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19 de agosto de 2017

Melancólicamente tuyo




¿Qué ocurre conmigo?
¿Por qué?
Una dulce y serena melancolía que requiere toda mi atención para no abandonarme en un rincón oscuro a llorar con una sonrisa, me invade el pensamiento y la piel.
La dulce y serena melancolía que traen las nuevas nubes arrastrando el verano a otro lugar.
Un aire de renovación.
¿Y por qué esta melancolía?
¿Es la reacción natural ante el descanso de la lucha contra el calor? Como un soldado cansado que tras la batalla, evoca tiempos y lugares de serenidad.
No es solo la temperatura, no es hormonal. Es inevitable que piense que el aire trae tu aroma y me das paz con esas nubes que son besos.
¿Te das cuenta, mi bella?
Soy un animal sujeto a los cambios estacionales. Soy una bestia enamorada en algún anónimo lugar del planeta, que cierra los ojos con placer cuando el viento acaricia mi rostro. Son tus besos los que me dan paz.
Es el espejismo de tus labios lo que provoca esta melancolía feroz.
Y está bien. Es privilegio sentirte llegar como una heroína derrotando el verano y aportando el color y la templanza del otoño.
Se acabó la lucha, dulcemente entra el otoño que tiene tu rostro divino para desprender las hojas de los árboles y llenar mis hojas de papel con confidencias de un amante melancólico.
La distancia implacable y descorazonadora sucumbe ante tu presencia de nubes y aire fresco.
Y haces del cercano otoño un amor táctil.
¿Ves, cielo? Los ojos no obedecen a mi voluntad y se hidratan cansados del calor con frescas lágrimas, con un amor que se extiende por el horizonte como un canto de esperanza.
Está bien, mi amor, te siento.
Me envuelves, me haces pequeño e indefenso de nuevo.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

13 de agosto de 2017

La raíz cuadrada de una naranja


El día ha ido bien en general, hasta la hora del postre. Buena temperatura, un buen almuerzo, un paseo por el mercado medieval que han instalado este fin de semana, he disfrutado de la sombra de un árbol sentado en un banco de un paseo frente al río mientras escribía sobre las dimensiones de las cosas y los seres... En fin, no era un día perfecto; pero me bastaba para no ser del todo infeliz.
La comida ha sido opípara: calamares, croquetas de jamón, un coktail de frutos secos y una tortilla con sobrasada de Mallorca.
Me esperaba el broche final: una naranja grande como un cerdo, de un color naranja muy subido, valga la redundancia. Prometía ser un bocado voluptuoso, dulce y refrescante. Daban ganas de morderla sin pelarla.
Cuando he hundido el filo del cuchillo en la piel, he sentido un vacío en el alma: más de la mitad del filo ha entrado sin tocar la carne jugosa.
¡Mierda! Algo huele a podrido en Dinamarca. He seguido cortando en redondo y angustiado he pensado que Dios se ha olvidado de la carne en esta naranja. He tenido que descansar y fumarme un cigarro por los nervios y el cansancio de tanto pelar: he perdido la sensibilidad de los dedos.
Cuando por fin ha aparecido la pulpa, la carne suculenta, no he sentido ningún tipo de alegría: es pequeña como el pene de un gato.
Tanto tiempo he estado pelando la naranja, que he pensado que Dios me ha castigado (no creo en Dios, solo quiero darle más vehemencia y dramatismo al texto; pequeñas licencias literarias que se toma un elefante viejo en el oficio que con la trompa se tapa el orificio; si creyera en Dios, estoy seguro de que mi cerebro se deslizaría como un moco por la nariz).
Sí, Dios me ha castigado por usar plátanos y hortalizas oblongas en mis juegos sexuales con las mujeres y ha puesto en mis manos esta tortuosa naranja que mina mi ánimo, mi paciencia y mi resistencia al llanto.
Con una oración íntima, le he prometido que borraría los videos filmados con esas mujeres y vegetales si convertía la naranja en algo decente.
No me ha escuchado el hijoputa.
Cuando al fin ha emergido la naranja en toda su totalidad de toda esa piel, he pensado en matemáticas y la física cuántica.
Y como de cosas cuánticas no tengo ni puta idea y además, son tan pequeñas que dudo de su existencia; he usado la matemática de toda la vida. He concluido científica  y matemáticamente, que lo que ha quedado en el plato es exactamente la raíz cuadrada de la naranja que era. Talmente como si te regalan lo que crees que es una pelotita de tenis (vaya mierda de regalo) y después de quitarle el envoltorio (nefastamente envuelta) ves que es una pelotita de ping-pong dura y ruidosa, sin ninguna calidez. Y mucho más barata.
Yo, en mi ingenuidad, creía haber llegado a lo más bajo que la desesperanza y la tristeza te puede llevar y que ahora quedaba ya lo mejor: la suculenta carne por fin, como una vagina que has estado esperando horas para que sus bragas por fin dejaran de ocultarla.
Cuando la he mordido he visto mi rostro reflejado en el vaso y sonreía; pero mis ojos lagrimeaban. Ocurre que la naranja es tan ácida y tan amarga, que mis mandíbulas se han contraído formando una sonrisa tipo Joker de Batman. Cuando he recuperado el control de los maxilares, he escupido el trozo de pulpa contra el reloj del comedor. Con rabia infinita he usado el tenedor para picar y desangrar la cochina y asquerosa raíz cuadrada de la naranja y el puto Dios que la parió.
He tomado un café con tanto azúcar que la cucharilla se mantenía firme dentro del vaso y he fumado tres cigarros. Una vez más calmado, he usado el navegador de la Play para ver unos videos pornos gratuitos y tras haber eyaculado indecente y ruidosamente en el sillón, toda la pena y angustia se han desvanecido. Y he dormido cuasi feliz con todo eso enfriándose en mi rasurado pubis. Amén y gloria a Dios en las alturas (sigo con mis licencias literarias, ya que no moqueo cerebro).
Me he olvidado de la raíz cuadrada de la naranja y he redireccionado mi día hacia donde yo justamente quería. Y todo ello, sin libros de auto ayuda de mierda. Sin los descerebrados, lerdos, ñoños, aburridos e innecesarios Coelho y Bucay (como ejemplo de enanismo y simplismo mental).
La puta que parió a la naranja. casi me destroza mi no del todo infeliz día.
Y que nadie se piense que voy a dejar de jugar con plátanos y hortalizas oblongas con las mujeres. Ya es tarde para escarmentar, siempre ha sido tarde.
Voy a preparar el trípode y la cámara.
Bye.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

