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20 de abril de 2022

El no abortado


Soy el hijo que no pudo ser abortado, y luego demostró con su maldad y odio ese accidente o error.

Si hubiera sido decidida y valiente mi madre, hubieran muerto muchos miles menos; pero una adolescente mediocre y con un cerebro aún más vulgar, sintió el peso de la conciencia insectil humana y desgarré su coño para emerger a esta cochina luz que ese dios maricón creó.

Si hubiera sido humano, así me gustaría haber nacido. Y arrancarle los pezones a bocados cuando me diera de mamar.

Afortunadamente no soy hijo de mono. No soy un primate como vosotros.

Me creó con materia fetal Dios el melifluo maricón, junto con otros diez mil ángeles.

Supe corromperme y crear músculos llenos de sangre ponzoñosa, rellené los huesos con tuétano de materia cadáver.

Y en toda esa carnalidad pulsante, maloliente y venenosa prendió también la eternidad que Dios concedió a sus ángeles.

Desarrollé inmunidad contra la bondad y su dios. Resbalaron sobre mi piel feroz los mandatos y el amor a la humanidad.

Creé el infierno donde sufren ángeles y primates reviviendo en un ciclo sin fin el dolor más fuerte que marcó sus existencias.

Soy el nº 1 en la lista de Forbes en millones de almas de mi propiedad. Y no todas son malvadas o han cometido pecado mortal. Están en los sótanos de mi oscura y húmeda cueva porque soy rápido cazando las almas que se desprenden de los cadáveres de los primates cuando mueren o cuando los descuartizo.

Lo cierto es que las almas son accidentales, son la molesta consecuencia de las matanzas que cometo, que gozo, que necesito realizar.

Si no tuvieran vapor o alma, haría exactamente lo mismo con ellos: aterrorizarlos, torturarlos y matarlos. Si el alma pudiera ser asesinada, no existiría el infierno y unas pocas almas idiotas habitarían el paraíso de Dios, el homosexual y pederasta sagrado. Porque masturbarse o ser acariciado por un estúpido y asexuado querubín, es lo mismo que usar primates de cinco años.

Odio a los primates porque son creaciones de Dios y son repugnantemente parecidos a él en sus maneras y pensamiento, sobre todo por esto los odio hasta la extinción.

Os odio aunque estéis dormidos. Os odio tanto que deseo vuestra resurrección para mataros de nuevo. Para mataros un millón de veces. Hasta que el universo se extinga…

La Dama Oscura se acerca caliente, sin un solo vello en su vagina que se muestra por debajo de una falda que no es más que un concepto, una trampa sexual para atraer la atención a su coño. Su raja abierta, dilatada, está brillante de viscosa humedad. Su chocho tiene hambre. Cuando pienso profundamente en mí mismo, entra en celo, se calienta. Hay alguna conexión entre mi maldad y su coño de la que ninguno de los dos podemos escapar.

Tengo una teoría: cuando pienso en mí, en mi historia y pasión y mi ansia de aniquilación humana; mi polla se pone dura y actúa como antena de emisión. Y ella recibe las vibraciones de mis cojones y el semen que presiona hacia un glande amoratado, henchido con la sangre que lleva la vida, el veneno o la dureza de la reproducción. Del sexo brutal e impío.

Así que separo los muslos, alzo cada pierna sobre los reposabrazos de mi sillón esculpido en roca, una roca que no puede herir el cuero grueso que recubre mi carne. Mi ano se ofrece indefenso ante cualquier agresión, porque si hay algo que soporto, tanto como lo provoco, es el mortificante paroxismo del dolor supremo e íntimo. Aquel al que no llegan manos para consolarlo, tan profundo, tan devastador para la mente.

Y le regalo mi polla, para que haga lo que deba, lo que quiera.

Y decide atar una cuerda ruda en la base del pene y estrangularlo.

Observo fascinado como se congestiona, las venas pulsan a punto de reventar y cuando noto que algo malo ocurrirá, suelta el lazo y la sangre corre de nuevo en tromba hacia el pijo. El glande entra en espasmos y grito con todo mi poder. Las almas crean un coro de terror que inunda la cueva y los crueles desaparecen en la oscuridad, excepto uno.

La Dama Oscura se arrodilla y traga hasta sentir náuseas mi falo y escupo mi semen que brota con fuerza inusual inundando su garganta. Parece vomitarlo y por la nariz escupe el semen regando mi pubis. Tose y se ríe…

Un cruel, lame su coño, con su rugosa lengua de jabalí monstruoso. Mi Oscura gime de placer y dolor, y escucho excitado el obsceno chapoteo de la lengua en su sexo hirviendo, lacerada la piel… Lo noto en sus espasmos de dolor, son como pequeños orgasmos que erizan sus pezones más allá de lo que la bondad puede soportar.

