Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta aburrimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta aburrimiento. Mostrar todas las entradas

7 de agosto de 2022

De los cadáveres y las fotos más aburridas del mundo


No entiendo porque los cementerios no expulsan los restos humanos cuando hay un terremoto. No he visto nunca una foto de semejante situación, de ahí mi angustia.

No sé, es que me gusta el arte disruptivo por llamarlo de algún modo, es demoledor valga la redundancia. Las cosas rotas por una catástrofe tienen una gracia especial de las que carecen las erosionadas lenta y tontamente por la naturaleza.

No es una cuestión de malsano morbo, simplemente lo imagino como una fantasía para conjurar un poco esta leprosa mediocridad de la cotidianidad.

Una vez jugueteé con un hueso humano que había entre las ruinas de un cementerio roto; pero me gustan más los de las vacas, son más contundentes. Luego lo tiré con displicencia y aburrimiento para fumar más cómodamente.

Si hubiera encontrado una calavera, me la hubiera llevado, fijo.

En fin… Lo que me gustaría es contar, de forma coloquial y amigable a algún conocido, la siniestra experiencia de que he visto trozos de esqueletos a cielo abierto entre tumbas rasgadas y lápidas hechas pedazos, una buena aventura que relatar en lugar de hablar de médicos y tiempo.

Tengo muertos en el cementerio; pero no me afectaría que sus esqueletos salieran a la luz.

Por los cadáveres no tengo aprecio o desprecio alguno, son cosas que ya no representan nada de la gente que amé y odié, porque es muy importante saber que lo que odiaste está muerto, es una alegría de la que no deberías prescindir jamás.

Es una costumbre folclórica venerar los cadáveres; pero está visto que nací con pelaje impermeable a los ritos populares.

Será porque soy muy imaginativo y nada puede superar lo que mi mente crea.

Así que no necesito saludar cosas frente a las tumbas, cuando en mi poderoso cerebro, están como la última vez que los vi vivos.

La verdad es que soy mi propio dios castigador y resucitador.

Y es otra forma o dimensión de ver la vida menos aburrida, con más gracia.

Porque, sinceramente, las fotitos del dichoso James Web (nombre imbécil donde los haya para un telescopio o un gato) son lo más ñoñas, repetitivas y aburridas que publica la prensa diariamente para llenar los huecos en sus páginas web cuando se les acaban las mentiras del día.




Iconoclasta

19 de octubre de 2021

La banalidad y sus cadáveres


El precio de una vida banal es una muerte también banal.

Incluso los que importan, en solo unos días ya son carne de charlas de fiestas de año en año.

Si has sido tan banal como un bostezo, ni siquiera darán pésames a los que vivos, tengan algo que ver contigo, con tu cadáver.

Y por favor… Cuida un poco tu agonía, porque no hay nada más aburrido que un muerto superficial que no acaba de morir y reúne a su alrededor a sus allegados para despedirse largamente, protagonizando su propia caricatura.

Normalmente, cuando mueres (a no ser que seas una imbécil y asquerosa celebridad de de yutup, tuiter o feisbuc) nadie pondrá una carita triste. Y menos aquella puta de la que eras cliente habitual y casi usurero, so puerco.

Si tienes contratado un buen funeral en tu seguro, pudiera ser que a la hora de tomar el tentempié que celebra tu muerte, alguien diga algunas palabras emotivas en tu recuerdo; pero seguro que será producto de la ebriedad.

Normalmente al morir no importas a mucha gente: un pequeño y tímido lamento y unas palabras mentirosas para el indiferente cadáver vestido de muñeco ventrílocuo, con la chaqueta cortada por la espalda. Y a seguir devorando canapés de merienda.

De hecho pondrán cara de estreñidos muchos menos de lo que piensas. La banalidad se paga con indiferencia y no con putos bitcoins de mierda.

Si no hay merienda o algo de picar para amenizar el funeral, tu cadáver y tu banalidad silbaréis impacientes hasta que os quemen u os metan en el nicho.