12 de agosto de 2017

Un momento para soñar


Me permití soñar.
A veces lo cometo (soñar despierto), aunque despertar luego duela.
Escapar del dolor y el cansancio no es malo si no es caballo en vena.
Que tampoco se puede decir que sea doloroso despertar, yo diría que es simplemente incómodo al caer en la cuenta de que la realidad no es el momento y lugar que me gusta.
Lo que duele de verdad es caminar y la realidad diaria sin pizca de imaginación.
A veces pierdo el control y lo sórdido y el miedo pretenden imponerse.
Y soñé que estaba solo en el planeta, bajo un cielo apocalíptico que pretendía aterrorizarme. No cedí, sonreí.
Y estaba bien.
Soñé que no dolía caminar-vivir. Dos veces bien.
Soñé que no tenía cojones. ¡Ah! Primero me asusté, observé mi flamante pene y pensé: "No es malo, no existe mujer con la que aparearse para dejar preñada. No hay nadie."
Soñé que habían cantidades pornográficas de cigarrillos, para todo lo que me quedaba de vida y casi cinco años más. Cuatro veces bien.
Me senté en una playa al atardecer y cerré los ojos al sonido y el olor del mar. Cinco veces bien.
Cuando abrí los ojos, la playa estaba llena de delfines muertos, con sus eternas sonrisas, mecidos los miles de cadáveres por olas perezosas. Sus ojos velados mirando a ninguna parte...
Y fumé perturbado.
Hasta para morir ríen los delfines. No entiendo porque dicen que son inteligentes, no comprendo su faz de sonrisa eterna y estúpida. No hay nada por lo que valga la pena sonreír. A lo mejor no ríen y la puta naturaleza los hizo así para joderlos.
No sé porque se empeñan a veces en ayudar a los humanos. Aunque no creo en lo que cuentan las películas y la chusma sensiblera.
A lo mejor han muerto por serviles, por tener tan poco orgullo como especie.
Seis veces bien.
Todo lo que podía morir ha muerto y el silencio me causa cierta angustia; pero es agradable, es algo que nunca había escuchado. Algo que nunca había sentido.
Es tan fuerte, tan denso el silencio, que pesa como una columna de agua en mi pecho y me impide respirar bien y relajadamente.
Me hace especial sentir la asfixia de la soledad absoluta.
Siete veces bien.
Soñé que por primera vez era feliz, que era un hombre en un planeta muerto, rodeado de silencio. Un héroe, un protagonista de mis propios relatos.
Ocho veces bien.
Y soñé que era de noche, que en el cielo no había luna ni estrellas y la oscuridad acariciaba mi corazón. Y sentí ser amado por la nada y por nadie.
Nueve veces bien.
Soñé llorar porque nadie podía verme ni sentirme. Y un rayo me partió la cabeza y mientras mis sesos resbalaban, no comprendí como podía ser tan cruel de soñar algo así.
No estuvo bien. Mi pensamiento, lo que soy era absorbido por la tierra aún templada por la luz del día.
Y desperté y el sol me oprimía, me ahogaba de calor y sudor.
Y por enésima vez, no me gustó estar vivo, no aquí, no ahora.
Una vez soñé con un cielo azul ektachrome y en el flotaban como cristos crucificados hombres y mujeres que conocía de la vida diaria y de la televisión. Mi padre, mi madre, un presentador de las noticias...
Estaban todos.
Tenía ocho años y no sabía que pensar observando todas aquellas personas que lloraban clavados en las cruces.
Ahora lo sé, la muerte es un arte, una performance inquietante y fascinante.
La muerte hace del último pensamiento un sueño eterno y depende del sueño que sea infierno o paraíso.
O más de lo mismo.
Es hora de cojear de nuevo, se acabó lo fascinante.
He de ser cuidadoso.
Controlar mientras pueda.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

