Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta amanecer. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta amanecer. Mostrar todas las entradas

28 de enero de 2022

Su amanecer



Es sorprendente su ímpetu y entusiasmo al recibir el nuevo día hablando, cantando, riendo…

Amanece cuando ella abre los ojos, aunque el sol lleve horas calcinando las pieles.

Amanece cuando inunda con su voz mi mundo, que está en ella.

Literalmente, cuando ella amanece se rasgan mis tinieblas.

Y el sol siente que no ha hecho bien su trabajo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

26 de enero de 2021

Ratas, bofia y basura



Otro nuevo día.

Amanece en la república bananera del fascismo español tras una noche de ratas, bofia y basura. Las únicas cosas que pululan en las tiranas calles frías y malolientes

Las tres cosas se llevan fenomenal en la nocturnidad franquista.

El toque de queda no frena el coronavirus, ni los bozales; cosa que no le importa al Caudillo, ni a sus caciques. No es por eso la cárcel nocturna, es algo más mezquino, más criminal.

Y mientras la cosas ocurrían o no, soñaba con un follar cremoso. Su vagina voraz pulsaba exprimiéndome de la polla hasta la última gota de mi humanidad retornándome a la animalidad más salvaje. Era táctil, era húmeda la onírica realidad fascinante.

Después he despertado de nuevo en la pesadilla de siempre con la polla aún dura y el glande agotado y empapado.

Y está bien.

He jugueteado con una navaja sin precisar ideas, solo tabaco y café.

Ha sido una buena noche, definitivamente.

Mi lascivia es solo comparable a mi absoluta indiferencia a quien vive o muere.

Me pregunto si padre y madre podrían imaginar en lo que me convertiría, en una nocturna obscenidad insaciable ajena a todo, cruel con precisión y un vocabulario perfectamente escogido, ni una palabra o idea al azar.

El amanecer hace foco en la mezquindad: en los que se colocan el bozal en el hocico y sonríen invisiblemente a un nuevo día de mierda, a la madre puta cobarde que, tiene miedo a que su hija entre en casa y la contagie de coronavirus. A las embarazadas desarrollando fetos de rata que nacerán vestidas de humanos y roerán libertad y dignidad hasta pudrirse en vida.

Y yo cierro la ventana a la mezquindad. Rezo cosas innombrables cagando y jugando con un videojuego.

Bofia, ratas y basura… Estoy a salvo de toda esa mierda.

Y ahora ya tengo hambre.

Que los jodan a todos a plena luz del día. Que los tigres  y los leones los devoren. O las bombas hagan su trabajo, hasta que la cobardía desaparezca de toda estirpe humana; o que desparezca toda estirpe humana, me da igual. No importa, ya he vivido suficiente y no quiero más mierda.

Bon apetit.



 


Iconoclasta


7 de mayo de 2020

El Sol delator


He visto al Sol salir de su escondite. Asoma feroz, tiñendo el cielo de color naranja, como una sangre rara...
Y lo he fotografiado antes de que me pudiera dejar ciego.
Se esconde tras una pequeña montaña el muy traidor.
Y cuando ves el cielo naranja, no te agaches para anudar los zapatos porque cuando te enderezas de nuevo ya ha salido.
Es rápido… Y arrasa con sus rayos los bosques, las montañas y los pueblos.
Y revela tu ser secreto y oscuro con impunidad, sin poder protegerte.
Ese ser que nace de mis pies y se extiende por el suelo y las paredes durante lo que dura el día.
Toda esa iniquidad y hostilidad que soy.
Preciso discreción para poder actuar y el Sol es un delator de mierda.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.



