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30 de diciembre de 2015

Un buen estómago


Me gustaría tener la suficiente inmadurez para desear algo fervientemente y tener la fe de que ocurrirá; pero me es imposible someterme a ese engaño.

Barajo las posibilidades tangibles, cercanas, reales. Soy un técnico.

Entonces llega el momento de escribir, en el que ejerzo una medida traición hacia mí mismo y sueño creyendo en cada palabra, en cada tristeza, en cada barbaridad.

Y en cuanto he levantado el plumín del papel, mi mente sube como un buzo sin oxígeno a la superficie y sufro la embolia de la realidad.

Observo a mi alrededor con los ojos lacrimosos, porque duele, duele un millón salir de mis mundos interesantes, brutales, crueles, impúdicos...

Aún siento las contracciones de su vagina oprimiendo mi pene.

Hay sangre entre mis uñas del pecho desgarrado de mi enemigo.

Y mis músculos tiemblan con el inconmensurable dolor de haber perdido a lo que más amo en un viaje en el espacio profundo.

Observo a mi alrededor, oigo palabras y me consuela el haber descendido a pesar de tener que resucitar en mi árida realidad. A pesar de la embolia que está a punto de reventar una arteria.

Tengo un alto umbral del dolor.

No es un consuelo verlos a ellos, es un acto de constatación. No necesito sonreír o relajar mi gesto. Prefiero parecer triste y aborrecer sin decoro esa tremenda aridez que es mi vida en la superficie.

Si conmigo ejerzo esta bárbara represión, a los humanos trato igual. Sus vidas son áridas como el desierto más mortal del planeta.

Lo que me diferencia de ellos, es que soy consciente de mi respiración y de mi fragilidad a cada paso, a cada segundo.
Los he visto que con solo intuir un milésima parte de su intrascendencia, han debido apoyar sus manos en un muro para vomitar sin consuelo.

No me puedo quejar de mi estómago.




Iconoclasta

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no tengo tan buen estómago y a veces no quisiera cerrar el cuaderno, ni la pluma, quisiera quedarme allí donde todo es negro y líquido, y nada dosificado. Cuando nacieron las ilusas...

Anónimo dijo...

P. D. Me alegra saber que tienes un nuevo amigo.

Iconoclasta dijo...

"Cuando nacieron las ilusas..."
Magnífico.
Más que amigo, el gato es un simple conocido.
Besos, anónimo.

Anónimo dijo...

Disculpa mi irrupción en este mundotexto... soy intempestiva.
Beso, Iconoclasta

Iconoclasta dijo...

Tengo suerte de que seas intempestiva, es encontrar algo que trasciende.
Gracias por tu irrupción en este mundo que es solo eso, texto. Ahora un poco menos texto, un poco más vital.
Besos, anónimo.

Anónimo dijo...

P.D. Yo prefiero confesionarios sacrílegos, que inviten a pecar en un altar de carne, pero tu diatriba está genial.

Iconoclasta dijo...

Un altar de carne húmeda, eréctil, trémula.
Me gustaríaser pecado, sacrilegio.
Una condena láctea...