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29 de octubre de 2018

Absolutamente solo


Hay algo revelador y fascinante en esta foto. No se trata del paisaje, no es por la composición, la técnica, el color o la calidad.
La magia de esa foto es que no hay nadie más que yo en ese instante. Estoy absolutamente solo.
He visto lo que es el mundo conmigo muerto, conmigo dentro de él.
Y he sonreído sinceramente por primera vez en muchos años, en toda la vida, tal vez.
Porque así ha estado perfecto. No hay nada ni nadie que necesite.
Es una revelación.
He sonreído con un frío intenso que el viento empujaba por los intersticios de mi ropa. Con las orejas doloridas, con los labios casi resquebrajados. A pesar de ello, he sonreído…
Ser viejo y solitario ha sido mi meta durante años de frustración, ha sido una certeza como un fogonazo. Amar, odiar o follar solo eran píldoras antidepresivas poco efectivas contra mi tristeza vital; esa que hace grises y oscuras todas las mañanas al despertar.
Y me pregunto si de verdad he llegado a amar alguna vez.
Amar bien podría haber sido un rumbo erróneo en la búsqueda de esta foto, de ese momento.
He sonreído por primera vez en cientos de años.
He sonreído satisfecho y completo, porque el frío viento y la luz húmeda me han fusionado con los árboles, la tierra, y los animales.
Estaba todo lo que debía estar ahí: yo en algún en algún lugar, como un cuervo oculto entre las zarzas.
O como un gusano en la tierra, me da igual. Ser un viejo solitario es precioso tengas la forma que tengas.
No he sentido siquiera un poco de lástima por lo que decía querer hacía apenas unos segundos.
Y así no importa que sin ninguna razón, clave la navaja en la corteza de un árbol o en la corteza de un corazón humano. Me da igual…


Porque soy lo que quería y libre de cualquier consideración moral o romántica.
Los viejos acumulamos conocimientos que apenas sirven para nada más que para algo literario. Ahora esos conocimientos ya no pesan no importan.
Se han derramado como arena entre los dedos dejando más espacio para respirar dentro de mí.
Si se te pudre el cerebro con la edad, no es preocupante, es incluso un alivio; porque si tu cerebro es operativo al final de tus días, la sabiduría presiona las paredes interiores del cráneo y duele un millón.
Así que clavo la navaja sin importar dónde; si en el amor, en el odio, en un hijo o en un hermoso coño. Da igual, no importa, no necesito respetar, adorar, soñar o ambicionar.  Ser libre es eso ¿no?
Estoy yo en algún lugar de toda esa soledad y es suficiente, es todo lo que necesitaba.
Y sonrío a pesar de que los labios se agrietan.
Seré cabrón…
Y al final, el amor nunca existió.
Seré sincero, siempre pensé que dañar gratifica más que amar.




Iconoclasta
Fotos de Iconoclasta.

27 de octubre de 2018

Lluvia de hojas.


Hay pocos instantes tan hermosos como estar bajo una lluvia de pequeñas hojas que una brisa dulce arranca de las ya frías ramas de los árboles.
Parecen mariposas que no saben a dónde ir.
Mariposas muertas que provocan con su rumor una tierna musicalidad en el ánimo.
Ligeros cadáveres que huelen a melancolías y añoranzas deliciosas y que el sol convierte en hojuelas de oro flotantes en un acto de natural y humilde prestidigitación. Sin gran alardes.
Es inevitable pensar en el peso de la carne y su olor.
Y me comparo con ellas. Concluyo que soy un extraño en este paraje, demasiado pesado, demasiada carne, demasiado olor de sudor y piel añeja.
A veces, llevado por la retórica y un trágico romanticismo (y cuál no lo es, trágico) digo cansancio; pero no estoy cansado.
Tengo más fuerza y brío de la necesaria.
No es cansancio, es hartazgo.
Y con el hartazgo vibra en frecuencias superpuestas el odio, el rencor y la ira.
Nada cambia en la granja humana por años que pasen, por milenios que han transcurrido.
Mueren algunos y nacen otros tantos que harán y dirán exactamente lo mismo. Los mismos aburrimientos bostezantes y asfixiantes en su aplastante mediocridad.
Deberían aprender de la musicalidad de las hojitas muertas. Tal vez quiera decir que debería morir alguien más. Muchos más.
Entre toda esa horda de mediocres, de siglo en siglo aparece alguien especial y diferente. Y por seres así la humanidad se ha apuntado un tanto de inteligencia, razón y libre albedrío; es una descarada usurpación.
No es por cansancio quedarme mucho tiempo entre la lluvia de hojas muertas. Es por hartazgo, cada día que pasa mi tolerancia hacia la humana mediocridad mengua. Y temo un día decir alguna verdad.
Cuando se dice una verdad, se pierde la oportunidad de reír y ser sarcástico hasta la crueldad.
Cuando proclamas la verdad, cualquiera que sea, quedas desnudo e indefenso ante todos. Y será mejor que tengas un buen y potente rifle en las manos para acribillar a balazos la mediocridad.
No es cansancio.
Solo un asco que mina el humor.
Si me quedara aquí un poco más, me cubrirían las hojas y mi muerte sería hermosa.
Tal vez...
Tal vez cuando esté cansado de verdad me acerque a morir con las pequeñas hojas-mariposa que vuelan sin saber a dónde ir.
Pobres pequeñas… Pronto nos veremos.
Estoy seguro.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