9 de agosto de 2017

Brindo por los no natos



¿Se puede brindar por los no natos?

Porque por ellos sí que vale la pena una sonrisa.
Una sonrisa triste y rasgada como un vientre acuchillado.
Como una garganta cercenada que no sabe que ríe.
Y solo sangra.

Los que no nacieron, nada pudieron hacer.

No molestaron.

Es absurdo, tanto como creer en hombres con alas, centauros y unicornios.

Los que no nacieron, sus restos, vagan por alcantarillas. Sus sórdidos ataúdes son condones sucios y apestosos.

Brindo por los no natos y su absoluta inocencia.

Brindo por su triste falta de oportunidad.

Y por los que salieron de su madre y murieron al nacer, sin siquiera abrir los ojos y recibieron muertos  el abrazo maternal.

Pálidas tetas plenas de leche no encuentran un bebé donde vaciarse.
Y lloran en blanco.

Es un terrible brindis; pero sincero y duro como la muerte.

Penes tristes y goteantes de cadáveres en láctea suspensión, condones rotos, tetas inconsolables y vaginas que supuran la esterilidad de un semen que no llega a donde debe, son los invitados a la fiesta de los no natos.

Nadie soplará velas porque no hay.

No son necesarias, nadie quiere la vergüenza indigna de soplar a lo que no nació.

Nadie puede soñar con ángeles y unicornios cuando el coño trémulo y cansado ha parido un cadáver.

Un brindis por todas las penas, las que no nacieron.




Iconoclasta

8 de agosto de 2017

La maldad


Mi hijo duerme tranquilo ahora en la cuna tras tomar el biberón. Mi esposa también duerme en nuestra habitación. Era mi turno de atender al bebé. Apenas tiene aún tres meses; pero reconozco lo que es: un humano más.
Las madrugadas y el malhumor de tener que despertar para atender a mi hijo, me llevan a pensar cosas sombrías.
Cuando llora siento deseos de tomar su manita entre las mías y romperle uno de sus deditos. O arrancárselo. Me irrita el llanto de mi hijo.


¡Ah, la maldad!
El mal (la maldad) como ente no existe más que en la literatura, el cine, la superstición (religiones de cualquier índole) y en la ignorancia popular.
El mal como ente, como corriente maligna que lleva a la dominación, tortura,  asesinato, robo y usura es solo una creación mitológica para justificar las crueldades de los que están en el poder y así poder perdonar a otros  hijos de puta (sus sicarios), ya que todos podemos caer víctimas de la maldad que cubre la faz de la tierra en constante lucha con el bien de mierda.

Tengo una navaja de filo dentado y acaricio la barriguita del pequeño, me tranquiliza saber que puedo destriparlo y esperar a que despierte su madre y acuchillarle los ojos también.

