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30 de marzo de 2022

¡Oh, Aniquilación!


Te necesitamos, te extrañamos.

Queremos que te reflejes en charcos de sangre estrangulando la risa idiota, el gimoteo cobarde.

Sentada con tus patas abiertas sobre el lomo de un cadáver humano. Reptando sobre los casquillos humeantes de las balas disparadas.

En la pantalla rota salpicada de carne cruda de un teléfono.

En un televisor muerto que ciego refleja pedazos humanos.

Te quiero ver en la ira que ilumina el rostro del hombre que mata, en la risa del piloto que deja caer sus bombas sobre ellos, los otros, los que no quiero. Y sobre mí.

En el llanto ensangrentado de los que ahora gimen infantilmente, mientras fumo.

En las bocas de quienes hambrientos, devoran ratas apenas muertas y trozos de carne corrupta de un cadáver sin rostro.

Indecente y translúcida, cubierta con jirones de gasas sucias de sangre y pus que dejan caer los médicos como serpentinas sin alegría.

Necesito ¡oh, Aniquilación!, que incineres la banalidad y a los adultos aniñados.

Necesito ¡oh, Aniquilación!, la paz de una palabra grave, seria como un filo quirúrgico. El placer de un pensamiento pornográfico y su palabra sucia. Gozar de una violencia liberadora al fin, de la libertad, la puta libertad de mi pensamiento desinhibido.

Necesito que me saques de encima esta masa amorfa que intenta infectar mi razón de ella misma.

¡Oh, Aniquilación! Te siento tan cerca que desespero.



Iconoclasta

19 de octubre de 2021

La banalidad y sus cadáveres


El precio de una vida banal es una muerte también banal.

Incluso los que importan, en solo unos días ya son carne de charlas de fiestas de año en año.

Si has sido tan banal como un bostezo, ni siquiera darán pésames a los que vivos, tengan algo que ver contigo, con tu cadáver.

Y por favor… Cuida un poco tu agonía, porque no hay nada más aburrido que un muerto superficial que no acaba de morir y reúne a su alrededor a sus allegados para despedirse largamente, protagonizando su propia caricatura.

Normalmente, cuando mueres (a no ser que seas una imbécil y asquerosa celebridad de de yutup, tuiter o feisbuc) nadie pondrá una carita triste. Y menos aquella puta de la que eras cliente habitual y casi usurero, so puerco.

Si tienes contratado un buen funeral en tu seguro, pudiera ser que a la hora de tomar el tentempié que celebra tu muerte, alguien diga algunas palabras emotivas en tu recuerdo; pero seguro que será producto de la ebriedad.

Normalmente al morir no importas a mucha gente: un pequeño y tímido lamento y unas palabras mentirosas para el indiferente cadáver vestido de muñeco ventrílocuo, con la chaqueta cortada por la espalda. Y a seguir devorando canapés de merienda.

De hecho pondrán cara de estreñidos muchos menos de lo que piensas. La banalidad se paga con indiferencia y no con putos bitcoins de mierda.

Si no hay merienda o algo de picar para amenizar el funeral, tu cadáver y tu banalidad silbaréis impacientes hasta que os quemen u os metan en el nicho.

Pudiera ser que aún que estás vivo, pienses que lo peor es que de tu superficial vida no trascienda nada, ni siquiera por esa accidentalidad de una azarosa cadena de pensamientos que llega a evocar que alguien existió en algún momento de la película.

No sé si es bueno o malo ser banal; pero me lo tomaré como un asunto de elegancia: prefiero que me recuerden con asco que con indiferencia bostezante.

Habré aportado mi granito de arena sucio a este mundo de mierda.

Y como tengo más facilidad para ser desagradable que banal, mi muerte no dejará indiferente a mi gato.

De cualquier modo, todo lo que conocí en la ciudad, podría morir antes que yo por aplastamiento, cremación o disuelto en ácido sulfúrico y no se me elevaría un milímetro ninguna de mis cejas bien separadas y definidas, ni siquiera levemente por algún inopinado tic (por lo único que recuerdo que una tal Frida Kahlo existió y tascendió, es por su uniceja tan rústica, que siempre me deja bizco, es la razón de que me preocupe el asunto estético).

Además, cuando has conocido la muerte de alguien allegado a ti por segunda vez, el resto de muertes te dan el carisma de un forense aburrido que mastica con glotonería unos snacks crujientes de arroz inflado con los guantes sucios de mierda.

Pensándolo bien, no importa que seas banal o trascendente.

Los muertos se disipan en el aire en cuestión de segundos y no tienen oídos ni ojos y solo dejan un desagradable olor, por mucho que los hubieras querido cuando tenían color.

Si un día te masturbaste con la mano llena de excrementos y gritando como un cochino, ni siquiera generarás un pecado ominoso que pagar, ni para lo malo trascenderá nada de tu vida.

Morir es lo que es, peña. El único misterio reside en que hay tantos muertos acumulados en los anales de las historia cuyas almas no aparecen por ningún lado, que es absolutamente estúpido y patológico que la chusma siga creyendo en paraísos e infiernos. Ven que desapareces y siguen con su esperanza de mierda en que la muerte sea una renovación de tus vacunas caducadas. Una nueva vida tras la muerte.

¡Qué lelos!

Por ello, olvida los asuntos de la banalidad y la trascendencia. Antes de morir (si tienes suerte de morir lentamente por un cáncer o un hígado que se deshace y lo cagas cada día un poco), deja todo lo que puedas por hacer; pero sobre todo deja muchas cosas por pagar. Y esas cosas rómpelas para que no se puedan recuperar.