Y no tiene bastante, agarra una de las afiladas navajas del cruel y lo fuerza a meter más profundamente el hocico entre sus muslos. Con la boca llena de mí y dejando escapar el esperma, grita mudamente y se aferra a mis cojones llevándome a otro nuevo nivel de dolor.

Desenvaino de entre los omoplatos mi puñal y corto sutilmente la piel de su rostro hasta que una fina de línea de sangre se desborda en pequeños ríos. Y ella responde cayendo a mis pies, gritando un orgasmo entre convulsiones, con el cruel casi asfixiándose en su coño sin dejar de lamer.

De repente, cesa todo sonido, todo movimiento. Se incorpora, acerca su boca a la mía y muerde mis labios juguetonamente; pero maldita sea, clava sus uñas en mis piernas alzadas. En las tibias y arrastra…

El dolor es inenarrable. Llevo la punta del cuchillo a su nuca embrutecido.

Me mira a los ojos desafiante, y decido entrecerrar los míos y desear que no cese.

El cruel se ha colocado a un costado del trono de piedra y lame la sangre y el pus de mi daga que gotea sobre su morro. Y se lo clavo en la cerviz, son crueles, no importa si mueren. No importa que todos mueran, excepto ella, mi Dama de alma oscura, de coño profundo, de ano ardiente… Feroz como no he conocido jamás primate alguno.

La mataré, lo mato todo; pero aún no.

Aún no…

Os estaba hablando de almas; pero en este momento incluso de mis piernas brota esperma por las heridas, entre sus uñas. Ella provoca esas cosas.

Y las almas me importan tanto como mis crueles: una mierda.

A medida que nuestras respiraciones se relajan, pienso en Dios, en clavar mi puñal en sus cojones y cortar hacia arriba, hasta que los huesos de su cráneo sagrado de mierda lo impidan. Es una imagen recurrente, como meter a sus ángeles y arcángeles en un picadora de carne para dar de comer a mis millones de crueles.

¿Los oís? Los ángeles revolotean asustados en el cielo, temen mi pensamiento mismo.

Están cantando a coro salmos celestiales para conjurar el Mal, a Mí; piden que jamás suba a ellos. Y Dios mira a otro lado, sin poder prometerles nada.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

5 de octubre de 2015

Un exceso de amor


El problema del mundo es que hay un exceso de amor. El amor asalta a la gente a cada paso, a cada segundo. Se ama al amante, a los padres, a los hijos, a los sobrinos, a los primos... Y además de amor, hay mucho cariño y afecto por lugares y cosas.

Alguien ha llevado a creer a la peña que hay que amarlo todo indiscriminadamente. Porque mientras amas eres idiota (es la opinión generalizada de los estamentos religiosos y de poder) y estás a merced de otros, porque el amor lo llena todo y necesitas poco más, salvo papel y pluma.

La verdad es que solo se puede amar a muy pocos si se ama con esa exclusividad que nos hace especiales y únicos. 

Es simple, a lo que más se quiere, no se le puede escatimar amor, tiempo, vida e ilusiones.

Hay poco espacio y tiempo para tanto amor.

Se debe ser selectivo para no caer en cariños mediocres.

Los humanos no son jesucristos ni santos.

Han impuesto amar de una forma globalizada a tantas cosas, que se hace imposible distinguir entre amor y vulgaridad.

Hay una olimpiada para ser el más amado y el que más ama. El más beato y el que tenga mejor corazón.

Y mi instinto de territorialidad, el instinto que me llevó a buscar la teta tras haber nacido, no encuentra esa exclusividad, esa sensación de pertenencia que todos los animales sentimos en algún momento.

Todo el mundo es solo medio amado.

Y mi esencia, la misma que quería a mi madre con exclusividad, enteramente para mí en los momentos de indefensión, se rompe y pervierte entre tanto amor banal.

Ahora es el odio más necesario que el amor, es el predador que va a mantener el equilibrio en un mundo de bendiciones que se dan sin miramiento, como si todos fueran curas y sacerdotes.

En un mundo sin leones los ciervos comen conejos porque no les queda pasto.

Es un engaño, una hipocresía. El amor no debe aplastar lo que en esencia es el ser humano: un maravilloso e inteligente predador con destellos de ternura.

No somos ángeles, somos bestias con una vagina derramándose de deseo y un pene latiendo entumecido por una irrigación sanguínea, ante el cuerpo y la mente que deseamos.

Freud dijo que no se es hombre hasta que muere el padre. Está bien, tiene razón, aunque no sabía porqué.

Cuando amas no se pueden cortar raciones para toda la familia y amigos y dejar así un vacío de silencio y hastío en tu propia casa. No deben estar juntos dos seres que precisan de multitud a su alrededor. Porque no se bastan, se asustan de los momentos íntimos cuando no follan.