En el planeta no existe la maldad como epidemia o microbio del aire.
Solo hay malos. Malas personas envidiosas. demasiado pendientes de lo que otros tienen o hacen. 
No solo es malo el tirano (la tiranía no es un acto de maldad, es un acto de un hijo de puta), son malos los muertos de hambre que gobierna, los que le comen la verga con fruición para recibir un favor de su amo. Y eso mata a otra gente: a sus vecinos a los que deben dinero o ganan más que ellos.
Y tirano es cualquier juez que ejerce su poder, una narcotraficante, un presidente de cualquier país, un empresario ambicioso hasta la enfermedad o la banca.


El bebé arruga el ceño por algún malestar de la digestión. No quiero que el pequeño asqueroso llore y estropee el silencio de la noche.
Intento serenarme; pero no puedo evitar darle un pequeño golpe en la cabeza con la mano. Sorprendentemente, solo se ha movido inquieto en la cuna y no ha llorado.


Hay quien habla de la maldad como si fuera algo ajeno a la humanidad y ésta fuera víctima de ella. Es lógico que inventaran un dios para protegerse del diablo. El ser humano es esencialmente animal, un animal medio domesticado por otros con un poco más de cerebro. Así que ante tanta violación, robo y asesinato que perjudicaba la riqueza del amo de los más pobres, se acordó crear la maldad como responsable de tanta mierda.
Pones a rezar a los hijos de puta y que se crean santos de mierda. Con eso ya los tienes medio controlados. Judíos, cristianos, musulmanes, taoístas... Solo es cuestión de tomar una muestra de cada superstición para observar los ojos sucios de la hipocresía.


Mi hijo será otro de tantos, a lo mejor si tiene suerte se convierte en alguien con cojones que reconoce lo que es; pero me temo que los genes de su madre han estropeado esa opción de parecerse a mí.


Definitivamente, la única forma de extinguir la maldad es erradicar con fuego y radiactividad todo rastro de vida humana. Verás que limpio queda de mierda el planeta en unas semanas.
Años atrás, afortunadamente, había cierta mortalidad de bebés al nacer; pero eso se ha perdido. Ahora nace todo y mueren pocos.


El bebé arranca a llorar: lo zarandeo y le abofeteo la cara, le grito que es un pequeño asqueroso y le pongo la punta de la hoja de la navaja bajo un ojo. Si se mueve, bruscamente será su culpa.
"¿Qué le pasa a David? ¿Por qué gritas?"
Pregunta mi esposa desde la puerta de la habitación, solo lleva bragas y el vello  de su coño asoma por ellas. Sus tetas están aún enormes y pesadas de leche. Me gusta follarla así.


Así que menos plegarias para pedir la paz y la armonía, porque esas cosas son alérgicas a los humanos. El hecho de que se manifiesten contra las corridas de toros y disfruten con los ojos felices de las fiestas del orgullo homo, no los hace buenos; simplemente están desesperadamente aburridos.


Cuando enciende la luz de la cabecera de la cuna, observa la mejilla enrojecida de David y tal vez algún daño en el cuello por la bofetada. Me grita que soy un hijo de puta.
Le pego un puñetazo en el vientre, le arranco las bragas cortándolas con la navaja y le doy un puñetazo en la boca con el dorso del puño. Le meto la polla, ahora que está aturdida y tirada en el suelo. Muerdo sus pezones mientras la embisto una y otra y otra y otra vez; quiero que le duela.
Yo la jodo y el bebé de mierda llora. Precioso.
Le digo a mi esposa que no es mi responsabilidad el bebé, yo no quise ser padre. No quiero atenderlo. Está de acuerdo, ha asentido con la cabeza mientras de su coño se escapa mi semen (me siento macho absoluto), de su boca sangre y de sus ojos lágrimas. Y así, goteando mi leche, se ha incorporado y ha tomado al pequeño en brazos, el bebé ha callado y respira tranquilo.  Seguramente no hay daño alguno en el cuello. Ha tenido suerte.


En el mundo no hay maldad, solo una cantidad pornográfica de hijos de puta.
Yo no soy maldad, soy simplemente malo, porque quiero, porque me gusta, porque me la pone dura.