No trascenderás; pero morirás con la sonrisa más divertida y sincera que jamás hayas tenido.

Tanto filosofar de mierda, para acabar concluyendo lo de siempre, que se jodan los vivos cuando te mueres.

No me negaréis que no ha sido divertido, superficial pero con clase, este pequeño ensayo sobre banalidad y trascendencia.

No intentéis hacer estas cosas en vuestras casas si no sois adultos bien formados, u os deprimiréis.

Y bueno, cuando acudáis a un funeral, imprimid esto para amenizarlo. Ya veréis la visibilidad que conseguiréis, mucho mayor que la del cadáver.

Tal vez haya que volver a la moda de las fotos victorianas post mórtem, al menos trascendieron unos minutos más aquellos cadáveres, aunque tuvieran un gusto del carajo.

Aquella gente debía tener el cerebro podrido (lo vivos de las fotos digo).




Iconoclasta

8 de agosto de 2021

Fotografía y televisión

 


Una vez te has decepcionado de las cosas vivas, las muertas te dan paz si no huelen mal o te sitúas demasiado cerca de ellas. Bastaría ver las cosas cadáveres con la lejanía de quien ve un gran cuadro, con cierta distante perspectiva.

Y ahí radica el encanto de la fotografía.

Las cosas que fotografías vivas o muertas tienen las ventajas de lo muerto e inodoro, con la razonable estética que hayas decidido para el encuadre y la luz.

Lo cierto es que cuando observas la foto, sin pretenderlo piensas en la muerte, en la vida y en las experiencias sin sentir que un ser vivo está cerca de ti invadiendo con su proximidad tu aire. Sin ruidos, ademanes u olores molestos.

En la televisión ocurre algo parecido, solo que o bajas el volumen de las imbecilidades que se cuentan en cualquier programa elegido al azar, o te colocas unos auriculares con buena música a plena potencia; aunque te sangre un poco el oído no pasa nada.

Ver todos esos bustos y monigotes parlantes, ridículos, mentirosos, repugnantes, gritones, estafadores, melifluos, hipócritas, colaboracionistas con los fascismos y banales; no molestan. Son como cerdos que ves de lejos y piensas que pronto estarán muertos y así, todo está bien.

Lo que sale en la televisión son cosas muertas animadas; pero no hay que olvidar que muchas cosas vivas, tienen una fe ciega en ellas, de la misma forma que la tienen en esos dioses que crearon para condicionar su comportamiento y asegurar un buen nivel de mansedumbre e ignorancia ente las reses humanas. La ignorancia es la política que mejor guarda los intereses del ambicioso político: si un político no es medianamente imbécil, puede tener a los ignorantes bebiendo de sus genitales y éstos, gracias a su ignorancia, felices y agradecidos.

Y amén.

Observar a todas esas cosas animadas que aparecen en la tele sin temor a que en un arranque de ira te lances a ellos, para coserlos a puñaladas y por ello arriesgarte a perder tu libertad, es la mejor forma de visualizar la miseria de la que estás rodeado. Hay que tener en cuenta que las religiones y sus leyes derivadas de los falsos ídolos o cristos, se inventaron para castigar las acciones nobles. Si eres un buen tipo, no tienes futuro en la sociedad que se creó miles de años atrás, con los primeros mandamientos religiosos y adoraciones a un brujo charlatán.

Es lógico y aconsejable, que si tienes mucho dinero, actúes como Elvis Presley destrozando televisores a balazos.

Aunque por norma general, las cosas ricas están sodomitamente unidas en sus propios círculos del poder religioso y político.

Si tienes el control, observa la tele y aprende lo que no hay que ser y lo que se debe eliminar en caso de que te quede poco tiempo de vida; puesto que si te mueres ¿qué más da lo que pase luego? Que te metan en la cárcel muerto sería muy gracioso.

Pero la televisión da poco desarrollo filosófico, la fotografía es la reina. Ese instante en el que puedes observar los ojos de una cosa congelada en un tiempo y lugar por la eternidad, te da la paz y la verdad absoluta de lo que eres: algo que morirá, que la vida pasará veloz y cuanto menos tiempo pases entre las cosas que no te gustan, mejor. Que la soledad es un don solo para los elegidos, los cobardes viven rodeados de cosas siempre.

Observar una foto no es como ir por la calle y observar las cosas anodinas, ofensivas, mezquinas, cobardes y envidiosas que pululan por las calles como otra especie de hormiga.

La fotografía es un arte relajante y la televisión una feria de monstruos que antes de acabar el cigarro, ya te aburre. La televisión es un cubo de basura divertido e internet el cubo auxiliar, el de los plásticos. Ambos, no consiguen juntar ni un píxel de dignidad.

Así que para no tensar tu humor, observa fotos y juzga.  Recuerda que cualquier cosa que se mueve, lo único que consigue, es que tu instinto de caza tome el mando. Y la violencia, en esta sociedad, hay que ejercerla muy cuidadosamente si quieres vivir cómodamente.




