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16 de diciembre de 2023

lp--Desde mi tumor--ic

Pienso que con tantos millones de humanos presionando la corteza terrestre hasta la ruptura, no hay suficientes muertes.

No tardará en faltar espacio para expandir los pulmones y respirar.

Es necesario que la muerte haga su trabajo.

Que surja una especie animal cuyo alimento sea exclusivamente la carne humana.

O eso, o que en los transportes públicos, cines y edificios-colmena; en asientos, paredes y mamparas se instalen pantallas de Rayos X camufladas con publicidad, a la altura adecuada para que radien constantemente los genitales de los usuarios y vecinos. Sería una solución incruenta.

Pienso que hay demasiado amor en el mundo, amores infundados y fabricados según las circunstancias y que se confunden con reproducción por una cuestión de ignorancia y una vanidad injustificada.

Yo sólo quiero a dos o tres personas, no es por elitismo o ser celosamente selectivo. Es fisiología, mi cerebro tiene un estrecho canal afectuoso. Y el puto Amazonas como canal de libertad y fascinación por los espacios libres.

Llegan fechas institucionales de paz y mierda, con los arrebatos angelicales de bondad en todo su esplendor hipócrita y mezquino tan propios de la eufórica y alcohólica narcosis navideña. Y yo me retraigo hacia el negro tumor de mi cerebro, donde el exceso de azúcar no puede penetrar y sólo caben los muy pocos que quiero.

Aquel mendigo mitológico, Jesucristo, murió por “nosotros”.

Bien, tanto celebrarlo con lloriqueos de ternura y empatía; pero nadie toma ejemplo y se deja destripar y crucificar.

Se celebra paranoicamente la vida y se ofrecen los mejores deseos a los millones de desconocidos e indiferentes seres que hay en el mundo. Y la pragmática y sincera muerte se asfixia entre bisturís, vacunas, pastillas, oxígeno en lata y otros tratamientos médicos. Con los edictos fascistas de los “padres bondadosos” que velan por la salud y productividad de sus millones de reses contributivas. Que salmodian como villancicos lo mala que es la libertad para la salud y que un cigarrillo mata más que los asesinos que ellos dotan de armas y misiles, recompensan y aúpan a su nazista órbita de poder.

El amo nazi adoctrina a sus borregos que aquellos que degüellan, aplastan con coches y revientan con explosiones a seres humanos en el nombre de Alá, son ahora sus amigos del alma. Que el islam, a pesar de decir que hará de todas las naciones su reino mediante el terror y la muerte, es amigo navideño. Se les debe amor a los asesinos sectarios, dice su ilustrísima nazi del coronavirus.

Mágicamente, de la noche a la mañana, aquellos que odian a los que no rezan a su dios, se han convertido en seres de luz. ¿No es precioso, después de siglos de matanzas, que de repente se obre el milagro merced a un líder nazi de una falsa “democracia”?

Y los borregos decadentes y serviles del amo nazi se apresuran a salir a la calle con todo su amor y banderas que no son suyas, a dar el aleluya a sus nuevos y amados amigos.

Cada pueblo tiene el líder nazi que se merece, y por tanto la muerte que se merece también.

La propia conciencia insectil de la humanidad, pide a gritos su propia muerte porque se reconoce venenosa y plaga. Asqueada de sí misma a nivel instintivo.

Desde mi tumor, el que siempre protegí de curas y tratamientos, soy el megáfono del oculto y oscuro pensamiento del hombre sin doctrina y sin amo.

Hay tanto amor, que irremediablemente voy a ir a vomitar al cementerio, el mejor sitio para ello. Si no los amé en vida, mucho menos sus esqueletos.

Tal vez sean ellos, los asesinos sectarios, la nueva especie animal que se alimentará exclusivamente de seres humanos.

Me parece una buena idea que la chusma sea asesinada por la mano amiguísima de quien ama. Es una ternura que dejará espacio.

No importan los medios, importa el fin, generar espacio e higiene para mis pulmones.

No pueden hacer daño unas navidades oscuras como este tumor, este refugio anti hipocresía desde el que divago. No a mí, claro.

Más vale una docena viviendo dignamente que millones lloriqueando frente a sus móviles y sus mensajes de blanca imbecilidad.

Blanca pornografía de corridas níveas....

Desde el negro tumor de mi cerebro: feliz navidad y sus millones de muertes. Y el más kilotónico y aterrador fin de año.

Y si comienza otro, que sea el año uno garabateado con un pedazo de uranio en las paredes de una caverna gélida y oscura.

Hay quien discutirá que sería el año cero. Bien, me suda la polla, al fin y al cabo el cero es el símbolo de la nada, me parece genial también.

Siempre vi problemas cerebrales en mis profesores en sus salmos cuando intentaban castrarme y adoctrinarme en la escuela. Siempre veo problemas mentales de subnormalidad en los decretos de paz y amor del jerarca y su fascismo que no cesa, como un parásito que me amenaza desde mi nacimiento.

Y exhibo con orgullo ese fracaso “escolar” cuando me apetece acariciándome el rabo.

Soy humano, tengo mis vanidades.

No podían ellos saber de mi poderoso tumor y refugio anti amor gratuito e indiscriminado.

Lerdos...



Iconoclasta

 

23 de marzo de 2023

lp--666: Una epifanía--ic


Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia.

Además, sería imposible pagar solo con otra.

La decapitación…

No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil.

Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo.

Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis.

Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada.

Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello.

En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco:

¿Por qué lo matas todo, 666?

Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda…

Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso.

Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda.

Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire.

Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos.

Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío.

Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos.

Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez.

No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones.

Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina.

Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío.

Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos…

Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica?

Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable.

Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas.

Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva.

A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma.

Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos.

Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano.

Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas.

– ¡Hazme daño! –rujo.

Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes…

Y bramo.

El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse.

Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta.

Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana…

Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros…

Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais.

Bienvenidos a ella, pasad y sufrid.

Pasad y rompeos, primates.

Moriréis todos.

Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

 

26 de febrero de 2023

lp--La bondad--ic


La bondad no es una virtud, sino la reflexión y el acto que surge de la inteligencia y la búsqueda o intuición de la justicia.

Esa justicia que degradaron y humillaron en códigos de leyes los gobiernos de las naciones del planeta Tierra, hasta convertirla en un puré corrupto de hipocresía para protección de la riqueza y sus poseedores.

Esa inteligencia que ha pervertido la sociedad hasta reducirla a un único mensaje electroquímico insectil; millones de veces chirriado por los millones de humanos-orugas.

La bondad es un acto medido, una emoción razonada.

Y no persigue recompensa.

Ser bondadoso indiscriminadamente es el mayor acto de injusticia para los que se la merecen; traicionarlos está muy lejos de la bondad, de la justicia y de la ética.

Sin embargo la superchería o ideología o religión, prostituye la bondad como método para alcanzar una santidad, un paraíso, un premio. Y exige ante todo, bondad hacia los líderes, amos y ricos (el perdón, respeto y obediencia a pesar de sus delitos y negligencias). Luego, hacia todos los seres humanos; excepto a los infieles cuando un gobierno decreta guerra.

No todo ser humano merece un acto de bondad.

En algún momento las grandes supercherías o ideologías o religiones del mundo pervirtieron la bondad amasando mansedumbre y fanatismo. Esta “bondad” es conocida como moral, un libro sagrado del buen ciudadano según los dogmas escritos a lo largo de la historia de la especie humana.

La bondad predicada por las más importantes supersticiones o religiones o ideologías del mundo es un mero trámite que da ciertos privilegios ante los dioses inventados por los líderes salvadores y redentores.

Una cartilla de cupones.

