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16 de abril de 2008

El chiki-chiki perrea-perrea



Si llego a imaginar que por cobrar los cuatrocientos euros de los españoles que Zapatero prometió si salía ganador de las elecciones, tenía que soportar esta monstruosidad, hubiera votado a Izquierda Unida. Aunque si he de ser sincero, voté al PP.
Pero si he de decir la verdad, no fui a votar.
Mi tiempo es oro.

Son detalles sin importancia. Aquí, lo que ahora urge, es que quemen todas las copias del chiki-chiki, la canción del Chikilicutre Perreador. Que las quemen y metan en el trullo al ministro/a de inCultura por vicioso y rural.

No hay Cristo que soporte este ruido chiki. Y me refiero a alguien con un mínimo de inteligencia básica y capaz de leer, sin detenerse, más de dos sílabas.

Los hay muy cultos, tolerantes y de buen rollete, que dicen que este payaso de cantante es un genio provocador. Pues razón no les falta a estos críticos lerdos y panolis, porque el chiki-chiki perrea-perrea es un emético en toda regla.

Seguro que se va a convertir en una melodía de culto en el mundo de las alocadas celebraciones del orgullo gay.

Como tengas la radio conectada en el lavabo mientras te masturbas y hagan la putada de emitir la canción del Chikilicutre; en lugar de eyacular una generosa y alba andanada de semen, lo que ocurre es que te meas.

Es todo confusión en mi poderoso cerebro de ocho millones de terabytes por segundo cuando oigo eso de perrea-perrea, me dan ganas de poner el culo en el suelo y rascarme tras la oreja con la uña del dedo gordo del pie que proceda.

Como España es de esos países en el que la inteligencia es un bien apreciado por lo muy escaso y la media de rapidez de lectura está en dos sílabas/minuto, es lógico que este ruido (gratuita y bondadosamente también llamado canción) se haya convertido en un éxito capaz de no avergonzar a nadie en absoluto.

Y ahora que hay tanto parado e hipotecas impagadas, es el momento idóneo para distraer a los sectores más necesitados de dinero y medidas político-económicas eficaces, con esta aberración sonora que los hará repetir y tararear con ese matiz de enfermos de síndrome de Down, el perrea-perrea.

Una aberración ésta, que ni siquiera Georgie Dann en sus tiempos mozos fue capaz de perpetrar.

Y luego dicen que poco a poco, España se está situando en un nivel cultural aceptable.

Si alguien retrocede un poco en el tiempo, comprobará que el chiki-chiki perrea-perrea, es la versión tercermundista y nada sutil del triqui-triqui de Demis Rousos, y que por aquel entonces, todos asociaban como una onomatopeya del acto sexual.

Yo jamás he hecho “chiki-chiki” ni “triqui-triqui” cuando he follado. Los únicos ruidos que percibo durante el coito, y la mamada, son los puramente líquidos, y por supuesto, los tremendos gritos de placer. Esto es lo que provoca mi poderoso pene bombeando con elegancia en el coño de mi esposa o de la puta a la que he pagado una pasta para que encima goce como una loca.

Los que hacen “chiki-chiki” o “triqui-triqui”, son tontos hasta para follar.

Lo del perrea-perrea es facilísimo de descifrar (no en vano lo hablan y pronuncian mentes muy inferiores a la mía). El Chikilicutre intenta decir: berrea-berrea (algo así como “canta tan mal como un toro o un venado”). Como ya he dicho, entre el público y críticos que gustan de este adefesio indecente de canción y cantante, no es habitual la lectura y así, berrea, cómo sólo lo conocen por su articulación fonética y es una palabra que en su vida han visto ni verán escrita; se convierte en perrea. Porque claro, es que aparte de no saber leer bien, la peña tiene una seria discapacidad fonética y los logopedas ya deberían ser multimillonarios todos. Sería lo justo.

Así de fácil es como degenera el verbo berrear en perrear gracias a este gobierno que actúa calculadoramente en complicidad con el Chikilicutre analfabeto para remachar de una vez por todas la estulticia por todo el territorio nacional, como si de una epidemia infecciosa se tratara.

Me cago en dios… Pues no voy a sudar yo los cuatrocientos euros de Zapatero.
Es que ser inteligente está reñido con ser afortunado. En fin, es una desgracia con la cual tendré que acarrear perreando-perreando hasta que mi cáncer de tibia se extienda a los pulmones y por fin pueda descansar en paz.

Esta falta de sensibilidad que tengo, también es para mí un tormento, no creáis; me siento tan sólo… Los veo bailar y disfrutar al son de esa canción que para mí es más triste que una ballena varada en la playa. Jamás podré sentir felicidad alguna ante esos ruidos.

Siempre me acordaré de aquella frase llena de fuerza que Clint Eastwood pronunció en Dos mulas y una mujer: Si me pagan con tortitas, los aso a tiros.
Los aso a tiros… Jo, qué bonito sería un mundo perfecto.
Maldita sea mi suerte.
Buen sexo.


Iconoclasta

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