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27 de abril de 2011

No quiero salir de su coño



Me la ha mamado y yo estaba ebrio de sueño y cansancio.
He sentido la excitación más serena. Con el placer de su exquisita boca ha oscurecido mi glande de sangre. La he penetrado sin sentir resistencia. La he follado en un duermevela.
Sin ansia, con un sosegado ritmo.
Esto no es amor, esto es lo que provoca el amor. La animalidad, la irracionalidad es ahora un musgo que coloniza piel y mente.
El raciocionio se ha ido a la mierda. Se ha pegado un tiro en la sien para dejar paso al hedonismo puro.
Ella gime desde allá arriba, en la consciencia. Sus sonidos de placer me llevan lejos, a lo más profundo.
No sé si es mi semen o su flujo lo que impregna mi bálano y se escurre por los testículos; no importa, estoy en ella. Dentro de ella. La rodeo y la inundo.
Mi pene es receptor y amplificador de sus convulsiones.
Su coño es un sima profunda y acogedora que palpita trémula aprisionando mi falo.
Su piel el único nexo, el soporte a mi escasa realidad. Es la parte del cuerpo no sumergida que es capaz de darme paz. Un estado no tan imbécil como la felicidad.
Difusa realidad.
Y es mejor así, no es necesario despertar. Lo que hay ahí fuera, fuera de su coño y mi sueño, no me interesa.
Bien podría ser el coño un ferétro o un tanque de aislamiento sensorial.
Da igual, hay demasiadas cosas que ignorar, cualquier herramienta o lugar sirve para seguir dentro de nos.
Lo que importa es no estar.
No existir.
Vivir en blanco y negro.
Y cuando las cosas ocurran, cuando la consciencia vuelva a reinar: dejarse llevar y destruir.
La realidad es pesadilla y horrror.
Es mejor la mamada. Y no siempre me la maman como quiero.
No quiero salir de su coño.
Le exijo sobredosis de heroína, no acepta, no quiere, no transige. Insiste en que hay que vivir.
Mis piernas se tensan, mi vientre se contrae.
Seguimos dentro.



Iconoclasta

Fotografía, montaje y diseño: Aragggón.



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