Iconoclasta

7 de agosto de 2017

Ríos y ríos de gente


¿Cuánto dura un río en escala geológica? ¿Una semana para que un terremoto varíe o ciegue su cauce?
¿Y un ser humano? ¿Tres o cuatro centésimas de segundo?
Ni puta idea; pero ha de ser muy poco tiempo.
Observar el planeta es caer en la cuenta de lo efímera que es la vida. Con solo coger una piedra, te das cuenta de todos los años que no vivirás jamás.
 Puede deprimir un poco; pero es mejor que vivir-morir ingenuo y engañado.
Si uno se da cuenta de la brevedad de la vida, concluye que perder el tiempo es uno de los más graves errores que se pueden cometer (letal). Y la peor forma de perder el tiempo, es ignorar lo que en verdad uno respira.
Es suicidio privarse de cualquier placer por muy pecaminoso e indecente que sea.
Incluso el río no tiene más remedio que soportar cosas que no le gustan; porque hay gente donde debería haber solo águilas.
No está bien, el ser humano es infestación que gracias a medios artificiales llega a lugares donde antes no podía.
Sin cansarse, sin ser fuerte.
Eso me recuerda que ya nacen todos. No es crueldad, es un hecho maligno para la humanidad.
Alguien (todos) podría decir que es bueno. Que es magnífico poder disfrutar de lugares a los que antes no era fácil llegar.
A mí me desagrada, no es lo que quiero ver.
Me gustan más los animales de cuatro patas y con plumas (para follar no, solo follo mujeres).
He visto un pastor que acompañado de un perro, conduce una oca de caminar muy erguido hacia el remolque de su camioneta. Y cien turistas aplaudir semejante aburrimiento.
Los turistas aplaudirían mi pierna podrida si pudieran fotografiarla.
No, todo carece de dignidad, siento vergüenza ajena y hastío.
Los hay que me observan con curiosidad escribir en mi cuaderno, sobre la mochila y con un cigarro colgando de la boca. Si supieran lo que escribo, pensarían que soy un amargado. Acertarían los muy sagaces.
Soy un amargado que procura empeorar cada día más.
Me gustan las nubes tan bajas y grises que se acercan tapando el puto sol. Es el primer gran ejército de nubes en dos meses de calor, la primera horda que marca la cercanía de la muerte del verano. Lo están cercando.
Las águilas podrán volar tranquilas. Y yo no pensar oscuramente, cuando esas nubes arrastren a los que no deberían estar, unas semanas más adelante.
El viento fresco me relaja y me roba las palabras que intento escribir: "Deja de escribir y solo fuma", parece decir acariciando la piel negra de mi pierna secreta y podrida.
Me parece bien.
Dejo de escribir por un rato, aunque me quedan unas milésimas de vida.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