La bondad solo se da en anónimos seres humanos que viven el día a día sin mirar a nadie y hacen lo que deben cuando deben. Lo hacen según la razón y la justicia, sin exigir dinero, votos o fama. Sin exigir la fe en ellos.

Sin exigir el paraíso.

Luego se encienden un cigarrillo paseando a donde quiera que vayan hasta diluirse en el paisaje.



Iconoclasta


21 de junio de 2022

La envidia de Dios


Dios odia las cosas buenas, por envidia, por celos. Me las arrebata para ser el único a quien amar o desear se pueda.

Es un hijo de puta.

Así que piso con displicencia sobre las tumbas de cadáveres putrefactos o los secos, los que ya no tienen carne que roer. Y sin ser necesario meo en las lápidas marcando territorio para cuando muera, ser el cadáver más respetado del cementerio.

A ver si ese dios cabrón lo supera.

Y digo que amo el veneno porque no defrauda. Ni la bala certera, ni el filo quirúrgico.

Y el coño infectado de la puta y mi glande invadido por un chancro purulento que me envenena la sangre toda.

Amo el trozo de pulmón podrido que me sale de la boca como un animal muerto.

Dios no sabe que es un pobre mediocre previsible como sus cochinas creaciones. Por eso tanta vulgaridad y seres que no importa si viven o mueren, porque es todo a su imagen y semejanza.

Me cago en dios porque es la justa blasfemia que me libera y alivia la presión de su envidia podrida.

Así que amo lo pútrido para que se joda. Y me santiguo salpicando gruesos goterones de mi esperma en el pecho.

No creo en satanás porque es la cara de la esquizofrenia sagrada del mismo dios. Su rostro enloquecido y repugnante; falso como la madera podrida.

Amo lo sórdido, lo que duele, lo que rompe como un cristal la razón y la adoración de los imbéciles.

Así las cosas, digo que dios debería existir para poderlo envenenar y desangrar. Y ceñirle la corona de espinas de su hijo en esos ojos enfermos de envidia y demencia.



Iconoclasta

10 de junio de 2022

La maldad

Hay formas y estilos de escribir, multitud.

Yo uso la ausencia total de escrúpulos y ética, como la crueldad, la maldad y la sordidez.

La crueldad no siempre es representativa de la maldad. Y lo sórdido es una cuestión económica, de miseria. En algunos casos, de enfermedad mental.

La maldad es un requerimiento biológico para el control de la especie humana. Solo un humano puede matar a otro con eficacia cuantitativa. Es mi reflexión y método más gratificante para disfrutar de mi imaginación escribiendo.

Pero la maldad es un hecho, no solo una pose o creencia. Es biológica.

El ser humano necesita un cazador, y como no existe ninguna especie que se alimente de seres humanos, los humanos se deben cazar a si mismos. No hay otra especie que pueda depredar a la humanidad y controlar su reproducción conejil.

La maldad es el medio grabado en la cadena ADN de la especie humana que evita su autoextinción por agotamiento de recursos y espacio en el planeta.

Para asumir y comprender el concepto de maldad se ha de tratar a la especie humana como una especie animal más, sin considerarla romántica y filosóficamente una especie con un intelecto superior a otras y por lo tanto más importante. No lo es, porque incluso lo que cagan las vacas tiene un valor intrínseco en la cadena trófica y la vida del planeta.

A partir de esta condición todo encaja y el hombre se vislumbra como una especie más a tratar sin privilegios.

Y así, como las serpientes tienen veneno, la especie humana goza de la maldad.

Es por ello que en las zonas más civilizadas del planeta donde la religión y leyes castigan el asesinato con excesivo celo y rigor, es donde mayor tasa demográfica hay. Porque no existen suficientes cazadores que se alimenten de seres humanos y hay serias trabas moralistas, religiosas y legales para evitar los necesarios asesinatos, trabas que acaban desbocando los nacimientos y ralentizando la mortandad.

Las civilizaciones próximas a alcanzar el estado de plaga, de una forma u otra a lo largo de la historia, se han extinguido.

Y ha sido gracias al gen de la maldad.

Los religiosos han inventado un dios bueno y colérico para combatir la maldad y crear líneas genéticas humanas más dóciles; como se ha conseguido a través de los siglos con las vacas, ovejas, cerdos, etc… Seleccionando el ganado.

Fue gracias al gen de la maldad, por lo que los primeros humanos consiguieron fortalecer a su especie. La selección natural era ejercida más por los humanos que por otros especies cazadoras.

Sin la maldad, se agotarán los recursos y la humanidad se canibalizará a sí misma para alimentarse.

Si la maldad fuera aceptada, los poderosos y herederos de brutales y pornográficas riquezas, correrían peligro de perder su posición social elevada. Eso explica la implantación de las doctrinas de la bondad y la sumisión con la invención de los distintos mitos religiosos como Jesucristo, Mahoma, Buda y otras filosofías amables con el medio ambiente que llevan a hacer del ser humano un animal más débil y maleable por el poder.

Los poderes económicos, religiosos y políticos son los que determinan el momento en el que se ha de decretar una guerra que frene el desmesurado crecimiento demográfico de sus poblaciones, es una cuestión meramente ganadera. Las guerras aportan las muertes por combate; pero también las de la enfermedad, hambre y frío. Son perfectas; pero el fallo reside en que los representantes de estos poderes, también están sometidos a la misma decadencia que el pueblo del que se alimenta y enriquece, y sus decisiones se toman tarde, sin inteligencia, con negligencia y desidia. Cuando se dan cuenta de que es necesario crear una guerra que mate a millones de seres humanos, suele ser tarde incluso para ellos mismos; con lo cual las sociedades implosionan como estrellas densas que se colapsan en el universo.

Se debe definir la maldad como la capacidad de la especie humana para hacer daños graves e incluso provocar la muerte a otro ser humano por causa de envidia, ambición o puro placer. De aquí surgen otras causas más concretas, que se encuentran englobadas en las tres primeras: la frustración de la incapacidad del individuo por realizar algo que desea y la propia torpeza que justifica con “actos de sabotaje” de terceros.

La bondad no existe, es una creación que se remonta a los primeros hechiceros, parásitos humanos con ambición de vivir sin cazar, recolectar o trabajar a costa del resto de la manada humana. Y para ello inventaron un dios al que rezar y ser ellos portavoces de la divinidad. Quien no obedeciera, sería castigado y acusado de maldad. El dios de la maldad es el diablo, otro invento de la paranoia místico-religiosa.

Con el tiempo, se crearon mandamientos que a su vez crearon religiones firmes, con multitud de creyentes. Los mandamientos se hicieron leyes penales.

Cuando los poderosos adquirieron conocimiento de su medio ambiente y la capacidad para dejar constancia documentada en la historia: lenguaje y escritura; los mandamientos se convirtieron en códigos penales que los religiosos certificaron como sagrados.

Sin embargo, el progreso de la ciencia y la cultura, contradecía a la religiosidad y su bondad. Se ejerció entonces un fuerte adoctrinamiento por medio del terror y el castigo a las manadas humanas, para que además de obedecer la ley, acataran preceptos religiosos que a su muerte, tras una vida de penuria y sacrificios, les otorgaría el acceso al paraíso. Este método de adoctrinamiento o lavado de cerebro ha durado miles y miles de años, y es ya un proceso prácticamente evolutivo donde los poderes fácticos seleccionan los especímenes ideales para su reproducción, crianza y adoctrinamiento.

Pero las eras geológicas y la evolución de las especies, dicen que una especie mutará o evolucionará hacia una carencia o nueva habilidad durante cientos de miles de años.