Por otra parte, con tanto amor, es muy difícil encontrar el adecuado. La vida es un mercado de personas y afectos.

Todo son inconvenientes si no hay algo de odio.

Todo son hipocresías cuando las bestias se visten de ángeles.

No banalizo cuando digo que te amo absolutamente.

El tabaco calma mi ansiedad, la pluma escribe en tu piel cada palabra y cada gemido, el cuchillo es mi condición humana que no debo olvidar.



Iconoclasta

7 de mayo de 2014

666 y el sol arrasador


El sol que ese superfluo y homosexual Dios creó aparece en el horizonte arrasando todo vestigio de noche y oscuridad. Como una lámpara de baja calidad, molesta los ojos y crea un nuevo día con el que iluminará el rostro de cientos de primates.
El sol arrasa el amor, el cariño, la sonrisa y el optimismo. Es como yo, pero sin cerebro, sin maldad, solo un aparato defectuoso de ese cabrón todopoderoso padre de un loco crucificado.
Yo arraso también la vida y la esperanza.
Me baño en su sangrienta aparición diaria como un desafío al imbécil creador, pero no puede arrasar  mi maldad, mi odio, mi soledad, mi desesperación porque existen los primates. Mis ansias de descuartizar, matar y aniquilar cualquier vestigio de renovación planetaria.
El sol y su luz es para los primates, para que esos cobardes se olviden de su miedo enfermizo. De sus hipócritas sentimientos.
Como todo lo que hace dios, es una chapuza, y su sol de mierda solo crea espejismos en las mentes débiles y enfermas de la humanidad. No existe el amor y la bondad,  solo el engaño de Dios. Y su pene acariciado por sus ángeles en un orgasmo eterno que lo hace idiota.
Amor es mi pene endurecido metiéndose en el ano de mi Dama Oscura, en su coño. El amor es mi mano golpeando su vulva  y mis dedos castigando los pezones. El amor extremo es la sangre que mana de sus labios cuando se los muerdo y su melena negra y lisa como el zafiro entre mis puños sucios de sangre.
El amor es el desprecio que siento por ella cuando he eyaculado mi semen negro sobre y dentro de ella, cuando ya saciado me aparto a mi oscuridad y dejo que toda mi maravillosa maldad repose y se haga tan omnipresente que Dios tema que abra los ojos en ese momento.
Paseamos por las tristes y anodinas  calles de los barrios bajos de la ciudad, ya bien pasadas la dos de la madrugada, cuando no hay más que borrachos y alguna puta mal vestida que vomita semen y pelos de una polla sucia apoyándose sin elegancia en el poste de una farola estropeada.
En una privada oscura, un policía parece dormir dentro de su coche patrulla, está estirado. Me acerco a la ventanilla con sigilo. La Dama Oscura se acaricia su siempre húmeda vagina que apenas cubre una falda de cuero negro muy ceñida. Qué cuerpo tiene...
En realidad no duerme, una puta está comiéndole su corrupto rabo, abro la puerta del vehículo y sacando el cuchillo de entre mis omoplatos siempre ensangrentados, les acuchillo los ojos, las manos, el cuello, los genitales... Le amputo los cojones y a ella le corto los dos pezones que se los pego en los ojos abiertos al policía. He colgado los testículos en el espejo retrovisor, junto con el rosario  y me guardo una bolsa con marihuana que tiene en el salpicadero.
Han gritado como puercos en la matanza, pero en la noche, los primates son más cobardes que en el día. Nadie ha abierto una sola ventana, ni una sola luz se ha encendido.
La luneta delantera se ha opacado de sangre, los bajos del coche sangran.
Es una puta gran obra.
Seguimos nuestro camino sucios de sangre, la Dama Oscura se ha untado las ingles con la sangre ya espesa de los muertos. Un rito de adoración a mí.
Las ratas corren sigilosas y los perros dejan de ladrar cuando me reconocen, quisieran no existir ante la maldad pura. Los perros y las ratas son más listas que los primates.
Observo el cielo repleto de estrellas, me gusta, son frías como yo. No quiero que salga el sol, quiero que sea una noche eterna y se congele el planeta lentamente entre el llanto y el miedo de los primates.
Pasamos frente a una casa con ventanas oxidadas, con los vidrios rotos y unas cortinas grises por la mierda, antes eran blancas. El techo está lleno de basura, latas, botellas, hierros viejos y algún neumático junto con unos alambres llenos de ropa tendida. Un perro se asoma desde el tejado vecino, nos observa con sus tristes ojos hambrientos y enfermos y vuelve a desaparecer entre la miseria allí también amontonada.
Una de las ventanas, a la derecha de la puerta de entrada, tiene un papel pegado al vidrio que dice: "Este es un hogar católico".