Pudiera ser que aún que estás vivo, pienses que lo peor es que de tu superficial vida no trascienda nada, ni siquiera por esa accidentalidad de una azarosa cadena de pensamientos que llega a evocar que alguien existió en algún momento de la película.

No sé si es bueno o malo ser banal; pero me lo tomaré como un asunto de elegancia: prefiero que me recuerden con asco que con indiferencia bostezante.

Habré aportado mi granito de arena sucio a este mundo de mierda.

Y como tengo más facilidad para ser desagradable que banal, mi muerte no dejará indiferente a mi gato.

De cualquier modo, todo lo que conocí en la ciudad, podría morir antes que yo por aplastamiento, cremación o disuelto en ácido sulfúrico y no se me elevaría un milímetro ninguna de mis cejas bien separadas y definidas, ni siquiera levemente por algún inopinado tic (por lo único que recuerdo que una tal Frida Kahlo existió y tascendió, es por su uniceja tan rústica, que siempre me deja bizco, es la razón de que me preocupe el asunto estético).

Además, cuando has conocido la muerte de alguien allegado a ti por segunda vez, el resto de muertes te dan el carisma de un forense aburrido que mastica con glotonería unos snacks crujientes de arroz inflado con los guantes sucios de mierda.

Pensándolo bien, no importa que seas banal o trascendente.

Los muertos se disipan en el aire en cuestión de segundos y no tienen oídos ni ojos y solo dejan un desagradable olor, por mucho que los hubieras querido cuando tenían color.

Si un día te masturbaste con la mano llena de excrementos y gritando como un cochino, ni siquiera generarás un pecado ominoso que pagar, ni para lo malo trascenderá nada de tu vida.

Morir es lo que es, peña. El único misterio reside en que hay tantos muertos acumulados en los anales de las historia cuyas almas no aparecen por ningún lado, que es absolutamente estúpido y patológico que la chusma siga creyendo en paraísos e infiernos. Ven que desapareces y siguen con su esperanza de mierda en que la muerte sea una renovación de tus vacunas caducadas. Una nueva vida tras la muerte.

¡Qué lelos!

Por ello, olvida los asuntos de la banalidad y la trascendencia. Antes de morir (si tienes suerte de morir lentamente por un cáncer o un hígado que se deshace y lo cagas cada día un poco), deja todo lo que puedas por hacer; pero sobre todo deja muchas cosas por pagar. Y esas cosas rómpelas para que no se puedan recuperar.

No trascenderás; pero morirás con la sonrisa más divertida y sincera que jamás hayas tenido.

Tanto filosofar de mierda, para acabar concluyendo lo de siempre, que se jodan los vivos cuando te mueres.

No me negaréis que no ha sido divertido, superficial pero con clase, este pequeño ensayo sobre banalidad y trascendencia.

No intentéis hacer estas cosas en vuestras casas si no sois adultos bien formados, u os deprimiréis.

Y bueno, cuando acudáis a un funeral, imprimid esto para amenizarlo. Ya veréis la visibilidad que conseguiréis, mucho mayor que la del cadáver.

Tal vez haya que volver a la moda de las fotos victorianas post mórtem, al menos trascendieron unos minutos más aquellos cadáveres, aunque tuvieran un gusto del carajo.

Aquella gente debía tener el cerebro podrido (lo vivos de las fotos digo).