24 de octubre de 2018

Los días de la semana (1971)


“Lunes antes de almorzar una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar. Así planchaba, así, así… Así planchaba, así, así… Así planchaba, así, así… Así planchaba que yo la vi”.
Cantaba Fofó a los niñas y niños.
Y así todos los putos días de la semana: barrer, limpiar, coser, cocinar…
Pobrecita…
Era una de las canciones de mi juventud que recuerdo con cierta tristeza, me gustaba mucho a pesar de mi avanzada edad (9 años), me parecía la historia de una niña mártir.
Unos tachan la canción de sexista, gente que no entiende nada, que busca la miseria como los buitres en las entrañas de los cadáveres sin tener cerebro para elegir la mierda que come. Dicen los descerebrados que la canción era un panfleto para que las niñas se dedicaran a la casa y poco más.
Quieren ser tan críticos… Y con tan poco cerebro solo son patéticos.
Gentuza sin sensibilidad…
La puta verdad, es que unos payasos en la tele, con toda naturalidad, pusieron de manifiesto con sensibilidad y ternura, la pesada losa de esclavitud y mediocridad a la que estaban condenadas las mujeres por tradición.
Nadie me hizo pensar a aquella edad con tanta claridad e identificar así una lacra como la que aquella canción ponía de manifiesto. Y con más mérito porque eran tiempos en los que el trozo de mierda que era Franco y sus secuaces, aún tenían secuestrada la inteligencia y la libertad en España.
Hoy día la inteligencia no está secuestrada, simplemente no existe a nivel global.
La canción no exalta que la mujer deba dedicarse a las tareas domésticas. Lo critica de forma dulce, con una canción infantil. Infinitamente sutil en tiempos de mierda e ignorancia.
Una canción para que los niños sintieran esa amarga musicalidad.
Mientras los niños juegan, la niña se pudría de asco…
“Domingo antes de almorzar, una niña fue a jugar; pero no pudo jugar porque tenía que rezar. Así rezaba, así así… Así rezaba, así... así. A sí rezaba, así, así… A sí rezaba que yo la vi”.
Yo pensaba que el domingo realmente no rezaba, solo moría de hastío y cansancio.
“Pero no pudo jugar, pero no pudo jugar, pero no pudo jugar, pero no pudo jugar…”.
¿Dónde está el sexismo en esta continua letanía de imposibilidad, idiotas?
Me parecía triste, un asomo de depresión.
De una sensibilidad exquisita, casi lorquiana.
Un beso a la niña muerta que no pudo jugar; pero que supimos de su existencia con cierta triste ternura.




Iconoclasta

23 de octubre de 2018

Confesiones del último hombre decente.