Cuando el conocimiento se impuso sobre la religión en un tiempo en el que los religiosos declaraban quién era rey y creaban naciones conforme a sus intereses; se pactó entre religión y ciencia dividir la historia en antes y después de los mitos religiosos que personificaban la bondad que la población debía abrazar. Así, para que los científicos no fueran asesinados por herejía por los papas de la época y otros líderes religiosos, aceptó la ciencia que la historia de la humanidad se dividiera en dos periodos: antes y después del nacimiento del mito. Si das un carácter científico a una leyenda, la población, mayoritariamente analfabeta, debe asumir que personajes como Mahoma o Jesucristo existieron, junto a sus milagros de bondad y sus autosacrificios para ensalzar las leyes dictadas como mandamientos, las mismas del código penal.

A grandes y básicos rasgos esta es la razón y el proceso por la que la maldad se trata como algo sucio y que castigar; cuando realmente es la salvación de la especie humana y su auténtica idiosincrasia.

En la actualidad no se puede erradicar la maldad de la especie humana no hay tiempo para que la evolución haga su trabajo; no sobrevivirá tanto tiempo como especie.

Así que requiere una mutación artificial destruyendo su ADN, pervirtiéndolo por medios quirúrgicos o medicinales, durante la formación del feto o un tratamiento en la edad infantil.

Es justo que se le llame maldad a esta característica biológica humana que nada tiene que ver con el instinto del resto de las especies animales.

Ninguna otra especie sufre por la ambición de cosas artificiales y superfluas.

Se puede afirmar que la inteligencia humana, es sinónimo de maldad.

Escritores y filósofos apadrinados por el poder, son los que se preocupan de maquillar o solapar la maldad con esa sobrevalorada espiritualidad de amar, exclusiva del ser humano.

Es otra mentira, cualquiera que esté en contacto con la naturaleza, verá que todos los animales crean vínculos afectivos.

Al final, tal como ha evolucionado el ser humano hasta hoy, digo que el amor es tan solo un ritual reproductivo, sin ninguna trascendencia metafísica o espiritual.

Y digo que el amor es un sentimiento que nace directamente en los cojones.

También se dice que lo cortés no quita lo valiente; pero no he conseguido ver valentía ni cortesía en ningún rincón del planeta. Además de malo, el ser humano tiende a ser indecentemente onanista en todo momento con su naturaleza desaforadamente amorosa y espiritual.

Algo no marchó bien con la selección de las especies viendo y conociendo a la especie humana.

Alguna mutación por un accidente nuclear y su radiación estropeó a la humanidad definitivamente y ocupó un espacio que no se merecía gracias a la maldad. Un desastre como el que acabó con los dinosaurios.

Algo así.

Por último, se debe puntualizar que la venganza no es maldad. Es la reacción lógica a una ofensa.

El sadismo es una maldad improductiva; una aberración que no conduce a nada, matar a un sádico no es maldad, es selección natural.

La locura y su asesinato, aunque enfermedad mental, nunca podrá ser usada como atenuante ante el juicio humano individual y biológico; al igual que el sádico, para el agredido o su familia, será causa de venganza y su muerte. Los locos de una forma natural deben pagar por su locura y los borrachos por su borrachera, etc…

Estas son las únicas leyes biológicas y justicias intelectuales, sencillas y comprensibles, adecuadas a la morfología y química del cerebro, con las que nace la especie humana antes de ser castrados los especímenes por el adoctrinamiento o educación social.

No hay que olvidar que con la maldad no se va a extinguir la especie humana; porque para ejercerla, debes estar dispuesto a padecerla. Y no hay mayor equilibrio en ello y mayor obstáculo para usar la maldad como forma de vida para medrar por encima de otros animales humanos.

La maldad es una libertad salvaje que tiene consecuencias, exactamente las mismas que tus actos. Y esto la hace equilibrada, hermosa y temiblemente justa.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


20 de abril de 2022

El no abortado


Soy el hijo que no pudo ser abortado, y luego demostró con su maldad y odio ese accidente o error.

Si hubiera sido decidida y valiente mi madre, hubieran muerto muchos miles menos; pero una adolescente mediocre y con un cerebro aún más vulgar, sintió el peso de la conciencia insectil humana y desgarré su coño para emerger a esta cochina luz que ese dios maricón creó.

Si hubiera sido humano, así me gustaría haber nacido. Y arrancarle los pezones a bocados cuando me diera de mamar.

Afortunadamente no soy hijo de mono. No soy un primate como vosotros.

Me creó con materia fetal Dios el melifluo maricón, junto con otros diez mil ángeles.

Supe corromperme y crear músculos llenos de sangre ponzoñosa, rellené los huesos con tuétano de materia cadáver.

Y en toda esa carnalidad pulsante, maloliente y venenosa prendió también la eternidad que Dios concedió a sus ángeles.

Desarrollé inmunidad contra la bondad y su dios. Resbalaron sobre mi piel feroz los mandatos y el amor a la humanidad.

Creé el infierno donde sufren ángeles y primates reviviendo en un ciclo sin fin el dolor más fuerte que marcó sus existencias.

Soy el nº 1 en la lista de Forbes en millones de almas de mi propiedad. Y no todas son malvadas o han cometido pecado mortal. Están en los sótanos de mi oscura y húmeda cueva porque soy rápido cazando las almas que se desprenden de los cadáveres de los primates cuando mueren o cuando los descuartizo.

Lo cierto es que las almas son accidentales, son la molesta consecuencia de las matanzas que cometo, que gozo, que necesito realizar.

Si no tuvieran vapor o alma, haría exactamente lo mismo con ellos: aterrorizarlos, torturarlos y matarlos. Si el alma pudiera ser asesinada, no existiría el infierno y unas pocas almas idiotas habitarían el paraíso de Dios, el homosexual y pederasta sagrado. Porque masturbarse o ser acariciado por un estúpido y asexuado querubín, es lo mismo que usar primates de cinco años.

Odio a los primates porque son creaciones de Dios y son repugnantemente parecidos a él en sus maneras y pensamiento, sobre todo por esto los odio hasta la extinción.

Os odio aunque estéis dormidos. Os odio tanto que deseo vuestra resurrección para mataros de nuevo. Para mataros un millón de veces. Hasta que el universo se extinga…

La Dama Oscura se acerca caliente, sin un solo vello en su vagina que se muestra por debajo de una falda que no es más que un concepto, una trampa sexual para atraer la atención a su coño. Su raja abierta, dilatada, está brillante de viscosa humedad. Su chocho tiene hambre. Cuando pienso profundamente en mí mismo, entra en celo, se calienta. Hay alguna conexión entre mi maldad y su coño de la que ninguno de los dos podemos escapar.

Tengo una teoría: cuando pienso en mí, en mi historia y pasión y mi ansia de aniquilación humana; mi polla se pone dura y actúa como antena de emisión. Y ella recibe las vibraciones de mis cojones y el semen que presiona hacia un glande amoratado, henchido con la sangre que lleva la vida, el veneno o la dureza de la reproducción. Del sexo brutal e impío.

Así que separo los muslos, alzo cada pierna sobre los reposabrazos de mi sillón esculpido en roca, una roca que no puede herir el cuero grueso que recubre mi carne. Mi ano se ofrece indefenso ante cualquier agresión, porque si hay algo que soporto, tanto como lo provoco, es el mortificante paroxismo del dolor supremo e íntimo. Aquel al que no llegan manos para consolarlo, tan profundo, tan devastador para la mente.

Y le regalo mi polla, para que haga lo que deba, lo que quiera.

Y decide atar una cuerda ruda en la base del pene y estrangularlo.

