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21 de agosto de 2023

lp--Envidiar a las mariposas--ic


No puedo entender las mariposas del estómago; pero sí son razonables las imposibilidades que surgen de amarte dando vueltas en mi estómago como náuseas.

Las mariposas son la antítesis de desearte: su sutileza y mi densidad. Su volatilidad y la gravedad que me hunde década tras década en la tierra. La inmovilidad de una estrella que se consume alumbrando lejanamente las cumbres de tus pechos y ellas tan volubles volando de flor en flor.

De las mariposas adoro su belleza y volubilidad. Su universo, donde hay tantas flores.

Aquí existes solo tú, no hay más flor.

Tal vez sea que más que adorar, envidio su fugacidad y volubilidad.

No puedo ser como ellas, en mi cosmos es obscenidad.

Sin embargo, el no esperar.

Una vida sin vértigos, de luz…

Nací demasiado longevo, demasiado pesado.

Quien fuera ellas…

Una de las dos especies no tiene futuro, o es negro como la tumba en la que me hundo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


28 de julio de 2023

lp--Mirarse el ombligo--ic

 

Los hay, dicen, que se miran el ombligo.

A mí no me pasa. Me hipnotiza el tuyo e imaginar que lo penetro con la lengua inundándolo de mi baba animal espesa y cálida, cuyo río verterá en tu coño arrastrándome.

Con tus dedos aferrados a mi pelo contienes el aliento en el lento descenso a lo inevitable, mortificándome. Provocando el hervor de la leche en mis huevos pesados, doloridos por la presión del atávico deseo acumulado.

Me importa una mierda mi anodino y estúpido ombligo.

Estoy caliente y la tengo dura ¿Cómo cojones voy a mirarme el ombligo, si mi rabo colapsado de venas y espasmos domina la horizontalidad y verticalidad de la bestia abriéndose paso hacia tu alma carnal?

Quien se mira el ombligo no alcanza a intuir el acto de follar. No lo entiende.

Amarse uno mismo es el consuelo de los incapaces.

Un dinero metido en un coño a cambio de la vejación de ambas partes.

Un consuelo sórdido y patético de fracasados.

Solo miro tu ombligo, el camino directo a tu coño.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

 

17 de julio de 2021

El cuerpo del delito

 


El cuerpo del delito que observo con mirada ávida y animal, es el que me excita delatando en mi glande un rocío resbaladizo y caliente.

La viscosidad que, al retirar violentamente el prepucio, descubre un corazón henchido de sangre cabeceando como un potro furioso de deseo.

Espasmos de delictiva lujuria en mi rabo indecente…

El deseo es el manto de mador que cubre la piel del cuerpo del delito y su coño desflorado por unos dedos de rojas uñas sangre, que me ordena follarla con un chapoteo lujurioso, jadeando como bestia en celo.

Metérsela sin cuidado alguno, con frenesí e impacto impío.

El cuerpo del delito tiene los pezones contraídos y erizados como frambuesas. Existen para ser lamidos, besados y succionados hasta el punto de que sus pies se tensen con fuerza intentando contener el placer que viaja como un trallazo hacia el vientre y  por sus muslos, como un anunciado infarto del placer.

Su boca jadea, y tiene la función de atrapar la mía y mi alma.

O devorarla…

El cabello del cuerpo del delito es un asidero para conducir su boca a mi rabo cuyas venas parecen reventar.

Y me duele, me duele…

Me duele la sangre que se agolpa y mis cojones contraídos y plenos ante el cuerpo del delito y sus consecuencias.

Sus manos existen para dar consuelo a mis cojones pesados y ávidos de derramarse en ella, dentro o fuera.

Por favor…

El cuerpo es el que amo; pero el delito soy yo.

Su coño, el arma homicida ensangrentada con mi leche.



Iconoclasta

1 de julio de 2019

Una bestia


No puedo evitar evocar mis dedos acariciando lo más profundo de tus muslos y esa magia que es caballo en mis venas: cuando los separas y tu coño se torna indefenso y lujurioso, cuando mis dedos extienden por tu piel la baba que dejas ir sintiéndote deseada y puta.
Y mi cochino glande dentro de ti, buscando con violencia más profundidad, follarte la mente, y más adentro…
Follarme a la diosa… Rendirle mi semen como sacrificio cruento, porque cada vez que escupo mi leche en tu piel, muero un poco.
Cuando tu coño derrama mi semen siento deseos de asesinar furioso y violento. Desciendo hacia una animalidad desbocada aferrándome a mí mismo.
No puedo evitar estrangular mi polla soñando que tu coño palpita hambriento ante mi boca.
Evocarte es escupir mi semen sin control. Adoro la bestia que hiciste de mí.
Un asomo de lujuria, un dolor de cojones, un infarto no definitivo.
Amarte y follarte… Deberían estudiarme en los colegios, para que los hijos de mediocres no lo sean.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.