Soy un hombre decente, porque la decencia no consiste en respetar una moralidad de mierda. Ser decente es seguir o intentar conseguir el ideal de vida en el que uno cree: venganza, valor, inmoralidad, desinhibición, violencia, injusticia e irrespetuosidad. A veces leo para reconocer las mentiras que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de su historia. Conocimientos útiles cuando juegas al Trivial o al Scrabble…
Tengo un nombre que a nadie le importa y que muchos se han arrepentido de conocer y otros, los menos, se sintieron extasiados al conocer a un ser como yo. Con eso basta.
Durante un tiempo conviví con un ser absolutamente imbécil, un retrasado mental que no sabía ni respirar por la nariz (tenía tetas, era hembra). Obtuvo un título universitario pagando con mamadas a los catedráticos (en México es fácil y habitual el pago en especie sexual, es tan cotidiano que las putas ni se dan cuenta de que lo son). Que fuera una absoluta puta, me la pelaba; mi abuela era puta y no por ello me sentí traumatizado. Es más, lo decía con orgullo; era muy exótico decir “mi abuela es puta”. Y además internacional. Granada, Barcelona, Londres, Canadá…
La puta no me engañaba, por algunas razones prefería estar con ella que en otro lugar a pesar de que era sucia. A veces hay que elegir lo menos malo. Sin embargo, lo golfa que era no me llevó a darle la patada. La razón es que usaba el teléfono celular hasta de tampón. Cuando capté que la conversación no sería posible, sin más preocupación dejé de hablarle e hice mierda cualquier asomo de relación cordial.
Solo la follaba, porque ya que tienes una puta en casa, la usas o bien te hace una mamada si está bien borracha y se ha empolvado la nariz.
Así que a los seis meses de haberla conocido, ya empecé a desear enviarla a la mierda con sus putos hijos, hermanos y hermanas, y sobre todo con sus amigos y clientes sexuales, tan retrasados mentales como ella.
Al cuarto mes de compartir la casa le dije mientras sonreía como una mongólica ante la pantalla del teléfono y los dedos agitados: “Si quiero estar solo, no quiero que nadie me moleste, me gusta estar solo de verdad. Vete a tomar por culo”.
Me miró con los ojos abiertos sin acabar de entender, mostrando aquel cerebro vacío y liso. Creí estar delante de una caricatura como Homer Simpson.
Al sexto mes se lo confirmé de una forma más clara, para que lo entendiera: le rompí el móvil y le di tal paliza que pasó cuatro meses de operaciones reconstructivas de nariz y maxilar inferior. El brazo roto no le dio más problemas que un yeso terapéutico.
Como tengo dinero, la investigación y el juicio se retrasó, se retrasó y se retrasó tanto que la putarra ya se estaba follando al subnormal de su jefe y al guardia de seguridad de la entrada a la oficina, a cambio de un par de porros. Se olvidó de la paliza que le di e incluso me ofreció hacerme una mamada (quería que le regalara un celular nuevo), le dije que se fuera a la mierda y me sonrió cariñosamente diciéndome “hasta luego”. Recordé que su coño olía a mierda y pensé “Hasta nunca, corto y cierro”.
Ocurre que la imbecilidad siempre sobrelleva una inmerecida vanidad.
¿Veis? Con un par de huevos y decisión se arregla cualquier problema. Si no fuera por la violencia, hubiera llevado muchísimo tiempo de tortura psicológica, cosa que para una retrasada mental no es nada bueno tampoco.
El subnormal me lo tiene que agradecer.
Si alguien amenaza mi íntima libertad, me importa poco que sea macho o hembra, golpeo hasta quedarme satisfecho y seguro de que ha entendido bien mi punto de vista.
De México me fui a Guatemala a comerciar con niños indígenas, los usan de cenicero y para otros menesteres hospitalarios, domésticos y sexuales.
La vida es una mierda, lo sé; pero el dinero mejor tenerlo que no tenerlo.
Y la verdad es que putas y niños, hay muchos en el mundo.
Es importante ser decente en estos tiempos de degeneración mental.
Alguien tiene que tener cojones.
Bye.