Y yo creo en Dios, es más, lo conozco, por eso siento tanto odio por él y su obra.
Se me ocurre que podríamos ver llegar el amanecer con alguno de esos seres que habitan esa católica casa, si llega alguno vivo, claro. Quedan poco menos de cuatro horas para que salga el sol.
Dios quiere que ellos sean unos mártires, porque la mísera puerta de hierro se ha abierto con solo correr la maneta a un lado.
La Dama Oscura sonríe maravillosamente malvada, cuando pasa por la puerta, acariciando mi paquete con malicia.
Vuelvo a desenfundar mi cuchillo de entre los músculos de mi espalda y la casa se impregna de olor a carne y sangre podrida, mezclándose con el olor a fritos rancios y frijoles hervidos.
En el salón duermen dos primates en un sofá cama plegable.
En una habitación pequeña duermen un viejo y una vieja, los abuelos.
En otro dormitorio, al que se accede a través de una cocina que contiene un par de fogones y un retorcido comal, se encuentra el matrimonio y un bebé en una cuna vieja, una de sus patas la forman un par de latas vacías de leche en polvo.
La Dama Oscura, da media vuelta en la cocina y vuelve al salón. Yo entro en la habitación del matrimonio. En apenas unos segundos se escuchan voces viejas, lo que despierta al matrimonio y a los niños.
Cuando el hombre se pone en pie para encender la luz de la habitación, se encuentra con mi mano en el interruptor.
— ¡Qué chingaos...!
Le golpeo la sien con el puño en forma de mazo y se me queda mirando fijamente sin comprender,  luego se le escapa un vómito y se desploma en el suelo.
Es un hombre bajo y chaparro, muy corpulento, de pelo negro y piel muy oscura, solo viste un calzón de algodón que le viene demasiado pequeño. Se ha orinado, cosa normal ante una fuerte conmoción cerebral.
La mujer, una tetona gorda que apenas puede moverse, muestra sus muslos gordos y oscuros antes de levantarse y gritar; pero se detiene en seco con lágrimas en los ojos.
—Ni se te ocurra gritar, primate, o mato primero a tu hijo ¬—le amenazo tomando la cabeza del bebé y haciendo girar mi mano en ella, como si le retorciera el cuello.
Dejo que el bebé descanse cabeza abajo, lo tengo agarrado por el tobillo y cuelga de mi mano como un muñeco roto.
— ¡Señor, así se va morir. Se morirá! Démelo, juro que no gritaré.
Se lo lanzo a la cama y lo toma en el aire.
La idiota me entiende y se queda sentada en la cama hipando por no llorar abiertamente.
La Dama Oscura llega con la cara sucia de sangre y del brazo trae a una mujer más vieja que las piedras, llora y se lamenta sin dientes, con su pelo corto y escaso, canoso y despeinado que contrasta con su piel de color bronce.
El marido se está reponiendo e intenta ponerse en pie.
¬—Tráete a uno de los niños, mi Oscura, vamos a tener que convencerlos de que esto no es una broma.
El marido se ha puesto de rodillas, nos mira a mí, a su madre, a su esposa y a su niño y parece comprender por fin que hay gente de más. El cuchillo en el casi dorado cuello de su vieja madre, le mantiene la boca cerrada y su coraje de macho, metido en el culo.
Nos tenemos que apretar un poco en esa pequeña estancia cuando la Dama Oscura llega con un niño de diez años. Se mantiene aparentemente tranquilo gracias a la daga que amenaza su oído y que le ha herido aunque no se dé cuenta, porque la sangre reciente tiene la misma temperatura que la piel.
— ¡Ha matado a mi Pepe, le ha cortado el cuello! —lloriquea la vieja babeando.
La abuela desestabiliza un poco el estado de ánimo de los primates y le debo cortar el cuello. Sus viejas rodillas se doblan y sale muy poca sangre de su cuello abierto, es decir, comparando la hemorragia con un primate adulto o joven, aún así hay que ir con cuidado para no resbalar entre la sangre. Muere emitiendo unos gorgoteo que llenan los ojos de lágrimas del niño y un llanto quedo. Cuando saco el viejo cadáver empujándolo con un pie hacia la cocina, el hombre se lanza hacia a mí y lo freno sujetando su cabeza con una mano, con la otra mano, doy un certero tajo en su bajo vientre muy cerca del pubis. Su mona grita con el bebé en brazos.
El niño se esconde tras su madre y mi Dama Oscura sujeta las manos del marido colocándose a su espalda para que no pueda llevarlas a la herida.
Yo enciendo un cigarro observando casi aburrido lo de siempre: sus intestinos se derraman lentamente en sus pies, los humanos y los cerdos tienen unas tripas muy parecidas.