Iconoclasta




5 de septiembre de 2020

Historia de un quebranto


Se le ha roto la voz y no ha podido decirle que lo quiere.
Cuando se rompe el amor, se quebrantan todos los huesos del cuerpo.
La voz es el hueso más débil y quebrada la voz, en lugar de sonido se escupen las astillas que hay dentro del cuerpo y la sangre.
Tampoco lo ha podido odiar; pero no es por el quebranto.
Es indiferencia.
De hecho lleva meses con todos los huesos rotos; pero al negarle un cariño, el dolor ha llegado en tromba. Como si hubiera despertado de una anestesia en mitad de una operación.
No hubo un golpe fuerte, no hubo engaños, insultos o discusiones.
Simplemente un día no le gustó como comía.
Y otro día no le gustó su voz, era inconsistente.
Y luego no le gustó su integración tan perfecta en una sociedad apestada.
No soportaba su optimismo fácil.
Su vocabulario correcto, sus afirmaciones abiertas a negaciones si la mayoría así lo dictaba.
Su sexo aséptico que ya no hacía agua en su coño.
No la mojaba…
Se preguntó si alguna vez lo amó.
Los huesos rotos no son causados por el desamor. Si no por esos seis áridos años perdidos.
- Te quiero, cielo –le dijo en el vagón de metro, preparado para apearse en la próxima estación.
Hacían el mismo horario, en lugares distintos. Dos paradas más adelante, Eva se apearía para empezar otra jornada en la oficina.
Sentía a Juan como un amigo del instituto, alguien a quien no hay más remedio que soportar si no quieres ofenderlo.
Le negó el beso que intentó darle y no le devolvió el “te quiero”.
Juan sonrió nervioso.
Cuando las puertas del vagón se abrieron dijo apresuradamente:
- ¿Quedamos en el centro a las siete?
Ella lo miró y no supo qué decirle.
Las puertas se cerraron y Juan fue absorbido por la masa de carne que se dirigía presurosa a las escaleras mecánicas de salida.
¿Cómo decirle a sus padres y suegros que ya no lo quería por ninguna razón especial? ¿Cómo decirles que Juan era el prototipo de la mediocridad y que ella se equivocó y lo ha pagado con seis años de hastío?
Pero no puede explicarse cómo Juan no ha hecho mención a su indiferencia, cualquier hombre se daría cuenta de su quebranto.
No necesitaba más presión, no quería dar explicaciones y que la sometieran a examen de conciencia y consejos de psicólogos para gente depresiva.
No se apeó en la estación de su oficina.
Llegó al final de la línea que finalizaba en una estación de trenes.
Y no le importó demasiado el destino del tren.
Ni la felicidad, solo quiere romper el mismo día, quitarse de encima esa pegajosa capa de mediocridad con que la pringa Juan, la oficina y la ciudad.
Pasaron los años tan rápidos que olvidó el rostro de Juan, incluso no estaba segura de recordar bien los rostros de sus padres. Ni de sus hermanos.
En algún lugar del mundo, empezó una vida que pasaba rápida, que a veces la dejaba sin aliento. Y sin querer apretaba sus muslos para contener una cálida humedad que su vagina rezumaba al evocar el sexo con Jayden.
Desde su coche patrulla de guarda forestal, observaba a los grandes canguros dormitar sobre la semidesértica llanura.
Hizo una foto para su hijo. Tyler y sus once años recién cumplidos... Nunca cansan o provocan indiferencia, siempre se admiran los otros seres vivos, los libres y salvajes.
Se siente orgullosa no haber en aquella lejana parada de metro, de haber tomado aquel tren de desconocido destino. Y luego un taxi y un avión y otro y otro…
Y llegó un día que dejó de sentir su piel pringosa de mediocridad.
Y no hubo más quebranto.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

15 de agosto de 2020

El Planeta Triste


No quiero vivir rodeado de alegría, es tan banal, mi amor…
Porque la vida está plagada de tragedia y la continua alegría del miedo la ridiculiza.
La sonrisa injustificada de infantiles esperanzas y debilidad le roba la dignidad a la vida, como un cáncer se come una víscera.
Si ha de doler que duela y cuando dejemos de sufrir, reiremos, follaremos, dormiremos juntos nuestro cansancio.
Si ellos ríen siempre, pienso en patéticos e imbéciles.
Porque vivir es morir y desgastarse.
No le veo la puta gracia.
Incluso nacer es trauma.
Cazar o trabajar es causa de heridas y desaliento. De muerte misma.
Yo quiero habitar el Planeta Triste que rinde respeto al esfuerzo y el drama.
Al amor verdadero que nace del agotamiento y la lucha.
Y beber de tus pechos tu esencia, cansado y hambriento.
De tu coño el aceite de la resurrección…
Si amas sonriendo eres un idiota e ineficaz actor o actriz porno.
Los amores mueren en el Planeta Triste. Y los tristianos caminan apenados como si el mundo les pesara en los hombros, buscando otro nuevo amor.
Jamás sonríen cuando duele. Solo ríen por motivos justificados, como la muerte.
No quieren hacer de su vida una ridícula película de superación y final feliz.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

26 de noviembre de 2019

Muertes sanitarias



Andanada 1 (directa a la yugular).