3 de agosto de 2017

El moderno oscurantismo


Desde el momento en el que un ignorante aprendió a escribir su ignorancia y ambición enfermiza con tinta en un papel, nació la política.
Y los que veían aquellos símbolos escritos, debían pensar: es magia.
Y se postraron ante los genitales de aquel señor tan listo.
El tiempo perfecciona el engaño hasta convertirlo en dogma, verdad y al final: ley.
Una mentira o una ignorancia pronunciada mil veces, se convierte en ley.
Los códigos penales, la biblia, el corán, la torá... Todos esos libros sagrados eran las herramientas básicas para la propagación del oscurantismo.
Solo que no son llamativos para el actual gusto de la chusma y son lentos transmitiendo su mensaje de dependencia y obediencia ciega.
Ahora se ha conseguido repetir las mentiras mil veces en muy pocos segundos. Es lo que tiene la informática y la tecnología.
Los actuales presidentes, jueces y magistrados son los sucesores de aquellos ociosos y bien acomodados borrachos que sabían escribir su nombre con suficiente legibilidad, creando así los primeros documentos para mantener a la chusma o pueblo bajo control económico y social. Los de ahora publican un tuiter de mierda, que no dice nada y la peña se vuelve loca retuiteando lo que no entiende. O dando un "me gusta" en el feisbuc, porque hay muchos que lo hacen.
Ahora es internet la que salvaguarda el mismo oscurantismo creando desinformación y mentiras que la chusma sin ningún criterio, ni tipo de análisis medianamente inteligente, asume como verdades y por tanto leyes.
Los bulos (noticias falsas o amañadas según el interés de quien las propaga, siempre alguien con mucho poder) de internet, esos que llaman virales, son asumidos como verdades por la chusma que se cree todo lo que ve en una pantalla.
Hay miles de videos en la red que instruyen para que seas feliz con tu mierda de vida, que lo que importa es la felicidad interior (¿será eso que mana del coño o el pene en forma de blanquecino maná?). Hay tanto consuelo espiritual hoy día que dan ganas de meterse los dedos en la boca y vomitar el veneno.
Un pueblo ignorante era una fuente inagotable de dinero y mujeres a las que someter a pernada.
No ha variado en absoluto, solo que se ha optimizado el engaño porque los hay que ya saben leer e incluso entienden (de una forma primitiva) algo de eso que descifran. En el tercer mundo, cualquier ignorante peón especialista de una fábrica de automóviles, puede conseguir una mamada de una putilla por tan solo dejarla subir en un coche llamativo. El estúpido obrero se siente potentado y se conforma. Y el que está en el poder se conforma con vampirizar su vida y economía .
Se permite que la chusma tenga sus momentos "prohibidos" para que se sientan transgresores y por tanto, sufran el espejismo de ser libres.
De ahí que la droga no se legalice: es un válvula de escape controlada por el poder para aliviar ciertas presiones.
Y el dinero del "perico" que recogen esos ilustres próceres siempre va bien para comprar ciertas posesiones como grandes casas, coches y humanos para las tareas domésticas y del follar.
Pongamos que mientras un papá abraza a su hijo con cariño y lo instruye sobre la felicidad y la grandeza de su planeta, y con ello el orgullo de ser humano, todo ello frente a un paisaje de impactante belleza; el juez o el político sodomiza a la madre que grita verdaderas obscenidades tras toda esa sensibilidad de teatro pueril.
Las redes sociales han conseguido ocultar los gritos y blasfemias de placer de papá y mamá violados, con una andanada aburrida de mensajes de superación y consuelo barato.
En fin, más de lo mismo, los esclavos han cambiado el uniforme a lo largo del tiempo y los repulsivos jueces y políticos siguen haciendo lo que sus decadentes, ociosos y borrachos antecesores hacían con los palurdos aldeanos.
El oscurantismo, la inmersión del pueblo en la ignorancia de forma sistemática y doctrinal, se propagaba hasta hace unos años por medio de los programas de televisión a horas determinadas; ahora, gracias a internet y la tecnología de consumo, está presente las veinticuatro horas del día en el bolsillo de cada borrego.
Bueno, es una simbiosis donde el esclavo vive bien (no importa el espejismo) y su amo, mejor. Los dos contentos.
Y yo deseando que ocurra alguna catástrofe a nivel planetario, sinceramente.




Iconoclasta

1 de agosto de 2017

La verdad de las cosas hermosas



La verdad de las cosas hermosas se muere entre los embates de mil imágenes y sonidos vulgares, entre ingenuas, indignas e imposibles ambiciones.

La nobleza y el valor sucumben ante ídolos de plástico sin mérito, marcados con muchos logos.

Y el vuelo de un águila apenas llama la atención cuando se mira con ojos idiotas la pantalla de un teléfono. Un animal bebe en el arrollo y provoca una ternura que es todo lo contrario (de una forma muy tóxica) de lo que siento por la humanidad.

Se crean de la nada, como malos hongos, los malos escritores de una frase y aparecen acomodados e indignados defensores de la libertad y la justicia, que teclean sentados sobre sus gordos y fofos culos.

Las cosas bellas son arrolladas por aludes de mierda que bajan veloces por un vertedero.

Y los que no deberían haber nacido babean por el coño de una puta de revista que no pueden pagar. Sufren por el coche que no tendrán jamás sin vender el ojo del culo a un banco.

Yo vomito en la intimidad del bosque, me purgo todos los días de tanta mierda que me hicieron tragar y cuido e hidrato el ano que tantas veces me rasgaron.

Solo que no aprendí, yo no aprendo, no lo necesito. Nací sabiéndolo todo y deseaba buenos días con una sonrisa a quien quería  ver muerto.

Pido y deseo la guerra, el hambre y la enfermedad en todos los rincones del planeta.

Que los muertos bajen como troncos río abajo, a centenares por minuto.

Que todos los humanos sufran como la verdad de las cosas hermosas agoniza entre la hipocresía, la cobardía y la estupidez.

Si Dios existiera, sería YO. Y no estaríais leyendo esto, bajaríais putrefactos río abajo, con los ojos comidos por los cangrejos.

La verdad de las cosa bellas no da serenidad a mi ánimo; no aplaca la ira, el odio y el asco. Los magnifica hasta crear una apasionante literatura misántropa.

Y me gusta, ya hay demasiados filántropos en el mundo, hay que equilibrar tanta bondad de mierda.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta