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30 de septiembre de 2009

Mi hermanito pequeño

Tengo un tumor que es prácticamente mi hermano. Ha creado su propio mundo en la pierna derecha. Y la mantiene siempre calentita, hinchada...
Tibia la tibia...
Es tan entrañable tener a alguien que te quiere...
Más concretamente, alojarlo.
Se ha hecho un nido el pobre, de tejido dañino y podredumbre. Mi hermanito no da trabajo, apenas se mueve más allá de la rodilla, como si clavara sus tiernas uñas en la rótula, como en una pizarra arrastrándolas.
Como arrastro mis uñas en las paredes buscándola...
Soy el hermano mayor y tengo que tener paciencia. Le tengo mucho cariño.
Porque es como yo, está alojado entre cosas mal hechas, en tiempo y lugar erróneos.
Está mal como yo por dentro. Como yo por fuera.
A veces lo miro, le deseo buenas noches, lo mimo con cremas. Hidrato una piel negra y seca, y unas cicatrices que duelen al posar la mirada en ellas.
Pero no puedo evitar mi crueldad intrínseca: “Así te mueras hijo puta”, pienso con un tono muy bajito para que no me oiga, para no herir sus sentimientos de mierda.
Es curioso, cuanto más la quiero a ella, más odio a mi hermanito.
El amor es fratricida.
Como mi hermano es pequeño, debo ser cuidadoso. Por ello al caminar da la impresión que cojeo, como si pisar con fuerza y seguridad fuera a destrozar un cartílago rígido. Yo creía, cuando me abrieron la pierna, que me habían cambiado el tendón por una varilla de hierro. Pero mi carnicero dijo que no, que era mi hermanito que tiraba de él y lo hacía así de rígido. La sangre no llega adonde debería.
Estoy mal hecho...
Así que camino un poco raro, no quiero que se caiga, es tan pequeño...
Cabrón. Un día pegaré una patada en el suelo que pulverizará la rodilla como un cristal estrellándose. Y mi hermanito saldrá despedido, a otro mundo. Aunque me joda.
O tal vez me corte la puta pierna con mi navaja multiusos del ejército suizo que me compré cuando podía subir montañas. Estoy cansado de ser el hermano mayor. No soy bueno, ni soy cariñoso, ni soy un ejemplo a seguir. Ni siquiera estoy contento de ser padre.
Aún así, está tan podrido como mi pensamiento y no puedo evitar sentirme unido a él. A veces él gira la cara cuando me masturbo por ella, haciendo ver que está dormido. Me deja algo de dignidad.
Y por eso no puedo evitar a veces el deseo de darle un beso de buenas noches. Claro, que está tan abajo que me es un poco difícil doblarme. No soy contorsionista. No practico yoga.
Si pudiera besarme el tumor, me chuparía antes la polla, sinceramente.
Esta obscénica lujuria mía acabará del todo con mi cordura.
Con ella no necesito ser contorsionista, la subiré en una mesa y le lameré el coño, haré que pose sus manos en mi cabeza y la apriete contra su sexo hasta sentir mis dientes entre sus húmedos labios inflamados, calientes...
Lo siento por el hermanito, es un poco amoral que el pequeñín tenga que ver esto. E incluso salpicarlo; mas no creo que sea muy digno que me ponga una cortinita o un impermeable en la pierna mientras la follo. Me da igual que me acusen de pervertir pequeños tumores.
Y además, qué coño... Que se joda. Porque un día, si se enrabia el pequeñín, espolvoreará su insania y hará metástasis. Son muy peligrosos los hermanitos cuando se ponen celosos. Y cuando un hermanito se aloja en el cerebro, a la mierda.
Es por eso, que para calmar cierta ansiedad el médico me recetó sedantes, para que pudiera dormir. Yo no tomo eso, es insano dormir así.
Aunque las venas de mis brazos parezcan estar podridas, aún soportan bien el caballo que les meto cada día. La heroína es mucho más sana. Y también duerme un poco a mi hermanito.
Un día me inyectaré matarratas para hacerle daño. Aunque me joda yo.
Yo no quiero otro hermanito en mi cerebro, dicen que cuando se alojan ahí, te cagas y te meas. Y lo que es peor, te puedes olvidar de ella.
Lo tengo todo previsto, me he tatuado su nombre en la frente, y si llega el día en que se amplía mi familia, no la perderé nunca de mi pensamiento destruido.
Tengo recursos, y vi Memento, una película que tuve que ver cuatro veces para entenderla porque la historia iba al revés. Estoy acostumbrado a que todo vaya al revés, pero no me esperaba que una película pudiera ser tan puta como la vida.
En definitiva, pienso amarla y follarla tanto si le gusta a mi hermano, como si no.
Y que no me toque los cojones, porque soy capaz de clavar un tenedor y crear una infección en la tibia tibia que lo achicharrará. Y se quedará sin pierna donde vivir.
(No es que sea un poco imbécil y me repita como un viejo senil con la “tibia tibia”; es puro ingenio, porque los carniceros la llaman una pierna “caliente”).
Soy tan hostil a veces...
Aún así, es tan pequeño, que me hace sentir como un asesino.
Es un hijo puta, que no se fíe. Mi locura va más allá de la alucinación, y puede hacer realidad las más horribles imágenes de destrucción.
Me parece que me estoy balanceando en una tela de araña que no llega a romperse, somos tres elefantes y mi hermano.
“Un elefante viejo en el oficio, con la trompa se tapa el orificio”, canto mientras la aguja entra en la vena suave y dulcemente. El émbolo aplasta miedos y deseos insatisfechos, los macera, la heroína recicla toda la mierda y aleja el tumor.
Si de verdad el tumor estuviera a tantos kilómetros de mí, no le temería.
Que estilizadas son unas piernas largas. ¿O más bien psicodélicas?
No... La psicodelia es producto del LSD, el caballo sólo pudre la sangre.
Se me escapa la risa de la forma más imbécil, es por ello que no me meto el caballo en el asiento de hormigón frente al colegio esperando que mi hijo salga.
Además, las mamás de los otros niños, me pedirían un poco, como cuando me piden un cigarrillo. Mi físico, fuera de una pierna podrida, las pone calientes. Y cuando la heroína colorea mi vida, lo notan y las siento húmedas.
Húmedas madres de maridos anodinos que no se meten jaco en las venas...
Es curioso, cuanto más cerdo eres, más te desean.
Lo absurdo nos hace atractivos, carismáticos.
Y ELLA, mi amada es mi jardín de rosas en medio de esta insania extraña, a veces divertida. Obscena insania...
Amarga como el cianuro.
A pesar de todo, mantengo mi cuerpo en forma, levanto pesas e imagino que es su cuerpo el que levanto con mis poderosos brazos. Son puro magro, aunque las venas picadas les da un aspecto un poco siniestro.
—¡Uy, pobre pequeñín! La pesa de cinco kilos le ha dado de pleno.
Cualquiera diría que lo he hecho expresamente, hijo puta. Deja de radiar el dolor a la rodilla, coño.
No llores pequeñín, que te voy a meter un jaco para que olvides el dolor.
Un elefante se columpiaba en una tela de araña, como veía que resistía, fue a llamar a otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban en una tela de araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro...
Chissssstt... A ver si se duerme, el hijoputa.
O se muere.



Iconoclasta

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