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22 de mayo de 2018

Fulminante


La naturaleza no tiene porque transmitir paz, sosiego, equilibrio o una espiritualidad mística.
La naturaleza es un caos.
A la naturaleza le importa una mierda tu necesidad de tranquilidad y búsqueda interior.
No puedes estar quieto y contemplativo demasiado tiempo. Si te detienes, mueres.
Yo soy como ese desconcierto de nubes; por viejo que me haga, sigo odiando y amando con fuerza paranoide, admirando y escupiendo. Sangrando por dentro y hacia fuera.
Y quiero follarla. Follarle la boca y el coño de tanto que la quiero.
Deseo matar a quien odio: le deseo lo peor a él y a sus hijos y todo lo suyo que pueda nacer.
Y reírme a carcajadas asfixiantes de quien sufre o goza y de quien viva o muera. No importa, todo depende del momento. De mi caos, del caos del planeta que marca mis días inevitablemente.
A veces lloro sangre y no necesariamente muero, me mantengo en la jodida vida aunque no quiera.
Soy esa vorágine de nubes que no busca sosiego. Solo quiero reventar mi vida y el mundo en mil pedazos.
La serenidad llegará con la decrepitud, con la muerte.
La naturaleza a veces parece quieta, posa para la foto. Pero hierve como yo de vida, de muerte, de amor, de odio, de violencia, de dolor, de enfermedad, de porquería…
La vida no es bella, no destaca por eso.
La vida es fulminante.
Y mi mecha llega al final sin que tenga una especial necesidad de sosiego.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

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