¿Qué es la sociedad actual, la “movilizada” (en la que las reses portan un teléfono móvil o celular como guía de preceptos morales y condicionales)?
Se trata de un conjunto de reses humanas normales, homosexuales y transexuales que padecen ataques de tristeza y euforia en función de lo que ven (sin asimilar) en internet.
Desesperadas las reses por tontas injusticias que en muchos casos son falsas, por los llamados memes de superación espiritual y conciencia social y por videos que pueden llegar a marcar profundamente sus mediocres días. Es una sociedad sin criterios, pastoreada con absoluta precisión por preciosistas o catastrofistas mensajes de no más de veinte palabras.
Confunden su propia frustración con rebeldía. Hasta tal punto que, al no realizar apenas esfuerzo alguno por sobrevivir, se pueden permitir perder su tiempo y su intimidad adorando a sus iluminados o mesías políticos y religiosos.
En las grandes granjas humanas (ciudades) es tan densa la población por metro cuadrado, que ya se ha creado una genética endogámica que produce gran cantidad de esterilidad reproductiva entre machos y hembras, malformaciones y enfermedades de las llamadas raras en gran cantidad de crías humanas.
Nunca ha sido tan obvio el analfabetismo intelectual y lingüístico, como en esta sociedad contaminada por un exceso de información que los cerebros humanos son incapaces de procesar; creando así generaciones de reses que ostentan una ingenuidad infantil tardía.
¿Si no es con ejecuciones multitudinarias (sacrificios de control genético), como se repara este gran problema de degeneración cognitiva humana?


Andanada 2 (por si sobrevive alguna res defectuosa).

Combaten las nostalgias y frustraciones con insatisfactorias y banales distracciones. Visitando lugares atestados de carne habladora y gritona, escuchando la misma música con las mismas gorras, camisetas y los mismos “perreos”. Leyendo las mismas mentiras y estupideces vacías, con los rostros iluminados por el falso oropel de una tecnología que no acaban de entender, de la que no comprenden su fin último.
Pobres desgraciados los que no tienen valor para soportar sus tristezas en soledad.
De ellos será el reino de la vulgaridad.
De hecho, ellos han creado semejante reino.
Vaya mierda…
La sociedad ya está saturada de cosas, amores, ternuras y filosofías inservibles.
La chusma no está contenta y no sabe por qué.
De ahí que se hagan fanáticos de populistas gurús de cualquier ralea para que les muestren el camino hacia una felicidad y premios que no existen. Por eso compran pantallas luminosas para escapar de su miseria intelectual y comen mierda.
Debe estallar sin más demora una guerra o varias, que acaben con las actuales generaciones para que se renueve una genética y un pensamiento pobres y de nuevo, los seres humanos tomen el camino de la valentía, la determinación y el esfuerzo.
Donde se atrevan a vivir sus soledades sin llantos indignos y patéticos.
Una sociedad donde la envidia no sea la única cualidad humana.
Que empiecen las muertes, es muy urgente, imperioso por decir poco.
Por decir lo mínimo.




Iconoclasta

16 de enero de 2018

El filo de la sonrisa


Alguien no entiende bien las cosas.
Entonces la navaja corta el abdomen y las vísceras se salen del cuerpo. Las manos intentan retenerlas, que no caigan, que no toquen la tierra. En ese instante, un certero tajo en el cuello acaba con cualquier esperanza de sonreír sinceramente algún día.
Alguien tiene que hacerlo.
Lo cierto es que no debería estar en este planeta; y si no hubiera vida en ninguna parte del cosmos; entonces no debería estar vivo.
Sonreír es mucho más difícil que llorar. Y además, son escasas las oportunidades de hacerlo.
De ahí que en el cine se hagan más dramas que comedias.
De ahí que dure más el miedo y el dolor de morir que la dicha de nacer.
De ahí que no pueda sonreír ni provocar sonrisas. He nacido para crear dolor y miedo que combatan las hipócritas felicidades. Y después la muerte. No importa, es un trabajo como otro cualquiera.
Lo intentan, ellas y ellos quieren reír de verdad; pero la sombra de la frustración se adivina en sus encías como la fiebre de la imposibilidad.
Es mejor no intentar reír, hay gente como yo que sin pretenderlo lo sabe todo.
Nacemos algunos con el don de la certeza. No existe duda alguna en mi pensamiento, al menos que sea mínimamente trascendente.
Ese don hace las infancias infelices y de la madurez, la libertad tan ansiada.
Y los intestinos se deslizan en cascada entre sus dedos crispados.
¿O tal vez autonomía? Porque el concepto de libertad cambia según lo que se piensa en un momento determinado.
Cuando corto la carne, no sé si soy libre o soy esclavo del filo hiriente que cauteriza las malas sonrisas.
La libertad es como un animal salvaje que apenas se deja ver más que un segundo.
En cualquier caso, la libertad no es sonreír, es lo contrario: no tener que humillarse ante nada ni ante nadie. La sonrisa esconde tanta humillación que me avergüenzan las ajenas.
La libertad no provoca sonrisas ni pretende crear felicidad.
La libertad es esto que cometo impunemente: saber y juzgar.
Sin que importe el resultado, a veces pueden parecer simpáticos los culpables y repugnantes lo inocentes; pero me importa lo mismo que la colilla que dejo caer al suelo de la forma más espontánea.
No mato para juzgar, asesino para evitar repeticiones, no tener que ver de nuevo lo mismo en el mismo rostro.
El mundo es un pañuelo, hay demasiadas probabilidades en la vida de cruzarte con la misma persona
Es una forma de evitar tanta monotonía.
No hay prejuicio, no importa quienes son y lo que podrían haber hecho; solo es un juicio sumario y breve a cada mirada, sonrisa o tristeza con las que me cruzo inevitablemente.
Los que ríen demasiado sin ser necesario, arrastran el estigma de la indignidad y simplemente es mejor morir que vivir humillado.
Yo pongo las cosas en su sitio. A los muertos donde deben estar: en la tierra desangrándose con el rostro contraído de miedo y dolor.
Es algo que no puedo evitar.
Por ello la soledad es descanso y paz.
Porque cuando estás solo no matas. No hay esa necesidad.
Nací solitario entre la muchedumbre.
Soy la auténtica prueba de un error de nacimiento.
Os juzgo, os he juzgado a los vivos y muertos. Apenas recuerdo siete miradas hermosas y diez palabras emocionantes en toda mi vida.
Este balance vital es una tragedia que me ayuda a no sonreír, ni siquiera a quien podría salvarme la vida. Mi descontento me hace enemigo de todos.
Sin vehemencia, sin pasión. Cuando los destripo, no sonrío, ni hay odio.
Solo hay control y objetivo: no repetir la misma miseria en un mismo rostro.
A quien amo, no mato; pero mi sabiduría y su conclusión, no me permiten vivir con quien amo, sería inviable mi vida y la suya.
Vivo en una constante ansiedad de amar y un control férreo de mi naturaleza.
Así, la sonrisa es un acto banal que traiciona la sabiduría acumulada.
Ergo me traiciona a mí.
Pudiera ser que algún día, pudiera ser detenido, es posible que ocurra antes de que muera; pero no es preocupante, no hay diferencia alguna, ya estoy en una prisión.
Una prisión dentro de otra prisión, es prisión. No se eleva al cuadrado.
Tengo muchos rostros de falsas sonrisas flotando en mi cerebro, y ya he consumido el ochenta por ciento de vida.
Será una vida plena acabe donde acabe.




Iconoclasta
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22 de noviembre de 2017

Comunicación en redes sociales: propuestas y análisis


La comunicación, la que se ejerce simplemente por hacerse notar, sin ningún mensaje claro y ameno que transmitir; conduce al empobrecimiento del lenguaje y con ello, más analfabetos al poder de una forma totalmente indiscriminada y peligrosa.
No se deberían vender teléfonos con teclado alfanumérico a cualquiera, es malo. Debería haber versiones potentes y completamente multimedia, pero sin teclado, solo un menú para elegir emoticonos, monosílabos y palabras sencillas de uso habitual con un máximo de cuatro letras.
Con eso sobra y basta para las funciones de redes sociales y mensajería.
Algo así como la democracia y el voto: cada cual elige una papeleta sin saber que significa. Es cuestión de azar y que esté en el lugar adecuado.
Porque la claridad y precisión de la expresión escrita no admite analfabetismo disfrazado de anarquía esnobista; ya existe el tam-tam africano si alguien quiere ser ácrata de mierda expresándose.
Tiene que haber claridad en el mensaje para definir con precisión la verdad, y lo que es más importante y a mí me interesa más: la mentira.
Sin claridad, sin conocer el código de escritura, no se puede mentir bien.
A mí no me preocupa; pero a los que ignoran su analfabetismo, debería preocuparles mucho.
Más soluciones para los que tienen ansias de escribir por puro aburrimiento y no saben una mierda: los investigadores usan con los monos unos pizarrones en los que hay dibujados plátanos, pelotas, cuerdas, agua, etc…
Este mismo sistema cumpliría a la perfección su cometido comunicativo en Twiter, Facebook, Instagram, etc… Debería implementarse como opción en una barra de herramientas, accesible para los simi… usuarios.
Y en cuatro días, todos lo usarían con gran jolgorio. Un éxito brutal.
También existe la tortura física (la psicológica no serviría de nada, ya que hay poca psique) como medida correctora. Alguien con las uñas arrancadas en vivo, sin anestesia y sin higiene, no siente especiales ganas de teclear sus analfabetismos.
Recordemos que por mucho menos, se quemaba (no, no me he equivocado; no se escribe “kemava”, genios) a un judío en el siglo pasado.




Iconoclasta

10 de noviembre de 2016

No es sexo fácil




Si digo que quiero atenazar tu coño con mi mano de dedos crispados, mordiéndome el labio con lujuria, no es pornografía. No es una banalidad.

No es sexo fácil.

No es pornografía.

Mis dedos invadiendo tu coño es la más primigenia posesión y deseo.

He tardado eones para encontrar a quien decírselo, para llegar a este momento de ansiedad apenas contenida.

No puedo ser más serio, no puedo ser más profundo cuando expreso mi deseo de joderte sin cuidado.

Soy demasiado primitivo para expresar sutilezas. Mi falta de inteligencia la compenso con un amor brutal.

Con una aparatosa y vanidosa violencia sexual.

Abofetearte las nalgas cuando te penetro apoyada en la mesa no es masoquismo, no es simple machismo.

Es que quiero dejar una huella en tu piel, necesito convencerme con el rabo bombeando dentro de ti, que eres mi sueño, que duraré en ti más allá del momento en que eyacule mi leche hirviendo.

No quiero dejar de ser a tu lado, quiero que quede en tu cuerpo algún rastro de mí.

Algo que justifique toda esta vida que te he estado buscando.

Eres el amor puro y brutal que me dobla, el que creía no posible.

Es lógica mi locura, mi miedo a no trascender en ti, dentro de ti.




