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31 de julio de 2013

Un análisis inspirado en Bucay y Coelho, por ejemplo




Los que seáis un poco listos no vomitéis con la introducción, los que sois más de lo mismo, seguid leyendo a ver si aprendéis algo.
Frases de Jorge Bucay.
- El verdadero buscador crece y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable de lo que sucede.
- Porque nadie puede saber por ti. Nace puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no conoce representantes.
- No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones.
Frases de Paulo Coelho.
- Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla.
- Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia.
- Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo.
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Me parece increíble (es retórica, debido a mi sabiduría y objetiva visión sé todo lo que es posible o no lo es en el ser humano) que un par de iluminados como estos dos hayan vendido libros.
Es un insulto a la inteligencia; pero claro, en un mundo de analfabetos, el que atina a juntar más de tres palabras que sean correctas con los cánones impuestos por el poder y la farisea moral de conducta y respeto, encontrará la editorial para publicar su ignorancia empática con las clases sociales más decadentes: burgueses, funcionarios de ventanilla, letrados y políticos.
Los que tienen dinero y poder (los que esnifan coca bajo palio o se las chupa una niña) alaban una vida que solo conoce uno entre cinco millones de burros. El dinero otorga a pesar de su decadencia, una ignorancia pueril y optimista. Es tan infantil, que ellos mismos se creen ejemplo a seguir.
Los pobres por su parte, necesitan mesías y lecturas de este tipo de escritores-pastores para sentirse afortunados entre la mierda en la que nadan cada día. Su ignorancia es más básica aún que la de los poderosos o los escritores-pastores.
Tanto a pobres como poderosos, es igual de fácil de engañar. Simplemente se trata de darle otro nombre a las heces que forman sus cerebros para que se crean seres racionales y con libre albedrío.
Las editoriales se convierten junto con  la televisión  y el cine, en los guardianes y jueces de una sociedad basada en la hipocresía, el arribismo y la esclavitud.
Solo los cerebros muy enfermos de hipocresía  pueden soñar con ser ángeles y sabios pisoteando o ignorando en su escalada “al poder”, a miles de seres humanos que son solo piel y huesos, seres que nacen con sesenta o setenta años menos de vida.
Cualquiera que diga que el universo se confabula para ayudarnos a hacer un sueño realidad, es un hijoputa, la peor y más rastrera bestia que pueda uno conocer. Porque afirmar algo así es un crimen y un insulto al orgullo, al sufrimiento y al esfuerzo.
Lo que les ha ocurrido a estos “genios” que afirman que con buena voluntad y optimismo se logra todo, es que se han llevado a la boca el pene del poder y con ello han quedado protegidos de cualquier misil o rayo láser que les disparen. Igual que en las viejas películas de Star Wars o Star Trek en las que los campos de fuerza de las naves son la suprema protección y mientras hacen orgías, la nave es bombardeada por unos enemigos idiotas que no llegan a enterarse.
Por todo esto, cada día resulta más difícil encontrar un buen libro que leer o una buena película. Respecto a la televisión, no hay remedio, es una pura sucesión de basura epiléptica, sea de pago o no.
Es mejor ir al restaurante chino y comprar una galletita de la suerte para tener la misma lectura que nos ofrecen, sale más barato.
En la literatura: follar, polla y coño está prohibido como norma. En la televisión se disimulan las palabras fuertes con aplausos o pitidos, en el cine (el porno es otra historia y carece de hipocresías, aunque sobra deficiencia mental) estas cosas se visten de video clip con rápida sucesión de imágenes. Pero en ninguno de estos medios, se pone de manifiesto la falta de cultura y capacidad de síntesis de la gente para no degradar demasiado a la clientela.
En fin, que me cago en la puta madre de editoriales, productoras de cine y emisoras de radio y tv.
Y es que no hay inteligencia suficiente ni entre ricos ni pobres para alimentar todos los días a la peña. Que nazca alguien inteligente en cada generación es una lotería.
Piara de idiotas…
“Todos los días Dios nos da un momento…”. Hay que joderse con la estupidez.