Iconoclasta

5 de marzo de 2019

Buitres y nuestra carroña


El buitre vuela muy alto y no sabe nada del bebé muerto aún enganchado a un trozo de placenta, abandonado pérfidamente bajo un coche estacionado.
El buitre planea alto, lejos de la puta que vendió su coño y su boca por un papel en una película o por un tiempo de fama. Y ahora vende con lágrimas de mierda su “violación” por más dinero.
El buitre no mira abajo por los fanáticos patriotas que claman tierras que no les pertenecen, que sufren el complejo patológico de ser hijos de ella, de esa tierra. Patriotas asesinos de libertades…
El buitre busca cualquier cosa que le sirva de comida.
Tal vez el bebé, si no estuviera bajo el coche…
El buitre planea ajeno a todo lo que no sea comida y altura.
Yo soy un buitre con la extraña habilidad de caminar por la puta tierra y hacer mosaicos legibles con trozos de mierda.
Soy el buitre que piensa sin asomo de moral o juicio, en la madre que parió al bebé y lo tiró. En mi mundo, hay madres de otras especies que devoran a sus hijos o los dejan morir de hambre, por las razones que sean.
Si te sirve de algo vivir, si acumulas experiencia; no es extraño, no es antinatural que una madre mate a su hijo.
Por otra parte, los genitales están desligados de la voluntad del cerebro en gran parte de la chusma o población humana. Es una conclusión un tanto escatológica fruto de la aburrida experiencia de estar entre ellos. De soportarlos.
Sobrevuelo con curiosidad por encima de la cabeza de mamá asesina, intentando picotear su miedo y soledad. Como querer saber para nada, como quien ve una película. Hay tiempo para ocuparse de ociosidades si eres un buitre hábil.
No me importan los patriotas juzgados y los frustrados, en ellos simplemente hay una ambición tan vulgar y mórbida que siento deseos de vomitar.
A la puta que llora su falsa violación, simplemente me la follaría solo por saber si vale la pena tanto dinero que ha cobrado por su coño torpe.
Así que soy el buitre que caga sobre las putas oportunistas y las emotivas patrias y lo que contienen. Sobre jueces, mandatarios y sus decisiones que arruinan vidas.
Solamente picoteo cosas que son realmente dolientes y el bebé produce cierta desazón que trasciende más allá del bostezo: su sangre mezclada con aceite de motor y la mierda de la ciudad.
Apetece la metafísica de la muerte tierna, tiene morbo. Más interés, definitivamente. Es una buena performance en un mundo tan vulgar.
Siempre es mejor lo malo intenso que lo bueno anodino.
Lo sórdido suele tener una expresión artística mucho más impactante que una bandera de mierda o una puta que mal actúa. O los que lloran su repugnante poder.
Al fin y al cabo, los buitres comemos mierda, carroña. Queramos o no.
Seguramente lo mismo que come la madre asesina, seguramente lo que hubiera comido el bebé muerto. Todo encaja…
O tal vez, la madre no quería dejar de teclear el móvil y vivir una eterna adolescencia cobarde y miserable. Hay hembras humanas infinitamente menos nobles que las de otras especies y venderían un hijo por unos miles de “likes” mierdosos a su “selfi”.
Son tiempos de protagonismo para los idiotas envanecidos por ninguna razón.
Luego, los que no son buitres, debatirán en programas televisivos para deficientes mentales, la necesidad de reglamentar el parir y su edad, se hablará del aborto y de la situación social y económica de algunas de las reses de las ciudades pocilgas.
Mientras tanto, en algún poblado miserable, una mujer joven se lanza al suelo de nalgas desde unos metros para desprender el feto que lleva en el vientre sin necesidad de permisos ni espectáculos. Y en soledad.
Posiblemente muera, la picotearé si estoy cerca.
Soy un buitre que ve cosas, no juzgo si son buenas o malas, yo solo vuelo aburrido; como mi colega que cuelga a un millón de metros sobre mí.
Asisto a una mala película porque no puedo hacer otra cosa mientras espero la muerte.
Me alimento de carroña; pero no me gusta.
Es mi puta idiosincrasia e ineludible vida: comer mierda y restos.
Todos los días.
Porca miseria…