Iconoclasta

10 de julio de 2016

Amar no es una vulgaridad


Amar es algo que se pide y se ofrece con demasiada facilidad, con demasiada frecuencia.
Amar de verdad, con necesidad y hambre, sin hipocresías ni correcciones morales o sociales solo ocurre si se tiene suerte, alguna vez en la vida. Hay tantas probabilidades de morir sin amar, que "amaos los unos a los otros" resulta una broma de mal gusto.
Un insulto a la vida y una banalización absoluta de la esencia del amor.
Confunden el amor con el cariño, la ternura, la amistad, la camaradería, el afecto filial.
No tienen inteligencia, no tienen vocabulario, acatan todas las órdenes, se integran los unos en los otros como las reses de una manada meten su hocico en el culo de la que va delante.
El descerebrado de Jesucristo pedía que se amaran todos.
Eso no ocurrirá, no conmigo.
En mi lenguaje, en mi universo que he creado y lo que hago, amar es follar con ella, despertar a su lado y gruñir juntos un despertar ante una taza de café y alguna sonrisa tranquila y legañosa.
Llevar la mano a sus muslos y acariciar su coño hasta que gima, hasta que aferre mi pene duro, mi pene ansioso. Mi pene cruel y enamorado como yo y lo conduzca a su sexo abierto, desflorado, brillante de humedad.
Y a su boca, a su adorada boca...
Cosas que no haría con mi padre, con mi hijo, con mi abuela...
Amar es demasiado exclusivo como para convertirlo en un acto de competición de dar amor a todos y ser el más querido del cementerio.
"Amaos los unos a los otros" es el título de una barraca de feria en un lodazal de un pueblo infecto.
Amistad no es amor y con los hijos no se folla (no siempre, eso según gustos).
Me revuelve las tripas la facilidad con la que se ama, es ofensivo para mi pensamiento, para mi mundo.
Para mi exclusividad.
Es un acto de ignorancia en el léxico.
Yo tengo otra cosa que decir, ante toda esa hipocresía y vulgaridad, ante ese adocenamiento del "amor": La puta ama el dinero, no al cliente. El cliente no ama a la puta, solo quiere su mamada y yo...
Yo digo que será mejor que tengas un buen coño que me pueda comer si me amas.
Porque de lo contrario, no tengo tiempo ni amor que perder.
Ni quiero dar amor a todo el mundo.
Tengo trabajo, tengo pensamientos que escribir y un rabo húmedo sediento de  amor verdadero.
Si crees en Cristo, besa su calzón ensangrentado amándolo y déjame en paz con todo ese puto amor mentiroso y facilón.
No necesito que se me ame si no puedo metérsela.
La vida es corta y hay poco amor y mucha mentira, mucho cobarde, mucho ignorante.
Esto es amor, el de verdad, sin pérdidas de tiempo.
Sin degeneraciones sensibleras.
Sin bendiciones de mierda.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

29 de febrero de 2016

El viejo depósito


Está fuera de tiempo y también de lugar, no cabe en ningún sitio ya.

Se degrada en torno a un mundo colorido, estúpidamente indolente e ignorante de su propia futilidad.

Hay multitud de seres respirando, de cosas ocupando espacio; pero no quiere decir que sean necesarios. Hay errores a todos los niveles, los cósmicos, cosmogónicos y humanos.

Unos piensan en viejos tiempos; pero yo pienso en el presente, en cómo acabar con tanta banalidad, con el miedo pornográfico que los borregos tienen a la libertad y sus palabras.

El depósito ferroviario, no es "vintage", es una bofetada contra los rostros de los palurdos sin cerebro, incapaces de trascender más allá de su vaso de vino, de un condón regalado.

No penséis en el depósito vacío como en la metáfora de los testículos secos, no seáis tan fáciles. Tan previsibles como el propio tren en su camino.

Estoy aquí, nací para explicaros y recordaros que sin vosotros, caterva de mediocres, el mundo seguirá igual, no mejorará porque vuestra presencia no afecta ni para bien, ni para mal. Tal vez, el aire tendrá un aroma más agradable.

El depósito de la estación de los recuerdos ha queda prisionero en un tiempo tal, que si tuviera vida, su salida sería el suicidio. Y el suicidio es cada vez una puerta más dorada, más prometedora...

Fue creado para almacenar agua y se ha convertido en un monumento a la decrepitud.

Es hermoso que sea así, que sirva de mortificación a los innecesarios respirantes. Que dure tantos años deteriorándose, que los estúpidos al mirarlo, se sientan como él vacío de agua.

Ellos vacíos de importancia alguna.

¿Entendéis ahora porque se empeño Cristo-leyenda en ser crucificado?

Quiso ser también un monumento a lo que se degrada y muere sin que ocurra nada.

No había Padre, ni Hijo, ni Espíritu paloma o cordero. Solo el deseo vehemente por hacer 
vomitar de miedo al dolor a los idiotas. 

Y demostrar con su fracasada e imposible resurrección, que tras una vida de mierda, no hay premios ni castigos, solo la nada.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