Observo fascinado como se congestiona, las venas pulsan a punto de reventar y cuando noto que algo malo ocurrirá, suelta el lazo y la sangre corre de nuevo en tromba hacia el pijo. El glande entra en espasmos y grito con todo mi poder. Las almas crean un coro de terror que inunda la cueva y los crueles desaparecen en la oscuridad, excepto uno.

La Dama Oscura se arrodilla y traga hasta sentir náuseas mi falo y escupo mi semen que brota con fuerza inusual inundando su garganta. Parece vomitarlo y por la nariz escupe el semen regando mi pubis. Tose y se ríe…

Un cruel, lame su coño, con su rugosa lengua de jabalí monstruoso. Mi Oscura gime de placer y dolor, y escucho excitado el obsceno chapoteo de la lengua en su sexo hirviendo, lacerada la piel… Lo noto en sus espasmos de dolor, son como pequeños orgasmos que erizan sus pezones más allá de lo que la bondad puede soportar.

Y no tiene bastante, agarra una de las afiladas navajas del cruel y lo fuerza a meter más profundamente el hocico entre sus muslos. Con la boca llena de mí y dejando escapar el esperma, grita mudamente y se aferra a mis cojones llevándome a otro nuevo nivel de dolor.

Desenvaino de entre los omoplatos mi puñal y corto sutilmente la piel de su rostro hasta que una fina de línea de sangre se desborda en pequeños ríos. Y ella responde cayendo a mis pies, gritando un orgasmo entre convulsiones, con el cruel casi asfixiándose en su coño sin dejar de lamer.

De repente, cesa todo sonido, todo movimiento. Se incorpora, acerca su boca a la mía y muerde mis labios juguetonamente; pero maldita sea, clava sus uñas en mis piernas alzadas. En las tibias y arrastra…

El dolor es inenarrable. Llevo la punta del cuchillo a su nuca embrutecido.

Me mira a los ojos desafiante, y decido entrecerrar los míos y desear que no cese.

El cruel se ha colocado a un costado del trono de piedra y lame la sangre y el pus de mi daga que gotea sobre su morro. Y se lo clavo en la cerviz, son crueles, no importa si mueren. No importa que todos mueran, excepto ella, mi Dama de alma oscura, de coño profundo, de ano ardiente… Feroz como no he conocido jamás primate alguno.

La mataré, lo mato todo; pero aún no.

Aún no…

Os estaba hablando de almas; pero en este momento incluso de mis piernas brota esperma por las heridas, entre sus uñas. Ella provoca esas cosas.

Y las almas me importan tanto como mis crueles: una mierda.

A medida que nuestras respiraciones se relajan, pienso en Dios, en clavar mi puñal en sus cojones y cortar hacia arriba, hasta que los huesos de su cráneo sagrado de mierda lo impidan. Es una imagen recurrente, como meter a sus ángeles y arcángeles en un picadora de carne para dar de comer a mis millones de crueles.

¿Los oís? Los ángeles revolotean asustados en el cielo, temen mi pensamiento mismo.

Están cantando a coro salmos celestiales para conjurar el Mal, a Mí; piden que jamás suba a ellos. Y Dios mira a otro lado, sin poder prometerles nada.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

5 de febrero de 2020

De bondades y humildades


Todo es relativo (según dicen algunos genios, mostrando una cómoda tolerancia para quedar bien con todo el mundo), un día frío en una región del planeta será cálido en otro lugar aunque las temperaturas sean iguales.
Cada habitante se acostumbra a su clima, es lógico y no relativo.
En tiempos violentos ocurre igual, un día será tranquilo si hay menos muertes de las habituales; para cualquier otro lugar donde haya paz, una muerte será suficiente para considerar el día como trágico.
Las cuestiones de amor funcionan igual, un poco de simpatía puede confundirse con amor cuando la soledad marca con tristeza los días. 
La soledad requiere haber experimentado y conocer suficientes cosas, tantas como para sentirse ahíto. Lo mejor de la soledad se pierde con la flaqueza de ánimo.
Al final nada es relativo, cada situación se adapta con precisión a quien la vive. Con absoluta objetividad.
Porque ¿qué me importa la temperatura de otro lugar del planeta si no soy envidioso?
¿Qué me importan los amantes o los que agonizan en soledad?
¿Qué me importan los que viven o mueren si no los conozco?
Existe un exceso de hipócrita caridad y empatía. Nadie puede querer a tantas personas a la vez a menos que sea un arribista, un ambicioso político enfermo de poder.
Y si hubiera alguien tan altruista, sería una excepción. Y las excepciones no se tienen en cuenta en las estadísticas. Si yo soy pura estadística, estoy autorizado a imponerla con mi buen criterio. Soy vengativo.
E inmisericorde como retorcidas son las ramas desnudas de los inviernos impíos.
Los grandes mesías, profetas, santones e ideólogos de la historia, sufren y sufrieron cáncer de ego.
Yo no necesito que nadie me admire, ni que me escuche Solo comparto momentos con un puñado de personas que con toda probabilidad bastaría con mano y media para contarlas con los dedos.
Por otra parte, considero mi vida mucho más importante que la de la humanidad en general.
Lo malo de los humildes, de su gran virtud, es que esconden una inevitable vanidad y una gratificante crueldad. En el fondo, desean que sufran muchos para lucirse ante el mundo.
Yo me conformo con que un prestidigitador haga desaparecer las cosas y seres que no quiero.





Iconoclasta
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11 de julio de 2017

Jodiendo



¿Y si no hubiera enfermedad, hambre, sed, guerra y crimen?
Tantos seres reproduciéndose sin control...
Los humanos como plaga.
La mediocridad eternizada sin que nada pueda detenerla.
Una blasfemia que me haría vomitar.
El acierto de las religiones no reside en la bondad y el amor predicados.
Reside en el mal, en su continua enumeración de delitos y pecados.
Las religiones piden violencia, dolor, abuso y muerte para poder condenar y castigar.
Porque el premio es post-mortem.
No importa, estoy yo, estamos nosotros para corregir la falsedad, la falacia, la ignominia de una bondad que nace de los cerebros blandos e inefectivos.
Cuando te follo, hay momentos en los que me siento metafísico, estar dentro de ti es el mundo sin errores, sin asco.
Y así, mientras mi falo hace su trabajo en tu boca, en tu coño y en tu piel. Yo sueño que te jodo encima de una montaña de cuerpos moribundos y muertos.
Que mi semen gotea por tus nalgas sobre rostros cadáveres y rostros que agonizan de dolor y miedo.
Que miro el mundo con el ojo ciego y cerrado de mi glande supurando deseo.
Rostros muertos y rostros gimientes.
Si no hubiera enfermedad, hambre, sed, guerra y crimen; la humanidad tiene una esperanza de no convertirse en rumiantes: Tú y Yo.
Yo dentro de ti bombeando en tu coño mi amor y hostilidad innata. Te llamo puta jadeando con baba colgando de mis labios.
Y tú gritándome: "¡Párteme en dos con la polla, hijo de puta, animal!".
Y ellos agitados por el movimiento brutal de nuestra cópula, los muertos y los que han de morir.
Y ante los sanos, los saciados, los bondadosos; dejando caer sobre sus bocas satisfechas mi leche y la baba de tu coño espesa y obscena.
Somos el obsceno reducto de la dignidad humana. Los guardianes de los más primitivos instintos.
Semen, fluidos y jadeos se derraman sobre la faz de la bondad y la maldad.
Sin importar quien vive o muere.
Quien sufra o goce.
Quien llore o ría.
Somos el contrapeso amoral de toda ley o norma.
De toda adocenada bondad farisea.
Benditos los hijos que no nacerán de nosotros.
Yo te jodo sobre muertos y vivos.
Tú gimes y te arqueas sobre pieles frías y enfebrecidas por la muerte que avanza como una sanguijuela ávida.
Derramamos la leche estéril de la ira y la animalidad que nadie quiere.
Solo nos espera la muerte, jodamos.
Jodámoslo todo.