Iconoclasta

26 de noviembre de 2017

El alma desmontable


Si existiera el alma en el cuerpo del ser humano, tal y como muchas religiones e individuos creen; de tal forma que efectivamente se pudiera separar del cuerpo; el alma iría a precio de perejil y el diablo no ofertaría importantes dones a cambio de esa miseria.
Sería todo tan poco romántico, que al sentarnos en el cagadero no habría disquisiciones teológicas de paraíso e infierno producidas por el estreñimiento, ya que la peña conocería muy de antemano su mediocre final.
Sigamos la lógica, si desmontas el alma del cuerpo, te queda un cuerpo vacío. Si el cuerpo está vacío, no hay humanidad y por lo tanto se puede usar sin ningún escrúpulo (matar un cuerpo no-humano no iría en contra de ninguna ley civil y religiosa) como almacén de repuestos para políticos y gente adinerada y con poder. O bien como abono de bonsáis, por ejemplo.
Respecto a las almas, se embotellarían (talmente como las hadas del videojuego La leyenda de Zelda) y con una barata manufacturación, servirían como ambientadores en casas, cines, burdeles y grandes almacenes.
Si el alma se disocia del cuerpo, nos convertimos en una cosa de carne y en un vapor que vuela libre y por lo tanto, susceptible de ser envasado.
Consideraos afortunados de que eso del alma sea un cuento. El cerebro es el que crea el pensamiento, las emociones, las bondades, las maldades y las ganas de follar. Es obvio que el cerebro es más funcional en algunos individuos que en otros; pero seas idiota o no, lo tienes.
Así que la espiritualidad y los excesos físicos de toda índole se han de practicar mientras haya cerebro. Esperar algo tras la descomposición del cerebro, sería tanto como creer que la virgen María quedó preñada por una paloma y que murió virgen, claro.
Si de verdad hubiera un alma desmontable, rezad para no acabar como ambientador o abono.
Ser absurdo es como contar un chiste: hace los largos minutos más entretenidos y llevaderos cuando no estás cagando.




Iconoclasta

29 de octubre de 2017

Sin motivo, sin necesidad


Leyendo sobre la Guerra Civil Española, comparo tiempos pasados: tiranía de los ricos (caciques, terratenientes, empresarios sin escrúpulos, catolicismo fanático), esclavitud laboral adulta e infantil, analfabetismo, hambre, represión, abuso e injusticia a finales del siglo XIX e inicios del XX).
Y el presente comparado con lo pasado: consumo feroz (saturación de coches, teléfonos móviles, prendas costosas) condiciones laborales aceptables -dentro de lo que se puede mejorar-, entretenimiento banal casi a diario, móviles, super información -aunque falsa e indigerible-, festividades por cualquier causa, la embriaguez etílica socialmente aceptada, etc…
Me parece bien el presente, no quisiera vivir en tiempos como aquellos.
Es imposible no comparar la actual crisis política de la independencia de Cataluña y el caos de los tiempos de la 2ª República eliminada por Franco y la posterior anulación de las pocas libertades que había mediante asesinatos y una tiranía feroz, criminalmente represiva.
Concluyo que cuando hay un largo periodo de paz y cierto nivel de vida acomodado, se crea un pensamiento facilón y una pauta de conducta ingenua en gobernantes y ciudadanía que los lleva a la dejadez. A una vergonzosa falta de análisis predictivo e histórico.
Hay una decadencia, una vuelta a la inmadurez, a un cándido optimismo.
La sociedad para progresar, precisa mantener una tensión constante en los bandos político-militar y la ciudadanía; con esta tensión se evita el aburrimiento y la decadente ingenuidad de toda la sociedad.
Esta tensión, ya sea en forma de crisis económica o amenaza de las libertades,  es necesaria en las sociedades desarrolladas donde mayoritariamente, las cuestiones laborales y sociales (trabajo, justicia, sanidad, vivienda y servicios) se encuentran a grandes rasgos, resueltas. Quiero decir que no son motivos de una preocupación perentoria.
Donde hay bienestar inevitablemente se crea aburrimiento, ya que la humanidad no tiene suficiente capacidad intelectual para usar en los momentos de ocio y monotonía. Al ser humano le falta masa cerebral aún, como si el cerebro estuviera a medio hacer, medio cocer.
La evolución no se consumó con el hecho de que los monos dejaran de caminar arrastrando los dedos de la mano por el suelo.
Este aburrimiento sumado a una ignorancia bien construida por los gobiernos mediante demagogia y un exceso de información que lleva a la dispersión de las ideas centrales, crea la decadencia y el deseo infantil e inmaduro de cambio sin ser necesario.
Así es fácil que un ciudadano se sienta repentinamente al despertar una mañana, oprimido.
Repentinamente no, lo cierto es que ha habido un gran trabajo de publicidad subliminal (adoctrinamiento) por parte de fuerzas políticas y sociales durante años.
Que es exactamente lo que ha ocurrido con dos millones de catalanes ilusionados por una república independiente que pensaban conseguir con flores y canciones. En una irresponsable ingenuidad, soñaban con vivir en una nueva nación de la noche a la mañana.
Cuando por ética y libertad las fronteras se deberían eliminar, no crear.
La independencia de un territorio se consigue con guerra (la historia y la lógica de la territorialidad instintiva lo afirman). Y la guerra, además lleva destrucción y hambre.
La ignorancia y la dejadez de esos dos millones de catalanes no es alarmante, es la natural, la lógica en una sociedad acomodada. Solo hay que retroceder unos años para encontrar el mismo fanatismo (en cuanto a fervor, no en su criminalidad) en la ciudadanía de la Alemania Nazi, incluso en la propia sociedad española ante el hipócrita y psicópata paternalismo de Franco y la negación o ceguera de tantos crímenes y torturas por parte del pueblo, cuando muchos decían (y aún dicen) que con Franco se vivía mejor.
Franco vivió demasiado, tardó cuarenta años en morir, fue desesperante.
Sin embargo, el pueblo no tiene memoria histórica y vuelve a escuchar a un iluminado que se erige en adalid de justicias que no existen con una demagogia tan paternalista como la fascista.
Lo único que me tranquiliza, lo que me hace ver la libertad, es la pornografía en los quioscos de prensa. Porque es la verdadera muestra de libertad: si no quieres no la ves, no la compras; pero está ahí por si te apetece un día.
Esa es la pura esencia de la libertad: elegir sin que nadie te susurre una consigna al oído.
Cuando deje de ver publicaciones pornográficas en los quioscos, me preocuparé seriamente y buscaré otro lugar mejor donde vivir.
Cualquier otra consigna de libertad, es pura cháchara en este tiempo, en este lugar.