Iconoclasta

17 de octubre de 2018

No te lo digo


No te lo digo, pero tiene los ojos más grandes, profundos y manifiestos del mundo.
No te lo digo, pero son bellísimos.
No te lo digo porque cuando las cosas bellas y amadas se pronuncian, el mundo te las roba por envidia.
Lo sé. Siempre ocurre lo mismo.
No te lo digo porque es un secreto. Y los secretos, pueden convertirse en ridículo cuando la luz los ilumina.
No te lo digo, pero sus labios son tan voluptuosos y carnosos que tendría miedo a besarla, porque cubriría mi alma con ellos.
Y me robaría el habla.
No te lo digo porque es un deseo sin base lógica y sólida, un fracaso anunciado. Y no lo quiero anunciar.
No quiero ser patético mientras respiro.
No te lo digo, pero es exuberante hasta la desesperación (la mía), una ligera abertura en el escote de su blusa muestra un universo rotundo y húmedo que sueño explorar y precipitarme suicidamente.
No te lo digo porque hay seres que por alguna razón no podemos acceder a paraísos o ilusiones, y aún así soñamos posibilidades con el riesgo de dolor que ello comporta.
Posibilidades tardías.
Como bebés que nacen rotos, así son mis sueños de amor y deseo con ella.
¡Shhh…! Me da vergüenza ser lo que soy, por eso no te lo digo.
Y su voz… A través de ella impone el poder de su belleza con cierta autoridad (divina vanidad) y me hace sonreír cuando no es necesario, cuando no tengo razones o ánimo. A veces la escucho de nuevo y cierro los ojos imaginando. Su voz transmite frecuencias inaudibles que deseo descifrar; pero no te lo digo, para hacerlo debería estar íntimamente próximo a ella.
No te digo como suena, porque te reirías de mí con una sonrisa forzada y triste, como si supieras que estoy acabado.
Y lo estoy, pero no te lo digo.
Solo te lo escribo con una pluma de tinta roja como la sangre, porque temo a los espías de Envidioland; no quiero que sepa nadie más que tú, papel, de mi fracaso y días tristes. No quiero dar pena, o en el mejor de los casos, inspirar desprecio.
No te lo digo porque un día te quemaré prendiéndote por una de tus esquinas y oleré el dulzón aroma de tu combustión y mis secretos.
Escribiré al final de estas cosas que no digo, de este amor y deseo secreto:
Este documento se autodestruirá en cinco, cuatro, tres…
Y yo con él un poco también.
Tan solo durante unos segundos se verán los trazos de mi letra en rizos frágiles y volátiles de un papel carbonizado. Nada que pueda probar que un día amé.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Cero.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

15 de octubre de 2018

Homenajes de la hipocresía


Se ha puesto de moda de nuevo (es recurrente en la historia) sensibilizar a las reses con homenajes falsos a héroes fabricados a conveniencia pura del poder.
Políticos miserables y mierdosos celebrando y evocando (homenajeando) a los muertos (de ambos bandos) de la guerra civil española.
Hijos de puta que actúan con la descarada mentira e hipocresía de los que no se han ganado la vida: se la han regalado.
¿Desde cuándo los que lucharon tuvieron capacidad de elección? Hijos de la gran puta…
Los que lucharon y murieron, bien podrían haber sido republicanos en bandos franquistas y viceversa. No combatían por un gobierno, luchaban porque les obligaban a hacerlo según donde se encontraban.
En una guerra de mierda no hay elección alguna, hijo putas.
¿A santo de qué tanto homenaje de mierda?
Lo único que se puede aplicar es la verdad y el respeto por los que lucharon: fueron obligados.
Y está bien, porque antes que morir de hambre en el campo andaluz, asfixiado en una mina de carbón asturiana o como niño trabajando hasta el agotamiento en una empresa textil catalana, es mejor morir combatiendo.
Pero no combatieron por simpatía a nadie, combatían porque de lo contrario, los fusilaban. 
Porque esos políticos, que no eran ni más ni menos que niños bien, hijos de familias ricas a salvo de morir de hambre o explotados; eran los que designaban quién y donde se luchaba.
La misma basura que hay hoy en el poder. Porque poder y mierda, se heredan y pasan de padres a sus bastardos.
No hay nada que celebrar ni homenajear.
Políticos puercos e hipócritas que piden muertes en su nombre. Y engañan fabricando héroes que no eran.
No ha cambiado nada y la historia solo sirve a los cerdos para poner de manifiesto su gran capacidad para mentir.
Y nadie lo ve, nadie tiene suficiente cerebro en su cráneo apestoso para darse cuenta de la mierda que come día a día.
Siguen celebrando a los muertos como si hubieran tenido capacidad de elección por combatir en un bando. Solo los marranos que firmaban sus destinos en una carta de reclutamiento tuvieron esa libertad de elegir.
Está bien, no se merece otra cosa la chusma de mierda y su ignorancia afanosamente cultivada con estulticia y holgazanería.
¿Desobediencia civil? No tienen cojones los ignorantes.
Para ser desobediente hay que ser libre y para ser libre, es preciso pensar y conocer la historia e identificar a los que roban cada día tu tiempo y dinero.
Y eso, es como correr tras el viento, solo existen obedientes.
Reses bien pastoreadas, unas veces con balas y otras con mensajes digitales.
Es un insulto a la inteligencia adjudicar los muertos de guerras y sus homenajes a distintos bandos. Los políticos de hoy son hijos de las serpientes rastreras de ayer.
Es un ciclo infinito.