Iconoclasta
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3 de diciembre de 2016

Hielo y piedras



He visto el hielo en las piedras de un viejo muro de más de cuatro siglos.
El sol no alcanzaba a evaporarlo, como si el muro cobijara al hielo y éste enfriara y diera de beber a las secas y viejas piedras cansadas.
Son buenos amigos que se hacen compañía.
Todos esos siglos los han unido.

Debe haber un tiempo secular determinado para que las cosas más extrañas traben amistad entre ellas.
Y entiendo porqué amo y odio con idéntico placer e intensidad y nada me frena.
Con entusiasmo, lo mismo que construyo, destruyo.
Debe ser que soy más viejo que el muro y el planeta me adora por la pureza y la total ausencia de escrúpulos en mis emociones.
He cumplido una edad secular y el planeta adora mis emociones de amor y destrucción.
Al fin y al cabo soy hijo suyo: un producto de este lugar que flota en el cosmos.

Soy fuego y hielo.
Hierba y piedra.
Agua y tierra.
Soy perfecto, equilibrado en maldad y bondad puras.
El universo me quiere, es mi amigo a pesar de mis aberrantes pensamientos.
Tan viejo como él mismo.
Por ello aún vivo.

No tengo reparo en odiar por igual al más rico o al mendigo que más sufre. No prostituyo mi ser por nada ni por nadie.
Soy muro y hielo que avanza hacia una muerte que no pide ni necesita arrepentimiento alguno.

No existe el examen de conciencia en mí. No soy conciencia, soy consecuencia. Soy un acto continuo perfecto.
Cada acto cruel, cada detestable pensamiento, que he ejecutado y hay en mi cerebro, es la perfecta consecuencia del universo.

Podría ser más hermoso; pero nada es perfecto.
Y lo perfecto hastía.



Iconoclasta
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19 de noviembre de 2016

Guerra y paz



No entiendo porque los hay que desean la paz en el mundo (aunque solo es una frase hecha, los hay que padecen; pero no por los que sufren, sino por otra razón que ya explicaré), si ellos no viven una guerra ni de lejos; al contrario, se lo pasan de miedo con sus teléfonos fabricando o copiando mensajes como "bienaventurado hasta el más hijo puta porque tiene derecho a no ser decapitado".
Deberían meterse en sus asuntos y atender sexualmente a sus esposas y maridos.
Pero como pasa con todos los cobardes, se preocupan más por lo que tiene el vecino y por lo que pueda pasar, que por lo que está pasando. Y cuando ven países en guerra, se cagan por la pata abajo divagando y temiendo lo que  ocurriría si ellos se vieran envueltos en una guerra: se tendrían que meter su teléfono de la bienaventuranza y mensajes edificantes por el culo.
La chusma, el pueblo no tiene buen corazón, solo miedo. De ahí ese espantoso refrán paradigma de cobardía e injerencia ajena: Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar.
Lo único mojado que me gusta, son los coños.
No deseo que hayan guerras; pero si las hay y no me atañen, no me importan.
Las guerras, al fin y al cabo son la única forma efectiva de planificación familiar. Amén de los beneficios sociales que aportan.
Sin guerras, habrían muchas menos ONGs para poder facilitar pasaje y alojamiento gratis a muchos estudiantes ociosos en época de vacaciones.
Gracias a las guerras, se crea trabajo en la sanidad y en la industria metalúrgica.
Y eso no es todo: socialmente, los más desfavorecidos por la genética, los que padecen una deficiencia mental o incapacidad intelectual, encuentran ocupación. Han habido retrasados mentales que han conseguido trabajo y notoriedad mundial como: Franco, Pinochet, Hitler, Stalin, Mussolini...
Son todo ventajas.
Qué manía de ponerse la túnica de José o María (los padres bastardos del hipotético Cristo) para disfrazar la cobardía y la sensiblería cívica o institucional, de bondad y solidaridad de mierda.
Con los esmarfones deberían regalar un rosario para el sexo anal.
Eso de meterse una bolita y luego otra y otra y otra...
La gran mayoría de los que piden la paz en grandes concentraciones ganaderas, serán los que se follarán a un niña violándola en tiempos de guerra.
Bajo el disfraz de buenas personas hay buenos cerdos.
Bosnia es una buena granja como muestra, por lo contemporánea.
Cualquiera que haya vivido una dictadura sabe de estas cosas.
Cuántos murieron fusilados o torturados por envidia y por capricho de los colaboracionistas (gente de bajo nivel cultural y económico sobre todo) que le comían la polla al cabo rural del ejército dictador.
Pues eso; si hay guerra no seré yo quien se queje.
Porque no es cierto esa falacia ambigua que os decían para demostrar gran juicio y sensatez: "En una guerra no hay malos ni buenos".
Y una puta mierda: en una guerra los hay menos malos y auténticos puercos dando y obedeciendo órdenes, que en la vida cotidiana y laboral son incapaces de leer con soltura el rótulo de un comercio.
Claro que los hay que merecen morir.
Y cuando un malo muere, se demuestra y se ejercita la justicia.
Porque la injusticia existe sin guerras, te la regalan al nacer.
Me importa el rabo de la vaca la paz en el mundo.
Conque no me toquen los cojones, me basta.
Porque la guerra y la paz, me las busco yo solo.



Iconoclasta

2 de noviembre de 2016

Morir con las botas puestas


Dicen que se debe morir con las botas puestas; pero no estoy de humor para metáforas hormonales.
Que me quiten las botas, que me duelen los pies.
Y tendrás que ser tú, mi amor, quien me las quite para morir cómodamente.
Es que no existe nadie más quien me las quite. Ni quiero.
Porque no solo me quitarás las botas.
Y es que tu boca es la más extrema cueva del placer.
Obviemos que muero y quítame las botas, desabróchame el pantalón que ya no necesito, que me molesta también.
¡Qué boca tan grande tienes, abuelita!
Morir no siempre es trágico, mi amor. Nos reímos de todo...
Tu mano en mi pubis me hace sentir que deliro, me sitúa en esa frontera difusa entre la agonía y la paranoia.
Por favor... Solo tu aliento ahí, basta para que se me derrame el blanco con espasmos descontrolados.
No tienes piedad ni con el agonizante. Te adoro por tu fiereza, por tu sensualidad que me desquicia, que me saca de madre.
No soy valiente, ni cobarde, no soy nada. 
No quiero las botas al morir.
Solo estoy loco, enfermo de ti.
Si muriera con las botas puestas, rozaría tan peligrosamente la mediocridad, que vomitaría con mi último aliento.
Que sea eyaculando en tu boca...
Tú eres María Magdalena y yo Jesucristo.
Es un buen momento para evocar mitos, fantasías.
De haber existido ambos, Jesús hubiera querido morir en la boca de Magdalena.
Como yo en la tuya.
No quiero morir como un hombre bueno y valiente. Quiero ser sacrílego contigo.
Vivir-morir una pornográfica agonía con mi amada.
No quiero botas ni bondades.
Solo el fascinante y cruento amor que nos come.
No me dejes morir en paz, hazme estallar, mi amor.
Y luego, desnuda, tira las botas a la basura.
Tú serás mi epitafio.