Iconoclasta

20 de enero de 2016

Moda y aberración


Aberración es un estilo de vida basado en la desgracia de estar lejos de quien amas. Es aberración porque el cuerpo no puede realizar lo que la mente exige.
La aberración distorsiona los brazos, los retuerce en un vacío y la mente cree que todo es posible. Aún cuando los huesos se han roto.
Hasta aquí, la tragedia.
El pene no se rompe; pero hay que cuidar mucho la piel, una fricción tan continuada y desbocada puede llevar a un erisipela del sensible pellejo del bálano.
Lo mismo ocurre con la delicada flora vaginal.
Es todo tan complicado como lógico.
Hoy gracias a la potencia y rapidez de la comunicación, hay aberración exclusivamente. Las modas o estereotipos románticos quedaron atrás, se han sustituido por esos videos virales efímeros y absolutamente banales que iluminan los breves segundos de destellos de sensibilidad que la masa cárnica humana puede lucir.
Solo la ropa marca moda; pero es tan cambiante y tan aburrida, que se convierte en una imposición para esa masa de cerebros ineficaces.
Siempre hay alguien dispuesto a morir por amor; pero nadie muere, al menos ahora. No está de moda.
Porque en  el siglo XVIII, en 1774, Goethe y su "Las desventuras del joven  Werther", pusieron de moda el suicidio (se triplicaron los casos de suicidas) e incluso la forma de vestir del protagonista de esta novela que se enamora de una mujer casada y se relata con las cartas que le dirige a un amigo. A este tiempo, a esta moda, se la conoce como la "fiebre Werther".
Por mimetismo, por identificación, los jóvenes imitaban la forma de sufrir de este personaje que dicen, es casi biográfico. Y alegremente y con jolgorio, se decían: "Vamos a suicidarnos un rato. ¿Te parece?".
Si hubieran tenido yutup en aquel siglo, ahora tendríamos día sí y día también, a tristes emos con una pistola en la sien frente a la webcam del ordenador, llorando negras lágrimas y con música llamativa, filmando videos sensibilísimos; pero cansinos por lo incruentos. Nadie se hubiera suicidado.
Pongamos que un perro salva a otro perro en medio de una autopista en la que mágicamente los coches veloces y feroces, no hacen jugo de perro con sus ruedas.
¿Habrían imitadores y se pondría de moda llenarse la boca de pelos para salvar a un perro en medio de una autopista? Rotundamente no.
Porque el siguiente video mostraría los ostentosos pezones que accidentalmente sobresalen de una blusa de una super-modelo en una pasarela sofisticada de Roma o París.
Y como es sabida la célebre y notoria ineficacia del cerebro humano, el arrastrar perros por una autopista quedará relegado a un bit nulo, perdido en la mente globalizada. Todos y todas (por las lesbianas) correrán a masturbarse frente a los impactantes pezones que se observan asomar en un deplorable video (por la escasa calidad) durante diez minutos en distintas velocidades.
Podría ser que en un tiempo menos hipócrita, también asomara el pene de un modelo; pero ahora no ocurre y si ocurre, me da asco imaginarlo.
Tendré un cerebro privilegiado y potente, y también un poco retrógrado; pero me molan más las vicisitudes del desgraciado y pusilánime Werther de Goethe.
Por otra parte, las modas, me las dicto yo. No soy precisamente un hombre empático con las estupideces, por muy virales que sean.
Si es que la globalizada humanidad me da unos disgustos...
Buen sexo.