Iconoclasta

11 de octubre de 2018

Con putas



¿Por qué con putas?
Para follarlas y no quererlas.

¿Por qué con putas?
Para no saludarlas.

¿Por qué con putas?
Para no sonreírlas.

¿Por qué con putas?
Para mentirlas.

¿Por qué con putas?
Para que me mientan.

¿Por qué con putas?
Para que no me quieran.

¿Por qué con putas?
Para que me ignoren.

¿Por qué con putas?
Porque solo cuestan dinero.

¿Por qué con putas?
Porque al semen no le importa
gotear sobre la piel que no siente.

¿Por qué con putas?
Porque son solo carne, es sencillo.

¿Por qué con putas?
Para dejarles el dinero entre las piernas.

¿Por qué con putas?
Porque me dicen que la tengo gorda.

¿Por qué con putas?
Porque su coño huele mal y soy bestia.

¿Por qué con putas?
Porque las humillo y me aceptan.

¿Por qué con putas?
Porque las jodo en silencio,
y me conforta.

¿Por qué con putas?
Porque soy macho en celo
y tengo prisa.

¿Por qué con putas?
Porque compartimos decrepitud.

¿Por qué con putas?
Porque se compran y se venden,
son cosas como yo.

¿Por qué con putas?
Porque no importa que mueran.

¿Por qué con putas?
Porque nací viejo y me falta tiempo.

¿Por qué con putas?
Porque sus mentiras no duelen.

¿Por qué con putas?
Porque tengo dinero y
me llaman corazón cuando me chupan la polla.

¿Por qué con putas?
Y ¿por qué no?

¿Por qué con putas?
Porque existen.