20 de enero de 2016

Moda y aberración


Aberración es un estilo de vida basado en la desgracia de estar lejos de quien amas. Es aberración porque el cuerpo no puede realizar lo que la mente exige.
La aberración distorsiona los brazos, los retuerce en un vacío y la mente cree que todo es posible. Aún cuando los huesos se han roto.
Hasta aquí, la tragedia.
El pene no se rompe; pero hay que cuidar mucho la piel, una fricción tan continuada y desbocada puede llevar a un erisipela del sensible pellejo del bálano.
Lo mismo ocurre con la delicada flora vaginal.
Es todo tan complicado como lógico.
Hoy gracias a la potencia y rapidez de la comunicación, hay aberración exclusivamente. Las modas o estereotipos románticos quedaron atrás, se han sustituido por esos videos virales efímeros y absolutamente banales que iluminan los breves segundos de destellos de sensibilidad que la masa cárnica humana puede lucir.
Solo la ropa marca moda; pero es tan cambiante y tan aburrida, que se convierte en una imposición para esa masa de cerebros ineficaces.
Siempre hay alguien dispuesto a morir por amor; pero nadie muere, al menos ahora. No está de moda.
Porque en  el siglo XVIII, en 1774, Goethe y su "Las desventuras del joven  Werther", pusieron de moda el suicidio (se triplicaron los casos de suicidas) e incluso la forma de vestir del protagonista de esta novela que se enamora de una mujer casada y se relata con las cartas que le dirige a un amigo. A este tiempo, a esta moda, se la conoce como la "fiebre Werther".
Por mimetismo, por identificación, los jóvenes imitaban la forma de sufrir de este personaje que dicen, es casi biográfico. Y alegremente y con jolgorio, se decían: "Vamos a suicidarnos un rato. ¿Te parece?".
Si hubieran tenido yutup en aquel siglo, ahora tendríamos día sí y día también, a tristes emos con una pistola en la sien frente a la webcam del ordenador, llorando negras lágrimas y con música llamativa, filmando videos sensibilísimos; pero cansinos por lo incruentos. Nadie se hubiera suicidado.
Pongamos que un perro salva a otro perro en medio de una autopista en la que mágicamente los coches veloces y feroces, no hacen jugo de perro con sus ruedas.
¿Habrían imitadores y se pondría de moda llenarse la boca de pelos para salvar a un perro en medio de una autopista? Rotundamente no.
Porque el siguiente video mostraría los ostentosos pezones que accidentalmente sobresalen de una blusa de una super-modelo en una pasarela sofisticada de Roma o París.
Y como es sabida la célebre y notoria ineficacia del cerebro humano, el arrastrar perros por una autopista quedará relegado a un bit nulo, perdido en la mente globalizada. Todos y todas (por las lesbianas) correrán a masturbarse frente a los impactantes pezones que se observan asomar en un deplorable video (por la escasa calidad) durante diez minutos en distintas velocidades.
Podría ser que en un tiempo menos hipócrita, también asomara el pene de un modelo; pero ahora no ocurre y si ocurre, me da asco imaginarlo.
Tendré un cerebro privilegiado y potente, y también un poco retrógrado; pero me molan más las vicisitudes del desgraciado y pusilánime Werther de Goethe.
Por otra parte, las modas, me las dicto yo. No soy precisamente un hombre empático con las estupideces, por muy virales que sean.
Si es que la globalizada humanidad me da unos disgustos...
Buen sexo.


Iconoclasta

5 de octubre de 2015

Un exceso de amor


El problema del mundo es que hay un exceso de amor. El amor asalta a la gente a cada paso, a cada segundo. Se ama al amante, a los padres, a los hijos, a los sobrinos, a los primos... Y además de amor, hay mucho cariño y afecto por lugares y cosas.

Alguien ha llevado a creer a la peña que hay que amarlo todo indiscriminadamente. Porque mientras amas eres idiota (es la opinión generalizada de los estamentos religiosos y de poder) y estás a merced de otros, porque el amor lo llena todo y necesitas poco más, salvo papel y pluma.

La verdad es que solo se puede amar a muy pocos si se ama con esa exclusividad que nos hace especiales y únicos. 

Es simple, a lo que más se quiere, no se le puede escatimar amor, tiempo, vida e ilusiones.

Hay poco espacio y tiempo para tanto amor.

Se debe ser selectivo para no caer en cariños mediocres.

Los humanos no son jesucristos ni santos.

Han impuesto amar de una forma globalizada a tantas cosas, que se hace imposible distinguir entre amor y vulgaridad.

Hay una olimpiada para ser el más amado y el que más ama. El más beato y el que tenga mejor corazón.

Y mi instinto de territorialidad, el instinto que me llevó a buscar la teta tras haber nacido, no encuentra esa exclusividad, esa sensación de pertenencia que todos los animales sentimos en algún momento.

Todo el mundo es solo medio amado.

Y mi esencia, la misma que quería a mi madre con exclusividad, enteramente para mí en los momentos de indefensión, se rompe y pervierte entre tanto amor banal.

Ahora es el odio más necesario que el amor, es el predador que va a mantener el equilibrio en un mundo de bendiciones que se dan sin miramiento, como si todos fueran curas y sacerdotes.

En un mundo sin leones los ciervos comen conejos porque no les queda pasto.

Es un engaño, una hipocresía. El amor no debe aplastar lo que en esencia es el ser humano: un maravilloso e inteligente predador con destellos de ternura.

No somos ángeles, somos bestias con una vagina derramándose de deseo y un pene latiendo entumecido por una irrigación sanguínea, ante el cuerpo y la mente que deseamos.

Freud dijo que no se es hombre hasta que muere el padre. Está bien, tiene razón, aunque no sabía porqué.

Cuando amas no se pueden cortar raciones para toda la familia y amigos y dejar así un vacío de silencio y hastío en tu propia casa. No deben estar juntos dos seres que precisan de multitud a su alrededor. Porque no se bastan, se asustan de los momentos íntimos cuando no follan.

Por otra parte, con tanto amor, es muy difícil encontrar el adecuado. La vida es un mercado de personas y afectos.

Todo son inconvenientes si no hay algo de odio.

Todo son hipocresías cuando las bestias se visten de ángeles.

No banalizo cuando digo que te amo absolutamente.

El tabaco calma mi ansiedad, la pluma escribe en tu piel cada palabra y cada gemido, el cuchillo es mi condición humana que no debo olvidar.