Iconoclasta
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17 de diciembre de 2015

666 y los daños colaterales



Mi Dama Oscura observa con ojos brillantes de emoción las convulsiones del niño que agoniza, su padre lo ha llamado Ricardito, tiene once años.
Tenía.
Su expresión es de fascinación, como si sintiera un éxtasis al ver el alma infantil salir libre y sutil con cada borbotón de sangre que mana de la tierna y pequeña yugular seccionada.
Una yugular que yo he seccionado con cierto aburrimiento y apatía no exenta de elegancia.
Amar a los niños en su vida y en su muerte es una pose de ese Dios estúpido que ejecuta sus crueldades pintándolas con una burda capa de fatídica bondad.
Yo le doy motivos para que luzca su infinita e hipócrita misericordia.
Como creó al hombre imbécil, el hombre no se ha enterado aún.
Y es que sus maldades son designios inescrutables, una frase que llena las bocas de los ignorantes.
Y a ella, a mi eréctil Dama Oscura, poco le importa. Solo siente el acto de la muerte con la misma fascinación con la que observa mi glande eyacular sobre las oscuras areolas de sus pesados pechos erectos.
Tal vez sea porque a sus mil años de edad, aún no ha sentido la apatía que da la eternidad.
Mirad si no a Dios el Celoso, el apático y aburrido Nerón de los Cielos, de su cielo de mierda.
El padre sufre un shock traumático, sus dos tibias sobresalen como madera quebrada de la carne que las cubre. Se las he partido con un mazo de acero del personal que hace trabajos en el exterior de su residencia, de un vulgar lujo de narcotraficante. Es el  ministro de interior del país más pobre de Sudamérica. Como todos los presidentes y militares de ese continente, es un corrupto de los que llamo campechanos, de los que no saben que lo son porque no conocen otra forma de gobernar. Se creen prácticamente mesías debido a su aberrante formación católica. De una forma paternalista, ordena matar a cualquier primate que obstaculice sus planes.
Es un quechua bajito y regordete llamado Hernando Montes. Su caro traje no le sienta nada bien. Es un indio sin remedio.
Ha firmado un acuerdo de cooperación con el país vecino, por sus confusas fronteras, para luchar contra el narcotráfico; lo he visto con aburrimiento en un titular. Así que he lanzado el periódico a las sombras y  le he dicho a mi Dama Oscura:
— ¿Te gustaría pasar una mañana en La Paz? Hay un asunto que hemos de estropear. Los torturamos, los humillamos, los desmembramos y nos vamos a comer un charquekan cuando hayamos acabado con toda la familia.
—Me encantaría.
Y ha metido su lengua en mi boca masajeándome los testículos.
Mi puñal insertado entre los omoplatos se removía inquieto mortificándome.
Le encanta salir de esta oscura y húmeda cueva. Le apasiono Yo y sentir el poder de la muerte desinhibida y sin moral que ejercemos sobre los primates.
Hace apenas cinco minutos hemos aparecido desde el interior de la tierra a lomos de mis crueles, que han decapitado a los diez guardaespaldas que vigilan la zona ajardinada de la residencia Montes. Uno de ellos corretea con una cabeza entre sus mandíbulas, de la que cuelga la lengua cárdena en una mueca de espanto y dolor.
Al entrar libremente en la casa-palacio, hemos encontrado al pequeño Ricardito jugando con un pequeño dron en el gran salón con decoración clásico-burdel.
—Llama a tu papá —le he susurrado al oído agachándome a su altura, con las manos apoyadas en sus pequeños y débiles hombros.
El pequeño ha mirado con curiosidad el mazo que he dejado en el suelo y al mirar mis ojos se le escapan unas lágrimas.
― ¡Papi!
Mientras el padre bajaba por la majestuosa escalera de mármol como el palurdo sin clase que es, he tomado al pequeño entre mis brazos, con su espalda en mi pecho, he sacado mi puñal de entre los omoplatos y le he puesto el filo en el cuello.
― ¡Por Dios, no le haga daño! — grita.
― ¿Por Dios, me dices, mono? ¿Sabes lo que dice Dios de los hijos? Te refrescaré la memoria sobre los consejos de Dios.
Y el filo del puñal muerde la piel de Ricardito.
―En tu biblia, el libro Eclesiástico, capítulo 30, sobre la educación de los hijos dice: "Mima al hijo y te dará sinsabores, juega con él y te dará tristeza.", versículo nueve.*
Y el puñal penetró en la carne.
El primer ministro Montes, se detiene al final de la escalera.
― ¡Deja a mi hijo, cabrón! Tengo mucho dinero en mi caja para ti y tu puta.
Me encanta cuando el miedo les hace caer su máscara afable.
― "No te rías con él, para no acabar llorando. Y rechinando los dientes.",  versículo diez ―prosigo con mi lección.
El  filo hiere la tierna y pequeña yugular al cortar cuello hacia la derecha. El pequeño patalea y el padre grita cuando la sangre comienza a teñir su guayaberita blanca.
Yo no siento nada. Si acaso, esa erección que siempre me sobreviene cuando a un primate le arranco la vida.
No puedo evitar una risa pensando en que el primer ministro es tan ingenuamente malo, que ni ante la muerte de su hijo, piensa en todas las familias que ordena matar en los campos de cultivo de amapolas y coca en los que trabajan y que ahora necesita quemar para que desde un satélite los dólares vean que se lucha contra la droga. Yo soy casual matando, muy natural y campechano también.
― "No le des licencias en la juventud ni pases por alto sus desvaríos.", versículo once.
Los niños pequeños mueren rápidamente, se desangran en la mitad de tiempo que un primate adulto.
Apenas me da tiempo a recitar el último versículo cuando el niño ya no tiene fuerzas para patalear.
El padre se lanza contra mí y la Dama Oscura saca una pequeña automática que junto con una daga lleva en el muslo derecho y le dispara derribándolo a medio metro de mis pies. Le ha herido en un hombro.
Su monte de Venus, luce impecablemente rasurado y terso bajo la falda.
Me humedece el glande...
― "Túndele las costillas mientras es niño; no sea que, indócil, te desobedezca.", versículo doce. ¿Lo ve, señor ministro? A los niños hay que tratarlos con mano dura. Es Dios quien lo dice.
Profundizo el corte hasta que los músculos no pueden soportar la cabeza. La sangre mana por su boca. Lanzo el cuerpo inerte de Ricardito contra el suelo, tomo el mazo y le destrozo las tibias al ministro Montes.
La Dama Oscura se tapa los oídos, no le gusta el crujir de los huesos.
Hay a quien le molesta el chirrido de las uñas arrastradas por una pizarra y a ella los huesos. A mí no me molesta nada que sea dolor y muerte.
Apenas se queja el boliviano, el hombro destrozado ya da suficiente dolor.
La Dama Oscura se acerca al pequeño y toca su piel delicadamente cuando aún escupe sus últimas bocanadas de sangre y su delicado pecho intenta aspirar un aire que no llega a los pulmones.
Cuando has matado tantas veces, por la piel sabes cuando se les va la vida. Es un arte que le he enseñado a lo largo de los siglos.
Preferiría masacrar a una familia paupérrima, porque da un efecto mucho más contundente sobre mi maldad y falta de consideración a los primates; pero de vez en cuando hay que dar a las clases altas una buena lección para que ni por asomo puedan pensar que son intocables.
Como ya es habitual en el mundo de los primates, a quien le dan un palo, le dan todos hasta acabar con él. Estos son aquí los indígenas agricultores, con sus muertes van a proporcionar los dólares a Bolivia, bueno, a Bolivia no; a su presidente, al ministro del interior y la pareja homónima del país con el que han firmado el acuerdo de cooperación.