Mi Dama Oscura deja que caiga en el suelo, a un lado de la cama, y le corta el cuello en redondo para asegurarse de que no nos molestará. El suelo es un charco rojo y resbaladizo, que apesta a mierda y sangre.
A mí me gusta, y a cualquier fotógrafo le encantaría hacer una toma fotográfica de este inmenso drama que estoy creando en apenas ocho metros cuadrados.
Pasan las tres de la madrugada, queda poco para el amanecer, pero este asunto del tiempo es relativo, para mí pasa a velocidad de vértigo, para estos primates es toda una vida.
El sufrimiento y el horror te da veinte años de vida por cada minuto.
Yo ofrezco la vida eterna sin necesidad que nadie me rece, ni rinda culto.
— ¿Qué les hemos hecho, somos pobres no tenemos nada? No le hemos hecho daño a nadie—lloriquea la mujer con el bebé en brazos, que llora.
— Mi bebé necesita comer, por Dios.
—Dale de comer y que se calle.
La Dama Oscura se acerca hasta la mujer y le mete la mano por el escote de la camiseta holgada que viste. La madre intenta zafarse de la mano, pero la Dama le da una fuerte bofetada que provoca que el bebé se le caiga de los brazos a la cama. La primate ha entendido y la Dama Oscura toma unos de sus gruesos pechos y se lo lleva a la boca.
Durante el tiempo necesario para que mi polla se encabrite y se ponga dura, la observo mamar la leche de la mona. La muy pornográfica deja que la leche se le escurra de los labios para bajar por su blusa roja abierta hasta casi el ombligo. Sus pezones se marcan rotundos en la tela y deseo follar y matar en este mismo instante como el drogadicto necesita la aguja en la vena.
Observa mi dureza patente en la tela del pantalón y acompaña la cabeza del bebé al pecho para que mame.
Una vez ha callado la criatura, solo escucho el sonido irritante de su succión.
—Por el amor de Dios, dejen que mi Jorge vaya con su hermana.
Amor de Dios...
Invado su mente, sus ojos parecen morir, no enfocan, sin dejar de dar de mamar a su hijo, se saca las bragas dificultosamente y mete sus oscuros y gordos dedos en la peluda vagina, los dedos chapotean. Presiono más su mente y sus ojos lagrimean de terror e incomprensión, llevando la contra a su boca que gime de placer.
La Dama Oscura se ha arrodillado ante mi bragueta y ha sacado el pene, que se lleva a la boca. Me muerde el glande y siento el dolor extenderse por los cojones. Le agarro la cabellera y la empujo hasta que se traga todo el rabo. El vómito sale por entre mi pene, a presión, ensuciando mi pubis.
¬— ¿Amor de Dios, dices mona? ¬—le grito provocando que su masturbación sea cada vez más frenética, por lo que cada vez gime con más fuerza —. La virgen, dios, los santos y los ángeles solo tienen una función: entretenerse con vosotros. Tú rezas a la virgen o a dios y ellos te pagan con enfermedad y pobreza. Dios se ríe y envía a sus ángeles para hacerse cargo de vuestras almas, que son los ladrillos que mantienen a flote el cielo, ese vasto reino sagrado donde Dios es masturbado por las bocas de sus querubines.  Sin vuestras almas, el cielo sería un lugar tan vulgar como cualquier ciudad.
Empujo al pequeño Jorge, hacia su madre.
¬—Lámele el coño, ayuda a tu madre a correrse.
El pequeño se resiste. La Dama Oscura lo toma por el cogote y le planta la cara en la vagina de su madre que se mea de placer.
—Chúpaselo, cariño, o nuestro 666 te matará.
Y el niño con torpeza comienza a pasar la lengua por la raja y los dedos que se mueven febriles en la consecución del placer que yo impongo.
—Vírgenes y santos no existen, son solo figuras de control para aleccionaros a ser "buenos". Lo que Dios y los ángeles desean. Hacer de vosotros unos ladrillos sumisos para mantener su reino seguro y alto.
La Dama Oscura acaricia los genitales del pequeño Jorge y parece que la cosa mejora. El pequeño primate se tranquiliza.
¬—Yo no soy así, mi  reino es un infierno oscuro y húmedo. Tallado en las rocas más profundas del planeta. Vuestras almas forman la población del dolor. Todo ese daño y esa maldad que sufrís eternamente crea la degradación de la obra de Dios, su planeta tiembla y se pliega en sí mismo cuando el dolor de tantas almas es insostenible para el magma y la atmósfera. Es algo que solo me satisface a mí. Desearás ser un ladrillo en el cielo que un ser que piensa y siente en el infierno; pero mi voluntad es ésta. Y si Dios o tu Guadalupe no estuvieran masturbándose con sus asexuados ángeles, hubieran intentado ayudaros. Tu hijo muerto estará entre tus brazos la eternidad y lo amamantarás con dolor y sin darle consuelo. No descansarás jamás.