Iconoclasta

17 de julio de 2013

Buscando el amor




No estoy de acuerdo con el tan explotado beso de amor.
Ni siquiera con el amor.
El beso es solo una muestra de libido con la que se busca algo de trascendencia a todo ese apareamiento con un romanticismo de novelucha de quiosco.
Yo solo sé, que si hubiera amor, residiría en su sexo. Por ello lo busco y me trago su coño entero.
No entiendo el amor si no es a través de su vulva elástica, viscosa y hambrienta.
Succiono su clítoris hasta que la presión de mis labios lo hace enorme, hasta que sus labios íntimos se abren tímidamente como alas de mariposa recién salida de la crisálida, así de húmedas... Y puedo aferrar con los dientes esas alas sintiendo la cabeza de la mariposa presionar contra mis incisivos. Su clítoris es una pura muestra de deseo, sin estupideces de amor.
Si tuviera alma o amor, no residiría en su corazón, está en su coño. Lo sé porque ese espíritu de amor se derrama en una viscosidad que crispa las venas de mi pene y suaviza mis cuerdas vocales cuando mi lengua la desliza por la garganta.
Su coño es la esencia de la vida. De la suya.
A veces de la mía; aunque no importa cuantas veces lo haya sido, no importa siquiera si nunca lo ha sido.
Devorando su coño, estas cosas no se plantean.
No en el corazón, no en su privilegiado cerebro. No se aloja ahí la esencia de lo que busco.
No me preocupa que me ame, ni me preocupa amarla. Solo investigo y busco.
Soy curioso, soy espeleólogo.
Todo son mentiras de literatura barata para disfrazar el deseo sexual y hacernos importante, inteligentes, psíquicos...
Soy científico desbaratando mitos y falsos delirios de amor ultrahumano.
Por ello también hundo mi dedo en su coño para dilatarlo. Y luego meto otro,  y otro… Hasta que le quepa el puño entero lubricado por su deseo y pueda dar así, con la existencia del amor.
Y tal vez tomar una muestra para analizarla en algún erotomicroscopio.
Sin embargo, me entretengo en lamer mis dedos untados de su esencia viscosa y lechosa  como el león limpia sus garras después de abrir a su presa: sabe a mujer y su coño es lo que es, no hay nada más que un deseo desmedido. Una vagina hambrienta, tanto como mi pene balanceándose frente a lo que desea invadir.
Eso no es amor. Tal vez el amor solo pueda identificarlo el enamorado… Tal vez no me corresponde descubrirlo.
Sigo buscando dentro de ella, aunque a veces solo siento placer y eso entorpece y hace lenta mi búsqueda. Metérsela es como resbalar por un vertiginoso tobogán no encuentro dirección ni sentido, se me pierde la horizontalidad y la verticalidad de la vida dentro de su coño.
Puedo sentir en mi glande henchido de sangre su placer, su tremendo éxtasis. No importa en quien piense, la jodo y ya está. Es el único hecho tangible.
Ella con su coño lleno y yo con mi pene arropado, nos alejamos de la cordura por el camino del placer, cada uno con su locura. Cosa que no importa, el placer no es bueno discutirlo, es un regalo de Dios. Y Dios ahora mismo está en mi glande y en su clítoris.
Preciosa la comunión de la carne…
Vuelvo a su coño porque me enloquece lo que pudiera esconder y lo que se le escapa y derrama. Aspiro, lamo y bebo. No importa por quien sea toda esa parafernalia de placer, sabe bien.
Su pelvis presiona contra mi boca, se mueve salvaje buscando el roce brutal; aún a costa de mi respiración. Tal vez sea eso el amor, esa fuerza intensa, ese buscar por todos los medios el placer; cuando se agita hasta para dañarse contra mis dientes.
No me ama, a pesar de que su coño está lleno de amor.
Está bien, es bueno. Es importante no hacerse ilusiones pueriles.
No es por mí toda ese deseo que nace de lo profundo. Soy un medio de desahogo. Solo soy una boca y una polla. Cosa que no importa, soy un buen científico, soy un espeleólogo.
Y mientras explota el placer nos hacemos animales, nos olvidamos de respirar para gemir roncos.
Follar es más intenso que morir e igual de sencillo.
No… Los besos son una pobre muestra de amor. Ni siquiera se le debería llamar amor. Una buena mamada llega mucho más profunda y es sincera y es real y es una pelvis enloquecida…
Los besos solo son el pago a cuenta de dos seres ambiciosos de devorarse y penetrarse, cosa de adolescentes a los que aún no se les ha desarrollado todo el vello.
Enciendo el cigarro. Me doy cuenta de que no he encontrado el tan buscado amor. Pienso que debe estar más profundo y que me falta longitud de pene para llegar allí.
O simplemente no sea yo el que pueda encontrarlo, tal vez el coño sabe a quién ama y qué le entrega.
Me conformo con lo que me toca, ya habrá tiempo después para perder la curiosidad.
No está tan mal investigar, la ciencia me pone cachondo.
Hay búsquedas y estudios que proporcionan un placer no solo intelectual o el tan mitificado reto a la inteligencia. No todo va a ser angustia, para variar.
“Un regalo de Dios…” No jodas… Menuda estupidez.
Qué chocho…








Iconoclasta

11 de julio de 2013

La amabilidad y la cordialidad




Estaba agonizando, Dios estaba casi muerto convulsionándose débilmente tirado entre dos coches. Las puntas de sus dedos estaban cárdenas como si la sangre se retirara hacia atrás, como si ya no quisiera regar la carne.
Que fuera Dios, lo supe porque lo decía una placa de identificación barata que se encontraba en el suelo prendida por la cadena de bolas, como la de los tapones de lavabo, de su cuello:
DIOS CREADOR TODOPODEROSO
RH: DIVINO. GRUPO: CÓSMICO
DOMICILIO: OMNIPRESENTE