Iconoclasta

6 de febrero de 2015

Indiferencia o cáncer del alma


Que mueras no tendría demasiada emotividad en mí. Tal vez una escueta sonrisa de satisfacción, no más.
Es que eres tan poco importante, que si vives o mueres, no consigo sentir nada. No causa emoción alguna en mí tu estado.
No servías ni de adorno. Aquel tiempo contigo fue tan insulso y árido, que no dejó lugar para la añoranza. Arrasaste lo que fue y lo que pudo ser y yo aprendí que no importaba. Que solo era cuestión de esperar pacientemente salir de ese pozo de hastío que era la vida contigo.
Me acuerdo de ese sol que mataba el deseo de caminar y las largas horas muertas compartiendo espacio contigo. Esa sensación de vacío y de pérdida de tiempo que solo se aplacaba cuando por fin te ibas a trabajar... Qué descanso...
Me acuerdo de libros y películas que vi solo; pero no tengo un recuerdo definido de haber estado contigo en algún buen momento o lugar. La vanidad no es compañía, es un persistente desagrado.
Es razonable, que si vives, mueres o te haces millonaria, no me interese.
De hecho, no lo sabré.
El aburrimiento que producías destruyó cualquier interés pasado y futuro, si lo hubo.
Si salió algo interesante de aquellos años, han sido estas palabras trascendentes solo para mí. Y esta indiferencia que me preocupa en cuanto a que pudiera no ser humana, o una lesión, o un tumor cerebral...
Menos mal que retrospectivamente el tiempo pasó volando.
Porque podría ser peor: estar aún cerca de ti.