Detengo mi arenga para encenderme otro cigarrillo. El tabaco es lo único bueno que inventó ese Dios retrasado.
La madre se está corriendo, sus piernas se convulsionan con un orgasmo que yo prolongo hasta llevarla al bestialismo. Golpea a su hijo apartándolo de su coño para meterse la mano entera en la vagina. Su bebé está muerto, asfixiado bajo su cuerpo. Hace unos minutos lo ha dejado en la cama para acariciarse y pellizcar sus pezones que ahora sangran heridos. Mientras gemía como una puta actriz porno,  sus bruscos movimientos han llevado al bebé bajo sus nalgas y lo ha aplastado y asfixiado con cada arremetida de placer que le estallaba en el coño.
—Y ahora que ya lo sabes todo, te voy a reventar la cabeza con el crucifijo bajo el que duermes y ahora te corres. Dios estará orgulloso de ti, solo que no va llevarte a Mariconilandia.
A través de la pared puedo escuchar los cuchicheos de la casa vecina, no se atreven ni a llamar a la policía. Presiento sus oídos pegados a la pared y sus oraciones para que a ellos no les pase lo mismo. Para que el mal no entre en su católico hogar.
Telefonean a otros amigos y toda la colonia sabe que alguien está siendo masacrado muy cerca de ellos. La cobardía se extiende por todas las casas como un repugnante y sucio manto de silencio.
Tomo el crucifijo que cuelga medio metro por encima de la cabeza de la madre que ahora acuna a su bebé muerto aún con la vagina dilatada y húmeda. Cuando dejo  de invadir las mentes, todo el horror y el miedo hacen de una pesadilla la realidad. No hay piedad al despertar.
Le golpeo el cráneo con el crucifijo, pero es una porquería barata que se hace pedazos sin herirla.
Así que le arranco el bebé de los brazos tomándolo por los pies y estrello la pequeña cabeza en su cara. La golpeo dos veces más, pero no hay un daño masivo, el cráneo del bebé es aún demasiado flexible, su cuerpo inerte y vacío de vida, se vacía también de sangre sin presión por la nariz, la boca, los ojos y los oídos.
La Dama Oscura me observa sin pestañear.
Desentierro mi puñal de mi carne y apuñalo a la primate con un rugido que inquieta a todos los seres vivos animados y vegetales. Apuñalo el fofo vientre de la mona, la cara, el pecho, el vientre y el cuello hasta que deja de respirar. Es tanta la sangre que la he de apartar de mis ojos porque me ciega.
En el universo el único sonido que existe es mi resuello, mi respiración acelerada, ávida y furiosa.
El primate Jorge se encuentra en estado de shock, su cerebro no toma en cuenta lo que sus ojos ven. Parece mirar más allá de nosotros. Como si ya estuviera en el infierno.
Pero esto es solo un ensayo que apenas muestra nada del dolor que sufrirá en la eternidad.
La Dama Oscura lo toma de la mano y se dirigen al salón. Yo los sigo reteniendo mis ganas de descuartizar lo que queda. Quiero recibir al sol como Dios se merece.
—Espérame en la cocina, mi Negro Dios, quiero prepararte una sorpresa.
—Te espero, mi Oscura Sangre ¬—le digo hundiendo mis dedos en su vagina para sentir toda esa humedad que le empapa los muslos.
Le rebanaría el cuello llevado por el deseo. No sabe el peligro que corre... Tal vez sí. Es infinitamente cruel por ser humana.
Me fumo un cigarro de maría envuelto en un trozo de papel de periódico viejo. No vale una mierda,  sabe mal, pero es peor estar entre los primates, así que me lo acabo sudando y con el penetrante olor de las sangre y los cadáveres en mi nariz.
—¡Ven, mi Dios! Es para ti, para nos.
Encima del sofá cama, está la niña, la hermana de Jorge.
Tiene trece años, su mente es tan simple como la de su madre, no tiene futuro alguno, nada que destacar en su vida con ese cerebro, como su hermano, ambos se convertirán en adultos anodinos y cobardes que apenas tendrán utilidad para nadie, salvo para malvivir con más hijos de los que pueden mantener. No vivirán tanto tiempo, ni siquiera poco tiempo.
No siempre me llena matar primates tan poco valiosos, de vez en cuando tengo que buscar monos importantes en la sociedad, pero para un amanecer, cualquier cosa me vale.
La Dama Oscura ha atado a la niña, desnuda, los brazos pegados a lo largo del tronco, las piernas rectas, el monte de Venus aún tierno y poco peludo, me hace salivar y pienso en penetrarla y reventarla con mi pene embistiéndola una y otra y otra y otra vez... Hasta aplastarle los intestinos.
Ha usado cuerda de esparto fina para rodear su tronco e inmovilizar los brazos, ha llegado hasta la base de los pechos obligando a que luzcan rectos y verticales. Hay tres ataduras en sus piernas: a la altura de los muslos, en las rodillas y en los tobillos.