21 de abril de 2017

La responsabilidad de un gran poder


Entiendo a los super héroes como Spiderman, su depresión por ostentar poderes que los hace especiales e invencibles, pobrecitos.
Pobres megalómanos melifluos, apocados y sin carácter. Existencialistas por puro esnobismo.
Yo me tengo que levantar todos los días y soportar mi super hombría. Eso sí que es un trauma.
Y no lloro como una nenaza menstruando, o cuando el test le dice que está embarazada y no tiene suficiente memoria RAM para identificar quién coño es el padre.
Enciendo el primer cigarro del amanecer en la cama, que parece una tienda de campaña canadiense de cinco plazas. Y pienso en la indignidad de la ausencia de elegancia y de un exceso de animalidad.
En el momento de agacharme para buscar las zapatillas que el gatito ha desparramado por debajo de la cama, he de ser muy cuidadoso con mis ojos, podría tener un accidente y convertirme en una erección cíclope.
Aún embriagado por el sueño, rascándome el culo, he de calcular perfectamente la correcta, uniforme y firme dirección frontal de mi caminar. Porque si viro apenas unos grados a derecha o izquierda al pasar por un marco de puerta, lo puedo astillar.
Hay pelos y piel incrustados en los marcos que demuestran que no soy lo suficientemente preciso y rectilíneo al caminar con apenas consciencia.
Y para colmo, la ceniza nunca cae al suelo, mi paquete genital parece un daliniano cenicero por su extraña deformación.
A las mujeres bien dotadas el café les gotea en los pechos, en el escote; como una ley física inamovible. Y de la misma forma mi paquete recibe el 90 % de la ceniza matutina cada día. Son constantes contra las que no se puede luchar.
Dejo rastros de ceniza por doquier que paso.
La lírica puede ser tan sórdida...
Dan ganas de llorar ante tanta dura enormidad; pero en realidad, es el primer pedo del día lo que sale de dentro de mí. De lo más profundo de mis entrañas.
Tenerla dura no significa siempre ser bruto, a veces es un importante ejercicio metafísico.
Una gran erección, conlleva una gran responsabilidad.
No jodas con las leyes de la moral y ética cinematográfica, he visto garabatos de niños de dos años con más trascendencia.
Lo peor no es tener que preparar el café de costado, porque de frente la distancia hacia el mármol de la cocina es tan angustiosa como el monótono horizonte de un desierto.
Lo peor es mear.
Mear y acertar.
No tengo miedo de que me salpique los pies, porque estoy casi angustiosamente lejos del chorro dorado.
Pero lo que cae al suelo he de limpiarlo para que el lavabo no parezca un corral de patos.
Y mi misión es mear sin daños colaterales.
No es fácil, hay que calcular muy bien la distancia hasta el inodoro, hasta el centro del inodoro. A veces la pared marca el límite y he de proceder a elevar el pene con una puntería más intuitiva que precisa.
A esas horas del día es muy difícil calcular la parábola perfecta que ha de realizar el chorro de orina. A veces me sale bien y toso el humo del cigarro intentando sonreír.
Luego, la sangre que está agolpada en la polla, consigue volver al cerebro y recupero la conciencia de mi propia existencia.
Y todo esto en apenas cinco minutos.
Todos esos cálculos, tristeza y preocupación... Toda esa ceniza en el pijama limpio hasta hacía apenas unos minutos.
No, los super héroes sufren depresiones porque quieren. No deberían tener super poderes que no saben super llevar con hombría y valentía.
Spiderman y sus asépticas y asexuadas telarañas...
Me gustaría verlo con mi super polla.
Se iba a dar unos hartazones a llorar...
Gilipollas.



Iconoclasta

18 de febrero de 2014

Geometría con la luna


No sé que coño significa, no sé porque observo la luna al amanecer por encima de la vulgaridad de un pinche depósito de agua (es obvio que no estoy en un bosque, carajo).
Tal vez no hay otro sitio donde mirar antes de que salga el sol de mierda y revele por enésima vez mi piel en toda su decadencia, a toda madre.
Tal vez sea un ejercicio de geometría sobre la verticalidad, perpendicularidad y toda esa mierda de la perspectiva; pero no hay perspectiva.
Vaya mierda de geometría.
Simplemente mis ojos son viejos como una piedra y mirar lo gris y lo anodino relaja mis ojos ya petrificados y quebradizos.
La luna era accidental, no me interesaba una verga.
No es arte, es algo puramente funcional.
Es solo que me queda a la altura de los ojos, y para lo que hay que ver, ya está bien.
Los hay que tienen suerte y viven en un bosque boreal donde los putos amaneceres son la hostia puta de hermosos y bellos.
A la mierda, yo miro ángulos, rectas y circunferencias, y no me pongo a llorar como un joto epatado por una belleza de mierda.
Punto.









Iconoclasta