Solo que ahora, el quechua Montes está potencialmente muerto.
Los pobres, a los que obligaron a plantar vegetales narcotizantes en lugar de comestibles, ahora caen bajo las balas de los mercenarios. Pero solo es temporal, cuando hayan recibido sus millones, volverán a obligar a los indios a crear plantaciones invisibles en las selvas y bosques.
Diez mil millones de dólares, eso vale justamente la deforestación de las grandes áreas selváticas y boscosas, donde en un secreto a voces, con discreción hipócrita, se planta opio, marihuana, amapolas y coca. Para llevar a cabo esa limpieza para acceder al crédito, se quema la selva y los cadáveres de las familias que la contienen.
El ministro va a recibir esa inyección económica en varios plazos, conforme se vayan cumpliendo los planes de limpieza de cultivos para la elaborición de narcóticos. Debe aparentar, como requisito, que él y su presidente se interesan por la salud de los jóvenes y adultos de Estados Unidos y los países más ricos de Europa.
Justifican sin problema alguno a su pueblo, que es el precio que hay que pagar para que los hijos de sus hijos un día puedan vivir en un país próspero y libre.
Los daños colaterales, son inevitables.
Yo digo que no los quiero evitar.
Siempre es lo mismo con Dios y con los primates que mal creó: todo es una esperanza para el futuro; pero la absoluta ganancia y satisfacción la agotan ellos en apenas unos días.
La gran obra de la fe es cegar lo que es obvio y vestir el crimen y la mentira con la túnica de los inescrutables designios.
Yo soy la luz, el foco sobre la hipocresía.
Un foco rojo y líquido.
Yo desmiembro con cegadora claridad los cuerpos de los primates. Los despellejo sin fe ni dogmas. Mi verdad son los intestinos desparramados de los monos a los que Dios tuvo el capricho de otorgarles la capacidad de hablar.
Que se merezcan morir o no es algo que no considero. Es mi trabajo, es mi pasión combatir lo que ese dios melifluo creó.
Mis actos, como  los de Dios, obedecen a mi volubilidad y aburrimiento. Os he de matar, es vuestro destino y el mío.
Un destino que dicto a veces a cara o cruz. O simplemente porque me apetece.
A Dios le es completamente indiferente lo que yo haga, él siente piedad por sus creaciones tapando un bostezo con la mano, vamos  por caminos distintos: él la desidia y Yo la pasión.
A veces intercede por las almas de los que por última visión de su vida tienen mi boca aspirando su alma y mis manos hurgando en el interior de sus cuerpos abiertos. Envía ángeles enormes, de una belleza homosexual, que montan su espectáculo piadoso y yo mientras tanto les amenazo de muerte y blasfemo contra Dios. Es un trámite.
Hace un tiempo, destrocé un arcángel en mi cueva y clavé su cadáver en las puertas del cielo. Si no los asesino a todos, es porque simplemente me aburre. Y en el fondo, es lo que desea ardientemente, ser mártires.
Todas las creaciones de Dios son de una previsibilidad deprimente.
En estos momentos, la Dama Oscura está acuchillando al personal de servicio: la cocinera y su ayudanta, las dos criadas que lavan la ropa y arreglan las camas y al viejo que cada día da brillo a los mármoles del suelo, incluyendo a su hijo, que ya tiene casi dieciséis años.
¿Habéis oído ese grito y gorgoteo? Ya no cumplirá los dieciséis.
El arcángel Isdriabel se materializa, me observa desafiante y se arrodilla para acariciar la frente ya bastante fría de Ricardito con un potente cántico tan viejo como yo mismo. Busca su alma, tranquilizando su espíritu que llora desorientado y desconsolado. Observando la escena con interés, enciendo un Cohíba. El ministro de interior gorgojea cosas ininteligibles, con mi pie presiono su cuello sin cuidado.
El ángel llora.
―Solo te permito esa alma, el resto son mías.
―Dios te pide que dejes de matar, Montes ha donado mucho dinero a la iglesia. Ha rezado mucho.
―Que baje Dios, que deje de toquetear a tus hermanos y venga a hacer su trabajo. Ve con cuidado, pájaro cantor, o mis crueles devorarán tus alas y tu cabeza. No serás el primer arcángel muerto.
La pequeña alma de Ricardito se desprende totalmente de su propio cadáver y flota para protegerse tras la poderosa espalda del enorme Isdriabel. Temblorosa, sin saber aún que está muerto. Montes se ha desvanecido por la falta de oxígeno y he levantado el pie de su cuello.
Me acuclillo y le doy palmadas en las mejillas para que se recupere, cuando abre los ojos le meto el cuchillo en la boca y corto desde la comisura de los labios hasta que topo con el maxilar. A pesar de lo que muchos creen, cuando  haces eso, no aparentan sonreír.
Jamás haría algo que hiciera sonreír a nadie. Solo Yo y mi Dama Oscura sonreímos.
― ¡Mi vida, mi amor, mi Ester! Mi hija no, mi hija no...
Una mujer grita en la planta de arriba, casi al mismo tiempo, algo cae por el hueco de la escalera y se estrella sordamente contra el albo suelo de mármol. Es hermosa la sangre en el blanco puro. Y pienso en la indecente y obscena imagen del ángel con las alas manchadas de sangre. Isdriabel no puede imaginar lo cerca que está de la muerte. Aún arrodillado frente al cadáver de Ricardito, lanza su canto potente mirando al techo de la casa con la pequeña alma entre sus brazos, como si pesara. Con un ridículo gesto de padecimiento en su rostro perfecto.
Histriones...
Siente mi inmensa hostilidad, mi paranoia por la muerte de todo lo que habla por la gracia y el efecto de Dios.
Tiene miedo.
Montes se arrastra con gritos hacia su hija agonizando. La cabeza de Ester está pornográficamente deformada por el golpe. Sus cuatro años aún patalean en el suelo de forma caótica por un devastador daño cerebral. Su camisetita de Dora la exploradora se empapa de la sangre que de sus oídos y boca cae al suelo.
Con un pie detengo a Montes.
―Tal vez la debería haber quemado. O envenenado con los herbicidas tóxicos. Tú lo haces ¿te hubiera parecido mejor? Tal vez lo haga con tu presidente.
Atravieso clavo el cuchillo entre el tendón de su talón derecho atravesando la piel y tiro de él.
No puedo dejar de reír, como tiene las tibias rotas, su carne parece goma y no consigo arrastrarlo sus gemelos se estiran y estiran. Montes grita y grita.
Hasta que pierde la conciencia por el dolor, a estas alturas su presión arterial está a punto de hacer reventar arterias importantes.
Así que meto la mano en la cintura del pantalón y tiro de él para separarlo de su hija.
Me arrodillo ante el cuerpo aún convulso de la pequeña Ester y le giro la cara para cubrir con mis labios su boca ensangrentada.
Y aspiro su alma profundamente.
La Dama Oscura me observa conteniendo un llanto desde arriba, con una mano amordaza la boca de Magdalena, la esposa de Montes, con la otra mano retuerce el brazo de la mujer obligándola a mirar el suelo.
La pequeña entra en mí, asustada y temerosa. La envío sin demora al infierno para que sufra eternamente el miedo y la más profunda desesperanza.
El alma de Ricardito grita y el arcángel la consuela sobre su hombro, susurrándole cantos de bondad y esperanza. El melodramático y megalómano Dios los baña con una luz dorada y a mí me suda la polla.
―Dios hace lo mismo cuando le apetece ―le digo a Isdriabel que me mira con rostro derrotado.
― ¡Mentira!