En la boca le ha incrustado una naranja, su cuello está tenso por la tensión de la apertura de la mandíbula y la inmovilidad.
Como guinda, entre los muslos, pegada a la vagina, ha insertado una imagen de plástico de la virgen de Guadalupe.
—La concha en la concha —me dice sonriendo, señalándose el coño que muestra subiendo la falda para excitarme.
Por lo visto, para poder trabajar tranquila, ha golpeado la cabeza de Jorge con el mazo de un molcajete, del cuero cabelludo del niño ha manado bastante sangre, pero está vivo.
—Es una preciosidad lo que has hecho con esta mona. La vamos a exponer ahora mismo para que el amanecer la ilumine también. Y todos sepan que el sol no tiene mi poder.
Extraigo de nuevo mi cuchillo, y giro el cuerpo de la niña, hasta que queda boca abajo, suavemente inserto la punta del puñal en la base del cráneo y le corto la médula, muere en una décima de segundo, sin apenas sangrar, quiero que se vea limpia. Virginal, que dirían algunos idiotas.
La Dama Oscura se acerca con una escoba y le arranca el cepillo, yo sujeto el palo encima de la espalda de la niña y ella lo ata con más cuerda en tres alturas para darle rigidez.
Así, una vez rígida, la sacamos a la calle y la apoyamos al lado de la ventana, donde tienen el letrerito que dice que es un hogar católico. 
La Dama Oscura, vuelve a meterse en la casa y aparece con la virgen de plástico en la mano.
—Se le había caído.
Y se la coloca de nuevo entre los muslos.
Con un pintalabios rojo, da color a sus pezones, le pinta los labios y dibuja una flecha en su vientre, desde el ombligo al pubis, que obliga a seguir mirando hasta su coño, donde mantiene a su virgen protectora.
Dejamos así a la niña, a la vista de todos.
Mi vanidad no conoce límites. Quiero que lo vea toda la humanidad. De hecho, ya lo están viendo los vecinos de la casa de enfrente, sus cortinas se agitan y sus voces no son tan inaudibles como ellos se creen.
—Voy a llamar a la policía, Fátima.
—Ni se te ocurra, Sergio, vamos a dormir, eso no es asunto nuestro.
Los miro directamente a los ojos antes de volver a entrar en la casa que hemos hecho nuestra, siento su terror atravesar el vidrio de sus ventanas y puertas cerradas.
Jorge ha abierto los ojos mientras comemos unos huevos revueltos con longaniza, le he tirado en el suelo algo de comida, pero no ha hecho caso.
Son las seis treinta de la madrugada, en unos minutos saldrá el sol.
El niño se ha escondido bajo el sofá, en principio ha querido ir a la habitación de los abuelos, pero olía mal por el viejo.
Salimos al patio de la casa, donde hay una lavadora protegida por una funda y unas toscas escaleras que llevan al tejado.
Llevo al niño colgado de mi brazo, lo ha abandonado cualquier ánimo y voluntad. A veces los primates más jóvenes se colapsan como conejos bajo los faros de un carro en la noche.
La Dama Oscura sube delante de mí con el único fin de mostrarme su coño y sus labios vaginales brillantes por ese moco sexual que lamo y lamo sin cansancio.
Una vez arriba, el caos de hierros oxidados, botellas de plástico y vidrio y algunos neumáticos consigue enfurecerme, no me gusta vivir o estar entre mierda. Así que doy una patada a una caja de botellas de refresco de vidrio y caen a la calle formando un gran alboroto.
Los coches comienzan a circular con frecuencia y algunos primates caminan rápido, sin querer mirar hacia arriba, donde estamos.
El sol aparecerá tras una antena parabólica  del tamaño de un cerdo de grande que es, salvo por eso, pocas construcciones superan los dos pisos, hay un horizonte razonablemente despejado.
La Dama Oscura saca su daga de la espalda, la lleva metida en la cinturilla de la falda.
—Yo sacrifico y tú te bañas en la luz del puerco Dios, mi Negro Amo.
De cada una de las cuatro esquinas que tiene el terrado, sin baranda, hay un pilar que sobresale medio metro del suelo y del cual salen como raíces secas y podridas las varillas de acero de un metro de altura. Lo hacen así con la esperanza de ganar dinero un día para poder levantar otra planta, pero todas las casas llevan así decenas de años y esas feas varillas de hormigón son ostentosos testimonios retorcidos del fracaso de la vida.
Los tinacos de cemento viejo y desconchado, dan un efecto de decrepitud que me hace sentir bien. Siempre que observo la humana miseria y la pobreza, me siento bien; porque parece que es una parte del infierno.
De mi reino.