Iconoclasta




9 de octubre de 2018

Ya toca otra guerra


Es lógico, es lo que debe pasar conociendo a la especie humana: al racismo y supremacía catalana le ha salido su antagonista exacto, la ultraderecha ultraespañola.
La chusma funciona como una canica en un tobogán de juguete: previsible y en la misma dirección.
La envidia es idéntica en todas las regiones del planeta, así que: culo veo, culo quiero, es el criterio de vida universal. Y de estricto cumplimiento por todos los fascistas (todos aquellos patriotas de pocas luces que sacrificarían a su hijo a dios y su amo si así se lo exigieran) sean catalanes, españoles, chinos, vascos, gallegos, valencianos, estadounidenses, mexicanos y batusis.
El cerebro está igual de podrido en todas las reses sea cual sea la cháchara en la que se expresen o comuniquen.
Lo ideal para España y Cataluña es una guerra que, servirá para desfogar a tantos nacionalistas intransigentes. A medida que la peña muere y se pasa hambre y penurias, los ánimos decaen. De tal forma, que se preguntan qué coño está pasando y en lugar de preocuparse por tuits y estados de feisbuc de sus mesías o líderes, se dedicarán a buscar comida y preocuparse de que no les meta un tiro en la cabeza un francotirador. Algo así como en Bosnia, pongamos por caso.
Dos nacionalismos antagonistas, forman un caldo de cultivo ideal para que crezca y madure otro trozo de mierda como Franco y se sienta paladín de la justicia y protector generalísimo de la puta patria. En definitiva, un general muy general.
Eso ya pasó, no es una hipótesis facilona.
Además, las guerras son un mecanismo que mantiene a raya la explosión demográfica planetaria. Hay una conciencia colectiva (como en cualquier enjambre, piara o cardumen) que hace estallar la guerra cuando los idiotas llegan incluso a volar y tapar los rayos del sol, provocando una nueva glaciación.
Las muertes en guerra no son selectivas, la conciencia colectiva crea una aleatoriedad; el único objetivo que tiene la guerra, es eliminar a cantidades suficientes y notorias de individuos.
La guerra tiene que eliminar vidas humanas con rapidez antes de que los recursos planetarias se agoten o lleven a estropear más el planeta.
Claro está, que esto no aplica a políticos, militares y puestos de favor en la administración de un país. Ellos están a salvo de toda mierda que han provocado
Si en una guerra no mueren los suficientes, se crearán más guerras.
La ciencia no ha demostrado que exista semejante conciencia colectiva, cosa que a mí me la pela. No necesito que nadie corrobore o apruebe mi sabiduría, conocimiento y experiencia.
No habrá un buen final, hay demasiada ingenuidad, demasiada inmadurez.
Hombres y mujeres que deberían tener una sólida formación mental, padecen la ingenuidad de un niño de cuatro años.
Es alucinante: nadie cree que en estos tiempos en el que todos disfrutan de su smartphone, su coche y banales deportes, pueda haber una guerra.
Salvo los que la están viviendo, o la vivieron hace pocos años atrás en Europa mismo.
La muerte próxima, la violencia ante las propias narices es la única forma de constatar que jamás puede existir un país maravilloso y justo, donde todos sus habitantes son pitufos felices hermanados y mono-pensantes que, en caso de ver a la pitufina pasear desnuda por las calles, no se la follarían. La respetarían.
Y una mierda.
Creer ciegamente que un político iluminado puede crear un país paradisíaco merece la guerra, porque marca el punto sin retorno a la idiotez de todo un pueblo. El aburrimiento de una vida acomodada y banal que busca magia, y la encuentra en la retórica basura humana que habita el planeta.
Venerar a un político hasta el punto de usar a tus hijos para apoyarlo y encumbrarlo, es la cima de la miseria humana y la decadencia de la dignidad.
Y ya se sabe que todo pueblo consigue el gobierno que se merece.
La guerra es la única forma eficaz de que un pueblo decadente aprenda que un político es por definición, una persona de la que desconfiar. Es irremediable que los haya; pero de soportarlos a creerlos y confiar en los ambiciosos, hay un abismo.
El pensamiento crítico se ha convertido en un excremento viajando cloaca abajo.
Todos, absolutamente todos los políticos, son más de lo mismo: te exigirán sacrificio a cambio de darte mierda.
La guerra es necesaria para elevar el grado de rumiante en el que ha caído un pueblo, a un estado superior donde haya algo de dignidad en los adultos.
De hecho, la paz solo es buena y conlleva progreso tras los primeros treinta años posteriores a una guerra; lo dice la historia.
Tras esos treinta años en los que se consigue alzar de las ruinas y la pobreza un pueblo, llega la inevitable decadencia de nuevo.
Estamos en la época en la que la dignidad pide a gritos una nueva contienda.
Indignidad e ingenuidad, con muerte se pagan. También lo dice la historia.




Iconoclasta

7 de octubre de 2018

Malos tiempos


Las horas desfilan hacia un precipicio, y en la caída se hacen guillotinas pequeñitas que cortan trocitos de carne y alma indoloramente.
Las palabras son vendajes vanos contra la lógica hemorragia de tanta pérdida. No dejan ver los gusanos de la putrefacción.
Y así se puede amar y estar podrido.
Son cosas compatibles, está visto.
¿Qué son los años?
Son grandes bloques de piedra que no caben en las calles ni entre los espesos árboles del bosque. Quedan atorados y suspendidos sobre nuestras cabezas entre balcones y copas frondosas, acumulándose unos encima de otros hasta que el peso es suficiente para caer y aplastarte.
Es por ello que los viejos miran al cielo con temor a que llueva.
Que llueva la muerte.
Hay tanta muerte sobre mi cabeza.
¿Qué es la vida?
Es una vertical buscando un espacio tranquilo donde ser horizontal. Es un reloj que cada día está más cansado.
Y un calendario con pocos meses del que un día, no arrancaremos una hoja más.
El tiempo es la máquina de un imprenta que prensa y corta las páginas sin tener en cuenta las anotaciones en los márgenes.
Las anotaciones son gemidos de pena, dolor y frustración.
Y en medio de todos estos malos tiempos, me encuentro un burro comiendo una flor. Es absurdo… Es una absoluta cursilería.
Una bella y divertida cursilería entre tantos malos tiempos.
Y está bien, yo elegí donde morir y gané.
Me enciendo un cigarro con una sonrisa, bajo toda esta muerte que gravita sobre mí.
Fue bueno mientras duró.
Bien… No siempre.
¡Maldito burro! Qué gracia…




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta