hacía perder el equilibrio. El aire colisionaba tan rápido contra mi rostro, que no podía respirarlo, se me escapaba...

El caos me disolvía como una escultura de arena, creía diluirme arrastrado en partículas infinitesimales.

Y miré al sol, pidiéndole el calor que el viento me robaba: ¡Vamos hombre, no puede hacer daño un rayo de calor!

De repente la epifanía... Era ella y sus labios cálidos confortando los míos quebrados en un acto de indisimulada urgencia.

Apartó el viento de mis oídos para susurrarme cosas incomprensibles, secretos que me hacían vibrar el alma. Yo inclinaba el oído hacia su boca con un placer de ojos entrecerrados al hacerme cosquillas, tiernos escalofríos con sus labios percutiendo pegados a mi piel.

Siempre habla graciosa y rápida transmitiendo poderosamente la certeza y la paz de que todo está bien. Sus ojos esplenden rayos de amor como dos estrellas.

Algunas ramas descendían hacia mí porque el viento, absurdamente, soplaba demente del cielo a la tierra. Y me quité un guante para sentir sus dedos entre los míos.

Mi pierna-árbol de resquebrajada corteza rompió las raíces que la anclaban angustiosa y vergonzosamente a la tierra cuando ella alegremente tiró de mí.

No recuerdo cómo volé y por dónde de su mano, cuánto tiempo pasó hasta que me encontré frente al portal de casa.

Todo era ella en el mundo.

Recuerdo un último beso veloz como sus palabras de amor.

Mantengo el sabor y la calidez de sus labios aún en los míos como una prueba forense de su existencia.

Me sonreía con el cabello deliciosamente revuelto, montando una ola de viento hacia su mundo. Yo sólo acerté a decir: ¡Adiós, amor!

Como un apóstol, escribí lentamente su epifanía.

Para que la demencia no la olvidara.

Un testamento a nadie.

Un evangelio apócrifo en el que me refugio cuando tanto la extraño perdido entre el viento rugiente.

Releyendo o reviviendo lo imposible que ocurrió, mis dedos se mueven inquietos entrelazándose en los suyos.

Y durante un instante inconmensurable, la realidad se fractura y un viejo niño vuelve a sonreír con la mágica tristeza de un viento cálido escapándose entre sus dedos con el rostro aún iluminado por tres soles.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

2 de julio de 2023

lp--Tu coño de Dios--ic


Si Dios no hubiera querido que folláramos, no te habría dado ese maravilloso coño.

Dios quiere que te joda.

Y no importa lo que él quiera, sino mi locura por ti.

Dios te hizo deseable y el coño hambriento.

Y a mí para clavarme profundamente en ti y humillarme ante su gran obra carnal.

Dios hizo esos hermosos pliegues y rincones en tu coño para que pasara largo tiempo, toda la vida que me queda, tocándolo, descubriéndolo, aprendiéndolo, lamiéndolo y aspirado el clítoris con fuerza entre mis labios hasta inflamarlo y sensibilizarlo hasta tu paranoia.

Dios hizo tu coño profundo para que mi glande inquietara tu alma. Temo que mi polla sea pequeña para tal fin.

Dios pone así a prueba mi voluntad y tu coño mi humildad.

Dios colocó tu coño lejos de tus ojos para que no me quedara paralizado admirando esas dos ventanas de luz que iluminan tu pensamiento y deslumbran el mío, con sus astros y galaxias que giran y se expanden dentro de ti. Eres el universo que contiene un universo.

Y gracias a Dios, sé como interactúan tus obscenos labios con los pezones, cuando los separo en la intimidad cálida y protectora de tus muslos, con los dedos chapoteando impúdicamente. Se llaman Perdición D y Perdición I y te mortifican los pezones endureciéndolos; es la razón de que los maltrates como yo no me atrevería, ante mí esclavizado entre tus piernas de puta y deidad.

Sé que cuando surja tu flujo espeso y dulzón empapando mis dedos, labios, nariz y lengua; no pasarán más de veinte segundos hasta que te corras con la espalda arqueada haciendo arte conceptual de la lujuria. Y yo sienta que debo sujetarte, contener ese placer para que no te parta.

Sé que tus muslos intentarán cerrarse cuando el látigo del placer se extienda desde tu coño, al vientre recorriendo todo el torso para alcanzar cada ápice de tu piel y provocar un caos en tu pensamiento.

Dios hizo mis dedos rudos y firmes para que en ese instante atenacen con fuerza la vagina contraída, pulsante, brillante de tu propio óleo sexual. Y hacer tu gemido profundo, exhalado como una muerte por tu boca entreabierta, abandonada a mí, a mi mano que oprime y cubre tu coño todo.