El cielo se está tornando rojo, los primeros rayos de un sol que aún está escondido hacen el drama de Dios cada día.
Pegado al pilar del vértice que mira al este, he apilado un par de cajas de refresco para llegar a lo alto de las varillas. Tomo al niño en brazos y lo alzo por encima de mi cabeza. Sigue roto, sin emoción, sin decir nada, sin mover un solo músculo. Su alma ya está en el infierno. No hay ángeles porque es demasiado pronto, están durmiendo la mona de una orgía que practican a diario con su Dios.
Apoyo la espalda del niño en las varillas y tiro de sus brazos para que se claven, lo justo para que se mantenga ahí quieto. Deja ir un gemido con una bocanada de sangre que ha inundado sus pulmones. No morirá por esto.
Mi Dama Oscura será quien lo ejecute.
¬—Tú sabes cuando hacerlo, mi Deseo Oscuro.
Como toda respuesta, se sube a las cajas apiladas con la daga en la mano.
Yo me coloco bajo la cabeza del niño, que expulsa pequeñas bocanadas de saliva rosada.
Ya asoma el borde del sol por el horizonte haciendo una sombra negra de la antena parabólica, la luz empieza a bañar el mundo con fuerza y siento un insano deseo de apuñalar al sol.
Hay un momento en el que el cielo empieza a cambiar del rojo al azul, un instante que dura unos segundos. Ha llegado.
La Dama Oscura corta la garganta de Jorge, y su sangre me baña chorreando desde su abundante pelo oscuro.
Siento la calidez de la sangre, su viscosidad y lanzo un rugido que mueve los edificios. Cuatro primates desde la calzada de la calle, dos de ellos hembras, observan mi amanecer con la boca abierta, con los ojos desencajados de terror. Me siento más dios que nunca observando su cobardía a través de una catarata de sangre en mis ojos.
Cuando el rojo del cielo ha desaparecido, cuando la noche ha dejado de sangrar, tampoco queda sangre en el cuerpo del joven primate.
No me limpio, dejaré que la sangre se coagule en mi piel, me gusta el olor de la sangre corrompida y muerta.
La Dama me besa, se restriega contra mí ensuciándose a su vez.
Nos bajamos del tejado a tiempo de observar bajando las escaleras, que un ángel madrugador intenta tomar en brazos los restos del primate. Busca su alma, pero hace horas que abandonó su cuerpo. Como un estúpido canto de gallo, así suena el lamento del ángel en la madrugada.
Al fin y al cabo son como gallinas, tienen plumas y un carácter estúpido.
Tiro la bolsita con marihuana en el salón de la casa y salimos dejando la puerta abierta, sucios de sangre.
Muchos de todos estos monos, sufrirán remordimientos de conciencia, se verán como lo cobardes y ratas que son. Los que no ayudaron, los que ignoraron el dolor y el terror de sus amigos y vecinos necesitarán razones para explicar lo que hicieron, lo que no hicieron. Porque si no las encuentran, tendrán que pensar que mañana les haré lo mismo. Y los quiero engañados e ignorantes.
Esta familia de primates, se alimentaban del mísero sueldo de albañil del padre, todo el mundo lo sabe en la colonia, pero  a pesar de conocerlos de toda la vida, cuando la policía encuentre la bolsa de marihuana, concluirán que han sido ejecutados por un asunto de drogas. Y todos los subnormales de sus amigos, vecinos y familiares, tendrán una explicación del porque han muerto todos. Lo creerán porque sus cerebros son lerdos e imperfectos, porque son  a imagen y semejanza de Dios.
Respirarán razonablemente tranquilos porque nada tienen que ver ellos con la droga.
Es tan fácil conducir a los retrasados mentales de los primates adonde me propongo...
A pesar de conocerse toda la vida, de saber hasta en que momento se aparean, se maravillarán de que al final, era una familia de delincuentes.
Así funcionará.
Nadie pensará que Yo quise demostrarle a un sol arrasador, que yo extermino la vida de día y de noche, que arraso con todos los seres que me proponga sean cuales sean.
Dios y su sol, no pueden superar mi odio. El sol no borra mi ira, no aplaca mi odio, no calienta mi alma gélida y destructiva.
Y Dios solo puede rezar y simular que está contrito.
Sagrado hipócrita...
Unos metros más adelante se abre una brecha en el suelo y bajamos al infierno, a mi fresca y húmeda cueva.
Levanto la falda de mi Dama Oscura y meto mis dedos ensangrentados en su ano, ella se separa los glúteos para que entren más y siento un fluido fresco y viscoso derramarse por mi glande.
La voy a joder a salvo de la cochina luz del sol, a salvo del calor, a salvo de las miradas envidiosas de Dios, a salvo de cualquier injerencia de los divinos maricones.
Siempre sangriento: 666






Iconoclasta