― ¿Acaso tu padre no te enseña como ayudaba a sus judíos? Arcángeles idiotas... Lee Jueces, capítulo 3. Aflicción de Israel. Débora. Versículos 15 al 22. Escucha y arráncate tus alas cosidas con mentiras.
El arcángel eleva el tono de su cántico hasta el punto de que las paredes tiemblan. Yo lanzo un rugido que se sobrepone al ruido del mundo mismo. La furia ha inyectado mis ojos en sangre y los tres seises escarificados y siempre infectados, purulentos, parecen palpitar en mi antebrazo.
― "Clamaron entonces los israelitas a Yahveh, y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita que era zurdo. Los israelitas enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab."**
―Así obra tu Dios, escucha y conoce lo que ese puerco os esconde.
Me enciendo el habano que se ha apagado salpicado por las sangres de Montes y su hija.
La Dama Oscura, desde la baranda de la escalera, aún en la planta superior, desgarra la blusa de Magdalena y me ofrece su sacrificio: clava la daga bajo los pliegue de sus pechos y corta. La sangre se derrama por el suelo para gotear encima de mí.
Sus manos se meten dentro de los pechos abiertos cobijándolas en el calor de la sangre y la carne. La mujer grita tanto...
El habano se me vuelve a apagar, cosa que me intranquiliza.
― "Habíase fabricado Ehúd un puñal de doble filo de un codo de largo, se lo ciñó debajo de sus vestidos, sobre el lado derecho, y fue a presentar el regalo a Eglón, rey de Moab, que era muy grueso."
― ¿Recuerdas esta historia, Isdriabel? O tal vez negáis ésta y otras mil en el fondo de vuestra conciencia hipócrita a imagen y semejanza de vuestro padre maricón?
―Tira a la mona, como a su hija, mi Dama Oscura. Que la sangre se funda con la sangre ―le grito observando desde aquí abajo su vagina perfecta, de labios entreabiertos, excitada y húmeda. Evoco la dureza de su clítoris y me quito el pantalón para que mi erección se expanda en la dimensión de la muerte y la desolación.
― "Cuando terminó de ofrecer el presente, despidió a la gente que se lo había llevado. Pero él se volvió desde los ídolos que hay junto a Guilgal y exclamó: «Tengo, oh rey, para ti un mensaje secreto». Eglón dijo: «¡Silencio! ». Y salieron todos los que con él estaban."
―Ehúd era Yahveh, Isdriabel ―le digo con voz sibilante―. Vuestro Dios misericordioso que dice ser pura bondad, es un psicópata astuto.
― ¡Calla, maldito...
El estrépito del cuerpo de Magdalena  al estrellarse contra el suelo lo deja mudo. La cabeza de la mujer se abre dejando ver los sesos como una excrecencia entre su pelaje negro. Montes, apenas reacciona su rostro es un constante derrame de sangre y su respiración es débil y penosa; pero lo ha visto. Ha visto la muerte de lo que amaba, es lo que importa. Era el fin.
― "Entonces Ehúd se dirigió hacia él, que estaba sentado en la cámara alta, fresca, reservada exclusivamente para él. Ehúd le dijo: «Tengo para ti un mensaje de parte de Dios». El rey se levantó de su asiento."
― "En aquel instante, Ehúd, deslizó su mano izquierda, tomó el puñal de su lado derecho y se lo clavó al rey en el vientre. Incluso la empuñadura penetró tras la hoja, que quedó tapada por la grasa, pues no le extrajo el puñal del vientre Y se le salieron las heces."
―Dios es una bestia de pelaje blanco, tu Dios es una blasfemia en sí misma. La única coherencia que rige su pensamiento es la vanidad más pura. Su absoluta y desquiciada vanidad que todo lo empaña con hipocresía de fe. Él ordena quemar a sus primates en las selvas para que le recen, para que le rueguen por sus almas sin valor. Y él se crece en la muerte de los inocentes cuando hacen misas de difuntos y claman por las almas de sus muertos. Es todo tan sencillo, que defrauda ¿verdad, arcángel ingenuo?
Elevo el torso de la primate madre agarrándola por los pelos y aspiro también de su boca ensangrentada su alma, que no estará cerca de su hija. No tendrá ese consuelo en la eternidad. La Dama Oscura me ha rodeado con sus brazos desde la espalda, haciéndome sentir sus pechos, tomando mi pene y masajeándolo durante mi éxtasis.
Es perfecta, la amo. Aunque no sé si es amar, porque a veces siento deseos de llevarme su cabeza decapitada a mi entrepierna. Intuye ese peligro siempre latente que la excita. Hija de puta... Qué valiente es...
Isdriabel se dobla atormentado como en una náusea y se diluye en el aire con otro de sus irritantes cánticos.
Me obliga a girar su rostro hacia ella y la beso profundamente, la beso hasta sentir que mis sienes ya no palpitan.
― ¿Puedo acabarlo yo, mi 666? ―me pregunta en un ruego ansioso empuñando su daga que señala a Montes.
―Hazlo ―le concedo encendiendo por enésima vez el habano.
Sin cuidado gira el cuerpo de Montes que vuelve a gritar ante el dolor que le provoca cada ligero movimiento. Con la daga corta los pantalones, los calzoncillos y la camisa. Lo desnuda en unos segundos.
En el esternón le practica un corte longitudinal que hace llegar hasta el vientre. Yo fumo tranquilo, se está bien con los gritos y los balbuceos de un moribundo.
Ahora está haciendo espacio para los dedos a la altura de la boca del estómago, cuidadosamente separa la epidermis del músculo a una profundidad y longitud adecuada para sus manos. Me observa con los ojos brillantes de expectación
Yo asiento.
Entonces mete los dedos entre las incisiones que separan piel y carne, para abrir con un tirón violento y seguro los brazos.
La piel de Montes ahora está haciendo de alfombra en el frío mármol. Parece un animal extraño, con membranas a los costados. Los pezones no dejan que la piel quede tersa en el suelo, pero nada es perfecto.
El grito que ha lanzado no ha sido nada espectacular, pero para las pocas fuerzas que le quedaban, no ha estado nada mal.
Mi Dama se desabrocha la camisa blanca y con el torso desnudo se extiende encima del cuerpo ensangrentado, para que sus pechos se pinten de sangre.
Cuando se levanta el efecto es increíble, se luce ante mí y se apoya sobre la baranda de la escalera con las piernas abiertas para que la penetre por detrás.
La penetro y la bombeo hasta que por sus muslos se derrama un semen negro como petróleo. Me insulta con su orgasmo, me llama cabrón, puerco. Me dice que me arrancará mi puta cabeza. Se gira hacia a mí, me rodea el cuello con sus brazos para besarme la boca y desgarra mis labios con sus dientes. 
Todo es sangre, todo es rojo, todo es maldad y poder...
Todo soy Yo.
Y relincho como un caballo de un millón de toneladas, grande como un buque, antes de comerme el alma corrupta de Montes.
Que nadie se crea que la destrucción de las plantaciones y campesinos se va a detener. Eso no ocurrirá, no quiero que ocurra. Quiero todos los males, todos los abusos aplastando a cada primate de Dios. Que las drogas les envenenen a ellos, a sus hijos y nietos. Que se pudran con las narices deshechas, con las venas podridas, tosiendo sus propios pulmones...
Tan solo he expuesto los daños colaterales que se derivan de un acto.
Un asunto meramente instructivo.
―Mi Dama, ¿No tienes hambre? Vamos a comer ese charquekan del que te he hablado. Y luego, si nos apetece, podemos hacer una visita al presidente. Este asunto de la familia Montes ha sido muy breve. El presidente tiene seis hijos, la mujer y dos putas en una casa anexa.
Me mira con una sonrisa arrebatadora.
Y paseamos por las calles de La Paz como dos enamorados ensangrentados buscando un buen restaurante.
Siempre sangriento: 666


Iconoclasta
*: La Biblia. Eco 30, 9-12
**: La Biblia. Jue 3, 15-22