Iconoclasta

19 de enero de 2015

El hastío y la pasión


Hablar por hablar, buscar tiempos que rellenar, inventar pretextos. Pronunciar o escribir palabras que distraigan la vergüenza de reconocer soledad. Jugar al ingenio sin tenerlo...
Qué harto estoy de tanta banalidad.
No me interesa la crítica musical; estoy excitado, la tengo dura...
No importan los derechos de nadie o el precio del petróleo, quiero saber la marca que deja la ropa interior en la piel de su vientre y sus hombros. Quiero el descaro de su sensualidad expresado como una bofetada a las convenciones sociales. Con esa soberbia maravillosa y desinhibida.
No lo entienden...
Hay tanto tiempo perdido en palabras vanas... Tenemos una responsabilidad con nosotros mismos: expresarnos ante lo que amamos y deseamos sin asomo alguno de pudor, para bien o para mal.
Equivocarse está bien, te libera de la ortodoxia del aburrimiento.
Odiar si es necesario, sin prejuicios. Solo importa expresar pasión. Precisamente por respeto a quien hablas, por muy ofensivas que puedan ser las palabras.
Decir lo que se siente y luego, atenerse a las consecuencias.
Porque lo demás es perder un tiempo precioso.
Y el humor.
Medir lo que se expresa es lo mismo que adulterar la comida: solo queda un triste proyecto de sinceridad que aboca al hastío, como el discurso de un político o un sacerdote en el púlpito con su sermón de mierda.
Pellejos vacíos al viento que no trascienden más que dos segundos en el tiempo.
Moralidades tipo estándar que a nadie incomodan, que no molestan nunca; pero que llenan convenientemente tiempos vacíos y egoísmos.
Un "tengo cosas que hacer" es la respuesta a esa normalización correcta de la expresión.
Y los hay que se creen que es verdad.
Doblarse en un vértigo cuando habla de necesidades del alma y la carne. Morderse el labio de deseo... Ser testigo de la angustia de la soledad y bajar los ojos conmovido...
Necesito eso, no quiero ser educado, no quiero ser correcto. Aunque me joda.
Hay un tiempo para las charlas usuales y otro para las importantes. Hay un deseo de expresarse sin tapujos cuando el peso de la cotidianidad nos asfixia.
Debería haberlo.
No me gusta el ritmo monótono, y lo rompo con una obscenidad, con un deseo, con una tristeza, confesando una melancolía. Si ello lleva a un silencio incómodo, está bien, no hay tiempo que perder. Morir es tan habitual... No somos conscientes de lo tarde que suele ser siempre.
Y hablan, y hablan, y hablan...
Cuando estemos tranquilos, cuando estemos saciados, hablaremos ya relajados de cosas superficiales que no lo son, que importan. Importa compartir la vida toda, sin trampas, sin sofismas, sin superficialidad. Porque es necesario saber la música que le gusta y así, replicar que imaginas las notas deslizándose por sus pechos y sus muslos.
Los detalles son importantes porque rodean el amor. Son el decorado y el color, son el descanso de la metafísica de los amantes.
Expresada la pasión, demos paso a las risas y a películas que no nos gustaron. A libros que no se deberían haber publicado jamás, porque están escritos con la técnica del aburrimiento, la vanidad injustificada y la corrección académica.
De la misma forma que hablan escriben.
Por sus palabras bostezaréis.
Hay tantos libros que quemar, como charlas que intentan disimular la vergüenza de la falsedad y la cobardía de la soledad.
Así que dejemos la angustia de la soledad reflejada en las palabras, porque es trascendente. Porque es la única forma de expresar lo inexplicable del amor y sus consecuencias: los tiempos y los lugares.
Aunque duela un poco...
Aunque duela mucho y te deje desnudo.
No hay tiempo que perder, no es necesario padecer hastío y aburrimiento sino lo deseamos, hay otros tiempos para lo inevitablemente social.
Hay cosas importantes de verdad como saber el tamaño y el tono de sus pezones. No es algo banal, porque va respaldado por una mirada acuosa, húmeda de deseo y por un temblor de labios al pronunciar y de dedos al escribir.
Los detalles son importantes, insisto.
Intuirlos es imprescindible para expresar lo que se siente e impactar en su pensamiento.
Impactar es lo que importa cuando la opresión de la cotidianidad asfixia.