Iconoclasta

30 de mayo de 2015

Nosotros, bastardos de Dios


Somos los hijos bastardos de Dios, los que no fueron creados a imagen y semejanza de Dios ni de ningún otro ser.
Somos los que no rezamos, ni pedimos.
Ni tenemos miedo, y si lo tuviéramos, nadie lo sabría.
Que aman y odian con idéntica fuerza, que no reniegan del amor y la violencia.
Que follan como animales en plena luz o en la oscuridad. Con locura y enfermedad, con deseo, tortuosamente, malvadamente y bondadosamente.
Somos los hijos bastardos de Dios, porque nos abandonó, porque estamos absolutamente solos entre la multitud.
Porque cuando unos piden perdón, no nos arrepentimos y no perdonamos en honor a nuestra historia.
Porque nadie nos perdona a nosotros. Nadie nos perdonó.
Porque vida es muerte y muerte es el resultado final de la vida. No hay un más allá por el que valga prostituir el pensamiento y el deseo. No vale la pena vivir como fariseos para nada, por una hostia insípida que se pega irritantemente al paladar aunque la muerdas. La sagrada repostería no tiene una buena escuela.
No existe un mundo post mortem por el que atormentarse.
Somos bastardos de Dios, porque renegamos y vomitamos por leyes y tradiciones que perpetúan la humana miseria.
Odiamos las palabras banales sin sangre, sin fluidos, sin pasión.
Y blasfemamos sin creer en dioses de mierda ni castigos, para no caer en idolatrías cobardes.
Somos bastardos de Dios, porque todos hablan y nosotros escribimos ajenos a sus alegrías y penas. Escribimos porque necesitamos una puerta dimensional para sobrevivir ante tanta vacuidad.
Bastardos porque ellos ríen y yo escribo mi frustración por un tiempo y lugar que no es mío.
Bastardos porque vemos con los ojos muy abiertos un cielo azul y una noche negra con devoción, e ignoramos las sangres vertidas por los mártires en las cabezas de los no muertos.
Los mártires son lo contrario a nosotros (benditos ellos y bastardos nosotros) y son nuestros enemigos, por ser los sodomitas pervertidos y cobardes de dioses, papas, reyes, presidentes, jueces y ricos.
Bastardos que pedimos condenas en lugar de absoluciones y que la mano de una mujer acaricie mis testículos con delicadeza, porque me duelen de tanto bullir, porque están tan cargados y cansados... Pesados de deseo.
(No quiero la mano de Dios, quiero tu mano cálida en mis cojones plenos, mi amor.)
Dios es solo un marqués con derecho de pernada y la humanidad el resultado de toda esa endogamia.



Iconoclasta

21 de mayo de 2015

El dolor de la humanidad


A veces no puedo evitar pensar con cierta ternura en el dolor de los niños, de las mujeres y los hombres.
Hay ternura porque sueño en la posibilidad de un planeta hermoso.
No puedo evitar pensar con la misma ternura en las carnes ajenas rasgadas que hacen bien al planeta y a los animales irracionales que lo pueblan al verter su sangre como abono.
Porque es hermosa la sangre que mana tranquila y espesa de las heridas desmesuradamente abiertas como  grandes sonrisas banales.
La textura de una malteada roja, roja, roja...
No puedo evitar pensar cuando hay tantas calamidades, que solo así puede salvarse el mundo.
Con ternura infinita, veo a la humanidad como una plaga graciosa a la que someter a experimentos cruentos.
Un hormiguero que aplastar porque no hay cosas mejores que hacer.
Pienso en la falta de libertades, y creo firmemente que pocos las necesitan, que no quieren libertades, solo morir mediocremente.
Y está todo bien, mueren y sufren los que se lo merecen.
Y los que no, también; pero son tan pocos que no importa.
Porque las democracias son contrarias a la equidad y la razón, solo buscan multitud. Y ser iguales, uniformar el pensamiento y clasificar comportamientos en "normal" y "no es normal".
Los pensamientos importantes jamás han trascendido en miles y miles de años, solo trasciende el miedo y las supersticiones que lo conjuran. Solo hay dioses escritos en viejos papiros y en quebradizos papeles.
Los viejos les dicen a los jóvenes, no folléis como nosotros hicimos, no os embriaguéis como nosotros hicimos; es pecado, hijos de la gran puta jóvenes.
Porque la vejez hace peor a los seres humanos, se olvidan de lo que fueron y se coronan con un halo de ciudadano ejemplar y castidad.
Mierda, mierda, mierda...
Líderes que ejercen bajo hipócritas y bastardas ideologías con inconfesables avaricias chupando cigarros con pieles humanas curadas y comiendo en lujosos hoteles piernas de bebés horneadas, que guardan en refrigeradores colgados de ganchos con el pecho abierto los cocineros.
Y tanta gente disfrutando de las horas bajo el sol en la carretera para hacer absolutamente nada.
Es de risa, no hay nada importante en la humanidad; ergo su dolor, es algo que ignorar.
Incluso... Se me escapa la risa.
Es esta ternura que me conmueve.
Es mejor morir que vivir con el cerebro tan vacío y el corazón aburrido de latir siempre igual.
Si la humanidad se duele de algo,  sinceramente que tome aspirinas.
Es tarde para la misericordia, es tarde para la paciencia y es buena hora para fumar un cigarro y ver en las noticias tanta muerte de una forma completamente distendida.
No está todo tan mal, hay esperanza.
Lo dice mi discreto sonreír que no es banal, es sincero y obedece a una larga reflexión de inteligencia, vida e historia.



Iconoclasta