—Tú no eres Dios, eres un fraude.
—Siempre lo has creído así, es tarde para convencerte. Eres mayor.
—Nunca me has visto, no me conoces.
—Soy Dios.
—Te mueres, no eres nada, ni nadie. Los dioses no pueden morir porque no existen. Es así de fácil.
—Deberías ser Dios, todo lo sabes.
—Yo no sé nada de mierda. Solo afirmo. ¿De qué estás muriendo?
—El cuerpo humano no soporta tanta divinidad, la sangre se seca por el calor de mi poder.
—Y una mierda. Eres el drogadicto que el martes me pidió un cigarro. Te has metido una sobredosis o bien el sida te está pudriendo.
—Estoy muriendo en este cuerpo. Si soy un drogadicto, alguien que muere, podrías ser más cordial.
—No estoy de humor para cordialidades. La piedad es una cuestión moral que no me afecta. No creo en Dios, ni siento amor por el prójimo. Solo hago lo necesario para que la vida sea cómoda. Y la muerte es tan vulgar como todo lo que me rodea.
— ¿Te quedas conmigo hasta que muera?
—No, tengo prisa.
—Verás a mis ángeles ayudándome a desprenderme de esta carne.
—Mira, si quieres te doy un cigarro y me largo. Me espera una tía buena en el motel y voy justo de tiempo.
No respondió nada. Sonrió, cerró los ojos y dejó de temblar como un maldito gato mojado. Quedó muerto.
Cuando lo toqué no había ningún exceso de calor por divinidad alguna en su piel.
Seguí mi camino tras escupir en su infecto pecho. Giré por la calle en la que se encontraba el motel y me crucé con tres tipos con alas en la espalda. Los tres muy altos y corpulentos, muy rubios. Toda esa mierda de nórdicos y modelos maricones que no me impresionan ni aunque sangren. Ni siquiera me hubiera fijado en ellos de no ser por el disfraz.
Di media vuelta y los alcancé.
—Vuestro amigo está entre aquellos dos coches.
—Gracias. Un vecino que lo conocía nos ha llamado al hospital. Nos ha dicho que se había caído y que un hombre le hacía compañía. Es usted muy amable —dijo uno de ellos sacándose la peluca para lucir una generosa calva bronceada.
—Un huevo —pensé.
—Es inofensivo. Está muy mal y se ha escapado del ala psiquiátrica con el ajetreo de una fiesta de pacientes —añadió otro de los ángeles, también quitándose la peluca que le hacía sudar copiosamente.
—Pues ahora es más inofensivo que nunca. Está muerto —respondí sin ningún tipo de teatralidad ni emoción.
—¡Pobre Enrique! Vaya día de cumpleaños ha tenido —se lamentó el tercer ángel.
—Estaba ya consumido por el sida y deliraba. Gracias de nuevo por acompañarlo en el final.
—Ya he conocido sus delirios. Me ha contado que vendrían unos ángeles a recogerlo. Yo iba a llamar a la policía cuando me he encontrado con ustedes —les mentí sin entusiasmo.
Les di un número de teléfono falso con prisa y volví a ponerme en camino hacia el motel Salto del Tigre.
En la recepción pregunté por Valeria Gutiérrez.
—En la 314 —respondió con desgana un tipo gordo y sudoroso.
—Has llegado un poco tarde —me dijo cuando entré la potente morena de larga melena rizada.
—Me ha entretenido Dios muriendo.
—¿Sabes? Cuando ayer nos conocimos, a los pocos minutos me enamoró ese sarcasmo tuyo tan cruel —decía acercándose hasta que me besó la boca.
—Y a mí me la pone dura tus tetas y tu boca. La mamas bien, fijo.
—Puedes estar seguro, Sr. 666 —respondió sensualmente acariciando mi escarificado tatuaje.
La desnudé y la obligué a que se metiera la polla en la boca agarrando un mechón de su cabello con el puño.
No le gustaron mis modos.
—No soy una puta ¿eh? Podrías ser amable.
—Ni con Dios si existiera.
Le pegué un puñetazo en la mandíbula y quedó aturdida. La desnudé de cintura para abajo, la obligué a apoyar los brazos en la cama y tras separarle las piernas con las mías, le rasgué el ano penetrándola.
Unos segundos antes de eyacular entre sus excrementos, le hundí el filo del cuchillo en el cuello hasta que las vértebras frenaron el avance.
Me quedé en la habitación de ese asqueroso motel observando con amabilidad y cordialidad como se vaciaba de sangre. Mi pene aún sufría espasmos por el orgasmo cuando la hermosa Valeria dejó de hacer ruidos líquidos intentando respirar.
Me limpié la mierda pegada en el glande con las sábanas y me largué de allí.
Al recepcionista le saqué un ojo.
A la mierda la educación y la amabilidad.
Ya os contaré más cosas de urbanidad, buenos modos y piedad.
Siempre sangriento: 666.







Iconoclasta