9 de mayo de 2017

Dura


Me la pones dura.
Dura hasta la desesperación.
Es difícil ser solo romántico al besarte.
Es imposible no atacar violentamente tu boca y llevar la mano a tu coño.
Y oprimirlo.
Hasta que se te escape un jadeo en mi propia boca.
Me duele de dura.
Me dueles ahí abajo, mi puta hermosa.
Las palabras de amor se convierten en una espesa baba con la que empapo tus pezones duros y mis dedos separan tus labios secretos con precisión.
Y en el secreto de nosotros mismos, te susurro que te la quiero meter, furcia de mi alma. Que descubras mi glande con un movimiento brusco por los cien euros de razón que te he pagado.
Por los cien euros de corazón que te he dejado en la mesita, junto a tus bragas mojadas.
No soy religioso, no creo en dioses; pero si me arrodillo ante tus muslos para hundir la lengua en tu coño, me siento inmaculado por el lascivo y viscoso maná que lame mi lengua hambrienta.
Mi semen hierve y presiona en los testículos como un sacrificio a tu Vagina Divina.
No puedo gestionar ni conciliar razonablemente todo este amor y la dureza obscena de mi pene y el filamento viscoso que de él se desprende para prenderse en tu piel como un tentáculo translúcido.
No puedo conciliar lo divino con lo carnal y al metértela eres mi puta santa de coño líquido.
Así que cuando te confieso que, cuando te digo que la tengo dura; no hay banalidad en ello.
Ni simpatía.
Ni siquiera amor.
Es orgánico.
Es deseo animal y atávico. Y beso tus muslos mojados de mi propia leche con la devoción de un cristiano que besa los clavos de Cristo en sus pies.
La tengo dura. Me la pones dura, mi puta santa. Soy un cerebro fragmentado.
El precio de tus servicios arruina mi razón. Aunque la perdí en el mismo instante que tu lengua rozó la mía.
Me duele de dura amor.
Haz algo, otra vez.





Iconoclasta

26 de marzo de 2017

La última hoja


Observo con los prismáticos las lejanas montañas nevadas, nubes y ríos entre el bosque. Observo las pequeñas cosas cercanas y pequeños cadáveres que no importan a nadie.

Observo las águilas, los cuervos y las lagartijas.

Observo con fascinación malsana la obscena y enfermiza textura de un liquen en el tronco de un árbol...

Pero observar todo eso es accidental.

Es un trámite obligatorio en tu búsqueda.

Quisiera estar enfermo y delirar creyendo que te he encontrado, localizado a pocos kilómetros y que con prisa y torpeza, guardo los prismáticos en la mochila y monto en la bicicleta sin pensar más que en besarte, en abrazarte toda.

Es triste sacar la vista de los prismáticos y observar a ojos húmedos la gran improbabilidad de encontrarte.

Enciendo el enésimo cigarro de la mañana; pero... Si no  te busco ¿qué hago?

Buscarte me lleva a descubrir cosas nuevas, matices cromáticos que no sabía que existieran allá tan lejos. A veces el verde del bosque tiñe una porción de nube y pierdo un latido al descubrir el secreto.

Buscarte me obliga a ponerme en movimiento aunque duela, aunque me canse.

Evocándote lleno un cuaderno ya con pocas hojas.

Los cuadernos y yo nos aproximamos en perfecta sincronización a la última página que es posible escribir.

Y no me preocupa. Extinguirse no es bueno ni malo. Es algo que ocurre.

Lo triste es no atisbar en la distancia el reflejo de tus cabellos, tus manos de largos dedos finos, el movimiento de tus nalgas que se adivina en la oscilación erótica de tu vestido cuando caminas felina. Tu mirada intensa que hace arder algún órgano de mi cuerpo.

Lo triste es guardar los prismáticos con un: "¡Mierda! No está...".

Otra vez...

Lo triste es que la última hoja de mi cuaderno y mi vida, no dirá que te encontré.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.