Y tienes en ese instante mi vida en tus manos, porque detienes mi corazón y los pulmones en tu salvaje y ancestral sexualidad.

Dios creó tu coño precioso y perfecto, elástico para abrazar y rodear hasta la asfixia mi pene cuarteado de venas, con el glande cárdeno del colapso sanguíneo.

No quiero hablar de amor, me estoy corriendo, soy un ser salvaje y desbocado que observa como tu coño derrama mi leche… Y jadeando, apenas puedo creerlo.

Cuando salga el sol, al despertar a tu lado tendré las precisas palabras para adorarte al oído, secretamente sin ser necesario. Y en el ritual del café las sonrisas necesarias para hacer feliz un día más contigo.



Iconoclasta


14 de febrero de 2022

Simbionte de ti


El amor es la partícula más pequeña del universo.

Tiene que serlo…

El amor penetra en el corazón, el cerebro, el estómago…

Y en el vientre, porque al sentirlo te doblas.

Es una partícula microscópica que se filtra por los intersticios epidérmicos y viaja hacia el corazón, el cerebro y el aparato digestivo.

Y se enquista en el pensamiento, en el ritmo cardíaco y en las entrañas provocando un vértigo. Se aloja en los pulmones, por ello suspiran los amantes, pareciendo que están cansados, derrotados.

A la fuerza tiene que ser muy pequeño el amor. Solo puede ser atómico o molecular para llegar a lo más profundo.

Escribiría “te amo” en lo más íntimo de tus muslos con letra microscópica para que las palabras entren en tu sangre. Escribiendo cerca de tu coño para mortificarte, alargando la escritura hasta que mojes y emborrones las nano palabras de amor y deseo.

Una gota infinitesimal de tinta cae en el papel en el que te busco y te pienso, como una lágrima negra inevitable. Y un semen que muere enfriándose en las sábanas que no tienen tu forma ni calor en mis amaneceres.

Así es la metástasis del amor.

Es tonto decirlo; pero lo que no amabas no dolía, no duele.

Sin ti hay dolor, y eres la radiación que necesito.

He mutado, ahora soy un simbionte de ti.

No sé dónde empiezo yo y dónde tú dentro de mí.




Iconoclasta

20 de julio de 2021

Escapar


Yo solo quiero salir de aquí.

Siento a menudo esa necesidad desesperada de escapar de este inmenso campo de concentración del Estado de la Imbecilidad en el que se ha convertido el planeta.

¿Qué hago? ¿Hacia dónde ir si el mal te rodea desde todas las direcciones?

Siento una urgencia que nace de la tristeza de vivir aquí. Es existencial, con causas concretas.

Solo podría escapar a un lugar desconocido, donde no pueda identificar con precisión la mezquindad en cada mirada de los seres que me rodean.

Quiero la tranquilizadora ignorancia de un mundo nuevo.

La sabiduría mina mi paz y la esencia humana, la certeza de su idiosincrasia, es tortura.

La sociedad es un germen que intenta infectar mi imaginación.

No es hartazgo, es pura asfixia.

A medida que han aumentado mis conocimientos, todo se ha revelado rancio e indigno; y lo que es peor: de una espantosa previsibilidad.

Es lógica la conclusión a la que he llegado: todo estaba mal desde mi nacimiento, nací en un momento y lugar apestado y roto.

Como si los cadáveres, en lugar de enterrarlos, dejaran que se pudrieran en las calles y las gentes ya no les prestaran atención, con sus narices saturadas del olor de la carne podrida.

Y los que caminan, se parecen tétricamente a los podridos.

¡Quiero irme de aquí, por favor!

Cuando llueve, el agua se ensucia al tocar el suelo y arrastra líquidos nauseabundos, marañas de pelos crespos, como alambres malolientes donde se agitan insectos, pieles ennegrecidas y enmohecidas por la muerte a las que las gordas ratas ni huelen.

Tengo la esperanza de que sea una pesadilla; pero es una ominosa realidad de la que no hay consuelo, soy consciente de mi realidad porque esta necesidad de escapar es de una lucidez devastadora. No puedes despertar y escapar. Las drogas no consiguen engañar la mente. Te metes un jaco de caballo y todo empeora, porque las cosas se pudren y rompen más rápidamente y deliras con larvas que se agitan hambrientas en tus agujeros y genitales.

No quiero morir aquí, ser un cadáver al sol pateado por los idiotas que caminan torpe y quejumbrosamente por las calles.

Me hago rayas con vidrio molido y no muero, solo me sangra la nariz.

No quiero creer que soy inmortal, no aquí, entre ellos.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

22 de mayo de 2021

Súcubo, mon amour


Cuando los deseos no se sacian la mente lucha contra la ausencia creando sueños que son perturbaciones psicosomáticas, y éstas hacen el deseo más vertiginoso y desatado. Es una espiral de amor, una caída sin fin.

De tal modo que cada una de las palabras que se me derraman por los dedos tienen la exacta turgencia y calor de tu piel.

Aún no entiendo cómo no es posible ir de tu mano y en un momento dado, morder y besar tus labios desesperadamente encelado de ti.

Eres mi súcubo, mi amor de magia erótica y de inhumana belleza. La seducción que solo puede darse en otra dimensión, en otros universos. Entre los conjuros escarificados en mi piel con tus uñas que han recorrido toda mi carne, todas mis venas verticales.

Soy tu libro de hechizos… Estoy tatuado todo de ti.

Eres una deidad carnal.

Cuando tomaste posesión de mi mente, desalojaste de ella mi aplomo; y ahora la serenidad es un recuerdo lejano que gotea caduca al cerrar el puño con fuerza cuando invado tu boca con la lengua en un delirio incontrolable.

Me faltas tangible en mi dimensionalidad para abrazarte y susurrarte una sorpresiva ternura, conduciendo tu mano a mis cojones que hierven dentro del pantalón; en cualquier lugar especialmente hermoso que no comparto contigo y me fuerzo a soñarte desesperado.

Es por esos salmos carnales que has tatuado en mi cuerpo y mente ¿verdad, mi amada súcubo?

Con un golpe de cadera entraste en mi vida y por una oreja salieron expulsadas lejos de mí la determinación y mi coraza defensiva. Cuando desperté, tenía sangre en un oído…

Y ahora estoy sometido a ti, mi súcubo. Siento que junto con el semen te tragas mi alma con cada mamada cuando en las noches me posees.

Si hubiera maldad sería tarde para salvarme, porque no podría negarte jamás.

Cuando tu coño se desliza a lo largo de mi falo exprimes todas mis emociones hasta un placer agónico que se tambalea en la frontera del dolor, por muy dulce y pequeña que pueda ser una muerte.

Y cuando te desprendes de mí, por tus muslos bajan espesos y brillantes ríos de amor, el que me has extraído…

Ha valido la pena vivir tantos años para llegar a este momento en el que de tu coño, mana mi paroxismo viscoso de amor y deseo.

Me convenzo de que no es sueño, porque tengo el rabo empapado de ti. Es otra dimensión a la que me arrastras cuando es tu volición.

Mi súcubo, mon amour…

¿Y sabes, cielo? Que no cese esta locura, este ansia que aniquila toda humanidad que pudiera haber en mí.

Reniego de cualquier gen humano ante ti.

Porque si ahora me faltaras, si desocuparas mi mente, estaría perdido e indefenso.

No me dejes.

Por favor…

Por mucho que mis palabras hablen de la agonía de los deseos que apenas nacen, a la luz del día mueran en una opaca realidad cuyo aire no puede transmitir tu sonrisa.

Mi hermosa súcubo…

Nunca una magia negra pudo haber sido tan luminosa.

Sueño que tus labios son frescos y húmedos, un agua pura que no me sacia. Soy el sediento errante en mi planeta.

Agotado, al llegar la noche concilio un sueño que me llevará a ti. O seré arrastrado por la magia de tu alma y tu coño.

Y lo más gracioso, es que creen que soy un solitario.

No me dejes, aunque escriba que duele un poco amarte.

Un mucho…





Iconoclasta

19 de diciembre de 2020

Un latido en la sien


Existo cuando respiro violento, cuando pulsa un latido hostil en la sien.

No puedo ni debo renunciar del animal que soy; por ello quemo la vida y digo que la paz es para los muertos.

A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo renunciar de lo que soy; por ello quemo la vida.

Y quemo la vida.

Otra vez…

Y la vida arde.

Las cenizas ahogan y hacen la sangre espesa.

Todos rotos, todos destrozados.

El arrepentimiento pulsa una muerte ¿Está en la sien la muerte?

Todos quemados.

Los sueños todos… Por favor…

A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo… la vida quemada… La paz es muerte…

A menudo me arrep… Soy un enfermo de podridas venas.

Un chute de aspirina de la buena...

Un caballo salvaje que trota en las venas y piafa en el corazón gélido.

Los muertos no hablan y sus labios suturados duelen; pero no debería ¿O sí?

El cerebro hierve en el cráneo y no hay control, no hay coherencia. No hay paz.

No es nieve, son las cenizas de las ilusiones.

El arrepentimiento llega tarde, cuando hay paz y no hay retorno.

Qué desolación…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


6 de marzo de 2018

Dentro del túnel



Hay un túnel de una vieja vía férrea en desuso.
Y llueve.
Y entro.
Nunca había escrito dentro de un túnel mientras llueve ahí fuera, en la dimensión donde habitas en algún lugar.
El rumor de la lluvia es un suave delirio de melancolía pura y los tonos mates y húmedos de la vegetación transmiten una intemporal calma; y aun así, vieja como el atávico amor que me une a ti.
Estoy en otra dimensión, me he materializado en el íntimo lugar o tiempo para llamarte desde lo profundo de mí.
Tal vez no hay alegoría o metáfora. Tal vez sea yo el túnel mismo y tú la luz que no logra penetrar la penumbra más recóndita.
Yo hubiera querido que estuvieras en este instante conmigo, cielo. Si empiezo escribiendo de la belleza de la triste lluvia, es porque debo hacer lo posible por no pensarte.
He de evitar el dolor y no lo consigo. Estoy condenado a ti.
Te hubiera llevado a la penumbra para besarte y devorarte con pasión desbocada, con la mano atenazando tu sexo con fuerza. Transmitiendo todo mi amor directo a tus labios y a tu coño. Diciéndote sin palabras que te he esperado tanto, que mi pensamiento está agotado de soñarte.
En el túnel estamos a salvo de la luz que nos delata a los ojos de la envidia humana. De los pérfidos incapaces de amar hasta el dolor.
Cobardes hasta en su propio pensamiento.
El túnel no me protege de nada porque no temo a la lluvia (soy sumergible). Me acerca a ti desde lo más oscuro de mi pensamiento hostil, ingobernable, incansable…
Pensándote aquí dentro o siendo túnel, apenas soy consciente del contraste de los pies fríos contra la calidez del pensamiento y de la sangre que bombeo no sé adonde.
Siento la viscosidad de tu sexo en mi mano y el deseo que los pulmones expulsan por los labios entreabiertos creando gemidos cansados de truncadas posibilidades.
Me llevo los dedos a los labios, porque me parecen absolutamente tangibles los sutiles filamentos que unen nuestras bocas inconsolables en la penumbra del túnel protector.
Tengo miedo de ser una piedra mohosa en el túnel. Tengo un miedo que me cago al pensar que un día no sabrás que he muerto.
Se acercan unos chillones.
Cambio y cierro.
Tomo el control rumbo a la dimensión mediocre.
Bye, mi amor.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de noviembre de 2016

Morir con las botas puestas


Dicen que se debe morir con las botas puestas; pero no estoy de humor para metáforas hormonales.
Que me quiten las botas, que me duelen los pies.
Y tendrás que ser tú, mi amor, quien me las quite para morir cómodamente.
Es que no existe nadie más quien me las quite. Ni quiero.
Porque no solo me quitarás las botas.
Y es que tu boca es la más extrema cueva del placer.
Obviemos que muero y quítame las botas, desabróchame el pantalón que ya no necesito, que me molesta también.
¡Qué boca tan grande tienes, abuelita!
Morir no siempre es trágico, mi amor. Nos reímos de todo...
Tu mano en mi pubis me hace sentir que deliro, me sitúa en esa frontera difusa entre la agonía y la paranoia.
Por favor... Solo tu aliento ahí, basta para que se me derrame el blanco con espasmos descontrolados.
No tienes piedad ni con el agonizante. Te adoro por tu fiereza, por tu sensualidad que me desquicia, que me saca de madre.
No soy valiente, ni cobarde, no soy nada. 
No quiero las botas al morir.
Solo estoy loco, enfermo de ti.
Si muriera con las botas puestas, rozaría tan peligrosamente la mediocridad, que vomitaría con mi último aliento.
Que sea eyaculando en tu boca...
Tú eres María Magdalena y yo Jesucristo.
Es un buen momento para evocar mitos, fantasías.
De haber existido ambos, Jesús hubiera querido morir en la boca de Magdalena.
Como yo en la tuya.
No quiero morir como un hombre bueno y valiente. Quiero ser sacrílego contigo.
Vivir-morir una pornográfica agonía con mi amada.
No quiero botas ni bondades.
Solo el fascinante y cruento amor que nos come.
No me dejes morir en paz, hazme estallar, mi amor.
Y luego, desnuda, tira las botas a la basura.
Tú serás mi epitafio.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.