Iconoclasta

13 de diciembre de 2014

Un tedioso paseo


Paseo distraído fijándome en el suelo, porque no me acabo de relajar cuando me cruzo con alguien.
Así que doy patadas a fragmentos de hormigón y asfalto que aparecen en mi camino.
Tal vez debería dar patadas a seres humanos; pero no sería un paseo suficientemente tranquilo para mi gusto.
Aunque tranquilidad no define bien un paseo por las calles sucias, donde los coches dejan estelas de irritantes olores y sonidos en el aire.
Unos gritan sus frutas, otros venden gas, otros son chatarreros...
Me duelen los oídos y alguien con voz monótona y cansina como una letanía, vende tamales.
Me roban hasta el pensamiento...
Le doy una patada a una piedra y ésta golpea la matrícula de un coche estacionado.
Menos mal que hay piedras. En dios no creo; pero las piedras tienen una lúdica inutilidad.
Pateo otra piedra que golpea contra el portón metálico de un garaje particular.
Unos perros ladran furiosamente tras la puerta y un deficiente mental ya mayor, sentado en el bordillo de la acera, cesa de contar unas monedas dentro de una lata de pintura vacía. Me mira con la boca abierta durante un eterno segundo y vuelve a meter su cabeza en la lata.
Hay más piedras y pienso en como sonarían al impactar en la cabeza del idiota. Sonrío.
Cuando la vida ha cometido una crueldad contigo, te sientes autorizado a cometerla también.
De cualquier forma, las crueldades lo son cuando  se cometen. Cuando se piensan son simplemente banalidades de un cerebro  recalentado por el sucio y polvoriento sol de mediodía.
"Partirá la nave partirá...!". Pienso en la vieja canción italiana y mis ganas por salir de este momento de calor, hastío y aburrimiento.
Doy otra patada a un trozo de asfalto y golpea con fuerza contra el plástico de las luces traseras de otro coche estacionado.
Hay un placer insano, casi inmoral, en el sonido de algo que se quiebra. Sea lo que sea.
Llego a un cruce don se acumulan en las esquinas bolsas de basura y otros desperdicios que huelen mal. A mierda pura.
Cosa que no aporta ningún beneficio a mi ánimo.
Y por si fuera poco: "¡Empanadas de atún, empanadas de crema...!". Atruena de golpe el anuncio a través de un megáfono abollado que asoma por una ventanilla de un viejo coche que me rebasa.
Me sobresalto, me irrito, me enfurezco.
Un trozo de hormigón del tamaño de un puño, restos de un tope anti-velocidad, vuela y luego rueda veloz por una patada furiosa que le he propinado.
Adelanta al coche sin tocarlo, para mi desilusión, y queda en el centro de la calzada.
Una de las ruedas del vendedor ambulante lo pisa lateralmente y sale disparado por el aire a una velocidad de mierda, peligroso como puta infectada.
En  ese instante, una mujer de unos treinta cruza la calle y su cabeza se cruza en el vuelo de la piedra.
"Hay un placer insano, casi inmoral, en el sonido de algo que se quiebra. Sea lo que sea."
Desde diez metros atrás, lo observo con la nitidez de una proyección Imax.
La piedra golpea la sien de la mujer y cae en el suelo como un robot de juguete sin pilas, sin un solo grito. Su rostro se ha deformado por el impacto, de los ojos, nariz y orejas mana sangre. Su cabello corto y oscuro parece gelatina de café. Durante unos segundos, los pies patalean frenéticos para quedarse abruptamente inmóviles después.
"¡Empanadas hawaianas...!". El ambulante apenas reduce la velocidad, observa por la ventanilla a la mujer tirada en la calle y acelera repentinamente llevándose su mierda de sonido a un volumen de la hostia.
En parte ha sido culpa mía. O totalmente, me importa poco. Y no hay nadie en la calle que lo haya visto. Y es que paseo cuando a nadie le apetece demasiado.
Saco el teléfono del bolsillo para llamar a la policía. Desde la ventana de una casa, un televisor habla veloz y atropelladamente de cuarenta y pico de estudiantes torturados, mutilados, asesinados y calcinados, no siempre en el mismo orden, en un lugar que me recuerda un reptil: Iguana, aunque habla tan rápido el locutor que no podría asegurarlo.
 Ya con más tranquilidad y ambiente festivo, dan paso a los resultados de los partidos de fútbol.
Guardo el teléfono, le doy otra patada a otra piedra y golpea contra la cabeza de la mujer tendida en la calzada.
"Cuando la vida ha cometido una crueldad contigo, te sientes autorizado a cometerla también."
La rebaso sin dirigirle una mirada y prosigo mi camino. Hace mucho sol, quiero llegar al frescor de mi casa.
Tampoco es para ponerse nervioso por una muerte accidental cuando la costumbre es que mueren por veintenas.
La crueldad en exceso aburre y lleva a la indiferencia. No es que sea malo ni bueno, es así.
Hay días tan mediocres que te arrepientes de haber salido a la calle.









Iconoclasta